Filosofía de México II
Introducción
¿Cuándo podemos afirmar que alguien tiene ideas propias u originales? ¿se puede hacer
filosofía, es decir, filosofar sin ser original?, ¿cuál de estos casos es más mexicano: un
mexicano que desarrolla ideas filosóficas extranjeras para pensar su país (por ejemplo, una
fenomenología del albur) o un mexicano que recibe y repite ideas nacionales para juzgar su
país (como afirmar que el mexicano es flojo o muy “chambeador”) o alguien que desarrolla
ideas a partir de su entorno nacional para pensar su nación e incluso trascender su entorno
nacional (un escritor como Juan Rulfo con su novela Pedro Páramo) o un mexicano que
desarrolla ideas propias a partir de las ajenas, vengan de donde vengan incluido México, para
pensar tanto su entorno como lo extranjero (Quizá Luis Villoro)?
El problema que plantea Gaos es ¿cómo es posible que se pueda afirmar la existencia de una
filosofía en México, pero no una filosofía mexicana? Ello tiene relación la idea general que
consiste en atribuir a la filosofía y al filósofo la característica de originalidad; solo es filosofía
la que tiene originalidad. La propuesta de Gaos, para replantear el problema, consiste en
hacer la crítica de estas ideas generales o prejuicios. Pero la crítica no es posible sin la
historia, por ello Gaos inicialmente distingue de lo más general a lo más particular: la historia
de las ideas, del pensamiento y la filosofía en general y en México.
En esta distinción cuando se habla de filosofía se habla de una idea muy específica: la
filosófica.
El pensamiento por su parte abarca tanto a las ideas filosóficas como a las no
filosóficas, pero disciplinares, es decir, hay cinco sentidos en que Gaos habla de pensadores.
Estos sentidos tienen en común que se trata de disciplinas, que son conocidas de nombre en
nuestro país por ciencias sociales, ciencias naturales y exactas y humanidades.
Las ideas pueden abarcar cualquier idea, sea filosófica o no, sea esta disciplinar o no,
es decir ideas religiosas, mágicas, mitológicas etc.
De este modo tenemos que toda filosofía es un tipo de idea y un tipo de pensamiento,
todo pensamiento es una idea, pero no todo pensamiento es filosofía y que las ideas son lo
más general. Pero una idea “es una acción que el hombre realiza en vista de una determinada
circunstancia y con una precisa finalidad” (Gaos, 1980, p. 20). Por ello es por lo que Gaos
destaca que no hay, en sentido estricto, historia de las ideas porque las ideas no tienen historia
Por otro lado, Gaos no niega la existencia de una historia de las ideas, sino la
existencia de que una historia de las ideas, es decir, en tanto abstracciones sea en rigor
historia. Desde luego, quienes presenten la posibilidad de que las ideas, en tanto
abstracciones desvinculadas de las circunstancias, puedan ser historiadas, están también en
una situación histórica. Incluso el mismo Platón quien trató de demostrar que las Ideas son
eternas, inmutables y que por tanto, no hay paso del tiempo y por lo tanto de la historia en
las Ideas, no por ello estaba menos inmerso en unas circunstancias concretas de la polis
ateniense, es decir, la situación de un pensador que trata de presentar y tematizar la
posibilidad un cisma entre lo abstracto y lo concreto, entre algo que está fuera del tiempo y
de la historia y lo que está dentro de ello, es también una circunstancia concreta histórica.
Para Gaos una historia de las ideas sería tan solo una parte del todo que es la historia
humana. La historia de es tan solo un énfasis en algo. Ninguna historia de puede ser más
diferente de otra, sino solo por cuestión de división del trabajo y aspirar a l ideal de conectar
la parte con el todo que es la historia en su integridad. Solo teniendo como horizonte esta
historia una se puede hacer justicia a las características de una historia de la filosofía en
México. Pero ¿Cómo es posible que la historia como aspiración a la integración de la unidad
de una narración en la que se incluyan las diversas partes de lo narrado pueda hacer justicia
a una historia de la filosofía de México? Para ello Gaos toma como ejemplo y resalta la
importancia del eclecticismo en países de habla hispana por su introducción de la filosofía
en éstos. “el eclecticismo de los siglos XVII y XVIII no cuenta con un solo "filósofo original"
(1980, p. 25)
Tomando en cuenta que por excelencia los documentos son los textos de los
historiadores el ideal de la Historia – así con H mayúscula- es llegar a conocer todos los
documentos que no han sido materialmente destruidos. Sin embargo, el historiador tiene
criterios de selección que contribuyen a la exclusión, por ello es por lo que Gaos dice lo
siguiente
Una historia de las ideas en México está inmersa en la circunstancia, que contribuye
en mucho a obstaculizarla efectivamente, de que muchas obras se encuentran perdidas o solo
hay raros ejemplares. Por otro lado, a una historia de las ideas otro momento que no puede
interesarle menos es el estudio de los textos. El texto da cuenta tanto de su objeto como de
su sujeto, y de éste da cuenta de sus circunstancias entre ellas sus ideas o las ideas ajenas con
las que se relacionó. Incluso no por relacionar o vincularse a ideas ajenas, no por ello hay
menos originalidad o una singularidad, de ello da cuenta el análisis de un texto.
Posteriormente el análisis lleva a un resultado que es una síntesis, que lo es da las
circunstancias del autor y las ideas vinculadas a él.
Por su parte, el historiador que hace el análisis y la síntesis lo hace desde su punto de
vista, para el cual hay selección de lo mirado con base a “las ideas, datos y grupos, de sus
conocimientos e ideas especiales acerca del tema y del género del texto; las relaciones de
condicionamiento, de sus ideas generales o filosóficas acerca de la estructura y dinámica de
la historia y acerca de la Historia como ciencia y como arte.” (Gaos, 1980, p. 29). Tomando
en cuenta lo anterior no se trata de que la originalidad, en sentido individualista e incluso
espontaneo, como a veces se quiere pensar en ella, se coloque en el centro del criterio que
permite distinguir una filosofía, sino que “Los imperativos no pueden ser sino: enriquecerse
todo lo posible en saber y pensar” (Gaos, 1980, p. 29).
De este modo, la historia de la filosofía de México será efectiva si se hace una historia de las
ideas de México que da cuenta de las circunstancias de éstas.
Para hacer Historia se requieren categorías propias de esta. Cada categoría es propia
de un territorio del ser. Sin embargo “el espíritu humano viene mostrando una milenaria
tendencia a extender las categorías autóctonas de un territorio a otros” (Gaos, 1980, p.34). El
problema que se puede observar, tomando en cuenta todas las premisas anteriores, que está
relacionado con la forma en que se hace historia universal o historia general, radica en el
imperialismo, que no es más que una exportación o importación acrítica de unas categorías
de un territorio a otro ajeno, como la división de la historia de un país conforme la división
de la historia universal, aunque ésta no sea en verdad universal.
Una historia de las ideas en México debe tener cuidado de querer hacer esta nivelación; allí
radica el mayor peligro, pues si tomamos categorías históricas de un territorio para pensar
otro, en este caso el mexicano, el resultado es que el interés, y por lo tanto, una forma de
inclusión/exclusión, de los historiadores estaría condicionado por ésta mirada a través de las
categorías extranjeras.
Como resultado, una historia de las ideas, del pensamiento y de la filosofía en México
a través de categorías extranjeras y del imperativo de la originalidad -o más aun, una historia
de las ideas mexicanas, como condición de posibilidad de la visibilidad del pensamiento y
las filosofías mexicanas-, sería insensible, es decir, sería excluyente o deformante, a priori,
de la existencia de las ideas filosóficas mexicanas. Por ello es por lo que Gaos (1980)
considera que “la historia del pensamiento, de las ideas en México tiene peculiaridades
estructurales y dinámicas suficientes para reivindicar la originalidad relativa, única de que
puede tratarse en esta cuestión de grados, y para requerir que se la articule mediante
categorías autóctonas de ella.” (p. 36)
El ejemplo que muestra Gaos está en el desacuerdo con el llamado esplendor del siglo
de México, el cual es el XVIII. Pues esta afirmación sería insensible a otras peculiaridades y
esplendores de otros siglos como lo es el caso del XIX. Curiosamente este siglo del esplendor
de México coincide con el esplendor europeo de ese siglo. Si este siglo tiene un esplendor
también tiene una decadencia. Pero donde algunos ven decadencia, que es al comienzo del
XIX por el clima de revolución que se habita, Gaos ve precisamente la culminación del
esplendor del siglo XVIII ya sea en el inicio o la consumación de la independencia, se trata
de “prolongar este siglo en México hasta la iniciación, si no la consumación, de la revolución
de independencia, en que el esplendor del siglo mostró no haber sido sólo lustrosa
iluminación teórica, sino llegar a ser historia flagración práctica.” (p.37)
Tales ejemplos Gaos los pone de relieve para entender la particularidad irreductible
de la historia de las ideas de México. Es nuclear entender que la crítica de Gaos a la
originalidad no pretende destruir esta idea, no pretende afirmar que no hay originalidad, hay
originalidad en muchos sentidos, incluso en el grado más extremo hay la posibilidad de una
filosofía que es original por su ausencia de originalidad en otros sentidos. Desde este punto
de vista, la misma idea de originalidad está pensada a partir de categorías de ciertos territorios
que invaden otros territorios en los que la originalidad se entiende a partir de otras categorías.
Sería menester incluso hacer una historia de las ideas originales con sus circunstancias todas.
Desde dentro se puede hacer una filosofía original importada insertando lo importado
en lo nacional o insertando lo nacional en lo importado. Gaos ofrece el caso del positivismo.
Hablar de una sustitución del positivismo europeo de orden, progreso y amor por orden,
progreso y libertad como concesión del impacto del liberalismo mexicano. En este caso, se
trató de adaptar una filosofía a condiciones culturales del país, un caso de insertar lo
importado en lo nacional. Una fenomenología cuya consiga es “a las cosas mismas” que se
adaptará a las particularidades culturales tendría que ir a las cosas mismas del país. Por otro
lado, el positivismo mexicano no fue solo un caso de inserción de lo importado en lo nacional,
sino que también es posible sin entrar en contradicción, una inserción de lo nacional en lo
importado. En los tres estadios del positivismo de Comte, se insertó el país por Barreda, lo
cual, es otra manera de decir que no solo es posible adaptar lo extraño a lo propio, sino
también incluir lo propio en lo extraño. A pesar de que en Hegel los países latinoamericanos
pudieran no estar incluidos o relegados a estadios anteriores al espíritu, también es posible
incluir a fuerza del pensamiento, tales países al espíritu absoluto. No es que la verdad no se
manifieste en los países latinoamericanos, o que sea otra realidad, sino que la verdad tiene
otro modo de manifestarse en estos países; una sola verdad en su diversidad de
manifestaciones. En el caso de una fenomenología, el mundo de la vida necesariamente
incluye el horizonte de los países latinoamericanos.
Referencias