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FACULTAD DE FILOSOFÍA, LETRAS Y


ESTUDIOS ORIENTALES
ESCUELA DE LETRAS

CONVERSACIÓN AL SUR: DEL SILENCIO AL RUIDO

PROFESORES: BELLONI, LUCIANA; CÁRCANO, ENZO; CRESPO, MARCELA


ALUMNA: STECCONI, SOFÍA
MATERIA: TEORÍA LITERARIA
TRABAJO FINAL
CAMPUS USAL NUESTRA SEÑORA DEL PILAR
FECHA DE FINAL: 10/07/2018
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INTRODUCCIÓN

A pocos años del horror del gobierno de facto surge una novela, en el año 1981,
destinada a movilizar los discursos totalitarios, a posicionarse en la lupa de aquellos que
notaron que, cuando hay un poder que censura y reprime, la polaridad de los discursos es
evidente y la hegemonía de estos produce que otros no tengan espacio en una sociedad y
tiempo determinados.

La novela de la que se habla es Conversación al sur de Marta Traba. Con los


pormenores de la escritura que tienen que sufrir las mujeres, Traba se inserta dentro de las
novelas testimoniales o, mejor dicho, pseudo-testimoniales para brindar su aporte. Una
conversación entre dos mujeres que han experimentado el mismo período histórico desde
dos perspectivas diversas y que se reúnen en una casa en Uruguay para darle rienda suelta a
la memoria.

Los silencios son los protagonistas de la historia cuando hay un poder que reprime,
pero, justamente, los silencios son el primer paso para que una persona tenga ese momento
de reflexión y de conciliación con la memoria para poder, de a poco, decir unas primeras
palabras. Los silencios son los opuestos y complementos de los ruidos, si hay uno no está el
otro, cuando uno aparece en un lugar, el otro aparece en el lado contrario. Donde hay un
gran ruido hay silencios tomando espacios. Los silencios siguen su curso e intentan ganar
lugar para poder, de una vez por todas, combatir ese ruido y silenciarlo.

Las luchas de las débiles de la historia son las que narra Marta Traba y la
configuración del silencio como ganador de espacio ante el ruido en la Plaza de Mayo,
ocupada por las Madres, es uno de los hitos históricos más importantes de la Argentina y
una de las anécdotas más intrigantes que se encuentran en la memoria de la protagonista
Irene en esta novela que deja al lector sin aliento.
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EL CONO SUR

Hubo un tiempo y un espacio que pusieron a varios países de rodillas e hicieron


temblar a la población. Las décadas de los 60 y 70 del cono sur latinoamericano se
recordarán más por lo que no se quiere ser recordadas. Fueron décadas de gobiernos
autoritarios, de situaciones violentas, poder ambicioso y ruptura del orden social. Entre
estas décadas podemos hablar de algunos países que compitieron problemas de la misma
índole; Paraguay, Uruguay, Chile y Argentina. Se podría mencionar, también, a México,
país en el cual el poder autoritario tuvo lugar por ese mismo tiempo, pero este trabajo tiene
un enfoque hacia los países limítrofes del cono sur.

Las décadas más peligrosas y temerarias pululan entre injusticias sociales,


marginalidades, violación a los derechos humanos, pobreza, represión y la compañía de
muertes, desaparecidos, golpes y, sobretodo, miedo. Un pueblo con miedo de sus
gobernantes y de tener una vida cotidiana porque, quienes eran responsables de la seguridad
de las personas eran los mismos que provocaban la inseguridad.

En nuestros días, la memoria de los valientes que se animaron a contar sus historias
hace que se ponga en foco lo sucedido y se intente hacer algo al respecto. En varios países
se ejecutaron juicios y en otros, como en Argentina, la lucha de las Madres de Plaza de
Mayo sigue vigente intentando encontrar a desaparecidos e hijos de desaparecidos que
fueron entregados como hijos a otras familias. Es muy común que lo que vivieron las
personas en esos momentos, siga siendo un problema para las generaciones posteriores,
porque todavía faltan las respuestas a las infinidades de preguntas.

Las historias son diversas, las problemáticas fueron muchas, pero lo seguro es que
un país marcado tiene dos formas de afrontar el porvenir, una de ellas es que todo eso
quede en el olvido y la otra es recurrir a la memoria, volver a las fuentes, dejar que hablen
los sobrevivientes y poder reconfigurar la idiosincrasia. Tras la censura, muchos
testimonios se perdieron y otros tardaron en difundirse, pero hoy se conocen múltiples
historias que narran lo que se quiso tapar por mucho tiempo.

NOVELA TESTIMONIAL
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Cecilia Inés Luque hace un análisis de lo que son las novelas testimoniales y las
novelas pseudo-testimoniales. En estos sentidos, podemos hacer la distinción entre ambas,
pero la realidad es que la nomenclatura no será de mayor estudio que lo introductorio
necesario para poder abordar la novela de Marta Traba.

Luque describe la novela testimonial como: “textos narrativos en los que el autor ha
inventado una historia que se asemeja a un testimonio, o ha trabajado literariamente un
relato testimonial” (2003, p. 17). Lo que quiere decir Luque con esto es que el autor crea
sus personajes o narradores con base en los relatos reales de la vida de personas que
existieron. También, existen los discursos autobiográficos, que corresponden a las
memorias, son anécdotas o historias vividas por estas personas que forman el eje sobre el
cual se escribe o reconstruye la historia. El problema es que la subjetividad atenta contra la
visión general u objetiva de la historia, por ende, el lector se sitúa desde cierta perspectiva.
El problema es que estos relatos testimoniales no dejan de tener cierta cuota de ficción, y
eso cuestiona la veracidad de los hechos. Dada esta circunstancia, Luque decide llamar a
esos textos novelas pseudo-testimoniales. Al mismo tiempo, afirma: “las memorias son el
género literario más propicio para poner estos procesos en evidencia, ya que consisten en
un recorrido reflexivo y ordenado que el narrador hace de su pasado” (2003, p. 20). Hay un
pacto de lectura entre el autor/testimonio y el lector, ya que la novela pulula entre
ficcionalidad y veracidad y biografía e historia. El lector toma el relato como realidad
histórica sin dejar de lado que es una historia ficcionalizada, pero así como entra en juego
la ficción, entra en juego lo verosímil de esos hechos narrados. En Conversación al sur nos
encontramos frente a frente con un relato que parece testimonial, pero es una novela
pseudo-testimonial de la Argentina (y otros países del cono sur) de la década de los setenta
porque la historia es verosímil y se encuentran similitudes con realidades de la época, pero
no deja de ser un testimonio ficcionalizado. Según Marcela Zárate Fernández: “Los
escritores y las escritoras señalaron injusticias que estaban sucediendo en sus países, dieron
voz a los marginados, a los perseguidos y a las familias que sufrían por la pérdidas y
desapariciones” (2007, p. 3).

MARTA TRABA Y LOS EJERCICIOS DE LA MEMORIA


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La vida de Marta Traba es controversial desde el momento en que se quiere datar su


fecha de nacimiento. Ella dice que nació en el año 1930, pero su padre afirma que fue en el
1923. La única fecha datable es su fallecimiento en 1983. Fue una crítica de arte y conocida
por los cambios de parámetros y la pregunta incómoda de si existe un arte latinoamericano
que, citando a Ana maría Peppino Barale: “respondiera características y concepciones
propias y no a los criterios establecidos en las metrópolis culturales” (s/f, p. 106). Además
de los trabajos de arte fue una escritora con un perfil de ruptura.

Conversación al sur fue publicada en el año 1981 y es uno de los primeros esbozos
de escritura de memoria en el cono sur. Hablamos de cono sur porque este testomonio
puede situarse en Argentina, Chile o Uruguay, y hasta los tres países juntos. Son los lugares
en donde, como mencionamos anteriormente, se dieron con mayor magnitud los gobiernos
autoritarios de la década del 70. Peppino Barale dice sobre Conversación: “esa experiencia
de terror constituye el tema central de la novela de Traba en un intento de representar los
laberintos perversos de la represión, resaltando la visión de los vencidos y su relación con
los otros” (p. 102). En este lugar de vencido se va a posicionar Traba para escribir lo
acontecido. Traba es una vencida por dos motivos, primero, es mujer, esa condición de
mujer la hacer ser la vencida en la historia y, también, es una vencida por ser parte de los
oprimidos de la dictadura. Ella es doblemente vencida. Como el lugar de las letras era
reservado, en su mayoría, por hombres, el querer construir su propio espacio como mujer
escritora no sería tarea fácil.

Una de las armas que utilizará será la memoria. Carmen Perilli dice algo interesante
al respecto: “Los grupos de poder someten a nuestra cultura al `olvido obligatorio´
mutilando vastas zonas de su memoria, con lo cual impiden la construcción de una
continuidad histórica” (2002, p. 1). Entonces, la memoria surge como el primer intento de
salir de ese olvido impuesto, es el primer momento de rebeldía de los oprimidos. El poder
del recordar lo que se obligó a ser olvidado es aún más fuerte que gritar lo acontecido,
porque una vez recordado no puede ser olvidado. Es por eso que luego, Perilli va a decir
que el arte narrativo apela a la memoria y al olvido para armar recorridos alternativos de la
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historia (2002, p.1) eso sirve para incomodar al poder y dar otro discurso, tratar de
ilegitimar el único discurso legítimo.

El título de la novela es casi literal. La novela es una conversación entre dos


mujeres que han vivido el mismo período pero desde distintas perspectivas, aun así con
varios puntos de contacto. La mención al sur es propicia para no hablar solo de un lugar
particular en el sur, sino que habla del sur en general, del cono sur que hemos mencionado.

La conversación se da entre Irene y Dolores. Irene es una actriz de teatro argentina


de unos cuarenta años y Dolores es una jovencita, quien, de forma repentina, toca el timbre
en la puerta de la señora y, juntas, traen del olvido lo vivido en esos años grises. La novela
parece simple y sencilla en una primera mirada, pero conforme avanza la lectura, se
complejiza. Ibarra Rius dice sobre Conversación: “Traba destaca el interés de las mujeres
narradoras en la plasmación de ámbitos privados de la cotidianidad y fundamenta su
escritura en el detalle y la huida consciente del retoricismo tradicional, mediante un
meditado intento de aproximación a la oralidad” (s/f, p. 341). Traba deja las cosas de
mujeres a las mujeres. Lo relacionado con lo íntimo, con la conversación, la privacidad del
hogar y el lenguaje oral y tastabillado conforma el ámbito femenino y Traba lo utiliza como
arma de denuncia. No puede situar a dos mujeres en otro contexto, les brinda el contexto
femenino y desde ese lugar y esa postura las hace actuar. Al respecto comenta Ibarra Rius:
“este interés por aproximar el estilo al registro oral es proclamado desde el mismo título,
como también el trabajo sobre el detalle, lo cotidiano, el tono emotivo y centrado en la
subjetividad de los personajes” (p. 342). Esa subjetividad de los personajes parece inocente
y representativa de solo esas dos mujeres, pero su trasfondo es que sobrepase esos límites y
se inserte como una subjetividad colectiva.

Celiner Ascanio habla de dos tipos de testigos, Dolores como testigo-sobreviviente


por la experiencia del acontecimiento en su cuerpo y comenta: “la violencia que se inscribe
en el cuerpo de Dolores, que la hace `no ser la misma´, es la que habla desde la experiencia
del cuerpo” (2010, p. 5). Dolores lleva la experiencia en el cuerpo porque la hicieron
abortar a patadas, eso hizo de ella una testigo-sobreviviente de la tortura ejercida en el
cuerpo suyo. Las marcas de la violencia la llevan a poder traer a la memoria lo acontecido.
Irene también es testigo pero según Ascanio es testigo espectadora y dice sobre esto: “no es
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víctima directa, pero da su testimonio, y éste no se queda en la simple narración; ella, al


igual que Dolores habla desde su subjetividad, arma los recuerdos, se coloca en la posición
de par de Dores” (2010, p. 6). Entonces, entre dos tipos de testigos se configuran los
ejercicios de la memoria para poder reconstruir los hechos. Pero no es fácil, cuando Dolores
llega a la casa de Irene y para ella no es fácil vivir esa visita, el narrador dice lo siguiente:
“¿A qué viene a meterse justo ahora que ella está defendiéndose de la memoria?” (1981, p.
9). Por lo tanto, si bien la memoria es la herramienta que tienen, no es sencillo recordar y
traer al presente lo acontecido. Para Dolores mientras charlaban, dice: “Yo no quiero
recordar nada. Lo pasado pisado. Se acabó y se enterró” (1981, p. 81). Lo que les tocó vivir
divaga entre el olvido y la memoria porque hay un esfuerzo por lograr ambos, se quiere
olvidar, pero también se quiere recordar y todo lleva a un ejercicio intrincado de la
memoria que tiene que salir pero no se quiere, y si se quiere, cuesta. Carmen Perilli tiene un
punto de vista acertado sobre estos testimonios, ella dice que la represión transforma al
sujeto en objeto, puro cuerpo, cuerpo violentado, cuerpo torturado, cuerpo golpeado, cuerpo
sustraído, cuerpo inerme. Ese cuerpo expulsa de él todo lo que es vida. Y continúa: “el
cuerpo femenino se resiste, se rebela contra la lectura oficial convirtiéndose en testimonio.
El cuerpo `roto´ de Dolores, los tientos ensangrentados que la envuelven, su incontinencia,
sus ojos como huecos, funcionan como palabra que escribe su historia” (2002, p. 2). El
cuerpo de Dolores cuenta una historia que funciona como testimonio y ella se encarga de
ponerlo en palabras.

EL SILENCIO Y EL RUIDO

Establecimos que la obra es una conversación entre dos mujeres, es un pseudo-


testimonio, ellas son testigos y todo junto construye un camino subversivo que se impone
ante los discursos hegemónicos del poder autoritario y de la historia oficial. La
conversación confluye en un espacio íntimo, espacio ligado a las mujeres, el relato está
construido con sesgos de oralidad de las protagonistas a modo de fluir de conciencia en el
que la conversación adquiere diversos matices, como opina Peppino Barale: “el modelo
discursivo va del diálogo entre las dos mujeres al monólogo interior y, de este modo,
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encadena los hechos para recomponer el pasado y así poder explicar el porqué del
encuentro y su importancia terapéutica para ambas” (s/f, p. 106). Por ende, podemos
entender que el habla, el discurso, el diálogo, el intercambio de recuerdos les sirve como
terapia para sanar, en cierta forma, lo que han vivido, o quizás, no para sanar, sino para
entenderse como víctimas de un mismo régimen y poder compartir el dolor desde las
perspectivas en que lo han sufrido, una más desde lo físico, la otra más como espectadora,
pero también, como persona que lo sigue sufriendo al no conocer el paradero del hijo.

Analicemos un poco este espacio en el que se dan los acontecimientos. Es la casa de


Irene, cabe la posibilidad de preguntarse por qué esa casa y no una conversación en la calle.
Como dijimos, la casa es el espacio de las mujeres, si hablamos en parámetros sexistas del
lugar de las mujeres y los hombres. Pero, la casa también es el ámbito de lo privado, y esa
conversación no puede tener lugar en un ámbito público. El ámbito privado, además, es un
estimulante al fluir de los pensamientos, los recuerdos, los sentimientos, la reflexión y un
montón de otras sensaciones que ayudan a que lo guardado en la memoria pueda surgir.
Otra característica de este espacio es que, como dice Ibarra Rius es un: “reducto interior no
invadido en el que no puede infiltrarse el régimen, por tanto único, espacio que puede
amparar el testimonio” (s/f, p. 346). El espacio no fue elegido al azar, el espacio fue
delimitado por una autora que vivió en la época y conocía en qué lugares se podía, y hasta
cierto punto, narrar lo inenarrable. Ibarra Rius agrega que: “la ficción se configura a partir
de los márgenes, gestos, la depuración del lenguaje, con los susurros, para exhibir su
legitimación, la de Irene/Marta” (p. 348). Por lo tanto, el espacio cerrado parece,
simbólicamente, una memoria a la que se quiere acudir de forma lenta, por eso el fluir de la
conversación se va acrecentando y no se da de una forma repentina. Los primeros pasos son
endebles porque cuesta entablar una conversación y se lee lo siguiente: “¿La voz de
Dolores se atenuaba o ella había resuelto dejar de oírla? (1981, p. 35). Probablemente, la
voz se estuviese atenuando, pero la situación no es la más propicia para hablar. Hay un
fuerte contraste entre el adentro y el afuera, entre lo que se dice y se calla. Para Perilli: “el
espacio exterior (la ciudad, la sociedad) es el espacio público desde el que acecha la
hostilidad de la muerte. El espacio interior (el hogar, el cuerpo) es el espacio privado en el
que se secretan las palabras, desde el que se intenta la resistencia pero sucumbe a la
violación” (2002, p. 2). Los contrastes se dan y surgen cuando hay mención del exterior, el
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miedo es uno de los temas centrales y una de las trabas que tienen que superar para poder
darle voz a lo acontecido.

El ruido es el generador de miedo, porque el ruido es el elemento fundamental del


poder, así se ve en uno de los pasajes: “el timbre volvió a sonar brutalmente (…). Se paró
para abrir (Irene) pero la muchacha la tomó por el brazo y entonces la miró y se quedó
estupefacta” (1981, p. 72). El miedo al ruido y a lo que puede venir del exterior es
determinante, porque nunca se sabe junto con qué viene acompañado ese ruido. El texto
sigue así:

¿A quién esperas? –preguntó de nuevo Dolores en voz baja.

—A nadie, te aseguro.

Le sonó ridículo su apagado tono de voz. Permanecían quietas, sin decir palabra. Pero
cuando volvió a sonar, pasó una cosa extraordinaria, la muchacha cayó de rodillas y
metió la cabeza entre los pliegues de la falda de la mayor.

—No abras — susurraba —, no abras, no abras si no esperas a nadie.

Le alzó la cabeza para hacerla entrar en razón y vio algo que nunca había visto. El
miedo arrasando un rostro (1981, p. 72).

El ruido y lo exterior son los opuestos del silencio y lo interior y el choque entre
ellos es el causante del miedo en la novela. Está tan relacionado el timbre a lo catastrófico
que, el simple hecho de que suene, hace que Dolores quede estupefacta e Irene, con el
cuarto timbrazo, también. Las mujeres desde el silencio, que pretende hacerse ruido de a
poco, están en una posición de represión y sometimiento a un sistema patriarcal y dueño de
todas las voces. Es por eso que les cuesta tanto generar su propia voz y hablar a estas dos
mujeres que han vivido siempre en el lugar del silenciado.

Los reprimidos son los débiles, dentro de los débiles, las mujeres son aún más
débiles y estos débiles son los más silenciados, ellos no tienen voz ni voto, ellos no pueden
narrar lo inenarrable, ellos son los juguetes del poder autoritario, así como Dolores fue el
juguete de quienes la hicieron abortar a patadas. Pero ser el débil, también define a estos
seres frente a la otredad y eso los hace poderosos.
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LAS LOCAS DE MAYO

Las historias de Dolores e Irene son complementarias, pero no son la misma. Como
dijimos, Dolores la vivió desde el cuerpo e Irene más como una espectadora y, esto las
diferencia. No solo por la lucha distinta que afrontaron, sino porque lo han luchado con
distintas armas. Dolores estaba con la juventud y los bandos rebeldes, pero Irene estaba con
las madres de los chicos jóvenes y rebeldes como Dolores. Son dos generaciones distintas a
las cuales el mal las aqueja desde distintos puntos. Las madres han perdido a sus hijos de
diversas formas y ellas quisieron justicia. Marta Traba es una de las primeras escritoras en
poner por escrito y, a través de un pseudo-testimonio, la lucha de las Madres de Plaza de
Mayo.

Irene, en la extensa charla que tiene con Dolores y en la reconstrucción de los


hechos que hacen juntas, le cuenta su experiencia con las Madres de Plaza de mayo. Pero lo
más sorprendente eran sus armas o, mejor dicho, no tener armas. Irene narra: “¿Así que
estas eran las locas de Plaza de Mayo? Increíble tal cantidad de mujeres y tanto silencio,
solo se oían pasos rápidos, saludos furtivos. Ni un carro celular, ni un policía, ni un camión
del ejército en el horizonte” (1981, p. 87). Las madres eran el silencio de la plaza, pero el
peor ruido de la historia argentina, porque era el ruido desestabilizador del poder.

Los represores esquivaron la mirada a la caminata en círculos que ellas repetían


todos los días y decidieron creer que no existían. Irene comenta: “El sistema era ignorarlas;
ignorar la existencia de la plaza y de las locas que pataleaban” (p. 87). La ignorancia es el
querer minimizar lo que está aconteciendo y el restarle importancia, pero estas madres que
comenzaron su lucha en silencio, fueron adquiriendo voz. Así como fueron aumentando el
caudal de palabras Dolores e Irene, estas madres fueron aumentando la cantidad de madres
y los gritos desesperados. En un principio Irene confiesa: “Sin decir nada, sin gritar, las
mujeres levantaban las fotos lo más alto posible ¿para qué si nadie las veía?” (p. 88). Su
lucha era el silencio, pero nadie puede escuchar el silencio, por eso es que las madres
cambian el silencio por sus primeros ruidos:
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Estaba a la mitad de un círculo de coreaba al unísono, y ahí si pude entender


claramente `dónde están´ `dónde están´. Me daba la espalda, pero aunque le toqué el
hombro y la sacudí, no se dio vuelva. Entonces le grité su nombre (…). No quiero ni
acordarme de esa cara desfigurada, la boca abierta gritando y sobretodo la piel, esa piel
delicada que aparecía manchada, amoratada (p. 90).

El círculo de mujeres que en un principio solo caminaba en silencio y con fotos,


ahora gritaba al unísono y, no solo gritaba, exigía respuestas. La madre de Victoria quería
respuestas sobre su hija y todo el resto de madres, exigían lo mismo. En este caso Victoria
era solo un nombre, pero el reflejo de muchas otras personas. Y luego Irene culmina
diciendo: “le pasé la mano por los hombros y grité con ella” (p. 90). Quizás, una de las
frases más emotivas de la historia, la frase que concluye en la hermandad, en que todas las
mujeres alcen la voz. No puede gritar solo una, tienen que gritar todas para que se escuche
y no sean solo una incomodidad visual.

Perilli comenta: “desde la intimidad del espacio privado (la casa) han ganado el
espacio público por autonomasia (la plaza), constituyéndose en el otro absoluto frente al
país que elige ignorarlas” (2002, p. 3). Se logra ver en la novela, cómo estas mujeres van
ganando poder, primero no hablan, solo caminan y después gritan su perdida, exigen
justicia, buscan a sus desaparecidos.

Josefina Ludmer hace un análisis muy interesante al que llama “las tretas del débil”,
si bien ella se ocupa de analizar a Sor Juana Inés de la Cruz, es llamativo el estudio y el
poder aplicarlo a las Madres. Ludmer comenta:

La treta consiste en que, desde el lugar asignado y aceptado, se cambia no sólo


el sentido de ese lugar sino el sentido mismo de lo que se instaura en él. Como si una
madre o ama de casa dijera: acepto mi lugar pero hago política o ciencia en tanto
madre o ama de casa (1985, p. 6).

Por tanto, las Madres asumen el lugar del subordinado, el lugar del inferior frente al
lugar de los superiores y la batalla la libran desde ahí. Sería lógico pensar que cuando se
quiere enfrentar a otro, uno intenta igualarlo y superarlo, pero estas mujeres fueron más allá
y supieron que no podían enfrentarlos de igual a igual porque era una tarea imposible,
jamás serían iguales, entonces, asumieron su lugar y lucharon con las armas que tenían. Se
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reunieron y se mostraron abiertas a una sororidad, compartieron la angustia, impartieron


reglas para no usar violencia, no usar eso que ellos usaron, sino que eligieron el silencio,
los pasos por la plaza, los pañuelos blancos, las vestimentas de mujeres del hogar y esa fue
el arma más poderosa, porque ellos no entendían y, al no entender, eligieron ignorarlas.

Fue una lucha de mujeres hecha por mujeres en donde no tenían lugar más que unos
pocos hombres que apoyaron. Porque el hombre les hubiese peleado de igual a igual a
aquellos hombres del poder autoritario, eso hubiese sido una catástrofe y hubiese traído más
muertes, entonces, el ingenio de estas Madres fue el hecho de verse como un distinto a
ellos, un inferior a ellos y posicionarse desde ese lugar. Poder ganar, de a poco, el espacio
de la plaza y con aún más esfuerzo, ir recuperando los desaparecidos.

Marta Traba es otra débil, ella se hace un lugar en un ámbito solo reservado para
hombres, que es la escritura, luego utiliza personajes femeninos para denunciar al poder
político y, por último, ensalza, como pocos textos lo habían hecho, la lucha de las Madres
de Plaza de Mayo. Esa lucha sin armas, sin elementos, que hizo que fueran ganando y, aun
hoy, sigan ganando hijos y nietos desaparecidos/recuperados.

Las tretas de Traba fueron posicionarse como una escritora mujer que escribió una
pequeña charla entre dos mujeres, algo muy común para la literatura femenina, y desde ese
lugar de inferioridad, dejó un legado de denuncia, testimonio y sumamente interesante para
la posteridad.

CONCLUSIÓN

Para concluir el trabajo, hay que tener en cuenta que Marta Traba fue una mujer
visionaria y muy lúcida para el momento que le tocó vivir y eso hizo que en la posteridad
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encontremos en sus escritos la constante puja entre un arte femenino que se posiciona como
tal y busca ser testigo de uno de los peores momentos de la historia de Argentina y el cono
sur en general. Sus aportes desde lo literario son importantes, pero no más importantes que
sus aportes para la literatura feminista y ese espacio que nos fue tan difícil hacernos dentro
de la literatura y que, continúa siéndolo.

Sus logros están en la denuncia que crea a partir de algo tan simple como lo es una
conversación entre dos mujeres que no se ven hace mucho y que han compartido un pasado
oscuro que, también, es el mismo pasado que les toca la puerta hacia el final de la novela y
deja en suspenso lo que pudo haber pasado.

Es aceptable cualquier tipo de final porque la autora lo deja abierto y muestra cómo
el ruido de afuera le quiere ganar espacio al poco ruido que fueron generando las mujeres
adentro del hogar. Quedará a juicio de cada lector el final.

Pero lo importante no es el final, lo importante es el ruido que genera Traba con una
novela que revindica la lucha de las Madres de Plaza de Mayo y, con eso, la lucha de las
mujeres en general. Desde nuestro lugar de ser débil ante el ser masculino y fuerte.

Traba conoce su lugar, lo toma como suyo, como propio y desde ahí genera su
denuncia. Conversación al sur es una novela que deja huecos para seguir analizando y
genera el ruido en los testimonios oficiales que todos sabemos, cuentan solo una de las
perspectivas y una verdad implantada.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

 Ascanio, C. (2010), Discurso, memoria y subjetividad: una aproximación a la


novela Conversación al sur. UNA INVESTIG@CIÓN, Vol. II, Nº 3, pp.1-10.
13

 Ibarra Rius, N. (s/f), ¿Literatura periférica?: Conversación al sur. Actas XLI


(AEPE), Centro Virtual Cervantes, pp.341-349.

 Luque, C, I. (2003 enero-junio), Balún- Canán de Rosario Castellanos: un ejemplo


de memorias pseudo-testimoniales, pp.17-34. Contribuciones desde Coatepec [en
linea]. Recuperado el 20 de enero de 2018]

Disponible en:<http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=28100402> ISSN 1870-0365

 Peppino Barale, A, M. (s/f), Voces de mujeres, ecos de violencia en Conversación al


sur de Marta Traba. Departamento de Humanidades, UAM-A, Fuentes
humanísticas, Nº 32, Estudio de las mujeres, pp. 101-114.

 Perilli, C. (2002), De susurros como gritos. Conversación al sur de Marta Traba.


Recuperado el 2 de febrero de 2018 de: http://critica.cl/literatura/de-susurros-como-
gritos-conversacion-al-sur-de-marta-traba.

 Traba, M. (1981), Conversación al sur. México: Siglo Veintiuno.

 Zárate Fernández, M. (2007), Mujer y testimonio en Marta Traba: Conversación al


sur, En cualquier lugar y Casa sin fin. The University of Arizona, Biblioteca Virtual
Universal, pp. 1-11.

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