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USO DE ARMAS POR LOS CIVILES

¿Los peruanos necesitan estar armados para sentirse más seguros?

El actual contexto de inseguridad ciudadana y la importancia del tema para la


población peruana, ha generado un sinnúmero de propuestas que buscan hacerle
frente a nuestro fenómeno delictivo. Como la evidencia lo constata, la mayoría de
éstas han sido ineficientes y, en algunos casos, tratan aspectos riesgosos que
podrían impactar de manera negativa en los niveles de violencia de la sociedad.
Este es el caso de los debates relacionados con el uso civil de armas de fuego, pues
las discusiones en esta materia han sido dirigidas de manera incorrecta.
Como sabemos, las armas de fuego tienen un papel protagónico en el conjunto de
homicidios a nivel mundial. Son las que más se usan por su elevado nivel de
letalidad, y dan cuenta del 41% de homicidios. Esta característica homicida es
particularmente dominante en América Latina, donde dos terceras partes se
cometen con éstas, las cifras más altas a nivel global. En el Perú, el incremento del
uso de armas de fuego en delitos como el sicariato, las extorsiones y robos, sitúan
en el debate público la necesidad de hacerle frente a estos niveles de violencia.
Como es de esperarse, un tema tan delicado como este genera posturas extremas
que, comúnmente, no son las más acertadas para combatir de manera estratégica
las raíces del problema que se busca resolver. El debate y las propuestas han girado
en torno a la promoción o restricción del uso de armas de fuego. Ninguno de esos
caminos debe ser la plataforma que oriente una política pública en esta materia.
La legislación peruana actual ha generado un conjunto de modificaciones sobre el
uso civil de armas de fuego, a través de la ley N° 29954, en donde se desarrolla una
serie de restricciones sobre las características y licencias de armas de fuego. Por
las deficiencias de ésta, han surgido dos propuestas de tono distante, que se
encuentran en vigente evaluación: el anteproyecto de ley de Armas, Municiones,
Explosivos, Productos pirotécnicos y Materiales Relacionados de uso civil
(Resolución Ministerial Nº 0282-2014-IN) elaborado por la Superintendencia
Nacional de Control de Servicios de Seguridad, Armas, Municiones y Explosivos de
Uso Civil (SUCAMEC), que busca ordenar la normatividad dispersa sobre el uso de
armas, pero manteniendo restricciones que desfavorecen a la formalización de los
usuarios legales de armas; y el proyecto de ley Nº 3280/2013-CR que propone una
nueva ley de Armas de fuego, Municiones, Explosivos y Pirotécnicos de uso civil
elaborada por el congresista Eguren, que surge como una respuesta populista, que
libera los conductos referidos al uso de armas, incorporando algunas respuestas
que resultan peligrosas.
Es comprensible que ante cifras tan graves como las expuestas por la antigua
DISCAMEC (ahora SUCAMEC) -se menciona que contamos con alrededor de
180000 armas con licencias vencidas, es decir ilegales (sin tomar en cuenta al
conjunto de armas ingresadas por mercados clandestinos, que nunca pasaron por
este ente regulador)- la población se sienta expuesta frente a la violencia con armas.
Es cierto, existen delincuentes que amenazan nuestra seguridad con armas de
fuego. Pero, ante ello, ¿de qué manera que los civiles se armen conseguirá reducir
los índices delincuenciales?
El uso civil de armas de fuego no se aproxima a ser la solución para enfrentar los
graves riesgos de inseguridad. El uso civil de armas de fuego no se aproxima a ser
la solución para enfrentar los graves riesgos de inseguridad de nuestro país. Aun
cuando, en el común de los casos, las instituciones estatales encargadas de
prevenir y perseguir el delito se encuentran cumpliendo sus funciones de manera
deficiente. Los altos índices de violencia armada que sufre la región, así como
diversas investigaciones sobre el uso de armas para defensa personal, han
demostrado que armar a civiles no impacta favorablemente en la reducción del
crimen y los niveles violencia de nuestro país.
De otro lado, normas restrictivas que dificulten el acceso civil a armas de fuego
tampoco tienen un impacto en la reducción de la inseguridad ciudadana. No existe
evidencia que demuestre que dificultar los procesos para la adquisición de armas y
la imposición de leyes restrictivas contra la posesión disminuya los niveles de
violencia en una sociedad. Por el contrario, en América Latina, los países con leyes
severas frente a la posesión de armas cuentan con altos índices de homicidio.
El debate debería estar centrado en las funciones del ente encargado de controlar,
administrar, supervisar, fiscalizar, normar y sancionar lo relacionado con el uso civil
de armas de fuego, la SUCAMEC, el cual presenta una serie de dificultades como
la ineficacia de sus operadores, instrumentos de evaluación poco exhaustivos y alta
exposición a la corrupción. Lo que se necesita de la SUCAMEC es que sea capaz
de garantizarles a los ciudadanos, que los requisitos para la expedición de licencias
para el uso civil de armas de fuego cumplan su función adecuadamente, pero sin
caer en trámites engorrosos, que pongan trabas a la formalización del uso de armas.
Se debe organizar una estrategia integral que consiga fortalecer los procesos para
hacer que los usuarios de armas cumplan con verdaderos requisitos de seguridad.
La SUCAMEC debe asumir como prioritario ser más exhaustivo en la evaluación de
los usuarios de armas de fuego, en lo referido a lo técnico (uso, conocimiento,
desarme y seguridad) y a pruebas psicológicas, que se encuentren menos
expuestas a manipulación de la información y que se acerquen de manera más
concreta a rasgos de la personalidad. Se deben desarrollar estrategias de entrevista
y exposición del usuario a escenarios reales, en donde se garantice que el portador
de armas de fuego cumplirá con todas las medidas de seguridad para el cuidado y
uso del arma. Pero se debe evitar a toda costa caer en la burocratización, que
perjudique a los usuarios legales que buscan mantenerse en la legalidad.
En resumen, es imposible negar que existan situaciones que justifican, frente a un
riesgo tangible, la adquisición de algo tan extremo como un arma de fuego. La
discusión no se centra en promover el uso ni en dificultar los procesos para los
permisos de posesión de armas. Lo verdaderamente importante es que las
personas que requieran tener un arma puedan acreditar que están en capacidad de
utilizarla responsable y adecuadamente. El escenario ideal es, sin duda, contar con
una sociedad con pocas armas de fuego y que las armas autorizadas se encuentren
en manos capaces de hacer un buen uso de ellas.
En noviembre del 2014, una encuesta de El Comercio reveló que el 85% de
limeños rechaza que quienes maten a un delincuente en defensa propia sean
condenados. Sin embargo, el mismo sondeo demostró que solo el 58% aprueba
que los civiles porten armas de fuego para defenderse. La discusión se mantiene.
Para la directora del Instituto de Seguridad y Derechos Humanos (ISDH), Ana María
Watson, las únicas armas que deben usar los civiles son la educación y la
prevención.
En lo que sí coincide Watson con los usuarios de armas de fuego es que el Estado
no está cumpliendo su rol de protección a los ciudadanos. “Pero tampoco podemos
andar todos armados y que la ciudad sea tierra de nadie. Urgen medidas
preventivas y no punitivas”, continúa.
Ratificar el Tratado de Comercio de Armas es uno de los pasos que están
pendientes para fiscalizar el aumento de armas legales que luego terminan en el
mercado negro, asegura Watson. Las cifras respaldan esta teoría: solo en el 2013
la policía registró que el 31% de las armas de fuego incautadas tenían licencia. El
74% de ellas fueron obtenidas, en teoría, para defensa personal.
“La gente tiene derecho a usar un arma para defenderse, pero esto solo genera más
violencia”, opina César Bazán, especialista en seguridad del IDL.

https://elcomercio.pe/lima/30-licencias-armas-son-defensa-personal-201133
https://revistaideele.com/ideele/content/armas-de-fuego-de-uso-civil-%C2%BFla-
respuesta-que-buscamos-frente-la-inseguridad

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