La versión en español de este texto fue publicada en Magdalena Candioti y Juan Manuel Palacio (org), .),
Justicia, política y derechos en América Latina, Buenos Aires, Prometeo, 2006.
1
Este texto es una versión reducida y modificada de un artículo publicado en Silvia H. Lara e Joseli M.
Nunes de Mendonça (orgs.) Direitos e Justiças no Brasil. Ensaios de História Social. Editora da Unicamp,
Campinas, 2005. Tradución: Cristiana Schettini Pereira y Magdalena Candioti.
2
Joseli Nunes Mendonça, Cenas da Abolição. Escravos e senhores no Parlamento e na Justiça. São Paulo,
Ed. Fundação Perseu Abramo, 2001.
3
Confrontar, entre otros, Sidney Chalhoub, Visões da liberdade. Uma história das últimas décadas da
escravidão na Corte, São Paulo, Cia. das Letras, 1990; Joseli Mendonça, Entre a mão e os anéis. A lei dos
sexagenários e os caminhos da abolição no Brasil, Campinas, Editora da Unicamp/ Cecult, 1999; Hebe
No es una simple casualidad, por lo tanto, que la trayectoria de vida de uno de los
más recordados líderes del movimiento abolicionista en São Paulo, Luiz Gonzaga Pinto
da Gama, abarque experiencias, en muchos aspectos, semejantes a las de otros tantos
agentes históricos presentes en esos estudios: él fue un esclavo a lo largo de buena parte
de su vida y logró la libertad accionando los dispositivos legales a él disponibles. Por otro
lado, Luiz Gama fue también abogado, o mejor dicho, un rábula 4, que aún sin haber
asistido a la universidad hizo del derecho su principal arma en la lucha contra la
esclavitud.5
Sin lugar a dudas, la presencia y presiones de los esclavos en los tribunales son
fundamentales para la comprensión del proceso de abolición en Brasil. Sin embargo, sería
imposible contar esa historia sin considerar la actuación de las personas que se unían a
ellos en la búsqueda de la manumisión en los tribunales La trayectoria de Luiz Gama y de
otros abogados de su grupo puede ser un medio de comprender de modo más denso esa
relación, evidenciando tanto los significados atribuidos por los contemporáneos a las
actuaciones de esos hombres en los tribunales, como también los posibles significados de
tales actuaciones más allá del ámbito judicial. El objetivo de este artículo es rastrear a
esos “militantes” y sus experiencias – a través de un análisis que enfoque
primordialmente sus acciones en diálogo con la experiencia y expectativas de los
esclavos hacia las instituciones judiciales y las autoridades públicas en aquellos años.
La política de la ley
Maria de Mattos Castro, Das cores do silêncio. Os significados da liberdade no sudeste escravista, Rio de
Janeiro, Arquivo Nacional, 1995.
4
- La palabra rábula corresponde a tinterillo, refiriéndose al hombre ejerce el derecho sin título formal. En
Brasil del siglo XIX, sin embargo, el término no tenía la connotación peyorativa actual. (Nota de las
traductoras).
5
Elciene Azevedo, Orfeu de Carapinha. A trajetória de Luiz Gama na imperial cidade de São Paulo,
Campinas, Editora da Unicamp/ Cecult, 1999.
A fines de la década de 1860, Luiz Gama era un funcionario público empleado en
una comisaría de policía en São Paulo. Había sido esclavizado a los ocho años de
edad, y fue manumitido alrededor de 1848. Fue declarado un hombre libre luego
de probar judicialmente, en circunstancias hasta hoy poco conocidas, que había
sido mantenido ilegalmente en cautiverio. Pasados veinte años, como amigo
íntimo y funcionario del comisario de policía Furtado de Mendonça, ejercía una
variada gama de tareas. Desde fines de la década de 1840, su nombre aparecía con
frecuencia en los juicios policiales, a veces como escribano.6
En octubre de 1869, Luiz Gama envió una petición al juez municipal de São
Paulo, Antonio Pinto do Rego Freitas, contando la historia del africano Jacinto “Congo de
nación”, que declaraba haber sido importado al Río de Janeiro en 1848 y llevado a
Jaguarí, en Minas Gerais, por Antonio da Cunha. Luego del fallecimiento de Cunha en
1849, Jacinto, que todavía era “visiblemente boçal” 11, fue rematado en una subasta
pública por Antonio Gonçalves Pereira. En poder de Pereira, se casó con la esclava de
nombre Ana, de nación Cabinda, importada a Brasil en 1850 y comprada en Jaguari en el
mismo año. Como prueba de la ilegalidad de la condición esclava de la pareja, Luiz
Gama mencionaba el hecho de que ambos habían sido bautizados en Jaguari, y aunque
podían contar con el testimonio de sus padrinos, nada constaba en los libros de bautismo,
9
Documentos del 1o e 2o Ofícios Civiles de la Capital, en los cuales Luiz Gama aparece como solicitante en
causas de mantenimiento de la libertad.
10
Diário de São Paulo, 1o de diciembre de 1869.
11
“Boçal” era un término usado para caracterizar a los africanos recién llegados al Brasil y que aún no
dominaban la lengua portuguesa.
“seguramente para evitar el conocimiento del fraude [a] que procedió el cura, al
bautizarlos como esclavos africanos libres”.12
Consciente de que “la propiedad que tenía sobre tales individuos era ilegal, y que
corría el riesgo de perderla”, Gonçalves Pereira los llevó a la ciudad de Amparo, en la
provincia de São Paulo, y los vendió a Inacio Preto. Con una larga lista de nombres de
testigos que podrían confirmar la importación “ilegal y criminal” de Jacinto y Ana, Luiz
Gama terminaba la petición requiriendo lo que consideraba que era el derecho de esos
africanos: que fuesen puestos en depósito judicial y que, tras escuchar a los testigos
indicados, fuesen declarados libres “en los términos de la ley de 7 de noviembre de 1831,
reglamento del 12 de abril de 1832, y demás disposiciones en vigor”. Requería, además,
que el juzgado municipal de Jaguari fuera notificado para que “se reconozca y mantenga
en libertad, por los medios judiciales, a los hijos de los mencionados africanos de
nombres – Joana, Catarina, Inácia, Benedita, Agostinho, Rita, João, Sabino, Eva e
Sebastião, y sus nietos, Mariana y Marcelino”.13
La respuesta del juez Rego Freitas fue tan simple como, a primera vista, Luiz
Gama había hecho que pareciera el derecho a la libertad de Jacinto, su mujer, sus diez
hijos y dos nietos, al fundarlo en una ley que, incluso luego de promulgada, provocó un
sinnúmero de debates sobre su aplicación y credibilidad.14 Sin atender a la petición, el
juez se limitó a declarar lacónicamente la incompetencia de su juzgado: dado que el señor
del esclavo era residente de Amparo, el caso no competía a su jurisdicción. Luego de
pedir que el juez reconsiderara su despacho pero sin ser atendido, Luiz Gama volvió al
juzgado, por tercera vez, para protestar contra la “crasa ignorancia” del magistrado en
una materia que, en su opinión, era “muy clara y positiva”. Le advirtió al juez que tamaño
despropósito lo obligaría a volver al tribunal tantas veces cuanto fuera necesario para
“coaccionarlo a cumplir sinceramente su riguroso deber”.
Fueron exactamente esas palabras las que le llevaron a Gama a perder el puesto de
secretario en la comisaría de policía, además de ser acusado por calumnias e injurias, por
el “descomedimiento desubicado” y por los calificativos nada lisonjeros con los cuales se
había opuesto al despacho del magistrado.16 Aparte la virulencia formal de la petición del
rábula, cuyo tono desafiaba los conocimientos jurídicos del juez municipal, debe
12
“Autos Crimes de Injúria: A justiça contra Luiz Gonzaga Pinto da Gama”, 1872. AGTJSP, 2o Ofício
Cível, cx. 72.
13
Idem.
14
En Brasil no había unanimidad acerca de la cuestión del cese de tráfico internacional de esclavos, y los
parlamentares siguieron discutiendo la cuestión luego de la ley que lo prohibió en 1831, mientras el tráfico
no sólo no disminuía, sino que aumentaba de volumen. Cf. Jaime Rodrigues, O infame comércio: propostas
e experiências no final do tráfico de africanos para o Brasil (1800-1850).Campinas, São Paulo, Editora da
Unicamp/ Cecult, 2000, p.108.
15
“Autos Crimes de Injúria: A justiça contra Luiz Gonzaga Pinto da Gama”, 1872. AGTJSP, 2o Ofício
Cível, cx. 72.
resaltarse la radicalidad de la apropiación que Luiz Gama emprendía, en aquel momento,
de una ley que produjo escasos resultados desde que fue promulgada. Mientras muchos se
esforzaban para hacerla letra muerta, él, por el contrario, veía en ella una “materia clara y
positiva”, y buscaba forzar a la justicia a decidirse por su aplicación. El juez, tal vez
subestimando el caudal jurídico del funcionario, tal vez por prudencia debido a la
complejidad de la cuestión, buscaba ganar tiempo, como si esperara que el volcán que
amenazaba su juzgado desistiera de entrar en erupción. Pero tal actitud no era del estilo
de Luiz Gama y de los que con él llevaban adelante iniciativas como esa. El conflicto,
entonces, dejó la escribanía y ocupó las páginas de los diarios, ganando mayor vigor. Allí
el requerimiento de Jacinto fue igualmente tratado como una cuestión jurídica muy obvia,
“bien fundada en ley”, sin ninguna “controversia”.17
16
Así fue calificada por el promotor la actitud de Luiz Gama, en audiencia delante del juez. Éste, a su vez,
después de oir estas acusaciones, se defendió con las siguientes palabras: “las expresiones a las que da
cabida la ilustrada fiscalía pública para fundamentar la petición inicial no constituyen injurias, por cuanto
siendo, como de hecho es, frente a la ley de 1831 y su respectiva reglamentación, fútil el aludido despacho
y mostrando crasa ignorancia por parte de quien lo profirió, la calificación de estúpido en sentido estricto
no es una ofensa, a menos que se pretenda injuriar al juez ofendido cometiéndose el absurdo de atribuirsele
ilustración (...)” Cf. “Autos cíveis de injúria. A justiça contra Luiz Gonzaga Pinto da Gama”, 1872.
17
“Foro da Capital”, Radical Paulistano, 13 de noviembre de 1869.
NECESARIAS PARA CERTIFICARSE DE ELLO, obligando al señor a deshacer
las dudas que a ese respecto se hayan suscitado.
AL HABER PRESUNCIONES VEHEMENTES DE QUE EL NEGRO ES
LIBRE, MANDARÁ A DEPOSITARLO y a proceder en los términos de esa ley’.
Es en esas disposiciones que el Sr. Dr. Rego Freitas deberá fundamentar su
despacho, como juez íntegro, y no en sofismas fútiles, que bien revelan la
intención de frustrar el derecho de un miserable africano, que no posee blasones
ni títulos honoríficos para despertar las simpatías y la vena jurídica del eminente y
adiestrado jurisconsulto”.18
18
Idem. Énfasis en el original.
19
Cf. Keila Grinberg, Liberata, a lei da ambigüidade. Ações de liberdade da Corte de Apelação do Rio de
Janeiro no século XIX. Rio de Janeiro, Relume-Dumará, 1994, p.88.
aprendidos en la represión al tráfico terminaron constituyendo una categoría diferenciada
en la sociedad brasileña. Aunque el párrafo primero de la ley determinaba que los
africanos encontrados en los navíos aprendidos deberían ser inmediatamente declarados
libres, ellos terminaron permaneciendo bajo la custodia del gobierno, y sus servicios
rematados a particulares, o utilizados en instituciones públicas, por un período de 14
años.
A pesar de las cláusulas y condiciones que pretendían garantizar la libertad de
esos africanos, en la práctica los arreglos de trabajo a los que fueron sometidos
privilegiaron el control social y los intereses señoriales, en detrimento del reconocimiento
de sus autonomías. Muchas veces la locación de servicios de tales trabajadores, que no
eran esclavos por la ley, pero tampoco libres en la práctica, redundó en experiencias de
trabajo compulsivo muy cercanas a la esclavitud; principalmente cuando se comenzó a
permitir que su distribución se extendiera a otras provincias, sin limitarse al municipio
neutro donde la fiscalización podría ser más efectiva. En 1853, un decreto ordenó la
emancipación de los africanos libres que hubiesen cumplido los 14 años de trabajo. Sin
embargo, la medida tenía validad únicamente para quienes la evocaran, y además los
obligaba a emplearse en una ocupación asalariada y a residir en lugares determinados por
el Estado. No fue sino en 1864 que el gobierno imperial, bajo la intensa presión del
gobierno inglés, finalmente expidió un decreto-ley ordenando la emancipación inmediata
de los africanos libres aprendidos que estuvieran al servicio del Estado o de particulares.20
Aunque es difícil definir a partir de cuando la ley de 1831 pasó a ser empleada
con el significado con el que aparece en la acción de Jacinto, la primera referencia
encontrada – en la ciudad de São Paulo – es de 1868, precisamente en los documentos
elaborados por Luiz Gama sobre la aprehensión del africano José. Habían pasado apenas
cuatro años desde que un enorme grupo de africanos libres, mantenidos en las
condiciones arriba descritas, recibieron del gobierno la carta de libertad. La historia de
José revela que Luiz Gama estaba muy bien informado sobre las cuestiones judiciales que
involucraban el tráfico ilegal de africanos – además de contar con el apoyo de colegas de
la oficina. Existe también la hipótesis de que Gama, por ser secretario en la comisaría de
policía en 1864, podría haber trabajado en cuestiones administrativas referentes al
cumplimiento del decreto que emancipaba a los africanos libres, ya que les competía a los
jefes de policía de las provincias registrar y entregarles las cartas de libertad. La
disposición de este funcionario para llevar a la justicia casos como los de José y Jacinto –
que permanecían en cautiverio por haber pasado “desapercibidos” por la fiscalización o
por haber sido comercializados por los señores que los recibieron del gobierno –
evidencia cómo la cuestión, que se pretendía dar por cerrada con el decreto-ley de 1864,
estaba lejos de ser solucionada.21
En realidad, el problema de la obtención de “propiedad servil” a través del
comercio ilegal era apremiante desde la primera tentativa de prohibirlo en 1831, y
continuó agitando los nervios de los propietarios de esclavos hasta la aprobación de la ley
de 1850. No había consenso respecto a la extinción del tráfico y diversas propuestas
fueron presentadas y debatidas en el Parlamento a lo largo de toda la década de 1840. Por
un lado, se buscaba preservar los intereses de los señores, que presionaban por
20
Cf. Beatriz Mamigonian, To be a liberated African in Brazil: labor and citizenship in the nineteenth
century. Tese de Doctorado en Filosofia e Historia, Universidad de Waterloo, 2002.
21
Idem, pp. 259 - 278.
modificaciones a la ley de 1831; por otro, estaba la creciente presión inglesa, que exigía
el fin del comercio atlántico de esclavos. Sin embargo, luego de muchos debates, el
proyecto que finalmente fue aprobado en la Cámara y que resultó en la ley de 1850, si
bien no incluía ningún dispositivo que revocara la ley de 1831, fue, desde el punto de
vista penal, más blando en relación a la punición de los señores que adquirieran esclavos
introducidos en Brasil a través del comercio ilegal. Los señores ya no se sentían tan
amenazados.22
El “peligro” de la interpretación que Luiz Gama hizo de la ley de 1831, por lo
tanto, ya estaba presente en las discusiones parlamentarias que precedieron a la extinción
definitiva del tráfico en 1850. Luiz Gama le daba una nueva dimensión al problema al
considerar que los 760.000 africanos ilegalmente introducidos en Brasil tenían el mismo
derecho que los que habían sido emancipados como africanos libres en 1864, y que, más
aun, ese derecho se extendía a sus descendientes. Aunque sostenía su argumentación en el
deber atribuido al magistrado de reconocer un derecho que pretendía ser positivo, al
emplear la ley de 1831 como forma de luchar por la libertad de esclavos como José y
Jacinto, transformaba la aplicación de la norma legal en una cuestión claramente política.
El reconocimiento de ese derecho, sin embargo, no tenía nada de positivo a los ojos de la
administración pública – comprometida con los intereses de muchos señores que tenían
bajo su dominio a africanos que, a los ojos de Gama, habían sido criminalmente
reducidos a la esclavitud ilegal.
Ello se hace evidente con la reconstrucción de la coyuntura en la que ese
significado explosivo conferido a la ley de 1831 empezaba a surgir en São Paulo. En el
periódico Dezesseis de Julho, publicado en la Corte y fundado por el entonces Ministro
de Justicia, en la sección “Correspondencia de São Paulo”, se leía el tópico siguiente:
El jefe de policía, a quien le tocó la ingrata tarea de echar a Gama, era el juez de
derecho de Campinas, Vicente Ferreira da Silva Bueno. Como amigo de Luiz Gama que
era, hizo declaraciones particulares (publicadas por los diarios) afirmando que lo hacía
contra su voluntad, obedeciendo órdenes del presidente de la provincia.24 Más aún, se
decía que el juez municipal Rego Freitas había sido asesorado por propio presidente antes
de emitir su “estúpido” despacho.25 Al gobierno provincial no le gustaba que la
“propiedad servil” fuera tan peligrosamente “perturbada” en los tribunales de primera
instancia. De hecho, el volcán afectaba a muchas áreas. Gran parte de la polémica
22
En la ley aprobada en 1850, el tráfico fue jurídicamente equiparado a la piratería y los traficantes pasaron
a estar bajo la jurisdicción de la Auditoria de la Marina. En cambio, los señores que compraran africanos
ilegales estaban en otra categoría penal: eran juzgados en la alzada común de la justicia, seguramente más
blanda, quedando excluidos de la categoría de “dueños de negocio”. Idem, pp. 107 – 119
23
Dezesseis de Julho, 23 de dicienbre de 1869. Los énfasis son de Luiz Gama. La nota es reproducida por
Luiz Gama en un artículo publicado en el Radical Paulistano del 8 de enero de 1870.
24
Luiz Gama, “O novo Alexandre”. Correio Paulistano, 21 de noviembre de 1869.
25
Luiz Gama, “Um novo Alexandre”, Correio Paulistano, 20 de noviembre de 1869.
alrededor de la exoneración de Gama, tratada de forma muy natural por el diario de la
Corte, fue provocada justamente porque explicitó la intromisión directa del poder
ejecutivo en una cuestión judicial de libertad – a pesar de que la constitución brasileña
garantizaba la independencia entre los dos poderes. Una observación en ese sentido hizo
el periodista Américo de Campos, en un artículo en defensa de su amigo, publicado por el
Correio Paulistano: “magistratura independiente, dice la ley; sí, pero con la condición de
que sea muda y dócil a la menor señal de la política”. 26
Los sobresaltos de las autoridades provinciales, por lo tanto, no eran motivados
solamente por la conducta individual y voluntarista de un funcionario público que, luego
de vivir la experiencia de la esclavitud, se empeñaba en libertar a otros cautivos. Las
autoridades parecían preocuparse por una conjunción de factores que involucraban algo
más. Como observaba la nota misma del Dezesseis de Julho, estaba el “inconveniente”,
por así decirlo, de que Gama estuviera vinculado al Club Radical – grupo político nacido
de una profunda disidencia en el Partido Liberal. Órgano fundado en São Paulo en 1868,
al estilo de lo que sucedía en otras ciudades del país, el club había nacido de las
turbulencias políticas provocadas por el retorno de los conservadores al poder, luego de la
caída del gabinete liberal de Zacarias de Góes. La vertiente más radical del Partido
Liberal se había organizado entonces en esos clubes que, algunos años después, se
transformaron en clubes republicanos. En São Paulo, sus bases dieron origen al Partido
Republicano Paulista, en 1873. Una de las diversas reformas que proponían era
precisamente la “separación de la judicatura de la política”, la “sustitución del trabajo
servil por el trabajo libre”, y la “extinción del poder moderador” 27 - ese último tópico fue
abordado por el orador Luiz Gama en la primera conferencia pública realizada por el
club.28
Aparte la filiación político-partidaria del funcionario, francamente opuesta al
gobierno monárquico, Gama estaba también involucrado en una organización de otro
orden, pero que igualmente ponía énfasis en publicitar su interés por las cuestiones de la
libertad. Tal como la casi mayoría de los otros socios del Club Radical, era masón. No se
sabe con certeza desde cuando había sido aceptado en la masonería; pero en noviembre
de 1868 participó de la fundación de la logia América, al lado de Rui Barbosa, del
secretario de policía Antonio Louzada Antunes, de Ferreira de Menezes, Américo
Braziliense, Américo de Campos y su hermano Bernardino, Olympio da Paixão, Antonio
Carlos Ribeiro de Andrada y Azevedo Marques, ese último propietario del diario de
mayor circulación en la capital, el Correio Paulistano. A lo largo de todo el año de 1869 y
hasta los inicios de la década de 1870, era bastante común encontrar, en medio de un
sinnúmero de anuncios de los diarios Radical Paulistano, Correio Paulistano e Ypiranga,
(todos comprometidos con las ideas liberales), a algunos de los miembros licenciados de
esa logia masónica ofreciendo a los esclavos sus servicios de abogados. Se ponían a
disposición para sostener gratuitamente, frente a los tribunales, “cuestiones de libertad”. 29
A lo largo de esos primeros años de existencia, el compromiso de la logia América en la
lucha de los esclavos que buscaban su manumisión por el camino judicial era
ampliamente divulgado en la prensa. Pasados apenas tres años desde su fundación, la
26
Américo de Campos, “A demissão do senhor Luiz Gama”, Correio Paulistano, 21 de noviembre de 1869.
27
Radical Paulistano, 17 de junho de 1869.
28
Ypiranga, 20 de julio de 1869.
29
Confrontar, por ejemplo, Radical Paulistano, 31 de mayo e 13 de noviembre de 1869.
logia participaba al público que “el número de libertados por vía de acciones en el foro”
promovidas por los masones “asciende a más de trescientos”. 30
El corto pasaje de Jacinto por el foro de la capital terminó vinculándose, por lo
tanto, a conflictos derivados de la actuación de un grupo de hombres letrados que hacía
política partidaria de oposición al gobierno imperial – en el cual fue gestado el Partido
Republicano Paulista – y que, a través de la masonería, ponía en práctica algunos de sus
principios “democráticos”. Con socios y proyectos políticos en común, la logia América y
el club Radical Paulistano agitaban públicamente cuestiones como aquella defendida en
la 5ª Conferencia Pública promovida por los liberales radicales el 12 de septiembre de
1869 – un mes antes de la acción presentada por el africano Jacinto – en la cual el joven
Rui Barbosa discurría sobre la sustitución del trabajo servil. En ese discurso, defendía
que la emancipación debería ser “un principio de interés universal, y no una reforma
política”,31 además de una resolución práctica para el problema:
“La emancipación – decía el orador – se hace mucho más fácil en nuestro país
que en todos aquellos donde se ha efectuado hasta hoy: 1º porque una parte
inmensa de la propiedad servil existente entre nosotros, además de ilegítima,
como toda esclavitud, ES TAMBIÉN ILEGAL, EN VIRTUD DE LA LEY DE 7
DE NOVIEMBRE DE 1831, Y DEL REGLAMENTO RESPECTIVO QUE HAN
DECLARADO EXPRESAMENTE ‘QUE SON LIBRES TODOS LOS
AFRICANOS IMPORTADOS DESDE AQUELLA FECHA EN ADELANTE’ –
donde se concluye que el gobierno tiene la obligación de verificar
escrupulosamente los títulos de los señores, y proceder en la forma del decreto
sobre la esclavitud introducida por el contrabando (...)32.
30
Correio Paulistano, 10 de noviembre de 1871.
31
Radical Paulistano, 23 de septiembre de 1869.
32
Radical Paulistano, 23 de septiembre de 1869. Énfasis en el original.
vientre – no sin la debida indemnización a los señores 33 - fue aprobada sin que fuera
dicha ni una palabra respecto de la propiedad esclava proveniente del tráfico ilegal. Más
aún, el artículo 8º de esa misma ley disponía acerca de la obligatoriedad de la matrícula
de todos los esclavos existentes en el Imperio34, “con declaración de nombre, sexo,
estado, aptitud para el trabajo y filiación de cada uno, en el caso de ser conocida”, pero
nada decía en cuanto a su nacionalidad. 35 Era como si el gobierno diera por cerrada la
cuestión; o, como analizaría años más tarde un Consejero del Estado, ese dispositivo
genérico de la ley había creado la posibilidad de la siguiente interpretación: simplemente
“legaliza[ba] la esclavitud, existente en Brasil, de los africanos importados después de
1831”.36 Efectivamente el Consejero tenía razón. Lo más importante es que el registro de
los esclavos estaba en manos de los señores, ya que era hecho a partir de sus
declaraciones. Por ese modo, el gobierno creaba un documento legal que posibilitaba que
los señores regularizaran la situación de los africanos mantenidos ilegalmente como
esclavos, ya sea omitiendo su nacionalidad o simplemente cambiando su edad.
Por lo tanto, “libertar de a poco”, sin ninguna excepción, respetando el derecho a
la propiedad, a la indemnización, y al orden del Estado, era la palabra de orden que
guiaba los debates en el Parlamento que resultaron en la ley de 1871. Al haber sido la
primera medida legal que permitió al Estado intervenir directamente en las relaciones
esclavistas, la ley imprimía un claro significado al proceso de emancipación que desde el
punto de vista de la elite señorial se pretendía realizar: una transición lenta y gradual, que
preparara el esclavo para vivir en libertad, preservando por sobre todo la tranquilidad y
estabilidad sociales.37 Una ruptura de tal orden en el dominio señorial, como la sugerida
por los liberales radicales de São Paulo, no sólo hubiera implicado tratar a muchos
propietarios como si fueran reos, sino que también lanzaría bruscamente a centenares de
libertos a las calles. Ambas situaciones eran consideradas extremadamente peligrosas
para la preservación del orden político y social. Asimismo, se volvía patente el contenido
político explosivo de la interpretación dada por Luiz Gama y otros abogados
abolicionistas a la ley de 1831, capaz de poner en jaque la autoridad de los señores sobre
sus esclavos.
En medio de ese contexto era de esperar que el argumento de Luiz Gama no fuera
bienvenido en el foro de São Paulo. La obstinada negativa que encontró la acción de
libertad intentada por el africano Jacinto era perfectamente coherente con la solución que,
hacía tiempo, se pretendía dar al problema: silenciarlo. Mientras tanto, las autoridades
33
El proyecto fue aprobado dándoles a los señores la opción de entregar niños de ocho años de edad a una
institución pública, con lo que recibirían 600$000 réis como indemnización, o la de mantenerlos bajo su
dominio hasta los 21 años, usufructuando sus servicios. Cf.. Chalhoub, Visões da liberdade.
34
“Las matrículas era registros de esclavos hechos en un órgano público por los señores (...) En esas
matrículas se hacían anotaciones de los cambios de residencia para otro municipio, transferencias de
dominio de un señor a otro, de depósitos de peculio” Joseli Nunes Mendonça, Cenas da Abolição, op.cit
35
Cf. A Abolição no Parlamento: 65 anos de luta (1823-1888), Vol. I, Brasília, Editora do Senado Federal,
1988 – en especial las páginas 486-491, que incluyen una transcripción de la ley n. 2040, de 28 de
septiembre de 1871.
36
Hablando en la sección del Senado del 26 de junio de 1883 el consejero Ribeiro da Luz afirmaba: “De lo
expuesto se debe concluir que esta ley no sólo lanzó un velo sobre el pasado; sino que legalizó la
esclavitud, existente en Brasil, de los africanos importados luego de 1831”. Apud: Lenine Nequete,
Escravos e Magistrados no segundo reinado: aplicação da lei no. 2040, de 28 de setembro de 1871, Brasília,
Fundação Petrôneo Portela, 1988, p.187.
37
Cf. Chalhoub, Visões da liberdade e Mendonça, Entre a mão e os anéis.
provinciales se encargaban de dar otro resultado a las pretensiones del esclavo, fuera de la
arena judicial. De acuerdo al relato de Luiz Gama, mientras la acción corría en el foro, el
jefe de policía “expedía una orden secreta al Excmo. Consejero comisario de la capital,
para mandar aprehender, clandestinamente, el desgraciado africano” y entregarlo a su
señor, “a fin de conducirlo a la provincia de Minas, por dos policías puestos a su espera
en las cercanías de esta ciudad!...”. 38 Aparentemente el peligro estaba bajo control y todo
volvería a sus debidos lugares....
38
Correio Paulistano, 21 de noviembre de 1869.
39
Juez de Derecho - São José dos Campos, 1873. AESP, CO 4812.
40
Idem. Énfasis de la autora.
El relato de Jacinto es nebuloso en varios momentos, pero, sin embargo, no deja
dudas respecto al hecho de que, cuando huyó del dominio de su señor, trajo consigo la
convicción de tener derecho a la libertad, por ser un africano introducido en Brasil
después de 1831. Más aún, su declaración muestra que los embates judiciales en torno a
la libertad se difundían en la sociedad a través de la prensa, alcanzando no sólo a la elite
letrada potencialmente apta a la conversión al abolicionismo, sino también a los mayores
interesados en el tema, los esclavizados.
Los puntos obscuros de la historia de Jacinto pueden ser parcialmente iluminados
si retornamos a las informaciones vertidas en la acción intentada por Luiz Gama en 1869.
En su petición inicial, Gama afirmaba que Jacinto y su mujer, luego de ser vendidos a
Inacio Preto, habían sido traídos “cautelosamente” para Amparo, “atados y escoltados por
José de Lima de Oliveira e Pedro, su hijo” – hecho que decía ser posible de probar con
tres testigos.41 Además, al requerir el depósito judicial de Ana, ella se encontraba en
Amparo, y no en Minas Gerais. La confrontación entre esas informaciones puede aclarar
las declaraciones de Jacinto. Seria lícito concluir que, al decir que fue “guiado” de
Jaguari a São Paulo por Bento Gomes de Escobar, Jacinto estuviera, en realidad,
refiriéndose al hecho de haber sido orientado por éste para buscar a Luiz Gama en la
capital. Asimismo, es probable que, sabedor de su derecho a la libertad, y al cambiar de
señor, Jacinto haya aprovechado la oportunidad para salir en búsqueda de la persona
indicada para defender judicialmente su manumisión - y tal vez su huida haya sido
facilitada por la proximidad entre Amparo y São Paulo.
En cuanto a Bento Gomes de Escobar, seguramente él y Luiz Gama se conocían
personalmente y mantenían estrechas relaciones. Escobar era teniente-coronel de la
Guardia Nacional, además de un importante e influyente comerciante en Jaguari. Fue
también un hombre de intensa vida pública, habiendo ocupado los más diversos cargos en
aquel pueblo. En 1850, por ejemplo, fue secretario de la Cámara Municipal y enseguida
fue designado Curador General de Huérfanos; en 1857 fue elegido juez de paz y también
concejal municipal, cargo que ejerció hasta 1858, y para el cual fue reelegido en 1861; en
1865 comenzó a actuar en el foro, primero como fiscal y después como reemplazo del
juez municipal. En ese mismo año, ingresó a la masonería y, a ejemplo de lo que también
le pasó a Luiz Gama, recibió la distinción de Príncipe de la Rosa Cruz, conferida por la
logia Grande Oriente do Brasil. La proximidad entre esos dos hombres que cruzaron la
vida de Jacinto, sin embargo, va mucho más allá de las coincidencias. El 13 de enero de
1869, año en que Jacinto llegó a São Paulo, Escobar fue nombrado miembro honorario de
la logia América.42 En aquel mismo año de 1869, Escobar había sido citado en un juicio
en el foro de São Paulo, acusado de haber calumniado e injuriado a José Levi de Mello,
cura de Capivari. 43 El motivo era un artículo publicado en el diario Correio Paulistano,
periódico de propiedad de otro miembro de la Logia América, en el cual Luiz Gama
publicaba muchos artículos referentes a causas de libertad que llevaba en el foro.
Finalmente, Bento Gomes de Escobar también había firmado, junto con otros
participantes del Club Radical Paulista, el Manifiesto Republicano de 1870.
41
“Autos de Recurso Crime: A justiça contra Luiz Gama”. Apud: “Autos Crimes de Injúria: A justiça contra
Luiz Gonzaga Pinto da Gama”, 1872.
42
Ana Maria de Almeida Camargo, “Correspondência comercial de Bento Gomes de Escobar”, en Revista
de História XLV, São Paulo, 1973, pp.57 – 95.
43
“Autos de Recurso Crime: a Justiça contra Luiz Gama”. Vide “Autos Crimes de Injúria: A justiça contra
Luiz Gonzaga Pinto da Gama”, 1872.
No queda duda de que compartían los mismos preceptos políticos. Teniendo en
cuenta la red de relaciones en que Escobar estaba insertado, deja de ser nebuloso y pasa a
ser sintomático el hecho de que Jacinto tomó conocimiento de la ilegalidad de su
condición esclava, a través de un ‘anuncio’ publicado en los diarios de Santos. Al
mencionar este episodio, es muy probable que Jacinto estuviera refiriéndose al artículo en
que Escobar denunciaba, haciendo pública, la esclavización ilegal de 23 africanos (entre
los cuales estaba Jacinto), que habían sido llevados a Jaguari y bautizados irregularmente
como esclavos por el cura. Al igual que la estrategia empleada en São Paulo por Luiz
Gama y Rui Barbosa, Escobar imprimía también un significado político a la aplicación
de la ley de 1831, presionando a las autoridades de Jaguari a través de la publicidad dada
a la cuestión.
Jacinto prosiguió su declaración sin mencionar el episodio de su acción judicial en
la capital de São Paulo. Pero al rehacer el camino inverso de su recorrido terminó por
revelar otra dimensión de la participación de Luiz Gama en su historia. Contó, así, que
desde la ciudad de São Paulo
“fue guiado por Luiz Gama a Cavalinho, hijo de Antonio Vicente das Chagas
Pereira, residente a aquel tiempo en esta Villa, con destino a Capivari, para ser
entregado a Joaquim Gomes de Almeida como camarada, donde estuvo preso
cerca de 3 meses.” 44
44
Juez de Derecho - São José dos Campos, 1873. AESP, CO 4812.
45
Correio Paulistano, 20 de noviembre de 1869.
terminaría por desestructurar profundamente la esclavitud. Por eso mismo, continuaba
causando temor en las autoridades judiciales el hecho de que un esclavo, capturado como
huido, alegara ser libre por tener “calidad de africano”. 46 Fue esa afirmación de Jacinto la
que motivó la consulta del juez de derecho de São José dos Campos al presidente de la
provincia en 1873 quien, a su vez, “comunicó al Ministerio de Justicia” – de acuerdo a lo
anotado con lapicera al margen del documento. El juez de derecho informaba además
que, después de haber interrogado al peticionante, escuchado a su señor – que había
exhibido el correspondiente título de propiedad – e inquirido a los testigos, había
rechazado la pretensión del esclavo. Había procedido así “por entender que de los autos
no resultó ningún argumento que pudiera favorecerla”. De esa forma, mandó a que se
levantara el depósito judicial, y que Jacinto volviera al poder de su señor, luego de pasar
4 años “viviendo sobre sí”. 47 Pasados sólo 2 días de restituido a su señor, sin embargo, el
juez municipal le hacía otra consulta al respecto al juez de derecho. Jacinto estaba
nuevamente preso, esta vez, “por orden del señor”, y en esa situación había presentado
otra petición, requiriendo ahora una acción de arbitraje sobre su valor. 48
Era común que señores mandaran a las autoridades policiales aprehender a sus
esclavos e incluso a azotarlos como forma de punición. La situación ambigua de estar
preso por mandato del señor justo después de haber sido levantado el depósito judicial, y
el hecho de aprovecharse de eso para requerir en el juzgado su libertad, dejó al juez
municipal un tanto confuso. Jacinto, sin embargo, estaba bien asesorado y el contexto era
otro. Él contaba con un nuevo recurso legal, bastante menos polémico, para lograr la
manumisión: ahora podía contar con la ley de 1871 y pagar por ella. La respuesta del juez
de derecho al juez municipal fue categórica: “(...) tengo a ponderar que el peticionario
tiene el derecho de proceder así (...), pero para ello es indispensable que exhiba dinero o
títulos de peculio, cuya suma equivalga a su precio razonable”. 49 Empieza así otra
historia, quiero creer, con un final feliz para Jacinto.
Casos como este apuntan a cuestiones poco exploradas en el análisis de los
embates judiciales. Lo que en los tribunales aparecía como una conflictiva construcción
de una argumentación jurídica para sostener mejor una posibilidad de manumisión, en las
calles aparecía como un derecho a ser reivindicado. La historia del encuentro del africano
Jacinto con el abogado Luiz Gama – y todo lo que fue posible comprender de lo que tal
encuentro significó en aquella sociedad – atestigua que, a través de la publicidad y de la
politización efectuadas en los foros por aquellos profesionales, no sólo otros hombres
letrados se sumaron a su lucha, sino también que otros esclavos tomaron conocimiento de
sus derechos – pasando a adoptar actitudes que corroían la legitimidad del poder señorial
al mismo tiempo que cuestionaban la legalidad de sus condiciones. Asimismo, al
instrumentalizar, apoyar y reelaborar las aspiraciones y luchas de los propios esclavos,
esos abogados ejercieron un rol fundamental en la construcción social de la idea del
derecho a la libertad, minando la legalidad de la propiedad esclava en la arena judicial,
pero principalmente más allá de ella.
46
Juez de Derecho - São José dos Campos, 1873. AESP, CO 4812.
47
Idem.
48
Idem.
49
Idem.