Un partido político, según Sartori, es cualquier grupo político identificado con una etiqueta
oficial que se presenta en las elecciones y puede sacar en ellas candidatos a cargos públicos.
Para Pasquino, es una asociación voluntaria de ciudadanos que sobre la base de un programa
una propuesta compite por el poder.
Las funciones sociales son aquellas que tienen los partidos como organizaciones que nacen del
cuerpo social, ante el cual tienen ciertas responsabilidades. Entre éstas podemos destacar la
socialización política, la movilización de la opinión pública, la representación de intereses y la
legitimación del sistema político.
Los primeros partidos de masas, se caracterizaban por la confianza depositada en sus afiliados
para su radicación y su afirmación en un sistema político, es decir, dependían de los militantes,
y del número y difusión y la actividad de la estructura base. Los partidos de hoy en día, siguen
teniendo la obligación de promover los valores democráticos, el respeto de los derechos
humanos, la práctica de la tolerancia y el derecho al disenso, así como también la de capacitar a
sus miembros en los principios ideológicos del partido y difundir éstos entre los ciudadanos.
Los partidos modernos, para realizar tales tareas, suelen contar con medios de difusión,
publicaciones, etc.
Con la crisis del parlamento, el cual era el lugar idóneo para que un sector (los diputados)
discutiera los asuntos públicos, los partidos, fueron los espacios para canalizar la opinión
pública.
La última de las funciones sociales de los partidos es su papel como legitimadores del sistema
político: los partidos desempeñan una importante labor en esta función legitimadora, pues, por
una parte, tienen un papel fundamental en la conformación de los órganos del Estado mediante
las elecciones y, por otra, son focos de discusión y debate, además de que cuando llegan al
poder tienen frente a los ciudadanos la señalada obligación de respetar los procedimientos y las
instituciones democráticos, así como la de velar por el respeto de los derechos fundamentales.
Sobre el resto de los órganos del Estado, los partidos tienen también la función de organizarlos
e integrarlos y aprobando, por la vía legislativa, la estructura de los distintos cuerpos de
autoridad. Esa es la razón por la que se ha sostenido que el Estado moderno es un Estado de
partidos, y cuando degenera en corrupción y clientelismo deriva en partidocracia.
Dentro de los sistemas, hay que trazar una línea divisoria entre dos clases de sistemas: los
sistemas competitivos, en los que las elecciones son decisivas para otorgar escaños y poder a los
partidos; y los sistemas no competitivos, en los que las elecciones no cuentan para nada en la
asignación de poder y de los cargos de gobierno; en este sistema, si aplicamos el criterio
numérico, todos los partidos dentro de esta clasificación serian multipartidistas, si en cambio
nos referimos a su relevancia, la característica de predominio de uno solo de los partidos se
perfila con claridad.
Dentro de los sistemas no competitivos, están por un lado, los sistemas con partidos
monopartidistas, que son aquellos en los cuales existe un solo partido; y por otro lado, están los
sistemas con partidos hegemónicos, los cuales toleran la presencia de otros paridos, a los que se
les permite obtener escaños en el parlamento, pero que saben que jamás podrán volverse
mayoría, ni mucho menos sustituir al partido hegemónico en el gobierno del Estado.
El sistema competitivo está compuesto por los sistemas de partido predominante, en donde existe
un partido que obtiene de manera regular un número muy consistente de escaños y no
necesariamente la mayoría absoluta.
Dentro de esta clasificación se encuentran los sistemas bipartidistas en donde solo dos partidos y
siempre los mismos pueden conquistar la mayoría absoluta de los escaños; solo uno de ellos
conquista la mayoría parlamentaria; el partido victorioso por lo general decide gobernar solo,
por lo que la alternancia en el gobierno sigue siendo una expectativa creíble.
Luego, encontramos a los sistemas multipartidistas, los cuales son los que tienen tres a cinco
partidos relevantes para la formación de los gobiernos y para la incidencia que, por ser partidos
de oposición, tienen el funcionamiento de los gobiernos. Los partidos que tiene cinco menos
partidos relevantes funcionan con una lógica moderada (pluralismo moderado), los cuales
producen una alternancia en el gobierno, con la posibilidad para todos los partidos relevantes
de llegar a él. Y por otro lado, existe lo que Sartori define como pluralismo polarizado, en donde
la alternancia resulta impracticable, por su irresponsabilidad política respecto de los programas
propuestos de carácter irrealizable.
Por último, los sistemas partidistas atomizados son aquellos no estabilizados, en los que
ningún partido conquista porcentajes consistentes de votos y ningún partido demuestra poder
durar y crecer en el tiempo. A menudo son partidos que surgen después de una larga fase de
autoritarismo-totalitarismo.
La competencia interpartidista y la alternancia en el poder.
Problemas actuales de la ciudadanía.
Las transformaciones de la política contemporánea. (Lechner)
La pérdida de centralidad de la política.
La fuerza de la imagen y la opinión púbica.