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1) En relación a la primera consigna, considero que sí puede conciliarse una

política de apertura a la migración y protección de los DD. HH. con una política de
seguridad de fronteras. Un reto importante se le presenta a la policía de frontera,
ya que es la encargada de “garantizar cierta fluidez a la circulación, conciliando el
proceso de globalización y de integración económica regional con la exigencia de
gestionar los costes derivados del incremento de los márgenes de acción para
quienes son considerados como actores clandestinos transnacionales, que se
mueven en el espacio transnacional…”. Para tratar de conjugar ambas políticas
será necesario modificar la visión que se tiene del “migrante” dentro del discurso
sicuritario, mirado como “peligroso” o como una amenaza. Pero en este “cambio de
óptica”, no solo deberá dirigirse a la formación de la policía de migraciones, sino a
la sociedad en general, pues es en el seno de la misma donde se gestan los
estereotipos y prejuicios acerca de los migrantes, que pueden asimilarse para toda
la vida.
2) De acuerdo con Campesi, los principales aspectos, que llevan a los Estados a
imponer políticas restrictivas al movimiento de personas son: el peligro para el
orden público y la seguridad del Estado; la amenaza de tipo político-identitaria y
considerarlos como amenaza socioeconómica

3) Considero que, efectivamente, hay un fuerte componente de rechazo cultural en


las sociedades que aplican medidas restrictivas a la inmigración. Pero, claramente,
tal rechazo se da solo a algunas culturas que están permeadas por la capa
de“peligrosidad”o sospecha que cubre a sus migrantes. En el caso de Argentina,
por ej., se da sobre todo hacia los migrantes de países sudamericanos, para quienes
los prejuicios están a la orden del día. No pasa lo mismo, por ejemplo, con los
migrantes europeos, sobre quienes predomina la ya vieja concepción
“civilizadora”.

Personalmente entiendo que verdaderamente existe un componente de rechazo cultural y en dicha


conclusión no puede soslayarse que ello encuentra su origen y se ha visto propiciado por las distintas
políticas migratorias aplicadas desde antaño por los estados. En este sentido, el miedo infundido a la
sociedad -al considerar que el migrante es peligroso-, y un excesivo sentido nacionalista,
proteccionista de sus fronteras, ha llevado a que un sector numeroso de la población repulsen y en
consecuencia discriminen al inmigrante.

3- Opino que existe un importante componente de rechazo cultural en los temores que albergan las
sociedades de acogida para propiciar políticas restrictivas a la inmigración. Esto lo vemos en la vida
cotidiana, tenemos perjuicios que todavía no podemos desprendernos y el Estado, sea este nacional,
provincial o municipal no posee políticas claras sobre el tema de migración y sus normativas son
muy buenas pero en la mayoría de las veces inaplicable.

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