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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

Dr. Enrique Graue Wiechers


Rector
Dr. Leonardo Lomelí Vanegas
Secretario General
Dr. Domingo Alberto Vital Díaz
Coordinador de Humanidades
Dra. Margarita Velázquez Gutiérrez
Directora del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (crim)

COMITÉ EDITORIAL CRIM


Dra. Margarita Velázquez Gutiérrez
Presidenta
Lic. Mercedes Gallardo Gutiérrez
Secretaria Técnica del crim
secretaria L A VOZ PÚBL IC A DE L A S M U J ER ES
Dra. Verónica Vázquez García MARY BEARD
Profesora-investigadora del Programa de Postgrado en Desarrollo Rural
Colegio de Postgraduados
Traducción: Marina Álamo Bryan
Dra. Elsa María Cross y Anzaldúa Ilustración: Renuka Rajiv
Profesora de la Facultad de Filosofía y Letras, unam
Dr. Carlos Javier Echarri Cánovas
Profesor-investigador del Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y Ambientales,
El Colegio de México
Dra. Maribel Ríos Everardo
Secretaria Académica del crim
invitada permanente
Mtra. Yuriria Sánchez Castañeda Universidad Nacional Autónoma de México
Jefa del Departamento de Publicaciones del crim 2017
invitada permanente
PR EFACI O
TANIA TAGLE

No existe en la historia de la humanidad un


sometimiento —político, económico e incluso
religioso o espiritual— que no inicie con un silen-
ciamiento. La desaparición de cientos de lenguas
como consecuencia del colonialismo y el naciona-
lismo da cuenta de ello desde hace siglos. No hay
régimen totalitario que no se encuentre sostenido
por el silencio de todos aquellos sobre quienes se
erige. El derecho a la vida y a la dignidad siempre
ha estado determinado por el derecho a la palabra.
A la palabra pública, vale aclarar, porque debe- caso de la educación de los niños, se convierte de
mos entender que las palabras valen dependiendo forma automática en una tarea femenina. Como
quién las dice. en todo, existen excepciones, pero sabemos que
En el patriarcado, la palabra pública —aquella las excepciones, en una cultura patriarcal como la
que debe ser escuchada, que tiene autoridad para nuestra, se cobran caro. Una mujer que habla en
silenciar a otras mientras se ejecuta— les pertenece público sin pudor es un blanco, no sólo de críticas
sólo a los hombres. Regresemos al término “auto- insidiosas sino de todo tipo de violencias, desde los
ridad”. En nuestra cultura, la voz de los hombres insultos hasta las amenazas y las persecuciones.
es, casi axiomáticamente, una voz autorizada, en ¿Qué autoriza la voz de los hombres sobre la
principio, para hablar por el resto de la especie hu- de las mujeres?, se pregunta Mary Beard, una de
mana. Es por eso que la producción discursiva de las clasicistas más importantes en la actualidad,
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los hombres tiende a universalizarse mientras que ¿de dónde viene este mandato que nos enseña a
la de las mujeres queda sujeta a categorías como callar y a escuchar? En su ensayo, La voz pública
“temas de género”, “literatura femenina”, “cosas de las mujeres, Beard sitúa un momento fundacio-
de mujeres”, chismes y otras nimiedades. nal de este silenciamiento en la Odisea. Telémaco,
En segunda instancia, la voz de los hombres siendo apenas un muchacho adolescente, manda
está autorizada para enseñar. A ellos les fue dado callar a Penélope, su madre, y la insta a ocuparse
—por razones tanto históricas como estructura- de la servidumbre y otros asuntos femeninos. En
les— el papel de descubrir el mundo, nombrarlo, ausencia de Odiseo quien, habríamos de recordar,
conquistarlo y, además, instruirnos al respecto de se encuentra peleando una guerra que inició con el
estas hazañas. Por supuesto, cuando la enseñanza rapto de una mujer como si se tratara de una mer-
debe ir adjunta a una labor de cuidado, como es el cancía, Telémaco ha asumido el papel de “hombre
de la casa”. No importa que sea apenas un chiqui- cristiana, se volvería obsceno que una mujer ha-
llo, su voz ya tiene mayor autoridad que la de su blara en público.
madre. Cuenta Homero que Penélope, después de En I Corintios 14:34-35, se lee: “Vuestras mu-
ser reprendida, le obedece y se retira. jeres callen en las congregaciones porque no les
Para la tradición griega, el silencio no sólo es es permitido hablar, sino que estén sujetas, como
un castigo moral, es una característica esencial de también la ley lo dice. Y si quieren aprender algo,
la condición femenina. En Grecia, las mujeres no pregunten en casa a sus maridos, porque es obsce-
eran consideradas ciudadanas, y eso significaba que no que una mujer hable en la congregación”. Y en
no podían hablar ante tribunales o en el ágora. El Timoteo 2:11-12: “La mujer aprenda en silencio,
efecto resultaba similar a lo que ocurre con la nin- con toda sujeción. Porque no le es permitido a la
fa Eco, quien es condenada a sólo poder repetir mujer enseñar ni ejercer dominio sobre el hombre,
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lo que dicen otros, ¡qué metáfora más atroz del sino estar en silencio”. Corintios y Timoteo son
adoctrinamiento! Aun así, había excepciones, las cartas del apóstol Pablo cuya finalidad era regir
mujeres podían hablar por otras mujeres o sobre y unificar el comportamiento de las primeras
asuntos que “les correspondían”, como los hijos y iglesias cristianas, y continúan siendo vigentes y
la crianza. Incluso hubo mujeres poetas, filósofas, tomadas como “palabra de Dios” en todas las con-
sacerdotisas y también regentes y abogadas. Pero gregaciones (católicas, por supuesto) del mundo en
cuando se impuso la religión cristiana las mujeres la actualidad.
fueron silenciadas definitivamente. En el tránsito Ésa es la tradición que rige en Occidente y sobre
entre uno y otro régimen, no hubo mensaje más la que se sostiene su moral, seamos o no creyentes:
claro que el destino de Hipatia de Alejandría, de- la mujer calla, el hombre enseña. El machoexplicar,
sollada y desmembrada viva. Para la tradición fenómeno que describe por primera vez Rebecca
Solnit en Los hombres me explican cosas es, en princi- Los ensayos de Mary Beard y Rebecca Solnit
pio, un mandato divino asimilado con tal profun- hablan de esa trasgresión al mismo tiempo que la
didad en la cultura, que continúa operando sin ejercen. Desobedecen e invitan a la desobediencia,
cuestionarse, incluso en contextos laicos. No im- porque, en nuestro contexto, la obediencia significa
porta cuánto avancemos en materia de derechos, muerte. En México hoy, defender el derecho a la
mientras permanezcan intactos estos gestos apren- voz es defender el derecho a la vida.
didos, casi supersticiones a las que damos catego-
rías de verdad, el patriarcado se mantendrá a salvo.
De ahí la importancia de que, en contextos Tlatelolco, Ciudad de México, México
como el mexicano, donde la violencia en contra de Mayo de 2017
las mujeres es brutal, no sólo nos ocupemos de re-
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cuperar la potestad sobre nuestros cuerpos y sobre el
espacio público, sino también sobre nuestras voces.
Fenómenos como las cuentas de trolls en internet
revelan cómo la violencia patriarcal, que es una
violencia normativa cuya función es la preserva-
ción del sistema, muta y se adapta a los nuevos
formatos. No sólo las activistas, sino cualquier
mujer con una voz pública en la actualidad es ata-
cada y amenazada con “castigos” y “escarmientos”,
porque la voz femenina, cuando es escuchada,
representa una trasgresión inaceptable.
LA VOZ P ÚBLICA DE LAS MUJ ERES
M A RY BE A RD
I

Quiero comenzar en los inicios de la tradición


de la literatura occidental, con el primer ejemplo
registrado de un hombre diciéndole a una mujer
que “se calle”, diciéndole que su voz no debe ser
escuchada en público. Pienso en una escena que
ha quedado inmortalizada al inicio de la Odisea.
Tendemos a creer que la Odisea es la historia de
Odiseo, de las aventuras y retos que enfrentó en
su camino de regreso a casa, tras la Guerra de
Troya, mientras Penélope lo esperaba fielmente,
durante décadas, manteniendo a distancia a los
pretendientes que la presionaban para casarse de voces de las mujeres comienzan a no ser escuchadas
nuevo. Pero la Odisea es también la historia de Te- en la esfera pública. Aún más, según lo postula
lémaco, el hijo de Odiseo y Penélope; es la historia Homero, la escena muestra que crecer y conver-
de su crecimiento, de cómo a lo largo del poema tirse en hombre significaba silenciar a las hembras
madura y se transforma de niño en hombre. El de la especie y aprender a tomar el control de la
proceso se detona en el primer canto, cuando Pe- enunciación pública. Las palabras específicas que
nélope baja de sus aposentos y al entrar al gran Telémaco utiliza también son significativas. Cuan-
salón se encuentra con un bardo entreteniendo a la do él dice que “hablar les compete a los hombres”,
multitud de sus pretendientes. La canción narra las la palabra que usa es muthos, pero no en el sentido
dificultades que enfrentan los héroes griegos al en que ha llegado hasta nosotros a través de la
tratar de regresar a casa. A ella no le parece diverti- palabra “mito”. En griego homérico el término se
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do, y frente a todos le pide al músico que elija una refiere al habla pública autorizada, no al tipo de
canción más alegre. Entonces el joven Telémaco in- plática, cotorreo o chisme que cualquiera —in-
terviene. “Madre”, le dice, “tú vete a tus aposentos cluidas las mujeres, o en particular las mujeres—
de nuevo y atiende a tus propias labores, al telar y pueden practicar.
a la rueca […] hablar les compete a los hombres Lo que me interesa aquí es la relación entre ese
y de entre todos a mí, porque yo tengo el poder en instante homérico clásico del silenciamiento de una
la casa”. Y ella se va, de regreso a su habitación. mujer y el hecho de que las voces de las mujeres
Hay un dejo de ridiculez en la imagen de este no sean escuchadas en público en nuestra cultura
mocoso callando a la astuta y madura Penélope. contemporánea y en nuestra política, desde el par-
Pero la escena muestra cómo, a la par que se ins- lamento hasta la fábrica. Se trata de una sordera
taura el registro escrito de la cultura occidental, las por demás conocida y de la que puede encontrarse
una magnífica parodia en una caricatura clásica cual tendemos a caer con cierta facilidad. Sin
de la revista Punch: “Esa es una excelente sugeren- duda, la palabra “misoginia” es una de las formas
cia, Señorita Triggs. Quizás alguno de los hombres posibles de describir lo que está pasando. (Es difícil
que están presentes quiera hacerla”. Me interesa encontrar un término más apto cuando sales en un
pensar cómo esto se relaciona, incluso hoy en día, programa de debate en televisión y acto seguido
con el abuso al que son sometidas las mujeres que recibes un montón de tuits comparando tus genita-
hablan en público. Una de las preguntas en el fon- les con una amplia variedad de verduras podridas.)
do de mi mente gira en torno al vínculo que existe Incluso cuando las mujeres no son silenciadas, ter-
entre defender en público la imagen de una mujer minan pagando un precio muy alto por ser escu-
en un billete, las amenazas en Twitter sobre viola- chadas. Si queremos entender lo que pasa y hacer
ción y decapitación y el menosprecio de Telémaco algo al respecto, entonces debemos reconocer que
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por Penélope. la cuestión es un poco más complicada y tiene una
Mi objetivo —y reconozco la ironía de que me larga historia de fondo.
sea concedido este espacio para abordar el tema— El exabrupto de Telémaco es tan sólo el primer
es un análisis a largo plazo, a muy largo plazo, so- ejemplo de una larga lista de intentos —en su ma-
bre la relación culturalmente incómoda que existe yoría infructuosos y que se extienden hasta la Anti-
entre la voz de las mujeres y la esfera pública donde güedad grecorromana— de excluir a las mujeres
se produce el discurso, el debate y el comentario: del habla pública y al mismo tiempo presumir de
la política en el sentido más amplio del término, esa exclusión. A inicios del siglo iv antes de nuestra
desde la oficina hasta el parlamento. Espero que era, Aristófanes dedicó toda una comedia a la “hi-
al considerar este análisis a largo plazo podamos larante” fantasía de que las mujeres pudieran to-
superar el diagnóstico simple de misoginia en el mar el control del Estado. Parte del chiste consistía
en que las mujeres no podían hablar en público de “mujeres cuya condición natural no fue suficiente
forma adecuada. O más bien, que eran incapaces para mantenerlas calladas en el foro”. Sus descrip-
de adaptar su habla privada, en gran parte ligada ciones son reveladoras. La primera, una mujer de
al sexo, al elevado lenguaje de la política masculi- nombre Maesia, se defendió a sí misma con éxito
na. En el mundo romano, las Metamorfosis de Ovi- ante los tribunales, y “dado que en verdad tenía la
dio —esa extraordinaria épica mitológica sobre naturaleza de un hombre detrás de la apariencia
personas que cambian de forma (y posiblemente de una mujer, se le llamó la ‘andrógina’”. La se-
la obra literaria que ha ejercido mayor influencia gunda, Afrania, solía iniciar casos legales ella mis-
en Occidente después de la Biblia)— regresa una y ma y era tan “imprudente” como para abogar en
otra vez a la idea del silenciamiento de las muje- persona, al punto de que todos se cansaron de sus
res como parte de su proceso de transformación. “ladridos” o “aullidos” (se le sigue restringiendo el
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Júpiter convierte a la desdichada Ío en vaca para habla humana). Se nos dice únicamente que murió
que ya no pueda hablar y sólo pueda mugir. A su en el año 48 antes de nuestra era, dado que “con
vez, la ninfa parlanchina Eco es castigada de tal anormales como ésta es más importante registrar
forma que su voz no volverá a ser suya, sino tan cuándo murieron que cuándo nacieron”.
sólo un instrumento para repetir las palabras de En el mundo clásico existen sólo dos excepciones
los otros. (En la famosa pintura de Waterhouse ella a la idea de la voz pública de las mujeres como
observa a su deseado Narciso sin poder iniciar abominación. Primero, se les permite a las mu-
una conversación, mientras que él se ha enamora- jeres hablar en público como víctimas o como
do de su propia imagen en el estanque.) En el siglo mártires, casi siempre como prefacio a su propia
i de nuestra era, un entusiasta antologador roma- muerte. Se representaba a las mujeres cristianas
no fue capaz de compilar sólo tres ejemplos de de la Antigüedad defendiendo con vehemencia su
fe mientras las lanzaban a los leones, y en una cuestión —de nombre Hortensia— se sale con la
anécdota bien conocida de la historia temprana suya porque actúa explícitamente como portavoz
de Roma, la virtuosa Lucrecia, tras ser violada por de las mujeres de Roma cuando las obligan a pagar
un cruel príncipe de la monarquía reinante, da un un impuesto adicional para financiar una guerra
discurso en parte para denunciar al violador y cuestionable. En otras palabras, las mujeres pue-
también para anunciar su propio suicidio (o así den, en circunstancias extremas, defender sus
presentaron la escena los escritores romanos. ¿Qué intereses en público, pero no pueden hablar en
pasó en realidad? No tenemos idea). Pero incluso representación de los hombres ni de la comuni-
esta oportunidad de hablar, más bien amarga, dad completa. En general, como lo planteara un
podía ser arrebatada. Una de las historias de las gurú del siglo ii de nuestra era, “una mujer debe
Metamorfosis narra la violación de una princesa guardar modestia al exponer su voz ante los extra-
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joven, Filomela. Para prevenir una denuncia al es- ños, así como guarda modestia evitando quitarse
tilo de Lucrecia, el violador simplemente le corta la ropa”.
la lengua a Filomela. La imagen se retoma en Titus Sin embargo, hay mucho más en todo esto de lo
Andronicus, donde la lengua de Lavinia, a quien que se puede ver a primera instancia. Este “mutis-
también violan, es arrancada. mo” no es sólo un reflejo de la generalizada falta
La segunda excepción nos resulta más familiar. de poder de las mujeres en el mundo clásico: un
En ocasiones las mujeres podían llegar a hablar en inexistente derecho a votar, una limitada indepen-
público legítimamente para defender sus hogares, dencia legal y económica, y más. Las mujeres de
a sus hijos, a sus esposos o los intereses de otras la Antigüedad evidentemente no tenían incentivos
mujeres. En el tercer ejemplo de oratoria femenina para levantar la voz en una esfera política donde
discutida por el antologador romano, la mujer en no tenían influencia alguna. Pero aquí estamos
hablando de una exclusión del discurso público
incluso más profunda. Una que ejerce gran in-
f luencia —más de la que estamos dispuestos a
reconocer— sobre nuestras propias costumbres,
convenciones e ideas sobre la voz de las mujeres.
Me refiero a que el habla pública y la oratoria no
eran tan sólo cosas que las mujeres no hacían en la
Antigüedad: se trataba de prácticas exclusivas y de
habilidades que definían a la masculinidad como
género. Como vemos con Telémaco, convertirse en
hombre —y estamos hablando de un hombre de
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élite—, implicaba reclamar el derecho de poder
hablar. El discurso público era uno de los atributos
—si no es que el atributo definitorio— de la mas-
culinidad. Una mujer hablando en público, en la
mayoría de las circunstancias, por definición, no
era una mujer. A lo largo y ancho de la literatura
de la Antigüedad, una y otra vez, se hace hincapié
en la autoridad que posee la profunda voz mascu-
lina. Un tratado científico antiguo lo planteó de
manera explícita, indicando que una voz grave era
señal de valentía masculina, mientras que una voz
aguda era signo de cobardía femenina. O, como la cual somos aún, directa y a menudo indirecta-
insistían otros escritores clásicos, el tono y timbre mente, herederos. No quiero exagerar. La cultura
del habla de las mujeres amenazaba con subvertir occidental no le debe todo a los griegos y a los
no sólo a la voz del orador masculino, sino también romanos, ni con respecto al habla ni a cualquier
a la estabilidad social y política, a la salud del Es- otra cosa (gracias al cielo no es así; a nadie le gus-
tado mismo. De tal forma, otro gurú y orador del taría vivir en un mundo grecorromano). Existen
siglo ii, Dio Chrysostom —cuyo nombre elocuen- todo tipo de variantes compitiendo por ejercer
temente significa Dio Boca Dorada— pidió a su influencia sobre nosotros, pero nuestro sistema
público que imaginara “a una comunidad entera político ha derrocado, por suerte, muchas de las
asediada por la siguiente aflicción: todos los hom- certezas en torno al género que caracterizaron
bres, de un instante a otro, adquieren voz de mujer, a la Antigüedad. Sin embargo, es todavía un he-
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y ningún hombre —niño o adulto— puede articu- cho que nuestras propias tradiciones de debate y
lar en tono masculino. ¿No sería aquello más difícil discurso público, sus convenciones y reglas, siguen
de tolerar que cualquier peste? Sin duda, ante este estando en gran parte bajo la sombra del mundo
escenario, pedirían ayuda en el santuario y consul- clásico. Las técnicas modernas de retórica y per-
tarían con los dioses para propiciar con obsequios suasión, formuladas en el Renacimiento, surgieron
una intervención divina”. Y no bromeaba. de discursos y manuales de la Antigüedad. Incluso
Lo que busco recalcar es que no se trata de la nuestros propios términos de análisis retórico se
ideología particular de alguna cultura lejana. Le- pueden rastrear hasta Aristóteles y Cicerón (es
jana en tiempo, tal vez. Pero ésta es la tradición común señalar que Barack Obama, o sus discur-
del habla marcada por el género —y también la sistas, aprendieron sus mejores trucos de Cicerón).
teorización del habla en relación al género— de En cuanto al parlamento inglés, aquellos caballeros
decimonónicos que concibieron y consagraron la como andróginas anormales, como Maesia, quien
mayoría de las reglas y procedimientos parlamenta- se defendió en el foro. El caso más obvio es el lla-
rios que ahora nos parecen tan familiares, vienen, mado beligerante de la reina Isabel I a sus tropas en
precisamente, de las teorías clásicas y de las consig- Tilbury en 1588, de cara a la armada española. Con
nas y prejuicios que he mencionado. De nuevo, no las palabras que muchos memorizamos en la escue-
somos tan sólo las víctimas ingenuas de nuestra la, ella parece apropiarse de su propia androginia:
herencia clásica, pero esta tradición nos ha pro- “Sé que tengo el cuerpo de una débil y enfermiza
porcionado un poderoso patrón de habla públi- mujer, pero tengo el corazón y el estómago de un
ca para decidir si una oratoria es buena o mala, rey, y de un rey de Inglaterra, además”. Es extraño
persuasiva o no persuasiva, y la voz de quién debe que pidamos a las mujeres jóvenes memorizar esta
escucharse en el espacio público. Y es evidente consigna. De hecho, es muy probable que Isabel
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que el género es una parte importante del coctel. jamás haya dicho tal cosa. No existe una versión
del discurso escrita con su puño y letra, ni tampoco
de sus discursistas, ningún testigo de primera mano.
II La versión canónica proviene de una carta escrita
por un comentarista poco fiable que cargaba con
Basta con echar una mirada superflua a la tradición sus propios intereses, escrita casi cuarenta años des-
moderna occidental de producción de discursos pués. Para mis efectos, la probable ficción del dis-
—al menos hasta el siglo xx— para notar la fre- curso lo hace aún mejor: la vuelta de tuerca es
cuencia con la que se repiten muchas de las temá- que el escritor de la carta, un hombre, planta la
ticas clásicas que he mencionado. Las mujeres que presunción (o confesión) de androginia en la boca
reclaman su acceso a la voz pública son tratadas de Isabel.
Al analizar las tradiciones modernas de oratoria, míticas como las de Isabel en Tilbury. La versión
vemos que las mujeres siguen teniendo permiso de autorizada fue escrita casi una década después de
hablar en público únicamente en defensa de sus que Sojourner Truth dijera lo que sea que haya
propios intereses o para exhibir su cualidad de víc- dicho —y fue entonces cuando el famoso estribi-
timas. Si buscamos las contribuciones de mujeres llo, que es casi seguro no dijo, fue incluido—. Al
en esos curiosos compendios llamados “los cien mismo tiempo, sus palabras fueron traducidas a un
mejores discursos de la historia” y similares, encon- acento sureño, para acompañar el mensaje aboli-
tramos que los más destacados, desde Emmeline cionista, sin importar que ella fuera del norte y
Pankhurst hasta el discurso de Hillary Clinton hubiera crecido hablando holandés. No estoy argu-
ante la conferencia de la ONU en Beijing, tratan mentando que las voces de las mujeres que surgen en
sobre mujeres. Lo mismo sucede con el ejemplo de defensa de las causas de las mujeres no sean im-
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oratoria femenina que posiblemente ha sido más portantes, pero sigue siendo el caso que su discurso
antologizado, el discurso de 1851 “Acaso no soy público ha sido, por siglos, relegado a ese nicho.
yo una mujer” de Sojourner Truth, la abolicionis- Aquí supongo que debería señalar —antes de que
ta y defensora estadounidense de los derechos de alguien más lo haga— un detalle sobre el tema de
la mujer que fuera esclava. “Acaso no soy yo una mi discurso esta noche. Nadie me lo impuso. Pero
mujer”, se supone que dijo. “He dado a luz a 13 no es coincidencia que elija hablar sobre “la voz
hijos y he visto a casi todos convertirse en esclavos, pública de las mujeres” en lugar de, digamos, mi-
vendidos, y cuando lloré con mi dolor de madre, gración o la guerra en Siria. Probablemente yo
¡nadie más que Jesús me escuchó! Y acaso no soy misma deba confesar que pertenezco a ese nicho.
yo una mujer…” Debo decir que no importa cuán La verdad es que incluso esa temática, donde
influyentes hayan sido estas palabras. Son casi tan gozamos de licencia, no ha estado disponible para
las mujeres ni siempre, ni de manera consistente. probable que en efecto hayan surgido de fuentes
Existen incontables ejemplos de esfuerzos por bo- clásicas). Bajo la influencia de las mujeres estadou-
rrar a las mujeres del discurso público muy al es- nidenses, insistía James, el lenguaje se encuentra
tilo de Telémaco. Quien haya leído Las bostonianas en riesgo de convertirse en un “genérico balbuceo
de Henry James, novela publicada en la década de o revoltijo, un baboseo sin lengua, un gruñido o un
1880, recordará que uno de los temas principales chillido”; sonará como “el mugir de la vaca, el re-
del libro es el silenciamiento de Verena Tarrant, buznar del asno, el ladrido del perro”. (Nótense los
una joven activista y oradora feminista. Confor- ecos a Filomela sin lengua, al mugido de Ío y al
me se acerca a su pretendiente, Basil Ransom (un ladrido de la mujer oradora en el foro romano.)
hombre dotado de una voz profunda y grave, en- James fue uno entre muchos. En una cruzada por
fatiza James), ella se percibe poco a poco menos establecer estándares adecuados para el discurso
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capaz de hablar en público como lo hiciera antes. público en Estados Unidos, algunos de sus notables
Ransom vuelve a privatizar su voz, insistiendo en contemporáneos alabaron el dulce silbido domés-
que ella sólo le hable a él. “Guarda tus reconfor- tico de la voz de las mujeres, mientras se oponían
tantes palabras sólo para mí”, le dice. Es difícil por completo a su uso en el resto del mundo. Hubo
discernir el punto de vista de James en la novela — todo un escándalo en torno a los “tonos finos y na-
Ransom, por su parte, no resulta particularmente sales” del discurso público de las mujeres, sobre
simpático—. Pero en sus ensayos James deja clara sus “vibraciones, resoplidos, sorbidos, gimoteos y
su postura. Ahí escribió sobre los efectos contami- relinchidos”. “En nombre de nuestros hogares, de
nantes, contagiosos y socialmente destructivos de nuestros hijos, de nuestro futuro, de nuestra honra
la voz de las mujeres, usando palabras que podrían nacional”, escribía James, “¡no nos permitamos
provenir de la pluma de un romano del siglo ii (y es tener mujeres así!”
Por supuesto, hoy en día no hablamos en térmi-
nos tan simples. O no de la misma manera. Pero me
parece que varios aspectos de este conglomerado
de ideas tradicionales —que se remonta hasta hace
dos milenios— sobre la inepitud de las mujeres
para hablar en público, continúa fundamentando
muchas suposiciones, e incomodidades, en torno a
la voz femenina en el espacio público. Considere-
mos el lenguaje que usamos hoy en día para des-
cribir el sonido del habla de las mujeres, y veremos
que no estamos tan lejos de James o de los roma-
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nos que nos daban cátedra. Al argumentar a favor
de algo, al luchar desde su esquina, al atreverse
a hablar, ¿qué se dice de las mujeres? Que son
“estridentes”, “quejumbrosas”, que “chillotean”.
Tras un episodio especialmente nauseabundo de
comentarios en internet en torno a mis genitales,
tuiteé (con bastante valor, yo pensé) que todo ello
me dejaba “sin palabras”. Esto fue reportado por
un comentarista en una revista inglesa de amplia
circulación en los siguientes términos: “La miso-
ginia me deja ‘sin palabras’, lloriqueó”. (Por lo
que he podido encontrar, tras una rápida búsque- Tampoco se tiende a escuchar la voz del experto
da en Google, el único otro grupo social en Gran en la voz de las mujeres, al menos no fuera de las
Bretaña del cual se dice que “lloriquea” tanto esferas tradicionales de los intereses particulares de
como las mujeres son los capitanes de equipos de las mujeres mismas. Es muy distinto que una mujer
futbol que van perdiendo.) que es diputada sea Ministra para las Mujeres (o de
¿Estas palabras importan? Por supuesto que sí, Educación o de Sauld) a que sea canciller de Ha-
porque respaldan términos que funcionan para re- cienda (un puesto que nunca ha sido ocupado por
mover la autoridad, fuerza e incluso el humor de lo una mujer en Gran Bretaña). En todos los rubros
que las mujeres quieren decir. Son términos que seguimos observando una resistencia tremenda a
remiten a las mujeres a la esfera doméstica (las per- la usurpación femenina de territorios del discurso
sonas lloriquean por cosas como tener que lavar la que son tradicionalmente masculinos, ya sea en el
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ropa), trivializan sus palabras y las “re-privatizan”. abuso lanzado contra Jacqui Oatley por atreverse a
Contrastemos al hombre de la “voz profunda” con salir de la cancha para convertirse en la primera
todas las connotaciones de profundidad que la pala- mujer comentadora del programa deportivo Match
bra “profunda” evoca. Sigue siendo el caso que cuan- of the Day, o a lo que se enfrentan las mujeres que
do alguien percibe una voz femenina no escucha aparecen en el programa Question Time, donde la
una voz que evoca autoridad; o más bien, no han variedad de temas discutidos suelen entenderse
aprendido a escuchar autoridad en ella, no escu- convencionalmente como de “política masculina”.
chan el muthos. Y no es sólo la voz. Podemos agregar No sorprende que el mismo comentarista que me
a la lista las arrugas y los rostros con marcas: vistos acusó de “lloriquear” dice organizar un concurso
como signo de madurez y sabiduría en un hombre, “pequeño y chistoso” para nominar a “la mujer
pero señal de caducidad en el caso de una mujer. más estúpida en aparecer en Question Time”. Más
interesante aún es otro vínculo cultural que esto guarderías infantiles (sin importar cuan importantes
revela: cuando una mujer enuncia posturas poco sean estas cosas). Debemos enfocarnos en temas
populares, controversiales o sencillamente distintas, más fundamentales: cómo hemos aprendido a es-
éstas se convierten en indicadores de su estupidez. cuchar las aportaciones de las mujeres. Regresan-
No es que estemos en desacuerdo, es que ella es do a la caricatura por un momento, se trata de lo
idiota. “Disculpa, querida, es que no entiendes.” que me gustaría llamar “la cuestión de la Señorita
He perdido la cuenta de la cantidad de veces que Triggs”. El punto no es que ella logre que sus pa-
me han llamado “tarada ignorante”. labras entren con calzador a la conversación, sino
Estas actitudes, suposiciones y prejuicios están preguntarnos cómo podemos todos volvernos más
programados en nuestro ser: no en nuestros cere- conscientes de los procesos y prejuicios que nos con-
bros (no existe una razón neurológica para que ducen a no escucharla.
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entendamos que las voces graves implican más
autoridad que las agudas), sino en nuestra cultu-
ra, nuestro lenguaje y milenios de nuestra historia. III
Cuando pensamos en la sub-representación de las
mujeres en la política nacional, en su enmudecimien- Algunas cuestiones de la voz en relación al género
to relativo en la esfera pública, debemos pensar tienen que ver con los trolls en internet, las ame-
más allá del Primer Ministro y sus cuates en el nazas de muerte y el abuso. Debemos tener cui-
Bullingdon Club, más allá del mal comportamien- dado al generalizar con demasiada confianza en
to y la cultura machista de Westminster; debemos torno a los ángulos más repugnantes de internet:
pensar incluso más allá de los horarios de trabajo estos aparecen en distintas formas (no pasa lo mis-
que se adaptan a las necesidades familiares y las mo en Twitter, por ejemplo, que en la sección de
comentarios al final de una noticia), y las amenazas personas que por un momento han perdido todas
de muerte, al ser actos criminales, son distintas del sus inhibiciones interiores (y que se pueden llegar
abuso sexista “desagradable”. El blanco de estos a disculpar profusamente después). Hay más tristes
ataques incluye a personas de diversa índole, des- que villanos. Cuando me siento compasiva, pien-
de familiares en duelo tras la muerte de sus hijos so que mucha de la agresión emana de personas
adolescentes, hasta todo tipo de celebridades. Lo que se sienten decepcionadas por las falsas prome-
que está claro es que muchos más hombres que sas de democratización proclamadas por Twitter,
mujeres son los perpetradores de estas dinámicas por ejemplo. Se supone que debería ponernos en
de abuso en línea, y atacan a muchas más mujeres contacto directo con aquellos que están en el po-
que hombres (un estudio académico indica una der, para abrir así un nuevo tipo de conversación
proporción de 30 mujeres por cada hombre como democrática. Y no se logra nada parecido: si le
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blanco). Por si sirve de parámetro: yo recibo lo tuiteamos al Primer Ministro o al Papa, lo leerán
que podríamos llamar una respuesta “inapropia- tanto como si les enviáramos una carta —y, de he-
damente hostil” (algo que rebasa la crítica justa o cho, el Primer Ministro por lo general ni siquiera
incluso un enojo justificable) después de cada escribe los tuits que aparecen con su nombre—.
ocasión en que hablo en radio o televisión (y yo ¿Cómo podría? (Aunque no estoy segura respecto
no he sufrido nada cercano a lo que han sufrido al Papa.) Sospecho que una parte del abuso surge
otras mujeres). del sentimiento de fracaso generado por esas falsas
El motor detrás de esto, estoy segura, tiene que promesas, de una frustración que se redirige a un
ver con una multiplicidad de factores. Mucho del objetivo convenientemente tradicional (una “mu-
abuso surge de jóvenes rebeldes, o personas que han jer escandalosa”). Las mujeres no son las únicas
bebido demasiado alcohol, otro tanto viene de que se sienten “sin voz”.
Pero mientras más he analizado las amenazas e
insultos que reciben las mujeres, más me he dado
cuenta de que caben a la perfección en los viejos
patrones de los cuales he estado hablando. Para
empezar, como mujer realmente no importa qué
postura tomes en torno a un tema: si te aventuras
en territorio masculino, el abuso va a llegar a como
dé lugar. Lo que detona la agresión no es el con-
tenido de lo dicho, es el hecho de que lo estás di-
ciendo. Y eso se ajusta a las características de las
intimidaciones en sí. Éstas incluyen una variedad
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bastante predecible: violaciones, bombardeos,
asesinato y demás (puede que yo suene relajada
al respecto, pero eso no quita que resulta aterro-
rizante cuando la amenaza llega en medio de la
noche). Una subcategoría considerable del abuso
está dirigida a silenciar a la mujer. “Tú cállate, pe-
rra”, es un estribillo bastante común. A veces pro-
meten eliminar la capacidad de las mujeres para
hablar: Recibí un tuit que decía, “Voy a cortarte
la cabeza para violarla”. “Cerdasincabeza” fue el
alias de elección de un usuario que amenazaba a
una periodista estadounidense. Otra periodista re- ojalá lo supiera. Estoy segura de que no existe un
cibió un tuit que decía, “Deberían arrancarte la solo grupo de amigas o compañeras en este país (tal
lengua”. El objetivo de estas expresiones, crudas y vez en el mundo entero) que no haya discutido los
agresivas, es mantener a las mujeres fuera, o lograr detalles cotidianos de “la cuestión de la Señorita
sacarlas, del espacio discursivo de los hombres. Es Triggs”, ya sea en una oficina, un comité, una sala
difícil no identificar una ligera conexión entre estos de consejo, un seminario o el parlamento. ¿Có-
exabruptos enloquecidos de Twitter —la mayoría mo logro que se escuche mi punto de vista? ¿Cómo
se quedan sólo en eso— y los hombres que en el hago para que noten mi presencia? ¿Qué tengo
parlamento interrumpen a las diputadas con tal que hacer para participar en esta discusión? Estoy
fuerza que no se puede escuchar lo que están di- segura de que algunos hombres también sienten
ciendo (al parecer en el parlamento afgano les des- lo mismo. Pero si algo une a todas las mujeres,
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conectan los micrófonos a las mujeres cuando no de todos los orígenes, de todas las ideologías po-
las quieren escuchar). Irónicamente, la solución bien líticas, en todo tipo de negocios y profesiones, es
intencionada que suele recomendarse a las mujeres la experiencia clásica de la intervención fallida:
tras recibir este tipo de amenazas produce exacta- Estás en una reunión, argumentas tu punto, surge
mente lo que los agresores buscan: su silencio. “No un breve silencio, y tras unos cuantos segundos
expongas al agresor. No les pongas atención; eso es incómodos algún hombre sigue hablando de lo
lo que buscan. Tú sólo quédate callada”, se nos dice. que estaba hablando antes. “Lo que estaba di-
Lo cual equivale a dejar que los bullies sigan adue- ciendo es que…” Es como si nunca hubieras dicho
ñándose de su parte del patio de juego. nada, y terminas culpándote a ti misma, tanto
Suficiente diagnóstico, ¿cuál es el remedio prác- como a los hombres que creen que la discusión es
tico? Como la mayoría de las mujeres, pienso que su club exclusivo.
Quienes logran hacerse escuchar muy a menudo sigamos un camino del tipo “los hombres son de
adoptan alguna versión de la solución “andrógina” Marte, las mujeres son de Venus”. Presiento que, si
—como Maesia en el foro o Isabel en Tilbury—, vamos a progresar con “la cuestión de la Señorita
conscientemente emulan aspectos de la retórica Triggs”, necesitamos volver a los principios bási-
masculina. Eso fue lo que Margaret Thatcher hizo cos de la naturaleza de la autoridad del habla: qué
cuando tomó entrenamiento vocal con el objetivo la constituye, cómo y dónde hemos aprendido a
específico de volver su voz más grave, dándole un detectar una voz con autoridad cuando la perci-
tono de autoridad, porque en opinión de sus ase- bimos. Y más que incitar a las mujeres a tomar
sores su voz aguda carecía de ella. Y eso está bien, entrenamiento de voz para desarrollar lindos to-
de cierta forma, si funciona. Pero ese tipo de es- nos, profundos, roncos y por completo artificiales,
trategias tienden a dejar a las mujeres sintiéndo- deberíamos pensar más en las grietas y fisuras que
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se excluidas, como si fueran imitadoras de un rol forman la base del discurso masculino dominante.
retórico que sienten que no les pertenece. Siendo Aquí, una vez más, los griegos y los romanos nos
francos, que las mujeres actúen como hombres pueden resultar útiles. Si bien es cierto que la cultu-
puede ser una solución rápida, pero no llega a la ra clásica es en parte responsable de nuestras des-
raíz del problema. caradas suposiciones en torno al discurso público y
Necesitamos pensar en los aspectos fundamen- las cuestiones de género —el muthos masculino y el
tales que rigen nuestras operaciones retóricas. No silencio femenino— también es cierto que algunos
me refiero a la vieja fórmula de que “al fin y al escritores antiguos resultaron ser mucho más re-
cabo, los hombres y las mujeres hablan idiomas flexivos que nosotros acerca de esas suposiciones.
distintos” (si lo hacen, es porque les han enseñado Algunos incluso estuvieron subversivamente cons-
idiomas distintos); es decir, no quiero sugerir que cientes de lo que estaba en juego, les conflictuó
esta simplicidad y dieron indicios de resistencia. orador público más poderoso del mundo romano.
Ovidio puede haber silenciado a sus mujeres a El escuadrón de la muerte que lo asesinó, llevó
través de transformaciones o mutilaciones, pero triunfalmente su cabeza y sus manos a Roma. Ahí
también sugirió que la comunicación transcendía se colgaron los pedazos de su cuerpo, sobre la pla-
a la voz humana y que las mujeres no podían ser taforma de los oradores en el foro, para que todo el
silenciadas tan fácilmente. Filomela perdió su len- mundo los pudiera ver. Fue entonces, según cuenta
gua, pero aun así encontró la forma de denunciar la historia, que Fulvia, esposa de Marco Antonio,
a su violador al tejer su nombre en un tapiz (razón quien había sido víctima de algunas de las polémi-
por la cual a la Lavinia de Shakespeare le cortan cas más devastadoras de Cicerón, fue a echar un
tanto las manos como la lengua). Los retóricos más ojo. Y cuando miró los pedacitos que quedaban de
inteligentes de la Antigüedad estaban preparados él, se quitó los prendedores del cabello y apuñaló
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para aceptar que las mejores técnicas masculinas de con ellos, una y otra vez, la lengua del hombre. Es
persuasión oral eran incómodamente similares (así una imagen desconcertante que uno de los objetos
lo veían ellos) a las de la seducción femenina. Pre- definitorios del adorno femenino, el prendedor, se
ocupados, se preguntaba si, en ese caso, ¿podría utilizara como arma en el sitio preciso de la pro-
estar la oratoria masculina en peligro? ducción del discurso masculino —una suerte de
Una anécdota particularmente sangrienta revela Filomela a la inversa—.
con gran claridad la guerra irresuelta entre los gé- Aquí quiero apuntar que estoy hablando de una
neros que yace bajo la superficie de la vida pública tradición antigua con consciencia crítica de sí
y el espacio del habla. Durante las guerras civiles misma: no es que rete de manera directa el pa-
romanas que siguieron al asesinato de Julio César, trón básico que he delineado, pero se compromete
lincharon a Marco Tulio Cicerón, el polemista y a revelar sus propios conflictos y paradojas, para
postular preguntas mayores en torno a la natura-
leza y el propósito del habla, masculina o femeni-
na. Deberíamos tal vez tomarlo como una señal,
y traer a la superficie el tipo de preguntas que
solemos ignorar sobre cómo hablamos en público
y por qué razón ciertas voces tienen cabida ahí.
Tal vez necesitamos tomar consciencia de nosotros
mismos, para dilucidar qué entendemos por voz
autorizada y cómo la hemos construido. Necesi-
tamos resolver eso antes de resolver cómo es que
nosotras, Penélopes modernas, podemos encontrar
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formas de contestarle a nuestros Telémacos —o
en todo caso, decidirnos a prestarle a la Señorita
Triggs unos prendedores de cabello—.
L A VOZ P ÚBL I C A DE L AS M UJ E RE S
es el primer título de la colección desdoble y pertenece
a la serie Remoto. Se terminó de imprimir y encuadernar
el mes de septiembre de 2017, en los talleres de imagen es
creación impresa, ubicados en Oriente 241-a, núm. 28 bis,
col. Agrícola Oriental, 08500, deleg. Iztacalco, Ciudad de
México, México. La edición consta de 500 ejemplares.

Ni una menos.

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