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CEDIH

SUPUESTO PRÁCTICO NUM.39

PERSONAS DETENIDAS EN PODER DE LA PARTE ADVERSA

PLANTEAMIENTO

SITUACION GENERAL. El Gobierno del Estado A, que tiene muy malas


relaciones con el vecino Estado B, proporciona en su territorio alojamiento y
bases de entrenamiento a numerosos miembros, nacionales de diversos
Estados, de una organización armada denominada “ALCAR” (hostil al Estado
B), a la que ayuda también económicamente.
En el territorio del Estado A se desarrolla desde hace diez años un
conflicto armado interno, entre las fuerzas armadas gubernamentales y fuerzas
armadas disidentes militarmente organizadas que, apoyadas logística y
económicamente por el Estado B, controlan la cuarta parte del territorio del
Estado A y realizan continuos actos de hostilidad contra sus tropas
gubernamentales.

ATENTADOS TERRORISTAS. En ésta situación, la población civil residente en


una populosa ciudad del Estado B sufre tres atentados terroristas con
explosivos que causan cientos de muertos y heridos. La autoría de los
atentados es reivindicada por la organización armada “ALCAR”.
El Gobierno del Estado B considera el atentado como una acción de
guerra cuya responsabilidad imputa al Estado A, al tiempo que le requiere para
que le entregue a los responsables del “ataque armado” pertenecientes a
“ALCAR”, que se encuentren en el territorio del Estado A.

ACCIONES ARMADAS. Al negarse el Estado A, las fuerzas armadas del


Estado B, con el apoyo del Estado C, inician una serie de ataques por medio de
bombardeos aéreos, lanzamiento de misiles de largo alcance y acciones de
comando contra objetivos que se encuentran en el territorio controlado por el
Gobierno del Estado A. Ante éstos ataques, el Estado A moviliza a sus fuerzas
armadas, en las que se integran unidades independientes formadas por
miembros de la organización armada “ALCAR”.
Desde la Radio-Televisión de la capital del Estado A se emiten
programas de exaltación patriótica con objeto de mantener la moral de las
tropas. Entendiendo que esta actividad contribuye a mantener el esfuerzo
bélico del adversario, la aviación del Estado B bombardea y destruye
totalmente el edificio de la citada Radio-Televisión, causando numerosos
muertos y heridos entre las personas que allí trabajaban.
Por otra parte, el Comité Internacional de la Cruz Roja desarrolla desde
antiguo su actividad en el Estado A, protegiendo a las víctimas del conflicto.
Gestiona el Programa Mundial de Alimentos y ha señalizado los almacenes
donde guarda víveres, ropa y medicinas con grandes emblemas de la Cruz
Roja visibles desde el aire. En un ataque de la aviación del Estado B contra un
acuartelamiento próximo de tropas del Estado A y debido a la gran altura a que
se vuela para evitar las defensas antiaéreas enemigas, varias bombas
destruyen totalmente los referidos almacenes. Ante la reclamación formulada
por el Comité Internacional de la Cruz Roja, el Gobierno del Estado B alega
que se trata de daños incidentales.
DETENIDOS EN PODER DE LA PARTE ADVERSA. En un rápido despliegue
por el territorio del Estado A, las fuerzas terrestres del Estado B capturan a
numerosas personas. Algunos (Grupo 1ª) son miembros del Ejército regular del
Estado A que combaten vistiendo su uniforme y portando abiertamente las
armas. Otros (Grupo 2º), de uniforme y portando armas, pertenecen a la
organización armada “ALCAR”. Un centenar de personas (Grupo 3º) que no
visten uniforme ni portan armas son detenidas cuando huyen del lugar donde
se combate, acusadas de pertenecer a la organización “ALCAR”. Y, finalmente,
son también capturados (Grupo 4º) campesinos del Estado A que, sin vestir
uniforme, atacan por sorpresa a las fuerzas armadas del Estado B causándole
numerosas bajas.
Todos los detenidos son trasladados a un campamento del Estado B, en
condiciones de total aislamiento, vistiendo una ropa que los identifica como
reclusos, sin notificarles cargo alguno e incomunicados. El Gobierno del Estado
B declara que no reconoce a ningún detenido la condición de prisionero de
guerra. Por otra parte se utilizan técnicas rigurosas en el interrogatorio de los
detenidos, coaccionándoles para obtener información sobre posibles futuros
actos terroristas.
No se da a conocer la identidad de los detenidos a sus familias, ni se les
admite el derecho a la defensa por un abogado. El Gobierno del Estado B
constituye Tribunales Militares de Excepción para juzgar a los detenidos, que
pueden ser condenados a la pena de muerte (sin que sea precisa la
unanimidad del Tribunal, como exige la legislación del Estado B) y no se les
reconocen las garantías propias del Derecho Internacional Humanitario.

PREGUNTAS
1ª. ¿ En qué momento y qué normas del Derecho Internacional Humanitario
son aplicables, según el tipo de conflicto ?

2ª. ¿ Es lícito el ataque contra la Radio-Televisión del Estado A, conforme al


Derecho Internacional Humanitario ?

3ª. ¿ Puede justificarse la destrucción de los almacenes del Comité


Internacional de la Cruz Roja ?

4ª. ¿ Qué condición debe reconocerse a los integrantes de cada uno de los
cuatro grupos de detenidos ?

5ª. ¿ Cual será el trato debido y las normas de Derecho Internacional


Humanitario aplicables a cada grupo de detenidos ?

6ª. ¿ Se ha infringido alguna norma de Derecho Internacional Humanitario por


el Estado B en relación con el trato debido a las personas detenidas ?
CEDIH
SUPUESTO PRÁCTICO NUM. 39

PERSONAS DETENIDAS EN PODER DE LA PARTE ADVERSA

SOLUCIÓN RAZONADA

PLANTEAMIENTO GENERAL

No han faltado autores que han llegado a justificar la legítima defensa


individual o colectiva ante actos terroristas de una determinada dimensión,
cometidos por grupos armados que actúan en tanto que órganos estatales, de
hecho o de derecho, o son controlados o tolerados por un Estado, así como en
el caso de un Estado que apoya logística o financieramente a ese grupo
terrorista. Admitiendo incluso que si un Estado sirve como santuario y estos
territorios-refugio sirven deliberadamente para dar protección a los terroristas
con el fin de que puedan después continuar los ataques armados desde otras
bases, el Estado lesionado tiene derecho a atacar estos territorios respetando
el principio de proporcionalidad.
No vamos a entrar en el análisis de la legalidad o no de la respuesta
armada del Estado B contra el Estado A. Únicamente debemos dejar
constancia de que, en la reacción inicial del Gobierno del Estado B, se
calificaron los ataques terroristas sufridos como actos de guerra.
En consecuencia, el examen de la licitud o ilicitud de las acciones
armadas ejecutadas es cuestión ajena al campo del Derecho Internacional
Humanitario ( ius in bello) , que se limita a establecer normas para la protección
de las víctimas de los conflictos armados.

1ª. PREGUNTA: LA APLICACIÓN DEL DERECHO INTERNACIONAL


HUMANITARIO EN EL CONFLICTO ARMADO

Ahora bien, en todo caso, si se produce una respuesta que pueda


calificarse de guerra, lucha o conflicto armado (internacional o interno) u
ocupación de un territorio de otro Estado, se deben aplicar plenamente las
normas del DIH a las personas protegidas, en todas las circunstancias y sin
distinción alguna de carácter desfavorable basada en la naturaleza o el origen
del conflicto armado.
En efecto, en primer lugar, no hay duda de que el conflicto que se inicia
con la intervención armada del Estado B en el territorio del Estado A (donde
previamente existía un conflicto armado interno) reviste el carácter de un
conflicto armado internacional al producirse un enfrentamiento entre dos
Estados (A y B, con la ayuda del Estado C), por lo que la existencia de una
organización como “ALCAR” no impide la aplicación del DIH.
El hecho de que la acción armada de un Estado invoque la legítima
defensa contra una organización terrorista, no le exime de cumplir las normas
que regulan la acción hostil contra la Parte adversa en el conflicto y, mucho
menos, las que otorgan protección a las personas civiles que no participan en
la lucha armada.
Con independencia de las causas del conflicto, cuando comienza la
lucha armada se aplican automáticamente las normas de los Convenios de
Ginebra y de otros instrumentos de DIH, de forma que las víctimas tienen
derecho a la protección que les otorgan y los Estados deben respetar y hacer
respetar las reglas protectoras de los heridos, enfermos, náufragos, prisioneros
de guerra y población civil, bienes culturales y medio ambiente natural.
Particularmente, deben cumplirse las normas sobre la protección de la
población civil contra los efectos de las hostilidades, haciendo siempre
distinción entre la población civil y los combatientes, y entre los bienes de
carácter civil y los objetivos militares. En especial, están prohibidos los ataques
indiscriminados y la acción bélica debe estar presidida por el principio de
proporcionalidad, sin que pueda afectar a los bienes indispensables para la
supervivencia de las personas civiles.

2ª. PREGUNTA. ¿ ES LICITO EL ATAQUE CONTRA LA RADIO-TELEVISION


DEL Estado A ?

No cabe duda que una emisora de Radio-Televisión que se limita, en


tiempo de conflicto armado, a emitir programas de exaltación patriótica para
mantener la moral de las tropas, no puede ser considerada como un objetivo
militar, según la definición del artículo 52.2 del Protocolo I de 1977, Adicional a
los Convenios de Ginebra, pues no se trata de un objeto que por naturaleza,
ubicación, finalidad o utilización contribuya eficazmente a la acción militar o
cuya destrucción, total o parcial, captura o neutralización ofrezca en las
circunstancias del caso una ventaja militar definida.
Además, en caso de duda acerca de si un bien que normalmente se
dedica a fines civiles, se utiliza para contribuir eficazmente a la acción militar,
se presumirá que no se utiliza con tal fin (artículo 52.3 del mencionado
Protocolo I).
En consecuencia, el Estado B incumplió la prohibición establecida en el
artículo 52.1 del aludido Protocolo I: “Los bienes de carácter civil no serán
objeto de ataque ni de represalias”.

3ª. PREGUNTA: ¿ PUEDE JUSTIFICARSE LA DESTRUCCIÓN DE LOS


ALMACENES DEL COMITÉ INTERNACIONAL DE LA CRUZ ROJA ?

En el supuesto de un conflicto armado, como en el caso propuesto, se


activan los mecanismos para la protección de las víctimas. Y así se legitima la
actuación del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), cuyo ofrecimiento
de servicios (invocando su derecho de iniciativa) no puede nunca ser
considerado como injerencia en el conflicto. El CICR debe tener acceso rápido
y sin obstáculos para asistir a la población civil con acciones de socorro y
permanecer presente para proteger a las víctimas de un conflicto.
El artículo 9 de los Convenios I, II y III y el artículo 10 del IV Convenio de
Ginebra garantizan las actividades humanitarias que el CICR emprenda para la
protección de heridos, enfermos, prisioneros de guerra o personas civiles, así
como para proporcionarles socorros. Los Centros de la Cruz Roja realizan
funciones de asistencia sanitaria, proporcionan prótesis para los mutilados por
minas, almacenan material sanitario, víveres y bienes indispensables para la
supervivencia de la población civil (programa mundial de alimentos y otras
necesidades perentorias).
Los establecimientos sanitarios y los bienes indispensables para la
supervivencia de la población civil (I y IV Convenios de Ginebra y Protocolo I
Adicional) no pueden ser en ningún caso intencionadamente destruidos, objeto
de ataques ni de represalias.
El artículo 44 del I Convenio de Ginebra regula el empleo del emblema
de la Cruz Roja o de la Media Luna Roja para proteger los establecimientos
sanitarios, otorgando este derecho a las Sociedades Nacionales que
desempeñen tareas sanitarias, debidamente autorizadas por el Gobierno.
Además dispone que los organismos internacionales de la Cruz Roja y su
personal ( como el Comité Internacional de la Cruz Roja ) pueden utilizar, en
cualquier tiempo, el signo de la Cruz Roja sobre fondo blanco.
Estos establecimientos humanitarios gozan de inmunidad si están
claramente visibles los emblemas distintivos de su misión y tal protección no
puede cesar, incluso en el caso de que fueran utilizados indebidamente, sino
tras una intimación que determine un plazo razonable, y que no surta efectos.
En definitiva, no se trata sólo de la obligación de evitar los daños
incidentales o colaterales en un ataque (pues éstos se rigen por el principio de
proporcionalidad) sino del deber de respetar la inmunidad de las instalaciones
humanitarias que gozan de protección especial y, por tanto, no pueden ser
objeto de ataques ni de represalias en ninguna circunstancia.

4ª. PREGUNTA. LA CONDICION DE LOS INTEGRANTES DE LOS CUATRO


GRUPOS DE DETENIDOS

En las normas del Derecho Internacional Humanitario (DIH),


particularmente, en el III Convenio de Ginebra y en el Protocolo I Adicional, se
determina el concepto de combatiente en los conflictos armados
internacionales, puesto que a tal condición se anudan dos consecuencias
jurídicas: el derecho a participar (directa y legítimamente) en la acción hostil y
el derecho al estatuto de prisionero de guerra.
En general para que concurra en una persona la condición de
combatiente el DIH exige, en primer lugar, que pertenezca a las fuerzas
armadas de una Parte en conflicto y, por tanto, que se encuentre encuadrado
en una organización militar dotada de disciplina interna, mando responsable y
que respete las normas del DIH. En segundo lugar, que se distinga de la
población civil, portando un signo fijo reconocible a distancia y llevando las
armas abiertamente.
En cuanto al primer requisito, hay que señalar que las fuerzas armadas
de una Parte en conflicto no sólo se componen de las fuerzas regulares, sino
de todas las fuerzas, grupos y unidades armadas militarmente organizadas,
colocadas bajo un mando responsable de la conducta de sus subordinados.
De manera que, conforme al artículo 4 del III Convenio de Ginebra, son
prisioneros de guerra:
a) Los miembros de las milicias y cuerpos de voluntarios que formen
parte de las fuerzas armadas de una Parte en conflicto. Es decir, los que se
integran o forman parte del ejército.
b) Los miembros de otras milicias y de otros cuerpos de voluntarios (no
integrados, por tanto, en las fuerzas armadas de una Parte en conflicto),
incluidos los de un movimiento de resistencia organizado, pertenecientes a una
de las Partes en conflicto y que actúen fuera o dentro del propio territorio,
aunque este territorio esté ocupado, con tal de que estas milicias o estos
cuerpos de voluntarios, incluidos estos movimientos de resistencia
organizados, reúnan las siguientes condiciones :
1ª estar mandados por una persona que responda de
sus subordinados;
2ª tener un signo distintivo fijo y reconocible a
distancia;
3ª llevar las armas a la vista;
4ª dirigir sus operaciones de conformidad con las
leyes y costumbres de la guerra.
Así los miembros de “otras milicias y de otros cuerpos de voluntarios” y
de los “movimientos de resistencia” incluyen, recogiendo la experiencia de la
segunda guerra mundial, a los llamados “partisanos” (personas que realizaban
actos de hostilidad en territorio ocupado, organizados en pequeñas unidades
combatientes), puesto que el citado III Convenio de Ginebra los asimiló al
estatus de las milicias y cuerpos de voluntarios no pertenecientes a los
ejércitos. Naturalmente, estas milicias, cuerpos de voluntarios o movimientos
de resistencia han de pertenecer a una de las Partes en conflicto, porque es
necesario que concurra el requisito de legitimidad, es decir su vinculación a un
sujeto internacional responsable.
Justamente este es el problema que puede plantearse en la concesión o
reconocimiento de la condición de combatientes en el conflicto armado
internacional entre los Estados A y B. Es indudable que debe ser aplicado el III
Convenio de Ginebra y que, de acuerdo con los preceptos que hemos citado,
los miembros de las fuerzas armadas (ejército regular) del Estado A (GRUPO
1º) y las milicias que forman parte de estas fuerzas armadas, al ser capturados
por la Parte adversa, gozan de la protección de tal norma y, si reúnen los
requisitos individuales mencionados (signo distintivo y armas a la vista), tienen
derecho al trato debido a los prisioneros de guerra.
Por lo que se refiere a los miembros de “ALCAR” capturados luchando
en el curso de éste conflicto armado internacional (GRUPO 2º), la imputación
de que constituyen o están integrados en un grupo terrorista internacional no
puede impedir que se les reconozca la condición de combatientes, si concurren
los requisitos colectivos e individuales que establece el III Convenio de
Ginebra. En efecto, será determinante conocer si estas milicias o cuerpos de
voluntarios se integraban o formaban parte de las fuerzas armadas del Estado
A o pertenecían a esta Parte en conflicto, estaban mandados por una persona
que responda de sus subordinados y dirigían sus operaciones de conformidad
con las leyes y costumbres de la guerra. En principio no parece que existan
razones para dudar de la concurrencia de los citados requisitos colectivos
puesto que los miembros de “ALCAR” no se encontraban en el Estado A de
forma clandestina sino con la autorización del Gobierno del país al que
apoyaban en su lucha armada.
Los requisitos individuales necesarios para gozar de la condición de
combatiente no se pueden, como es obvio, determinar de modo global sino
caso por caso, tanto en los miembros de las fuerzas armadas del Estado A
como de “ALCAR”.
Es de destacar que el reconocimiento de la condición de combatientes y,
en consecuencia, del trato debido a los prisioneros de guerra, no es obstáculo
alguno para que puedan ser juzgados por los crímenes que pudieran haber
cometido, conforme a las normas del Derecho internacional. Por ello ha
afirmado el CICR su convicción, que compartimos, de que la observancia del
DIH no constituye en modo alguno un obstáculo en la lucha contra el terror y el
crimen.

LA INICIAL PROTECCIÓN DEL III CONVENIO DE GINEBRA A LAS


CATEGORÍAS DUDOSAS DE COMBATIENTES

La práctica internacional en el reconocimiento o denegación, muchas


veces arbitrarios, de la condición de combatiente ha llevado a la proclamación,
en el párrafo segundo del artículo 5 del III Convenio de Ginebra, del principio
de la presunción de tal condición en caso de duda. En efecto, si no aparece
clara la pertenencia de una persona que haya cometido un acto de beligerancia
y que haya caído en poder del enemigo, a una de las categorías del artículo 4
del Convenio, dicha persona se beneficiará de la protección debida a los
prisioneros de guerra. La duda debe versar sobre la condición de combatiente
(o de las categorías de personas que, sin serlo, tengan derecho al trato como
prisioneros de guerra) y la consecuencia es que debe gozar del trato
establecido en el III Convenio de Ginebra hasta que un tribunal competente
haya determinado su estatuto.
Para la aplicación de este principio “pro status de prisionero” debe existir,
en primer lugar, una duda razonable sobre su condición que se derive de las
circunstancias de su captura (requisitos individuales y colectivos) y tratarse de
una persona que haya cometido un acto de beligerancia y que haya caído en
poder del enemigo. No se puede olvidar que si no pertenece a las diversas
categorías de combatientes se considera persona civil (GRUPO 3º) y que en
caso de duda de la condición de una persona, se la considerará civil (artículo
50.1 del Protocolo I de 1977).
Según la doctrina no existe contradicción entre el artículo 5 del III
Convenio de Ginebra y el artículo 50.1 del Protocolo Adicional I, pues regulan
situaciones diferentes. En el caso del III Convenio se trata de personas que han
practicado actos de hostilidad y que solicitan la condición de combatientes,
mientras que en supuesto del artículo 50.1 son personas que no han realizado
actos de hostilidad pero su condición es dudosa, dadas las circunstancias, por
lo que no pueden ser atacadas.
Ahora bien, si se trata de los campesinos del Estado A que, sin vestir el
uniforme, atacan por sorpresa a las fuerzas armadas del Estado B causándole
numerosas bajas (GRUPO 4º), no se les puede reconocer la condición de
combatientes y, por tanto, de prisioneros de guerra, ni la de población civil
protegida (que debe abstenerse de actos de hostilidad) . Serán considerados
“francotiradores” o combatientes ilegítimos, que no gozan del estatuto de los
prisioneros de guerra.
La protección del III Convenio de Ginebra a los presuntos combatientes
o prisioneros debe garantizarse desde el momento de su captura hasta que se
pronuncie sobre su estatuto un tribunal competente. Naturalmente puede
tratarse de un tribunal de la potencia detenedora y, según su legislación
interna, esta competencia puede corresponder a la jurisdicción ordinaria o a la
jurisdicción militar.
Estimamos que tal decisión corresponde exclusivamente a un tribunal
perteneciente al poder judicial, que no puede ser sustituida por la decisión de
una autoridad administrativa, particularmente si la detención tiene por objeto la
exigencia de responsabilidades penales. En todo caso la competencia no se
puede conferir a tribunales excepcionales donde no se respeten las garantías
fundamentales previstas en el DIH. El artículo 84 del III Convenio dispone que
no se hará comparecer a un prisionero ante un tribunal que no ofrezca
garantías de independencia e imparcialidad generalmente reconocidas y si su
procedimiento no garantiza al acusado los derechos y las medios de defensa.
Por otra parte, como consecuencia de la presunción, la carga de la prueba de
que el interesado no tiene derecho al estatuto de prisionero de guerra
corresponde a la Potencia detenedora.
En el caso de los detenidos de los Grupos 1º y 2º, ya se trate de
miembros de las fuerzas armadas del Estado A o de miembros de “ALCAR”, en
principio se deben beneficiar de esta presunción y gozar del trato debido a los
prisioneros de guerra. Esta presunción no es aplicable a los detenidos
integrantes de los Grupos 3º y 4º.
El CICR ha mantenido, con su habitual discreción, la aplicación del III
Convenio de Ginebra y el procedimiento establecido en el DIH para determinar
cuando las personas detenidas no tienen derecho al estatuto de prisionero de
guerra. Sus delegados podrían visitar a las personas detenidas por el Estado B,
de conformidad con el cometido que se asigna al CICR en el III Convenio de
Ginebra.

5ª Y 6ª PREGUNTA. TRATO DEBIDO A LOS PRISIONEROS DE GUERRA


(GRUPOS 1º Y 2º)

Conforme al DIH cuando un combatiente cae en poder del enemigo pasa


a ser una persona fuera de combate y se convierte en una víctima de la guerra,
protegida por el III Convenio de Ginebra.
En su interrogatorio el prisionero sólo está obligado a dar su nombre y
apellidos, su empleo militar, la fecha de su nacimiento y el número de
identificación asignado. La Potencia detenedora deberá comunicar los datos
personales de los prisioneros de guerra a la oficina de información nacional y a
la Agencia Central de Prisioneros de Guerra del CICR, mediante la Tarjeta de
captura, facilitando así la comunicación con las familias interesadas.
Los prisioneros de guerra están en poder de la Potencia enemiga, y no
de los individuos o cuerpos de tropa que los han capturado. Por tanto tal
Potencia es responsable del trato que reciban (artículo 12, III Convenio). No se
les podrá infligir tortura física o moral ni presión alguna para obtener datos de la
índole que fueren. Quienes se nieguen a responder no podrán ser amenazados
ni insultados ni expuestos a molestias o desventajas de ningún género (artículo
17, III Convenio).
El prisionero debe conservar en su poder sus efectos personales y, de
los de servicio, su casco protector y la máscara antigás. En el menor tiempo
posible debe ser evacuado a la retaguardia.
Los prisioneros deberán ser tratados humanamente en todas las
circunstancias, prohibiéndose todo acto u omisión que comporte la muerte o
ponga en grave peligro su salud, como las mutilaciones físicas o experimentos
médicos o científicos. Se prohíben las represalias y tienen derecho al respeto a
su persona y honor (Artículos 13 y 14, III Convenio).
Muy particularmente deben ser protegidos en todo tiempo contra todo
acto de violencia o de intimidación, contra los insultos o la curiosidad pública.
De forma que se infringe de modo evidente el DIH mostrando la imagen de los
prisioneros de guerra a los medios de comunicación, violando su intimidad, si
se les expone a la curiosidad pública en la situación de personas privadas de
libertad.
Los principios que presiden el trato a los prisioneros de guerra son: a)
deben ser tratados siempre con humanidad. b) tienen pleno derecho a su
dignidad personal, a su honor y respeto a su rango militar. c) tienen derecho a
ser mantenidos gratuitamente. d) tienen derecho a no ser discriminados con
respecto a otros prisioneros de guerra.
Salvo que incurran en sanciones penales o disciplinarias durante el
cautiverio no podrán ser encerrados ni confinados más que cuando tal medida
sea necesaria para la protección de su salud (art.21, III Convenio). Excepto en
casos especiales justificados por el propio interés de los prisioneros, éstos no
serán internados en penitenciarías (art.22, III Convenio).
Las condiciones de alojamiento de los prisioneros de guerra serán tan
favorables como las del alojamiento de las tropas de la Potencia detenedora
acantonadas en la misma región (art. 25, III Convenio). El traslado de los
prisioneros se efectuará siempre con humanidad y en condiciones que no
deberán ser menos favorables que las de las tropas de la Potencia detenedora
en sus desplazamientos (art. 46, III Convenio).

GARANTIAS JUDICIALES PREVISTAS EN EL DERECHO INTERNACIONAL


HUMANITARIO

Los prisioneros de guerra acusados en virtud de la legislación de la


Potencia detenedora por actos cometidos antes de haber sido capturados
disfrutarán, aunque sean condenados, de los beneficios del III Convenio de
Ginebra (art. 85).
En el artículo 99 del III Convenio se establece un conjunto de normas
que someten a un control internacional las diligencias penales emprendidas por
un Potencia de la que un prisionero de guerra no es nacional. Y en el mismo
Convenio se exige que las personas protegidas sean juzgadas por los mismos
tribunales y según el mismo procedimiento que los miembros de las fuerzas
armadas de la Potencia detenedora (art.102, III Convenio). Y la Potencia
detenedora debe notificar cualquier procedimiento judicial contra una persona
protegida a la Potencia protectora o al Comité Internacional de la Cruz Roja
(CICR).
Las principales garantías judiciales previstas en el DIH son las
siguientes:
- Derecho a ser juzgado por un tribunal independiente e
imparcial (art. 84 (2) III Convenio de Ginebra)
- Derecho a ser informado acerca de los cargos formulados
en su contra (art. 104 (2) del III Convenio)
- Derecho a la defensa, a ser defendido por un abogado
calificado y a un intérprete(arts. 99 y 105 III Convenio)
- Principio de legalidad penal: nullum crimen sine lege
(art. 99 (1) III Convenio)
- Principio non bis in idem (art. 86 III Convenio)
- El derecho a ser informado acerca de sus derechos de
recurso (art.106 III Convenio)
- La prohibición de dictar condenas y de las ejecuciones
sin previo juicio ante tribunal legítimamente constituido
con garantías judiciales reconocidas como indispensables
por los pueblos civilizados (art.3 común a los Convenios)
- La irenunciabilidad de los derechos conferidos por el DIH
(art. 7 común a los Convenios de Ginebra)
Las sentencias dictadas contra los prisioneros de guerra se cumplirán en los
mismos establecimientos y en las mismas condiciones que para los miembros
de las fuerzas armadas de la Potencia detenedora (art. 108, III Convenio).

5ª Y 6ª PREGUNTAS. PROTECCIÓN DE LAS PERSONAS CIVILES EN


PODER DE LA PARTE ADVERSA (GRUPO 3º)

La falta de reconocimiento del estatuto de prisioneros de guerra a un


grupo de personas durante un conflicto armado internacional no priva a éstas
de la protección del DIH. El IV Convenio de Ginebra contiene normas
específicas que se refieren a la población civil, principal víctima de las guerras
modernas.
En primer lugar se consideran personas protegidas quienes, en
cualquier momento y de la manera que sea, estén, en caso de conflicto o de
ocupación, en poder de una Parte en conflicto o de una Potencia ocupante de
la cual no sean súbditas (art. 4, IV Convenio de Ginebra). Así pues, se trata de
los nacionales del Estado enemigo presentes en el territorio de un beligerante y
de los habitantes de un territorio ocupado que no posean la nacionalidad de la
Potencia ocupante. Sin embargo, la jurisprudencia emanada del Tribunal Penal
Internacional para la ex Yugoslavia ha flexibilizado el rígido criterio de la
nacionalidad para ampliar el concepto de “personas protegidas” a las víctimas
civiles de los actuales conflictos internacionales.
El artículo 27 del IV Convenio de Ginebra protege, en todas las
circunstancias, la persona, el honor, los derechos familiares, las convicciones y
prácticas religiosas, los hábitos y las costumbres de las personas civiles y
establece que deberán ser tratadas con humanidad y protegidas especialmente
contra cualquier acto de violencia o de intimidación, contra los insultos y la
curiosidad pública. No podrá ejercerse coacción alguna de índole física o moral
contra las “personas civiles protegidas”, en especial para obtener de ellas, o de
terceros, informaciones (art. 31, IV Convenio).
Se prohíbe, además, toda medida que pueda causar sufrimientos físicos
o la exterminación de las personas que se encuentren en su poder. Prohibición
que no se aplica solamente al homicidio, a la tortura, a los castigos corporales,
a las mutilaciones y a los experimentos médicos o científicos, sino también a
cualesquiera otros malos tratos por parte de agentes civiles o militares (art. 32
del IV Convenio).
Por lo que se refiere a la detención e internamiento de personas civiles,
el IV Convenio de Ginebra les concede una serie de garantías procesales para
que la decisión pueda ser revisada por un tribunal u órgano administrativo
competente (art. 43, IV Convenio). Asimismo los artículos 79 y siguientes de la
misma norma establecen una regulación muy detallada de las condiciones de
internamiento de civiles, muy similares a los preceptos citados que regulan el
trato debido a los prisioneros de guerra.

5ª Y 6ª PREGUNTA. LA PROTECCIÓN RESIDUAL ( GRUPO 4º )

En definitiva, como se ha escrito, el propósito del DIH es la defensa de la


dignidad humana en las excepcionales circunstancias de un conflicto armado,
de manera que las personas civiles en poder del enemigo no quedan a su
merced, sino que poseen un conjunto de derechos que el Estado tiene la
obligación de salvaguardar y que se concretan en el IV Convenio de Ginebra.
Más aún, las personas las a quienes se niega o se restringen los
derechos otorgados por el IV Convenio, incluidos los ciudadanos de Estados
que no son parte en el conflicto y las personas a quienes se deniega el estatuto
de prisioneros de guerra, gozan de las garantías fundamentales del artículo 75
del Protocolo I Adicional de 1977, norma que protege a las personas que estén
en poder de una Parte en conflicto y que no disfruten de un trato más favorable
en virtud del DIH, concediéndoles el nivel mínimo de protección que se deriva
de los Derechos Humanos de universal aceptación. El artículo 75 no es
obstáculo para el enjuiciamiento de las personas acusadas de crímenes
internacionales, como el terrorismo, pero confirma la necesidad de garantizar
un trato humano y respetar las garantías judiciales previstas del DIH en todas
las circunstancias.
Por último, la Cláusula Martens (Preámbulo de los Convenios de La
Haya y del Protocolo Adicional I) dispone que: en todos los casos no previstos,
las personas civiles y los no combatientes quedan bajo la protección y el
imperio de los principios del derecho de gentes derivados de los usos
establecidos, de los principios de humanidad y de los dictados de la conciencia
pública.

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SUPUESTO PRÁCTICO NÚM. 39

PERSONAS DETENIDAS EN PODER DE LA PARTE CONTRARIA

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