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EL RECONOCIMIENTO DE LA LIBERTAD RELIGIOSA EN EL DERECHO

PERUANO: LIBERALES, EVANGÉLICOS Y CATÓLICOS

Por: Jeffrey Klaiber

La libertad religiosa en el Perú fue una conquista de


liberales, evangélicos y católicos. Tal vez la mención de
“católicos” en este contexto parece extraña, pues
aparentemente era la misma Iglesia Católica la que más se
opuso a la libertad de cultos en el Perú. Sin embargo, es
preciso recordar que existía una larga tradición de
regalismo desde la época de los Reyes Católicos que
legitimaba la injerencia del Estado en los asuntos de la
religión y la Iglesia. En el siglo XIX y el XX también los
liberales y ciertos grupos anticlericales propusieron
legislación que, según las normas universalmente aceptadas
en el mundo occidental, violaban los derechos civiles de
los católicos. Por lo tanto, el tema de la libertad
religiosa abarca no sólo a evangélicos, sino a católicos
también.

El 11 de noviembre de 1915 el Congreso de la República


acordó modificar el artículo 4 de la Constitución que
reconocía a la Iglesia Católica como religión del Estado y
que prohibía el ejercicio público de cualquier otra
religión. Se suprimió la frase que decía: “y no se permite
el ejercicio público de alguna otra”. Con este acto quedó
establecida la libertad de culto en el Perú. Esta conquista
fue fruto de una larga historia anterior que conviene traer
a la memoria.

Tolerancia Inicial

Para muchas personas la intolerancia parecería ser la regla


general. Sin embargo, en los inicios de la República, la
tolerancia fue más bien la regla general, al menos entre
ciertos sectores. Entre los primeros liberales había muchos
sacerdotes que habían apoyado públicamente la causa de la
independencia. Cuando el pastor bautista escocés, Diego
Thomson, agente de la “British & Foreign School Society”,
que promovía el sistema de Lancaster, visitó Lima en 1822,
encontró un ambiente más bien abierto y favorable, no sólo
al método lancasteriano, sino a la lectura de la Biblia.
Inclusive, recibió el apoyo entusiasta del sacerdote
liberal, José Francisco Navarrete. Al despedirse de Lima,
Thomson menciona que sus amigos eran “mayormente curas”.1

1
Juan B. A. Kessler, Historia de la evangelización en el Perú (Lima:
Librería El Inca, 1987), pág. 62.
Más llamativo fue el hecho de que el primer proyecto de ley
sobre la religión en el Perú no excluyera o prohibiera el
ejercicio de religiones no católicas. En el primer Congreso
Constituyente (en el cual 26 congresistas de los 79 eran
clérigos), se propuso el siguiente artículo: “La religión
(del Estado) es la católica, apostólica, y romana”.2

Si bien este artículo propone proteger a la Iglesia


Católica, no hace mención de la exclusividad del
catolicismo. Así, se dejó la puerta abierta a la libertad
de cultos. Esta propuesta fue respaldada por la mayoría del
clero liberal. Sin embargo, este primer intento de
tolerancia no prosperó. Se organizó un movimiento entre
católicos conservadores que exigían la incorporación de la
exclusión en el artículo. El texto final decía: “La
religión (del Estado) es la católica, apostólica, y romana,
con exclusión de cualquier otra.” 3

Así, el artículo 8 de la primera Constitución del Perú, se


repite en otras Cartas Magnas hasta 1915, establece la
intolerancia como norma. Es interesante notar que entre los
que votaron contra este artículo se encuentran dos
sacerdotes liberales arequipeños célebres en la historia
del Perú: Francisco Javier de Luna Pizarro y Mariano José
de Arce. A la sazón, Luna Pizarro era el mismo presidente
del Congreso. Posteriormente cambió de postura cuando llegó
a ser arzobispo de Lima, 1845-1855. Las siguientes dos
constituciones eran de corta duración: la constitución
vitalicia de Bolívar (1826) y la de la Confederación Perú-
Boliviana (1837). Ninguna de las dos contemplaba proteger a
la Iglesia Católica ni prohibir la libertad de culto. La
constitución de Huancayo (1839), de corte conservadora, en
el artículo 3, del Título II, volvió a establecer el
sentido del artículo 8 de la constitución de 1823: “Su
religión (del Estado) es la Católica, Apostólica, y Romana,
que profesa sin permitir el ejercicio público de cualquier
otro culto”. 4

Liberales versus Católicos

Para comprender la postura cada vez más conservadora de la


Iglesia Católica a lo largo del siglo XIX, es preciso tocar
dos fenómenos: la romanización y el liberalismo
anticlerical. La “romanización” se refiere al esfuerzo de

2
Fernando Armas Asín, Liberales, protestantes y masones: modernidad y
tolerancia religiosa, Perú, siglo XIX (Cuzco: Centro de Estudios
Regionales Andinos Bartolomé de las Casas; Lima: Pontificia
Universidad Católica, 1998), pág. 27.
3
José Pareja Paz-Soldán, Las constituciones del Perú (Madrid:
Ediciones Cultura Hispánica, 1954), pág. 434.
4
Ibid., pág. 616.
la Santa Sede (el Papa y la Curia Romana) para retomar el
control de la Iglesia Católica en América Latina. Durante
la Colonia la Iglesia estuvo sujeta al Patronato Real,
mediante el cual el Rey de España nombraba a los obispos,
concedía el pase para promulgar documentos papales, y
cobraba los diezmos. En los años después de la
Independencia el Estado intentó reclamar para sí una
especie de patronato “nacional”, pero Roma rechazó esos
intentos. Finalmente, el Estado y la Iglesia en Roma
llegaron a un acuerdo. El Estado peruano podía proponer
candidatos para ser obispos, pero Roma tenía el derecho de
señalar cual de los candidatos sería finalmente el elegido.
Pero, la palabra “romanización” connota mucho más que la
cuestión de seleccionar obispos. La Santa Sede también
engendró en toda América Latina un clero mucho más
obediente a Roma y comprometido en la lucha de la Iglesia
Católica contra el liberalismo en Europa y el resto del
mundo. Lamentablemente, la Iglesia Católica en esa época,
todavía golpeada por la agresión anticlerical de la
Revolución Francesa, no tuvo el tino de distinguir entre
los excesos del liberalismo y sus virtudes. Por eso, la
Iglesia fomentó una mentalidad militante en los católicos
contra el liberalismo, en el púlpito, en los seminarios, en
la prensa católica y en sus colegios y universidades. Por
otra parte, el liberalismo latinoamericano se volvía cada
vez más hostil a la Iglesia. La nueva hostilidad se debía
en parte a la misma actitud anti-liberal de la Iglesia,
pero también se dirigía contra la riqueza de la Iglesia y
su influencia sobre grandes sectores de la sociedad. Pero
cabe señalar que los liberales también eran presos del
regalismo colonial. Algunas de las leyes que hicieron con
respecto a la Iglesia representaron medidas modernizantes
tendientes a eliminar privilegios coloniales. Pero otras
revelaron la existencia de una mentalidad poco liberal. Por
ejemplo, todavía en la segunda parte del siglo XIX un
obispo católico tenía que pedir autorización del gobierno
central para convocar un sínodo (reunión eclesiástica) en
su diócesis o para viajar fuera del país. En 1874 el obispo
de Puno, Ambrosio Huerta, fue obligado a renunciar a su
cargo precisamente porque no había cumplido con estas dos
obligaciones.5

La campaña liberal llegó a su momento cumbre en la Asamblea


Constituyente de 1855-56 cuando la asamblea eliminó los
diezmos y el fuero eclesiástico. Estas medidas provocaron
el rechazo de muchos católicos y sirvió para legitimar la
sublevación de Manuel Ignacio de Vivanco en Arequipa en
1855. El presidente Ramón Castilla se vio forzado a luchar
5
Jeffrey Klaiber, S.J., La Iglesia en el Perú: su historia social
desde la Independencia 2ª ed.;(Lima: Pontificia Universidad Católica
del Perú, 1988), pág. 137.
para mantenerse en el poder. En 1860 se realizó, bajo
Castilla, un nuevo Congreso Constituyente. Bartolomé
Herrera, el sacerdote que encabezaba la causa conservadora,
propuso un proyecto de constitución, que fue finalmente
rechazada. La Constitución que finalmente fue aprobada,
mantuvo la eliminación de los diezmos y el fuero
eclesiástico. Pero volvió a ratificar a la Iglesia Católica
como la única protegida por el Estado, y, como vimos al
comienzo, también prohibió el ejercicio público de los
cultos no católicos. Además, el código penal (marzo de
1863) estableció el castigo de un año en la cárcel para
aquel que celebrara un culto no católico en público. 6

En 1867, de nuevo, los liberales redactaron una Carta


Magna. Ellos habían vuelto al poder bajo el manto protector
del caudillo Mariano Ignacio Prado. En medio de gritos
desde sus escaños, Fernando Casós, diputado por Trujillo,
pronunció un discurso a favor de la libertad de cultos. En
la votación que se realizó, se aprobó por 79 votos contra
13 que el país profesa la religión católica y el principio
de que el Estado debe proteger la Iglesia Católica ganó por
71 votos a 11, finalmente, la prohibición contra el
ejercicio público de otros cultos fue aprobada por 43 votos
contra 41.7 Pero esta Constitución tuvo una vida muy corta:
fue derogada en 1868, tras una revolución conservadora que
también, como el movimiento de 1855-56, tuvo como su base
principal, Arequipa. Se re-estableció la Carta Magna de
1860 como la ley suprema de la Nación.

No obstante esta derrota, los liberales volvieron a la


carga y lograron pequeñas victorias en dos campos: 1. Los
cementerios (1868), y 2. el derecho al matrimonio civil
para los no católicos (1896). El contexto inmediato para
los dos casos fue el aumento de la inmigración extranjera,
y el deseo de los liberales para atraer a aún más
inmigrantes. En 1868 el gobierno autorizó la creación de
cementerios laicos donde no sería necesario profesar una
religión para estar enterrado.8 Pero, los liberales
pretendían conseguir algo más: de que todos los cementerios
públicos pasaran a manos de los municipios. La Iglesia
Católica, creyendo que la laicización de los cementerios
sería el primer paso hacia la tolerancia religiosa, se
opuso. Otra vez los espíritus se exaltaron, y alguien
publicó un folleto intitulado, El Comunismo de las tumbas,
una alusión a la mezcla indiscriminada que iba a ocurrir en
los camposantos si la Iglesia perdiera el control de los
6
J. Lloyd Mecham, Church and State in Latin America 2ª ed.;(Chapel
Hill: The University of North Carolina Press, 1966), pág. 166.
7
Jorge Basadre, Historia de la República del Perú, 1822-1933 8ª ed.;
(Lima: La República y Universidad Ricardo Palma, Tomo 5: 1271.
8
Fernando Armas, Liberales, protestantes y masones..., págs. 126-131.
cementerios.9 El Congreso se limitó a confirmar la ley de
1868. En el segundo caso, la crisis se desató en 1895
cuando el gobierno de Nicolás de Piérola abolió el registro
de matrimonios de los inmigrantes no católicos. Con este
hecho, el matrimonio de Amy Wood, la hija de Thomas Wood,
el principal fundador de la Iglesia Metodista en el Perú,
fue legalmente anulado. Frente a este hecho absurdo, el
senador Guillermo Billinghurst (el futuro presidente)
propuso un proyecto de ley que normaba la inscripción de
los matrimonios de los no católicos en el Registro Civil,
juntamente con los matrimonios católicos.

Penzotti y Platería

La manera más típica de enfrentar el problema del


protestantismo fue denunciar legalmente cualquier actividad
proselitista. En enero de 1890 el obispo de Arequipa, Juan
Ambrosio Huerta, denunció ante las autoridades a Francisco
Penzotti, y como consecuencia el representante de la
Sociedad Bíblica Americana fue detenido en la cárcel. Más
tarde, en el mismo año, el párroco del Callao, tras
organizar manifestaciones públicas, y poner un candado en
la puerta del templo donde Penzotti predicaba, lo denunció
a las autoridades. El 25 de julio Penzotti fue formalmente
encarcelado por violar la Constitución. Es interesante
notar que Huerta en Arequipa publicó una carta pastoral con
motivo del caso de Penzotti, en que critica a los
“sacerdotes indignos” y católicos liberales que ayudaron a
los protestantes.10 Parece que Huerta se refería en
realidad a un sacerdote que prestó ayuda a Penzotti. Cuando
Penzotti fue absuelto en marzo de 1891, la Iglesia Católica
sufrió una verdadera derrota, porque en esencia la puerta
de la tolerancia de cultos ya se había abierto. El otro
ejemplo célebre, y lamentable, del uso de la fuerza para
hacer valer la ley ocurrió en 1913 en Platería, en el
departamento de Puno. El obispo, Valentín Ampuero, encabezó
una turba de 30 personas montadas a caballo quienes
asaltaron y destruyeron la escuela de los adventistas y
atacaron a los indios que se habían convertido a la nueva
religión.11 Fue precisamente este uso de la fuerza el que
motivó al Congreso de la República a proponer, finalmente,
la libertad de cultos en el Perú.

El Auge del Liberalismo Anticlerical

9
Jeffrey Klaiber, S.J., “La Reacción Católica ante la presencia
protestante durante la República Aristocrática”, en Seminario Historia
del protestantismo en el Perú (Lima, 1995-1996), págs. 5-6.
10
F. Armas, Liberales, protestantes y masones..., pág. 154, nota 47.
11
Dan Chapin Hazen, “The Awakening of Puno: Government Policy and the
Indian Problem in Southern Peru, 1900-1955” (Universidad de Yale,
tesis doctoral, 1974), págs. 38-39.
La constitución de 1920, nacida al calor de la “Patria
Nueva” de Augusto B. Leguía, consagró la libertad religiosa
en el Perú en el artículo 5 decía: “La Nación profesa la
religión católica, apostólica y romana y el Estado la
protege”.12

Igualmente interesante fue la incorporación del artículo 26


que declaraba: “Nadie podrá ser perseguido por razón de sus
ideas ni por razón de sus creencias”.13

Al mismo tiempo, el artículo 74 de la Carta Magna de 1920


declara que no podrán ser elegidos diputados o senadores,
los arzobispos, obispos, y algunas otras dignidades
eclesiásticas. Evidentemente, el regalismo colonial todavía
regía.

IPero el verdadero momento culminante del liberalismo


anticlerical se dio en el Congreso Constituyente de 1932-
33. El sentimiento anticlerical se manifestó no sólo en el
Partido Aprista, heredero del liberalismo del siglo XIX y
del pensamiento de Manuel González Prada, sino también en
el sanchezcerrismo. Una vez en el poder el coronel Luis
Miguel Sánchez Cerro, mediante decreto-leyes, estableció la
obligatoriedad del matrimonio civil para todos los
peruanos, y el divorcio absoluto. Ambas medidas fueron
confirmadas en la constitución de 1933. El Congreso
Constituyente, dominados por sanchezcerristas tras la
expulsión de los parlamentarios apristas en 1932, también
incorporó medidas que abiertamente atentaban contra los
derechos civiles de los religiosos y sacerdotes. El
artículo 85 niega el derecho del voto a los religiosos, y
el artículo 100 declara que los miembros del clero no
pueden ser elegidos al Congreso.14 Víctor Andrés Belaúnde,
que asumió la defensa de la Iglesia en el congreso propuso
dar el voto a la mujer, pero, según él, los enemigos de la
Iglesia se opusieron a la medida porque temían que las
mujeres fuesen dominadas por el clero.15 Por otra parte, se
otorgó el voto a las mujeres en las elecciones municipales.
En 1940 se cambió el régimen del Patronato Nacional
respecto a la presentación de obispos. Hasta esta fecha
aquella fue atribución del Congreso; en adelante lo sería
del presidente de la República, hasta su abolición en la
Constituyente de 1978-79.

Educación
12
Pareja Paz-Soldán, Las constituciones del Perú..., pág. 744.
13
Jorge Basadre, Historia de la República...tomo II: 2878. Pareja Paz-
Soldán, Las constituciones del Perú..., pág. 746.
14
Pareja Paz-Soldán, Las constituciones del Perú..., 793-794, 796.
15
Víctor Andrés Belaunde, Trayectoria y destino. Memorias completas
(Lima: Editorial Ediventas, 1967), tomo II: 791-792.
La libertad religiosa necesariamente implica la libertad de
enseñanza. La constitución liberal efímera de 1867 abrió
las puertas a la libertad de enseñanza cuando declaró: “Son
completamente libres la enseñanza primaria, media superior
y la fundación de universidades”.16

En principio los legisladores tenían en mente la fundación


de colegios privados, religiosos o laicos, tales como
algunos colegios que fueron fundados por las distintas
colonias extranjeras en el país. Conviene notar que los
liberales habían puesto obstáculos a la fundación de
colegios católicos pero que, finalmente, los religiosos que
regentaron estos colegios ganaron la confianza de la
sociedad media y alta por la calidad de su enseñanza. Entre
las educadoras protestantes cabe mencionar a Elsie Wood,
otra hija de Thomas Wood, que en 1891 fundó la primera
escuela metodista en Callao, para niñas. Más tarde se fundó
el Callao High School a base de cinco de estas escuelas
primarias, y posteriormente, en 1906, se fundó el Lima High
School, que hoy se llama María Alvarado. Estos colegios
contaban con el beneplácito de los liberales en el
Congreso. No obstante, en 1929, se dio una ley que exigía
la enseñanza del curso de la religión católica en colegios
sujetos al programa oficial, y en 1935 el Ministro de
Educación, Carlos Arenas Loayza, decretó la obligatoriedad
de la enseñanza religiosa en todos los colegios de la
República.17 Por “enseñanza religiosa” se entendía la
católica. En la práctica, sin embargo, la aplicación del
decreto dependía mucho de cada Ministro de Educación.
Finalmente, en 1956 Jorge Basadre, a la sazón Ministro de
Educación, archivó para siempre el reglamento.18.

En la década de los años setenta surgió otra polémica en


torno al Instituto Lingüístico de Verano, una rama de los
“Wycliffe Bible Translators”. Fundado en el Perú en 1945,
el Instituto había ganado prestigio por su trabajo de
traducir la Biblia a los muchos idiomas de la Amazonía
peruana. Pero el Instituto suscitaba críticas de misioneros
católicos e indigenistas que lo acusaban de hacer
proselitismo bajo la fachada de la investigación
lingüística. Hubo fuertes presiones para expulsar el
Instituto del Perú, y el gobierno militar del general Juan
Velasco Alvarado creó una comisión para re-examinar el
16
Jorge Basadre, Historia de la República..., tomo 5: 1271.
17
Fernando Armas, “Libertad religiosa, violencia y derechos humanos en
el Perú de fines del siglo XX”, en Manuel Marzal, S.J., Catalina
Romero y José Sánchez (editores), La religión en el Perú al filo del
milenio (Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, 2000), págs.
113-114.
18
John M. MacPherson, At the Roots of a Nation: The Story of Colegio
San Andrés, a Christian School in Lima, Peru (Edinburgh: The Knox
Press, 1993), págs. 175-176.
contrato del Instituto con el gobierno. La opinión pública
estaba muy dividida en torno al tema. En general, los
católicos progresistas, inspirándose en la libertad
religiosa proclamada en el Concilio Vaticano II, defendían
el derecho del Instituto de quedarse.19 Finalmente, el
gobierno del general Francisco Morales Bermúdez, decidió
renovar el contrato con el Instituto.20

El Fin del Patronato Nacional

Aunque la libertad de cultos se legalizó formalmente en


1915, no se puede hablar de la plena libertad religiosa en
un país mientras el Estado protege o favorece de alguna
manera a una religión por encima de las demás confesiones.
En los años después de la Segunda Guerra Mundial el
concepto de la libertad religiosa y del pluralismo
religioso ganaba terreno en la propia Iglesia Católica.
Finalmente, el Concilio Vaticano II (1962-1965) formalmente
abrazó la libertad religiosa como un derecho universal.
Durante la asamblea constituyente de 1978-79 se volvió a
discutir el tema del Patronato Nacional. La Conferencia
Episcopal Peruana tomó la iniciativa y propuso una fórmula
que finalmente fue incorporada en la nueva carta:

“Dentro de un régimen de independencia y autonomía, el


Estado reconoce a la Iglesia Católica como elemento
importante en la formación histórica, cultural y moral del
Perú. Le presta su colaboración. El Estado puede también
establecer formas de colaboración con otras confesiones”.
(Artículo 86)21.

De esta manera, la Iglesia Católica y el Estado peruano


formalmente se separaron, aunque no se usó la palabra
“separación”. Se enfatizaba, más bien, el concepto de la
“colaboración”. Al mismo tiempo, se anuncia que el Estado
puede hacer celebrar convenios o acuerdos con otras
confesiones. En 1980 se celebró un acuerdo entre la Santa
Sede (y no precisamente con la Conferencia Episcopal del
Perú) y el gobierno. El convenio se ocupa del estatus legal
de las órdenes y congregaciones religiosas, los obispos,
las capellanías, la educación católica, donaciones,
exoneraciones tributarias, etc. Entre otras normas, el
convenio especifica que en adelante sólo la Santa Sede
nombrará a los obispos, sin intermediación del Estado.22

19
La Prensa (Lima), 8 de junio de 1976, pág. 5.
20
David Stoll, Fishers of Men or Founders of Empire?..., págs. 297-
303.
21
Enrique Chirinos Soto, La Nueva Constitución al alcance de todos
(Lima: Editorial Andina, 1979), pág. 101.
22
Juan José Ruda Santolaria, “Relaciones Iglesia-Estado: reflexiones
sobre su marco jurídico”, en Manuel Marzal, Catalina Romero y José
Finalmente, en el artículo 50 de la Constitución de 1993,
se reproduce casi literalmente el mismo artículo 86 de la
Carta de 1979, aunque también añade la frase “el Estado
respeta otras confesiones y puede establecer formas de
colaboración con ellas.”23 Además, en la sección sobre
“Deberes y Derechos Fundamentales de la Persona” se
declara: “Toda persona tiene derecho: (3) a la libertad de
conciencia y de religión, en forma individual o asociada.
No hay persecución por razón de ideas o creencias. El
ejercicio público de todas las confesiones es libre,
siempre que no ofenda a la moral o altere el orden
público”. (Art. 2, inciso 3).24

La libertad religiosa, un derecho plenamente reconocido en


el Derecho peruano, no refleja necesariamente las actitudes
sociales. No obstante, en el campo de la tolerancia de
otras religiones habría que reconocer que el Perú de hoy es
muy diferente del Perú del año 1915 cuando se enmendó la
Constitución a favor de la libertad de cultos. Como
resultado de muchos cambios en el mundo y en el Perú hoy
existe un clima de tolerancia hacia las diferencias
religiosas, al menos entre ciertos sectores de la Iglesia
Católica y entre muchos evangélicos. Por eso, la verdadera
batalla para el futuro ya no consistirá en hacer más leyes,
sino en fomentar un clima de diálogo, y sobre todo en
educar a los peruanos ordinarios acerca de las creencias
religiosas de otros peruanos, sean católicos, evangélicos,
judíos o de cualquier confesión. Mientras que existen
prejuicios acerca de las creencias de otros, tampoco habrá
respeto para esas creencias. La conquista legal de la
libertad religiosa en el Perú representó un primer capítulo
en esta historia; el segundo capítulo, la lucha para
cambiar actitudes, recién ha comenzado.

Sánchez (eds.) La Religión en el Perú al filo del milenio..., págs.


67-77.
23
Ibid., págs. 61-62. Ver también Enrique Chirinos Soto, Constitución
de 1993: Lectura y Comentario 2ª ed.:(Lima, 1995), págs. 92-93.
24
Chirinos Soto, La Nueva constitución al alcance de todos..., pág.
28.

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