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BOLETÍN DE

INVESTIGACIÓN
MAYO DE 2017 - UNDÉCIMA EDICIÓN
1
Dirección: Omar Huertas Díaz Editorial: Política criminal populista ante los
últimos casos de delitos sexuales de menores
y el feminicidio.
 Iván Ricardo Morales Chinome
Página 3
 Angie Lorena Ruiz Herrera
Proceso Penal en el contexto del Derecho
 Ever José López Cantero
Penal Moderno
 María Fernanda Maldonado Página 5
 William Mauricio Millán Vargas La ley de amnistía e indulto y la acción de
extinción de dominio
 Eduardo Gabriel Gómez Lizarazú
Página 9
 Lina María Fonseca López
La resocialización como parte de la política
criminal
Página 13

Procedimiento penal abreviado


Página 16

Violencia intrafamiliar y agresión: ¿Por qué


somos violentos?

Página 21
Instrucciones para los autores
Página 24

2
El asombro suscitado tras el abuso y muerte de la menor Yuliana sucedido en Diciembre del
año anterior, fue el acontecimiento con el cual los colombianos recibimos el presente año.
Nuevamente, se hicieron escuchar las voces de justicia mediante el castigo severo contra el
victimario del delito y, en general, de todas aquellas personas que incurriesen en un delito
contra los menores de edad o contra las mujeres. Se alzaron voces referidas a la prisión
perpetua y a la pena muerte, considerando que estas son las mejores herramientas para la
erradicación de estas conductas.

Sin embargo, meses después de estos hechos, el país nuevamente se sorprende con el
asesinato de una joven en un centro comercial de Bogotá a manos de su ex compañero
sentimental, nuevamente, los colombianos alzaron su voz de protesta frente a este acto,
reclamando sanciones más drásticas frente a los llamados como feminicidas. Sin bastar esto,
un nuevo caso de abuso y muerte es reportado contra una menor de edad en el país, ratificando
las voces que piden un castigo severo y ejemplar en contra de los victimarios. Estos, son sólo
algunos pocos ejemplos de los tantos casos de violencia en contra de la mujer y en contra de
los niños que en el presente año se han presentado.

Ante este panorama, muchas personas del común se preguntan ¿Qué está pasando? ¿Por qué
suceden hechos como los referidos? ¿Acaso no existen penas ejemplares para estas personas?
En los anteriores ejemplos, se evidencian diferentes conductas delictivas, entre las más
representativas y ante las cuales se pide el endurecimiento de penas se encuentran las
referidas a actos de violencia contra la mujer (como el feminicidio) y los delitos sexuales
(como el acceso carnal).

En el año 2015, nace la Ley 1761 o Ley Rosa Elvira Cely por medio de la cual se tipifica
como delito autónomo al feminicidio, el artículo 104A del Código penal señala:

Feminicidio. Quien causare la muerte a una mujer, por su condición de ser mujer o por
motivos de su identidad de género o en donde haya concurrido o antecedido cualquiera de
las siguientes circunstancias, incurrirá en prisión de doscientos cincuenta (250) meses a
quinientos (500) meses.

Lo que se pretende resaltar del tipo penal, es la sanción privativa de la libertad, la cual se
señala es de 250 meses a 500 meses, lo que equivale a 20 años, cuando la sanción es la
mínima y, hasta 41 años, cuando se impone la pena máxima. Cabe resaltar que por medio del

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artículo 104B se mencionan las circunstancias de agravación punitiva, lo que conlleva a una
pena de 600 meses o 50 años si el victimario concurre en alguno de los agravantes
mencionados en el Código.
En relación con los preacuerdos, se señala:

Artículo 5°. Preacuerdos. La persona que incurra en el delito de feminicidio solo se le podrá
aplicar un medio del beneficio de que trata el artículo 351 de la Ley 906 de 2004. Igualmente,
no podrá celebrarse preacuerdos sobre los hechos imputados y sus consecuencias

Es decir, son limitados los beneficios que la persona podría recibir. En este sentido, en
materia penal se evidencia: 1) La creación de un nuevo tipo penal, 2) El establecimiento de
la pena máxima para los casos de feminicidio, esto teniendo en cuenta que en los casos de
concurso, la pena máxima es de 60 años y 3) La eliminación de beneficios para la persona
que incurra en este delito. En relación con los delitos sexuales, específicamente del acceso
carnal en menor de 12 años, se encuentra que la pena principal (8 a 15 años) será aumentada
hasta la mitad, cuando se trate de un menor de la edad señalada.
Como se evidencia, las sanciones señaladas para estos delitos, especialmente para el
feminicidio, son severas. Entonces ¿Qué sucede? ¿Por qué dichas penas no persuaden al
delincuente para que no realice los actos mencionados?

Es importante resaltar que el enfoque en política criminal implementado por el Estado


colombiano, se ha centrado en la imposición de la pena privativa de la libertad como solución
principal a las problemáticas delincuenciales del país, dichas problemáticas como las que en
la actualidad se hacen evidentes, se han utilizado como mecanismos de captación electoral
por muchos, generando una política criminal populista que obvia todo tipo de explicaciones
y estrategias de solución contrarias a la imposición de la pena privativa de la libertad.

Una política criminal reactiva y no proactiva, oscurecida y amparada tras la estrategia


punitiva, no se constituye como estrategia adecuada, menos aun cuando sus estrategias se
construyen en base de peticiones oportunistas y no en el sustento que desde diferentes
disciplinas científicas se ha derivado. Así pues, los establecimientos penitenciarios y
carcelarios en Colombia seguirán recibiendo a miles de personas, manteniéndolas allí por un
largo periodo de tiempo, pero aquellos factores que incidieron en la comisión del delito,
seguirán latentes mientras que no se generen unas estrategias de prevención de los actos de
violencia en contra de las mujeres y de los niños, estrategias que no se reducen a aquella
prevención general de la ley penal, si no que se presentan con la implementación de medidas
pedagógicas capaces de incentivar una revolución cultural.

Angie Lorena Ruiz Herrera


Estudiante de Psicología
Investigadora Observatorio de Política Criminal en Colombia
Investigadora Escuela de Derecho Penal Nullum crimen sine lege UN
Universidad Nacional de Colombia

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Derecho Penal Moderno, Proceso Penal y Medida de aseguramiento

Proceso Penal en el contexto del Derecho


Penal Moderno
Imposición de la medida de aseguramiento como expresión la nueva
racionalidad del Derecho Penal contemporáneo.

Eduardo Gabriel Gómez Lizarazú


Estudiante de Derecho
Investigador Observatorio de Política Criminal en Colombia
Investigador Escuela de Derecho Penal Nullum crimen sine lege UN
Universidad Nacional de Colombia
eggomezl@unal.edu.co
Artículo enviado el 23 de marzo de 2017

El Derecho Penal es una de las herramientas más poderosas con que cuenta el Estado para
intervenir sobre la sociedad e imponer y garantizar la vigencia del ordenamiento jurídico y
la tutela y protección de los bienes jurídico-penales. Contemporáneamente hemos visto cómo
el derecho penal ha venido experimentando una serie de cambios en sus dogmáticas,
racionalidades, entendimiento de sus principios e imaginarios colectivos que del mismo se
tienen en la sociedad y las comunidades jurídicas y académicas (Böhm & Gutiérrez, 2007).
Hoy algunos hablan de un “derecho penal de la prevención”, un derecho penal
“administrativizado”, “de tres velocidades” (Silva Sánchez, 2008), o “derecho penal
moderno” (Donini, 2010). Este artículo pretende aportar una breve mirada crítica sobre este
fenómeno, concretando el análisis en el tema de la finalidad del proceso penal y la imposición
de la medida de aseguramiento.

El abolicionismo penal, vertiente más radical dentro de la criminología crítica, (Martínez,


1990) promovió el paulatino desmonte de las instituciones, la normatividad y las
racionalidades del Derecho Penal, como herramienta de intervención del Estado en la
sociedad. Hábilmente mostró cómo la acción del Derecho Penal no servía para fortalecer los
tejidos sociales en la sociedad ni solucionar los problemas que en ella se presentaban. Hoy
en día aquellos planteamientos parecen estar a la defensiva, frente a una dogmática y un
derecho penal especial que cada vez más se decanta por prácticas expansionistas del Derecho
Penal –nuevos tipos penales- (Silva Sánchez, 2008), teorizaciones y dogmáticas menos

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garantistas: morigeración y reentendimiento de principios clásicos del Derecho Penal; y opta
por la normativización en la teoría del delito (Pastor, 2009)

Queremos hacer hincapié en que, desde el punto de vista que se defiende en este escrito, el
Derecho Penal no debería ser revestido de finalidades “administrativas”, de lucha o de
coadyuvancia en el alcance de determinados intereses que se haya propuesto la sociedad o el
Estado. Nos parece que eso es lo que viene sucediendo actualmente, por lo cual el Derecho
Penal ha dejado de ser visto, en estricto sentido, como un derecho de garantías y de reacción;
y ha empezado a ser modelado y entendido como un derecho de prevención y de colaboración
en los propósitos (administrativos) de la sociedad y el Estado.

En este punto debemos hablar de la imposición de la medida de aseguramiento y la finalidad


y función del Proceso Penal. Como lo resalta Pinzón (2017), se ha instaurado en la sociedad
una “forma particular” de entender e interpretar el papel de la prisión. En Colombia la medida
de aseguramiento viene siendo utilizada como “prisión preventiva”, lo que conlleva a que el
32.3% de la población retenida en los centros de reclusión del IMPEC estén privadas de la
libertad en calidad de procesadas (Pinzón, 2017). Debemos recordar que, como medida de
aseguramiento, la reclusión en establecimiento carcelario no prejuzga sobre la culpabilidad
del imputado; y sólo procede bajo las causales del artículo 308 del Código de Procedimiento
Penal vigente. No se puede “presumir” que el imputado incurre en alguna de esas casuales,
sino que tiene que mostrar en debida forma que tal temor es fundado.

Como lo muestra Roxín, el proceso penal tiene como finalidades “La condena del culpable,
la protección del inocente, la formalidad del procedimiento alejada de toda arbitrariedad y la
estabilidad jurídica de la decisión…” Roxin (2000, pág. 4) citado por Pastor (2012, pág. 249).
Sin embargo, para Pastor, si bien es cierto que el proceso penal tiene finalidades
contrapuestas, el mismo se decanta hacia la protección del imputado, como concreción de la
protección de los derechos de la ciudadanía: “En verdad, el orden jurídico, ante las graves
consecuencias que tiene la aplicación de la pena, se decide por hacer prevalecer la protección
del imputado, a quien le otorga prioridad en todo momento…” (Pastor, 2012, pág. 249). Aquí
enlazamos con el contexto general, diciendo que para la visión contemporánea del Derecho
Penal, parece que su papel garantista debe ser relegado ante las necesidades de eficiencia y
protección de la sociedad. Se ve al imputado como una amenaza a la que hay que inocuizar
mediante la segregación carcelaria.
Además de lo anterior la imposición de la medida de aseguramiento debe responder a
criterios que garanticen la igualdad formal y la seguridad jurídica, de tal manera que la
libertad del ciudadano no quede al arbitrio o discrecionalidad del juez: “En la prisión
preventiva se juega el Estado de derecho. Es un hecho que la privación de libertad ante
iudicium pone en cuestión todos los principios de protección de la persona acusada… la pena
solo puede ser aplicada después del juicio… por tanto, antes de la sentencia firme de condena
las personas no pueden ser privadas de su libertad” (Pastor, 2012, pág. 250). Por otro lado
(como lo ha resaltado la Corte Constitucional en su sentencia T-153/98) para nadie es un

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secreto la situación violatoria de los derechos fundamentales constitucionales en las que se
encuentran aquellos recluidos en los establecimientos carcelarios, violatorias de la dignidad
humana (Zuluaga Acevedo, 2016). Es necesario retomar algunos de los planteamientos del
abolicionismo penal, hacer que los administradores de justicia salgan de sus escritorios y se
enteren de las consecuencias reales de sus decisiones. Así mismo los jueces deben aplicar el
test de proporcionalidad de manera que se garantice seguridad jurídica e igualdad formal; y
se vuelva al entendimiento de la medida de aseguramiento como excepcional

El Derecho Penal y el Derecho Administrativo (sancionatorio) se han construido y han


respondido a racionalidades y finalidades diferenciadas. El Derecho Penal es un derecho
típicamente de garantías. Al contrario de ello, el Derecho Administrativo tiene una pretensión
eficientista (Silva Sánchez, 2008). A nuestro modo de ver, es un error tratar al Derecho penal
como se trata al derecho administrativo sancionatorio, en tanto que sus finalidades garantistas
quedan vaciadas, con ello el respeto de los derechos ciudadanos y la pretensión de que los
poderes del Estado no afecten la dignidad humana. El proceso penal y la medida de
aseguramiento no pueden ser utilizados como meros instrumentos mediante los cuales
“prevenir” la comisión del delito, segregar al “agente de peligro-riesgo” (que en realidad es
un ciudadano y una persona), morigerando y reentendiendo “contra-reo” (en contradicción
con principios como el de favorabilidad y legalidad) las instituciones del derecho procesal
penal. La igualdad formal y la seguridad jurídica de los ciudadanos tienen que ser
resguardadas frente a posibles actuaciones arbitrarias de los jueces. Además, por razones
prácticas no es conveniente aumentar la población carcelaria, a la que el Estado no es capaz
de garantizar los derechos fundamentales.

Referencias

Böhm, M. L., & Gutiérrez, M. H. (2007). Introducción. En M. L. Böhm , & M. H. Gutiérrez,


Políticas de seguridad. Peligros y desafíos para la criminología del nuevo siglo.
(págs. V-XXX). Buenos Aires: Editores del Puerto s.r.l.

Donini, M. (2010). El Derecho Penal frente a los Desafíos de la Modernidad. Estudios de


Derecho Penal. Lima: ARA Editores E.I.R.L.
Martínez, M. S. (1990). ¿Qué pasa en la criminología moderna? Bogotá: TEMIS.

Pastor, D. (2009). Encrucijadas del Dereho Penal Internacional y del Derecho Internacional
de los Derechos Humanos. Bogotá: Pontificia universidad javeriana, facultad de
Ciencias Juridicas; y Grupo Editorial Ibañez.

Pastor, D. (2012). Tendencias hacia una apliación más imparcial del Derecho Penal. Buenos
Aires: Hammurabi.

7
Pinzón, A. (14 de Marzo de 2017). Una medida de aseguramiento no se le niega a nadie.
Palabras al Margen(101).
Roxin, C. (2000). Derecho Procesal Penal. Buenos Aires.
Silva Sánchez, J. (2008). La expansión del Derecho penal. Aspectos de la Política criminal
en las sociedades postindustriales. Buenos Aires: Euros Editores.

Zuluaga Acevedo, N. A. (Marzo de 2016). El hacinamiento carcelario, resultado de la


política criminal de los últimos años. (N. C. Observatorio de Política Criminal, Ed.)
Recuperado el 23 de Marzo de 2017, de Boletín de investigación, Observatorio de
Política Criminal:
https://issuu.com/observatoriodepoliticacriminalun/docs/bolet__n_de_investigaci__
n_viii

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Justicia transicional

La ley de amnistía e indulto y la acción de


extinción de dominio

Qué pasa en los casos en los cuales ya exista decisión en firme -previo a la
entrada en vigencia de la Ley 1820 de 2016-, respecto de un proceso de
extinción de dominio de un bien calificado como adquirido con recursos
provenientes de las actividades de las FARC-EP, y el antiguo propietario
considere que el bien fue obtenido de manera lícita.

William Mauricio Millán Vargas


Abogado y especialista en Instituciones Jurídico Procesales, Universidad Nacional
Magíster en Ciencias Penales y Criminológicas, Universidad Externado
Investigador Observatorio de Política Criminal en Colombia
Investigador Escuela de Derecho Penal Nullum crimen sine lege UN
Universidad Nacional de Colombia
wmmillanv@unal.edu.co
Artículo enviado el 23 de marzo de 2017

La firma del acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz
estable y duradera, en sus dos versiones -la de agosto 24 de 2016 y la de noviembre 26 del
mismo año-, suscrito este último con posterioridad al plebiscito del 2 de octubre, constituye
un punto de llegada de la mesa de conversaciones entre el Gobierno Nacional y las FARC-
EP. Pero de otro lado, es un punto de partida que define los distintos escenarios del proceso
de implementación, cuya puesta en práctica requiere de la participación activa de todas las
ramas del poder público, junto con un necesario fortalecimiento de las instituciones locales
y nacionales, y en especial, de la justicia (García, Torres, Revelo, Espinosa & Duarte, 2016).

En este contexto, en diciembre 30 de 2016 fue expedida la Ley 1820 mediante la cual se
dictaron disposiciones sobre amnistía, indulto y tratamientos penales especiales en beneficio
de los combatientes irregulares y los agentes del Estado. Y en lo particular, en desarrollo
del denominado “tránsito rápido o fast track” que tendrá lugar, de manera transitoria, en
sujeción a lo establecido en el Acto Legislativo 01 de 20161, donde se dispone el ejercicio

1 El cual fue declarado exequible por la Corte Constitucional mediante sentencia C-699 de 2016.

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legislativo y constituyente del Congreso de la República, por iniciativa del ejecutivo, para
estructurar los instrumentos jurídicos que aseguren la implementación del referido acuerdo
de paz.
No son pocos los retos originados de la antedicha norma y el Decreto 277 de 2017 que
dispuso su reglamentación. Entre muchos otros están: la capacidad operativa de los jueces
de ejecución de penas para atender el cúmulo de solicitudes de amnistía; el régimen de
libertades para integrantes de la guerrilla y agentes del Estado cuando se trata de delitos no
amnistiables; el tratamiento para desmovilizados de grupos al margen de la ley cuya dejación
de armas ocurrió con anterioridad a la firma del Acuerdo Final de Paz, y que se acogieron a
beneficios jurídicos en el marco de la Ley 1424 de 2010, o inclusive, a la Ley 975 de 2005
de Justicia y Paz, y que han solicitado acogerse a la Ley 1820 de 2016. En fin, de la variada
gama de posibilidades, en esta ocasión se enunciarán algunas consideraciones acerca de la
acción de extinción de dominio en el marco del actual proceso de paz.

Tal como ha quedado definido mediante los distintos tránsitos legislativos2, y las
interpretaciones jurisprudenciales3 o doctrinales (Tobar, 2014), la extinción de dominio se
caracteriza por ser una acción constitucional que declara la pérdida de propiedad de bienes;
es pública y se ejerce por el Estado y a favor de este; mediante un procedimiento con origen
en la actividad judicial sin contraprestación o compensación alguna; en el marco de una
acción autónoma y directa, sin que pueda asimilarse de lleno a una acción penal o civil; con
características netamente patrimoniales; y, sujeta a un procedimiento judicial especial con
principios y reglas sustanciales y procesales propias4. En fin, en desarrollo del artículo 34 de
la Constitución Política, cuando la disposición de determinado bien susceptible de valoración
económica se realiza mediante actividades de enriquecimiento ilícito, en perjuicio del Tesoro
Público, o con grave deterioro a la moral social.

Ahora bien, articulado este tema con la ley de amnistía e indulto, cabe precisar que en el
punto 4 del Acuerdo Final de Paz sobre la solución al problema de las drogas ilícitas y, en
concreto, en el numeral 4.3.2., se indica que las capacidades del Estado serán fortalecidas a
fin de garantizar la aplicación efectiva de la extinción de dominio en la identificación de
activos, y la investigación y judicialización de dichos casos, en el marco de una estrategia
integral de lucha contra la corrupción. Por su parte, la mencionada Ley 1820 de 2016,
establece que tales beneficios jurídicos, cuyos efectos pasan por la extinción de la acción y
sanción penal principal y accesoria, o la acción de indemnización de perjuicios, como lo
establece el artículo 41 ibídem, no tiene efectos sobre la acción de extinción de dominio.

2 El mismo se puede ubicar desde la Ley 333 de 1996, el Decreto Legislativo 1975 de 2002, la Ley
793 de 2002 y la Ley 1708 de 2014 o Código de Extinción de Dominio.
3 La Corte Constitucional ha establecido pautas de interpretación sobre el concepto y alcance de la

extinción de dominio, entre otros pronunciamientos, las sentencias C-374 de 1997, C-740 de 2003,
C-540 de 2011, C-740 de 2003, y en la C-958 de 2014.
4 De esta forma lo ha condensado la sentencia C-958 de 2014.

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Un punto problemático que se pude desprender de la norma, es que en los casos en los cuales
ya exista decisión en firme -previo a la entrada en vigencia de la Ley 1820 de 2016-, respecto
de un proceso de extinción de dominio de un bien calificado como adquirido con recursos
provenientes de las actividades de las FARC-EP, y el antiguo propietario considere que el
bien fue obtenido de manera lícita, podrá solicitar la revisión de la sentencia en la cual se
decretó la extinción ante la Sala Penal del Tribunal Superior del Distrito judicial del lugar
donde se encuentre el bien, o ante la Sala penal de la Corte Suprema de Justicia, según el
caso5. Esto, en aparente contravía de las reglas de competencia para la extinción de dominio
establecidas en la Ley 1708 de 2014, o Código de Extinción de Dominio - CED, las cuales,
de manera general, están atribuidas además de la Corte, a las salas de extinción de dominio
de los Tribunales Superiores de Distrito Judicial y a los Jueces del Circuito especializados en
extinción de dominio.

En síntesis, podría pensarse en un inicio que con la ley de amnistía e indulto surge una
derogatoria tácita de la competencia de las Salas de Extinción de Dominio de los Tribunales
Superiores del Distrito Judicial, que conocen en primera instancia de la acción extraordinaria
de revisión en contra de las decisiones de dicha corporación, en materia de extinción de
dominio, como lo establece el artículo 38 del CED, donde por supuesto se encuentran
decisiones en contra de grupos insurgentes. Aunque todo parece indicar que se trata de un
procedimiento especial con asiento exclusivo a las decisiones adoptadas en contra de bienes
cuyo origen fue atribuido a las FARC-EP, más cuando la norma prevé que toda solicitud de
revisión sea suscrita por un miembro plenipotenciario que hubiere firmado el Acuerdo Final
de Paz; no obstante, quien vendría a definir la revisión de la decisión judicial, como se
anunció en su momento, y como una nueva competencia atribuida por conducto de la Ley
1820 de 2016, es la Sala Penal del Tribunal Superior del Distrito judicial del lugar donde se
encuentre el bien, asunto que origina necesariamente un redireccionamiento de la
competencia de la justicia especializada en ese tema, a la justicia ordinaria.

No es fácil ubicar el sentido práctico de la decisión adoptada por el legislativo. Pudo haber
sido una decisión adecuada el hecho de confirmar aquellos escenarios en los cuales antiguos
propietarios tengan la posibilidad de reclamar como propios los bienes objeto de extinción
de dominio, sobre todo porque son supuestos apenas previsibles en un escenario de
posconflicto; pero era importante, por decir lo menos, que el proceso haya tenido asiento en
la justicia especializada que ejerce a la fecha la competencia para decidir los asuntos de
revisión de las sentencias de extinción de dominio que ella misma profiere, y no de otros
Tribunales, tal como se dispuso. Recuérdese que este tema no hace parte de la Jurisdicción

5 Recuérdese que en virtud de la Ley 1708 de 2014, la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia
juzga en única instancia la extinción de dominio de los bienes cuya titularidad recaiga en un agente
diplomático debidamente acreditado, con independencia de su lugar de ubicación en el territorio
nacional.

11
Especial de Paz, y funciona con independencia de la misma, como podría deducirse de las
leyes hasta ahora expedidas en el marco del mecanismo del “fast track”, por lo que puede
concluirse que antes de aportar al efectivo funcionamiento de la administración de justicia,
puede terminar generando confusión y choque de competencias al interior de la misma.

Referencias:

Corte Constitucional. Sentencias C-699 de 2016; C-374 de 1997; C-740 de 2003; C-540 de
2011; C-740 de 2003; C-958 de 2014.

Jenner Alonso Tobar Torres (2014). Aproximación general a la acción de extinción del
dominio en Colombia. Revista Civilizar Ciencias Sociales y Humanas, 14(26), 17-38.

Mauricio García Villegas, Nicolás Torres Echeverry, Javier Revelo Rebolledo, Jose R.
Espinosa Restrepo y Natalia Duarte Mayorga (2016). Los territorios de la paz La
construcción del Estado local en Colombia. Bogotá: Documentos Dejusticia No. 28.

Manual de Extinción de Dominio (2012). Superintendencia de Sociedades, Versión 002,


Código AAA-M-002.

Normatividad: Ley 1820 de 2016, Decreto 277 de 2017, Ley 1420 de 2010, Ley 975 de 2005,
Ley 793 de 2002 y Ley 1708 de 2014.

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Criminalización terciaria

La resocialización como parte de la política


criminal
La resocialización como un avance para la seguridad ciudadana, la reducción
del delito y el respeto de los derechos de las personas privadas de la libertad.

Lina María Fonseca López


Psicóloga
Investigadora Observatorio de Política Criminal en Colombia
Investigadora Escuela de Derecho Penal Nullum crimen sine lege UN
Universidad Nacional de Colombia
E-Mail: lmfonsecal@unal.edu.co
Fecha de envío: 22 de marzo de 2017

La política criminal en Colombia, tal como ha sido indicado por la Corte Constitucional
Colombiana, está estrechamente vinculada con las tres formas de criminalización propuestas
por diversas perspectivas criminológicas, como son: primaria, secundaria y terciaria. La
primera de ellas pone énfasis en los aspectos legislativos; la segunda en elementos
relacionados con la judicialización e investigación de los hechos objeto de penalización; y la
tercera en la ejecución y el cumplimiento de la pena.

Con respecto al abordaje de la criminalización terciaria, a partir del Pacto de los Derechos
Civiles y Políticos de 1976, se establecieron unos principios orientadores del trato otorgado
a personas privadas de la libertad, entre estos se resalta como finalidad del régimen
penitenciario “la reforma y la readaptación social de los penados”. Asimismo, la Comisión
Asesora de Política Criminal creada para “apoyar la formulación de la política criminal del
país y dar recomendaciones al Gobierno Nacional al respecto” (2012, p. 10), fue enfática en
señalar que en la normatividad colombiana la pena estaba orientada hacia la “maximización
de la resocialización de la persona condenada” (p. 22). Con ello, es evidente que este aspecto
de la política criminal en Colombia está destinado a un objetivo preciso, ante el cual sin
embargo, se han presentado una serie de dificultades, configurando un grave problema de
precarización del sistema penitenciario y carcelario actual.

Con el propósito de caracterizar de brevemente las principales problemáticas presentes en el


sistema penitenciario y carcelario, se toma como referente el informe de la Comisión Asesora
de Política Criminal, en donde se señala: (a) el hacinamiento; (b) la ausencia de una
separación entre sindicados y condenados; (c) la falta de atención adecuada en salud; (d) la

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desigual proporción entre miembros de la guardia e internos, lo cual afecta directamente la
seguridad en los establecimientos; y (e) los elevados costos de mantenimiento con un
presupuesto destinado en su mayoría a gastos de administración y vigilancia; como algunos
de los principales obstáculos a los que se enfrenta la política criminal en el país, mostrando
la ausencia de medios adecuados para lograr el fin último de la resocialización (Comisión
Asesora de Política Criminal, 2012).

Además, la Comisión subraya que “los medios principales a través de los cuales se busca la
resocialización en Colombia, según las normas jurídicas y la práctica penitenciaria, son el
trabajo, el estudio y la enseñanza” (p. 49), los cuales se ven afectados con la ausencia de
profesionales a cargo y un énfasis de su utilización como formas para reducir la pena u ocupar
el tiempo libre, por lo que es necesario dotarlas de un nuevo enfoque que sirva al propósito
planteado. Finalmente, la entidad propone una serie de directrices dentro de la cuales es
importante resaltar la implementación de medidas dirigidas al post-penado “de forma tal que
se asuma el compromiso de reinserción social no solamente con el tratamiento penitenciario,
sino también con la orientación y ayuda a la reubicación social” (p. 65).

Con la ejecución de múltiples iniciativas en el ámbito penitenciario, ha sido evidente la


necesidad de dotar de sustento empírico las medidas que vayan a ser adoptadas, y además se
ha resaltado la importancia de una adecuada adaptación de las mismas al contexto particular
en el que serán implementadas. Esto junto a un minucioso seguimiento y evaluación que
permita conocer los impactos obtenidos y comparar de manera sistemática los diferentes
programas que son ejecutados.
En aras de contribuir con dicho sustento, Pantoja (2010) revisó sistemática múltiples estudios
que evaluaron el impacto de diferentes programas de intervención mediante diseños de
investigación experimentales o cuasi-experimentales. Pantoja evidenció la existencia de
programas que logran una reducción en los índices de reincidencia de sus participantes, sin
embargo esta reducción es moderada o baja, “pocas experiencias logran mostrar reducciones
de reincidencia superiores al 30%” (p. 15), teniendo mayores resultados con aquellos
individuos que presentan un riesgo más alto de realizar conductas delictivas violentas. Dentro
de los modelos de intervención revisados, cuya evidencia es favorable se encuentran: modelo
de riesgo, necesidad, responsividad; intervenciones correccionales en la comunidad;
programas de reinserción laboral, entre otros.
Asimismo, Pérez, Rodríguez, Bringas y Eguizabal (2015) desarrollaron una investigación
para evidenciar la eficacia de la: Unidad Terapéutica y Educativa (UTE) implementada en el
Centro Penitenciario de Villabona, para lo cual realizan el seguimiento de 574 individuos, de
los cuales reincidió el 16%, “dándose más del 60% de las reincidencias durante los tres
primeros años de situación de libertad” (p. 17). Así, la UTE se presenta como una alternativa
viable que logra resultados en la disminución de la reincidencia por medio de un cambio en
el ambiente carcelario y la educación al interior del mismo.

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A pesar de los resultados obtenidos, no todos estos tipos de investigación han evidenciado
desenlaces positivos, Medina (2012) comparó experimentalmente la eficacia de
intervenciones en: conductas delictivas (motivacionales, intensivos, comunidad terapéutica,
individual); delitos violentos (SAC, DEVI, VIDO); preparación de permisos; y competencia
psicosocial. Encontrando que no existía una diferencia significativa entre los participantes y
los individuos que no ingresaron a ningún programa, aspecto que según el autor, se debe a
circunstancias particulares de las instituciones o a una deficiencia del modelo cognitivo-
conductual en el que las intervenciones se han basado.

Es posible subrayar que no hay unidad frente a los distintos resultados que se pueden obtener
con la implementación de intervenciones psicológicas en el ámbito penitenciario, es claro
que sus resultados dependen en gran medida de las particularidades de la institución y de la
población, por lo que dicha implementación debe ser una labor contextual y orientada al
ambiente carcelario colombiano. Por tanto, es necesario seguir ejecutando múltiples
investigaciones, entendiendo que la resocialización es un avance en distintos escenarios,
como la seguridad ciudadana, la reducción del delito, el respeto de los derechos de las
personas privadas de la libertad, etc.
La resocialización, como ya se mencionó, es tan solo una parte de la política criminal, pero
sus grandes efectos en la sociedad son indiscutibles. Hasta ahora las instituciones carcelarias
se han convertido en contextos de-socializadores al aislar al individuo de la sociedad y afectar
sus redes sociales, por lo que es indispensable un cambio al interior de los establecimientos
basado en una transformación de perspectiva, en donde se fomenten las penas alternativas
que incluyen condiciones más favorables para lograr el fin de la pena.

Referencias

Comisión Asesora de Política Criminal. (2012). Diagnóstico y propuesta de lineamientos de política


criminal para el Estado Colombiano.

Medina, P. (2012). Evaluación experimental de la eficacia de los programas psicológicos de


tratamiento penitenciario. Secretaría General Técnica del Ministerio del Interior. España .

Pantoja, R. (2010). La evidencia empírica de reducción de la reincidencia delictiva, como herramienta


para la seguridad pública y la integración social. Debates penitenciarios N° 13; 3-18.

Pérez, B., Rodríguez, F., Bringas, C. & Eguizabal, J. (2015). La Unidad Terapéutica y Educativa
(UTE): Alternativa a la prisión tradicional en la reeducación y reinserción del penado.
Debates penitenciarios N° 20; 3-21.

15
Derecho Procesal Penal.

Procedimiento penal abreviado


Hacer más corto el proceso penal, con la finalidad de que sea un trámite mucho más expedito
para algunas conductas delictivas establecidas en la ley 1826 del 2017. ¿Constituye una
garantía al debido proceso o de aplicabilidad de política criminal eficaz?

María Fernanda Maldonado Arcón


Abogada
Estudiante de Maestría en Derecho Penal
Especialista en Instituciones Jurídico Penales
Investigadora Observatorio de Política Criminal en Colombia
Investigadora Escuela de Derecho Penal Nullum Crimen Sine Lege UN
Universidad Nacional de Colombia
mfmaldonadoa@unal.edu.co
Artículo enviado el 23 de marzo de 2017

El presente artículo pretende abordar el cambio legislativo en materia procesal penal con la
entrada en vigencia de la ley 1826 del 2017. Se hará mención de la figura conceptual del
procedimiento penal abreviado, de los tipos penales que se contemplan para su procedencia;
de igual forma se pretende exponer sus fases y cambios en materia procesal penal en
comparación con la ley 906 del 2004. Por último, se expondrán algunas críticas o vacíos que
contiene el nuevo procedimiento ante su futura implementación.

En primer lugar, el ámbito de aplicación del procedimiento penal abreviado se encuentra


contemplado para las conductas típicas consagradas en el artículo 534 de la Ley 906 de 2004.
Esta disposición se divide en dos partes. En primer lugar, las conductas que requieren
querella6. Y en segundo lugar, en un listado de conductas investigables de oficio que se
regirán igualmente por el procedimiento abreviado7. Lo anterior, crea así un procedimiento
especial integrado por dos grandes etapas procesales, la primera donde se descubrirán y se
solicitarán pruebas, la cual se denominará audiencia concentrada, y la siguiente etapa donde
se practicarán y controvertirán las pruebas con la finalidad de obtener una decisión de fondo

6
Conductas querellables conforme al artículo 74 del Código de Procedimiento Penal.
7
Tipos penales expresamente consagrados en el artículo 534 del Código de Procedimiento Penal, adicionado
por el artículo 10 de la Ley 1826 de 2017, delitos que sin ser querellables se rigen por el procedimiento
abreviado.

16
la cual se llamará audiencia de juicio. Teniendo en cuenta lo anterior, uno de los grandes
cambios que contempla este nuevo procedimiento penal abreviado es que se suprime la
audiencia de formulación de imputación, para ser trasladado el acto de comunicación propio
de la imputación a la esfera del escrito de acusación. Modificando así, la manera en que se
realizaba el acto de imputación de cargos para ciertos tipos penales.

En cuanto a la entrega del escrito de acusación, se deberá trasladar de igual forma los
elementos materiales probatorios y la evidencia física por parte del fiscal al procesado, el
cual deberá estar en compañía de su abogado defensor. Después de transcurrida la
mencionada fase, el procesado contará con sesenta (60) días para preparar su defensa. Una
vez concluida esta etapa, se llevará a cabo una audiencia concentrada para la formalización
de la acusación y la evacuación de las solicitudes probatorias de las partes, la cual se deberá
llevarse a cabo dentro de los diez (10) días siguientes. (Ley 1826, 2017)

En la nueva audiencia concentrada, se verificará que el descubrimiento por parte del fiscal
haya sido completo y se solicitará la práctica de pruebas para el juicio oral. Lo anterior,
tendría como finalidad integrar en una sola audiencia los componentes de la formulación de
acusación y de la audiencia preparatoria que actualmente tenemos de forma independiente.
El desarrollo de la mencionada audiencia sigue las reglas previstas en el artículo 542 del
código de procedimiento penal. En primer lugar, conserva el momento procesal donde se le
da la oportunidad al indiciado de aceptar o no los cargos formulados y de ejercer control de
legalidad sobre la misma por parte del juez de conocimiento. En cuanto a la presentación del
escrito de acusación se conservan las características y parámetros establecidos en el artículo
337 de la ley 906 del 2004 es decir, que el escrito de acusación deberá ser explícito, claro,
detallado, precisando con redacción adecuada las circunstancias de tiempo, modo y lugar;
conforme a la adecuación jurídica de los hechos enunciados en el escrito de acusación. La
redacción deberá ser lo suficientemente clara para no desnaturalizar su sentido y no afectar
el derecho a la defensa ni las garantías constitucionales del procesado. Acto seguido, se
concederá el uso de la palabra al fiscal para que se pronuncie si existen modificaciones en el
escrito de acusación, las cuales no podrán afectar el núcleo fáctico ni jurídico del proceso,
acto seguido se le concederá el uso de la palabra a la defensa y a la víctima para que presenten
sus observaciones y modificaciones al escrito de acusación. De ser procedente, el juez de
conocimiento le ordenará al fiscal que lo aclare, adicione o corrija de inmediato. A
continuación, la fiscalía y la defensa deberán enunciar ante el juez de conocimiento la
totalidad de las pruebas que pretenden hacer valer en la audiencia del juicio oral. Lo anterior,
deberá consignarse en un escrito que se le entregará al juez y a las partes. De igual forma, la
Fiscalía, la víctima y la defensa realizarán sus solicitudes probatorias, corriendo traslado a
las partes para que se pronuncien sobre las posibles nulidades. El juez con posterioridad
deberá pronunciarse sobre las mencionadas solicitudes y se correrá traslado a las partes para
que interpongan los recursos que haya lugar. (Ley 1826, 2017)

17
En cuanto a la audiencia de juicio oral tendrá el mismo desarrollo contemplado en el artículo
366 y subsiguientes del código de procedimiento penal. La única gran modificación residirá
en la citación contemplada en el artículo 447 referente a la sentencia de lectura de fallo, ya
que una vez el juez de conocimiento emite el sentido del fallo y si este es condenatorio, se
abre la posibilidad a que las partes se pronuncien sobre las condiciones individuales,
familiares, sociales y de antecedentes del hallado culpable con el fin de realizar la
individualización de la pena. De igual manera, se podrán manifestar con respecto a la pena
aplicable y la concesión de subrogados en el marco de la audiencia de juicio. Luego de esto,
se darán diez (10) días para proferir fallo. La sentencia se entenderá notificada por medio de
citación del juez a las partes, luego de cumplida la diligencia, se cuenta con cinco (5) días
para la presentación de recursos. Estos deberán ser presentados y sustentados por escrito.
(Manual, 2017)

Teniendo en cuenta lo anterior se plantearan algunas críticas en cuanto a la estructura del


nuevo procedimiento penal especial abreviado, en primer lugar, se observa que la selección
de tipos penales querellables no se realizó basado en un estudio previo de política criminal
que permitiera una selección estructurada en estudios político criminales que permitieran
decidir legislativamente qué conductas típicas delictivas debían ser incluidas para la
aplicabilidad del procedimiento abreviado y no abarcar conductas del código por el hecho de
ser querellables, como por ejemplo las lesiones personales con deformidad física transitoria,
lesiones personales con perturbación funcional transitoria, hurto simple cuya cuantía no
exceda de (150 S.M.L.M.V), hurto agravado, estafa cuya cuantía no exceda de (150
S.M.L.M.V.), abuso de confianza, entre otra larga lista tipos penales que no sabemos en
realidad, si en materia de política criminal sea efectivo incluirlos en este nuevo
procedimiento.

Adicionalmente, la garantía constitucional al debido proceso tiene que seguirse aplicando de


forma estricta en este procedimiento especial abreviado, más sin embargo por el hecho de
que se pretenda hacer más corto o expedito el proceso penal eliminando la audiencia de
formulación de imputación, no significa que sea directamente proporcional a la garantía
constitucional y más cuando en su normativa contempla vacíos sobre aspectos importantes
del proceso, como por ejemplo, en casos de contumacia, el estado de flagrancia, la
legalización de captura, el momento de aceptación de cargos, sobre la aplicación del principio
de oportunidad, la interrupción de la prescripción que anteriormente era a partir de la
audiencia de formulación de imputación, la mencionada ley no se pronuncia sobre en qué
momento procede la aplicación de la justicia restaurativa entre otros factores del proceso que
pueden llegar a ser determinantes según las circunstancias de tiempo, modo y lugar de cada
caso en concreto.

18
Referencias
Código penal [Código]. (2000) 3ra ed. Legis.
Congreso de Colombia. (12 de enero del 2017) Por medio del cual se establece el
procedimiento penal especial abreviado y se regula la figura del acusador privado. [Ley 1826
del 2017]. DO: 50.114.
Congreso de Colombia. (1 de septiembre del 2004) Por medio de la cual se establece un
procedimiento penal especial abreviado y se regula la figura del acusador privado. [Ley 906
del 2004]. DO: 45.658.
Constitución Política de Colombia. [Const.] (1991) 5ta edición. Legis.
Fiscalía General de la Nación. (2017). Manual nuevo procedimiento penal abreviado y
acusador privado. Ley 1826 del 12 de enero del 2017. Serie legislativa 1.

19
Psicología

Violencia intrafamiliar y agresión: ¿Por


qué somos violentos?
La violencia intrafamiliar es un fenómeno multicausal y su intervención debe
ser multifactorial.

Ever José López Cantero


Psicólogo, Facultad de Ciencias Humanas
Magister en Derecho; profundización en sociología y política criminal
Facultad de derecho, ciencias políticas y sociales
Universidad Nacional de Colombia
ejlopezc@unal.edu.co
Artículo enviado el 23 de marzo de 2017

Al referirse a la agresión humana es pertinente aclarar que no existe un consenso y no está


todo definido frente al constructo, por el contrario, se tiende a dar una explicación frente a
ella, que resulte útil para los planteamientos investigativos e hipótesis de trabajo: De acuerdo
con Renfrew (2001), la agresión se puede entender como el comportamiento orientado hacia
un blanco específico (integrante de la familia, en el caso de la violencia intrafamiliar) y que
deja como resultado un daño en el mismo (aproximación hostil de la agresión); pero también
puede entenderse desde Worchel et al. (2002), como un acto destinado a lastimar a otro, en
una aproximación más instrumental.

Igualmente se pueden revisar aproximaciones que consideran más la ontogénesis de la


conducta agresiva, destacando entre otros factores los biológicos, socio familiares y del
ambiente; considerando incluso que la agresión es un tipo de instinto o impulso interno
(Renfrew, 2001). Frente a ello Ruíz (2002), afirma que todos los seres humanos poseemos
ese impulso hacia la agresividad y que este es de carácter adaptativo, de tal manera, que todo
ser humano tiene un potencial para la agresión y el mismo puede develarse con mayor o
menor intensidad, dependiendo del contexto y la activación que genere en la persona.

Para entender el origen de la agresión es preciso considerar tres aproximaciones teóricas


basadas en el aprendizaje, el reforzamiento y los determinantes sociales que pueden favorecer

20
su aparición. De acuerdo con Mori (2012), es posible evidenciar el papel reforzador de la
conducta agresiva en materia de reforzamiento externo, reforzamiento vicario, auto
reforzamiento y auto castigo; el reforzamiento externo referido al papel del ambiente
biológico y social en la expresión de conductas agresivas, el reforzamiento vicario referido
al papel de los padres y educadores como modelos básicos en el aprendizaje, el auto
reforzamiento referido al autocontrol ejercido por la persona frente a una situación que puede
llevarlo a conductas agresivas y el auto castigo, referido a las sanciones que cada persona se
impone ante lo que considera una conducta no adecuada y que tiene como finalidad lograr su
extinción.

Frente a la violencia, Carrasco y Gonzáles (2006), manifiestan que éste término suele usarse
para referirse a aquellas conductas agresivas que trascienden los límites del carácter
adaptativo de la agresión; igualmente añaden Carrasco y Gonzáles (2006), que estas
conductas agresivas a las que nos referimos como “violencia”, se caracterizan por su ímpetu,
su intensidad, su potencial de destrucción, perversión y malignidad, las cuales trascienden
los niveles expresados en la conducta simplemente agresiva. Otra característica de la
violencia es que se puede observar la tendencia únicamente ofensiva contra el derecho e
integridad del ser humano y la carencia de justificación. Aspectos que se han utilizado en el
intento de definir unos criterios que permitan establecer tipologías de la violencia, algunas
de ellas enfocadas en el autor del acto violento, otras en el daño causado por el acto violento,
las características de las víctimas y el ámbito de ocurrencia de los hechos de violencia. Para
el interés de este artículo, a continuación, se abordan las tipologías por autor del hecho
violento y tipo de daño causado:

Violencia según quien comete el acto violento: en esta tipología se puede identificar la
violencia auto infligida, la violencia interpersonal y la violencia colectiva. De acuerdo con
Arévalo (2011), la violencia contra uno mismo o auto infringida son acciones que generan
daño a las personas, pero que son producidas por ellas mismas y las más características son
el suicidio, autolesiones y mutilaciones. Por otro lado, el informe WHO (2014), define la
violencia interpersonal como la que es dirigida hacia integrantes de una misma familia, a la
pareja, los amigos, conocidos y que desconocidos. Sobre la violencia colectiva, la OPS
(2003), la define como el uso de la violencia como instrumento, lo cual se da por parte de
personas que se identifican a sí mismas como miembros de un grupo, contra otro grupo o
colectivo de individuos, con el fin de lograr objetivos políticos, económicos o sociales.

En virtud del artículo 229 de la Ley 599 de 2000, artículo modificado por la ley 1142 de
2007; la violencia intrafamiliar está constituida por el maltrato físico o Psicológico a algún
integrante de la familia. Conducta que es penalizada con prisión entre los cuatro y ocho años,
siempre y cuando la conducta no constituya un tipo penal que sea penalizado con más tiempo
de prisión, y añade el legislador que, la pena puede llegar a aumentar “de la mitad a las tres
cuartas partes, cuando la conducta recaiga sobre un menor, una mujer, una persona mayor
de sesenta y cinco (65) años o que se encuentre en incapacidad o disminución física,

21
sensorial y psicológica o quien se encuentre en estado de indefensión”. Finalmente, en el
parágrafo único del artículo 33 de la ley 1142 de 2007, aclara el legislador, que no solo los
integrantes del núcleo familiar quedan sometidos a dicha pena, sino que ésta cobijará a quien,
no perteneciendo a dicho núcleo familiar, esté a cargo de algún o algunos de los integrantes
de la familia, en su propio domicilio o residencia e incurra en alguna conducta de las allí
tipificadas.

Violencia según el tipo de daño causado: en esta tipología se puede identificar la violencia
física, Psicológica y emocional, violencia sexual y la violencia económica o patrimonial. La
violencia física es definida como las acciones, comportamientos u omisiones que amenazan
o lesionan la integridad física de las personas; por su parte la violencia Psicológica y
emocional es definida como cualquier acción u omisión directa o indirecta, cuyo propósito
sea controlar o degradar las acciones, comportamiento, creencias y decisiones de otra
persona, por medio de la intimidación, manipulación, aislamiento o cualquier otra conducta
u omisión que produzcan un perjuicio en la salud psicológica, la autodeterminación, el
desarrollo integral y las posibilidades personales. Frente a la violencia sexual, se define como
todo acto sexual, la tentativa de consumar un acto sexual, los comentarios o insinuaciones
sexuales no deseados, o las accione para comercializar o utilizar de cualquier otro modo la
sexualidad de una persona, mediante coacción, en cualquier ámbito, incluidos el hogar y el
lugar de trabajo; finalmente, frente a la violencia económica o patrimonial, ésta es definida
como la acción u omisión de quien afecte o impida las atención adecuada de las necesidades
de la familia o alguna persona que se refiere la ley, dañando, perdiendo, sustrayendo,
reteniendo o apropiándose de objetos, instrumentos o bienes (OPS-OMS, 2003).
Evidenciando que, en esta clasificación, cuando estos daños ocurrieran al interior de la
familia o por acción o dejación de algún cuidador, constituirán violencia intrafamiliar, so
pena de cuatro a ocho años, con sus respectivos agravantes. Pena que aplica para casos en
que la conducta no esté tipificada con una sanción mayor, como es el caso del abuso sexual,
donde se impondrá lo establecido para éste último tipo penal.
A modo de conclusión, es posible resumir dos aspectos importantes, los cuales tienen como
finalidad evidenciar que somos violentos en diferentes entornos, siendo uno de ellos el núcleo
familiar, debido a factores que van desde características personales, hasta situaciones
macroeconómicas, atravesando por condiciones familiares y sociales, las cuales están
mediadas por el aprendizaje. De tal manera que no existe una fórmula única para explicar la
violencia intrafamiliar y, por el contrario, tanto su comprensión como su intervención está
ligada a factores macro económicos y sociales.

1. Una primera conclusión es que se posee un potencial para la agresión, pero ello no nos
hace más o menos agresivos, sino que este potencial tiene una finalidad adaptativa y hace
parte de los mecanismos de defensa, no exclusivos de los seres humanos.
2. La violencia es un fenómeno multicausal y no está ligado a factores únicamente de tipo
individual.

22
Referencias
AIAS Bologna Onlus. (2004). Infancia, Discapacidad y Violencia. Facilitar el desarrollo
deestrategias de prevención en las Asociaciones de Discapacitados. Boloña, Italia.
Arévalo Mira, D. M. (13 de mayo de 2011). Aproximación multidisciplinaria a la violencia
autoinfligida. Colombia: Revista de Psicología, GEPU, 2 (2), 19-50.

Arriagada, I., & Godoy, L. (1999). Seguridad ciudadana y violencia en America Latina:
diagnóstico y políticas en los años noventa. Santiago, Chile: CEPAL.. En:
http://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/6263/S998552_es.pdf;jsessionid
=F7FD3A80C18CF37D0BD0519ABE124F9C?sequence=1

Comisión Interamerica de Derechos Humanos - Organización de Estados Americanos. (12


de Noviembre de 2015). Violencia contra Personas Lesbianas, Gay, Bisexuales, Trans
e Intersex (LGBTI) en América.

Mori, J. L. (2012). Una revisión psicológica a las teorías de la agresividad. Revista


electrónica de psicología Iztacala, 15 (1), 80 - 93. Obtenido de
http://www.iztacala.unam.mx/carreras/psicologia/psiclin/vol15num1/Vol15No1Art5
.pdf

ONU-HABITAT. (2010). Guía para la prevención en barrios. Hacia políticas de cohesión


social y seguridad ciudadana. Santiago, Chile: ONU-HABITAT.
OPS-OMS. (2002). Informe mundial sobre la violencia y la salud: Resumen. Washington.

Ruiz, Y. (2002). Biología, cultura y violencia. Recuperado en octubre de 2016, de Repositori


Universitat Jaume I:
http://repositori.uji.es/xmlui/bitstream/handle/10234/79630/Forum_2002_13.pdf?se
quence=

23
INSTRUCCIONES PARA LOS AUTORES
El Observatorio de Política Criminal de la Universidad Nacional, realiza dentro del marco de
su investigación la publicación de boletines bimensuales con el fin de fortalecer la discusión
científica entorno a la justicia penal, la política criminal y la política penitenciaria
colombiana, por lo que se recibirá de parte de la comunidad artículos de investigación,
ensayos, 49comunicaciones breves e imágenes diagnósticas para que sean publicados en el
número bimensual del Boletín.
Se consideran para publicación en el Boletín únicamente artículos originales, es decir,
aquellos que incluyan resultados significativos que no han sido publicados ni están siendo
considerados para publicación en otro boletín y/o revista. Se reciben también artículos de
revisión crítica, que compilen y resuman adecuadamente el trabajo en un campo particular.
Todo lo publicado se considerará propiedad del Observatorio de Política Criminal de la
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Se tendrán en cuenta los manuscritos preparados según las normas siguientes
1. Los artículos deben tener una extensión de 1.000 palabras sin contar las referencias y
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del texto. Se sugiere manejarlo en 24 puntos. Nunca debe ir en mayúscula fija. Sólo con
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