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EL ORIGEN DEL UNIVERSO Y DE LOS ELEMENTOS QUÍMICOS

Profesor Ernesto Rodríguez

Cátedra de EVOLUCIÓN Y SISTEMÁTICA

Dpto. Biología y Química. NURR-ULA. Trujillo

“La materia tal como la observamos, no es inerte. Es infinitamente activa y sutil. La


luz, la electricidad y el magnetismo son fluidos no sobrepasados por el mismo
pensamiento en lo que respecta a liviandad y actividad; al igual que el pensamiento, a
veces son causa y otras veces son el efecto del movimiento”

(Dicho por el poeta inglés Percy Bysshe Shelley (1792-1822) en su ensayo Una
Refutación del Deísmo (1813).

“¡Tigre! ¡Tigre!, que te enciendes en luz por los bosques de la noche […] ¿En qué
profundidades distantes, en qué cielos ardió el fuego de tus ojos?”

(Fragmento del poema titulado El Tigre (1794) del poeta inglés William Blake (1757-
1827).

“Allá abajo veo la primera e inmensa nada. Sé que también allí he estado. Esperé
siempre silencioso y dormí mi letárgica niebla; y me hice cargo de mi tiempo y no me
causó daño el fétido carbono”

(Fragmento de la serie de poemas Canto a mí mismo (1855-1881, sección 44) del poeta
norteamericano Walt Whitman (1819-1892)

El Origen del Universo

En el año 2003 se confirmó que la antigüedad de nuestro universo es de 13.700.000.000


años con una precisión de 1 %. (1).
Según la concepción más aceptada, nuestro universo se formó por una fluctuación cuántica
a partir de nada (2). El estudiante debe leer el escrito elaborado por el profesor titulado:
“¿Por qué hay cosas en vez de nada?” como parte de sus lecturas en este tema.

Asimismo, actualmente se acepta que nuestro universo está expandiéndose y se formó en lo


que se denomina el “Big Bang”. Veamos muy brevemente los antecedentes. El astrofísico y
matemático ruso Alexander Friedmann (1888-1925), de origen judío, hizo investigaciones
en astronomía y de manera independiente y original, elaboró la solución que el físico
alemán Albert Einstein (1879-1955) propuso para la ecuación de la teoría general de la
relatividad. Friedmann derivó unas soluciones en 1922 y 1924 que sugerían como una
posibilidad, entre otras, que el universo podía estar expandiéndose. Lamentablemente
murió prematuramente de fiebre tifoidea a los 37 años.

En 1927 el sacerdote católico y astrofísico belga Georges H.J.E. Lemaitre (1894-1966)


propuso una hipótesis sobre un universo que está en expansión. Posteriormente el
astrónomo norteamericano Edwin Hubble (1889-1953) realizó observaciones de galaxias
desde el año 1924. La luz irradiada desde un objeto que viaja hacia nosotros tiende a ser
azul mientras la luz de un objeto que se aleja tiende a ser roja. Entonces Hubble detectó que
las estrellas emiten luz desplazada hacia el rojo y en el año 1929 enunció la “Ley de
Hubble” que establece que las galaxias se están expandiendo a una velocidad que es más
grande a medida que aumenta la distancia de su separación (3). Luego en el año 1948 el
cosmólogo y físico nuclear ruso George Gamow (1904-1968), el cosmólogo
estadounidense Ralph Alpher (1921-2007), hijo de un inmigrante judío ruso, y el
científico estadounidense Robert Herman (1914-1997), desarrollaron una hipótesis sobre
el origen del universo en una gigantesca explosión que inició la expansión del universo.

En el año 1950 el astrónomo inglés Fred Hoyle (1915-2001) acuñó de manera burlona el
nombre “Big Bang” para tal hipótesis de esa gran explosión inicial, pero ese nombre quedó
arraigado en la literatura científica y así se conoce actualmente la hipótesis (4).

El Origen de los Elementos Químicos (5)

Todo lo que nos rodea e inclusive nosotros mismos estamos constituidos por “materia” y
una de las preguntas obvias concierne a la formación de los elementos químicos.

El fundador de la química moderna, el científico francés Antoine Laurent Lavoisier


(1743-1794), antes de que muriera guillotinado durante el llamado “Reino del Terror”
(enero 1793-julio 1794) en la Revolución Francesa, hizo un gran aporte al plantear que la
materia se presenta en dos formas: Los compuestos químicos que se pueden descomponer
en materia más simple y los elementos químicos que ya no se pueden descomponer más.
Por ejemplo, en el caso del cuerpo humano, estamos constituidos por una serie de
compuestos integrados por elementos químicos. Si una persona pesa unos 68 Kgs. entonces
tendrá unos 44,17 Kgs. de Oxígeno (65 %), unos 12,23 Kgs. de Carbono (18 %), unos
6,79 Kgs. de Hidrógeno (9,9 %), unos 2,04 Kgs. de Nitrógeno (2,9 %), unos 1,36 Kgs. de
Calcio (1,9 %), unos 0.815 Kgs. de Fósforo (1,19 %), unos 0,136 Kgs. de Potasio (0,19
%), unos 0,136 Kgs. de Azufre (0,19 %), unos 0,136 de Cloro (0,19 %), unos 0,075 Kgs.
de Sodio (0,10 %), unos 0,027 Kgs. de Magnesio (0,04 %). El restante 0,2 % del peso
corporal, en orden decreciente viene representado por cantidades ínfimas de Hierro,
Cobalto, Cobre, Manganeso, Yodo, Zinc, Boro, Aluminio, Vanadio, Molibdeno, Sílice,
Flúor, Cromo y Selenio.

Veamos también la composición química relativa de cada elemento químico en nuestro


cuerpo. Los sub-índices indican el número de átomos:

H 375.000.000 O 132.000.000 C 85.700.000 N 6.430.000 Ca 1.500.000 P 1.020.000 S 206.000 Na 183.000 K 177.000 Cl


127.000 Mg 40.000 Si 38.600 Fe 2.680 Zn 2.110 Cu 76 I 14 Mn 13 F 13 Cr 7 Se 4 Mo 3 Co 1

En esta fórmula de los elementos vemos que nuestros cuerpos son principalmente
hidrógeno: Por cada átomo de Cobalto tenemos 375 millones de átomos de Hidrógeno.

No obstante, hay un elemento particular, el Helio, que no hay en nuestro cuerpo y eso tiene
una explicación. El Helio es el segundo átomo más abundante en todo el universo, pero
tiene una estructura interna que no deja espacio para que sus electrones puedan interactuar
con los electrones de otros elementos. Entonces, como el Helio es incapaz de hacer estos
intercambios de electrones, no puede participar en las reacciones químicas que definen la
vida, como el metabolismo, la reproducción y el crecimiento. Por otra parte, el Oxígeno y
el Carbono son veinte veces más raros que el Helio. Pero a diferencia del Helio, los átomos
del Oxígeno y el Carbono pueden interactuar fácilmente con diferentes elementos para
formar la variedad de enlaces químicos que son esenciales en la materia viviente. Es decir,
la “reactividad” es algo clave para los átomos del cuerpo de un ser vivo. Por eso el Helio
que no es reactivo, no puede participar.

Las moléculas que constituyen nuestros cuerpos surgieron en remotos eventos estelares.

El Sol combustiona Hidrógeno. Otras estrellas combustionan Oxígeno, Carbono y otros


elementos. Los átomos fundamentales que constituyen nuestras manos, pies y cerebros,
sirven como combustible para estrellas. Pero no solamente los átomos de nuestros cuerpos
se extienden por el universo. Las moléculas que constituyen nuestros cuerpos se encuentran
en el espacio. Las moléculas básicas de las proteínas y otras moléculas en nuestro cuerpo –
los aminoácidos y los nitratos – llegan a la Tierra en los meteoritos y están en la corteza
rocosa de Marte o en las lunas de Júpiter.

La luz de las estrellas que vemos se originó en reacciones químicas hace muchísimo
tiempo. Lo enorme del espacio significa que la luz de las estrellas que percibimos con los
ojos, se originó antes de que se formara nuestra especie, y a veces antes de que se formara
nuestro planeta. Ya vimos que el universo se formó hace unos 13.700 millones de años, y
en ese momento, la gravedad, el electromagnetismo, es decir, todas las fuerzas que actúan
alrededor de nosotros, no tenían todavía una existencia independiente. La materia, tal como
la conocemos, tampoco existía. En ese momento del origen del universo había una enorme
cantidad de energía. En tal universo, la física de las partículas pequeñas (mecánica
cuántica) y la de los cuerpos grandes (relatividad general) eran parte de una única teoría
que todavía no conocemos.

Luego de una fracción 0,000000000000000000000000000000000000000001 de segundo,


el universo tenía 1.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000
Grados Fahrenheit, y el estado de las cosas comenzó a definirse. En este momento
comienza la etapa de expansión muy rápida del universo. El Big Bang no fue como una
explosión en la cual los objetos fueron proyectados alejándose unos de otros. En realidad el
mismo espacio se expandió. Con esa expansión en el tiempo también hubo un proceso de
enfriamiento. A medida que el universo se expandió y se enfrió, surgieron partículas y las
fuerzas que constituyen nuestro mundo actual. La ecuación de Einstein: E= M.C2 da una
clave para comprender los primeros eventos del universo. La ecuación revela la relación
entre energía (E) y la masa (M). Como la velocidad de la luz (C) es un número enorme
(casi 300.000 Kms/seg.), se requiere una enorme cantidad de energía para hacer un gramo
de masa, y a la inversa, una cantidad infinitesimal de masa puede ser convertida en una
enorme cantidad de energía.

Una trillonésima de segundo después del Big Bang el universo era del tamaño de una pelota
de béisbol. La energía contenida en el universo en estos primeros momentos fue la materia
prima para la producción de una gigantesca cantidad de masa. A medida que el universo se
expandía, la energía, de acuerdo a la ecuación de Einstein, se convertía en masa, en ese
caso partículas efímeras. En ese universo muy caliente y pequeño todo era inestable: Las
partículas se formaban, colisionaban, y se desintegraban, y ese proceso se repetía trillones
de trillones de veces.

En ese momento de la historia del universo, las partículas eran de dos tipos opuestos:
materia y antimateria. La materia y la antimateria son opuestos y se aniquilan al entrar en
contacto. A medida que la energía se convertía en masa, tan pronto como se producían
partículas de materia y antimateria colisionaban. La mayoría de tales colisiones
ocasionaban la extinción de todas esas partículas. Si esa extinción hubiera sido total, no
existiría ahora la Vía Láctea, ni La Tierra, ni nosotros. Pero un pequeñísimo exceso de
materia sobre antimateria – una billonésima de 1 % - fue suficiente para crear la materia del
universo. Entonces nosotros y todo lo material en el universo, somos resultado de ese
ínfimo desequilibrio original entre materia y antimateria.

Al cabo de un segundo, nuestro universo comenzó a formar entidades como leptones,


bosones, quarks, y otras afines. Algo después de unos tres minutos después del nacimiento
del universo, se formaron los tres elementos más livianos: Hidrógeno (1 protón), Helio (2
protones) y Litio (3 protones). El Hidrógeno y el Helio actualmente siguen siendo los
elementos más abundantes en el universo. El Hidrógeno constituye aproximadamente el 90
% de toda la materia y el Helio un 5 %. Todos los demás elementos que constituyen nuestro
cuerpo son algo ínfimo en el universo. Después de unos 300.000 años el universo se había
enfriado y expandido suficientemente, de manera que podían existir verdaderos átomos.
Los núcleos eran capaces de retener electrones en sus órbitas. Esta nueva combinación de
electrones con núcleos atómicos estableció el escenario para las reacciones que
fundamentan cada momento de nuestras vidas.

Un millón de años después del Big Bang, el universo se había enfriado y se había
expandido hasta el punto en que la materia se hizo suficientemente grande como para que la
gravedad pudiera jugar un papel importante. El orden y los patrones en los cielos se deben a
un equilibrio de fuerzas: La gravedad atrae a los objetos, mientras otras fuerzas como el
calor y otras más misteriosas como la energía oscura, los repelen entre sí. Estas fuerzas
explican el origen de los elementos, desde los primeros tres hasta los más de cien con los
que vivimos.

¿Cómo se formaron los átomos que constituyen nuestro planeta y nuestros cuerpos desde
los tres que había inicialmente?....El proceso de formación de los elementos más pesados
como el Oxígeno y el Carbono, ocurre por medio de la síntesis de núcleos más grandes a
partir de elementos más livianos como Hidrógeno y Helio. En las condiciones adecuadas
dos núcleos pequeños pueden unirse y formar un núcleo más grande. Pero eso no significa
que el nuevo núcleo sea la simple suma de los dos núcleos. Frecuentemente el nuevo núcleo
es más liviano que la suma y se pierde materia. Pero por la ecuación de Einstein E=M.C2
esa materia no se pierde, sino que se convierte en energía. Entonces esas reacciones de
fusión pueden liberar enormes cantidades de energía.

La formación de una estrella ocurre cuando una nube de gas adquiere mucha masa, atrae
muchas partículas y la fuerza gravitacional aumenta en el centro de la nube. En cierto
momento la masa de la nube de gas cruza un valor crítico y la atracción gravitacional hace
que el gas colapse en un punto central. La gravedad atrae los núcleos de los elementos y los
fusiona. Esta unión fuerza al núcleo para crear una nueva combinación, y en vez de un
protón, ahora forma un núcleo más pesado con dos protones. Pero este nuevo núcleo es más
liviano que la suma de sus partes. La masa perdida, de acuerdo a E=M.C 2 se convierte en
una enorme energía que se libera en el espacio. El tamaño y vida de una estrella vienen
definidos por las fuerzas que actúan internamente: La fuerza de gravedad atrae los
elementos entre sí y el calor por las reacciones de fusión tiende a separarlos. La estrella más
básica es la que fusiona el átomo más pequeño, el Hidrógeno, para hacer Helio. El Sol es
una de esas estrellas. El calor del Sol que nos llega a pesar de que está a unos 160.000
millones de Kms. de distancia, se debe a que en las estrellas como el Sol hay fusión
nuclear. La radiación solar que nos llega sólo es una consecuencia colateral de tal proceso.
El Sol pierde unos 5 millones de toneladas de masa cada segundo y durante tal fusión
nuclear se forma Helio a partir de Hidrógeno. Con el tiempo, a medida que se consume el
Hidrógeno, la estrella fusiona el Helio que se formó. En una etapa secundaria, a medida que
el Sol y otras estrellas de tamaño mediano (similares al Sol) van alcanzando más edad,
convierten la “ceniza” del Helio producido en la primera etapa, en Carbono que ya es más
pesado. Pero el Carbono es el elemento más pesado que se puede sintetizar en una estrella
del tamaño del Sol. Para que se puedan producir elementos más pesados que el Carbono, se
requieren fusiones nucleares en estrellas con una masa unas 8 veces mayor que el Sol. Una
masa mayor significa mayores temperaturas y presión en el centro de la estrella, lo cual
significa que se pueden sintetizar elementos más pesados. Durante un tiempo se consumen
los núcleos de Helio para hacer elementos más pesados. Una vez que el Helio se ha
gastado, las reacciones de fusión consumen los elementos más pesados. Y así continúa el
proceso que produce Oxígeno y otros elementos. Es decir, en las estrellas, la “ceniza”
resultante de cada fase del proceso de fusión nuclear proporciona el combustible para la
fase siguiente de síntesis química. Por medio de esas reacciones de fusión dentro de las
estrellas, la Tabla Periódica pasó de tener solamente tres elementos a tener muchos más.

Pero tal proceso solamente ocurre hasta sintetizar elementos químicos cuyo peso sea menor
o igual al del Hierro. En efecto, las estrellas pueden consumir combustibles atómicos más
pesados hasta que llegan a un punto definido por las leyes de la física y la química. Ese
punto es el elemento Hierro. Los elementos más pequeños que el Hierro pueden fusionarse
y liberan enormes cantidades de energía. Pero los elementos como el Hierro o mayores que
el Hierro, aunque también pueden fusionarse, ya no liberan mucha energía, debido a la
estructura de sus núcleos atómicos. Para fusionar esos núcleos más grandes, se requiere
mayor energía que la que se obtiene por la reacción de fusión. Por ejemplo, si el Hierro
fuera el material en un reactor nuclear, se necesitaría suministrar más energía al reactor que
la que se obtendría con ese reactor fusionando Hierro. Entonces, a medida que una estrella
consume por fusión todos los elementos más livianos, el Hierro se va acumulando en su
centro. A medida que más y más Hierro se acumula, el combustible para la fusión es
consumido, cesan las reacciones de fusión nuclear, y la estrella comienza a emitir menos
calor. Mientras una estrella esté en dinamismo, está en equilibrio: La fuerza de gravedad
mantiene unida a la materia de la estrella y crea una intensa presión en el centro. Por eso
ocurre la fusión nuclear. Mientras tanto, la presión del gas producido por la fusión nuclear
impide que la estrella colapse. Pero cuando el centro de la estrella ya no puede soportar la
intensa presión gravitacional del material que la rodea, entonces el colapso es inevitable y
muy rápido (proceso de “Implosión-Explosión”). A eso se le llama una “supernova”. Así,
los núcleos de Hierro, en las condiciones adecuadas pueden absorber energía casi como una
explosión nuclear pero a la inversa. Con tanta energía liberada que es absorbida, se crean
las condiciones para una reacción en cadena masiva, que culmina en una vasta explosión
catastrófica. En cuestión de segundos estas explosiones liberan más energía que la que es
emitida por estrellas como nuestro Sol durante toda su vida. Esta explosión es un tipo de
supernova y otro tipo de supernova puede desencadenarse por colisión de estrellas. Las
supernovas liberan tanta energía, que en reacciones de fusión se sintetizan los elementos
más pesados que el Hierro. Por ejemplo el Cobalto y el Cesio en nuestros cuerpos derivan
de las supernovas.

Vamos a recapitular el proceso. Los elementos químicos más livianos (Hidrógeno, Helio,
Litio) se formaron poco después del Big Bang. Los elementos más pesados que el Litio
pero menos pesados o igualmente pesados que el Hierro, se sintetizaron cuando las
primeras estrellas realizaban fusión nuclear en su centro. Pero luego los demás elementos
más pesados que el Hierro se sintetizaron durante las supernovas.

El estallido de las supernovas dispersa átomos de la estrella muerta a través de las galaxias.
Las supernovas promueven el movimiento de átomos de un sistema estelar a otro. Los
elementos de nuestro cuerpo tienen una historia tan larga como el mismo universo.

En el universo la materia se recicla. Los cielos están repletos de estrellas que fabrican
elementos, unas estrellas que eventualmente pueden explotar y liberarlos, y esos elementos
liberados pueden recombinarse de nuevo cuando una nueva estrella se forma. Los átomos
que llegaron a nuestro planeta formaron parte de innumerables soles anteriores. Cada
galaxia, estrella o persona, es el receptáculo transitorio de partículas que han pasado por los
nacimientos y muertes de entidades durante vastos lapsos en vastas extensiones del espacio.
Las partículas que forman nuestro cuerpo han viajado durante miles de millones de años a
través del universo, y mucho después de que nosotros y nuestro planeta hayamos
desaparecido, formarán parte de otros mundos.

Esta exposición sobre el origen del universo y los elementos químicos en las estrellas nos
hace recordar los fragmentos de poemas de Walt Whitman y de William Blake citados en
los epígrafes. En efecto, los elementos químicos que hacen brillar los ojos del tigre fueron
sintetizados en las “cocinas estelares” del universo de hace miles de millones de años.

NOTAS BIBLIOGRÁFICAS

(1) Pag. 717 en Bryan Bunch and Alexander Hellemans (2004) The History of
Science and Technology. Houghton Mifflin Co., Boston. USA.
(2) Véase Pags. 171-181 en Stephen Hawking and Leonard Mlodinow (2010) The
Grand Design. Bantam Press. London. También se puede ver una obra muy
reciente: Lawrence M. Krauss (2012) A Universe From Nothing. Why there is
something rather than nothing. Afterword by Richard Dawkins. Free Press. New
York. USA.
(3) Pag. 243 en Random House Webster’s Dictionary of Scientists. Random House.
New York. USA.
(4) La información sobre la expansión del universo y el Big Bang se puede ver en Pags.
491,494,495,507,562 y 667 en Bryan Bunch and Alexander Hellemans, Op.Cit.
También en Pags. 243-251 en William Bynum (2012) A Little History of Science.
Yale University Press. New Haven and London. USA
(5) La información para esta sección sobre el origen de los elementos químicos se ha
tomado principalmente de Pags. 15-33 en la reciente obra de Neil Shubin (2013)
The Universe Within. Pantheon Books. New York. También se puede ver una
exposición muy didáctica en Pags. 114-121 en Barry Evans (1993) Everyday
Wonders. Encounters with the Astonishing World Around Us. Contemporary
Books. Chicago. USA.

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