REDACCIÓN
Marisa Mosto
Federico Caivano
Raúl Lavalle
Editor responsable: Raúl Lavalle
Dirección de correspondencia:
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nº 4 – 2018
Nota: La Redacción no necesariamente comparte las opiniones vertidas en esta
publicación.
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ÍNDICE
Presentación p. 3
Minima philosophica p. 16
Dialoguitos en el perípato p. 18
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PRESENTACIÓN
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EL ALCALDE IMBERBE
ATTILIO SALVATORE
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esculpir en la barbería? Está bien, lo admito, algo de culpa tengo en no
haberme quejado en su momento. ¿Qué querés que te diga? La ley me
vino como dedillo al dedo, nunca antes había tenido tanta cantidad de
clientes y eso me oscureció el entendimiento. Por eso mismo guardé
silencio cuando, hace unas semanas atrás, el alcalde prohibió que se
recurriese a mis servicios. Pensé: “Éste anda enojado porque me negué a
cobrarle por afeitarlo; en unas semanas seguro se le pasa la calentura y
levanta la ley de un soplido”. ¿Qué iba a cobrarle al pobre hombre si es
un imberbe? ¡Sí! El alcalde del pueblo es un imberbe. Qué vamos andar
dando tantas vueltas… Estaba harto de fingir que lo afeitaba. No es mi
culpa. ¡Y ahora me manda a arrestar por estar afeitado! ¿No era lo que él
pidió?
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barbero. Por consiguiente, siendo que usted es una mujer que nunca
miente y que por tanto hemos de creerle cuando nos dice que cumple con
la ley, tengo que decretar como nula su anterior declaración, a saber, que
usted afeitó a su esposo”. Así fue la cosa. ¿Vio?
ATTILIO SALVATORE
Tempus fugit
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SOBRE EL RAUDAL LINGÜÍSTICO
Y SU EVOLUCIÓN
FELIPE MATTI
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Sin irme lejos hasta la España asediada por los moros, ya
descubro que el lenguaje sufre una epidemia que consiste en suplir las
palabras con fuerte impronta castellana, propias a uno, por otras que
evocan el mismo o un similar concepto.
De más está decir que cada palabra tiene su propio peso. Uno
puede incluso perderse simplemente en el fulgor que nace de adentrarse
en un solo artículo y su historia.
FELIPE MATTI
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¿SUERTE O ÉXITOS?
FEDERICO CAIVANO
1
¿Diatrivia?
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Por otro lado, existe una incongruencia de base en querer desear
éxito mientras se establece que el éxito depende de la virtud (o la no-
mediocridad) del individuo. Es decir: se desea lo que no se puede
controlar o prever. Si al estornudar me desean salud, es porque, más allá
de mis esfuerzos y los de la ciencia médica, existe la posibilidad de que
caiga enfermo, haga lo que haga. Por lo tanto, el deseo significa casi una
plegaria a las fuerzas cósmicas, Dios o la suerte, para que intercedan por
mi bienestar. O al menos pretende expresar una preocupación, dejando
lo que es posible en las manos humanas apropiadas y lo que no es
posible a los designios del inexorable curso del Destino. Intentar “desear
el éxito”, entonces, equivaldría a decir que uno quiere que a la otra
persona le ocurra algo que no puede controlar pero que al mismo tiempo
depende de sus esfuerzos. En realidad, mis esfuerzos me llevarán al éxito
hasta donde me sea posible, independientemente de cualquier deseo
propio o ajeno.
FEDERICO CAIVANO
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LA FIDELIDAD CREADORA
TERESA DRIOLLET DE VEDOYA
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En la decisión de amar a los otros se produce algo más hondo que
en el mantenimiento de las cosas. La unión con lo que hemos decidido
sostener se hace tan fuerte, que quizás podamos decir que somos en gran
parte consecuencia de nuestros amores y ellos, en parte, obra nuestra. La
promesa de amor se concreta como un milagro de co-creación mutua.
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DETRÁS DE LAS PALABRAS
MARISA MOSTO
Con la palabra:
se consuela
se alienta
se humilla
se hiere
se hace reír
se cura (talking cure, bautizó al psicoanálisis, su –¿podríamos llamarla
así?– primera paciente, Berta Pappenheim
se abre la propia intimidad al otro, se crean lazos
se miente, se levantan muros
se enseña
se despliegan mundos
se aprende
se testimonia
se crea (“Y dijo Dios…)
se pone nombre y se nombra. Se confirma en la existencia
se conspira (como en Babel, “hagamos una torre…)
se redime (“Y la Palabra se hizo carne…)
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¿No sirve?
MARISA MOSTO
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EL ARCÓN DE LOS RECUERDOS
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MINIMA PHILOSOPHICA
Un chascarrillo filosófico
Hoy en clase de griego pusimos punto final a la traducción de
fragmentos de Demócrito y otros atomistas. Fijamos los textos para el
examen final y pedí a Facundus unas palabras de despedida para esta
tarea con Los filósofos presocráticos de Kirk y Raven. Su respuesta:
“Me queda una sensación de vaciedad.” El culto lector percibirá que
aludía a τὸ κενόν y a los átomos, que en él se mueven. Si vamos a
Epicuro, otro atomista, podríamos decir que fue un placer el estudio… y
también el chiste.
Radulfus
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Este imán con forma de casco antiguo es entonces el protector de
la heladera de Felipe. Pero tengo que terminar esta notiuncula, querido
amigo, con un fracaso. Busqué en efecto entre mis recuerdos una de las
viejas tarjetas de Batman, donde estaba el Capitán Frío. Quería
regarlársela, para que también obrara ella como protectora de las
vituallas de Felipe. No la encontré: la he perdido, sin duda, como tantas
otras cosas. Pero dicen que no hay mal que por bien no venga. Aquí se
cumplió, porque la próxima vez que vea a Felipe le obsequiaré una
tarjeta de colección de Brendan Shanahan, jugador de hockey sobre
hielo, de Detroit. La foto lo pone amenazante, blandiendo su palo,
aunque con la camiseta de Canadá.
Rafael Torto
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DIALOGUITOS EN EL PERÍPATO
La complejidad
En uno de los números anteriores de la revista (Philosophia
Vulgaris, n°3), me llamó poderosamente la atención el aporte del señor
Attilio Salvatore. A pesar de la pobreza de su pluma, espero que no se
ofenda, me pareció una genialidad su propuesta de la “disposición del
infinito” (aunque no coincida en algunos puntos de su planteo). Según él,
para poder asegurar el control de una sola realidad (por ejemplo la paz
de un pueblo) haría falta controlarlo todo (disponer del infinito), puesto
que de lo contrario siempre puede aparecer algo que desbarate nuestros
planes. Cuando leí aquella historia suya pensé “esto es realismo
complejo”. Sin embargo ¿es posible lograr la disposición del infinito?
Para Salvatore aparentemente sí lo sería, pero yo debo disentir.
La idea de la disposición del infinito implica en sí otra idea, la de
la “complejidad”. ¿Cómo podríamos definir o explicar la complejidad?
Intentemos hacerlo de una forma sencilla, perdón la ironía, desde una
perspectiva funcional. Se dice que un sistema o conjunto de cosas
(variables) es complejo cuando entre sus variables existe, al menos, una
triple relación:
(1) Relación vertical: cada variable depende de sus estados
anteriores.
(2) Relación horizontal: las variables dependen unas de otras.
(3) Relación diagonal: una variable depende del estado anterior
de otra variable.
A3 B3 C2
A2 B2 C1 D1 E1
F1
A1 B1
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Digo “al menos”, porque pueden existir otro sinfín de relaciones,
solo que un poco más difíciles de imaginar, por resultar contraintuitivas:
por ejemplo que la existencia de una variable implique la imposibilidad
de otra, o que el estado futuro de una variable determine sus estados
anteriores (como cuando tenemos en vistas un objetivo y hacemos todo
para alcanzarlo). Asimismo, mientras que solo haya dos variables,
tampoco estamos ante una verdadera complejidad, puesto que es
relativamente fácil seguir sus relaciones. La complejidad aparece cuanto
las variables son más de dos, cuando las relaciones empiezan a
entrelazarse y “complejizarse”. Por ejemplo, una tercera variable puede
influir, no sobre otra variable directamente, sino sobre la relación entre
otras dos variables. Y a partir de ahí todo puede seguir complejizándose:
por ejemplo un grupo de variables puede influir en su conjunto sobre
otro grupo distinto en general. No hace falta mucha imaginación para
pensar ejemplos concretos de todo lo dicho, la vida está llena de estos
enredos.
De esta forma la complejidad confirma la idea de la disposición
del infinito: si quisiera asegurarme el control de una variable cualquiera,
necesitaría controlar todo el resto de las variables que se relacionen con
ésta directa o indirectamente. Y a su vez sucedería lo mismo con esas
otras variables. Al final, para disponer de una única variable, de una
única cosa, se requeriría disponer de todas las cosas, ya que en la
realidad nunca se da nada que llegue a estar aislado del todo. Es como
decía en otras ocasiones “la parte reclama necesariamente el todo”. Y
aun cuando la suma de todas las variables fuese finita, sus relaciones no
lo serían (y, algo que no había dicho antes, cada relación en sí misma
hay que considerarla como otra variante). La disposición del infinito se
evidencia así como imposible, aunque más no sea por una obviedad
lógica: cada vez que alcanzásemos la disposición de todas las cosas, esa
disposición sería una nueva variable a controlar, y así siempre más,
como si sumásemos 1 al infinito.
Y sin embargo, a pesar de su imposibilidad, la disposición del
infinito es una pretensión original y persistente en la vida de todos los
hombres. Muchas veces aparece con otros nombres que ilustran otros
aspectos del mismo hecho: sed de lo absoluto; la inquietud del corazón;
el deseo “de algo más”; la vacuidad del todo o la totalidad de la nada…
En un principio esto no tiene porqué ser algo malo: la pretensión original
de tal disposición es la del sumo Bien. Ahora bien, tal como lo describía
la historia de Attilio Salvatore, la disposición del infinito en el plano
humano puede derivar en peligrosas ambiciones que, de concretarse,
derivan en totalitarismos. En efecto, al final necesitaríamos dominar
también la voluntad y la libertad de todas las personas para asegurarnos
de que no incumplan nuestras disposiciones. Pero ¿es esta la única
opción? No, lejos de serlo, la disposición del infinito podría ser viable
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(como proceso) si las voluntades de todas las personas coincidiesen sin
necesidad de ser dominadas. Si mañana todos despertásemos estando de
acuerdo quizás despertásemos en el paraíso. Lógicamente al menos no es
imposible. Esta idea despierta en mí también cierto horror sagrado:
también podría darse que las voluntades coincidiesen no hacia al bien,
sino en su dirección contraria, y mañana despertásemos en el más
siniestro de los amaneceres.
Alejo Cercato
Por gentileza del Profesor Raúl Lavalle, he tenido acceso a las pruebas
de galera de la presente edición de la prestigiosa revista Philosophia
vulgaris en la que usted inaugura la sección “Dialoguitos en el Perípato”
presentando sus objeciones al respetado poeta Attilio Salvatore.
Aprovechándome entonces de esa circunstancia azarosa (muy en
línea con su realismo complejo, por cierto) me animo a formularle
algunas preguntas que me ha inspirado la lectura de su texto, bajo el
consentimiento generoso del Profesor Lavalle.
2) Por otra parte tampoco entiendo por qué equipara usted ese “Bien”
(así lo denomina usted también) con una especie de control de todas las
variables. No puedo imaginarme algo más reñido con la búsqueda
profunda del hombre que la “capacidad de control de todas las
variables”.
(Yo espero que, si ese Bien existe, sea algo que me sorprenda
radicalmente de los pies a la cabeza. Algo que se escape totalmente a mi
control. Que se presente como una verdadera novedad. No que sea “más
de lo mismo”.)
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Además, siguiendo su razonamiento ese control tampoco podría
equipararse con la intención de infinito, pues sería siempre control de
algo finito pues equivaldría al control de la suma de la totalidad de las
variables que en sí mismas son finitas.
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