MATA PERNAMBUCANA
Lygia Sigaud
Con ocasión del golpe de Estado de 1964, los militares desencadenaron ope
raciones de represión sistemática contra los que habían participado activamente
en las luchas sociales. En los últimos años, con las Ligas Campesinas, y desde
principios de los años 60, con los recién creados sindicatos de trabajadores
rurales, había habido enfrentamientos con los dueños de tierra, huelgas y huelgas,
grandes manifestaciones por el cumplimiento de los derechos laborales recién
extendidos a los hombres del campo. En Río Formoso, municipio del litoral sur de
la mata pernambucana, el sindicato fue invadido y cerrado: los dirigentes
sindicales que no lograron escapar fueron arrestados; otros desaparecieron sin
dejar rastros; los delegados sindicales se convirtieron en blanco de persecución
policial y / o militar, después de ser denunciados por los patrones, fueran ellos
señores de ingenio o usinos. En ese contexto, Amaro Pedro, delegado sindical del
ingenio 1Porto Alegre, sintiéndose en peri go, pidió la protección del patrón del
ingenio Amaragi, que tenía reputación de ser un hombre "bueno". José Bezerra-
este era su nombre- acogió a Amaro Pedro en sus tierras, como uno de sus
modores, como eran llamados aquellos que residían y trabajaban en las
plantaciones. Pasados algunos meses del golpe, gracias a la mediación de
sacerdotes de la Iglesia Católica junto a los militares 2, los sindicatos fueron
reabiertos y comenzaron a reestructurarse. Las huelgas y manifestaciones por el
cumplimiento de los derechos eran impensables en la nueva coyuntura. Los
militares, sin embargo, mantuvieron la Justicia en funcionamiento y no revocaron
el Estatuto del Trabajador Rural, la ley votada por el Congreso Nacional en 1963
extendiendo la legislación laboral al campo. Los dirigentes sindicales se
empeñaron entonces en estimular a los mo- dores a encaminar reclamos a la
Justicia del Trabajo, con base en la nueva ley. Habiendo reanudado sus contactos
con el sindicato, Amaro Pedro presentó, en el año 1965, una queja contra José
Bezerra, en la Junta de Conciliación y Juicio del municipio de Escalada, por el no
pago de algunos cargos laborales.
El patrón apenas pudo creer al recibir la citación judicial. Mandó llamar al mo
rador, que confirmó ser él quien lo estaba procesando. En el día de la audiencia,
ambos se encontraron ante el juez. Bezerra fue condenado y pagó su deuda en la
Junta. De vuelta a Amaragi, mandó al administrador a decir a Amaro Pedro que no
quería verlo y ni que lo saludara. A la mañana siguiente, el trabajador fue al
encuentro del jefe en la casa grande: con lágrimas en los ojos le pidió perdón y le
devolvió el dinero ganado la víspera. Y la paz se restableció entre ellos. Fue José
Bezerra el primero en relatar este episodio. En 1995, lo encontré en Amaragi.
Tenía entonces 74 años. Vivía en el ingenio y ya estaba jubilado. La gestión de la
hacienda había delegado a Roberto, su único hijo. Casi al final de una entrevista
que trataba de su trayectoria 3, el viejo jefe narró el episodio envolviendo a Amaro
Pedro y, invirtiendo los papeles, me preguntó: "¿Cómo explica usted esto? Porque
yo, nunca entendí. Pasados treinta años, el hecho aún lo intrigaba. En la víspera,
me dijo, había rememorado el acontecimiento con el administrador de la hacienda.
En 1996, Bezerra falleció. Al año siguiente, me encontré con Ama ro Pedro,
entonces con 74 años. Estaba jubilado y desde 1988 no vive más en el ingenio. Se
instaló en una pequeña casa en la ciudad de Rio Formoso, manteniendo en
Amaragi su tío, a los cuidados de la hija más vela. La historia me fue entonces
recontada con otros detalles. En la salida de la audiencia, él se habría dado
cuenta de su acto: "¿Pero qué he hecho con su Zé Bezerra?" Buscó entonces al
patrón, que le dijo: "Vaya a baluar. No voy a odiarlo ni ponerlo fuera ". Procesar a
Bezerra fue una "debilidad de juicio", me contó un arrepentido Amaro Pedro, que
nunca más recurrió a la justicia contra su jefe - y lloró su muerte.
La acogida de un delegado sindical por el patrón en un momento turbulento como
el post-64, el episodio del proceso, el pedido y la concesión del perdón son hechos
que pueden ser clasificados como excepcionales en el ámbito de las relaciones
sociales de las plantaciones cañaverales. Tradicionalmente, los patronos
abrigaban a personas ligadas a ellas que acaban siendo perseguidas por
enemigos o por la policía. Esta tendía a restar la autoridad de los señores de tierra
y no entraba en los ingenios. No era, sin embargo, esperado que vinieran a acoger
a aquellos que ponían en cuestión el orden social y político en las plantaciones,
como lo están haciendo, a principios de los años 60, sindicalistas y delegados
sindicales. Procesar el patrón por violación de los derechos era todavía práctica
incipiente entre los trabajadores rurales al año siguiente al golpe. Pero tanto en la
época como en los años subsiguientes, cuando la práctica se generalizó, no se
esperaría que aquel que, al ser amparado por el patrón, con él había contraído
una deuda moral, fuera acusarle ante la justicia: deudas morales tienden a anular
las deudas jurídicas . Buscar ser perdonado después de haber movido un proceso
es recurrente en la zona caña.
El arrepentimiento, sin embargo, se manifiesta en la secuencia del acto de dar
queja y no después de la audiencia, que ocurre ya pasado algún tiempo, tres
meses en el míimo. Conceder el perdón a alguien que fue hasta el final en los
trámites judíos es una cuestión que ni siquiera se plantea: normalmente, los
patrones responden a los que reclaman en la Justicia con represalias. Casos
excepcionales, o los llamados casos contrarios, como el que involucra a Bezerra y
Amaro Pedro, tienen la virtud de exponer a la luz lo que permanece a la sombra
en los análisis centrados sobre las normas y construyéndolos por medio de
modelos que, al no atentar para aquello que en ellos no encaja, terminan por
producir visiones simplificadas y empobrecedoras del mundo social, como si su
funcionamiento fuese simple y mecánico, como si en realidad las cosas no fueran
fluidas, como insistían Max Weber y Edmund Leach (Leach 1961; Weber 1965).
Pero los casos contrarios sólo se vuelven reveladores cuando se examinan en el
marco de las configuraciones socio-históricas precisas en que ocurrieron. Es lo
que propongo hacer aquí: voy a tratar de reconstituir las condiciones sociales en
las que se produjo el caso Bezerra-Amaro Pedro, de recuperar el sentido que
ustedes vivieron sus conductas en la sucesión de los acontecimientos, de
identificar las coerciones que se abatieron sobre ellos y explorar las implicaciones
del acontecimiento. En un segundo momento, voy a examinar la historia de las
relaciones sociales en el ingenio Amaragi en el período que sigue al proceso,
teniendo como foco el derecho, sus usos y su eficacia. El interés en proceder a
este análisis reside en la posibilidad de comprender mejor las condiciones sociales
en las que el derecho, tras la promulgación del Estatuto del Trabajador Rural, se
ha convertido en un regulador de las relaciones sociales en las plantaciones
cañaverales, así como la dinámica y la complejidad del proceso que contribuyó a
que los individuos pasas a actuar teniendo en cuenta la existencia de las normas
jurídicas. 4
Después de esta conversación, autorizó a los tres a dormir en Amaragi. Los dos
que acompañaban a Amaro Pedro partieron a la mañana siguiente, y Bezerra
jamás los vio de nuevo. Una semana después, envió un ca minión a Porto Alegre
para traer la familia y las cosas "del hombre". En el mismo día, la policía fue a
Amaragi a buscar a Amaro Pedro, acusando a Bezerra de albergar un "agitador".
Bezerra discutió con la policía. dijo,
"No, ese hombre no es agitador. ¿Quién deberían arrestar es el dueño
del ingenio. Él es que es agitador. Pero el hombre no. El hombre es un ho
pobre, indefenso. Ustedes lo hicieron porque es un hombre que no tiene
con que defenderse. ¿Por qué no me hace? Y va a hacer con un pobre des
si, que merece todo el amparo de quien puede dar amparo ".
El capitán (fue en realidad el Ejército, y no la Policía, que comandó la represión)
insistió para que Bezerra mandara buscar a Amaro Pedro por qué iba a prenderlo.
El jefe respondió que el capitán tenía poderes para darle tal orden, pero amenazó
al mismo tiempo: "Usted puede ir [bus car Amaro Pedro], porque usted es una
fuerza superior a mí. Pero si usted es, voy a volver y voy a reunir al pueblo. Usted
no lleva al hombre tan fácil no. Y yo voy a la plaza pública gritar contra el señor. El
capitán le preguntó: "¿Y usted lo hace?" "Hago. No vaya porque lo hago. El
capitán se fue sin llevar a Amaro Pedro. Después de eso, Bezer ra fue varias
veces interpelado por los militares y obligado a ir a Recife a prestar testimonios.
Como había sido militar y poseía estatuto de excombatente 16, logró librarse de
las acusaciones. Sus idas a la ciudad eran acompañadas de cerca por los mo
riores de Amaragi. Según el delegado sindical, ellos temían por su suerte y se
preguntaban, cada vez, si él regresaría. Bezerra cierra la parte del relato de la
acogida de Ama ro Pedro, al mismo tiempo un elogio a su propia bondad hacia
este último ya su coraje para confrontar a los militares.
Do processo ao perdão
Algunos meses después del golpe, el sindicato de trabajadores rurales de Río For
moso fue reabierto, y en 1965 hubo la elección de la nueva directiva. Trabaja
dolores que jamás habían tenido funciones sindicales llegaron entonces a la
dirección y pasaron a invertir progresivamente en la implantación de servicios
jurídicos en el interior de los sindicatos 17. El derecho laboral permanecía en vigor
y la Justicia del Trabajo en pleno funcionamiento. Los militares y sus compañeros
de los civiles no se oponían al recurso a la justicia como modo de regulación de
conflictos y, se puede decir, incluso lo estimularon. En el año 1965, el Instituto
Brasileño de Reforma Agraria (IBRA), entonces un órgano vinculado a la
Presidencia de la República, firmó un acuerdo con la Federación de los
Trabajadores en la Agricultura de Pernambuco (Fetape), que congregaba a los
sindicatos de los trabajadores rurales del estado para contratar a abogados
laborales. Fue gracias a este acuerdo que el Sindicato de Río Formoso pudo tener
su abogado y comenzar a juzgar acciones en la Justicia del Trabajo. Amaro Pedro
cuenta que, una vez instalado con la familia en Amaragi, se quedó trabajando en
el ingenio, en los cañaverales del patrón y en su tío. Bezerra le había dado un
área, en medio de la mata, para formar el tío. Sólo había un pie de cocotero y todo
estaba por hacer. En el relato, Amaro Pedro dice que todo corría bien: él no
perturbaba al patrón, ni éste le incomodaba. Un día, en el año 1965, sin saber lo
que le pasó por la cabeza, cuenta que puso la cuestión 18contra Bezerra. Sobre el
resto de su ver son, su arrepentimiento, ya se ha hablado anteriormente. En la
entrevista, contile dije a usted preguntas para saber más sobre el episodio.
Bezerra, pregonó él, no estaba al día con las obligaciones laborales. Fue entonces
al sindicato buscar una orientación, siendo el único de Amaragi a hacerlo. Los
dirigentes sindicales le aconsejaron a reclamar en la justicia y el engaño para el
abogado. En el contexto de implantación de los servicios jurídicos, llevar a los
trabajadores a la Justicia era percibido como la función por excelencia de los
sindicalistas, que ya no podían organizar huelgas o manifestaciones. Se
comprende, por lo tanto, el consejo que dieron. En el ingenio, Bezerra daba a su
mo ra del resto de consejo. Dice que no pretendían buscar al Sindicato, que el
Sindicato era pérdida de tiempo y, en una alusión a la persecución post-golpe, que
todos ya habían visto en lo que daba a las actividades sindicales.
Ir al Sindicato para quejarse del patrón no era todavía una práctica corriente en
1965. La violencia de la represión había contribuido a que se instalara el miedo en
el municipio 19 y todo un trabajo pedagógico junto a los asalariados agrícolas tuvo
que ser hecho para que ellos volvieran al Sindicato. Amaro Pedro no informa el
momento preciso en que queda bella lazos con los compañeros. Es probable que
haya sido uno de los primeros en hacerlo y que, habiendo participado
anteriormente en las luchas sindicales, se sintiera obligado en relación a aquellos
que buscaban revitalizar el Sindicato en la nueva coyuntura. Entendiendo que la
lucha sindical se hacía en adelante por la vía jurídica, Amaro Pedro hizo lo que los
dirigentes sindi cales de él esperaban: aceptó botar cuestión contra el patrón;
reafirmó su intención cuando dijo a Bezerra que era él mismo que lo estaba
procesando, como relata el dueño de Amaragi; y llevó el proceso hasta el final,
comparando a la audiencia en la Junta. Cuando la cuestión ya estaba resuelta
desde el punto de vista sindical, Amaro Pedro se preguntó entonces: "¿Pero qué
he hecho a su Zé Be zerra?" Buscó al patrón y le pidió perdón. No podía proceder
de otro modo si deseaba permanecer en Amaragi. Dado el carácter personalizado
de las relaciones en el ingenio, Amaro Pedro allí no podía convivir viviendo si el
patrón no se disponía más a saludarlo. En su relato, él reproduce sólo las palabras
del patrón: nada se va de lo que dijo a Bezerra y no hay ninguna referencia a las
lágrimas oa la restitución del dinero ganado en la Junta. Fue, sin duda, un ritual de
humillación, al que el pudor le impedía regresar, incluso pasados treinta años del
episodio.
El proceso y la petición de perdón parece haber permanecido un asunto
concerniente sólo a Bezerra y Amaro Pedro. En los períodos en que estuve en Río
Formoso (entre 1994 y 1999), nadie jamás habló sobre ese asunto, mientras que
el episodio de acogida era un hecho notorio. El proceso era fundamentalmente un
problema para el jefe. Fue él quien lo mencionó con ocasión de nuestro encuentro.
Tomado por la lógica del don que se quiere gratis, pero que es en verdad
interesado, como señalaba Marcel Mauss, Bezerra nunca pudo comprender que
Amaro Pedro entrar en la justicia contra él. Acoger a un hombre perseguido por la
policía era una manifestación casi sublime de su generosidad. La expectativa era
que el contradom se hiciera bajo la forma de una leal dade inquebrantable. En
esas circunstancias, el proceso no podía ser percibido sino como una ingratitud.
Como Bezerra veía en aquel que había acogido no más que un "pobre hombre",
no le ocurría que "ese hombre" pudiera tener lealtades otras que no aquella con
quien le había salvado la vida. Cuando Amaro Pedro fue a buscarlo, Bezerra inter
pretendió su gesto como una confesión de que entrar en la justicia fuera un error.
Era una victoria para él. Por medio del perdón confirmó su bondad, y el orden
social en el ingenio fundado en la autoridad personal de su dueño fue
completamente restablecida. Por su parte, Amaro Pedro sólo se refirió al proceso
porque sabía que yo estaba interesada en esa his toria. Su relato fue hecho en el
balcón de la casa de Roberto, hijo del patrón, que había provisto la venida de
Amaro Pedro para que él mismo me narrar los acontecimientos. Sin que yo le
preguntase, se refirió a la cuestión con Bezerra y calificó el episodio como una
"debilidad de juicio" por su parte. Dadas las circunstancias, no sorprende que él
haya presentado de ese modo el episodio: era la versión apropiada al lugar de la
conversación. Pero ésta, ciertamente, correspondía a la manera en que Amaro
Pedro veía su ida a la justicia contra el patrón, una vez que él reaccionaba a partir
de la lógica del don: la "debilidad de juicio" encubría el sentimiento de haber
faltado con la obligación de retribuir el don recibido del, de haberse comportado
como un ingrato 20.
Conclusión
El caso de Amaragi permite, por fin, complicar más el cuadro y percibir que hubo
otras condiciones sociales que contribuyeron para que el derecho se hiciera
efectivo: allí, un patrón tomado por el deseo de ser reconocido como "bueno"
respetó los derechos para preservar su derecho reputación y su autoridad
personal por razones, por lo tanto, que no se derivan del derecho. Gracias a ese
deseo, dio abrigo a Amaro Pedro y lo protegió, así como a Zé Chico. Estos, a su
vez, contribuyeron a la efectividad del derecho, dedicándose con esmero a la
conversión de los compañeros a los derechos ya los sindicatos. Al final, las cosas
se pasaron de modo diferente en Amaragi. La protección tradicional se ha
asegurado hasta el final; el ingenio no fue ocupado de la manera que otros lo
fueron; el patrón asumió sus deudas con los trabajadores. Sin embargo, como el
mundo no es tan simple como tienden a creer aquellos que lo observan a partir de
modelos dicotómicos, Amaragi, el ingenio de la dominación personal, fue también
la cuna de un nuevo líder el nieto de Amaro Pedro, que emprendió el camino de la
militancia y, por medio de ella, de las movilizaciones por la expropiación de los
ingenios, con todo lo que ella ha implicado en términos de reducción de los
diferenciales de poder del mundo de las grandes plantaciones de la mata
pernambucana.