PATRICIA SUAREZ
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cazadoraoculta@hotmail.com
Años 1920/1925
Viaje en tren de Buenos Aires a Santa Fe.
Vagón-litera.
Personajes:
Saló, joven de 30/35 años
Alina, su flamante esposa. 18/25 años.
Escena única
Alina y Saló entran al camarote.
Alina: No sé.
Alina: Es indiscreto.
Saló: ¡Pesa más que una oveja muerta! ¿Qué trae? ¿Se pensaba que yo no le iba a dar de
comer en la Argentina?
Silencio.
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Saló: No me va a decir.
Alina: Es un secreto.
Saló: ¿Qué?
Saló: Bueno, bueno. Pongamos todo esto acá, y esto acá al costado. Mi madre va a estar
un poco sorprendida cuando la vea a usted. (Pausa.) Porque la idea fue de ella, ¿sabe?
Me vio un poco grande. En el campo nuestro el trigo crece lindo, alto. Cinco buenas
cosechas nos dio. ¿Conoce cuál es el trigo? (Silencio de Alina.) Pan comió, Alina.
Alina: Sí.
Saló: El pan se hace con trigo blando. Acá en la Argentina, la pasta se hace con trigo
blando también. Por eso es tan asquerosa. Nosotros en Italia la hacemos con trigo duro.
Pero uno de los nuestros tendría que viajar allá, traerse las semillas, y entonces
plantamos el trigo duro. Pero no se puede. La Aduana cobra cualquier cosa para hacer
eso. Acá el gobierno abusa mucho.
Saló: ¡Ah, qué simpática! No, no. La semilla tiene que estar intocada. Sin mancilla.
Algún día, Alina, usted y yo podemos volver a Italia, hacemos el viajecito en barco, en
segunda o en primera. Llevamos todos los papeles y nos traemos las semillas. En un
frasco de cristal cerrado hermético, adonde no entra el aire. ¿Me comprende?
Alina: Sí.
Saló: Nosotros no somos ricos: trabajamos de sol a sol en el campo. Después, hay que
pagar al exportador, al gobierno. ¡No se imagina cuánta plata se lleva el gobierno!
También hay que cuidar la espiga del gusano blanco, que es peste. Y en el grano anda el
escarabajo rubio, que se llama, deja los huevos que hacen pupa, y entonces ese trigo no
sirve para nada, hay que quemarlo. Pero nos va bien. Marcha. Por eso ella me dijo:
Usted, hijo, está en edad de casarse. Yo al principio no quería. Mucho compromiso una
esposa; una familia. No se asuste, Alina. No se asuste; se lo dije ya en el puerto de
Buenos Aires y me hago cargo. Le estoy contando nada más. Para hacer la
conversación.
Alina: Gracias.
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Alina: Traje lemoncello.
Saló: ¿Qué?
Alina: Lemoncello. Licor de limón. Del verdadero, de Capri. Con limones de Sorrento.
Alina: Sí.
Alina: Sí.
Saló: ¿Cómo?
Saló sale del vagón. Alina se arregla el pelo, se abre el escote, se estira las medias
sobre la pierna. De la valija saca una botellita de licor.
Entra Saló con dos vasos.
Alina: ¿Sirvo?
Saló: Sirva.
Alina: Eso.
Alina: Sí.
Saló: ¿Entonces?
Alina: No sé.
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Alina: ¿Si?
Saló: ¿Qué?
Saló: Mejor. Eso es de buena muchacha. Lo otro es pecado. Pero nosotros ya somos
marido y mujer. Yo soy el marido, usted es la mujer. Siéntese acá a mi lado. Déjeme que
la mire. ¡Qué lindos ojos que tiene! Son casi azules.
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Alina: ¡Ya le dije que sí!
Saló: ¿Entonces?
Alina: ¡Extraño!
Saló: ¿Qué?
Saló: Sí.
Alina: Me da mareo.
Alina: No...
Alina: No.
Saló: ¿Qué sabe usted si no? ¿O acaso está metida adentro de la botella para saber
cuando se pudre el limón?
Alina: No.
Alina: No...
Alina se acuesta.
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Saló: Miente.
Saló: Mentirosa.
Alina: Me maltrató.
Alina: Se lo doy. (Lo hace) Pero reconozca que fue malo conmigo.
Alina: No.
Saló: Muéstreme.
Alina: Me dijo: Cúbrete los brazos. No dejes que tus codos se vean. Eso es lo que mis
vecinos allá en Salerno dicen a sus hijas para que ningún codo relleno o delgado,
moreno o rosado incite a otros a la pasión.
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Alina: No.
Alina: Ella...
Alina: ¡No!
Saló (amenazante): Pero su madre no vio con malos ojos que usted contestara las cartas.
Alina: Me ofende. Es feo lo que usted dice. Me pasa por permitirle darme esos besos
insensatos.
Saló: Si no fuera por las cartas, no vendríamos de viaje de novios. Y si no existiesen los
viajes de novios, ¿para qué existirían entonces los vagones litera? (Larga pausa.)
¿Pensó en eso alguna vez?
Alina: No.
Alina: ¿Quién?
Saló: Luigia.
Alina no responde.
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Saló: Mire usted cuánto hace que se casó ya la Luigia. Nadie me participó.
Saló: Esperaba verla erguida en la borda del barco. Apoyada en la baranda, su cabello
rubio ondeando al viento. Tan hermosa.
Alina: Ah.
Saló: Desde niño, me gustaba su hermana. Ordeñaba las cabras y la miraba de reojo.
Ella no me miraba, ella jugaba con otros niños.
Saló: El vestido de novia no va a entrarle a usted. Hay una costurera que puede
arreglarlo, hacerle un remiendo... La Luigia era delgada como una espiga de trigo, rubia,
como una espiga de trigo...
Alina: Seis.
Saló: ¿Mariú? ¿Tan pronto? ¿Y qué pasó con usted, no quiso casarse nadie?
Alina: Yo...
Alina: Gracias.
Saló: Es agria.
Saló: ¡Ah, en las cartas! En las cartas usted se hacía pasar por la Luigia.
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Saló: No es cierto. Si cuando dejé Italia, usted era criatura de pecho y yo un niño
crecido.
Alina (se desabotona el vestido, desde el cuello hasta la cintura): Míreme bien.
Saló: ¿Qué?
Saló: ¿Cómo?
Alina: Era viuda. Había muerto el marido en la guerra, era soldado. El padre de Santino.
Después encontró otro marido... Venía de la guerra, uno muy grandote, con una pierna
de palo. Se casó con ella. Se la llevó a la montaña. (Pausa.) Pero ella guardó el luto
igual.
Largo silencio.
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Alina: Cuatro meses con veinte días. Tres meses hace que llegó el poder.
Saló: Contraté un fotógrafo, Alina. Sí. Uno que va por los pueblos.
Alina: Sí.
Saló: Pasquale mi hermano vendrá del norte. Trae un regalo importante, dice. No me
dijo qué.
Saló: Una vaca holandesa traerá. O una de raza Norton, inglesa. Desde tan lejos: Entre
Ríos, se llama donde él vive. Cría ganado. Es ganadero, Pasquale. Hace cinco años que
no lo veo. En la Argentina todo está lejos. A mucha distancia.
Saló: No...
Saló: Es ligera...
Alina: Sabe qué. Mi madre dice: cuando el matrimonio hace lo suyo en la cama seguido,
viven más.
Saló: Ah...
Larga pausa.
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Saló: ¿Qué?
Saló: Ah.
Alina: Pero los dos maridos se le murieron rápido, rápido. Triste se puso. Triste, triste.
Los hijos se los cría mi madre. Ella, sola en la montaña.
Saló: Cómo coqueta? Con quién coquetea? No está sola, sola allá en la montaña?
Alina: Sí.
Saló: Entonces?
Alina: Porque nunca recibió las cartas, Saló. Las recibí yo. (Breve pausa) Mire esta
puntillita que tengo acá. Es encaje. Yo lo bordé. ¿Le gusta? ¿Le piace?
Saló (acariciando el encaje): Eso se llama engaño. Lo que usted hizo se llama engaño.
Alina: Va a devolverme?
Saló: Cierto.
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