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Discurso del Excelentísimo Señor Presidente de la República

Dominicana, Lic. Danilo Medina durante el acto inaugural de la LI


Reunión de Jefes de Estado y de Gobiernos del SICA.
29 junio 2018, Santo Domingo

Excelentísimo Señor Carlos Alvarado Quesada,


Presidente de Costa Rica;

Excelentísimo Señor Jimmy Morales,


Presidente de Guatemala;

Excelentísimo Señor Juan Carlos Varela,


Presidente de Panamá;

Excelentísima Señora María Antonia Rivera,


Vicepresidente de Honduras;

Excelentísima Señora Margarita Cedeño de Fernández,


Vicepresidenta de la República Dominicana;

Excelentísima Señora Cándida Montilla de Medina,


Primera Dama de la República Dominicana;

Excelentísimo Señor Wilfred Elrington,


Ministro de Relaciones Exteriores de Belice;

Excelentísima Señora Gilda María Bolt;


Viceministra de Relaciones Exteriores de Nicaragua;

Excelentísimo Señor Vinicio Cerezo,


Secretario General del Sistema de la Integración Centroamericana, SICA.

Distinguidos Señores Ministros de Relaciones Exteriores y los demás


integrantes de las delegaciones de los países miembros del SICA;

Distinguidos Ministros y demás Funcionarios del Gobierno de la República


Dominicana;

Honorables Miembros del Cuerpo Diplomático y Organismos Multilaterales


acreditados en nuestro país;
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Distinguidos Representantes de las Diferentes Organizaciones Empresariales
Nacionales y Extranjeras que nos acompañan en esta actividad;

Distinguidos Invitados Especiales;

Distinguidos Miembros de la prensa;

Señoras y Señores;

Nuestro país tiene el honor de acoger nuevamente esta cumbre de Jefes de


Estado y de Gobierno del Sistema de la Integración Centroamericana (SICA).

Gracias por acompañarnos y sean todos bienvenidos a la República


Dominicana.

Quisiera, además, agradecer a todos los presentes su colaboración y buena


voluntad en los últimos seis meses que hemos llevado a cabo la Presidencia
Pro Témpore del Sistema de Integración Centroamericana.

Estas jornadas son un valioso espacio para reflexionar juntos sobre los retos y
oportunidades que nuestras naciones hermanas tienen entre sí.

Pero, sobre todo, queremos que sea también una jornada de trabajo y de
resultados.

Una oportunidad de avanzar en la toma de decisiones y de seguir dando


impulso a los proyectos concretos que nuestros países necesitan de todos
nosotros.

En la cumbre plenaria de mañana, haré una breve rendición de cuentas de lo


logrado durante estos seis meses en los que hemos tenido el honor de ocupar
la Presidencia Pro Témpore del Sistema de Integración Centroamericana.

Señoras y señores;

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Resultó extraordinariamente oportuna la decisión de celebrar en el marco de
esta Cumbre, el Foro Empresarial de Exportación e Inversión en los países del
SICA, el cual declaró como objetivo fundamental la promoción de los países
de la región como destino de inversiones en áreas estratégicas y en sectores
de exportación de bienes y servicios.

Del éxito que tengamos en atraer inversiones y expandir nuestras


exportaciones de bienes y servicios, dependerá el progreso en las condiciones
de vida que podríamos lograr para los 58 millones de personas que viven en
los 564 mil kilómetros cuadrados de los países miembros del SICA.

Podríamos incurrir en un serio error si adoptamos una pose conformista frente


al crecimiento anualizado de 6.5% que han exhibido las exportaciones de
bienes de los miembros del SICA durante los últimos 20 años o si se quiere,
del 7.3% cuando incluimos las exportaciones de servicios.

Pasar de 25 mil millones de dólares de exportaciones de bienes y servicios en


1997 a 103 mil millones en el año 2017 podría llevarnos a pensar que en
conjunto hemos sido muy exitosos en colocar nuestros bienes y servicios en
el mercado global.

A pesar de esas cifras, el año pasado las exportaciones de bienes y servicios


de nuestra región SICA representaron el 0.48% del total de las exportaciones
mundiales.

Cuando observamos lo que lograron los países del sudeste asiático, que
abrieron sus economías veinte años antes que nosotros, quedamos sumamente
rezagados.

Sus exportaciones de bienes registraron un aumento anual promedio de 15.2%


en el período 1977-1997, más doble del crecimiento anual que logramos
nosotros veinte años después.

Por otra parte, de un nivel de 2,600 millones de dólares en inversiones


extranjeras directa que recibimos los países del SICA en 1997, el año pasado
recibimos 16 mil millones, lo que representó el 1.1% de la inversión extranjera
mundial.

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Pero queda muy corto frente al crecimiento anual promedio de casi 24% de
los flujos de inversión extranjera que recibió el sudeste asiático entre 1977 y
1997, es decir, 20 años antes que nosotros.

El comercio y la inversión son los motores del crecimiento económico que


necesitan nuestros países para continuar avanzando en la erradicación de la
evidente pobreza que aún tenemos en nuestras naciones y, acelerar nuestro
paso hacia la consecución del desarrollo integral de nuestros pueblos.

Todo apunta a que vamos a tener que redoblar los esfuerzos frente a los nuevos
y sorprendentes vientos que han estado comenzando a soplar, caracterizados
por ráfagas proteccionistas, y rayos tarifarios que de concretarse pueden
desatar una guerra comercial entre las grandes economías del mundo en
tiempos no muy lejanos.

A lo que se suma el nuevo escalamiento de los precios del petróleo cuyos


efectos se sentirán en los costos de producción de los principales rubros de
exportación y en la cuenta corriente de la balanza de pago de nuestros países.

Además, en momentos en que las tasas de interés que iremos enfrentando cada
vez que debamos hacer el “rollover” de los vencimientos de capital, serán
posiblemente mayores a las que disfrutamos durante el período 2010- 2017.

Frente a un panorama global cargado de incertidumbre, la mejor línea de


defensa es fortalecer las bases reales de la competitividad de cada una de
nuestras economías.

Por eso, tenemos que continuar los procesos de consolidación fiscal, de


manera tal que cada uno de los gobiernos de los países miembros del SICA
alcancemos los superávit primarios necesarios para garantizar la
sostenibilidad de la deuda pública.

Tendremos también que mejorar la eficiencia y la flexibilidad de los mercados


de trabajo y capital, a fin de que nuestras empresas no queden en desventajas
frente a las de otros países que compiten con los nuestros en el mercado
global.

Los costos excesivos que pudiesen existir en cada uno de nuestros países como
consecuencia del desarrollo normal del mercado laboral deben replicar los que

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enfrentan las empresas provenientes de otros países que compiten con las
nuestras.

Es fundamental que los rendimientos en la colocación de deuda corporativa y


los costos financieros de los préstamos tomados en el sistema bancario por
nuestras empresas, sean lo más competitivos posibles.

Debemos reconocer el esfuerzo que estamos realizando la mayoría de los


países de la región para desmantelar trabas y estableciendo las Ventanillas
Únicas de Comercio Exterior, certificando Operadores Económicos
Automáticos y habilitando las Resoluciones Anticipadas para acelerar el
proceso de clasificación y origen de las mercancías.

Pero, tenemos que continuar abriendo nuestras economías al comercio global.

Tenemos que reformar nuestras políticas comerciales para que nuestros


empresarios migren desde la industria sustitutiva de importaciones hacia las
empresas de exportación.

Y apoyarlos en el aprendizaje de los protocolos de producción, manejo,


empaque y exportación de bienes hacia un mercado global mucho más
exigente que los mercados internos de los países miembros del SICA.

Tenemos que mercadear mejor a la región como destino atractivo para la


inversión extranjera, comenzando con la adopción y el mantenimiento
permanente de políticas macroeconómicas responsables y sostenibles que
garanticen la estabilidad y el crecimiento.

Tenemos que fortalecer nuestras plataformas fiscales, para viabilizar el


aumento de la inversión pública en infraestructuras físicas que mejoren
nuestra competitividad.

Con una inversión pública en infraestructura física en los países miembros del
SICA de 3.7% del PIB, no daremos alcance a los países en desarrollo de Asia
cuyos gobiernos anualmente invierten el 5.1% de su PIB.

Debemos seguir promoviendo inversiones ambientalmente responsables en


sectores sujetos al embate permanente en las redes sociales como es el sector
minero.

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La minería tiene un gran potencial para atraer empresas globales
comprometidas con la defensa y protección del medio ambiente.

Pocas actividades tienen más capacidad que la minería para generar aumentos
considerables en las exportaciones.

Finalmente, si queremos seguir elevando el valor agregado implícito en


nuestras exportaciones de bienes y servicios, tendremos que hacer todo lo que
sea necesario para reducir la brecha educativa existente entre las economías
exportadoras más dinámicas del mundo y las nuestras.

Quiero repetir lo que dije en la Cumbre Empresarial de Las Américas


celebrada en Perú, en el ranking de los 10 primeros lugares de las pruebas
PIISA 2015, aparecen Singapur, Hong Kong, Japón, Macao, Taiwán, Vietnam
y China.

Ahora, ¿cuántos países de América Latina y El Caribe, aparecen?


Ninguno.

Los retos que tenemos por delante para inundar al mundo con bienes y
servicios “Hecho en América Latina y El Caribe y, muy especialmente en los
países miembros del SICA” son enormes.

Vista la dinámica del comercio y la inversión global que ha tenido lugar en


las últimas décadas, los países miembros del SICA debemos hacer un serio
esfuerzo para acordar marcos de incentivos comunes que nos permitan atraer
empresas de inversión extranjera en base a nuestras ventajas competitivas
reales y no en base a incentivos fiscales artificiales.

Señoras y señores;

Por otra parte, es importante fomentar la institucionalidad democrática en


nuestros gobiernos y proponer soluciones integrales a los problemas que
enfrentan nuestras sociedades.

Es mucho lo que podemos ganar si trabajamos de forma coordinada y


compartimos las mejores prácticas y estándares en terrenos como la justicia,
las compras y contrataciones o la lucha contra el lavado de dinero, el
narcotráfico, los delitos electrónicos y la corrupción en general.

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Armonizar nuestras normativas y compartir nuestras mejores prácticas, no
solo nos hará avanzar más rápido, sino que será la forma más eficiente para
cerrar los resquicios a cualquier irregularidad y avanzar hacia sistemas
democráticos más eficientes y transparentes.

Señoras y señores,

Esta cumbre es una ocasión perfecta para levantar la vista de nuestro trabajo
diario y nuestros contextos nacionales, para pasar a considerar el marco más
amplio en el que tienen lugar nuestros esfuerzos de desarrollo.

Por eso, quisiera muy brevemente, aprovechar este encuentro más distendido
para abrir un espacio de reflexión sobre algunas de las inquietudes y
aspiraciones más sentidas por nuestros pueblos.

Desde hace ya unos años y cada vez de forma más vertiginosa, estamos
inmersos en lo que se ha dado en llamar “la revolución de las expectativas”.

Es decir, cada día que pasa, nuestros ciudadanos, esperan y exigen más de las
instituciones públicas que les representan y que deben defender sus intereses
para construir bienestar.

Demandan soluciones más rápidas y eficientes, acorde con los nuevos tiempos
que vivimos.

Esto es el reflejo del progreso que hemos alcanzado en materia de desarrollo


en educación y acceso a la información, pero que de la misma forma nos
plantea diariamente enormes retos.

Algunos, incluso, interpretan esta nueva realidad diciendo que la sociedad ya


es digital, mientras que las instituciones siguen siendo analógicas.

Pareciera que, en poco tiempo, se ha abierto un abismo entre la ciudadanía y


las instituciones, como si pudieran vivir una al margen de la otra.

Sabemos bien que esa línea divisoria no es posible, porque las instituciones
carecen de sentido si se vacían del pueblo al que representan.

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Hoy en día, vemos que los partidos políticos tienen cada vez menos
participación de los ciudadanos, que los sindicatos y organizaciones gremiales
pierden afiliados y elecciones en las que la abstención gana terreno.

Estas son las formas como los pueblos están pidiendo una participación más
directa, más horizontal y permanente en la toma de decisiones.

No podemos permanecer alejados de ese llamado de la ciudadanía, tenemos


la obligación de escucharlo y, por supuesto, darle respuesta.

Pero lo cierto es que en este debate, da la impresión de que algunas veces la


conversación se centra en el “cómo”, cuando lo que realmente debería
ocuparnos es el “qué”.

Es decir, se habla mucho, por ejemplo, sobre las herramientas tecnológicas


necesarias para acercar las instituciones a la ciudadanía.

Plataformas de servicios en línea, atención 24 horas y acortar trámites en las


instituciones.

Sin duda, todos estos son elementos importantísimos para dar un buen servicio
a la gente, y debemos seguir avanzando en este sentido.

De hecho, mi propio gobierno está inmerso en un proceso de modernización


y transformación para ser cada vez más ágil y eficiente gracias a las TIC, en
lo que hemos denominado República Digital.

Sin embargo, en espacios como esta cumbre del SICA, donde nos reunimos
los jefes de gobierno, debemos ir más allá y reflexionar sobre las grandes
líneas que deben regir nuestras políticas en estos tiempos.

Debemos debatir acerca de lo que la gente espera de nosotros.

¿Qué quieren los ciudadanos de sus dirigentes, de sus gobiernos y de las


instituciones nacionales y supranacionales como esta?

¿Sabemos realmente cómo perciben los trabajos del SICA los más de 58
millones de personas que representamos?

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¿Hemos conseguido, en estos más de 50 años de existencia del sistema,
conformar un sentido de pertenencia, de identidad regional que haga a
nuestros pueblos sentirse parte activa de esta integración?

¿Qué grado de avance hemos logrado en las metas que nos propusimos en
estos años?

¿Hemos sido eficientes en comunicar esos avances a la ciudadanía y en


compartir con ellos las decisiones que tomamos como región?

Creo que son preguntas que vale la pena hacerse, si queremos lograr esa meta
de acortar distancias entre la ciudadanía y las instituciones.

Me consta que es mucho el trabajo, el talento y la voluntad que ponen cientos


de personas en el trabajo diario del SICA.

Igualmente, es ingente el esfuerzo que cada uno de nuestros gobiernos hace a


diario para servir a sus ciudadanos, para ofrecer servicios públicos de calidad
y para tener Estados cada vez más eficientes y transparentes.

Y, sin embargo, no siempre logramos establecer un equilibrio que permita


satisfacer las demandas de nuestros pueblos.

Por eso, no podemos nunca darnos por satisfechos.

Es importante reconocer que una auténtica cultura democrática va más allá.

La cultura democrática exige responsabilidad y madurez a toda la sociedad: a


los gobiernos, a la oposición, a la prensa y a las organizaciones de la sociedad
civil.

Y, por supuesto, se exige responsabilidad y capacidad de respuesta tanto a


gobiernos locales, como los nacionales y, hoy día cada vez más, a
organizaciones supranacionales.

Eso significa que también aquí, en el SICA, debemos impregnarnos de esta


profundización de la democracia, de los resultados concretos y de la rendición
de cuentas permanente.

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Por eso, es importante que empecemos a actuar desde ahora, con el
convencimiento de que mantener una región de democracias sanas y
participativas es cada vez más una tarea, no solo de cada país, sino de toda
nuestra comunidad de naciones hermanas.

Respetando las diferencias, por supuesto, pero también actuando al unísono


para alcanzar mayores cuotas de democracia, justicia y transparencia.

Estamos convencidos de que la coordinación que hace posible el SICA


representa una oportunidad única y confiamos en que seremos capaces de
aprovechar todo su potencial.

Son muchos los retos que nos plantea este escenario de una región cada vez
más democrática, más diversa y segura de sí misma.

Pero hay cosas que no cambian.

Y en este nuevo escenario, será más importante que nunca reclamar el valor
de la política y el valor de lo público.

Y no como un proyecto público aislado en la República Dominicana, en


Panamá o en Guatemala.

Ha llegado el momento de reclamar el valor de lo público y de la política


democrática como base fundamental de nuestra cooperación y nuestra
identidad como región.

Será necesario que nuestra voz se escuche en la comunidad internacional, a


favor de nuestra gente, defendiendo los derechos de los millones de hombres
y mujeres que luchan diariamente para salir adelante y cuentan con nosotros
para ayudarlos en ese camino.

Confío en que estas jornadas sean una oportunidad para intercambiar


experiencias, coordinar proyectos y, por supuesto, avanzar en nuestra agenda
de acción, para llevar soluciones a los ciudadanos y ciudadanas que
representamos.

Señores Jefes de Estado y de gobierno;

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Demostremos que somos capaces de adaptarnos a los tiempos y que el SICA
es y seguirá siendo una gran herramienta para el bienestar, el bien colectivo y
el progreso social de nuestros pueblos.

¡Muchas gracias!

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