Se llama Graciela Cabal. Está por cumplir 60 años y tiene 65 libros publicados. Uno de
poesía, varios de teatro (una obra suya se está dando actualmente en Buenos Aires),
novelas para adultos, para adolescentes, cuentos para chicos… Es abuela, una abuela
muy especial, que viaja por el mundo contando sus cuentos en escuelas, en aldeas, en
congresos, en bares, a plena luz del sol o junto a la chimenea, como las abuelas de los
relatos. En la última década ha recibido muchos premios, los últimos: el Pregonero, de
la Fundación El Libro y uno de la Municipalidad, con pensión vitalicia incluida. Pero
los bebés que leen sus historias no saben nada de honores, ellos sólo saben que
Tomasito, un personaje de Graciela amadísimo, como ellos, una vez estuvo en la panza
de su mamá y que aprendió a hablar cuando lo dejaron, por accidente, debajo de la
lluvia (una historia real de Graciela con su hijo, el periodista Pablo Pla). Los bebés la
adoran y punto. Por eso fuimos a visitarla a su casa de San Cristóbal.
¿Existe alguna diferencia entre escribir para nenes más grandes o para bebés?
Yo no me propongo escribir para una edad, aparece. Si libros como Tomasito, Miedo,
Batata o Jacinto, tienen éxito es porque son literatura, no son libros juguete que apretás
y suenan cositas, prenden luces, que por supuesto a los chicos les encantan. No son
tampoco libros para enseñar. Son historias. Yo no quiero enseñar nada. Todo libro deja
una enseñanza pero la literatura no tiene nada que ver con las intenciones. Yo escribí
Miedo no para que los chicos no tengan miedo sino porque yo de chica tenía mucho
miedo. De noche no podía dormir del miedo que tenía a morirme. Escribo porque no me
quedó más remedio que escribir, porque no tenía hermanos, ni perro, ni gato, mis viejos
se llevaban mal. Porque cuando mi mamá me leía un libro se iba el miedo y venía el
sueño.
O sea que no le parece bien que la literatura infantil sea para enseñar algo…
Yo jamás haré un libro para enseñar, excepto si tengo una intención didáctica, por
ejemplo con libros que hice sobre ecología. Pero con la literatura… ¿qué se yo qué
quiero?, yo escribo. No pienso ni en los nenes, ni en los grandes ni en nadie. Pienso en
esa historia que estoy escribiendo y después el resultado es el resultado. Y lo que nunca
hay que hacer es usar la literatura para otra cosa, para enseñar sujeto y predicado, por
ejemplo, ni siquiera para salvar a las ballenas, para eso existen otros discursos. Por eso
lo importante es que los adultos lean, a un maestro muy lector jamás se le va a ocurrir
algo así. Porque como decía John Carver, la literatura está ahí sólo por el feroz placer de
escribirla y por el feroz placer de leerla. Por ese placer y nada más.
Archivado bajo |