Descubrir la cercanía tan estrecha de nuestro Dios que me determine a vivir una vida
en compañía, una vida orante, pletórica de amor y de vida. Vivir en la presencia de la
Trinidad disponiéndole la morada de mi cuerpo. El cielo en nuestro cuerpo. El Reino en
nuestra vida. Somos custodia viviente del Dios vivo que quiere vivir y convivir en nuestra
casa. Mi vida “casa de oración” y “tienda del encuentro”, con él para todos los pueblos.
La Trinidad y María son la comunidad primigenia de la que mana toda la vida, la fuente
primera de nuestra espiritualidad. Nos dedicamos a tiempo completo a la vivencia,
conviviencia y propagación del Reino.
ESQUEMA:
0. ENLACE:
Mi vida es amor porque Dios habita en ella. El amor busca la máxima cercanía,
compenetración y comunión. El amor verdadero pide convivir, formar comunidad con el
amado.
5. RECONSTRUYEME MI IGLESIA
CITAS BÍBLICAS:
Deseo de Dios de habitar con nosotros
-Prov 8, 31 “Mis delicias están con los hijos de los hombres”
-Jn 17, 24.26 “quiero que donde yo esté estén también conmigo, ... para que el amor
con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos”
-2 Sam 7, 5 - 16 “...¿Me vas a edificar tú una casa para que yo habite? ... en todo el
tiempo he caminado entre vosotros... he estado contigo dondequiera has ido
...fijaré un lugar para que yo more en él ... tu casa y tu reino permanecerán para
siempre”
-Ap 3, 20 “Mira que estoy a la puerta y llamo, si alguno oye mi voz y me abre la puerta,
entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo”
El hombre morada del Amor uno y trino de Dios
-Jn 14, 23 “Si alguno me ama guardará mi Palabra, y mi Padre le amará y vendremos a
él y haremos morada en él”
-Mt 6, 6 “... entra en tu aposento y ora a tu Padre que está allí, en lo secreto ...”
-Ef 3, 17 “... que Cristo habite por la fe en vuestros corazones”
-Rom 5, 5 “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu
Santo que se nos ha dado”
Dios en relación a ti vive eso mismo. “Dónde estás” (Gn 3,9) ¿Adónde te
escondes? “Déjame verte. Déjame oír tu voz” (Ct 2,14) “¡Ábreme!” (Ct 5,2)... No es
que estemos lejos como el hijo pródigo pero ¿vives con él en una relación de afectosa
intimidad?. Una cosa es acercarte a Dios por puro interés. Otra que haya admiración
hacia él. Otra que te sientas agradecida por todo lo que ha sido regalo suyo y quieras
corresponder. El deseo de Dios es que lleguemos a entrar en un trato de afectuosa
intimidad. Hasta que no te haya introducido ahí no parará (Is 62,1ss) porque lo que
hace que tu vida valga del todo la pena, lo que hace que tú tengas todo lo que desea
tu corazón, es su amor, su compañía.
La experiencia del que convive con Dios es esa: “Tú le has dado más alegría a
mi corazón que cuando abundan ellos en vino y en trigo nuevo...” (Sal 4,8). “Por eso
se me alegra el corazón, mis entrañas retozan... hartura de goces delante de tu rostro,
a tu derecha, delicias para siempre” (Sal 16,9-11). Y es lo que Dios te quiere regalar.
Cuando uno ama mucho a otra persona, quiere que el otro sea muy feliz. (La
canción de Cecilia: El marido que en secreto manda flores a su esposa y disfruta de
verla ilusionada...) Y Dios quiere verte a ti así. Sueña el momento de verte radiante,
ancha, feliz... Por eso busca el momento de quedarse contigo a solas. Te llevaré al
desierto y hablaré a tu corazón (Os 2,16).
Hay un tú a tú, a solas con él, que es real. Y sucede en lo más hondo de ti
misma, en tu corazón. Ahí donde más eres tú misma. Ahí, en ese espacio de soledad,
donde solo estáis tú y él y lo que entre vosotros hay. Y que es también ese espacio de
libertad, en el que tú vas definiendo tu vida (CEC 2563 y GS 16) donde la vas
construyendo.
Eso es lo que hace el amor. Se vierte, se da. “El amor de Dios ha sido
derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rm 5,5).
Como el frasco de perfume que vierte esa mujer del evangelio sobre Jesús (Mt 26,7)
A los discípulos les parecía un despilfarro, pero es que el amor es así. No mide. Lo da
todo. Y Dios es así. Hace de su vida un regalo constante para la persona a la que
ama. Dios se te da del todo y ha hecho de tu vida el lugar donde prefiere vivir (Sal
132,13-14). Se hace regalo constante para ti. Pone en ti su morada.
Hay pasos que cuando los oigo me hacen esconderme en la madriguera. Solo
los pasos de alguien conocido que nos ama de forma incondicional nos hacen abrir y
salir de nuestra madriguera. Dios, por su amor, sana los corazones destrozados y
venda sus heridas.
Disculpándolo todo con ese amor suyo “que todo lo excusa, que todo lo cree,
que todo lo espera, que todo lo soporta” (1Co 13,7).
Consiguió abrir y que entrara luz y aire... Y ahí sigue un trabajo de quitar
humedad, de quitar suciedad. Remover, derribar, construir... Lo que estamos
haciendo en la casa de Na Jordana. Hasta hacer de tu vida el lugar en el que vive
ancho, a gusto, y en el que los demás pueden convivir con El.
Lo que más le ayuda a hacer camino es que le miremos y nos demos cuenta
de qué vive. Muy bien: Todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta... Pero ¿qué vive
mientras? ¿qué siente? ¿Cómo está?
Cada llamada, cada iniciativa de búsqueda para contigo es algo muy concreto.
Cada intento es concreto. Cada momento de respuesta o falta de respuesta es
concreto. Todo va tejiendo vuestra historia.
-El momento en que Pedro reconoce en Jesús al Mesías: “Tú eres el Cristo de
Dios” (Lc 9,20).
-Su negación...
Jesús está preso. Pero Jesús no está preocupado por sí mismo sino por
Pedro... Se volvió y miró a Pedro. Recordó Pedro las palabras del Señor. Y saliendo
fuera rompió a llorar amargamente.
Entre Jesús y tú hay muchas cosas vividas: ¿Te acuerdas de aquella vez en
que yo te dije que...? ¿Te acuerdas de aquel día que tú me dijiste...? ¿Te acuerdas de
la fuerza que entonces me diste para tal cosa? ¿Te acuerdas de aquel portazo que te
di?
Todo lo que vive te lo dice por su Palabra... Lo que uno lleva por dentro lo
sabes si te lo dicen “Nadie conoce lo íntimo de Dios sino el Espíritu de Dios, que
sondea las profundidades de Dios. Y ese es el Espíritu que se nos ha dado...” (1Co
2,10-12). ¿Te imaginas poder leer el diario en el que escribe Dios y donde cuenta sus
vivencias más personales? El te deja su diario, su conciencia.
¿Qué calidez hay en tu trato con ellos? ¿Es como esa mecha mortecina, que
hay que proteger porque la más leve brisa la apaga o es ese fuego encendido, que la
dificultad aviva? ¿Está prendido con fuerza su amor en ti?
Para eso pedimos: “Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y
enciende en ellos el fuego de tu amor”. Su presencia en ti tiene capacidad de ser
fuego... si dialogas con él. Si tu oración es trato personal, afectuoso, detallista. Si
convives con él. Ese es el culto que a él le agrada, la convivencia corazón a corazón.
No son ofrendas exteriores a ti, sino tu confianza, tu amor.
Cuando compartes de verdad con Dios desde dentro, poniendo todo en juego,
apasionadamente, como Pablo; es decir, cuando hay un buen fuego porque uno echa
buenos troncos, tu cuerpo refleja su amor (2Co 3,18), lo transparenta.
“Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí” (Ga 2,20). Mi cuerpo, mi
vida, es el lugar en el que él vive, en el que sigue expresando su amor. En mi cuerpo
prolonga su búsqueda de amor a cada hombre, su entrega para asumir y reconstruir
la vida de cada hombre. Lo que él ha vivido conmigo, lo puedo vivir yo ahora con él,
para los demás.
Tu vida, entonces, se hace casa de Dios, puerta del cielo. Se hace tienda de
encuentro -donde Dios y Moisés hablaban cara a cara como habla un hombre con su
amigo- entre Dios y los hombres. Tu vida se hace casa en la que se gestan y nacen a
la vida de Dios muchos hombres.
Tu vida se hace hoguera, hogar, que da calor, que da vida, que renueva la
vida de muchos, cuando tú les manifiestas el amor con que Dios les ama.
5. RECONSTRUYE MI iGLESIA.