CULTURA
| 30 de Julio de 2011 - 19:50
Sin embargo, esa atención no debe ser consciente hasta un grado tal que el poeta
pueda elegir deliberadamente ante qué asombrarse y, por tanto, elegir con plena
lucidez los temas de sus poemas.
Hemos dicho que todo es asombroso, incluso lo que, por la fuerza de la costumbre, nos
resulta banal, insignificante.
Pero, corrigiendo un tanto esta afirmación, debemos decir más bien que todo tiene
una latente capacidad de suscitar asombro, y que ese asombro se producirá de
manera imprevista cuando lo que es objeto del mismo entre en contacto con la
sensibilidad precisa, con la sensibilidad capaz de establecer (por razones
desconocidas) un diálogo íntimo con el objeto en cuestión y descubrir sus secreta
maravilla.
“Sólo para nosotros viven todas las cosas bajo el sol”, escribió Vicente Huidobro, el
gran poeta chileno fundador del movimiento de vanguardia denominado
creacionismo. Es cierto, pero no por eso cada poeta debe cantar a todas las cosas, sino
sólo a aquéllas que lo elijan a él para que les cante.
En fin, lo que en general quiero decir es que me parece que tienen razón quienes
sostienen que la creación lírica requiere de un estado de pasiva ingenuidad, de
inocencia, de un marco de misterio, de incomprensión acerca del propio trabajo para
ser auténtica y eficaz. La conciencia lúcida y erudita, por el contrario, es una suerte de
‘kryptonita’ para el poeta.
Por su parte, lo cual nos sirve para redondear lo hasta aquí expuesto, el gran George
Steiner ha dicho: “Ah, la inocencia de un gran creador, el misterio de crear…”.
Joaquín Mattos O.
Opinión