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Presentación del Libro “El Individuo” - de Agustín García Calvo

Irene Cooperativa El Rebozo

Buenas tardes a todas y todos. Les mandamos un saludo desde las tierras rebeldes de Oaxaca. En
primer lugar queremos agradecer a la editorial Analfabeta por invitarnos a la Cooperativa El Rebozo a
este espacio de encuentro y de diálogo en torno al Individuo, a partir de la publicación de su libro. Les
pedimos una disculpa por no poder estar físicamente, ya que tuvimos un problema que nos imposibilitó
estar en Monterrey en esta fecha, pero igualmente esperamos que nuestra participación ayude a echar a
andar la palabra entre los y las presentes.

Para empezar, quiero celebrar el hecho de que este pequeño libro “El Individuo” de Agustín García
Calvo se esté presentando en La Comunitaria, ya que este espacio está concebido justamente como una
herramienta más para romper con los Individuos en los que nos han querido convertir. El autor empieza
con mucha razón afirmando que el Individuo es el último fundamento del Reino del Dinero y la
Administración de la Muerte. Y lo que quisiera agregar desde un principio, como uno de los
consensos a los que llegamos en nuestras reflexiones de la Universidad de la Tierra es una buena
noticia: A pesar de que nos hayan querido construir como tales, no somos individuos: ninguno de
nosotros”.

Los individuos son, como bien lo resalta García Calvo: el elector, el trabajador, el desocupado... le
podemos agregar: el estudiante, el perfil de Facebook, el fiel, el televidente, el consumidor, el paciente,
el ciudadano, la beneficiaria de OPORTUNIDADES, el soldado, las almas del purgatorio o las cifras de
los muertos. Y como también lo resalta, el individuo es lo mismo que la masa: una sumatoria de
individuos que, como lo es la masa, son manipulables por el Poder y sus instituciones.

Pero entonces si no somos individuos, ¿qué es lo que somos en realidad? Como lo hemos compartido
en Oaxaca, somos personas cuya naturaleza no es individual sino comunitaria, es decir: un nudo de
redes de relaciones. Somos naturaleza. O como lo dice más sencillamente García Calvo: somos pueblo.
La persona que está escribiendo esta presentación no es la licenciada fulana de tal, que ha alcanzado
tales reconocimientos en meritocracia del poder y por eso está titulada para hablar, sino que es una
mujer, que pone por escrito pensamientos que se construyeron a través de experiencias compartidas, de

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la relación con otras y otros, vivos y muertos, que tiene la fuerza de hacerlo por estar constituida por
los frutos de la madre tierra. ¿Donde empiezo yo, y donde empieza el aire que ahora está en mis
pulmones y en unos segundos voy a sacar? ¿Donde termino yo y empieza la caca que en algunas horas
ya estará fuera de mi cuerpo? ¿Donde empiezo yo y donde empiezan la rabia y el dolor que nos
invaden frente a la barbaridad con la que nos desaparecen? ¿Acaso esas rabias se pueden sumar como
números, como individuos, y llegar a establecer un índice elevado como los votos que obtiene tal o cual
partido en las elecciones?

No. No se puede delimitar nada de eso, porque no somos entes separados, individuos. En este sentido,
pensamos que en México tenemos una gran oportunidad para cambiar nuestra forma de pensar el
mundo, deshacernos de la cárcel “individuo” en la que nos han encerrado. Esa oportunidad es la de
escuchar a los pueblos indígenas que se han resistido por más de 500 años a ser convertidos en
Individuos y lo cual en primera instancia significa ser separados de su tierra, su madre. En diferentes
situaciones en donde, frente a la amenaza minera o de otros megaproyectos nos ha tocado escuchar a
los pueblos hablar de defensa del territorio, nos han compartido que su entendimiento del territorio no
es la de una superficie en metros cuadrados en la que pisan, o un contenedor de “recursos”, sino el
territorio es nuestra madre, ese lugar en donde nacemos, ahí está enterrado nuestro ombligo, ahí
regresamos una vez muertos, ahí están nuestros antepasados, y es el lugar en donde crecen las otras
“personas”, no sólo humanas, con las que tenemos una relación de crianza mutua. El abuelo cría el
maíz, que a su vez cría el abuelo. La comunidad cría la montaña, que a su vez cría la comunidad. La
madre cría a su hijo que a su vez cría a su madre. Los muertos crían a los vivos que a su vez crían, en
sus altares, a sus muertos. El pueblo manda a su gobierno, que a su vez obedece al pueblo. Las familias
crían a su comunidad que a su vez cría a las familia. Eso es el nosotros, lo contrario al Individuo. Es lo
contrario al capitalismo y, también al socialismo centralizado por el Estado. Es la comunidad. Con esto
quiero clarificar que en muy pocas comunidades indígenas al día de hoy no ha entrado el germen del
individualismo, entró desde que entró la Iglesia, pero sí en la mayoría hay practicas vivas que les
permiten visulmbrar claramente la alternativa al Individuo y hay unas cuantas más en donde
definitivamente lo han enterrado, como lo son por ejemplo las comunidades zapatistas.

Los que no nacimos en comunidades entonces ¿estamos a la deriva? No. A pesar de estar desposeídos
de nuestro territorio podemos recrear ámbitos de comunidad desde donde estemos. De hecho si nos

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ponemos a pensar es muy probable que ya lo hagamos inconscientemente en muchos casos, ya que es
nuestra propia naturaleza, o mejor dicho es lo que hace la naturaleza y que el sistema destruye. Pero
para construir lo común hay que ir más allá de lo privado. Cómo bien lo señala el autor: “El respeto de
la vida privada es el mantenimiento de la tiranía. Que haya lo menos posible de vida privada. O sea
que toda la vida privada, sus gestos, sus pasos, se hagan políticos. Suprimir lo idiótico, lo personal,
ideal, individual, es el descubrimiento de lo común. No hay otra manera de descubrimiento de lo
común más que esa negación: cuando en un tramo de habla que yo estoy pronunciando se le quitan
todas las entonaciones personales, todas las muletillas y las retóricas personales, entonces empieza a
aparecer lo común. La gramática común que no es de nadie y es para cualquiera. Y así en todo lo
demás”.

Agregaríamos que no sólo hay que ir más allá de lo privado, hay que ir más allá de lo público y lo
privado, que son dos caras de lo mismo, y recuperar lo íntimo y lo común, que son ámbitos
cualitativamente diferentes, ya que implican: sentir los dolores y las alegrías del otro, criarnos
mutuamente, ser recíprocos y solidarios. Desde los aportes feministas, pudiéramos decir, que tenemos
que mirar en el seno de la civilización patriarcal, cuyo fundamento es separar y transformar para
dominar, dónde es que están esas relaciones maternales, que permiten que siga reproduciéndose la vida
digna. Ahí es donde está lo común creándose y resistiendo bajo el yugo de la dominación del sistema
de los Individuos y la Propiedad Privada (que fue privada de lo que antes era común). Ahí, en lo que
hacemos por amistad, por amor, por dolor, por rabia, para celebrar, para tener memoria, está lo común.
Está en nosotros construir las condiciones para que también podamos aprender, sanar, habitar, comer y
sobre todo tomar decisiones sobre nuestras vidas entre nosotros, en comunidad y fuera de las
instituciones que nos reducen a individuos.

Eso es para nosotros la revolución que, como dice Agustín García Calvo, no la hacen los individuos
sino que la hace el pueblo. Para ser pueblo en donde nos lo niegan tenemos que construir nuevas
relaciones sociales en ámbitos de comunidad, teniendo cuidado que, como dice el autor, las nuevas
relaciones que establezcamos no se conviertan otra vez en un contrato, que en vez de un medio de
liberación, otra vez se convierta en un medio de formación de masa. Un ejemplo de esto nos parecen
ser de las vanguardias de izquierda autodenominadas revolucionarias (de ayer y de hoy), que
confunden el pueblo con la masa, y lo transforman otra vez en una suma de individuos que miran arriba

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mientras ellos toman el Poder, para la implementación de un proyecto superior, la utopía.

Eso no es lo que nos ayuda, y como dice el autor, retomando los versos de Antonio Machado, “se hace
el camino al andar” o como lo dirían los compañeros y compañeras zapatistas, hay que “caminar
preguntando”, preguntándonos entre nosotros, que es decir preguntando al pueblo. El individuo no
piensa, no hace el amor, y no hace la revolución. El pueblo sí, es decir nosotros entre nosotros, sí. Y es
por eso que aquí en México y todo el mundo, cada vez más pueblos venimos gritando que “Si nos tocan
a unos nos tocan a todos”.

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