Para un balance crítico del Lacanismo
PARA UN BALANCE CRÍTICO
DEL LACANISMO
JuanDavidNasio
Razones de tiempo y geografía hicieron preferible, para facilitar
la participación de J-D.Nasio (destacado psicoanalista
lacaniano residente en París) que Fernando Urribarri le
enviara algunas preguntas alrededor de las cuales presentar
sus ideas para un balance del lacanismo en la última década.
1- A- Cómo ha sido y cómo es (cómo ha cambiado, o no) la
lectura de la obra de Lacan en estos últimos diez años, en el
psicoanálisis en general, y en su pensamiento -en su propia
trayectoria- en particular.
Cual le parece la principal diferencia entre los grupos-corrientes
lacanianas actuales? Cuales son los autores lacanianos que
considera usted más relevantes de estos últimos años?
2- Mi impresión es que sus libros más recientes (especialmente
en “Cómo trabaja un psicoanalista”) se distinguen por estar
orientados por un deseo, un proyecto, al menos doble: por un
lado ir más allá del dogmatismo lacaniano y hacer de Lacan
un autor, un pensador y no un Maitre/Amo. Por otro “volver a
la clínica” recuperando la dimensión transformadora (no
“filosofante”) y terapéutica del psicoanálisis.
En primer lugar me gustaría pedirle su opinión sobre esta visión
de su obra reciente. Por otro lado pienso que todo lo anterior
implica de su parte, un reconocimiento crítico de los “impasses”
teóricos a los que ha llevado cierto dogmatismo lacaniano, así
como los “impasses” clínicos de la práctica lacaniana
instituida. Puesto que sin embargo este reconocimiento suyo es
más implícito que explícito, quisiera pedirle que comentara un
poco estos puntos.
EL LACANISMO: DESTINOS DE LA IDENTIFICACIÓN CON UN NOMBRE
1-Pienso que el lacanismo como movimiento ha tenido aspectos
positivos y negativos. Entre los primeros se encuentra el
reconocimiento de esa obra formidable que es la de Jacques Lacan.
Entre los aspectos negativos se encuentra su expansionismo
imperialista, su vocación conquistadora, que ha llevado a cometer
errores, muchas veces groseros y contraproducentes.
Creo que en estos diez años el psicoanálisis, no sólo el lacanismo,
ha avanzado y ha cambiado mucho, y a veces muy positivamente.
En cuanto a la lectura de Lacan, al lugar de su obra en estos
movimientos, por mi parte debo decir que en estos últimos años
ha ido cambiando. Es cierto que en la actualidad Lacan ya no es
para mi una lectura permanente, cotideana como era en los años 80.
Hoy leo a Lacan, vuelvo sobre sus trabajos, cuando me surge una
ocurrencia, o en relación a una lectura, o cuando estoy preparando
un texto. Es decir: en ocasiones puntuales. A la vez leo otros autores,
y por supuesto no sólo a los lacanianos. Pero no me pregunto por la
pertenencia institucional o política de una autor para leerlo. Puedo
leer entonces a un Winnicott, pero también a una Joyce McDougall.
Yendo a su pregunta sobre el lacanismo, en la perspectiva de un
posible balance de esta década me parece que es posible establecer
una distinción importante. Respecto de Lacan ha habido, a mi modo
de ver, dos grandes modos de situarse que definen dos grandes
tendencias o corrientes.
Por un lado hay gente para la que Lacan es un emblema, es una
marca, un trazo que define su identidad. Ese trazo muchas veces es
una institución. Es decir que Lacan para esta corriente está
consubstanciado con la idea de una organización institucional, con
una comunidad a la que define. Al respecto Lacan decía en sus
últimos meses de vida algo notable: “se ama a un nombre”.
Porque es cierto que el nombre “Lacan” en si mismo es objeto de
amor y de identificación de una comunidad. Es una marca. Esta es
una primera orientación en la que es evidente a cuales grupos se
puede ubicar: todos aquellos que se reclaman de Lacan como
identidad. Por ejemplo aquellos para los que el lacanismo corresponde
a instituciones. Es decir para J.A.Miller, por supuesto, pero también
para muchos otros grupos e instituciones.
En esta primera corriente se da también una forma de uso identitario
del dialecto lacaniano. Aunque en cierto modo el uso del dialecto se
da en todas las líneas del lacanismo, en esta corriente juega un rol
muy fuerte, incluso estereotipado. Lo que estoy diciendo implica
que Lacan, lamentablemente, no es solo una extraordinaria teoría
sino también un dialecto, una lengua. Eso es fácil de detectar
porque hay palabras emblemáticas: son mas que conceptos, son
palabras emblemáticas. Si hablo de “goce”, de “sujeto”, de
“pequeño a” es evidente que estoy hablando el dialecto lacaniano.
Y en esto poco importa que sea consistente o no.
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Juan Nasio
Luego tenemos otra corriente para la que Lacan es un
pensamiento que admite la interrogación, que se renueva
permanentemente, se recrea en los brotes que ese mismo
pensamiento ha producido. En este segundo movimiento es en
el que intento situarme.
Dentro de este segundo movimiento, es cierto, también se
mantiene el dialecto lacaniano. Es decir que en esta segunda
corriente hay practicantes de la obra de Lacan que aun haciendo
ese movimiento de apertura, de recreación, mantienen el lenguaje y
el dialecto lacaniano. Pero a la vez tenemos dentro de esta misma
orientación una línea que se mantiene fiel al espíritu pero no mantiene
el dialecto. En la que se prioriza el espíritu por sobre el dialecto o la
fraseología. Por mi parte, viendo mi obra me he dado cuenta de que
en ella el dialecto lacaniano tiene una presencia menor, que ha ido
incluso relativizandose aun mas en estos últimos años.
Lógicamente es en esta segunda corriente en la que me parece que
mayores desarrollos se han ido produciendo. Yo mismo me considero
como uno que trata de prolongar el espacio de producción del
psicoanálisis heredero de Lacan. Incluso con temas o conceptos
nuevos que no habían sido abordados, como es caso del dolor.
Pero también hay otros autores que han avanzado: sobretodo en
psicosis hay desarrollos nuevos.
En cuanto al balance de estos diez años también quiero decirle algo
desde una perspectiva que no se restringe al lacanismo. Desde una
perspectiva psicoanalítica global, entonces, quiero decirle que yo
me opongo totalmente ha ese diagnostico de moda según el cual
el psicoanálisis estaría en crisis. El psicoanálisis tuvo un auge en
los 70 y los 80. En Francia, con Lacan, fue un auge desmedido. Se
dio un movimiento de hegemonización desproporcionado. Había
una practica lacaniana conquistadora, por la cual todo se
impregno de su discurso, y en el que este ocupaba –o intentaba
ocupar- indebidamente el lugar de la filosófica, de la lingüística,
etcétera. Ese imperialismo propio de aquel auge ha ido dejando
lugar a una situación menos inflacionaria. Hoy el psicoanálisis vuelve
a una posición más restringida, y más acorde con sus propios limites.
Y pienso que estar en esos limites es algo fecundo: es una tensión
productiva. A la vez la cantidad de actividades, coloquios, y
publicaciones psicoanalítica sigue siendo enorme: Zona Erógena
cumple diez años! Eso es una vitalidad formidable!
2- CRITICA DE LOS IMPASSES TEÓRICOS Y CLÍNICOS DEL DOGMATISMO
LACANIANO
En primer lugar quisiera decirle que es excelente su interpretación, y
su síntesis, de las dos orientaciones centrales de mi trabajo. Ha
comprendido y planteado perfectamente lo esencial de sus líneas
directrices. Ahora bien, para ir a sus preguntas, para explicitar lo que
puede leerse implícitamente en mi trabajo, permítame resituar la
cuestión del siguiente modo: es preciso considerar que existen
dos tipos de prejuicios. Hay prejuicios fecundos e infecundos.
Unos permiten avanzar, preguntarse y esclarecer puntos limites
con la ayuda de un punto de apoyo provisional. Los otros son
obstáculos. Definitivamente existen prejuicios infecundos en el
lacanismo. Y es cierto que no son pocos. Veamos algunos
directamente.
Un prejuicio profundamente infecundo del lacanismo, un
prejuicio verdaderamente lamentable, es el que se refiere a la
cura. Lacan retoma algo que estaba en Freud, que es la idea de
que la cura en psicoanálisis no es igual que en medicina, pues la
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desaparición de los síntomas no implica en psicoanálisis que la
“enfermedad” cese. A partir de esto Lacan formulará la idea de
que la cura se da “por añadidura”. Aunque se ve la proximidad
con Freud, lo cierto es que esta formulación –y una cierta posición
discursiva de la que es parte– creó la idea absolutamente falsa de
que el analista no se tiene que ocupar de la cura. Se trata de una
idea que llevada al limite se vuelve anti-psicoanalitica. ¡Pues el
analista sí tiene que ocuparse de la cura !Lo que el analista debe
evitar –que es algo diferente- es obstinarse con la cura. Pero
porque justamente esta obstinación –que es un extravío de la
preocupación– conlleva una distorsión o regresión de la cura
psicoanalítica hacia parámetros médicos, hacia la mera supresión de
síntomas.
Otros prejuicios infecundos son los de la fetichización del silencio
y la escansión. Ocurre que se ha borrado la idea de técnica terapéutica
por obra de un prejuicio profundamente infecundo según el cual el
análisis es una suerte de experiencia intelectual, o humana. Notamos
además que sus derivas extremas no son ajenas al desprecio por la
cura, al descompromiso del analista - es decir al infecundo prejuicio
que antes mencionamos. Todo esto es muy negativo. Ha dado lugar
a la actitud caricaturesca de estos analistas lacanianos que
permanecen siempre en silencio, y que solo intervienen para cortar
la sesión a los cinco minutos. Esta caricatura, ampliamente
adoptada, es sobretodo una impostura.
La posición del analista no puede reducirse, sin caer en la
impostura, al silencio. El silencio del analista sólo es consistente
y fecundo en el seno del dialogo analítico, en pos de la escucha
del fantasma inconsciente. Este silencio, además, es un callarse
activo: no es mutismo ni descompromiso, sino que debe ser
expresión directa de la profunda implicación del analista en el
proceso. Porque el analista aprende a callarse sobretodo cuando
tiene algo que decir, y no cuando no se le ocurre nada. El analista
decide no hablar porque su saber-hacer lo lleva a comprender
que no es oportuno hablar.
Algo similar ocurre con la escansión, la interrupción del tiempo
de la sesión. No puede ser un recurso que predomine en detrimento
de su contexto, del dialogo analítico, de otras intervenciones posibles
del analistas. Incluso su uso no puede dejar de darse articuladamente
con todas estas otras variables y sobretodo con el devenir concreto
de la sesión. Yo subrayo que lo importante de la interrupción es
con que palabras se interrumpe. Por ejemplo: “vamos a interrumpir
con esta pregunta” o “prefiero que dejemos aquí en esta última
palabra”. Porque de lo que se trata es de que el paciente tome
sentido de la interrupción. Esta es para provocar esta búsqueda
de sentido.
Por otra parte, y desde un punto de vista conceptual hay que
decir que en una cura un analista adopta distintas posiciones que
determinan sus intervenciones.
A lo largo de una cura un analista adopta posiciones diversas. Las
posiciones del maestro (N.de R.: en francés “maitre” significa tanto
“maestro” como “amo”), que enseña; del maestro que gobierna; y a
veces la del analista que escucha e interpreta el fantasma. Cuando le
digo a un paciente que “prefiero que venga nuevamente mañana a
tal hora” estoy siendo un maestro que gobierna. Cuando le digo a un
paciente que “debería ver a otro cardiólogo que le de una segunda
opinión antes de operarse” estoy posicionandome como un maestro
que educa. Y por supuesto hay una posición en la que escucho el
fantasma inconsciente y que se realiza en el acto analítico.