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Aristoteles:

Fue capaz de plantear que la educación, la genética y los hábitos son factores que influyen en la
formación durante el desarrollo personal.

También valoró la importancia del ámbito del juego, en los más pequeños, para el desarrollo tanto
a nivel físico como a nivel intelectual en sus primeras etapas de formación. Sin ninguna duda,
muchas de sus ideas han ejercido una gran influencia sobre la historia intelectual de occidente por
más de 2000 años.

Aristóteles seguía un plan educativo basado en cinco periodos educativos. El primero era la
infancia, se trataba del periodo de crianza (formación de hábitos). En segundo periodo, alcanzaba
hasta los 5 años, consistía en el desarrollo de los buenos hábitos, pero sin lecciones y sin
obligaciones. La siguiente etapa abarcaba hasta los 7 años, profundizando en los hábitos. Desde
los 7 años hasta la pubertad, era el periodo de educación pública con asignaturas tales como:
gimnasia, lectura, escritura, música y dibujo. Y por último la educación liberal, que se impartía en
Liceos, con asignaturas como podían ser las matemáticas, lógica, metafísica, ética, música, física o
biología. La música era considerada como elemento vital en la educación liberal, ya que se
consideraba que por una parte contribuía a la formación del carácter y por otra a la purificación
emotiva.

El filosofo griego dividía la educación en dos, por un lado estaba la educación moral y por otro la
educación intelectual, ambas dos igual de importantes.

El concepto de educación podría definirse como un proceso de socialización. Al educarnos somos


capaces de asimilar y aprender conocimientos. Se materializa en una serie de valores y habilidades
que producen cambios tanto intelectuales como emocionales o sociales.

Sabías que… para Aristóteles la educación era infinita, más concretamente decía: “la educación
nunca termina, pues es un proceso de perfeccionamiento y por tanto ese proceso nunca termina.
La educación dura tanto como dura la vida de la persona.”

La preocupación por educación infantil ha sido una constante durante los diferentes periodos
históricos, aunque como proceso, se podría decir que su estudio es reciente.

En la antigua Grecia se observaba un concepto de la educación de acuerdo a los ideales o


necesidades de la sociedad. En la mayor parte de su historia la educación fue privada, salvo en
Esparta. Durante el periodo helenístico algunas ciudades-estado construyeron escuelas públicas.
Solamente tenían la opción de contratar un maestro, aquellas personas que gozaban de un alto
nivel económico. En algunos casos, hasta los 7 años era su nodriza quien se ocupaban de los niños
y les proporcionaban las llamadas `primeras enseñanzas´.

Los niños aprendían a leer, escribir, a cantar, a tocar un instrumento, a citar la literatura y más
adelante a ser entrenados como soldados. Sin embargo las niñas digamos que aprendían los
conocimientos mínimos, como podían ser leer y escribir. En algunos casos también aprendían
sobre tratamientos de lanas o de tejidos. Además eran se les enseñaba cómo dirigir un hogar, con
todo lo que eso conllevaba. Rara vez las niñas continuaban su periodo de educación pasada su
época de niñez.

Los niños pertenecientes a familias con dinero, eran cuidados y atendidos por los llamados
’paidólogos’, esclavos domésticos cuya misión no era otra que acompañar a los niños durante el
día.

Las clases se impartían en las casas privadas de los propios maestros. Incluían entre otras: la
aritmética, la lectura, la escritura, canto y la ejecución de instrumentos como podían ser la flauta o
la lira.

El objetivo marcado para la educación era el de preparar a los jóvenes, despertando en cada uno
de ellos su inteligencia, para asumir a largo plazo posiciones de liderazgo en las tareas de Estado y
de la sociedad. Es decir, creían en la posibilidad de formar a ‘buenos

El concepto de Educación en Kant:

El concepto de Educación en Kant:

La educación, según Kant, es un arte cuya pretensión central es la búsqueda de la perfección


humana. Esta cuenta con dos partes constitutivas: la disciplina, que tiene como función la
represión de la animalidad, de lo instintivo; y, la instrucción, que es la parte positiva de la
educación y consiste en la transmisión de conocimiento de una generación a otra.

Educarse, de acuerdo a la perspectiva kantiana, le resulta indispensable al ser humano por tres
razones: Primero, porque “únicamente por la educación el hombre llega a ser hombre” (Kant: 31),
antes de ella un individuo de la especie se encuentra sumido en una condición que no es la
propiamente humana. Esto nos conduce a la idea de que el ser humano se encuentra en una
situación de desigualdad frente a los otros animales, pues lo que le caracteriza como especie no lo
adquiere plenamente por vía genética sino que lo logra educándose. Segundo, porque esa
desigualdad se traduce en una debilidad relativa, “el hombre es la única criatura que ha de ser
educada” (Kant: 29), la educación queda planteada también como una salvaguarda que faculta al
ser humano para defenderse en la realidad, le ofrece las herramientas que desde el punto de vista
instintivo le son limitadas. Tercero, porque esas facultades alcanzadas por medio de la educación
no sólo son herramientas para su subsistencia, sino que, al mismo tiempo, son el gran secreto de
la perfección de la naturaleza humana (Kant: 32).

Hasta aquí la educación aparecería como una necesidad, no obstante, Kant se ocupa de subrayar
que también es una responsabilidad; este aspecto está vinculado con algo que se ha expresado
líneas arriba, en la educación yace la posibilidad de la perfección humana, de la dicha futura de la
especie, de una condición ideal que puede ser planteada como destino. Si esto es así el ser
humano ha de intentar alcanzar su destino y por tanto debe construir un concepto de él que se
coloque como fin del proceso educativo; es decir, la especie humana tendría un deber moral
ineludible educarse para buscar su destino (Kant: 33-34).

Pero, el ser humano no puede obrar aisladamente para el cumplimiento de esta labor, “No son los
individuos, sino la especie humana quien debe llegar aquí – a su destino -” (Kant: 34). Esto
conduce a Kant a percibir la educación como un arte que ha de ser perfeccionado por muchas
generaciones, y, que por tanto, avanza poco a poco. Una generación trasmite el conocimiento y la
experiencia a otra, y esta, en la medida de sus posibilidades, los aumenta para trasmitirlos a una
nueva. La educación se encuentra vinculada entonces a los avances y retrocesos propios de la
humanidad, del ser humano como especie. Aunque, esto no implica que los individuos no puedan
y deban buscar educarse por si mismos, pero si, que el ideal de educación es construido social e
históricamente.

Para este filósofo, ese destino ideal, esa realidad posible, ha de marcar tanto al acto educativo que
llega a considerar que las nuevas generaciones deben educarse de acuerdo a ese futuro anhelado:
“No se debe educar a los niños conforme al presente, sino conforme a un estado mejor, posible en
lo futuro, de la especie humana; es decir, conforme a la idea de humanidad y de su completo
destino. Este principio es de la mayor importancia.” (Kant: 36). De tal manera, la educación tendría
que pensarse y partir de dos principios básicos para Kant, el cosmopolitismo o la universalidad y la
idea de búsqueda de un futuro mejor para la humanidad.

Por los múltiples compromisos morales que desde esta perspectiva se vinculan a la actividad
educativa, Kant sostiene que quienes deben ocuparse de la organización de las escuelas deben ser
los conocedores más ilustrados, “personas de sentimientos bastantes grandes para interesarse por
un mundo mejor, y capaces de concebir la idea de un estado futuro perfecto.” (Kant: 37). Si se
suma esto al hecho de que advierte la necesidad de convertir la pedagogía en ciencia, se puede
decir que Kant piensa la educación como una de las más altas labores humanas.

Una labor que no carece de dificultad, pues, como desde el comienzo del texto insinúa su autor, la
educación está marcada por un juego dialéctico que goza de una enorme complejidad; en ella se
debe conciliar una legítima coacción, la sumisión del individuo, con la facultad de servirse de su
voluntad. Por ello Kant entiende que: “Al hombre se le puede adiestrar, amaestrar, instruir
mecánicamente o realmente ilustrarle. (…) Sin embargo, no basta con el adiestramiento; lo que
importa, sobre todo, es que el niño aprenda a pensar.” (Kant: 39) Y, si este es el fin inicial de
educar sin duda el filósofo alemán esta pensando en que la educación es una herramienta
indispensable para la libertad.

Presupuesto sobre los que basa su concepto: Hombre, sociedad, conocimiento.

Kant advierte en el documento que el ser humano se haya sometido a una condición de
animalidad que les es natural, por esta razón el instinto y el capricho juegan un papel importante
en su comportamiento, pues, pueden conducir a los miembros de la especie a desarrollar
conductas inadecuadas que han de ser domeñadas. El dominio de este tipo de actuaciones es
posible y necesario, por lo cual, el ser humano es para la concepción Kantiana expresada en el
texto perfectible y por tanto educable.

Partiendo de esta idea la sociedad aparece en Kant como el conjunto de la especie humana, aquel
que puede llegar a plantear un concepto universal de educación y perfección, un ideal que supera
las nociones individuales y particulares que se pueden tener al respecto. Este precepto
cosmopolita se constituye en medio del influjo de varias generaciones, en tal sentido, es histórico
y la sociedad misma también lo es. De tal forma, el conocimiento es en Kant una producción
humana que avanza poco a poco, que se transmite de una generación a otra para ser redefinido y
aumentado, por tanto no es un producto acabado o irrefutable

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