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ARMADILHAS DA HONRA E DO PERDÃO: USOS SOCIAIS DO DIREITO NA

MATA PERNAMBUCANA
Lygia Sigaud
Con ocasión del golpe de Estado de 1964, los militares desencadenaron ope
raciones de represión sistemática contra los que habían participado activamente
en las luchas sociales. En los últimos años, con las Ligas Campesinas, y desde
principios de los años 60, con los recién creados sindicatos de trabajadores
rurales, había habido enfrentamientos con los dueños de tierra, huelgas y huelgas,
grandes manifestaciones por el cumplimiento de los derechos laborales recién
extendidos a los hombres del campo. En Río Formoso, municipio del litoral sur de
la mata pernambucana, el sindicato fue invadido y cerrado: los dirigentes
sindicales que no lograron escapar fueron arrestados; otros desaparecieron sin
dejar rastros; los delegados sindicales se convirtieron en blanco de persecución
policial y / o militar, después de ser denunciados por los patrones, fueran ellos
señores de ingenio o usinos. En ese contexto, Amaro Pedro, delegado sindical del
ingenio 1Porto Alegre, sintiéndose en peri go, pidió la protección del patrón del
ingenio Amaragi, que tenía reputación de ser un hombre "bueno". José Bezerra-
este era su nombre- acogió a Amaro Pedro en sus tierras, como uno de sus
modores, como eran llamados aquellos que residían y trabajaban en las
plantaciones. Pasados algunos meses del golpe, gracias a la mediación de
sacerdotes de la Iglesia Católica junto a los militares 2, los sindicatos fueron
reabiertos y comenzaron a reestructurarse. Las huelgas y manifestaciones por el
cumplimiento de los derechos eran impensables en la nueva coyuntura. Los
militares, sin embargo, mantuvieron la Justicia en funcionamiento y no revocaron
el Estatuto del Trabajador Rural, la ley votada por el Congreso Nacional en 1963
extendiendo la legislación laboral al campo. Los dirigentes sindicales se
empeñaron entonces en estimular a los mo- dores a encaminar reclamos a la
Justicia del Trabajo, con base en la nueva ley. Habiendo reanudado sus contactos
con el sindicato, Amaro Pedro presentó, en el año 1965, una queja contra José
Bezerra, en la Junta de Conciliación y Juicio del municipio de Escalada, por el no
pago de algunos cargos laborales.
El patrón apenas pudo creer al recibir la citación judicial. Mandó llamar al mo
rador, que confirmó ser él quien lo estaba procesando. En el día de la audiencia,
ambos se encontraron ante el juez. Bezerra fue condenado y pagó su deuda en la
Junta. De vuelta a Amaragi, mandó al administrador a decir a Amaro Pedro que no
quería verlo y ni que lo saludara. A la mañana siguiente, el trabajador fue al
encuentro del jefe en la casa grande: con lágrimas en los ojos le pidió perdón y le
devolvió el dinero ganado la víspera. Y la paz se restableció entre ellos. Fue José
Bezerra el primero en relatar este episodio. En 1995, lo encontré en Amaragi.
Tenía entonces 74 años. Vivía en el ingenio y ya estaba jubilado. La gestión de la
hacienda había delegado a Roberto, su único hijo. Casi al final de una entrevista
que trataba de su trayectoria 3, el viejo jefe narró el episodio envolviendo a Amaro
Pedro y, invirtiendo los papeles, me preguntó: "¿Cómo explica usted esto? Porque
yo, nunca entendí. Pasados treinta años, el hecho aún lo intrigaba. En la víspera,
me dijo, había rememorado el acontecimiento con el administrador de la hacienda.
En 1996, Bezerra falleció. Al año siguiente, me encontré con Ama ro Pedro,
entonces con 74 años. Estaba jubilado y desde 1988 no vive más en el ingenio. Se
instaló en una pequeña casa en la ciudad de Rio Formoso, manteniendo en
Amaragi su tío, a los cuidados de la hija más vela. La historia me fue entonces
recontada con otros detalles. En la salida de la audiencia, él se habría dado
cuenta de su acto: "¿Pero qué he hecho con su Zé Bezerra?" Buscó entonces al
patrón, que le dijo: "Vaya a baluar. No voy a odiarlo ni ponerlo fuera ". Procesar a
Bezerra fue una "debilidad de juicio", me contó un arrepentido Amaro Pedro, que
nunca más recurrió a la justicia contra su jefe - y lloró su muerte.
La acogida de un delegado sindical por el patrón en un momento turbulento como
el post-64, el episodio del proceso, el pedido y la concesión del perdón son hechos
que pueden ser clasificados como excepcionales en el ámbito de las relaciones
sociales de las plantaciones cañaverales. Tradicionalmente, los patronos
abrigaban a personas ligadas a ellas que acaban siendo perseguidas por
enemigos o por la policía. Esta tendía a restar la autoridad de los señores de tierra
y no entraba en los ingenios. No era, sin embargo, esperado que vinieran a acoger
a aquellos que ponían en cuestión el orden social y político en las plantaciones,
como lo están haciendo, a principios de los años 60, sindicalistas y delegados
sindicales. Procesar el patrón por violación de los derechos era todavía práctica
incipiente entre los trabajadores rurales al año siguiente al golpe. Pero tanto en la
época como en los años subsiguientes, cuando la práctica se generalizó, no se
esperaría que aquel que, al ser amparado por el patrón, con él había contraído
una deuda moral, fuera acusarle ante la justicia: deudas morales tienden a anular
las deudas jurídicas . Buscar ser perdonado después de haber movido un proceso
es recurrente en la zona caña.
El arrepentimiento, sin embargo, se manifiesta en la secuencia del acto de dar
queja y no después de la audiencia, que ocurre ya pasado algún tiempo, tres
meses en el míimo. Conceder el perdón a alguien que fue hasta el final en los
trámites judíos es una cuestión que ni siquiera se plantea: normalmente, los
patrones responden a los que reclaman en la Justicia con represalias. Casos
excepcionales, o los llamados casos contrarios, como el que involucra a Bezerra y
Amaro Pedro, tienen la virtud de exponer a la luz lo que permanece a la sombra
en los análisis centrados sobre las normas y construyéndolos por medio de
modelos que, al no atentar para aquello que en ellos no encaja, terminan por
producir visiones simplificadas y empobrecedoras del mundo social, como si su
funcionamiento fuese simple y mecánico, como si en realidad las cosas no fueran
fluidas, como insistían Max Weber y Edmund Leach (Leach 1961; Weber 1965).
Pero los casos contrarios sólo se vuelven reveladores cuando se examinan en el
marco de las configuraciones socio-históricas precisas en que ocurrieron. Es lo
que propongo hacer aquí: voy a tratar de reconstituir las condiciones sociales en
las que se produjo el caso Bezerra-Amaro Pedro, de recuperar el sentido que
ustedes vivieron sus conductas en la sucesión de los acontecimientos, de
identificar las coerciones que se abatieron sobre ellos y explorar las implicaciones
del acontecimiento. En un segundo momento, voy a examinar la historia de las
relaciones sociales en el ingenio Amaragi en el período que sigue al proceso,
teniendo como foco el derecho, sus usos y su eficacia. El interés en proceder a
este análisis reside en la posibilidad de comprender mejor las condiciones sociales
en las que el derecho, tras la promulgación del Estatuto del Trabajador Rural, se
ha convertido en un regulador de las relaciones sociales en las plantaciones
cañaverales, así como la dinámica y la complejidad del proceso que contribuyó a
que los individuos pasas a actuar teniendo en cuenta la existencia de las normas
jurídicas. 4

A chegada dos direitos

José Bezerra era natural de Vitória de Santo Antão,


municipio situado en el oeste de la zona de la caña. Hijo mayor de un señor de
ingenio, llegó a Rio Formoso en 1952, con 32 años, para alquilar Amaragi, de
propiedad de la Central Central Barreiros. Carlos, su hermano, vino en la época y
se convirtió en arrendatario de otra propiedad de la misma usi na, el ingenio Serra
d'Água. Ellos eran dos, de entre 22 herederos, y su salida de la casa paterna
ciertamente tuvo relación con las posibilidades mínimas que tenían de allí lograr
venir a convertirse en señores de ingenio. El inicio de la década del 50 fue un
momento de expansión de la producción de caña de azúcar, gracias a una
coyuntura internacional favorable que abría nuevos mercados a la producción
brasileña. La Usina Central Barreiros ponía en marcha una política de pleno
aprovechamiento de su patri mio fundiario: las tierras entregadas a los dos
hermanos eran entonces practica mente inexploradas. Se les cabía allí desarrollar
la agricultura de la caña y, según los términos del contrato de alquiler, vender la
producción, después de la cosecha, a la usina. Desde el inicio de la colonización,
el azúcar era fabricado en los ingenios; y en el caso de la agricultura de la caña
seguía siendo practicada en los ingenios, fueran explotados por los industriales del
azúcar, los grandes propietarios o los agricultores, rendiéndolos, como eran
conocidos los que alquilaban tierras.

Em Amaragi, Bezerra se encontró sólo a algunos hombres y él pregonaba de


muchos más para explotar un ingenio de 1.200 hectáreas: la producción de la
caña era hecha -y aún hoy lo es- con grandes contingentes de mano de obra. Con
los que allí se encontraban y los cientos de otros que hizo venir, Bezerra reprodujo
el mismo tipo de relaciones sociales que conocía desde la infancia en el ingenio
del padre: las relaciones de morada 6. En el cuadro de la morada, el patrón
establecía un lazo personal con cada uno de sus mo ra del res. El hombre que
quisiera trabajar en un ingenio se di riga al patrón para pedirle morada. Esta
comprendía una casa, el di reito de cultivar un pedazo de tierra para su propia
subsistencia y una remuneración por el trabajo efectuado en la plantación. Aquel
que se convertía en un mo rador que podía contar con el patrón, que lo protegería,
sobre todo en los momentos difíciles, como en el caso de enfermedad y muerte; él
también salía que el patrón le daría regalos, como ropa en la Navidad, pey en la
Pascua y eventualmente carne fresca. En cambio, él debe ríe trabajar sólo para su
jefe y le ser leal. Tales cosas no eran dichas en el momento del pedido y
concesión de la morada, y tampoco se había firmado ningún documento. Todo era
implícito y todos conocían las reglas del juego. Ya en las usinas, el pedido de la
morada era dirigido al administrador del ingenio y las relaciones con el patrón eran
más impersonales. Sin embargo, en el espacio de los ingenios de las plantas, los
industriales también
la preocupación de respetar algunas de las reglas de morada, con el fin de atraer
al resto de sus propiedades. Así, también autorizaban los mora del resa cultivar la
tierra y los amparaban en momentos difíciles, por medio de los servicios de
protección social que implantaban en las usinas 7
Desde el punto de vista del observador, la protección y los presentes constituían
obligaciones patronal, así como los deberes de no trabajar fuera y de ser leal
correspondían a obligaciones de los moores. Se trataba de obligaciones cuya
garantía descansaba en una convención y cuya legitimidad estaba fundada en la
creencia en la tradición, retomando aquí las proposiciones weberianas 8. Pero
para el trabajador sólo sus obligaciones eran percibidas como tales. Las del
patrono las representaba como dones, como signos de su bondad, y se sentía, por
ende, endeudado. Por su parte, el patrón se concebía como un donante: la casa
de morada, a tener ra para cultivar, los presentes a lo largo del año atestaban sólo
su geosidad. Ser generoso era un valor, y el prestigio de los patrones se medía
por los signos exteriores de su magnanimidad 9. Como no todos los patrones
desempeñaban sus obligaciones del mismo modo, había aquellos que eran
tenidos como mejores que los demás. José Bezerra hizo todo para comportarse
como "un buen patrono" y logró ser así reconocido. Progresivamente, gracias a su
reputación, fue atrayendo trabajadores a Amaragi y consiguió la mano de obra que
necesitaba.
Amaro Pedro nació en el ingenio Canto Alegre, en Río Formoso. Pertenece a una
familia de mo. En rigor, los mo- res de resurgen siempre de familias que, de
generación en generación, se ponían al servicio de los patrones de la caña de
azúcar. Su madre era originaria de otro ingenio - Porto Alegre - y había sido
creada por la patrona en la casa-grande. No se conoce el origen de su padre. De
él se sabe sólo que tenía una función calificada: se ocupaba de las bestias de
carga, era estribor. Como solía ocurrir con los trabajadores calificados, era
disputado por los patrones y tenía una fuerte movilidad profesional. Así, durante la
infancia, Amaro Pedro vivió en varios ingenios. En 1945, con 23 años, se
encontraba en el ingenio donde su madre había nacido y cuyo dueño acababa de
fallecer. La viuda, tras delegar la gestión de Porto Alegre a su hijo, se instaló en
Recife, llevando con ella a Amaro Pedro, que era su ahijado, y su hermana: sus
padres también habían fallecido, y ella se sentía res ponsable por ellos . Dice
Amaro Pedro que la viuda los animó a estudiar, pero que él prefirió volver a Río
Formoso. En su regreso, comenzó a circular por los ingenios, como ocurría con
frecuencia entre los jóvenes célibes, que no podían legítimamente postular a la
morada, reservada a los jefes de familia. Se desplazó bastante, siempre por en
en el que se nombra a las plantaciones explotadas por un propietario o un
arrendatario, para distinguirlas de aquellas explora de las por los useros- y terminó
por reinstalar en Porto Alegre, donde se casó y se volvió morador.
esde el principio de los años 50, todo un conjunto de señales indicaba que estaba
en marcha un cambio en las reglas de la morada. Los patrones comienzan a
expandir el cultivo de la caña ya buscar ganancias de productivida de. Para ello,
retiran de los mo ra del reso usufructo de las tierras, de donde obtienen una parte
importante de su subsistencia, y modifican las formas de reubicación del trabajo
hecho. Además, pasan a descuidar sus obligaciones de protectores y donantes.
Esta ruptura unilateral de las reglas del juego crea las condiciones de posibilidad
de la ruptura de otras reglas que los mo ra resurrían como parte del orden natural
de las cosas, especialmente aquellas que los obligaban a ser leales a sus
patrones y a no cuestionar su autoridad. En torno a 1955, una importante reacción
comienza a estructurarse en la región oeste de la zona de la caña, con la consti-
tución de las Ligas Campesinas 10. En los años siguientes, la reacción de los mo
ra de la resalta por la ma ta pernambucana. A las ligas se suman sindicatos 11,
que empiezan a ser creados con el apoyo de militantes comunistas, trotskistas,
católicos de izquierda y de autoridades del gobierno federal interesadas en reducir
el poder de los grandes propietarios de tierra 12. En el resto del país, si la
organización de los trabajadores del campo, con la formación de ligas,
asociaciones y sindicatos, y con ella la presión por la reglamentación de las
relaciones de trabajo en el campo y por la reforma agraria. Es en esta coyuntura
que en 1963 se votó por el Congreso Nacional, el Estatuto del Trabajador Rural,
que imponía a los patrones numerosas obligaciones y, en caso de conflicto, la
mediación de la justicia laboral.

La extensión de los derechos sociales fue un evento de gran envergadura en


Pernambuco. En los días que siguieron a la votación de la ley, como las señas
Furtado (1964), el respeto a las nuevas normas jurídicas se convirtió en un objeto
de lucha. Las condiciones políticas eran favorables, gracias a la llegada de Miguel
Arraes al gobierno del estado. Elegido con el apoyo de fuerzas sociales llamadas
"progresistas", Arraes aseguró la libertad de organización y de expresión en la
región de las plantaciones. Los sindicatos promovían huelgas y manifestaciones
por el pago de los nuevos derechos, sobre todo del salario mínimo y del 13
asalario, y apoyaban los primeros procesos judiciales de mo- dores en las
violaciones de los derechos laborales. Aquellos que nunca habían ido a la justicia
contra sus patronos empezaron a hacerlo. Cinco tribunales laborales fueron
entonces instalados en la zona caña de azúcar. Gra
a la mediación del gobernador, el primer contrato colectivo de trabajo en la historia
de las relaciones sociales en las plantaciones fue entonces establecido entre los
dirigentes sindicales de los patrones y los de los trabajadores de los enge nios 13:
preveía, entre otras disposiciones, una tabla que definía los precios y las
dimensiones de las tareas agrícolas, que constituían el motivo más recurrente de
conflictos en los ingenios, ya que los patrones los imponían unilateralmente. En
Amaragi, Bezerra procuró adaptarse a la nueva coyuntura: en las carteras de
trabajo, pasó a respetar algunas de las nuevas obligaciones legales y no se opuso
a que el sindicato promovía la elección de un delegado sindical entre sus moores.
Su conducta era destoante en Río Formoso, donde los patronos, como en los
demás municipios de la zona de la caña, reaccionaban a la aplicación de la ley y al
trabajo sindical. Los conflictos se multiplicaron en torno al respeto a los diques,
término que los trabajadores utilizaban para designar las nuevas obligaciones
impuestas a los patrones y categoría cargada de simbolismo.
En Porto Alegre, donde se encontraba Amaro Pedro, los compañeros de ingenio y
los dirigentes sindicales del municipio sugirieron que asumiera la función de
delegado sindical, pero él no aceptó. Como no sabía leer, Amaro Pedro creía que
no estaba a la altura de la misión. Sus amigos insistieron: para ellos, Amaro
Pedro, como él mismo afirmaba, ti nha una "buena cabeza", una "buena teoría". Él
se dispuso entonces a ayudarlos. Y es así como una "ayuda" que expone en su
relato el trabajo sindical en el ingenio y la tarea de delegado sindical de hecho. Los
conflictos en Porto Alegre, como fuera de allí, estaban relacionados con la
extensión de las tareas agrícolas, nombradas el día, ya la remuneración
correspondiente. Cuando pensaban en la mediación, los mo- dores le llevaron a
Amaro Pedro para que negociara con el patrón. Si no hubiera acuerdo, recurría al
sindicato. Los dirigentes sindicales iban al ingenio. En caso de impas si,
ordenaban la huelga. Había también huelgas generales, que movilizaban a los
trabajadores de todo el municipio, como las que ocurrieron por el pago del 13
asalario. Sólo Amaragi permanecía al margen del movimiento social: allí no había
huelgas. Bezerra hacía reuniones semanales con los mo ra dores para decirles
que estaba a su lado, que no tenían necesidad de hacer huelgas, como contó Zé
Chico, el antiguo dirigente sindical del ingenio. Entonces, por "respeto" o por
"miedo", afirmó él, los mo ra del reso hacían paralizaciones y eran,
consecuentemente, malvistos por los otros trabajadores del municipio. En su
relato, treinta años después de los hechos, Bezerra aún se enorgulle de nunca
haber habido huelga en su ingenio. si
es porque él era "bueno". El argumento de la "bondad", subrayado por Bezerra,
constituye una especie de entre los moores de Amaragi y otros que vivieron ese
período: algunos llegaron a afirmar que el patrón "no merecía" una huelga.
Cuando el golpe de Estado, el mundo se derrumbó hacia los líderes sindicales.
Amaro Pedro fue denunciado por su patrón como "comunista" y "agitador", las
más frecuentes acusaciones contra aquellos que habían participado activamente
en el movimiento de protesta y reivindicación. La policía fue a buscarlo por la
noche, en Porto Alegre, pero él logró escapar y "color rer", en sus palabras, hasta
Amaragi. Fue al encuentro de Bezerra, a quien ya conocía. Amaragi era el ingenio
más productivo de Río Formoso y, a menudo, le faltaban brazos durante los
períodos de cosecha. Bezerra mandaba buscar, con la autorización de los
patrones, a los trabajadores de los ingenios donde el corte de la caña ya estaba
terminado. Fue en estas circunstancias que Amaro Pedro comenzó a frecuentar
Amaragi: iba hasta allí para cortar caña. La ocasión era ciertamente privilegiada
para que se cerciorara de que era procedente la fama de Bezerra. Amaro Pedro
sabía que aquel patrón ayudaba a mucha gente en Porto Alegre: transportaba, en
su propio coche, a los enfermos para hospitales de Rio Formoso y Barreiros,
municipio vecino. Bezerra ya había sido alcalde de Río Formoso entre 1958 y
1962, elegido en una disputa contra el candidato apoyado por los dueños de
Cucaú, una de las usinas del municipio. Aunque Amaro Pedro no haga referencia
a esta gestión, es probable que haya sido en esa época que Bezerra salió en
socorro de la gente de Porto Alegre. En Amaragi, oyó a personas que vivían bajo
la protección de Bezerra decir que él era un hombre "bueno". Además, vio con sus
propios ojos señales de una "bondad" que ciertamente le interesaba más: no
había restricciones al cultivo de la tierra por los trabajadores; muchos tenían sitios,
verdadero ideal de los moores y símbolo de una relación más durable con el
patrón, como señala Pal meira (1977b). En el acto de dar un sitio ya hecho o de
autorizar al mo rador hacerlo en una extensión de tierra determinada, el patrón
también decía simbólicamente que lo apreciaba, que lo quería y que deseaba que
se quedara. El morador se sentía más seguro y más libre para desarrollar la
agricultura de subsistencia y la cría de animales, para sí mismo y para su familia.
En Porto Alegre, Amaro Pedro habitaba en el aire calle dodo
14. Su mujer creaba cabras, cerdos y gallinas, pero ellos no se rían del 15, no
podían poseer ganado y no tenían expectativa de venir a ganar un sí

Un día, Amaro Pedro conoció a Bezerra personalmente. Su relato está lleno de


detalles. Después del trabajo en Amaragi, al volver a pie a casa, por uno de los
caminos del ingenio que desembocaban en Porto Alegre, cruzó con el patrón. Este
estaba acompañado de un empleo, término que designa tanto al administrador (el
primero de la jerarquía administrativa después del patrón) como los cables (los
segundos). Amaro Pedro no necesita quién era ese empleo. Bezerra lo saludó -
era normalmente educado con los moores, lo que nuestro personaje asi nala como
una de las pruebas de que era "bueno". Indagó donde Amaro Pedro vivía, si todo
iba bien por allá, qué servicios sabía hacer. Estas eran las preguntas que los
patronos solían hacer al acoger a un candidato a la morada. A continuación,
Bezerra propuso a Amaro Pedro que viniera a vivir con él, en Amaragi, diciéndole
que podría cultivar la tierra y crear vacas para tener leche fresca todos los días.
Estaba ciertamente consciente de las proi biciones impuestas por el patrón de
Porto Alegre, y las referencias a la tierra ya las vacas pueden ser interpretadas
como un medio de seducir a Amaro Pedro. Ahora bien, invitar a alguien a
convertirse en mozón no era corriente, cabiendo antes al trabajador presentarse al
patrón para pedir morada. El hecho de que Bezerra invitar a Amaro Pedro no se
puede explicar sólo por la necesidad de mano de obra en Amaragi. No se acogía a
nadie. Lo más probable es que Bezerra ya había tenido referencias acerca de las
calidades de Amaro Pedro como trabajador, posiblemente transmitido por las
empleadas, que estaban siempre en contacto con la mano de obra. Aquel que
acompañaba al patrón debe haber señalado a Amaro Pedro antes de que se
trabara el diálogo. Este último no dijo no, pero tampoco aceptó la propuesta. Se
puede observar la hipótesis de que él prefirió perma necer en Porto Alegre para
dar proseguimiento a sus actividades sindi cales. Iniciadas las persecuciones,
había llegado la hora de ir a Amaragi.
En su relato de los acontecimientos de abril de 1964, Bezerra dice que "ese
hombre" llegó con otros dos. En rigor, él nunca pronunció el nombre de Amaro
Pedro, a quien se refería siempre como "ese hombre" o "el hombre". Me dijo,
como me presentaba el personaje, que el hombre no vivía con él, que era mo
rador de otro señor de ingenio.Bezerra añadió que el patrón era "un poco
perverso" con respecto a Amaro Pedro, que deseaba botá y que lo había
denunciado. Por su parte, ya conocía a Amaro Pedro y lo consideraba un "hombre
bueno". Según Bezerra, él le habría dicho:
"Su Zé he venido para que usted me proteja, porque usted sabe, el señor
me conoce, sabe que no soy agitador. No soy nada de eso y su fu
lano [el patrón de Porto Alegre] dijo que yo era un agitador y la policía fue
para recogerme y matarme en el casco. Yo conseguí huir, no sé mi fami
leía cómo está. Yo quería que el señor mandara venir a la familia para aquí para
el ingenio del señor ".
Bezerra respondió:
"Mira, eres un hombre, te conozco, y sé que no eres de eso. pero
usted, de todos modos está siendo perseguido por la policía. Si yo man
darte buscar, en lugar de ser perseguido, quien va a ser yo. no
Es? Porque si tiene un ladrón y usted ampara y la policía viene y usted no deja
que la Policía tome ... Usted es que va a responder por aquello ".

Después de esta conversación, autorizó a los tres a dormir en Amaragi. Los dos
que acompañaban a Amaro Pedro partieron a la mañana siguiente, y Bezerra
jamás los vio de nuevo. Una semana después, envió un ca minión a Porto Alegre
para traer la familia y las cosas "del hombre". En el mismo día, la policía fue a
Amaragi a buscar a Amaro Pedro, acusando a Bezerra de albergar un "agitador".
Bezerra discutió con la policía. dijo,
"No, ese hombre no es agitador. ¿Quién deberían arrestar es el dueño
del ingenio. Él es que es agitador. Pero el hombre no. El hombre es un ho
pobre, indefenso. Ustedes lo hicieron porque es un hombre que no tiene
con que defenderse. ¿Por qué no me hace? Y va a hacer con un pobre des
si, que merece todo el amparo de quien puede dar amparo ".
El capitán (fue en realidad el Ejército, y no la Policía, que comandó la represión)
insistió para que Bezerra mandara buscar a Amaro Pedro por qué iba a prenderlo.
El jefe respondió que el capitán tenía poderes para darle tal orden, pero amenazó
al mismo tiempo: "Usted puede ir [bus car Amaro Pedro], porque usted es una
fuerza superior a mí. Pero si usted es, voy a volver y voy a reunir al pueblo. Usted
no lleva al hombre tan fácil no. Y yo voy a la plaza pública gritar contra el señor. El
capitán le preguntó: "¿Y usted lo hace?" "Hago. No vaya porque lo hago. El
capitán se fue sin llevar a Amaro Pedro. Después de eso, Bezer ra fue varias
veces interpelado por los militares y obligado a ir a Recife a prestar testimonios.
Como había sido militar y poseía estatuto de excombatente 16, logró librarse de
las acusaciones. Sus idas a la ciudad eran acompañadas de cerca por los mo
riores de Amaragi. Según el delegado sindical, ellos temían por su suerte y se
preguntaban, cada vez, si él regresaría. Bezerra cierra la parte del relato de la
acogida de Ama ro Pedro, al mismo tiempo un elogio a su propia bondad hacia
este último ya su coraje para confrontar a los militares.

En su relato, Amaro Pedro se refiere a la denuncia hecha por el patrón y el


episodio de la búsqueda policial. No hay referencia ni a los compañeros ni a las
conversaciones que Bezerra le atribuye. En rigor, él no dice casi nada acerca de sí
mismo. Bezerra es el eje de esa parte del relato. Son de le las palabras y frases
que Amaro Pedro menciona. Es posible suponer que él ha pedido una casa: el
patrón, afirma Amaro Pedro, le dijo que podía venir, que había una casa para él.
La fórmula atribuida a Bezerra era aquella utilizada en el momento de la
aceptación de un mo rador en un ingenio. Se podría llevar a creer que se trataba
sólo de un pedido y de la concesión de la morada, si ya no hubiera aparecido en
su relato referencia a la persecución y si no hubiera añadido a continuación que el
patrón le había dicho que no había nada a temer; que la Policía no le haría mal
porque en Amaragi quien mandaba era él, Bezerra. Además, como en la historia
contada por Bezerra, la Policía fue a buscarlo en el enojo, pero no lo llevó gracias
al patrón. Estos hechos se conocen en Rio Formoso. Ellos fueron sin duda
transmitidos a los más jóvenes por los viejos militantes y quizás por el propio
Bezerra. Los dirigentes sindicales actuales hacen referencia a estos episodios
cuando narran los eventos de 1964. Bezerra es citado como el patrón que no se
comportó como los demás, que protegió a aquellos que eran perseguidos, que
corrió riesgos. Amaro Pedro aparece entonces como el personaje de un caso que
simboliza la conducta loable del jefe. Hay, sin embargo, otra historia pasada en
Amaragi que permaneció oculta: la prisión de Zé Chico, delegado sindical. Su
hermano me habló de ella en 1995, pero no contó las circunstancias. Cuatro años
después, en una entrevista, el delegado sindical me dijo que estuvo en la cárcel
por quince días, luego del golpe. La policía fue a buscarlo por dos ocasiones en el
ingenio. Logró escapar la primera vez, pero fue atrapado en la segunda. De
acuerdo con Zé Chico, Bezerra le dijo que sólo supo de su arresto después de lo
ocurrido, y que fue gracias a su intervención ante autoridades militares que él no
cogió. Se refería enseguida a los rumores que, en la época, circulaban en Amaragi
entre los mo ra del res: tan pronto como los policías llegaron al ingenio,
preguntaron quién era el delegado; Bezerra les habría indicado un mo rador, que
sabía dónde vivía el delegado sindical; los policías lo llevaron con él y fue así que
pudieron encontrar el sitio de Ze chico. El antiguo delegado no quería mal al
patrón por eso. Presentó diversos argumentos para justificar la conducta de
Bezerra: él no se rió de elección, no podía negar la existencia de un delegado
sindical, etc. Después de la prisión, Zé Chico regresó a Amaragi, donde vivió y
trabajó hasta su jubilación en la década de 1990. Como Amaro Pedro, vivía en una
pequeña casa en la ciudad de Rio Formoso y mantenía su sitio en el ingenio, el
cual era, en la percepción de los " una de las más bellas del ingenio, cubierta de
numerosos y variados árboles frutales que atestigua vayan su enorme inversión
personal. Sería necesario saber más sobre estos dos episodios -la persecución a
Amaro Pedro y la prisión de Zé Chico- para llevar el análisis más lejos, pero es
posible desde ahora comparar la conducta del patrón en los dos caos y de ahí
extraer implicaciones. Si Bezerra envió o no a alguien para traer la casa de Zé
Chico a los militares es una cuestión secundaria. Incluso en la perturbación del
orden social que sigue al golpe de Estado, es difícil creer que la Policía haya
entrado en el ingenio sin que Bezerra esté a la par. Y si, por casualidad, estuviese
ausente, la Policía no osaría salir a la captura de Zé Chico en las tierras de
Amaragi sin la autorización del patrón. Es posible, por lo tanto, imaginar que
Bezerra fue informado. La cuestión que se impone, por lo tanto, es la de saber por
qué no se comportó del mismo modo: ¿por qué no impidió la prisión de alguien
que era mo rador suyo años, a quien él ya aportó pruebas de su confianza al dar
un paso con quien no tenía desavenencias, mientras que en reacción a Amaro
Pedro, a quien apenas conocía, corrió riesgos y enfrentó a los militares. Si el
episodio de Zé Chico se pasó después del de Amaro Pedro, cuando Bezerra ya
había sido obligado a ir a Recife para justificarse por las autoridades militares,
ciertamente no estaba en condiciones de enfrentarse a la policía. En ese caso, no
pudo proteger a Zé Chico. Otra posibilidad: el episodio de Zé Chico ocurrió
primero, luego del golpe. Bezerra fue sorprendido. No estaba preparado para
enfrentar la situación, se sintió impotente y nada pudo hacer. El caso de Amaro
Pedro le habría dado la oportunidad de redimirse. Otras circunstancias, sin
embargo, permiten comprender su conducta en relación a Amaro Pe dro. Bezerra
ya le había propuesto convertirse en uno de sus moradores. De acuerdo con su
relato, cuando Amaro Pedro fue a buscarlo, su petición era justamente por una
casa. Todo se pasó como si hubiera finalmente aceptado la invitación. Bezerra
estaba acorralado. Decir no significa que no mantenga su palabra. Por otro lado,
si, según cuenta el patrón, el hombre le pidió protección, la constreñimiento era
redoblado. Para al guén como Bezerra, que tenía de sí mismo una imagen de
"hombre "bueno" y la valorizaba, rechazar protección a un trabajador que se
encontraba en peligro a causa de un patrono "perverso" era impensable. De
hecho, el propio Bezerra es un "perverso". En el acto de acoger a Amaro Pedro
estaban en juego su honor y la preservación de su auto-imagen, por medio de la
cual le gustaba ser reconocido y respetado. Zé Chico no le había pedido su
protección contra la policía. ¿No lo hizo porque no esperaba que vinieran a
buscarlo? ¿Habría sido muy orgulloso para dirigirse al jefe? Es difícil saberlo. Los
dos episodios, sin embargo, permiten mostrar que el poder de Bezerra tenía
límites, que las cosas no pasaban como él quería hacer creer a Amaro Pedro: "En
Amaragi mando yo". También fue golpeado por la violencia del Estado y no pudo
cumplir su función de protector, excepto evitar que Zé Chico fuera torturado. El
caso Amaro Pedro hace de él un héroe, mientras que el episodio de Zé Chico
expone su debilidad; se comprende mejor por qué permaneció oculto.

Do processo ao perdão

Algunos meses después del golpe, el sindicato de trabajadores rurales de Río For
moso fue reabierto, y en 1965 hubo la elección de la nueva directiva. Trabaja
dolores que jamás habían tenido funciones sindicales llegaron entonces a la
dirección y pasaron a invertir progresivamente en la implantación de servicios
jurídicos en el interior de los sindicatos 17. El derecho laboral permanecía en vigor
y la Justicia del Trabajo en pleno funcionamiento. Los militares y sus compañeros
de los civiles no se oponían al recurso a la justicia como modo de regulación de
conflictos y, se puede decir, incluso lo estimularon. En el año 1965, el Instituto
Brasileño de Reforma Agraria (IBRA), entonces un órgano vinculado a la
Presidencia de la República, firmó un acuerdo con la Federación de los
Trabajadores en la Agricultura de Pernambuco (Fetape), que congregaba a los
sindicatos de los trabajadores rurales del estado para contratar a abogados
laborales. Fue gracias a este acuerdo que el Sindicato de Río Formoso pudo tener
su abogado y comenzar a juzgar acciones en la Justicia del Trabajo. Amaro Pedro
cuenta que, una vez instalado con la familia en Amaragi, se quedó trabajando en
el ingenio, en los cañaverales del patrón y en su tío. Bezerra le había dado un
área, en medio de la mata, para formar el tío. Sólo había un pie de cocotero y todo
estaba por hacer. En el relato, Amaro Pedro dice que todo corría bien: él no
perturbaba al patrón, ni éste le incomodaba. Un día, en el año 1965, sin saber lo
que le pasó por la cabeza, cuenta que puso la cuestión 18contra Bezerra. Sobre el
resto de su ver son, su arrepentimiento, ya se ha hablado anteriormente. En la
entrevista, contile dije a usted preguntas para saber más sobre el episodio.
Bezerra, pregonó él, no estaba al día con las obligaciones laborales. Fue entonces
al sindicato buscar una orientación, siendo el único de Amaragi a hacerlo. Los
dirigentes sindicales le aconsejaron a reclamar en la justicia y el engaño para el
abogado. En el contexto de implantación de los servicios jurídicos, llevar a los
trabajadores a la Justicia era percibido como la función por excelencia de los
sindicalistas, que ya no podían organizar huelgas o manifestaciones. Se
comprende, por lo tanto, el consejo que dieron. En el ingenio, Bezerra daba a su
mo ra del resto de consejo. Dice que no pretendían buscar al Sindicato, que el
Sindicato era pérdida de tiempo y, en una alusión a la persecución post-golpe, que
todos ya habían visto en lo que daba a las actividades sindicales.

Ir al Sindicato para quejarse del patrón no era todavía una práctica corriente en
1965. La violencia de la represión había contribuido a que se instalara el miedo en
el municipio 19 y todo un trabajo pedagógico junto a los asalariados agrícolas tuvo
que ser hecho para que ellos volvieran al Sindicato. Amaro Pedro no informa el
momento preciso en que queda bella lazos con los compañeros. Es probable que
haya sido uno de los primeros en hacerlo y que, habiendo participado
anteriormente en las luchas sindicales, se sintiera obligado en relación a aquellos
que buscaban revitalizar el Sindicato en la nueva coyuntura. Entendiendo que la
lucha sindical se hacía en adelante por la vía jurídica, Amaro Pedro hizo lo que los
dirigentes sindi cales de él esperaban: aceptó botar cuestión contra el patrón;
reafirmó su intención cuando dijo a Bezerra que era él mismo que lo estaba
procesando, como relata el dueño de Amaragi; y llevó el proceso hasta el final,
comparando a la audiencia en la Junta. Cuando la cuestión ya estaba resuelta
desde el punto de vista sindical, Amaro Pedro se preguntó entonces: "¿Pero qué
he hecho a su Zé Be zerra?" Buscó al patrón y le pidió perdón. No podía proceder
de otro modo si deseaba permanecer en Amaragi. Dado el carácter personalizado
de las relaciones en el ingenio, Amaro Pedro allí no podía convivir viviendo si el
patrón no se disponía más a saludarlo. En su relato, él reproduce sólo las palabras
del patrón: nada se va de lo que dijo a Bezerra y no hay ninguna referencia a las
lágrimas oa la restitución del dinero ganado en la Junta. Fue, sin duda, un ritual de
humillación, al que el pudor le impedía regresar, incluso pasados treinta años del
episodio.
El proceso y la petición de perdón parece haber permanecido un asunto
concerniente sólo a Bezerra y Amaro Pedro. En los períodos en que estuve en Río
Formoso (entre 1994 y 1999), nadie jamás habló sobre ese asunto, mientras que
el episodio de acogida era un hecho notorio. El proceso era fundamentalmente un
problema para el jefe. Fue él quien lo mencionó con ocasión de nuestro encuentro.
Tomado por la lógica del don que se quiere gratis, pero que es en verdad
interesado, como señalaba Marcel Mauss, Bezerra nunca pudo comprender que
Amaro Pedro entrar en la justicia contra él. Acoger a un hombre perseguido por la
policía era una manifestación casi sublime de su generosidad. La expectativa era
que el contradom se hiciera bajo la forma de una leal dade inquebrantable. En
esas circunstancias, el proceso no podía ser percibido sino como una ingratitud.
Como Bezerra veía en aquel que había acogido no más que un "pobre hombre",
no le ocurría que "ese hombre" pudiera tener lealtades otras que no aquella con
quien le había salvado la vida. Cuando Amaro Pedro fue a buscarlo, Bezerra inter
pretendió su gesto como una confesión de que entrar en la justicia fuera un error.
Era una victoria para él. Por medio del perdón confirmó su bondad, y el orden
social en el ingenio fundado en la autoridad personal de su dueño fue
completamente restablecida. Por su parte, Amaro Pedro sólo se refirió al proceso
porque sabía que yo estaba interesada en esa his toria. Su relato fue hecho en el
balcón de la casa de Roberto, hijo del patrón, que había provisto la venida de
Amaro Pedro para que él mismo me narrar los acontecimientos. Sin que yo le
preguntase, se refirió a la cuestión con Bezerra y calificó el episodio como una
"debilidad de juicio" por su parte. Dadas las circunstancias, no sorprende que él
haya presentado de ese modo el episodio: era la versión apropiada al lugar de la
conversación. Pero ésta, ciertamente, correspondía a la manera en que Amaro
Pedro veía su ida a la justicia contra el patrón, una vez que él reaccionaba a partir
de la lógica del don: la "debilidad de juicio" encubría el sentimiento de haber
faltado con la obligación de retribuir el don recibido del, de haberse comportado
como un ingrato 20.

Conclusión

La especialización creciente en el interior de disciplinas como la antropología y la


sociología, producida antes por lógicas particulares al funcionamiento de los
establecimientos científicos que por las necesidades del saber, tiene efectos
perversos sobre el desarrollo de las ciencias sociales. Los presos en la trampa de
una división del trabajo intelectual, que es sólo histórica, los practicantes de esas
disciplinas terminan por creer en la autonomía del dominio de estudio de su
elección la religión, la política, la cosmología, para mencionar sólo algunos en
relación a otros los ámbitos de la vida social, que no tienen en cuenta al producir
interpretaciones. Entre los que en el campo de la antropología y de la sociología
se especializan en el estudio del derecho, los efectos perversos parecen ser
doblados, una vez que allí la autonomización conduce frecuentemente a tomar el
objeto desde el punto de vista de los expertos (jueces y abogados) de los
individuos y grupos interesados en el derecho. Es esto que se observa, por
ejemplo, en los estudios que se limitan tanto a las normas oa las instituciones
jurídicas, bien al reclamante, y no se preocupan en relacionar los hechos ligados
al derecho con otros hechos sociales. Así, cuando se trata de explicar, por
ejemplo, la ida a la Justicia para la regulación de conflictos, la mirada es dirigida
sobre los reclamantes sobre su toma de conciencia de las injusticias, sobre sus
posibilidades de acceso a las instituciones jurídicas, sea sobre el contenido de las
normas y la función de los expertos (abogados y magistrados). Todo pasa,
entonces, como si no fuera necesario ir más allá del derecho, como si fuera
posible comprender esta práctica sin hacer la sociogénesis de los conflictos, sin
interrogarse sobre las propiedades sociales de los individuos involucrados y la
historia de sus relaciones, sin, finalmente, , reinscribir los hechos relevantes del
derecho en cuadros sociales más amplios.
Y cuando se vuelve a los escritos de algunos "fundadores" de disciplinas como la
antropología y la sociología, se ve que fue justamente la especialización que
contribuyó a esa situación. El énfasis en la relación de los hechos del derecho con
otros hechos sociales, tan descuidada en los días actuales, fue formulada como
recurso de método y practicada, en el período que precedió a la especialización
perversa, por Marcel Mauss (1991), en su estudio sobre los intercambios y, los
contratos en las sociedades arcaicas, y por Bronislaw Malinowski (1970), en sus
análisis sobre las costumbres y las coerciones a la circulación de dones en las
islas Trobriands. Y en la obra de aquel que fue jurista antes de convertirse en
sociólogo, Max Weber, se encuentran construcciones teóricas que insisten en el
hecho de que las conductas no pueden ser comprendidas si sólo se tiene en
cuenta el derecho, así como alertas contra la contaminación del producto, desde el
punto de vista sociológico por la dogmática jurídica.

A partir de un caso preciso, intenté mostrar que es posible llegar a una


comprensión más adecuada de los hechos vinculados al derecho, ya que,
rompiendo con el punto de vista que los autonomiza, se amplía el cuadro de
análisis. La introducción del derecho como regulador de las relaciones sociales en
las plantaciones cañeras de Pernambuco fue inicialmente el efecto de un cambio
de orden jurídico. Pero, a diferencia de lo que dirían los expertos, esto no se
puede explicar sólo por la existencia de nuevas normas jurídicas, ni por el
funcionamiento de las instituciones jurídicas. En las regiones cañeras vecinas, en
Paraíba y en Alagoas31, a la extensión de los derechos sociales no se siguieron
los mismos efectos. Para que los derechos sociales se hicieran efectivos, fue
necesaria toda una movilización para que se los respetara. En ella se
comprometieron los dirigentes sindicales y líderes como Amaro Pedro, el cual
contribuyó para que el derecho entrara en el ingenio Porto Alegre. Pero la propia
movilización se vuelve comprensible porque había ocurrido antes una ruptura con
la tradición: esta ruptura contribuyó para que las personas se movilizas en torno a
los "derechos", percibidos como compensación a la pérdida de la protección de la
tradición.
De la llegada de los derechos hasta la década del 90, la introducción del derecho
fue producto de las luchas sindicales, inicialmente a través de las grandes
movilizaciones (1963-64), después por la regulación jurídica del conflicto y todo lo
que la suponía, como enseñar a los trabajadores sus derechos y la implantación
de una infraestructura para recurrir a la justicia (décadas del 60 y 70), y, por
último, a través de las movilizaciones colectivas en torno a los contratos de
trabajo, que crearon nuevas obligaciones patronales nuevos "derechos" y
juridizaron las obligaciones de la tradición. Durante todo ese período, el respeto a
los derechos, progresivamente, pasó a ser percibido por los trabajadores rurales
como una protección, a partir del modelo de aquella que les era garantizada por
los patrones en el contexto de la morada. Cuando la crisis estalló en la zona
cañera, muchos trabajadores sintieron que estaban al borde de perder todo: ya no
había protección, ni de la tradición ni del derecho. Esta representación contribuyó
a que se dispusieran a ocupar los ingenios ya comenzar a inventar un nuevo
derecho: el derecho a la tierra.

El caso de Amaragi permite, por fin, complicar más el cuadro y percibir que hubo
otras condiciones sociales que contribuyeron para que el derecho se hiciera
efectivo: allí, un patrón tomado por el deseo de ser reconocido como "bueno"
respetó los derechos para preservar su derecho reputación y su autoridad
personal por razones, por lo tanto, que no se derivan del derecho. Gracias a ese
deseo, dio abrigo a Amaro Pedro y lo protegió, así como a Zé Chico. Estos, a su
vez, contribuyeron a la efectividad del derecho, dedicándose con esmero a la
conversión de los compañeros a los derechos ya los sindicatos. Al final, las cosas
se pasaron de modo diferente en Amaragi. La protección tradicional se ha
asegurado hasta el final; el ingenio no fue ocupado de la manera que otros lo
fueron; el patrón asumió sus deudas con los trabajadores. Sin embargo, como el
mundo no es tan simple como tienden a creer aquellos que lo observan a partir de
modelos dicotómicos, Amaragi, el ingenio de la dominación personal, fue también
la cuna de un nuevo líder el nieto de Amaro Pedro, que emprendió el camino de la
militancia y, por medio de ella, de las movilizaciones por la expropiación de los
ingenios, con todo lo que ella ha implicado en términos de reducción de los
diferenciales de poder del mundo de las grandes plantaciones de la mata
pernambucana.

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