8. RESILIENCIA
“Un tema de gran interés para los psicólogos del desarrollo es la resiliencia, la
capacidad de algunos niños de superar graves obstáculos para su desarrollo (Clarke y
Clarke, 2003; Luthar y cols., 2000; Masten, 2001; Walsh, 2002). Por ejemplo, un niño
que crece en un hogar de bajos ingresos, en un barrio empobrecido, con una madre que
padece una enfermedad mental, un padre alcohólico y desempleado, y varios hermanos
y hermanas, probablemente llegue a ser delincuente, marginado, adicto a las drogas (…)
Sin embargo, algunos niños que crecen en esas terribles circunstancias llegan a ser
adultos felices, saludables y productivos. [Son resilientes]” (Berger, 2007, p. 15).
“Los riesgos del ambiente –pobreza, interacciones familiares negativas, divorcio de los
padres, pérdida de empleo, enfermedad mental, y abuso de drogas– predisponen a los
niños a problemas futuros.” Sin embargo, algunos niños son capaces de superar las
adversidades (Berk, 1999, p. 11).
“La observación de estos casos condujo a la autora, en una primera etapa, al concepto
de «niños invulnerables» (Werner, 1992). Se entendió el término «invulnerabilidad» como
el desarrollo de personas sanas en circunstancias ambientales insanas. Posteriormente
se vio que el concepto de invulnerabilidad era un tanto extremo y que podía cargarse de
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La resiliencia no debe considerarse como una capacidad estática, ya que puede variar a
través del tiempo y las circunstancias. Uno puede «estar» más que «ser» resiliente. Es
necesario insistir en la naturaleza dinámica de la resiliencia (Grotberg et al., 1998, p. 14).
La resiliencia es un proceso dinámico, no es un rasgo estable. Se puede ser resiliente en
unos periodos y no en otros. Ningún niño es completamente resiliente. Los riesgos son
siempre dañinos (Berger, 2007, p. 420).
“La resiliencia nunca es absoluta, total, lograda para siempre, sino que resulta de un
proceso dinámico. (…) La resiliencia varía según las circunstancias (…) puede
expresarse de modos muy diversos según la cultura.” (Pérez Blasco, 2009, p. 49).
“La resiliencia se ha caracterizado como un conjunto de procesos sociales e intrapsíquicos
que posibilitan tener una vida “sana” en un medio insano. Estos procesos se realizan a
través del tiempo, dando afortunadas combinaciones entre los atributos del niño y su
ambiente familiar, social y cultural. Así la resiliencia no puede ser pensada como un
atributo con que los niños nacen o que los niños adquieren durante su desarrollo, sino
que se trata de un proceso que caracteriza un complejo sistema social, en un momento
determinado del tiempo.” (Rutter 1992, citado en Grotberg et al., 1998, p. 9).
La adversidad debe ser significativa. La capacidad para superar las dificultades depende
más de la interpretación y valoración que se haga de ellas que de la naturaleza objetiva
de las circunstancias. (Berger, 2007, p. 420).
Los niños resilientes parecen desarrollar mejores capacidades para utilizar su energía en
sobreponerse a las dificultades, adaptarse adecuadamente y experimentar emociones
positivas, mientras que los menos resilientes tienen predisposición a las emociones
negativas, a sobrevalorar el riesgo…
“La resiliencia se sustenta en la interacción existente entre la persona y el entorno. Por
lo tanto, no procede exclusivamente del entorno ni es algo exclusivamente innato.”
(Grotberg et al., 1998, p. 11).
“El desarrollo de un niño se ve afectado, pero no necesariamente determinado por sus
contextos.” (Berger, 2007, p. 16).
“No se puede ser resiliente solo, la resiliencia se construye en interacción con el medio
social.” (Pérez Blasco, 2009, p. 50).
Como podemos comprobar, los factores protectores pueden ser externos e internos.
Los externos se refieren a condiciones del medio que actúan reduciendo la probabilidad
de daños: familia extensa, apoyo de un adulto significativo, o integración social y
laboral. Los internos se refieren a atributos de la propia persona: autoestima, seguridad
y confianza de sí mismo, facilidad para comunicarse, empatía…
Individuos resilientes: “Son aquellos que al estar insertos en una situación de adversidad,
es decir, al estar expuestos a un conglomerado de factores de riesgo, tienen la
capacidad de utilizar aquellos factores protectores para sobreponerse a la adversidad,
crecer y desarrollarse adecuadamente, llegando a madurar como seres adultos
competentes, pese a los pronósticos desfavorables.” (Grotberg et al., 1998, p. 14).
DESARROLLO Y ESCOLARIZACIÓN
Diversas investigaciones señalan que una buena escolarización es un factor muy
importante de protección.
Según Werner (1988), frecuentemente, los niños resilientes hacen de la escuela su
hogar, fuera de su casa. A modo de ejemplo, un profesor favorito puede llegar a ser un
modelo de identificación para un niño resiliente. Las experiencias positivas vividas en la
escuela pueden mitigar los efectos de un estrés considerable en el hogar. También la
participación en actividades extra-curriculares o sociales puede constituirse en una
fuente informal que apunta a desarrollar conductas resilientes. El apoyo emocional
provino también de un grupo de iglesia…
Según Rutter (1990), la escuela puede ser el factor protector más importante al margen
del hogar. Cuando las escuelas funcionan mejor, tienen más éxito protegiendo y ayudando
a los alumnos a superar perturbaciones, absentismo y dificultades. La buena
escolarización se relaciona con profesores que establecen buenos modelos de conducta,
expectativas elevadas, retroinformación eficaz con amplio uso de alabanzas, buena
gestión del grupo y condiciones agradables, otorgando a los alumnos posiciones de
confianza y responsabilidad… (Rutter, 1990, p. 227).
La resiliencia es el resultado de un equilibrio entre factores de riesgo, factores
protectores y la personalidad del ser humano (Grotberg et al., 1998, p. 14).
Una combinación de factores individuales y contextuales contribuye a desarrollar la
resiliencia. Además de los señalados anteriormente, podemos considerar los siguientes:
• La confianza en sí mismo, las creencias religiosas, el apoyo de otros adultos,
(abuelos, maestros, otras personas…) los pares y hasta las mascotas pueden ayudar a
los niños a sobrellevar el estrés (Berger, 2007, p. 424).
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BIBLIOGRAFÍA
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Berk, L. E. (1999). Desarrollo del niño y del adolescente. (4ª ed.) Madrid: Prentice Hall.
Craig, G. J. (1997). Desarrollo psicológico. (7ª ed.) México: Prentice Hall.
García-Alandete, J. y Gallego Pérez, J. F. (Coord.), (2009). Adversidad, sentido y resiliencia.
Logoterapia y afrontamiento en situaciones límite. Valencia: Edicep.
Grotberg, E. H. (Comp.), (2006). La resiliencia en el mundo de hoy. Cómo superar las
adversidades. Barcelona: Gedisa.
Grotberg, E., Infante, F., Kotliarenco, Mª Á., Munist, M., Santos, H. y Suárez Ojeda, E. N.
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Washington, DC: Organización Panamericana de la Salud (OPS). Extraído el 22
Noviembre 2010 del sitio Web de University of Illinois at Urbana-Champaign en
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Pérez Blasco, J. (2009). La resiliencia: Sobrepasar la adversidad. En J. García-Alandete y J. F.
Gallego Pérez (Coord.) Adversidad, sentido y resiliencia (pp. 45-59). Valencia: Edicep.
Rutter, M. (1990). La deprivación materna. Madrid: Morata.