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sor ® p eren n e
Jakob Johann von Uexküll
CARTAS BIOLÓGICAS A UNA DAMA

Prólogo de Juan Manuel Heredia

Editorial Cactus
Perenne
Aquí la biología exacta trae la salvación ,
devolviéndole al individuo lo que en realidad
le pertenece: su mundo circundante. El sol
de sus ojos vuelve a girar en su cielo , desde
donde sus estrellas lo observan suavemente .
Suyas son las inmensas montañas, suyo el
silencio del bosque, suyo el aroma de las flores
y la belleza del día estival. Ningún poder del
mundo tiene derecho a disputarle su mundo,
que se vuelve tanto más grande y hermoso
cuanto más ahonda en él; y cu y a riqueza
aumenta con el anhelo de sus dones.

Jakov von Uexküll


Jako b Joh a n n v o n U e x k ü ll
CARTAS BIOLÓGICAS A UNA DAMA
von Uexküll, Jakob Johann
Cartas biológicas a una dama / Jakob Johann von U exküll; con prólogo de Juan
Manuel Heredia. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos A ire s: Cactus, 2014.
160 p .; 20x14 cm. - (Perenne)

ISBN 9 7 8 -9 8 7 -2 9 2 2 4 -6 -7

1. Biología. 2. Filosofía. I. Heredia, Juan Manuel, prolog, II. Título


CDD 570

Título original: Biologische Briefe an eine Dame (1920)


© 2 0 1 4 Editorial Caeros

Traducción: Tomás Bartolerti y Laura Cecilia Nicolás


Diseño de interior y tapa: Manuel Adduci
Impresión: Gráfica MPS

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723


ISBN: 978-987-29224-6-7

edito rialcactus<S)yahoo.com.ar
www.editorialcactus.com.ar
índice

Prólogo
Jakob von Uexküll, p o rta v o z de m undos desconocidos 7

Carta primera (Sonidos) 37


Carta segunda (Colores) 47
Carta tercera (Tiempo) 55
Carta cuarta (Espado) 65
Carta quinta (Forma [G e s ta lt]) 75
Carta sexta (M undo circundante [U m w elt]) 83
Carta séptima (Origen [E n tste h u n g ]) 95
Carta octava (Especie [A rt]) 105
Carta novena (Familia) 117
Carta décima (Estado) 127
Carta undécima (C onform idad a plan [P lanm äß igkeit]) 139
Carta duodécima (Ánim o) 151
Prólogo
Jakob von Uexküll, portavoz
de mundos desconocidos

La prim era vez que leí a Jakob von Uexküll fu e en el otoño d el


2009y m ientras recolectaba elem entos para arm ar el rompecabezas
de una tesis . Fue en una librería de usados, “E lrufián m ela n cólico”,
donde di con una edición de "Cartas biológicas a una dam a”. Sin
fech a ni traductor y visiblem ente roído p o r el tiem po, el libro había
sido pu blicado — posiblem ente hacia fin es de la década d el 40—p o r
una editorial chilena, Z ig-Z ag . Conseguir, aunque fu era en Buenos
Aires, libros de Jakob von Uexküll no era en m odo alguno una labor
que no entrañara m últiples dificultades. Pero intem pestivam ente
apareció uno. Yo y a había pod id o ver cóm o D eleuze lo convertía
a l spinozismo, cóm o Cassirer lo postulaba com o el super ador de la
antinom ia mecanicismo/vitalismo en la biología teórica, cóm o Can-
gu ilh em lo p on ía a l fin a l d e una serie que revolucionaba el concepto
biológico de €m ilieu” originariam ente heredado de la física d e los
7
Prólogo

fluidos, cóm o H eidegger se inspiraba en él para luego discutirlo y


celebrarlo, cóm o Agamben lo retomaba para m editar a H eidegger
e, incluso, cóm o Sloterdijk lo evocaba com o fa cto r deconstructivo de
la noción m etafísica de m undo universal Luego ca í en la cuenta
de que, más allá d e las recuperaciones que la filosofía operaba sobre
él (a las cuales se fu ero n sum ando M erleau-Ponty, von Bertalanjfy,
Ortega y Gasset, etc.), e l tipo había sido un precu rsor oscuro y que,
inclusive, existía una “ley de UexkülT\ Precursor de la etología a n ­
tes que K onrad Lorenz, p ero precursor insospechado tam bién de la
(bio)cibernética y, más aún, fu n d a d or p ost m ortem de la corriente
biosem iótica dentro de la biología contemporánea.
Cuando m e dispuse a leer, prelim inarm ente, tres cosas m e lla­
m aron la aten ción . Prim ero, indudablem ente, e l título: Cartas
biológicas a una dama. ¿Un libro para asom brar m ujeres con
conocim ientos en biología? La idea m e residtó un tanto excéntrica
y lo cierto es que el libro estaba dedicado a su esposa, la condesa
alem ana Gudrun von Schwerin, quien años más tarde pu blicaría
una biografía de Uexküll que haría las delicias de los m uchachos de
la “Sign Systems Studies” d e la U niversidad de Tartu, uexküllianos
de pura cepa. Quizá en un acto de estricta ju sticia biológica, Gudrun
haya decidido mostrar su fa scin a n te vida a l m undo para cerrar el
círculo con aquel que — p o r interm edio de éste y otros libros—buscó
mostrar a l m undo la m aravillosa vida de los vivos. Sea com o fu ere,
lo cierto es que a l ojear el ín d ice y sobrevolar e l texto , se tom a clara
conciencia de que ese m ism o era el plan: exponer, con claridad y
para el pueblo, el fu n cion a m ien to arm ónico y exuberante de una
naturaleza infinitam ente m ultiplicada a la p a r que coordinada .
Luego m e sorprendió que hubiese un capítulo dedicado a l Estado
y el hecho de constatar que, m ientras la biopolítica se volvía una
estrategia universitaria para desrealizar la política, Uexküll decía
con todas la letras “el Estado, que debe crear las condiciones físicas de
8
Jakob von Uexküll, portavoz de mundos desconocidos

la existencia, habitación, vestido, alimento, no p u ed e ser una sim ple


sinfonía de libres sonidos; ha d eform a r una verdadera estructura ”
M ás tarde com prendí que su anti-liberalism o iba parejo con su
anti-darivinism o. Fue esto, a l com enzar la lectura, lo tercero que
m e llam ó poderosam ente la atención: la con vicción y la intensidad
de su lucha contra el darwinism o, com o si detrás de dicha im agen
de la econom ía de la naturaleza —signada p o r la com petencia, la
adaptación y los presupuestos malthusianos—se escondiese una im a­
gen em pobrecida y cuantitativa de la naturaleza, al tiem po que un
p o rven ir fu n esto para todos los vivientes . Entre m ate y m ate p u d e
term inar las “Cartas biológicas... " Ap a rtir de ese día (o de las altas
horas nocturnas en que di p o r finalizada aquella lectura inaugural)
m e con vertí en un uexkülliano entusiasta y com en cé m i peregrin aje
en busca de más obras... Desde entonces, así com o los personajes
de la novela 2 6 6 6 d e Bolaño buscan a su Benno von A rchimboldi,
estuve siguiendo las huellas de Jakob von Uexküll.

1
El Barón Jakob Johann von Uexküll nace en Estonia en
1864. A los veinte años comienza a estudiar en la Universidad
de Dorpat (hoy Tartu), donde fuera profesor von Baer una
década antes, y se gradúa en 1889 con el título de K andidat
der Z oologie. Consternado por la visión simplista y especulativa
del darwinismo que ofreciera el zoólogo Julius von Kennel en
Dorpat, se vuelca al estudio de la fisiología y cifra en ella la
posibilidad de renovar los estudios biológicos depurándolos de
los modelos de causalidad físico-químicos.1 Es así que en 1890 1

1 Cf. Kull, Kalevi, “Uexküll and the post-modern evolutionism” en Sign Systems
Studies 32 lA ,2 00 4, p. 105-
9
Prólogo

comienza a estudiar fisiología en la Universidad de Heidelberg,


en el laboratorio de W ilhelm Kühne, especializándose en el
campo de la fisiología muscular de los invertebrados marinos.
Sus primeros materiales de estudio experimental son erizos de
mar, pulpos, moluscos, estrellas de mar, sipúnculas... y su gran
pasión teórica es Kant, al cual estudia con devoción durante
toda la década del 90. En 1899 publica, junto a Albrecht Bethe
y Theodor Beer, un artículo donde cuestiona la terminología
antropomórfica empleada por la fisiología sensorial y propone
una nueva batería de conceptos para designar la recepción de
estímulos.2 El texto tuvo un gran impacto, llegando incluso a
influir en el desarrollo del conductismo norteamericano y en los
conceptos de reflejo de Pavlov y Bekhterev.3 En 1907 recibe el
doctorado honoris causa en Heidelberg por sus investigaciones
en fisiología muscular y, particularmente, por sus estudios de
regulación neuromotora (lo que se dio en llamar luego la “ley de
Uexküll”). Estos estudios, y su desarrollo posterior en la noción
de círculo funcional (.Funktionskreis), constituirían algunos de los
primeros modelos del principio de retroalimentación4, noción
capital en la cibernética.
Tras este primer período de investigación fisiológica, Uexküll
comienza a abrirse camino para la reformulación de la biología
teórica y, en 1909, publica una de sus obras más influyentes:

2 C f Rüting, Torsten, “H istory and significance o f Jakob yon Uexküll


and o f his institute in H am burg” en Sig)j Systems Studies 3 2 Vi, 2 0 0 4 , p. 4 0 .
3 C f H arrington, Anne, R eenchanted Science: Holism in German Culture
fro m Wilhelm II to Hitler, Princeton U niversity Press, Princeton, 1 9 9 6 , p. 4 2 .
4 Cf. Lagerspetz, Kari Y., “Jakob von Uexküll and the origins o f cybernetics”
en Sem iótica 134(1/ 4), 2 0 0 1 , pp. 6 4 3 - 6 5 1 ; Kuli, K., “Jakob von Uexküll: A n
introduction” en Sem iótica 134(1/ 4), 2 0 0 1 , p. 5; Rüting, T , op. cit. , pp. 50 -5 1-

10
Jakob von Uexküll, portavoz de mundos desconocidos

Umwelt u n d Innenw elt der Tiere {Mundo circundante y m undo


interno de los animales) . En ella describe el comportamiento y el
funcionamiento corporal de diversas especies de invertebrados
e introduce el concepto que lo llevará a la fama. En efecto, con
el concepto de U m welt (mundo circundante), Uexküll logra
ofrecer una imagen totalmente diferente de la naturaleza y sienta
las bases teóricas para el desarrollo de una “biología subjetiva’
de inspiración kantiana^ y vocación antidarwinista. Abocado a
dicho proyecto, publica numerosos artículos y libros en los cuales
va madurando y enriqueciendo su teoría biológica con nuevos
conceptos, entre los cuales se destacan el de “círculo funcional”
t Funktionskreis) y el de “conformidad a plan” (.Planmäßigkeit ).
Este último, que a primera vista restaura la tradicional teleología,
se convierte en la idea regulativa central de toda su teoría bioló­
gica. Tal es así que en su Theoretische B iologie (.Biología Teórica)
de 1920 Uexküll, quizá recapitulando su propia historia, afirma
programáticamente: “la pregunta sobre la conformidad a plan es
asunto de la biología, la pregunta sobre el funcionamiento orgá­
nico pertenece a la fisiología”.56 Un año antes, en 1919, Uexküll
publica por entregas sus B iologische B riefe an ein e D ame {Cartas
biológicas a una dama) en la revista conservadora D eutsche Runds-

5 El diálogo con K aut será perm anente. U exküll lo cita y lo em plea


profusamente, valiéndose no solo de sus conceptos e ideas sino también de su
espíritu crítico. En este punto, se destacan las recuperaciones que se operan sobre
la C rítica d e la razón p u ra (cuya “estética trascendental” amplía, incluyendo a
las especies no humanas) y la Crítica d el ju ic io (particularmente, su segunda
parte, que le permite a Uexküll no sucumbir ante las tentaciones del vitalismo
metafíisico). En el libro que se presenta, además, el influjo de la mora! kantiana
también tiene lugar.
6 Cf. Uexküll, Jacob, T heoretical B iology, Trad. D . L. M acKinnon, Harcourt,
Brace & Co., N ew York, 1 9 2 6 , p. 12 5 .

11
Prólogo

chau. El mismo texto con ligeras modificaciones se reedita en


1920 y constituye la edición que se traduce en el presente libro.
En este punto, cabe subrayar que Cartas biológicas. .., además
de ser una obra de divulgación científica que presenta la visión
biológica de Uexküll en general y la teoría del Umwelt en par­
ticular, constituye el primer antecedente de la introducción del
capital concepto de “círculo funcional” y, fundamentalmente, es
expresión de un Uexküll auténtico: teóricamente maduro, histó­
ricamente situado y expresivamente locuaz. ¿Por qué? En primer
término porque es un libro contemporáneo de su Biología Teórica,
considerada su gran obra. Luego porque permite vislumbrar,
en cartas como la décima, su voluntad de intervención política
(anti-República de Weimar), el furor germánico que lo asalta con
la Primera Guerra Mundial (se nacionaliza alemán en 1918) y el
creciente perfil anti-inglés y anti-liberal con que aderezaba su ya
adquirido anti-darwinismo. De hecho, ya en 1917 escribía un
texto fustigando a la moral inglesa a partir de la “economía de la
naturaleza” implicada en el darwinismo y en 1920, tras reeditar
sus Cartas biológicas. .., extiende sus consideraciones “biopolíti-
cas” al publicar Staatsbiologie (.Biología d el Estado) 7 Estas luchas
teórico-políticas se manifiestan en él con la fuerza de un destino
y explican, junto a su genio literario y científico, la insolencia
y la elocuencia que rebosan en su prosa. A su carácter situado
quizá quepa agregar que en 1917 la Revolución Rusa le expropia
todos sus bienes en Estonia y que, por esta y otras razones, sus
simpatías con los bolcheviques fueron nulas.
En 1925, gracias a las tratativas de Otto Kestner, Uexküll es
designado para reconstruir el Acuario de Hamburgo y, un año
más tarde, funda y dirige el Institut fü r U m weltforschung (Insti- 7

7 C f Rüting, T , op. cic, pp. 40-45.

12
Jakob von Uexküí!, portavoz de mundos desconocidos

tuto de investigación d el M edio am biente) de la Universidad de


Hamburgo. El instituto, que funciona hasta 1934, se convierte
en un vital centro de investigación y es visitado, entre otros,
por Konrad Lorenz —fundador de la etología—a principios de la
década del treinta. En su “período de Hamburgo”, se destacan las
publicaciones de D ie Lebenslehre (1930) ( Teoría de la vida) y de
Streifzüge durch die Umwelten von Tieren u n d M enschen (1934)
{Paseando p o r los m undos circundantes de anim ales y humanos).
Finalmente, a los 76 años, publica su últim a gran obra teórica,
B edeutungslehre (1940) {Teoría d el significado ), que luego se
convertiría en texto fundamental para el desarrollo de la biose-
miótica.8Tras pasar en la isla de Capri con su dama los últimos
cuatro años de vida, Uexküll muere en 1944.

2
Al lector actual de este libro no podrán pasarle desapercibidos
enunciados uexküllianos tales como: “En el mundo biológico
es todo armonía, todo m elo día... Todo, hasta lo más pequeño,
muestra un orden, un sentido y un significado”; “No hay una
evolución , solo hay un origen ' ; “Variación sin plan, adaptación sin
plan y falta de planificación en la lucha por la existencia: esos eran
los tres motivos por los que Darwin negaba toda conformidad
a plan en el mundo viviente. Los tres son erróneos”; “Como un
todo inmutable y ordenada según un plan, la especie se dilata

8 Sobre esta cuestión, la bibliografía es sumamente extensa y se incrementa día


a día. Para una introducción al tema, bajo la forma de manifiesto científico, véase:
Kuli, K., Emmeche, C , Hoffmeyer, J, et alt, “Theses on Biosemiotics: Prolegomena
to a Theoretical Biology” en B iologica l Theory 4(2), 2 0 0 9 , pp. 16 7 -17 3 .

13
Prólogo

en el pasado de nuestra historia terrestre. Todo indica que se ha


originado como un todo, como lo han hecho todos los sujetos.”
¿Un “nuevo” íijismo? ¿Una restauración del vitalismo teleoló-
gico? ¿Una variante de la teología natural devenida hoy Intelligent
design ? La cuestión es compleja e irreductible a dualismos o an­
tinomias perennes (preformismo/epigénesis, fijismo/evolucionis-
mo, mecanicismo/vitalismo, racionalismo/romanticismo, etc.);
un estudio detallado obligaría a un rodeo histórico-conceptual
que excede las posibilidades de este prólogo.9 No obstante, para
responder sucintamente y situar la originalidad de Uexküll,
bosquejaremos algunas de las líneas que harán circuito en su
pensamiento y los principales tensores que animaban el campo
de las ciencias de la vida en la Alemania de mediados y fines del
siglo XIX.
En este punto, el ambiente en el cual se forma nuestro autor
se hallaba tensado por dos polos. Por un lado, el darwinismo
y sus promotores que, favorecidos por un clima propenso a las
explicaciones históricas, logran establecer la centralidad del en­
foque fiíogenético y presentan una imagen de la evolución de las

9 Elementos para un estudio histórico-conceptual de las transformaciones


de la biología continental en los siglos XVIII y XIX -constituyentes de las
premisas del pensamiento uexkülliano—se encuentran en: Gode-Von Aesch, A.,
El rom anticism o y las ciencias naturales , Trad. De Brugger, I. T , Espasa-Calpe, Bs.
As,y 1947; Cassirer, E., El prob lem a d el conocim iento IV, Trad. Roces, W., FCE,
México, 1998, Libro Segundo; Canguilhem, G., La connaissance d e la vie, Vrin,
Paris, 19 7 1; Foucault, M ., Las palabras y las cosas, Trad. Frost, E. C., Siglo XXI,
Bs. As., 20 0 2 ; Jacob. F., La lógica d e lo viviente, Trad. Senent, J. y Soler, M.R.,
Tusquets, Barcelona, 19 9 9 ; Palti, E. J., “La metáfora de la vida\ La filosofía de
la historia de Herder y los desarrollos desiguales en las ciencias naturales’" en
Aportas, Alianza, Bs. As., 2 0 0 1, pp. 13 3 -19 1; Palti, E. J., “Filosofía romántica y
ciencias naturales: límites difusos y problemas terminológicos” en Prismas . Revista
d e historia intelectual , Nro. 4, Bs. As., 2000.
14
Jakob von Uexküll, portavoz de mundos desconocidos

especies (transformismo) que entroniza el modelo ilustrado de


causalidad físico-química como único válido. Por otro lado, la
embriología de Karl Ernst von Baer. Éste había logrado demos­
trar, a principios del siglo XIX, que en el desarrollo del embrión
se produce un proceso que va de lo homogéneo a lo heterogéneo
conforme una progresiva y ordenada diferenciación. Con ello, no
solo refutaba al preformismo clásico (que postulaba en el germen
la existencia de una estructura diferenciada que no hacía más que
crecer gradualmente), sino que además planteaba una serie de lí­
mites al concepto de causalidad físico-química pues, al demostrar
que cada embrión específico consta de una fuerza plasmadora
0Gestaltungskraft) y de un plan de desarrollo orientado a un fin
determinado (.Zielstrebigkeit ), no era posible derivar el efecto de
la causa sin apelar a un concepto de causalidad teleológico, es
decir, no era ya posible pensar una causalidad puramente fisico­
química, mecánica y accidental sino que había que reconocer un
desarrollo ontogenético ordenado temporalmente con miras a un
resultado.10 Con ello, ya era imposible imaginar a los vivientes
como máquinas pues no existe máquina alguna que se construya

10 Elias Paid reconstruye este proceso y, desm ontando las antinom ias
reduccionistas (preformismo/epigénesis, fijismo/evolucionismo, etc,) con las que
suele organizarse la historia de las ideas biológicas, señala: “Contra las doctrinas
preformistas (Cuvier), von Baer afirmaba la idea de un proceso form ativo
progresivo a nivel ontogenético. Contra las viralistas (Wolff), rechazaba el
concepto de 'fuerzas motoras' primordiales distintas de las formas en que éstas se
manifestaban. El resultado será un concepto nuevo de la preformación germinal,
un modelo de formación progresiva en el que lo que se encuentra preformado
no es ningún conjunto de rasgos definidos, sino el principio que los conforma.
El mismo, sin embargo, contra la idea de los vitalistas, ya no sería ninguna
substancia o Tuerza formativá sino un orden lógico de transformaciones sucesivas,
mutuamente correlacionadas -algo parecido a lo que boy llamamos un programa
genético'. En definitiva, al reformular los términos en cuestión, von Baer logra
finalmente conciliar dos conceptos como los de preformación y ‘evolución que,

15
Prólogo

a sí misma. Si bien esta imposibilidad ya había sido establecida


en el siglo XVIII por Blumenbach y avalada por Kant en la
Crítica d el p u d o , el concepto del cual dependía (.Bildungstrieb o
impulso formativo) permanecía como postulado incognoscible y
hubo que esperar hasta las investigaciones embriológicas de von
Baer para que la epigénesis adquiriese una base epistemológica
reconocida (hoy enrolada en lo que se conoce como “biología
del desarrollo”) . Si bien en un primer momento estas tesis fueron
opacadas por el furor darwinista de mediados del siglo XIX y
la centralidad de la filogénesis, pronto comenzaron a emerger
grietas en el esquema evolucionista y, hacia fines de siglo, se
revitalizan los enfoques ontogenéticos y con ellos se relanza el
problema de la teleología.111

en el marco del pensamiento ilustrado, resultaban mutuamente contradictorios.”


Paid, E., Op. cit., 2000.
11 Dos casos célebres, surgidos de estudios de regulación y regeneración de los
organismos, permiten ilustrar este relanzamiento. Por un lado, en 1890, el biólogo
alemán Gustav W o lf hace el siguiente experimento: extirpa el cristalino del ojo
de un tritón (salamandra de agua) y constata que, tras un tiempo, el órgano se
regeneraba perfectamente y, más aún, que dicha regeneración se valía de tejidos
diferentes a los empleados en su desarrollo embriológico. Con ello, W o lf concluía
que existía una “adecuación primaria a fin * en el organismo que era irreductible
al modelo evolucionista y que debía existir desde el mismo origen. En la misma
línea, Hans Driesch realiza el siguiente experimento: corta en dos el embrión de
un erizo de mar y constata que, lejos de producirse una división de la estructura
orgánica, una malformación o estropearse el proceso embriológico, nacen de cada
parte dos erizos de mar perfectos aunque de la mitad de su tamaño. De allí, Driesch
concluía la existencia de una fuerza vital, la “entelequia” o "psicoide”, de carácter
inmaterial, intensivo y cualitativo que no sólo sería irreductible a los factores físico-
químicos sino que los dirigiría siendo un agente no mecánico que lleva un fin en
sí mismo. A partir de este postulado metafísico, Driesch emprenderá una tenaz
lucha anti-mecanicista convirtiéndose en el adalid del neovitalismo a inicios del
siglo XX. En este punto cabe agregar que, si bien Uexküll se reconoce a sí mismo

16
Jakob von Uexküll, portavoz de mundos desconocidos

En este contexto, Uexküll se vuelca a la investigación fisiológica


y toma partido abiertamente por Baer. Así, internándose en el
campo de los estudios ontogenéticos, Uexküll hereda toda una
rica tradición del pensamiento filosófico-biológico continental
y la problematiza en función de un cuestionamiento general
al darwinismo y, más específicamente, a la versión que Ernst
Haeckel popularizaba en Alemania. En esta lucha, resurgen como
recursos la anatomía comparada de Georges Cuvier, la N aturphi­
losophie de Goethe y sobretodo Kant, autoridad en torno a la
cual se organiza la ofensiva. “Es urgentemente necesario volver
a Kant”, gritaba Uexküll en 1913 mientras desmontaba una
por una las tesis basales de darwinismo: contra el gradualismo
evolutivo, avala el mutacionismo de Hugo De Vries; contra
la teoría de las variaciones accidentales y acumulativas, afirma
-recurriendo a Baer y a Gregor Mendel—que cada especie posee
un determinado “plan de construcción' {Bauplan) en el cual se
encuentran codificadas sus reglas de formación y un conjunto de
predisposiciones genéticas; contra el mecanismo de la herencia de
los caracteres adquiridos, afirm a—junto a August Weismann—la
continuidad del “plasma germinal” y niega que los hábitos em­
píricos puedan ser un factor de transformismo; contra la imagen
azarosa del devenir natural, reactualiza la idea leibniziana de
armonía como coordinación y postula un modelo musical de la
naturaleza; contra la omnipotencia explicativa de la lucha por
la supervivencia, advierte sobre el error de tomar la parte por el
todo y postula que los vivientes poseen afinidades inmanentes
que los llevan a entablar relaciones asociativas entre ellos y con
su mundo; contra el mecanicismo darwinista afirmado en una

como vitalista y celebra algunos de los descubrimientos driescheanos, su posición


con respecto a la teleología es -com o verem os- singular y sumamente cauta.

17
Prólogo

lógica de causa/efecto, afirma una biología experimental que


analice en la naturaleza y en los vivientes relaciones de parte/todo.
Todo lo cual nos lleva al problema que abre este parágrafo
y al concepto de “conformidad a plan” (.Planmäßigkeit ). ¿Qué
tipo de “teleología” defiende Uexküll? A principios del siglo XX,
nuestro autor señala:

“La lógica, la psicología, la matemática, no son


intuitivas; pero la biología es intuición, según su esencia.
Su problema consiste en revelar a nuestra inteligencia la
co n fo rm id a d a p la n del ser orgánico. Mas la conformidad
a plan sólo es dada en la intuición espacial. En eso
se diferencia de la ten d en cia a un fin> la cual añade el
tiempo como ulterior factor. Nosotros sólo podemos
comprender aquellas máquinas cuyas ruedas están
puestas unas al lado de otras en el espacio; máquinas
cuyas ruedas están parte en el porvenir y parte en el
pasado son para nosotros totalmente incomprensibles ”12*

Y, unas páginas antes, aclaraba:

“Bajo conformidad a plan no debe ser entendida otra


cosa que una determinada disposición de las diferentes
partes de un objeto que hacen de él una unidad. (...) La
unidad que resulta de esta manera es siempre ‘funcional’,
pues lo que se enlaza en unidad no es la forma, sino la
función de las diferentes partes.”15

12 Uexküil, Jacob, Ideas para una concepción biológica d e l mundo >Trad. Tenreiro,
R. M ., Espasa-Caipe, Bs. As., 1 9 5 L p- 24. La primera edición en alemán se
publica en 19 13 .
15/tó., p. 19.
18
Jakob von Uexküll, portavoz de mundos desconocidos

Con sobriedad kantiana, entonces, Uexküll procesa el rever­


decer de la teleología a partir de un enfoque mereológico que
lo distancia, a un tiempo, de las causas finales aristotélicas, del
teo-teleologismo que ve en el hombre el objetivo final de la Na­
turaleza, del neovitalismo metafísico de Driesch y, también, de
la preformación germinal de von Baer. En este sentido, la noción
de 'conformidad a plan” opera como una idea regulativa y me­
todológica (Uexküll la llama “teleología estática”), y encuentra
en la anatomía, la fisiología y la observación experimenta! la
posibilidad de establecer “planes de construcción” [Bauplänen),
esto es, formas de cada especie, totalidades, que se definirían
por relaciones funcionales y sistemáticas entre partes. De este
modo, desplazando el concepto metafísico-trascendente de fin y
declarando irresoluble el problema del origen y la transformación
de las especies14, Uexküll establece un programa holístico para la
biología. Este movimiento sintoniza con la época y parece expre­
sar, dentro del campo de los estudios de la vida, una mutación
epistemológica más general en la economía del saber occidental
(esto es, el quiebre de las perspectivas evolucionistas, mecanicistas
e historicistas y el ascenso de enfoques holísticos y sistémicos
centrados en los conceptos de forma y función; traslación del
centro de gravedad de lo diacrónico a lo sincrónico). Sea como
fuere, lo notable en Uexküll es que el análisis sistémico y funcio­
nal de las relaciones entre partes no se lim ita a la anatomía y la
fisiología de los vivientes sino que, transgrediendo las fronteras
de la piel, busca envolver el mundo.

14 Sobre esta cuestión, véase la carta octava del presente libro y, también, la
décima, donde Uexküll vuelve sobre el problema de la producción de nuevos
genes haciendo una analogía con la invención técnica.

19
Prólogo

3
Si bien conserv ador, Uexküll no es un reaccionario. Crea una nueva
visión de la naturaleza y es reconocido-por sus contemporáneos1>>por

15 Heidegger, en su curso de Friburgo de 19 2 9 -3 0 , celebra las tesis de Uexküll


señalando que se trata de las reflexiones zoológico-biológicas más penetrantes
de la época (a partir de las cuales, agrega, “ha venido a ser habitual hablar del
U m welt d e los anim ales "), que “sus investigaciones concretas son de lo más
fructífero que la filosofía puede apropiarse hoy” y que las teorías de Driesch y
Uexküll constituyen los dos pasos esenciales de la biología contemporánea. En
este sentido, Heidegger dedica no menos de cien páginas a meditar en tomo
a las implicancias del concepto de Umwelt , en el marco de una consideración
comparativa que aspira a deslindar eí sentido de la noción de mundo, a partir de
una triple tesis: la piedra es sin mundo; el animal es pobre de mundo; el hombre
configura mundo. Cf. Heidegger, M ., Conceptos fu n dam en tales d e la m etafísica ,
Trad. Ciria, A., Alianza, Madrid, 2007, pp. 2 4 3 ,3 1 8 ,2 2 3 -3 2 9 . Asimismo, resaltan
las similitudes de la noción de U m welt c on el concepto heideggeriano de ser-en -el -
m undo {Sery Tiempo, 1927) y no resulta imposible, asimismo, tender líneas con
la noción husserliana de L ebensw elt Por otro lado, el otro gran representante de
la filosofía alemana de la época, neokantiano él, también manifiesta entusiasmo
con las tesis uexküllianas. En su A ntropología filosófica (1944), Cassirer hace de
Uexküll el eslabón encontrado que permite pensar los mundos animales como
precondición para pensar la realidad simbólica del mundo humano y, en el
cuarto tomo de su monumental obra El prob lem a d el co?joci?niento (1957), lo
postula como quien supera —metodológicamente—la disputa entre mecanicismo
y vitalismo, sentando las bases para el desarrollo del holismo y las perspectivas
organísmicas. Cf. Cassirer, E., Antropología filosófica, Trad. Imaz, £., FCE, México,
2009, pp. 45-49; Cassirer, E., op.cit ., 1998, pp. 2 4 2 -2 6 2 . Esto, por último, nos
lleva a vincularlo con el fundador de la teoría de los sistemas y continuador de su
biología teórica en la década del treinta, Ludwig von Bertalanffy, quien retoma su
concepto de U mwelt , expone sus ejemplos y lo unge como el inaugurador “de la
actitud biológica m oderna’. Cf. Bertalanfify, L., Teoría gen eral de los sistemas, Trad.
Almela, J., FCE, México, 1989, pp. 239-242, 2 4 7 ,2 5 2 -2 5 3 ,2 5 6 . Finalmente, no
puede dejar de señalarse el decisivo influjo que Uexküll opera sobre el pensador
español Ortega y Gasset. Sobre esta cuestión, véase: Jordano-Barea, D., “Ortega
y la ecología de Jacob von Uexküll” en B oletín d e la R eal Academia de C órdoba ,
Nro. 105, pp. 1 0 8 - 1 1 1 , 1983.

20
Jakob von Uexküil, portavoz de mundos desconocidos

nuevas generaciones16 e incluso hoy día17—por la invención de


un gran concepto. En efecto* la noción de U m welt - introducida
en 1909 y traducible como mundo circundante o medio am­
biente—inaugura una nueva etapa en su pensamiento y habilita
un campo de reflexión que prontamente repercute en la filosofía
alemana. En Cartas biológicas a una dam a , particularmente* la
noción juega un rol bisagra* no sólo se encuentra a mitad del
libro (es la sexta de doce cartas) sino que marca un desnivel en
la argumentación, desencadena una aceleración e indica el pa­
saje del dominio micro-biológico al macrobiológico. Esto es, el
pasaje de una “estética trascendental” de las especies animales a
una “dialéctica trascendental” dirigida a pensar la idea de mundo
biológico, tránsito que también designa -com o vimos—el mo-

16 Georges Canguilhem lo sitúa en un lugar destacado en su bello artículo


Le vivant et son milieu. Cf. Canguilhem, G., op. cit., pp. 143*146. Maurice
Merleau'Ponty, en su segundo curso sobre el concepto de naturaleza, en 1957-58,
le dedica todo un apartado al análisis de “Las descripciones de J. von Uexküil”
siendo, sin embargo, posible rastrear su influjo en sus obras precedentes. Sobre
esta cuestión, véase: Ostachuk, A., “El Umwelt de Uexküil y Merleau-Ponty ’
en Ludus Vitalis, vol. XXI, Nro. 39, 2 0 13 . Las remisiones de Gilles Deleuze
a la obra de Uexküil, que se hacen presentes en Diálogos (1980) y en Spinoza:
filosofa práctica (1978), se profundizan en M il Mesetas (1980) y se consagran en
¿Qité es la filosofía? (1991), donde Deleuze y Guattari le reconocen el carácter
de <cobra maestra'. Véase: Heredia, JM , “Deleuze, von Uexküil y ‘la naturaleza
como música” en A parte Rei —Revista de Filosofía , Nro. 75, Madrid, 2 0 1 1 .
Finalmente, hay quienes -in c lu so - extienden el influjo uexkülliano a la obra de
Jacques Lacan. Véase, Chien, J-P, “From Animals to Humans: Uexkülls Umwelt
as read by Lacan and Canguilhem” en Concentric: Literary and cultural studies ,
Nro. 32.2, 20 0 6 , pp. 43*67.
17 Véase Sloterdijk, P, Esferas III (Espumas), Trad. Reguera, L, Siruela, Madrid,
2006, p. 153; Sloterdijk, P, “Atmospheric politics” en Latour, B. and Weibel, P.
(eds), Making things public , M IT Press, 2 0 0 5 , p. 945; Agamben, G., Lo a bien o ,
Trad. Costa, F. y Castro, E., Adriana Hidalgo Ed., Bs. As., 2006, pp. 77*90; Latour,
B., Cogitamos, Trad. Bixio, A., Paidós, Bs. As., 2 0 12 , pp. 17 9 -18 3 .

21
Prólogo

vimiento del pensamiento uexkülliano de la fisiología sensorial


con animales marinos a una reflexión holística de la naturaleza.
Uexküll introduce el concepto de U mwelt diferenciándolo
de dos nociones, la de U m gebung (entorno físico y geográfico,
característico de la percepción humana) y la de Welt (mundo o
universo de la ciencia); frente a ellas, el concepto busca captar
la construcción subjetiva específica del animal, su mundo de
percepción {Merkwelt), su semiósfera propia. De aquí que para
un mismo entorno físico y geográfico {Umgebung} haya innu­
merables mundos circundantes [Umwelten), Dicho brevemente,
deconstruyendo la idea según la cual todos los vivientes y los
objetos habitan un mismo mundo universal (remedo del espacio
newtoniano y la mirada antropocéntrica), Uexküll demuestra
que cada especie tiene su propio mundo circundante, que cada
animal construye su medio asociado activamente a partir de
regímenes de percepción específicos, que cada viviente habita en
su propia esfera espaciotemporal y se relaciona con un número
limitado de señales.
Ello implica, por un lado, dejar de ver a los vivientes sea
como animales individuales aislados y mecánicos, sea como
poblaciones estadísticas, y pasar a verlos como un complejo y
activo sistema de relaciones con el mundo (la unidad mínima
de análisis deviene la pareja individuo-medio asociado), y, por
otro lado, dejar de pensar al medio como espacio físico objetivo
o terreno de la competencia y pasar a considerarlo a partir de sus
cualidades semiológicas.18 De modo que, el primer movimiento

lß Esto es, “ia formulación [del concepto de Umwelt ] opera un salto cualitativo
en el marco de la discusión biológica respecto del concepto de medio'. En efecto,
la biología naciente vio emerger un problema: ¿cómo pensar la relación del
viviente con su medio de existencia? En un primer momento, entre mediados
del siglo XVII! e inicios del XIX, se ofrecieron dos respuestas. O bien el medio

22
Jakob von Uexküll, portavoz de mundos desconocidos

del concepto de Umwelt , nos impele a reconocer en cada especie


animal una particular forma de percepción. Cada viviente es
permeable sólo a un conjunto limitado de señales, o portadores
de significación {Bedeutuitgs träger )19, que lo desinhiben y lo dis­
ponen, siéndole totalmente indiferente e inaccesible el resto del
entorno, sus propiedades físicas y su m ultiplicidad de estímulos.
Unas pocas señales alcanzan para situarse y dotar de sentido fun­
cional al mundo, cada animal -“dice Uexküll—vive en su propia
esfera. Ahora bien, hasta aquí nos hemos referido a sólo uno de
los aspectos de la noción de Umwelt , el mundo de percepción
{Merkwelt), hace falta ahora restituir su complementario y abor­
dar el mundo de efectos o mundo de acción ( Wirkwelt).
El mundo de efectos es el teatro de operaciones del animal
y está calcado sobre su mundo de percepción. Ambos son
complementarios y por ello el animal se haya atravesado por

era pensado como condición de posibilidad a p r io r i para la viabilidad del


viviente y el desempeño normal de sus funciones orgánicas (Cuvier), o bien el
medio (como concepto importado desde la física y la astronomía newtoniana),
era pensado como el conjunto de fuerzas físicas o físico-químicas -luz, calor,
presión del agua y del aire, gravedad, atracción, vibración, etc - que afectaban
la morfología y el comportamiento de los vivientes (Buffon; Lamarck; Comte).
En un segundo momento, con Darwin, el medio pasa a ser pensado como el
conjunto de los otros vivientes con los cuales se entra en relación directa. Así,
el medio será imaginado como un campo de lucha y competencia, en el cual se
disputan los recursos escasos y la posibilidad de prolongar la vida. En este caso,
no es el modelo físico sino el modelo de la economía clásica el que es importado
por la biología. En suma, el medio era o bien un a p rio ri , o bien un conjunto de
fuerzas físico-químicas, o bien el conjunto de vivientes próximos. Con Uexküll,
el medio comienza a adquirir cualidades semiológicas y, con ellas, se profundiza
la consideración de la relación entre percepción y comportamiento.” Heredia,
JM, “Ecología animal, ontologíay biopolítica en Jakob von Uexküll” en Filosofía
e Historia da B iologin , Vol. 6, Nro. 1, Sao Paulo, 2 0 1 1 , p. 73
V)En el libro que se presenta, el concepto empleado por Uexküll para mentar
esta idea es el de “portadores de características” (Merkmalsträger).

23
Prólogo

una realidad simbólica. Retomando el sentido de Platón» cabe


recordar que los símbolos son analíticos y m antienen una
relación inmanente con lo simbolizado, son pares comple-
mentados que remiten a una totalidad previa (que, en este
caso, hay que reconstruir por sus efectos). Así, determinadas
señales percibibles para el animal son símbolos que convocan
a su complementario activo.20
Ahora bien, la relación entre el mundo de percepción y el
mundo de efectos, o mejor dicho, la relación entre señal y
operación, no es directa sino que se encuentra mediada por
la actividad de un sujeto y dicha actividad im plica, en las
condiciones que le son dadas, una traducción y -co n ella—la
constitución del mundo circundante. Para Uexküll, como para
Kant, el sujeto es lo primero. Aclaremos este punto, el sujeto
animal lleva consigo un plan de construcción {Bauplan) y un
conjunto de predisposiciones genéticas que le abren un campo
específico de posibilidades perceptivas y activas. La realización
de dichas posibilidades depende de la dinámica relacional de su
mundo interior {Innenwelt), que Uexküll define como un com­
puesto de órganos perceptivos y órganos activos (o efectores)
enlazados, controlados y regulados por un órgano conductor
(sistema nervioso central). El trabajo de traducción, entonces,
se opera en la relación amplificante del mundo interior sobre el
entorno exterior ( U m gebung ) y da como resultado la constitu­
ción de un mundo circundante (divisible ahora en un mundo
de percepción y mundo de efectos). Es interesante agregar que,

~° En la octava caita de! presente libro, Uexküll señala: “Toda propiedad de


un ser vivo es expresión de una relación (...). Así, para completar la relación, le
corresponde a cada propiedad de un ser vivo una p rop ied a d com plem entaria en
el mundo circundante.”

24
Jakob von Uexküll, portavoz de mundos desconocidos

ante la aparente eq u ivo cid a d que asume el concepto de U m welt


desde su introducción en 1909, Uexküll se ve obligado a re-
explicitar sus intenciones en 1913:

“La palabra [ Umweli\ se ha naturalizado prontamente,


pero no la idea. Este término es empleado ahora para
designar lo que rodea inmediatamente a un ser vivo,
en el mismo sentido que antes la palabra m ilieu , De
este modo ha perdido su sentido peculiar. Es un afán
totalmente vano querer oponerse contra el uso del
lenguaje, y tampoco la expresión ‘mundo circundante'
corresponde con bastante exactitud al concepto que
le es atribuido. Por ello quiero poner en su lugar el
término mundo perceptible', M erk w elt , y significar
con ello que para cada animal haya un mundo especial,
que se compone de las notas distintivas recogidas por él
del mundo exterior. El mundo perceptible, M erk w elt ,
que sólo depende de los órganos de los sentidos y del
sistema nervioso central, se completa por el ‘mundo de
efectos , W irk ungsw elt y que abarca aquellos objetos a los
cuales están acomodados los instrumentos de comer y
moverse del animal. En el mundo de efectos se suele
hoy pensar, ante todo, al hablar del mundo circundante
como m ilieu de un animal (...). Pero aquí reside el error
fundamental. La enumeración de los diversos objetos
del mundo general de efectos al cual está acomodado
el animal es de un interés totalm ente accesorio y
fácil de ejecutar por la pura observación. Pero el
descubrimiento deí mundo perceptible de cada animal
es un trabajo principalmente nuevo y muy fatigoso,
que sólo puede ser resuelto mediante el experimento.
Si se quiere abarcar el mundo de efectos y el mundo
perceptible con el nombre de mundo circundante, bien
puede hacerse; pero debe uno darse cuenta enseguida
de que de los dos juntos no resulta ninguna unidad,

25
Prólogo

sino que para ello es imprescindiblemente necesario el


organismo del animal, que es el que crea la dependencia
entre ambos mundos/’21

Es por esto que puede decirse que el animal construye su medio


convirtiéndolo en mundo circundante y es por esto, también,
que realiza una actividad simbólica al correlacionar señales con
operaciones. Uexküll lo dice con todas las letras en la sexta carta
del libro que se presenta:

£<el mundo circundante se descompone en dos partes:


en un m u n d o p ercep tib le [Merkwelt], que va desde el
portador de características [la cosa] hasta el órgano
sensorial, y en un m u n d o d e efectos [Wirkungswelt], que
va desde el efector hasta el portador de características.
Hay un efecto (...) que va de las características del
portador de características hasta el órgano sensorial del
animal. En el mundo interior, este efecto sufre diversos
cambios y sale a la luz como una acción del animal
para ponerse en funcionamiento en el portador de
características. Así se cierra un círculo que denomino
círcu lo fu n c io n a l y que siempre encierra a! portador de
características y al sujeto/’

De aquí se derivan varias cosas. En primer término, que el


análisis anatómico y fisiológico ya no sólo debe orientarse a los
órganos receptores que hacen posible el mundo de percepción,
sino también a los órganos actores o efectores (de defensa, ataque,
etc.) que definen lo que puede hacer un animal. En este punto
es central subrayar que Uexküll rechaza rotundamente toda
tentativa de acercamiento psicológico al fenómeno zoológico

21 Uexküll, J., op. cit.y 19 5 1, pp.55-56.

26
Jakob von Uexküll, portavoz de mundos desconocidos

y, particularmente, ai concepto de mundo interior dei animal.


Ellos resultan incognoscibles “en sí” y sólo es posible reconstruir
su estructura a partir de la observación. En segundo término, se
destaca la otra gran innovación conceptual de Uexküll: la no­
ción de “círculo funcional” (.Funktionskreis). Con ella se explica
concretamente el mecanismo por el cual el animal construye su
mundo circundante y, por otro lado, se establece —contra el mo­
delo de causalidad física- un modelo de causalidad retroactiva.22
En efecto, con esta noción es posible dilucidar lo que más arriba
designábamos como traducción subjetiva pero, también, evadir la
tentación de “calcar la condición sobre lo condicionado” y abrir
un campo para pensar los procesos y las relaciones en su carácter
constituyente —relativizando así la instancia trascendental. Sea
como fuere, la idea según la cual el efecto opera retroactivamente
sobre la causa, permite a Uexküll combinar dinámicamente dos
nociones en principio antagónicas: el preformismo de los planes
de construcción específicos y el constructivismo de los animales
al territorializarse en el medio.
De este modo, en tanto vive, el anim al construye progresi­
vamente un conjunto de montajes sensorio-motores y percep-
tivo-activos que recogen, sintetizan y relacionan en espiral las
características perceptibles de los objetos con las posibilidades
activas del sujeto. Dichos montajes, residentes en el mundo
interior del animal y constituyentes de su mundo circundante,
se gestan en relaciones puramente diferenciales y se amplifican
conforme una gradación que va desde las operaciones pura­
mente instintivas (que actualizan capacidades e incrementan,
empírica y progresivamente, la eficacia de su ajuste funcional
con la situación) hasta los actos de experiencia (resolución de

22 Cfi Uexküll, J., op. c i t 1 9 5 1 , p. 39.

27
Prólogo

problemas que im plican aprendizajes, conductas de rodeo,


técnicas, invenciones, etc.).2324

4
Esta construcción del mundo por parte del animal conduce,
ciertamente, a un subjetivismo generalizado. Un subjetivismo,
además, duplicado. Porque nos encontramos frente a una subje­
tivida d de especie (basada cada una en un plan de construcción
\Bauplan] específico, estructurada genéticamente, dotada de
umbrales de percepción y de modelos operatorios, etc.) y, para­
lelamente, ante una subjetividad individualizada (construcción
diferencial y m aquínica del mundo circundante por medio
del establecimiento progresivo de montajes sensorio-motores,
perceptivo-activos y, también, afectivo-emotivos).
Reconsideremos el asunto a la luz del ejemplo que nos ofrece
un animal diminuto cuyo mundo circundante resulta sumamente
simple. En su libro más resonante -traducido, al menos, en seis
idiomas-3"1, Uexküll analiza el modus vivendi de las garrapatas y,

23 Dentro de este abanico se juega la especificidad del ser humano, no jo separa


de los animales una diferencia de naturaleza sino de grado (la mayor frecuencia de
los actos de experiencia, el incremento de su capacidad resolutiva de problemas,
ía invención de lécnicas y herramientas, etc.; así como la capacidad de conservar
y transmitir todo ese conjunto de saberes mediante un lenguaje formalizado).
Por otro lado, sobre la cuestión de la invención en animales y humanos, véase:
Simondon, G., Im aginación e in ven ción , Trad. Ires, P., Cactus, Bs. As., 2 0 13 ,
pp. 157-207.
24 Streifzüge durch d ie Umwelten von Tieren u n d M enschen (1934) {Paseando p o r
los m undos circundantes d e a n im a lesy hum anos) , traducido aí francés bajo el título
M ilieu an im a l e t m ilieu hu m a in . Para un listado de todos los libros y artículos
publicados por Uexküll, así como de las traducciones de su obra, véase: Kuli, K.,
op. c i t 2 0 0 1, pp. 15-39.
28
Jakob von Uexküll, portavoz de mundos desconocidos

en el marco de una discusión imaginaria entre un fisiólogo y un


biólogo, describe su mundo circundante a partir de tres círculos
funcionales: (a) la garrapata percibe una señal, el olor del ácido
butírico contenido en el sudor de los mamíferos, y, desde lo alto
de un árbol, se deja caer sobre el cuerpo del animal que pasa; (b)
la garrapata cae y, al sentir la señal del choque con los pelos del
animal, desactiva la modalidad olfativa, comienza a percibir ca­
racterísticas táctiles y deambula hasta encontrar una zona pelada;
(c) las señales de calor le confirman estar en el lugar adecuado y
da inicio a la succión de sangre.2>Uexküll se pone en el lugar del
biólogo y, contra el fisiólogo, argumenta que no hay que reducir
dicho fenómeno a una lógica físico-química sino, primeramente,
preguntarse por qué entre la multitud de estímulos y excitaciones
que habitan un bosque inmenso la garrapata solo es sensible a
tres señales que, además, enlaza con operaciones. Para Uexküll
el problema biológico —no el fisiológico—está en poder pensar
esta relación subjetiva, la cual convierte al animal no en una
máquina sino en un maquinista,2526
El mundo circundante de la garrapata, entonces, se compone
sólo de tres destellos. Todo el resto es, para ella, inexistente. La
situación, que espacialmente ya resulta reveladora, es aun más
impresionante en el plano temporal. Uexküll señala que en el Ins­
tituto zoológico de Rostock han demostrado que una garrapata
puede esperar hasta dieciocho años sin morir la llegada de dichas
señales. ¡Dieciocho años sin nutrirse y a la espera! Este hecho
notable nos permite —tras haber hablado mucho del espacio-,
referirnos a la temporalidad del sujeto viviente y desembocar

25 Cf. Uexküll, J., M ilieu an im a l et m ilieu kiim ain , Trad. Marcin-Freville, C.,
Rivages, París, 2 0 10 , pp. 40 -4 2 .
26 Cf. Ibid., p. 33.

29
Prólagu

en otra teoría no menos notable. Para empezar, Uexküll evoca


a Kant y afirma sin vueltas; “sin un sujeto vivo, no puede haber
ni espacio ni tiempo”.27 ¿Qué implica esto? Que la relación
entre espacio y tiempo es intrínseca, que el mundo circundante
es para el viviente su propia esfera espaciotemporal y que ya no
es posible pensar al tiempo como una línea objetiva y externa a
los fenómenos. Para explicar esto, Uexküll recurre a von Baer y
a su notable teoría de las “longitudes de momentos”. La tesis,
básicamente, es la siguiente: la vida de todo viviente se compone
de la misma cantidad de momentos pero la duración de dichos
momentos varía en función de la especie. Tras reponerla, en la
carta tercera del presente libro, Uexküll señala fascinado:

“Ahora bien, hay animales que viven solo un año y


otros apenas unos días. ¿Cómo se transforma la imagen
del mundo si ellos alojan en su vida la misma cantidad
de momentos que nosotros? (...) Los animales que
viven solo un día les hablarían a sus hijos de ese tiempo
horroroso como una vieja leyenda. Para algunos, día y
noche serían un mes; para otros, media vida. A estos
seres vivos, todos los sucesos en e! mundo les deberían
parecer extraordinariamente largos. Así, la bala que sale
volando de la pistola parecería estar suspendida en el aire.
Desconocerían también el crecimiento de los árboles,
al igual que nosotros el de las montañas. Por otro lado,
podemos pensar en seres vivos que extienden su cantidad
de momentos durante un mayor numero de años. Para
ellos, las estaciones cambian como para nosotros los
días- Todo ocurriría en un tiempo más acelerado. Las
hierbas brotarían de la tierra como de una fuente y
desaparecerían. Los bosques reverdecerían, crecerían y

27 C f Ibid., p. 45.
30
Jakob von Uexküll, portavoz de mundcs desconocidos

morirían como las praderas* No se vería el sol, solo un


haz centelleante aparecería brevemente en el cielo para
darle lugar a una corta oscuridad.”

Tras todo lo expuesto, el problema que surge es evidente:


¿Cómo se articula esta biología subjetiva con una visión holística
de la Naturaleza? ¿Cómo se pasa de este mundo pulverizado y
deconstruido a la construcción de un mundo biológico? Con
su elegancia habitual, Uexküll responde cantando una canción.

5
En las ultimas páginas de Cartas biológicas. .., tras un largo
recorrido, Uexküll señala que sólo una pregunta lo 'agobia irre­
sistiblemente”: “¿es verdaderamente apta la época actual para
buscar en la conformidad a plan la esencia de lo viviente?”. El
modo de plantear el problema es sumamente sutil. Aquí no se
pregunta si la época es capaz de descubrir o reconocer la existen­
cia de un orden subyacente sino, simplemente, si está dispuesta
a orientar sus conocimientos en una determinada dirección. El
problema, efectivamente, es epistemológico pero la formulación,
sin dudas, está animada por un carácter ético-político. Lo que
se pregunta Uexküll es si somos capaces de volver a creer en el
mundo, si estamos preparados para volver a creer en la Natura­
leza, si podemos comportarnos en fundón de un proyecto para
la totalidad. Y todo esto nos lleva a retornar sobre el concepto de
“conformidad a plan”, principal idea de la razón biológica que
implica, como en Kant, un ideal de la razón. Uexküll dice en
este mismo libro: “Llamo conform idad a pla n a l p o d er actuante
en el m undo anim ado con el que debe relacionarse el ajustam iento
gen era l de los seres vivos\ y más adelante, “ Una fiierza supra-

31
Prólogo

espacial y supra-tem poral sostiene , m ueve y fo rm a todo: la confor­


m idad a plan \ Estas ideas aisladas, en esta época, conducen casi
inmediatamente al descrédito. Pero lo cierto es que no se trata
aquí de proposiciones científicas o postulados metafísicos sino
de cuestiones de carácter ético-político y metodológico que, por
lo demás, laten en nuestra época como problemática ecológica.
Ecologista sin ONG, Uexküll decide transmitir su visión holís-
tica de la naturaleza y del mundo biológico (idea culminante de
su “dialéctica trascendental” y, por ello mismo, vinculada con el
plano ético-político) mediante la metáfora musical. La naturaleza
conforme a plan es una inmensa sinfonía en la cual las células se
ordenan rítmicamente, los órganos dibujan melodías, los sujetos
devienen tonos singulares y las relaciones traman armonías.28 ¿Y
cómo se llega a esto? Recapitulemos: la conducta animal obedece,
como vimos, tanto a una partitura genética inmanente (Bauplan )
cuanto a una capacidad relacional constructiva, enlazadas ambas
por el concepto operativo de círculo funcional. Ahora bien, los
círculos funcionales —que definen el modo de hacer m undo de
cada anim al- se intersectan, se cruzan, forman circuitos, ponen
a los vivientes en relaciones de punto y contrapunto.
¿Estas relaciones son puramente contingentes? ¿Se trata de
una “simple sinfonía de libres sonidos”? No. Uexküll señala que
todo animal adviene al mundo dotado de ciertas predisposicio­
nes genéticas y, entre ellas, hay “genes complementarios”. De
este modo, se explicaría el hecho de que el abejorro y la flor,
o la abeja y la orquídea (es decir, seres cuyo origen en nada se

Sobre la metáfora musical en Uexküll, véase: Buchanan, B., Onto-ethologies:


The anim al environments o f Uexküll Heidegger,; M erleau-Ponty and Deleuze, State
University o f New York Press, Albany, 2009, pp. 2 6 -2 7 i Heredia, JM , ‘'Deleuze,
von Uexküll y da naturaleza como música’” en A-parte Rei —Revista de F ilosofa ,
Nro. 75, Madrid, 2 0 11 .

32
Jakob von Uexküll, portavoz de mundos desconocidos

parece y cuyo desarrollo se da en distintos espacio-tiempos),


conjuguen sus círculos funcionales y desplieguen relaciones de
punto y contrapunto. Ambos seres poseerían genes complemen­
tarios y ello los predispondría a entablar relaciones funcionales
entre sí y a realizar la “conformidad a plan” de la naturaleza. Es
esta complementariedad la que explica que vivientes de especies
diversas entren en relaciones de lucha pero también de simbio­
sis y asociación, relaciones éstas que la teoría de la adaptación
darwinista difícilmente puede explicar. Son dichas relaciones
de co-funcionamiento las que permiten a Uexküll, entre otras
cosas, postular la noción de “conformidad a plan” de la naturaleza
como idea de la razón.
¿Estas relaciones son puramente necesarias? ¿La misma com­
posición musical se repite una y otra vez? No. La Naturaleza no
se ciñe a una partitura única, no canta siempre la misma canción
porque, si bien la estructura de cada especie persiste, las relaciones
tonales, melódicas y rítmicas que entablan entre sí los vivientes
son fluidas e irreversibles. La canción nunca termina, se prolonga
indefinidamente renovándose a sí misma y produciendo nuevas
notas en la relación activa que los vivientes entablan entre sí y
con sus mundos: “Lo que une a todas las relaciones existentes en un
cam bio continuo pero reglado es la conform idad a plan. El m edio
para que esta pueda im ponerse lo constituyen los impulsos genéticos,
actuantes en elprotoplasm a. Pero lo prim ario es la relación. ”29

Juan Manuel Heredia

29 U exküll,}., carta séptima de la presente edición.

33
Jakob Johann von Uexküli
Cartas biológicas a una dama
Dedicado a mi esposa
Gudrun Gräfin von Schwerin-Schwerinsburg.
Carta primera
(Sonidos)

El mundo que nos rodea está colmado de variadísimos objetos


y nos parece lo más natural ir directamente a su encuentro cuan­
do queremos experimentar algo de ellos. Mordemos la manzana
para experimentar si es dulce; nos sentamos sobre la silla para
experimentar si e$ cómoda; y abrimos el libro para experimentar
qué hay en su interior. A diario, ampliamos nuestro conocimiento
sobre los objetos por medio de nuevas experiencias y, por ello,
concluimos con certeza que sin experiencia no sabríamos nada
sobre ellos.
A partir de esta convicción, las así llamadas ciencias empíri­
cas, a las que pertenecen las ciencias naturales, se han abocado a
investigar los objetos de la naturaleza que nos rodean. Quienes
las fomentan no tienen dudas de que están por el buen camino,
cuando, con todos los medios de observación y experimentación,
37
Carta primera

se enfrentan a los enigmas que nos plantea descubrir la naturaleza


en los objetos. Con ayuda de una experiencia cada vez más amplia
y refinada, tienen la esperanza de llegar a resolver algún día el
enigma del universo. La solución consistirá en el descubrimien­
to de las leyes superiores de la naturaleza, de las que dependen
todos los objetos de la naturaleza y, en último término, nosotros
mismos en tanto objetos de la naturaleza.
No solo las transformaciones sensiblemente perceptibles
en nuestro cuerpo, sino también los sentidos en sí —nuestros
pensamientos y sentimientos—es lo que anhelan investigar los
naturalistas a través de un conocimiento más profundo de nuestro
cerebro y de los procesos químicos y físicos que se producen en
él. Con ello, también esperan poder demostrar que dependen
de las pocas leyes naturales dilucidadas.
A todo este ímpetu arrollador de las ciencias naturales, que
afirmaron poder comprender el mundo en su totalidad con las
leyes naturales concebidas a partir de la experiencia, Kant le
puso un coto hace ciento cincuenta años al plantear la pregunta:
“¿Cómo es que se da una experiencia?”.
Kant mostró con genialidad incomparable que a cada expe­
riencia que realizamos debemos aportar precondiciones que la
hacen posible. Logró encontrar ciertas leyes de nuestro ánimo
[Gemüt]1 que preceden cada experiencia y que son mucho más

1 La traducción del térm ino “G em üt” tiene una tradición extensa y


problemática. En Cartas biológicas a una dam a , Uexküll lo emplea para remitir
al uso que le da Kant cuando reflexiona sobre las condiciones de conocimiento.
Por ello, traducciones posibles como las de “alma” y “espíritu” quedan descartadas
por su no pertinencia conceptual, además de que ambos términos remiten a
otros muy específicos como “Seele” y “Geist” respectivamente. Así, la decisión
de traducir “Gemüt” por “ánimo” está vinculada a su arraigo en ia obra kantiana,
en particular la Crítica d e la razón p u ra (1781) en la que se expone la idea de una

38
(Sonidos)

importantes y más fundamentales que todas las leyes naturales


formuladas por los naturalistas.
Han pasado ciento cincuenta años. Los pensamientos de Kant
influyeron en el estudio de la naturaleza en reiteradas ocasiones.
Al margen de este estudio, esos pensamientos se han ido amon­
tonando como un cuerpo extraño que resiste a la mentalidad
general de la época. Los célebres descubrimientos de la química
y la física parecían darles la razón a los que esperaban alcanzar
el conocimiento del mundo exclusivamente a través de la expe-
riencia externa a los objetos.
Con la aparición del da rw in üm o , se fortaleció la convicción
generalizada de que las leyes de la vida son solo variantes de las
leyes físico-químicas, y la vida misma se explicó por medio de
un proceso quimiomecánico.
En oposición a esta creencia ingenua sobre la fuerza redentora
de la experiencia externa, se ha desarrollado en las últimas décadas

filosofía trascendental. En elk; Kant afirma básicamente que, aunque nuestro


conocimiento comience con la experiencia, son los objetos los que se ajustan a la
constitución de las facultades del sujeto (KrV, BXVI1). La reflexión trascendental es
entendida aquí como una investigación sobre la naturaleza del “Gem üt” humano
y los rendimientos que le son constitutivos. De hecho, a cada una de las críticas
kantianas le corresponde el análisis de alguna de las facultades constitutivas de
“G em üt”. Nos referimos a la “facultad de conocer” {Erkenntnisvermögen), la
“facultad apetitiva” {Begeknmgsvermögeii) >el “sentimiento de placer y displacer”
{Gefiihl der Lust und Unlust). A l proporcionar el equivalente latino de “Gemüt”,
Kant elije animus. De la misma manera, el traductor al latín F. G. Born, cuya
versión fue publicada en cuatro volúmenes entre 179 6 y 1798, también toma este
término. No obstante, las versiones castellanas de Crítica de la razón pura (1781)
han elegido distintas traducciones para *Gemüt™, tales como ‘espíritu ' (Perojo),
“alma” (García Morente), “psiquismo” (Ribas), “mente” o “ánimo” (Caimi). De
acuerdo con la rigurosa edición realizada por Caimi, “Gemüt” puede ser traducido
tanto por “mente” o como por “ánimo”. Para un análisis más detallado sobre este
tema, ver Mambrú, A. (2013) “Dificultades en la traducción de Gemüt y sus
variantes en español”, Revista de historia de la traducción 7. (N. deT.)

39
Carta primera

la biología moderna que remite a los fundamentos de Kant y


que ante todo promueve la investigación de las condiciones de
toda experiencia.
A cada experiencia le corresponde un sujeto que la realice y un
objeto con el que esta experiencia sea realizada. La negación del
sujeto por parte de las ciencias empíricas las ha hecho incurrir,
como expliqué, en errores cada vez más profundos de los que nun­
ca consiguen librarse. Pues el conocimiento del sujeto es mucho
más importante que el conocimiento del objeto, a no ser que se
admita que el objeto como tal se convierte en el sujeto. Pero no se
trata de eso. Las relaciones entre objeto y sujeto se basan siempre
en efectos que parten del objeto y se encuentran con los órganos
sensoriales del sujeto. En los órganos sensoriales, los efectos, sean
químicos o físicos, se transforman en excitaciones nerviosas.
Los órganos sensoriales de todo ser vivo, que en tanto sujeto
se enfrenta a un objeto, son apropiados para recibir un grupo
m uy determinado de efectos, que llamamos 'estímulos”. Las
propiedades del objeto que emiten estímulos se llaman caracte­
rísticas [Merkmale]. Desde un principio se supo que, cuando se
le presenta un mismo objeto a dos sujetos que poseen distintos
órganos sensoriales, las propiedades del objeto que actúan como
características deben ser distintas para cada uno de los sujetos.
Por lo tanto, las experiencias de ambos, aunque se refieran al
mismo objeto, necesariamente se contradicen, porque el objeto
posee distintas propiedades para cada sujeto.
La función de los órganos sensoriales consiste en poner al
alcance del sujeto un mayor o un menor grupo de estímulos
del mundo exterior, pero también en opacar todos los efectos
restantes. El acceso al sujeto de los estímulos no es directo, sino
que está mediado por excitaciones nerviosas. La excitación con­
tinúa siendo un proceso ínexplicado, pero parece ser el mismo
40
(Sonidos)

en todos los nervios. En consecuencia, todos los estímulos, por


más distintos que sean, son transformados en el mismo proceso
fisiológico. Las diferencias que existen entre los estímulos pueden
ser captadas en la medida en que provocan la misma excitación
en distintos nervios. Los nervios aislados conducen la excitación
a distintos centros, principalmente a las células ganglionares.
Al conjunto de nervios y al centro se lo llama, conjuntamente,
persona nerviosa .
Las personas nerviosas de órganos sensoriales tienen multiples
conexiones con las personas nerviosas de los órganos efectores,
músculos y glándulas. Estas conexiones conforman el aparato
conductor del cuerpo en todos los animales.
A través de esta disposición, se consigue inducir el mecanismo
corporal a acciones diversas. Se habla entonces de reflejos o accio­
nes reflejas. Arco reflejo se llama al conjunto del aparato sensorial
+ el aparato conductor + el efector, que se activa con un reflejo.
Distintas características pueden provocar distintos reflejos.
Distintos sujetos podrán desempeñar distintas acciones aplicadas
tanto a características diferentes, -accesibles a ellos por medio de
diferentes estímulos—como a características iguales —accesibles
a ellos por medio de estímulos iguales—, puesto que, además
de los distintos órganos sensoriales, pueden albergar distintos
órganos conductores, incluso cuando los órganos efectores sean
los mismos.
Si nosotros mismos somos los sujetos que enfrentamos al
objeto, también respondemos en casos particulares con reflejos,
como cuando un cuerpo se acerca de repente a nuestros ojos y
parpadeamos. Pero, en general, respondemos al estímulo que se
encuentra con nuestros órganos sensoriales con una sensación.
Si, por ejemplo, una vibración del aire con una determinada
longitud alcanza nuestros oídos y transforma el estímulo en una
41
Carta primera

excitación nerviosa que llega a su vez hasta el cerebro de la per­


sona nerviosa, tenemos una sensación sonora mu y determinada.
Todo este proceso es una experiencia. ¿Qué de esto le pertenece
al objeto y qué al sujeto? Evidentemente, solo la vibración del
aire le pertenece al objeto que la produce. Pero para devenir ex­
periencia debe estar disponible el oído del sujeto con su aparato
nervioso y su posibilidad sensorial, de lo contrario el proceso se
reduciría, en el mejor de los casos, a un reflejo.
Nosotros nos apartamos de la sensación sonora y la conside­
ramos como una cualidad del objeto que para nosotros se con­
virtió en característica. Por ello, la posibilidad de experimentar
un sonido está ligada tanto a la actividad fisiológica del cuerpo
como a la actividad psicológica del ánimo de nuestro sujeto.
Los procesos corporales se pueden representar fácilmente (ver
imagen 1). Desde una campana, en tanto objeto, se propaga la
vibración del aire que, para nuestro oído, poseedor de un arpa
resonante, se transforma en la excitación nerviosa de una perso­
na nerviosa determinada. Por ello, este aparato tan importante
también puede ser llamado resonador o transform ador . Pero la

Aire
IMAGEN 1

42
(Sonidos)

excitación de la persona nerviosa debe ser acompañada por una


sensación sonora, de lo contrario solo hay cambios físicos en el
mundo exterior y procesos fisiológicos en nuestro cuerpo; pero
no sonidos.
Para la experiencia sonora se requiere, ante todo, la sensa­
ción sonora. Esta debe existir ya en el sujeto, incluso de forma
latente, antes de que la experiencia ocurra. Sólo así posibilita
la experiencia.
Si intentamos representarnos una sensación sonora, nos
convenceremos de que dicha sensación es aquello que acos­
tumbramos a llamar un elemento. Puede ser más fuerte o más
débil, es decir, puede cambiar su intensidad. Pero su cualidad es
algo totalmente inmutable e indivisible. Tampoco puede decirse
mucho más sobre esto. Si hacemos dos sonidos, no sólo obten­
dremos dos sensaciones separadas que nada tienen que ver una
con la otra, sino que también sabremos inmediatamente que un
sonido es más alto que el otro; esto quiere decir que colocamos
ambas sensaciones en relaciones regulares. Pero estas relaciones se
tornan m uy estrechas, en cuanto los sonidos consuenan o crean
una disonancia. Siempre que aparezcan nuevos sonidos, las co­
nexiones serán más ricas y nos sorprenderemos al reconocer que
todas estas sensaciones elementales, que participan de algo tan
independiente, pertenecen a una especie de comunidad o paren­
tela que las comprende y las somete a leyes bien determinadas.
Las leyes de afinidad que relacionan las sensaciones sonoras
entre sí están totalmente fuera del espacio. De esta manera, la
tríada es una estructura regular, pero los tres sonidos de los que
se compone no están uno al lado del otro, a pesar de poder ser
diferenciados entre sí.
La distinción de los sonidos en altos y bajos es solo un recur­
so provisional para tener una idea de sus relaciones regulares.
43
Carta tercera

Por lo tanto, es completamente imposible reducir las melodías


a cualquier estructura corporal, ya que estas existen gracias a la
organización anímica. Si la organización anímica de un hombre
no fuera capaz de formar melodías, se podrían producir las más
bellas secuencias de sonidos, su oído y sus personas nerviosas
reaccionarían ante dichas secuencias y se despertarían en él las
sensaciones sonoras en los intervalos justos. Sin embargo, en su
ánimo no se generarían unidades.
Por eso, es completamente inútil comenzar buscando cajas de
música en nuestro cerebro. Las formas temporales de las melodías
pertenecen únicamente al ánimo.
Si debemos desechar el supuesto de un órgano de melodías
en nuestro cerebro, eso no define todavía la cuestión de si existe
un órgano sensorial para el tiempo. Por eso, la sensación del
momento y su inserción en el tiempo es obra del ánimo, pero
queda pendiente la cuestión de cómo se despierta la sensación
de momento a través de la excitación en la persona nerviosa
correspondiente.
Como en todas las experiencias, en la experiencia temporal
debemos preguntarnos por tres factores: el físico, el fisiológico
y el psicológico.
En el mundo exterior no existe una fuente eterna que envíe
estímulos al sujeto en intervalos iguales a lo largo de toda una
vida. Sin embargo, todos los estímulos del mundo exterior
vienen acompañados de signos rítmicos de momento. Por eso,
debemos ir en busca de una fuente interna de estímulos dentro
del cuerpo que sea capaz de latir durante toda la vida como
nuestro corazón. Esta fuente representaría entonces el factor
fisiológico. No podemos pensar en un péndulo mecánico, pero sí
en un proceso químico que sea capaz de fortalecer todo estímulo
interior y exterior de tal modo que envíe ondas de excitación
60
(Tiempo)

rítmica a la persona nerviosa que haga resonar el momento. Los


momentos como sensaciones se colocan en serie sin ninguna
otra organización que la de su serie temporal. Por medio de un
aparato rítmico semejante, el sujeto sería capaz de imponer todos
los sucesos internos y externos a su propio compás. El compás
de este péndulo químico interno podría medirse en los sucesos
rítmicos del mundo exterior.
K arl Ernst von Baer ! fue el primero en lograr medir la longi­
tud del momento para los hombres. Es decir, logró establecer
la velocidad de los movimientos que se producen en el mundo
exterior y que sentimos como momentáneos. Cada movimiento
por debajo de la décima de segundo no es percibido. De ello se
puede deducir que en cada décima de segundo el órgano sen­
sorial para el tiempo emite una excitación a la persona nerviosa
para que sienta un momento. Esas cifras solo se aplican a la vida
normal. Si el sujeto se encuentra en estado de gran excitación,
los estímulos temporales se apiñan unos a otros y ulos minutos
se nos hacen eternos55.
Tales vivencias dicen mucho sobre la existencia de un órga­
no sensorial para el tiempo que se activa en forma potenciada,
mientras la organización anímica permanece inmutable. En
cada caso, la cantidad de momentos sucesivos repite la duración
de la vivencia. Medido de acuerdo con los sucesos del mundo
exterior, dicha duración puede ser más corta en un caso o más
larga, en otro.
Estos hechos le sirvieron a K arl Ernst von Baer para pensar
una tesis m uy ingeniosa. Este supone que la vida de diferentes1

1 Karl Ernst von Baer (17 9 2 -18 7 6 ). Zoólogo, naturalista y biólogo de origen
estonio-alemán. Reconocido como el fundador de la embriología moderna. (N.
deJM H )

61
Carta primera

Asimismo, la gradación de los sonidos en una escala no es otra


cosa que un intento por encontrar una expresión para el orden
conocido de las leyes de afinidad, una expresión que nos pro­
porcione una visión general de estas relaciones que se dan en su
totalidad fuera del espacio.
Se puede ir más allá y transformar la escala en una escalera en
la que cada tramo comprende ocho escalones. De esta manera,
ilustramos la ley de las octavas. Al traducir espacialmente las leyes
de las sensaciones, sensaciones completamente ajenas al espacio,
no debemos convencernos de que es posible atribuir estas leyes a
disposiciones espaciales en el mundo corpóreo de nuestro cere'
bro. El ánimo con sus numerosas sensaciones que se someten a
un orden establecido prescinde de todo tipo de expansión y solo
nuestra torpeza para superar ese orden sin la intuición común de
espacio nos conduce a hablar de un organismo anímico.
Una parte de la organización anímica se constituye con la
organización de las sensaciones sonoras que traemos con ante­
rioridad en cada experiencia sonora. Esta organización ya existe
antes de toda experiencia. No puede deducirse de la disposición
en la que están las personas nerviosas, porque estas personas en
tanto estructuras corpóreas solo pueden poseer una disposición
en el espacio. De la misma manera, tampoco pueden deducirse
de las formaciones espaciales del oído interno, que se parecen,
de hecho, a una escalera cuyos escalones se vuelven cada vez
más angostos.
Por último, las leyes de las vibraciones aéreas en el espacio
tampoco están en condiciones de influir en la organización aní­
mica. Aquí también se han buscado analogías, con la esperanza
de someter la ley del ánimo a una ley natural. Pero una mayor
o menor regularidad de las vibraciones del aire no puede ser
considerada la causa de la consonancia o disonancia, porque la
44
(Sonidos)

excitación de las personas nerviosas, incluso con estimulación


directa en los nervios auditivos, provoca en nosotros los mismos
sonidos con las mismas leyes sonoras sin que intervengan ni las
vibraciones aéreas ni la escalera del oído interno.
En cada experiencia sonora, los sujetos traen consigo una
organización anímica ajena al espacio. Esta organización llena
el mundo de sonidos tan pronto como los estímulos apropiados
despiertan la excitación nerviosa en el órgano sensorial del oído.
Los estímulos sonoros tienen sus propias leyes, que dependen de
las propiedades físicas del aire. Las excitaciones sonoras tienen sus
propias leyes, que dependen de las propiedades fisiológicas de los
órganos sensoriales y de las personas nerviosas. Y las sensaciones
sonoras tienen sus propias leyes, que dependen de las propiedades
psicológicas del ánimo.

45
Carta segunda
(Colores)

Al llegar al oído interno, las grandes vibraciones aéreas se en­


cuentran con un arpa que tiene numerosas cuerdas, de modo que
pueden resonar cientos de vibraciones distintas. Ante la retina
del ojo, las más pequeñas vibraciones del éter se encuentran con
numerosas, pequeñísimas arpas, de las que cada una resuena con
pureza a cuatro vibraciones [los colores primarios].
La imagen 2 reproduce esa arpa que debemos imaginarnos en
cada terminación de la retina. Las cuatro cuerdas del arpa tienen
también la función de transformar en excitación nerviosa las vi­
braciones por las que resuenan. Por eso, cada cuerda resuena no
solo por una vibración, sino también por las vibraciones vecinas.
A la excitación de una de las personas nerviosas la acompaña
una sensación del color. En este sentido, habría que suponer la
existencia de solo cuatro colores: rojo, amarillo, verde y azul. Pero
47
Carta segunda

se agregan dos sensaciones más, que no nacen de determinados


estímulos vibratorios: el blanco y el negro. Se ha comprobado
que la sensación del blanco se da cuando actúan simultáneamente
los transformadores del verde y rojo o los del amarillo y el azul.1

[MAGEN 2

En consecuencia, es preciso vincular a las personas nerviosas


del blanco con el entrecruzamiento nervioso de las personas
nerviosas “complementarias”, azul-amarillo y verde-rojo. De
esta manera, se indica que en el caso de que ambas excitaciones

1 Aquí, Uexküll hace referencia a las investigaciones del fisiólogo alemán Ewald
Hering (18 3 4 -1 9 18 ) quien en 18 9 2 propone, contra la teoría tricromática de
Thomas Young y Hermann von Helmholtz, su teoría de los colores oponentes
y con ella la inclusión del amarillo en la paleta de colores primarios. Según esta
teoría, la recepción fisiológica y nerviosa dei color se organiza en torno a tres
pares oponentes (rojo-verde, amarillo-azul, blanco-negro) y la sensación de color
resultante depende de la intensidad del estímulo de cada miembro de un par. En
este sentido, cuando la excitación del rojo y del verde (o del amarillo y del azul)
afecta a los receptores nerviosos de modo simétrico y equivalente, la sensación
de color resultante tiende al blanco, (N. d e). M. H.)

48
(Colores)

nerviosas lleguen al cruce al mismo tiempo estarían tomando


un tercer camino.
Llegué a demostrar que en los erizos de mar la afección por la
sombra depende de un aparato nervioso que conserva la excita­
ción durante la exposición a la luz y que luego la libera cuando se
acaba dicha exposición. Debe aceptarse entonces que la persona
nerviosa para el negro se sustenta a partir de dicha memoria para
la excitación. Pues la sensación negro se produce solo cuando no
hay exposición a la luz.
En el oído no tenemos una formación análoga, ya que, si cesan
las ondas aéreas, no se genera ningún sonido.
El resonante que está integrado a los conos de la retina, más las
seis personas nerviosas anexadas a él, podría provocar, al parecer,
solo seis sensaciones de color. Pero esto se contrapone al hecho
de que nosotros percibimos muchos colores. ¿Cómo se resuelve
esta contradicción?
Me remito a lo que dije acerca de la tríada de acordes. En
estos acordes también se origina una sensación nueva que no
siempre puede atribuirse a sus tres componentes. Esto vale tam­
bién para los colores. Todos los colores, excepto los seis colores
fundamentales antes mencionados, son bien una tríada o bien
acordes bitonales a partir de los que siempre se puede recuperar
los colores fundamentales que los componen. Eso no sería posible
si existieran personas nerviosas específicas páralos colores mixtos.
Así, para nosotros es completamente imposible diferenciar si el
blanco se compone de la combinación amarillo-azul, rojo-verde
o de los cuatro colores.
Podemos concluir entonces que el origen [Entstehung] de los
colores mixtos es obra de nuestra organización anímica y no,
como el blanco, obra de nuestro cuerpo, cuya producción por
mezcla permanece oculta a nuestro ánimo.
49
Carta segunda

Cuando se habla de una escala de colores y se la equipara a la


de los sonidos, no debe olvidarse que son cosas muy distintas. Si
se toman los sonidos particulares como escalones de la escala de
sonidos, la escala de colores
Ne^ro
solo tendría seis escalones. Si
se quiere incluir todos los co­
lores mixtos, se puede hablar
de una escala solo en un acor­
de bitonal, indicando como
escalones, por ejemplo, todos
los colores mixtos del azul al
rojo. De ello se deduce que
todos esos escalones se com­
ponen tanto del rojo como
del azul, pero que aumenta
la intensidad de uno de los
colores fundam entales, en IMAGEN3
tanto que la intensidad del
otro color decrece.
Ahora bien, los acordes bitonales puros se dan en m uy raras
ocasiones. Por lo general, son tríadas en las que participan el
blanco o el negro. Para visualizar estas intrincadas relaciones, debe
tomarse un octaedro y, tal como aparece en la imagen 3, pintar
los seis vértices con los seis colores fundamentales, y de cada
vértice pintar con intensidad decreciente el color fundamental
hasta la mitad del octaedro que le corresponde. Luego, habrá
colores puros en los vértices, acordes bitonales en los cantos y
tríadas en las superficies. Faltan en el octaedro los dos acordes
del blanco y el negro, que caracterizamos con gris. Se pueden
representar a través de una diagonal que va del vértice negro al
vértice blanco. No hay otras diagonales, porque tanto el rojo y
50
(Colores)

el verde como el azul y el amarillo se mezclan, como sabemos,


hasta conformar el blanco.
El octaedro brinda una buena imagen de las relaciones de
afinidad de los colores entre sí, y por eso también representa las
relaciones de afinidad de las sensaciones de color. Pero no refleja
las relaciones de los colores como propiedades de los objetos, ya
que dichas relaciones se constituyen tanto por medio de las leyes
fisiológicas de las excitaciones en las personas nerviosas como
por medio de las leyes físicas de la interferencia y de la refracción
de las ondas etéreas.
Todo esto pone en evidencia el complejo problema que sub­
yace a la experiencia más simple de color. No basta con tener
conocimiento sobre las relaciones de afinidad de las sensaciones
de color, tal como lo muestra el octaedro de colores. Junto con
este factor psicológico, también hay que considerar el factor
fisiológico del aparato óptico y nervioso de nuestro órgano
sensorial. Pues este crea las leyes de los efectos de contraste y
complementariedad de los colores. No forma solamente los pares
de colores complementarios al blanco, sino que también aumenta
el efecto de los colores complementarios cuando aparecen juntos
o de manera sucesiva.
Por último, entra en juego el factor físico, que constituye por
sí solo una ciencia que se ocupa de las leyes de las ondas etéreas.
Cuando un sujeto se topa con un objeto que emite ondas
etéreas, lleva consigo sus sujeciones fisiológicas y psicológicas,
porque tiene una organización corporal y anímica propia. El
sujeto recibe estímulos a los que responde con sensaciones de
color. Proyecta sensaciones de color hacia el exterior y reviste el
objeto con propiedades de color. No son solo objetos coloridos,
sino también blancos, grises y negros, a pesar de que no existan
ondas etéreas para colores negros y grises.
51
Carta segunda

Por ello, la precondición para la presencia de colores en el


mundo exterior es solamente el ánimo del sujeto. Sin su organi­
zación anímica, habría movimientos físicos y procesos nerviosos
fisiológicos, pero no colores.
Así también la organización anímica es la precondición de toda
experiencia. Incluso en las intervenciones quirúrgicas del sistema
nervioso ocular, cuando se suprimen los aparatos nerviosos y
ópticos de la retina, la organización anímica permanece intacta.
Como solo experimentamos algo por medio de nuestra organi­
zación anímica cuando está activo, no se puede resolver la cues­
tión de si la ceguera de colores es un defecto de la organización
fisiológica o anímica. Uno puede imaginarse perfectamente que
la organización del ánimo de un hombre contiene las sensaciones
para el rojo y el verde, pero que nunca son despertadas porque
se atrofiaron las personas nerviosas correspondientes.
Sólo a partir de la errónea doctrina de los materialistas de que
las sensaciones son funciones de las células cerebrales, dicha cues­
tión pudo definirse parcialmente. Todas las células cerebrales son
estructuras corpóreas y solo pueden activarse corporalmente en un
tiempo y espacio según la ley de causa y efecto. Sin embargo, las
sensaciones son incorpóreas. Cómo podemos pensar sus relaciones
con las células cerebrales es sobre lo que trataremos más adelante.
Ante todo, queremos dejar establecido que las sensaciones
de color con su organización ya existen en nuestro ánimo an­
tes de cualquier experiencia, solo se necesita de una situación
externa para entrar en actividad, actividad que se manifiesta en
que dichas sensaciones se vuelven conscientes. Solo entonces
el mundo exterior se adorna con colores que no son otra cosa
más que sensaciones proyectadas por nosotros. Estos colores,
luego, se convierten para nosotros en características del mundo
exterior. La organización del aparato ocular y nervioso en su
52
(Colores)

conjunto solo sirve para llamar a nuestras sensaciones cuando


es necesario conservar para nuestra vida las características más
seguras del mundo exterior. Esto explica que la falta de estímulo
luminoso actúa como un estímulo especial, no así la falta de
estímulo sonoro. Una sombra cada vez más cercana es siempre
una característica para un movimiento en el mundo exterior,
pero no ocurre lo mismo con un silencio.
Lo dicho sobre las sensaciones sonoras y de colores, en tér­
minos generales, también vale para el resto de las sensaciones.
Por doquier podemos constatar sensaciones individuales que
están conectadas entre sí a través de una organización anímica.
Cuando ocurre una experiencia, siempre hay sensaciones y una
organización. Siempre le dan el contenido a la experiencia. Pues
se trata a las sensaciones como propiedades de los objetos y se
las proyecta hacia afuera.
Las sensaciones olfativas han sido clasificadas recientemente,
y su organización se puede ver a través de un prisma. Para las
sensaciones de lo agrio, dulce, amargo y salado todavía no se
estableció un esquema de sus relaciones. Las sensaciones de tem­
peratura se miden en una escala de tres: cálido, templado y frío.
Es interesante que en nuestra piel haya solo dos transformadores
para los estímulos de temperatura. Uno está conectado con las
personas nerviosas que generan la sensación “calor’ y el otro con
las personas nerviosas que generan la sensación “frío”. Cuando
ambos transformadores se activan al mismo tiempo, producen las
excitaciones que llegan a las personas nerviosas para “lo caliente”.
Las sensaciones táctiles se basan solo en dos grandes sensacio­
nes, “duro” y “blando”, y en algunas sensaciones mixtas que se
combinan en una escala sencilla.
Se ha dicho que los cinco sentidos son los cinco dedos con los
que el ánimo toca el mundo exterior. Sería mejor comparar los
53
Carta segunda

sentidos con otras manos y que cada una de ellas tenga una mayor
o menor cantidad de dedos según las sensaciones fundamentales
de cada sentido. El trabajo conjunto de muchos dedos sensoriales
produciría un acorde bitonal, una tríada o sensaciones mixtas.
Pero todos los intentos por explicar en cosas corporales las
prestaciones [Leistung] de nuestras sensaciones nunca deben
inducirnos a que le atribuyamos relaciones espaciales a las sensa­
ciones. Las relaciones son completamente ajenas al espacio y su
dependencia conforme a una ley [gesetzmäßig] es una mera regla.
Dicha regla expresa más que la existencia de cierta semejanza y
determina también su actividad común.

54
Carta tercera
(Tiempo)

Las sensaciones sensoriales ofrecen, como hemos visto, el


material para toda experiencia. Ver, oír, sentir, oler y gustar des­
criben los cinco círculos sensoriales [Sinneskreis] a los que debe
agregarse el círculo de calor de las sensaciones de temperatura.
Cada círculo sensorial consta de un mayor o menor número de
sensaciones que se diferencian según el tipo (cualidad) y la fuerza
(intensidad). Las sensaciones sonoras se distinguen unas de otras
por medio de su tipo o cualidad. Además, cada sonido se presenta
con una fuerza e intensidad distinta. La afinidad de los sonidos no
se ve influenciada por su intensidad, aunque no ocurre lo mismo
con los otros sentidos. Los colores mixtos forman una tríada que
puede determinarse fácilmente en el octaedro de colores. Por
ejemplo, el marrón es una tríada compuesta de negro, amarillo
55
Carta tercera

y rojo. Los distintos colores del marrón se diferencian según la


fuerza de sus tres componentes.
Algo similar ocurre con los acordes bitonales del sentido de la
temperatura. Así, lo tibio se forma a partir de los componentes
calor y frío, que pueden aparecer en distinta intensidad.
Las sensaciones que se encuentran entre lo blando y lo duro
están determinadas a través de la diferente intensidad de estas
sensaciones básicas.
También podemos afirmar la misma influencia de la inten­
sidad en las sensaciones olfativas y gustativas. La intensidad es
importante, entonces, en todos los canales sensoriales.
No obstante, hay sensaciones que solo conocen cualidad pero
ninguna intensidad. Estas sensaciones nunca aparecen de manera
independiente, sino solo en relación con una o más sensaciones
de los mencionados círculos sensoriales. Tampoco funcionan
como elementos del contenido de la experiencia, sino solo para
ordenar las sensaciones que se dan en ella. Estas sensaciones de­
terminan el lugar , la orientación y el m om ento de la experiencia.
Para diferenciarlas de las sensaciones d e contenido , se las puede
reconocer como sensaciones de orden. Las sensaciones de lugar,
de dirección y de momento no tienen grados de intensidad. La
sensación azul, proyectada a un lugar, no puede estar proyectada
con una mayor o menor intensidad a ese lugar. Tampoco puede
estar dirigida con mayor o menor intensidad a una dirección ni
aparecer con mayor o menor intensidad en un momento.
En el nivel más básico, se encuentran las relaciones de las
sensaciones de momento. Dichas sensaciones constan de una
sola cualidad que se repite de manera constante. La repetición
ininterrumpida de la misma sensación del momento produce la
ley de afinidad, ley que asocia los momentos a una organización
que llamamos tiem po . Cada sensación de contenido, donde sea
56
(T iem po )

que aparezca, siempre se asociará a una sensación de momento


que fija el punto en la serie temporal en la que se ordena dicha
sensación. Cada momento vivenciado se diferencia de ios otros
momentos únicamente por el sentimiento de la vivencia hecha,
del mismo modo que cualquier sensación se constituye por me­
dio de ese sentimiento ante cada repetición de dicha vivencia.
Las sensaciones de contenido se ordenan en forma unívoca por
medio de signos temporales de momentos y se las incorpora a la
serie temporal, ya que todos los momentos tienen un “antes” y
un “después” gracias a su manera de asociarse conforme a una ley.
El tiempo como ley de afinidad de momentos precede nece­
sariamente a cada experiencia, experiencia que consta de signos
temporales con sensaciones de contenido. Como el tiempo forma
una cadena irrompible, perdura en la conciencia del sujeto cuan­
do vivencia un momento particular, momento que se asocia a su
antes y a su después, a su pasado y a su futuro. De esta manera,
a diferencia de las reglas de afinidad de los círculos sensoriales
respecto a las sensaciones de contenido, el tiempo se proyecta
en el mundo exterior con los momentos particulares como un
todo y forma uno de los pilares de nuestro mundo. El tiempo
nos permite secuenciar y desplegar en serie nuestras sensaciones
de contenido que, de otro modo, coincidirían.
Si recordamos la comparación que representaba los cinco
círculos sensoriales como los cinco dedos de nuestras manos, el
tiempo nos permite utilizar los cinco dedos sucesivamente. Y
si comparamos los círculos sensoriales con manos con muchos
dedos, el tiempo nos da la posibilidad de que las sensaciones
funcionen en forma sucesiva e independiente unas de las otras.
El tiempo separa las experiencias unas de otras y por ello se
convierte en el fundamento de toda nuestra experiencia vital. No
sorprende que, al igual que el contenido de las experiencias, el
57
Carta tercera

tiempo se proyecte en el mundo exterior que, por ello, se forma


como una sucesión constante de variables en la que cada suceso
se une con seguridad con uno pasado y con uno futuro.
Sin tiempo tampoco sería posible el concepto de realidad, que
indica las causas que preceden y los efectos que siguen.
Por el uso impreciso de la lengua, que muchas veces emplea
la palabra realidad [Wirklichkeit] por la de existencia [Dasein],
estamos inducidos a designar como irreales todas las formas de
existencia que no se sometan a la ley de causa y efecto y, con ello,
negarles su condición de existentes. En verdad, la ley de causa y
efecto se refiere solo a los sucesos ligados unos con otros en forma
inmediata a través del antes y el después de la secuencia temporal.
En dicha secuencia temporal hay ciertas conjunciones que
denominamos ritm o y cuya existencia ya conocemos en las
sensaciones sonoras. Llamamos m elodía a los sonidos asociados
rítmicamente que conforman una unidad. En cada melodía se
acentúan solo determinados momentos que están separados por
una secuencia más corta o más larga de momentos no acentuados.
De ello surgen formas que deben su estructura únicamente al
tiempo, en el que se expanden como superficies en el espacio.
Las melodías deben su existencia solo a nuestra organización
anímica. No se presentan en el mundo exterior. El sujeto las
forma con ayuda de sus sensaciones sonoras y signos temporales
y puede transmitirlas al mundo exterior produciendo sonidos
conjugados y estructurados rítmicamente. No obstante, sin un
segundo sujeto que pueda reproducirla por su cuenta, la melodía
queda sin efecto en el mundo exterior. Sin espacio y sin cuerpo,
esta estructura formada según el tiempo no podría actuar sobre
las formas corporales del mundo exterior. Los cuerpos actúan
unos sobre otros según la ley de causa y efecto. Pero la melodía
se sustrae a esa ley, porque está formada según la ley del tiempo.
58
(Tiempo)

Existen estructuras corporales» como nuestras cajas de m ú­


sica, que pueden producir melodías. Pero esta capacidad de las
cajas de música fue condicionada por el artesano que la fabricó
y que ya tenía formada la melodía en su organización anímica
antes de construir la caja de música. Por lo general, el artesano
procede de la siguiente manera: primero construye un cilindro
giratorio al que rota de manera uniforme por el movimiento de
unos muelles y luego le coloca unas púas que hacen sonar una
serie de lengüetas vibratorias, Gracias a la disposición de estas
púas, el artesano puede hacer que suenen las distintas lengüetas
en cualquier serie. De esta manera, elige una disposición tai que,
al rotar el cilindro, la secuencia de púas se corresponda con la
secuencia temporal de su melodía. El artesano usa así la ley de
causa y efecto que hace que las púas toquen las lengüetas en
determinados intervalos. Los intervalos espaciales que hay en
el cilindro entre las púas se utilizan para generar los intervalos
temporales cuando rota el cilindro.
De esta manera, el artesano materializa la estructura temporal
de la melodía en la estructura espacial de la caja de música. En la
caja de música todo sigue leyes mecánicas, excepto la disposición
de las púas en el cilindro giratorio, que debe su existencia a las
leyes temporales en el ánimo del artesano.
A menudo, se intenta fijar en el cerebro humano estructuras
similares a las de la caja de música. Por ahora no se ha logrado.
Pero incluso si se lograra demostrar que el protoplasma morfo'
genético es capaz de formar un aparato nervioso que estimule
las personas nerviosas para sensaciones sonoras en un ritmo
determinado, no por eso la melodía dejaría de ser productora
del aparato. Pues las disposiciones nerviosas, que estarían deter­
minadas a fijar los intervalos de estimulación, quedarían también
dispuestas por la melodía.
59
Carta tercera

seres vivos contiene la misma cantidad de momentos pero de


distinta duración, de modo que algunas veces duran centésimas
de segundos y otras veces horas. Ahora bien, hay animales que
viven solo un año y otros apenas unos días. ¿Cómo se trans­
forma la imagen del mundo si ellos alojan en su vida la misma
cantidad de momentos que nosotros? Si estos animales tuvieran
el entendimiento humano, los viejos padres de un año, al morir
en otoño, les dirían a sus hijos que ahora les queda por delante
un largo período en sus vidas en el que deberán atravesar los
horrores del frío y la nieve. Y también les dirían que no deben
perder las esperanzas porque en la juventud ellos tuvieron que
atravesar los mismos horrores y luego llegaron tiempos mejores.
Los animales que viven solo un día les hablarían a sus hijos de
ese tiempo horroroso como una vieja leyenda. Para algunos, día
y noche serían un mes; para otros, media vida.
A estos seres vivos, todos los sucesos en el mundo les deberían
parecer extraordinariamente largos. Así, la bala que sale volando
de la pistola parecería estar suspendida en el aire. Desconocerían
también el crecimiento de los árboles, al igual que nosotros el
de las montañas.
Por otro lado, podemos pensar en seres vivos que extienden
su cantidad de momentos durante un mayor número de años.
Para ellos, las estaciones cambian como para nosotros los días.
Todo ocurriría en un tiempo más acelerado. Las hierbas brotarían
de la tierra como de una fuente y desaparecerían. Los bosques
reverdecerían, crecerían y morirían como las praderas. No se
vería el sol, solo un haz centelleante aparecería brevemente en
el cielo para darle lugar a una corta oscuridad.
Baer señala que el tiempo en el que percibimos los movimien­
tos del mundo exterior coincide con el resto de nuestras capa­
cidades. Esto se explicaría aceptando la suposición de que hay
62
(Tiempo)

un órgano sensorial para el tiempo construido según el mismo


plan que el resto de nuestros órganos.
La experiencia temporal tiene un carácter subjetivo marca­
do, al igual que el resto de las experiencias, dado que, para la
sensación del tiempo externo, no existe un órgano que se excite
rítmicamente por estímulos externos. Por el contrario, el ritmo
es creado por el órgano interno que enmarca los estímulos del
propio cuerpo. Pese a esto, siempre se considera el tiempo como
una propiedad objetiva del mundo exterior y se le atribuye una
duración eterna.
Si la ley de la organización anímica para el sentido temporal
consiste en la relación del momento con un momento anterior
y un momento posterior, estamos concibiendo que no se pueda
pensar ni un momento primero ni un momento último. Al igual
que todas las sensaciones que proyectamos, convertimos las sen­
saciones de momento en propiedades del mundo exterior. Por
ello, el mundo parecería tener, para quien lo mire acríticamente,
una duración eterna.
La serie temporal que comprende las sensaciones de momento
como su organización es única en su tipo. Por eso, nunca habrá
más que un tiempo y todos los períodos que consideremos de­
bemos introducirlos necesariamente en ese único tiempo.
Considerando el todo, el tiempo nunca será contenido de una
experiencia, sino solo un parámetro subjetivo para cada expe-
riencia. La estructura del parámetro es para todos los hombres
la misma, ya que consta de unidades elementales idénticas que
se conectan en serie por medio de un antes y un después, como
los centímetros en un metro. Pero la unidad de cada medida
temporal es diferente entre los seres vivos. Linos miden por
minutos, otros miden por segundos.

63
Carta cuarta
(Espado)

Mientras que los signos temporales acompañan cada sensación


y la incorporan en la serie temporal, las sensaciones de lugar
siempre son solo una parte de las sensaciones de contenido.
Unicamente al tocar y al ver, somos concientes del lugar exacto
en el que estamos.
Todas las otras sensaciones de contenido suelen relacionarse
en nuestra conciencia con sensaciones táctiles más o menos cla­
ras y, a través de la mediación del sentido táctil, adquieren una
referencia más o menos precisa de su lugar.
Esto muestra un hecho significativo para nuestra organización
anímica: podemos proyectar al mismo tiempo y en el mismo lu­
gar una sensación de cada uno de los círculos sensoriales —pero no
dos sensaciones independientes de un mismo círculo sensorial-.
El mismo lugar del mundo exterior puede ser azul, salado, duro,
65
Carta cuarta

frío y oler a rosas y producir un sonido. Pero no puede ser al


mismo tiempo azul y rojo, salado y amargo, duro y blando, frío
y caliente, oler a rosas y a heliotropo, ni producir dos sonidos.
En tanto estén proyectadas en el mismo lugar y no difieran en
su espacio, todas las sensaciones del mismo círculo sensorial se
someten a las leyes de su círculo y deben tomar posición unas
respecto de las otras. De esta manera, cuando ocupan el mismo
espacio, el rojo y el azul se convierten en violeta y dos sonidos
se convierten en un acorde.
Esto es un hecho tan cierto que se podría decir que, si dos
sensaciones aparecen en el mismo lugar al mismo tiempo, no
pertenecen al mismo círculo de afinidad.
Como se señaló, solo el sentido óptico y el táctil están
relacionados directam ente con la sensación de lugar y de
ellos tomaremos más informaciones para sentir el lugar en
que estamos.
El mundo exterior no nos transmite ningún estímulo espe­
cífico de lugar. En este caso, también falta el factor físico. Por
ello, en los órganos del sentido óptico y táctil, buscaremos un
factor fisiológico que nos suministre los estímulos necesarios.
Probablemente, estos mismos órganos sensoriales son los que,
cuando los estímulos externos se transforman en excitaciones de
las personas nerviosas, desvían una parte de dicha excitación a
la persona nerviosa de la sensación de lugar.
La organización anímica para todas las sensaciones de lugar
que podrían acompañar como “signos locales ” al sentido táctil
o al óptico es siempre la misma; es decir, se trata de una doble
vecindad. Mientras las sensaciones de momento o “signos tem ­
porales” se asocian solo a un vecino para el antes y a otro para el
después, los signos locales se unen a dos pares de vecinos: “arriba
y abajo5' e “izquierda y derecha'.
66
(Espacio)

A diferencia de los signos temporales que forman una única


serie, los signos locales forman superficies, cuya forma de afinidad
es la “extensión .
Cada sensación de lugar proyectada al exterior proporciona
un lugar como propiedad. No existe un lugar sin vecinos, todo
lugar supone la existencia de vecinos a través de la ley de afini­
dad al igual que el momento tiene los suyos. En consecuencia,
la organización anímica de las sensaciones de lugar, es decir, la
extensión, es proyectada al exterior de la misma manera que
el tiempo es proyectado como la organización anímica de las
sensaciones de momento.
Llamo a la extensión proyectada al exterior “lo extenso \ Por
la particular distribución del órgano sensorial táctil sobre toda
nuestra piel, resulta necesario que lo extenso nos rodee y envuelva.
Como la extensión forma una única superficie, lo extenso surge
de todo lo que nos rodea como la cara interna de una esfera hueca.
La organización anímica de los signos locales de la vista tam­
bién es una superficie. Proyectado hacia el exterior, está lo extenso
rodeándonos también, ya que en cualquier posición siempre
veremos delante de nosotros lo extenso.
Así, según manifiestan los signos locales de ambos sentidos,
estamos encerrados dentro de una esfera hueca compuesta por
localidades.
Para que el espacio se establezca, es necesario otro signo sen­
sorial al que pronto haré referencia.
La extensión, en tanto organización anímica de nuestros signos
locales, no se asemeja a la forma de nuestro órgano sensorial
táctil ni de nuestro órgano sensorial óptico, ya que no es otra
cosa que una superficie infinita en la que cada lugar tiene dos
vecinos a ambos lados. La piel, como soporte del órgano senso­
rial del sentido táctil, consta de una composición de múltiples
67
Carta cuarta

superficies que se superponen unas con otras. La retina del ojo,


como soporte del sentido visual, es una envoltura semiesférica
que posee un borde en el que los transformadores no tienen ve­
cinos en ninguno de los dos lados. No obstante, las sensaciones
de lugar generadas por la retina siempre tienen vecinos. Mientras
la superficie visual tiene sus límites, la superficie local que se
proyecta en simultáneo es ilimitada.
En todos los otros canales sensoriales, si quisiéramos tener una
idea general de las relaciones de afinidad, estamos obligados a
buscar una estructura espacial que comprenda relaciones simila­
res. Así surgió la escala de sonidos, el octaedro de colores, etc. Por
primera vez, esto no es necesario, ya que la forma de afinidad de
una superficie infinita es inmediatamente asible. Pero así como
las estructuras auxiliares espaciales nada tienen que ver con las
formas anatómicas de nuestros órganos sensoriales, la superficie
infinita de la extensión tampoco tiene relación con las formas
de los órganos sensoriales que envían excitaciones a las personas
nerviosas de los signos locales.
Entretanto, habremos avanzado lo suficiente como para notar
que, por mucho que su forma se corresponda con una forma
intuitiva de la organización anímica, un órgano corporal exis­
tente nunca puede sustituirla. Pues las sensaciones, incluso las
de lugar, no residen como factores completamente incorpóreos
en las estructuras espaciales, lo que las separaría unas de otras en
el espacio. Las sensaciones recién aparecen cuando un proceso
fisiológico hace posible su liberación. Luego, se manifiestan
rápidamente como miembros de una organización que antes
carecía de espacio. Las sensaciones particulares devienen entonces
propiedades. Las de lugar, por su parte, se convierten en lugares,
cuya organización del ánimo, carente de espacio, se extiende con
ellas espacialmente.
68
(Espado)

Si se compara las sensaciones de contenido con dedos que le


sirven al sujeto para entrar en contacto con el mundo exterior,
las organizaciones de las sensaciones de orden les dan la posibi­
lidad de actuar de manera individual y conjunta en un amplio
espectro. El tiempo les permitió actuar una tras otra, mientras
que la extensión les permitió actuar una junto a la otra.
Como en muchas sensaciones, la cantidad de signos locales
está ligada al número de personas nerviosas que, al producir la
excitación, resuenen en nosotros. Por ello, también es limitada
la cantidad de lugares que aparecen en lo extenso y está sujeta a
variaciones individuales.
Ernst H einrich Weber1 ya demostró que existen grandes dife­
rencias en nuestra piel respecto a la precisión de las sensaciones
de lugar. Si se apoyan sobre la nuca las dos puntas de compás a
una distancia de un centímetro y, sin modificar dicha distancia, se
las desliza por la piel de la espalda hacia abajo, se irán acercando
cada vez más nuestras sensaciones y se fundirán en una. En la piel
de la espalda entran en excitación menos personas nerviosas para
las sensaciones de lugar que en otras zonas de la piel del torso,
sobre todo, en las puntas de los dedos y la lengua. Pero eso no
modifica el orden de los lugares en lo extenso.
En nuestra retina, la precisión de las sensaciones de lugar
alcanza su máximo nivel. Está sujeta a grandes variaciones
individuales, lo que se advierte mejor cuando se comparan
las pinturas de distintos artistas. Las pinturas de van Eyk y de
Holbein nos llevan a un mundo con una riqueza de lugares que,

1 Ernst Heinrich Weber (17 9 5 -1 8 7 8 ). M édico, psicólogo y anatomista


de origen alemán. Reconocido como uno de los fundadores de la psicología
experimental. (N. de JMH)

69
Carta cu a rta

bajo ningún aspecto, pueden equipararse con el mundo del


observador común.
Si aumentan los lugares en nuestro mundo visible, tal como
hizo K arl Ernst von Baer para los momentos, o disminuyen en
forma notoria, la imagen de mundo cambia de igual manera. En
un mundo que aloje diez veces más lugares, los movimientos se
darán mucho más rápidos, porque usan el mismo tiempo para
recorrer cien posiciones en lugar de diez. Así, para determinar
diez veces más lugares en la bóveda celeste, ésta debe extenderse
proporcionalmente. El sol, que recorre en el mismo tiempo su
arco inmenso, debe hacerlo con un tiempo bastante más rápido.
De la misma manera, en un mundo empequeñecido por la
falta de lugares, la vida transcurre en un tiempo mucho más
largo. El sol podrá tomarse con calma recorrer un arco celeste
más pequeño, ya que tiene el mismo tiempo para un trecho
mucho más corto.
Esto también puede emplearse para todos los movimientos.
El hecho de que haya sensaciones de lugar simples, indi visibles
y elementales que transformamos de signos locales en lugares
del mundo exterior ha sido de importancia decisiva para todo
el pensamiento de los físicos y químicos contemporáneos. Los
indujo a investigar átomos en todos los objetos estudiados, es
decir, que buscaran en ellos unidades elementales espaciales que
sean indivisibles y que no tengan forma. Pero estas unidades son
solo lugares que expresan sensaciones de lugar. Recién cuando
todos los objetos sean descompuestos en átomos, se los considera
completamente investigados. Tomamos como base de nuestro
conocimiento cósmico, incluso de manera inconciente, la organi­
zación anímica que existe de antemano en nosotros. Y con razón,
ya que no podemos indagar más profundo que la conformidad
a una ley [Gesetzmäßigkeit] dada en nuestro ánimo.
70
(Espacio)

Si queremos hacernos una idea de cómo se produce algo


extenso que consta de lugares aislados, basta con que recorde­
mos el cosquilleo que aparece en las extremidades “dormidas”.
Pues ahí nos damos cuenta de una superficie que se compone
de numerosos lugares. Los lugares siempre están ordenados por
sus relaciones de contigüidad, pero permanecen completamente
desconectados. Para formar una superficie continua, les faltan
los trechos “más pequeños”, que fusionan por todos lados los
lugares contiguos.
Para la relación de contigüidad d e 4arriba y abajo” falta todavía
el vínculo que solo puede dar un “hacia arriba y hacia abajo”.
De la misma manera, para “izquierda y derecha” está el corres­
pondiente “hacia aquí y hacia allá”. Y falta también el “paso
más corto’' para franquear el “trecho más pequeño”. Para ello,
se requiere una sensación básica especial que, en la mayoría de
los casos, resuena con tal evidencia que no se le presta atención.
Se trata, pues, de una sensación elemental de movimiento que
debemos investigar para poder completar la imagen del mundo
exterior. Pero no podremos buscarla en las sensaciones de conte­
nido antes mencionadas. Por el contrarío, debemos analizar las
sensaciones que se presentan en nuestros propios movimientos.
Esto es relativamente fácil. En todos los movimientos volun­
tarios de nuestros miembros, podemos separar las sensaciones
de movimiento de las sensaciones simultáneas de músculos
y tendones (son similares a las sensaciones táctiles). Pero el
problema se complejiza cuando nos planteamos la cuestión del
factor fisiológico que transforma los estímulos en excitaciones,
excitaciones destinadas a las personas nerviosas para las sensa­
ciones de movimientos.
A partir de experiencias con enfermos nerviosos, se ha de­
mostrado que se trata de un órgano sensorial central que no
71
Carta cuarta

obtiene sus estímulos de los músculos y tendones periféricos, sino


directamente de los nervios motores, y lo hace antes de que sus
excitaciones lo envíen a órganos efectores. El impulso de movi­
miento que realizamos al mover nuestro brazo se convierte en
ondas de excitaciones en los nervios motores del brazo y, antes,
esas ondas emiten el estímulo para el órgano sensorial central
que produce las sensaciones de movimiento.
Los signos de movimiento están mucho más ligados con nues­
tros impulsos voluntarios que con las sensaciones musculares. Al
impulso más breve le corresponde el signo de movimiento más
pequeño. Siempre se lo orienta en alguna dirección, por lo que se
puede hablar de “sensaciones de d irecció n 5o “signos de dirección \
Las sensaciones de dirección se pueden clasificar en tres pares
correspondientes: “hacia arriba y hacia abajo”, “hacia aquí y hacia
alia5 y “hacia atrás y hacia adelante”. La organización anímica
que comprende a todos ellos es el “movimiento”.
Si proyectamos las sensaciones de dirección en el mundo
exterior, debemos hablar de “grados de dirección”. Los grados
de dirección más pequeños unen, como sabemos, los lugares
contiguos más próximos. Son los que transforman lo extenso
en un continuum recopilando todos los lugares en la superficie
de lo extenso.
Las relaciones de afinidad entre los signos de dirección son
más ricas que aquellas que se dan entre signos locales. Los signos
locales poseen, como vimos, una contigüidad doble, mientras
que los signos de dirección tienen una triple. Se agrega un “hacia
atrás y hacia adelante” que en lo extenso no existe. Por ello, la
posibilidad de movimiento que crean los signos de dirección es
mucho mayor que aquella que puede ofrecerles lo extenso.
Por ello, la organización anímica de los signos de dirección
proyectados al exterior no es una superficie como lo extenso, sino
72
(Espado)

el propio espacio ilimitado. Este espacio es ilimitado porque en


cada lugar, y mientras estén separados, los signos de dirección
siempre poseen una contigüidad triple gracias a su organización
anímica y pueden dirigir sus pasos en tres direcciones.
Sin embargo, es un error afirmar que nuestros ojos nos dan la
intuición de un espacio ilimitado, los mismos ojos que, además
de suministrarnos las sensaciones de contenido del sentido óptico
y los signos locales vinculados a ellas, nos proveen los signos de
dirección gracias a su delicado aparaco motor.
Recibimos los signos locales para “hacia arriba y hacia abajo” y
para “hacia aquí y hacia allá” a través de los músculos que mue­
ven el globo ocular. Si no hubiera otros signos de dirección, el
mundo nos parecería una cavidad pintada que nos rodea y que
está siempre a la misma distancia.
Pero también están los músculos del aparato de acomodación
que se aproximan y que nos suministran los signos de dirección
para los “hacia delante” y “hacia atrás” de acuerdo con la posición
del cristalino. Por ello, ciertas partes de la gran superficie de lo
extenso se aproximan a nosotros en mayor o menor medida y
sé colocan como bastidores delante de todo el fondo universal
que parece cerrarse detrás de ellos.
Este fondo, sin embargo, no está infinitamente alejado de
nosotros, sino que se nos aparece como una proximidad comple­
tamente finita. Se estima que el horizonte está entre cuatro a seis
horas a pie y el cénit de la bóveda celeste entre dos y tres horas.
Tan pronto nuestros ojos están adaptados para la lejanía, los
músculos de acomodación están completamente distendidos y,
por ello, no pueden suministrar más signos de dirección para el
“hacia adelante”.
En tanto, la distancia del horizonte se aplaza porque apren­
dimos a usar la magnitud y la posición de los objetos conocidos
73
Carta cuarta

como signos de distancia. Sin embargo, este medio también tiene


sus límites y, por ello, llegamos a lo extenso que rodea el cielo
como una superficie azul.
En la noche, las estrellas se ponen en mayor o menor medida
detrás de la superficie uniforme, ahora negra, de lo extenso.
Lo extenso se parece al lienzo de una pintura sobre el que
se pintan los colores y del cual se acercan o separan los objetos
pintados debido a los signos de distancia.
Así es el mundo que tenemos delante de nosotros y que en
nada pueden cambiar los astrónomos con sus distancias calcu­
ladas en siglos luz. Tampoco lo cambian en nada los telescopios;
por el contrario, acercan las estrellas a nuestra visión en lugar de
aplazarlas al infinito.
Las sensaciones de lugar y las sensaciones de dirección con su
organización anímica crean marcos para el escenario cósmico en
el que nosotros observamos. Estos marcos, es decir, el espacio
limitado, no existen antes de la experiencia. No obstante, surgen
naturalmente en cada experiencia del mundo exterior, ya que
los factores del animo que lo forman existen en nosotros antes
de cualquier experiencia y también porque todos los estímulos
del mundo exterior activan esos factores del ánimo sin importar
cuáles sean los signos de contenido que despiertan en cada caso.

74
Carta quinta
(Forma [Gesto/t])

Los caminos que hemos transitado hasta aquí fueron espi­


nosos, porque nada es más difícil que el inicio en la crítica de
nuestra propia experiencia. Especialmente cuando el montón
de hechos empieza a hacerse homogéneo, adquirimos un suelo
firme debajo de nuestros pies y podemos caminar hacia adelante
con cierta seguridad*
Si miramos hacia atrás, vemos entonces cómo las distintas
organizaciones anímicas conforman las estructuras claramente
definidas en el espacio* Conocemos la escala de notas, el octaedro
de colores, el prisma de los olores, el grado de las sensaciones
táctiles, etc. Sin embargo, la cuestión es cuál es el significado de
esas cosas particulares que son espaciales pero que se expresan
en relaciones no espaciales.
75
Carta quinta

El significado está en que con estos medios estamos en con­


diciones de afirmar lo que ocurre con dos sensaciones cuando
ambas se encuentran en un mismo momento y en un mismo
lugar. Pero luego no se desarrollan a través de las sensaciones de
orden, sino que permanecen juntas como hojas de un capullo
en el brote de su organización anímica. Lo que surge en estos
casos lo podemos notar y afirmar de las reproducciones espacia­
les de los órganos anímicos, cuyas propiedades comunes deben
concederle el lugar a dichas sensaciones.
Tan pronto ambas sensaciones aparecen en distintos tiempos
y lugares, surge en el fondo el significado de su organización
anímica. Entonces se desarrollan y pueden convertirse cada una
para sí en una propiedad de su lugar.
Para ser preciso, no se debe hablar de un mismo lugar, sino
de lugar y posición. Pues los signos de dirección para 'adelante
y atrás” tienen la capacidad de moverse hacia el mismo lugar
desde la extensión que va de nosotros hacia otra posición en el
espacio y, con ello, hace posible el desarrollo de otra perspectiva.
De esta manera, el tiempo y el espacio nos dan la posibilidad
de desarrollar la variedad de nuestros órganos anímicos con
diversidad de sensaciones y adornar cada posición del espacio
en cualquier momento con una sensación de todos los tipos de
contenido. Así se completaría el mundo con miles de átomos
distintos. El número de todos los distintos átomos posibles puede
ser fijado por permutación de todas las sensaciones de todos los
círculos de contenido.
Pero el mundo no está lleno de átomos ni de grupo de
átomos, sino de objetos que, aparte de las propiedades que les
dan las sensaciones de contenido, tienen también algo especial
llamado “fo rm a ”.
¿Cómo se origina la forma?
76
(Form a [Getso/t])

Es evidente que la forma no representa otra cosa que una reía­


is ción espacial determinada de lugares que pueden ser adornados
con distintas propiedades. Sin embargo, las relaciones espaciales
de lugar a lugar crean los grados de dirección. La forma es tam­
bién un tipo de esqueleto espacial revestido por las sensaciones
de contenido con la carne de las propiedades.
Ya hablamos de relaciones similares cuando tratamos las melo­
días. También en las melodías se produce una sensación de orden;
es decir, los signos temporales como esqueleto de ritmos que se
llenan de carne de sonidos producen la melodía que representa
una unidad extendida en el tiempo.
Precisamente, en esta dirección queremos ir: hacia la investiga­
ción del origen [Entstehung] délas formas. Realmente llegamos a
conocer lo suficiente una forma cuando vo lvem o s a reconocerla,
una vez que hemos asimilado en nosotros sus contornos a través
del registro de nuestra mirada.
Esto nos conduce también a comprender algo más profundo
que llamamos m em oria. Nuestra memoria, que tenemos en uso
prolongado en el reconocimiento cíe los objetos, normalmente
no se constituye de imágenes que mantenemos delante de los
objetos y que más o menos los cubren, sino que se basa en
un conocimiento de secuencia visual que fue efectuado antes
en el registro de los objetos. El objeto permanece en nosotros
en la memoria no como imagen term inada sino como una
secuencia de signos de dirección que también nos im pregna
una melodía. La secuencia de signos de dirección que genera
la forma tiene un rol importante en el reconocimiento de los
objetos tanto como lo tiene la secuencia de signos temporales
que genera el ritmo en el reconocimiento de las melodías. Por
eso, nos resultaría mucho más simple reconocer un objeto
de muchos colores en una visualización blanco y negro y lo
77
Carta quinta

mismo ocurriría con la melodía de una percusión solamente


compasada del ritmo.
Siguiendo a Kant, llamo “esquema ” entonces a los signos de
dirección de la secuencia conservada en la memoria, signos que
resuenan cuando registramos un objeto con nuestra mirada y
producimos con ello una nueva serie de signos de dirección.
No hay forma sin esquema como no hay melodía sin ritmo.
Esquema y ritmo representan ambas reglas de los signos de orden
que son capaces de formar unidades en relación con signos de
contenido. La memoria representa un órgano anímico que tiene
la facultad de conservar reglas y disponerlas para el uso. Dado
que las reglas dominan tanto las sensaciones de lugar como las
de tiempo, el órgano no es en sí mismo ni espacial ni temporal.
También las imágenes son conservadas en la memoria. Son
usadas a diario para obtener una impresión general de muchos
objetos en su entorno [Umgebung] y no para formar formas.
En definitiva, una imagen guardada en la memoria no es otra
cosa que una regla fijada de una sensación de lugar con un signo
de contenido.
Por lo tanto, en los órganos anímicos de la memoria tenemos
tres tipos de reglas, una para cada uno de los tipos de signos de
orden. Al recordar, estas reglas son buscadas en el interior del
ánimo, es decir, en la memoria, para formar con su ayuda los
signos de contenido. Así, se originan las melodías, las formas y
las imágenes. Estas reglas parecen estar sometidas a oscilaciones
individuales y estar formadas en el sujeto principalmente por
estas tres capacidades. La capacidad siempre debe estar disponi­
ble por medio de los esquemas para formar las formas, ya que
es imprescindible para producir objetos claramente definidos.
Por el contrario, la capacidad de producir imágenes y melodías
parece indicar una construcción muy artificial.
78
(Forma [Getso/t])

Si definimos la memoria como un órgano que conserva reglas,


nos queda entonces el órgano que las ejecuta. Un órgano que
esencialmente forme unidades por medio de reglas para las sen ­
saciones de orden a partir de aquellas sensaciones de contenido
que despiertan en nosotros los estímulos del mundo exterior.
Distinguimos las sensaciones de contenido existentes (que se
remiten a los estímulos del mundo exterior) y las sensaciones
de orden correlativas (que se remiten a los estímulos de nuestro
cuerpo) como el material a partir del cual el órgano formativo
forma unidades recurriendo a las reglas ya listas en la memoria
(particularmente para las sensaciones de orden). El órgano
anímico formativo se caracteriza por su fuerza formativa y esa
fuerza representa el prin cip iu m m ovens de todos los órganos
anímicos subordinados.
Kant llam a apercepción a la fuerza formativa en su actividad
sintética y la coloca en el punto medio de su reflexión sobre
todas las funciones del ánimo en el campo de la actividad
sensorial. Esta fuerza es el escenario que crea y sobre el que
ocurren los acontecimientos del mundo exterior, ordenando
el material sensorial existente con las reglas disponibles. Pero
también es capaz de producir nuevas reglas que, conservadas
por la memoria, provean el aglutinante de los signos sensoriales
para experiencias posteriores.
El órgano de la apercepción representa, por lo tanto, el
miembro dominante en el organismo anímico que convierte la
experiencia en una acción unitaria e independiente del sujeto.
La auto-actividad es la propiedad preponderante del órgano de
apercepción. Su fuerza formativa, que es incesante en el trabajo
de crear unidades y con las cuales poblamos el mundo, es como
una fuente viva que concibe su actividad por sí misma. Una
condición significativa subraya este importante órgano anímico:
79
C arta quinta

tan pronto se activa, es acompañado por su siempre igual signo


sensorial que imprime su sello a cada experiencia. Este signo
sensorial es el “Yo” que, como dice K anty representa la unidad
continua en la apercepción.
Cuando vemos en actividad cómo todo ese aparato sensorial
del ánimo forma su material correspondiente de las sensaciones
para poblar el mundo exterior, la pregunta es: ¿qué es lo que
realmente queda como algo original del mundo exterior?
Todo el marco espacial y temporal del mundo es obra del áni­
mo. Todos los objetos situados en él se componen de propiedades
que son sensaciones del ánimo. El ordenamiento de las propie­
dades se basa en las reglas del ánimo. Cuando tocamos una cosa
con un dedo sensorial, por así decirlo, se obtiene una propiedad.
Si intentamos ir detrás de su carácter verdadero tocando con un
segundo dedo sensorial, se obtiene una segunda propiedad. Así la
vibración de aire que se percibe en el oído como tono se convierte
en zumbido cuando lo analizamos con el órgano táctil de la piel.
La onda etérea que los ojos perciben como color se convierte
en calor cuando se encuentra con el órgano de temperatura. La
forma que se percibe con los ojos se convierte en algo firme para
el órgano táctil y así sucesivamente...
¿Y qué más son las vibraciones si no los efectos de los signos
de dirección relacionados con las sensaciones de contenido? ¿Qué
surge del elemento originario del mundo, el átomo, que no sea
otra cosa que un signo local que ora se relaciona con este ora
con aquel signo de contenido?
Nada, ni la física ni la química nos conducen fuera del dominio
de nuestra organización anímica. Sus leyes, tan abstractas como
puedan ser, es decir, tantos signos de contenido como puedan
tener, se encuentran de este lado de los límites de la sensorialidad,
ya que no pueden existir sin sensaciones de orden. El mundo
80
(Forma [6e¿bo/¿])

entero se derrumbaría, si se quitaran los lugares, las direcciones


y el tiempo.
Sin añadidura subjetiva no se puede conducir a ningún lado
el impulso por comprender io puramente objetivo. Si tuviéra­
mos cientos de ojos y oídos para estar a la escucha del mundo y
miles de sensaciones sensoriales que nos revelasen los rasgos más
finos, todavía quedarían nuestros sentidos y su resultado sería
algo puramente subjetivo. No nos es posible salir del círculo
vinculado a nuestros órganos anímicos, ya que todos nuestros
medios de experiencia son al mismo tiempo los límites de nuestra
experiencia.
Por ello, debemos conformarnos y empeñarnos en indagar el
mundo dentro de los límites subjetivos dados con los medios
subjetivos dados.
Desistiremos de afirmar que sabemos qué es el mundo real­
mente. Que los físicos afirmen “el mundo no es otra cosa que
un remolino infinito e inmenso de átomos que dura por la eter­
nidad sin principio ni fin” suena mucho más pomposo que la
siguiente frase: “el mundo, tal como se nos aparece en el tiempo
y el espacio, está anudado a las relaciones existentes en nuestro
ánimo para nuestras sensaciones de orden. Debemos llenar el
mundo de lugares, direcciones y momentos. Como ninguna de
estas sensaciones puede ser pensada sin vecindad, el mundo se
nos aparece necesariamente infinito y eterno.”
Algo así podría ser la explicación biológica. Si bien esto suena
muy sencillo, es también muy cierto.

81
Carta sexta
(Mundo circundante
[Umwe/t])

Vimos cómo la apercepción ordena el material sensorial que


está a disposición y cómo convierte los signos de dirección ma­
nifiestos en formas que pueden ser vistas con signos de conte­
nido de cualquier tipo. La resonancia de las sensaciones sucede
independientemente de la apercepción, pero les confiere forma
y contexto.
Por lo tanto, el mundo está lleno de formas coloras, tonales,
olorosas, gustosas, calientes o frías, duras o blandas que caracte­
rizamos como objetos” [Objekte].1

1 Uexküll emplea el término de raíz latina “Objekt” y lo distingue de su


equivalente alemán “Gegenstand”. Sí bien ambos confrontan con “sujeto”,
confrontación heredada de Descartes, “Gegen-stand” significa literalmente “estar
enfrente de” o “estar en contra de”. Al no encontrar una traducción equivalente,
optamos porque el lector la distinga por las cursivas. (N. de T.)

83
Carta sexta

No obstante, la apercepción se ocupa de otras reglas según


las cuales se pueden agrupar los objetos [Objekte], Una de las
reglas más importantes la ofrece la 'prestación” [Leistung].
Nosotros, los hombres, estamos rodeados de objetos casi por
todos lados, objetos que están vinculados de alguna manera
con nuestras acciones cotidianas. Estos objetos permiten o
mejoran determinadas acciones que culminan en ellos y que
realizamos nosotros mismos. Las llamamos prestaciones. Los ob­
jetos nos suministran sus cojitra prestacion es [Gegenleistungen]
correspondientes, algo que nos resulta conocido en nuestros
objetos de uso diario. La silla sirve para sentarse, el carro para
andar, la casa para habitar, etc. Llamo ob jetos [Gegenstände] a
todos los objetos [Objekte] que realizan una contraprestación
en servicio del hombre.
Por lo tanto, un objeto [Gegenstand] es un objeto [Objekt]
que se caracteriza por una contraprestación, de la misma manera
que el objeto [Objekt] es una forma que se caracteriza por signos
de contenido. La forma es una secuencia de signos de dirección
ordenada mediante un esquema.
La distinción m eridiana entre objeto [Objekt] y ob jeto
[Gegenstand] no es com ún para un observador ingenuo.
Para tal observador, todos los objetos [Objekte] son objetos
[Gegenstände], ya que los percibe solo en sus relaciones con
los hombres, relaciones en las que siempre se producen pres­
taciones y contraprestaciones. El suelo sirve para sostener a
los hombres, el sol para ilum inarlos, el agua para darles de
beber, los árboles para ofrecerles sombra. Además, divide a
los animales en útiles y peligrosos.
Solo la observación científica de la cosa [D inge] que
prescinde de estas relaciones nos m uestra que, a diferencia
de los objetos de uso [Gebrauchsgegenstände] sin los cuales
84
(M undo circundante [U m welt])

los hombres no podrían existir, hay objetos [Objekte] que


llevan una propia existencia que es totalm ente independiente
de los hombres.
De los objetos [Objekte] se producen m uy variados efectos
que no pueden ser unificados en un único efecto y, por ello, no
pueden ser llamados ni prestaciones ni contraprestaciones.
Pero además de los objetos [Gegenstände] hay seres vivos en
los que se producen efectos unitarios que se relacionan con las
prestaciones humanas como contraprestaciones. Por eso, no
forman ni objetos [Objekte] ni objetos [Gegenstände], sino
que son sujetos activos con prestaciones independientes como
los hombres.
Los seres vivos y, en especial, los animales son capaces de rea­
lizar prestaciones que no son solamente efectos de sus propias
propiedades, sino que también pueden unirse por medio de un
plano de construcción [Bauplan] unitario a ciertas acciones.
Como sujetos independientes con un plano de construcción
propio se presentan al mundo en el que forman nuevos centros
para agrupar de nuevo los objetos [Objekte] y convertir una
parte de sus propiedades en características nuevas.
Por ello, el estudio de los animales es particularmente apro­
piado para explicar la posición del hombre en el mundo exterior.
Por supuesto, en este estudio también estamos ligados a todas
las relaciones de nuestra organización anímica. Conocemos a los
animales solo gracias a nuestras sensaciones, los vemos delante
de nosotros en el tiempo y en el espacio, creamos esquemas
para sus formas y, por ultim o, formamos unidades con sus
acciones, análogamente a las reglas de prestación de nuestras
propias acciones.
El reciente análisis de las experiencias nos permite rechazar con
pleno sentido crítico el tipo corriente de psicología comparada.
85
Carta sexta

No sabemos nada de las sensaciones de los animales, Pero vemos


que algunas propiedades del mundo exterior tienen efectos en
ellos como características. Y cuando por pereza conservamos
las propiedades que nos son conocidas por nuestras sensaciones
como marcas de características para los animales, no somos
conscientes de que, por ejemplo, el color azul de la campánula
que atrae al abejorro no necesita despertar la sensación de azul
en el ánimo del abejorro.
La vida anímica de los animales que los poetas entienden narrar
con tanto encanto está bloqueada para el investigador-observador
naturalista que puede investigar solo lo que es accesible a sus
sentidos y que sabe muy bien que ninguna sensación como no
sean las suyas le podrán enseñar experiencia alguna.
Para investigar el sujeto animal en la parte del mundo exterior
con la que se relaciona y que llamo su “mundo circundante”
[Umwelt], el biólogo dispone tanto de los factores físicos del
mundo exterior como de los factores fisiológicos del cuerpo
animal. Debe renunciar así a los factores psicológicos.
Esto nos permite esbozar un plano de situación que dé cuenta
del sujeto en su mundo circundante. En el punto medio coloca­
mos el sistema nervioso central del animal que se compone de
un órgano perceptivo y un órgano actor. Ambos se conectan por
medio del órgano conductor. En el órgano perceptivo se sitúan
los centros nerviosos de todas las personas nerviosas que envían
sus mensajes nerviosos a los órganos sensoriales (S y S 1), los cuales
transforman en excitación nerviosa los estímulos producidos por
las características.
En el órgano actor se encuentran los centros nerviosos de
cada persona nerviosa que envían sus nervios a los efectores (E y
E l), a las glándulas y a los músculos de los miembros. El órgano
conductor que se conecta con ambos contiene todos los centros
86
(Mundo circundante [Um w e it]}

M undo perceptible

X y Z: Portadores de características P: Organo perceptivo


S y SL: Órganos sensoriales C: Órgmo conductor
E y Ep Efeciores A: Órgano actor

IMAGEN 4

nerviosos, cuyos mensajes suministran al órgano actor los canales


del órgano perceptivo.
Todas las partes mencionadas pertenecen al mundo interior
[Innenwelt] del animal.
En el mundo exterior nos encontramos con objetos [Objekte]
y seres vivos que se relacionan con el animal de dos maneras.
Por un lado, sum inistran características que son accesibles
para los órganos sensoriales y, por el otro, son “tratados”
por los efectores. Los llam o portadores de características
[Merkmalsträger] (X y Z).
87
Carta sexta

Como se ve, el mundo circundante se descompone en dos


partes: en un m undo percep tible [M erkwelt],2 que va desde el
portador de características hasta el órgano sensorial, y en un
m undo de efectos [Wirkungswclt], que va desde el efecior hasta
el portador de características.
Hay un efecto, como lo indican las flechas, que va desde las
características del portador de características hasta el órgano
sensorial del animal. En el mundo interior, este efecto sufre di­
versos cambios y sale a la luz como una acción del animal para
ponerse en funcionamiento en el portador de características.
Así se cierra un círculo que denomino círculo fu n cio n a l [Funk­
tionskreis] y que siempre encierra al portador de características
y ai sujeto. La vida exterior de todo animal se compone de un
número mayor o menor de círculos funcionales. El resultado del
funcionamiento siempre es una destrucción o transformación
del portador de características. La destrucción sucede a través
de la huida del animal ante un enemigo, con la que el portador
de características se aleja del mundo circundante, o a través
del aniquilamiento de la presa por medio del sujeto-animal.
En muchos casos, ocurre una transformación del portador de
características. Por ejemplo, mientras que en un inicio la presa
solo se manifiesta por medio de las características del olfato, lo
que también muestra características visuales, con el acercamiento
del animal empiezan a tener efecto las características táctiles y,
por último, las características gustativas.

2 En esta edición, se han señalado las palabras cuya raíz remita a “Merk-*,
puesto que con ella Uexküll conforma un tejido conceptual difícil de reproducir
en la traducción castellana. Todos estos términos aluden a lo perceptivo y lo
perceptible y constituyen en el pensamiento uexkülliano el fundamento para una
concepción biosemiócica de la naturaleza. (N. deT.)

88
(Mundo circundante [Umwelt])

Los portadores de características no necesitan aparecer como


objetos [Objekte] formados en el mundo perceptible del animal
para que el animal efectúe acciones que se correspondan con
ello. Así, por ejemplo, la abeja no posee ninguna característica
del ser fluido de la miel, sino solo ía característica olfativa y, sin
embargo, la tratará con su trompa, que es una bomba de fluidos.
Esto nos advierte sobre un hecho fundamental que es muy
significativo para la comprensión de los seres vivos. El organismo
general de cada ser vivo siempre se ajusta de la manera más precisa
a los portadores de características de su mundo circundante, inde­
pendientemente de cuántas de sus propiedades se conviertan en
características para el sujeto a través de la mediación de estímulos.
El ajustamiento [Einpassung]3del animal a su mundo circun­
dante es el fundamento de su existencia y solo es determinante
para el tipo de construcción de sus órganos sensoriales como lo
son sus efectores. No hay animales que se adapten [anpassen]
más o menos en forma perfecta a su mundo circundante. Todos
se ajustan [einpassen] perfectamente a su mundo circundante.
Con esto, se derrumba toda la teoría de la adaptación [Anpas­
sung], teoría que ha provocado hasta ahora tantas confusiones.
La teoría de la adaptación comparó cada ser vivo individual
con todo el mundo exterior accesible a los hombres, a pesar de

3 El término “Einpassung” empleado por Uexküil confronta teóricamente


con el de "Anpassung' de D arwin (en inglés “adaptation’), cuya traducción
castellana ha sido “adaptación’. En esta edición decidimos traducir “Einpassung”
por “ajustamiento” intentando ser fíeles al marco conceptual mentado por el
biólogo estonio, incluso pese a no poder reproducir el guiño morfológico que
propone al modificar el prefijo “A n -” por “Ein-” manteniendo la raíz “-passung”.
La posibilidad de emplear el término “adecuación’ -intuitivam ente consonante
con dicho guiño- no nos pareció acertada, dado que este término es utilizado
como equivalente de “adaptación” y respondería así a la tradición de la teoría de
la evolución de la que, precisamente, Uexküil quiere desprenderse. (N. deT.)

89
Carta sexta

que cada animal se relaciona solo con una parte limitada de los
objetos existentes en el mundo de los hombres. La delimitación
de esta parte como el mundo circundante que le pertenece ai
sujeto-animal hizo posible el hecho de que se reconociera que el
ajustamiento les otorga a todos los animales la misma perfección.
Por medio de esta perfección la vida entera del animal gana en
visión general y comprensibilidad, ya que nos es posible distin­
guir cada animal con su mundo circundante como una unidad
correspondiente con el resto del mundo exterior y nos permite
observarlo por separado.
Por el momento, haremos bien en delimitar para el sujeto-
animal en cuestión el espacio próximo del espacio restante y con
ello rodear, como con una cáscara de huevo, c<Io extenso” más
pequeño que le corresponda. Fuera de esta cáscara, no existe
ningún otro mundo para el sujeto-animal.
En el interior de la cáscara se encuentra el animal rodeado
por sus portadores de características con los que se relaciona por
medio de círculos funcionales. Durante el desarrollo de su vida,
el animal se pone en contacto con portadores de características
siempre nuevos que no solo cercan los senderos de su vida,
sino que cierran todos sus lados. A través de ellos, el mundo
circundante siempre se extiende y se convierte en un túnel que
encierra la vida entera.
La construcción interior de semejante túnel de la vida le
trae al investigador una cantidad de problemas nuevos, ya que
también describe los períodos de vida en secuencias rítmicas, o
sea, el dormir y el despertar, el hambre y la saciedad, el celo, etc.
El ajustamiento [Einpassung] aparece evidentemente-cuanto
más nos sumergimos en las relaciones que lo dominan—como
el problema más importante de la biología. Mientras se puso en
relación a los seres vivos con todo el mundo circundante humano,
90
(Mundo circundante [Umwelt])

se pudo cerrar los ojos ante la perfección del mundo de los seres
vivos y se logró que, con ello, fueran suficientes las lecciones de
todo tipo que dedujeron una adaptación [Anpassung] mejor o
peor de tales y cuales causas físicas o fisiológicas.
Ahora bien, esto será distinto cuando se tome en considera­
ción el engranaje íntegro del cuerpo animal con sus portadores
de características y cuando se deba hablar de que la vida entera
de los animales se basa en el mecanismo sin fallas de los círculos
funcionales. Mientras se restrinja al desarrollo de las funciones
dentro del cuerpo animal, no se podrá negar el ajustamiento
mutuo de los órganos. Pero el orden que aquí resulta se refiere
siempre a un cuerpo que proviene de un embrión unitario
en eí que se intenta develar todas las estructuras químicas y
mecánicas posibles que deberían provocar una conformación
unitaria del cuerpo.
Sin embargo, si se confronta con el hecho de que cada cuerpo
animal se ajusta a su portador de características al igual que como
lo hacen sus órganos entre sí (aunque los animales y los porta­
dores de características tengan un origen [Ursprung] distinto),
no puede negarse la impresión de que estamos frente a una ley
universal que tiene para los seres vivos la misma importancia que
la ley de la conservación de la energía para el mundo inanimado.
Llamo “conform idad a plan [Planmäßigkeit] al poder actuante
en el mundo animado con el que debe relacionarse el ajustamien­
to general de los seres vivos.
Un panorama más feérico se presenta ante nuestros ojos in­
telectuales en tanto pretendemos imaginar el reino de la confor­
m idad a p la n en los miles de mundos circundantes de hombres
y animales. El todo se llena con pompas de jabón multicolores
que surgen y perecen siempre nuevas. En cada una de ellas hay
un mundo entero —tan pequeño y modesto como rico y maravi-
91
Carta sex ta

lioso-. Ningún libro de cuentos se equipara con la fantasía que se


realiza en estos mundos. Los animales unicelulares, cuyo mundo
se constituye de características asustadizas, siempre ahuyentan
al ser fugitivo hasta que llega a un lugar que no le envía ningún
estímulo —allí encuentran su alimento—.
La medusa brillante no conoce nada del mundo más que su
propia bogada, la cual recibe y expulsa la corriente nutritiva del
agua del mar. Con el mismo impulso, que también es su latido
cardíaco, nada y respira como flota y reposa completamente
aislada en sí misma.
Con cien ojos, la ostra jacobea no acecha en su mundo más
que un determinado movimiento. Pero este movimiento actúa
como una señal a la que responden aleteando los largos flecos
olfativos. La característica olfativa que asimila la reposa o bien
se transforma en una excitación superior que activa los fuertes
músculos, y el animal huye nadando. En este caso, el porta­
dor de características ha sido el enemigo de todas las ostras: la
estrella de mar.
Así se puede seguir avanzando hasta una diversidad siempre
mayor en la que los mundos circundantes comprenden a los
sujetos. De forma cada vez más evidente aparecen los portadores
de características en el mundo perceptible. Pues estos portadores
contienen formas. Al principio, son pocas y sencillas. Luego,
son cada vez más numerosas, más distintamente estructuradas
y teñidas con más colores.
Después de haber visto miles de mundos hasta el cansancio,
consideramos mundos circundantes particulares en forma más
precisa y siempre nos vemos sorprendidos por un mundo nuevo,
al contemplar la concordancia íntegra de la organización corporal
con el mundo circundante. Nada queda librado al azar -todo
se ajusta mutuamente—. El sol del mundo circundante porta la
92
(Mundo urcundante [Umwe/t])

medida del ojo y el ojo del ser vivo porta la medida del sol de
su mundo. Así de distintos son los ojos de los seres vivos como
de diferentes los soles y los cielos de sus mundos circundantes.
A menudo, los objetos adoptan en los mundos circundantes
ajenos formas singulares, según los esquemas que las forman. Solo
podemos conocerlas en el marco de nuestros propios esquemas.
Pero eso alcanza para descubrir la conformidad a plan superior
que ajusta las formas de los portadores de características a las
necesidades vitales de los sujetos.
Cuán radicalmente distinta es esta imagen biológica del m un­
do de aquella imagen física, pese a que no podremos dejar los
marcos de nuestra propia imagen del mundo y solo nos quede
lamentar que no somos capaces de pintar los miles de mundos
con sus propios colores, ni escuchar sus sonidos ni vivenciar su
tiempo y espacio, ya que no reconocemos las sensaciones de los
sujetos ajenos.
El mundo físico que incomprensiblemente interpretamos
como el único real porque solo se construye sobre la base de las
sensaciones de orden y se desatienden las sensaciones de conteni­
do es sencillamente más pobre incluso que el mundo de los seres
más pobres. Este mundo no es otra cosa que un baile incesante e
infinito de miles de átomos en el que solo tiene validez la ley de
causa y efecto que enlaza todos los movimientos como una red
rígida sin principio ni fin: una necesidad ciega. Ningún color,
ningún sonido u olor existen en ese mundo. Sin calor se mueven
sistemas amorfos de puntos, sin sentido y sin verdadero orden:
un mecanismo yermo que no significa nada ni produce nada.
En el mundo biológico es todo armonía, todo melodía, ya que,
aunque los momentos no estén allí para encadenar los movimien­
tos unos a otros, subrayan las sensaciones de contenido de los
colores y de los sonidos en una secuencia oscilante de silencios,
93
Carta sexta

breves y largas. Descomponen las formas rígidas en fenómenos


cambiantes por períodos. Todo, hasta lo más pequeño, muestra
un orden, un sentido y un significado. Todo produce formacio­
nes crecidas a tal punto que desaparecen para dar lugar nuevo a
otras. Por todos lados y en una ronda siempre cambiante se unen
el principio y el fin. Una fuerza supraespacial y supratemporal
sostiene, mueve y forma todo: la conformidad a plan.

94
Carta séptima
(Origen [Entstehung] ) 1

Me escribes: “Estoy sentada bajo los rayos del sol en los es­
calones de la glorieta, observo un abejorro que vuela sobre el

1 Pese a que la asociación teórica puede ser evidente, cabe mencionar que en
particular tanto este capítulo como el siguiente, en los que Uexküll se dedica
a “el origen” y “la especie”, se está aludiendo léxicamente a la obra de Charles
Darwin On the Origin o f Species by Means o f Natural Selection, or the Preservation
ofFavoured Races in the Struggle fo r Life (1859) [El origen de las especies p o r medio
de la selección natural, o la preservación de las razas favorecidas en la htcha p or la
vida ]. La primera versión alemana de este libro, publicada en I860, fue intitulada
Über die Entstehung der Arten im Thier—und Pflanzen-Reich durch natürliche
Z üchtung oder Erhaltung der vervollkommneten Rassen im Kampfe ums Daseyn.
A partir de ello, Uexküll discute sobre “el origen” [Entstehung] y “la especie”
[Art], (N. deT,)

95
Carta séptima

angosto cantero, desde una boca de dragón2 a la otra. Las flores,


de colores suntuosos, ofrecen a su vuelo una meta segura. Al sentir
la presión del cuerpo pesado del abejorro, el capullo cerrado abre
su orificio elástico, que vuelve a cerrarse una vez que el abejorro
abandonó la flor. La cavidad de los pétalos deformados parece
estar hecha a la medida del abejorro. La miel, los estambres y el
pistilo proporcionan una aparente contrapartida a la visita del
abejorro, sin duda por propio interés.
Antes, todo esto parecía poder explicarse fácilmente. Se asu­
mía que el abejorro y la flor variaban sin regla alguna, hasta que
sus variaciones concordaban y, con ello, prevalecían tanto sobre
las demás que estas sucumbían frente a ellas en su lucha por la
existencia.
Tal vez ese razonamiento era completamente erróneo, pero
tenía un efecto enormemente tranquilizador. Ahora aparece
la conformidad a plan [Planmäßigkeit] y coloca tanto a la flor
como al insecto bajo una ley común. ¿De qué modo podrían la
formación de la boca de dragón y la organización del abejorro
seguir la misma ley, cuando difieren por completo en su origen,
tanto espacial como temporalmente, y no pueden causar el más
mínimo efecto una sobre la otra? Hay en ello algo inquietante
y desconcertante.”
Tienes razón, los grandes problemas de la vida inquietan y
desconciertan, porque aluden a un algo desconocido que tene­
mos en común, nosotros y todos los seres vivos, y que nos toca
mucho más de cerca de lo que generalmente queremos reconocer.
También tienes razón al sostener que la concordancia mutua
de dos sujetos que sirven como portadores de características1

1 A ntirrhinum m ajus . Especie de planta nativa originaria de la región del


M aditerráneo. (N. de T )

96
(Origen [E ntstehun g])

uno al otro constituye uno de los problemas más difíciles de


ia biología.
Cuando todavía seguía al darw in ism o , que resuelve todos
los procesos de formación sirviéndose de variaciones sin regla
alguna, me parecía extraño que todos los animales -a l menos en
un punto—no variasen nunca. De hecho, en todos los animales
que poseen patas, las piernas pertenecientes al mismo par tienen
siempre la misma longitud. Allí parece subyacer una ley fija, que
escapa a toda variación.
Pero no fue sino la inspección de los procesos por los que se
originan los animales a partir del embrión la que me demostró
cuán insostenible es la teoría de las variaciones.
Si tengo que intentar describir estos procesos por demás extra­
ños e inverosímiles, debo comenzar por refutar un concepto muy
popular. No hay una evolu ción ; solo hay un origen [Entstehung].
El capullo terminado -cuyas hojas se cierran, plegándose unas
sobre otras—se abre, evoluciona. Pero las hojas debieron origi­
narse en un principio del embrión del fruto de la tierra. Pues en
principio, un embrión no posee mayor estructura que una célula,
ya sea que se trate de embriones animales o vegetales.
Los errados caminos recorridos por los naturalistas en la bus-
queda de una estructura invisible del embrión —de la que puede
derivarse la estructura del adulto—fueron tan numerosos como
decepcionantes.
Solo la experimentación trajo claridad. Si, tal como se suponía,
existiera una estructura del embrión correspondiente a la ulterior
estructura del cuerpo, dividiendo el embrión debería entonces
quedar dividida la estructura, y ambas mitades deberían producir
dos animales por la mitad. Sin embargo, no es este el caso: de
medio embrión resulta siempre un animal entero, aunque de la
mitad de tamaño.
97
Carta séptima

Este conocimiento, que debemos a D riesc¡?\ derribó toda la


teoría de la evolución. No hay en el embrión nada involucionado
que pueda evolucionan En el embrión hay solamente m aterial
y fiterzas, a partir de las cuales debe originarse el ser vivo en su
totalidad, como algo completamente nuevo.
Lo único fijo que hay es la regla según la cual se origina el nuevo
ser. Pero una regla no puede partirse con un cuchillo, como no
puede partirse una melodía. Mientras haya material y fuerzas, la
regla se accionará como un todo y se producirá como un todo.
No sin premeditación probé que una caja de música nunca
puede crear una melodía, sino que cada caja de música debe su
existencia a una melodía: puesto que el origen de todo ser vivo
se asemeja punto por punto a una melodía -solo que ordena
rítmicamente células en lugar de sonidos-, es inútil buscar en
las células una caja de música que cree dicha melodía. La caja
de música en sí misma seria siempre producto de la melodía.
Observando el origen de un ser vivo a partir del embrión,
tenemos ocasión de escuchar atentamente una melodía que la
naturaleza ejecuta ante nosotros, sin servirse de ningún aparato.
Al comienzo, todo embrión consta de una célula. Al reprodu­
cirse, cada célula se divide en dos células hijas, que se reproducen
de la misma manera. En cada una de estas reproducciones se
origina un órgano divisor particular en las células, que separa
cuidadosamente el material nuclear. Una vez efectuada la divi­
sión, el órgano divisor desaparece, para regenerarse una vez más
en la siguiente división. Este proceso nos recuerda al origen de
los pseudópodos de las amebas que, luego de haber llevado a cabo

3 Hans Driesch (18 6 7 -19 4 1). Diálogo, naturalista y filósofo de origen alemán.
Reconocido por sus estudios experimentales en embriología y biología del
desarrollo, y principal promotor del neovitalismo en Alemania, (N. de JMH).

98
(Origen [Entstehung])

su tarea, son reabsorbidos y licuados. Solo que los pseudópodos


van por fuera, mientras que los instrumentos de los órganos
divisores lo hacen por dentro.
El material celular, producido por la división, es desplazado
siguiendo una regla fija y es separado en recintos embrionarios
delimitados. En este proceso, las células no sufren ninguna
modificación apreciable: continúan siendo puras células proto-
plasmáticas. Solo cuando los recintos embrionarios ya están
formados y la forma del cuerpo ya comienza a dibujarse, se
pone en marcha un nuevo proceso: en las células individuales se
originan pequeños instrumentos que, una vez formados, encajan
unos con otros como tuerca y tornillo, y representan el meca­
nismo uniforme del cuerpo que ya se encuentra en condiciones
de trabajar. Solo queda un resto de protoplasma en cada una de
las células, cuya función es el restablecimiento de instrumentos
gastados o averiados.
Mientras los recintos embrionarios consten de células proto-
plasmáticas, puede sustraérseles una parte de su material. A pesar
de ello, producirán un órgano completo con todos sus acceso­
rios, solo que será más pequeño que el normal. Por supuesto,
et órgano más pequeño no encaja en el contexto de órganos
vecinos de tamaño normal. Por lo que también aquí gobierna
una regla que escapa al cuchillo de lo anatómico: los procesos de
formación. Al mismo tiempo, reconocemos que la regla parcial
que forma al órgano no es sino una melodía automáticamente
decreciente que carece de una visión global del conjunto de
materiales y que elabora su propio material sin tener en cuenta
el defectuoso efecto final.
Esto cambia de golpe, apenas los instrumentos están listos y
ponen en marcha la labor común. Luego una regla de fu n cio n a ­
miento uniforme dirige el crecimiento ulterior de los órganos,
99
Carta séptima

inhibiéndolo o fomentándolo en pos del interés de la producti­


vidad conjunta e, incluso, volviendo a compensar intervenciones
considerables.
Vemos entonces dos melodías en marcha: una melodía de ori­
gen o m elodía de form a ción que rige las células protoplasmáticas,
y una m elodía fu n cio n a l que rige las células instrumentales. Una
rige los organismos en desarrollo, la otra rige los organismos aca­
bados. Una representa al constructor , la otra al supervisor técnico
de nuestras máquinas.
Si se comparan las melodías de formación de distintas especies
animales, se verá que, en todas las formas afines, las melodías
permanecen idénticas durante un largo tiempo y solo comienzan
a diferir en los últimos estadios. Cuanto menor sea la afinidad,
más rápido difieren. A menudo sucede que, en el transcurso
de la melodía, órganos ya establecidos se transforman una vez
más, produciendo otros órganos definitivos completamente
diferentes. Estos acontecimientos son m uy significativos para la
determinación de afinidades.
Consideradas en conjunto, todas las melodías de formación
ofrecen el aspecto de una enorme fuente de agua que enseguida
se divide en muchos chorros. Unos caen rápido, mientras que
otros suben más alto y más alto, volviendo a dividirse. Pero cada
chorro manifiesta su propia e ininterrumpida melodía, quede
es característica, incluso si comparte los primeros compases con
muchas otras.
La melodía de formación resulta de la intervención rítmica
de unos factores llamados genes. Los genes rigen todas las modi­
ficaciones de las células protoplasmáticas hasta el momento en
que estas ya formaron los instrumentos que se agrupan, dando
como resultado la organización corporal. Por un lado, deben
concederse a los genes propiedades corporales para que actúen
100
(Origen [Entstehung])

sobre los tejidos en el protoplasma; por otro, estos genes obede­


cen a impulsos desconocidos que no se dejan reducir a relaciones
causales. El surgimiento de los impulsos está sometido a otra
regla, como lo están los sonidos respecto de una melodía. Por
eso, se habla preferentemente de “impulsos gen éticos” que están
unidos entre sí por un sistema propio.
La melodía de formación se convierte -p o r medio de esta
reducción a sus elementos—en una m elodía im pulsiva , que es ca­
racterística de la vida y de la que carecen los procesos inorgánicos.
Los genes, como estructuras corpóreas, constituyen unidades
elementales autónomas y posiblemente residan en la sustancia
coloreable del núcleo de la célula embrionaria.
Durante la división de la célula, estos van repartiéndose pau­
latinamente por las nuevas células hasta que las células definiti­
vas solo albergan los genes necesarios para la formación de sus
instrumentos especiales.
Si el mecanismo del cuerpo está por fin terminado, significa
que los genes cumplieron su función. De allí en más sirven
únicamente para reponer instrumentos destruidos o dañados.
Los casos en los que —en el transcurso de la vida—se crean
nuevos órganos o partes de ellos constituyen una excepción. Pues
toda nueva creación excede las capacidades de un mecanismo.
Conocemos tres casos de este tipo de intervenciones supra-
mecánicas en la formación de los impulsos genéticos creadores:
primero, en las acciones de los organismos unicelulares; segundo,
en las acciones instintivas; tercero, en las acciones de los animales
superiores.
Las amebas, a falta de órganos permanentes, están encargadas
-en cada caso- de formar nuevos pseudópodos con los que se
desplazan, pero que luego repliegan y disuelven en su líquido
contenido corpóreo. Los infusorios construyen, alrededor de una
101
Carta séptima

gota alimenticia integrada, una vejiga que va transformándose en


esófago, en estómago, en intestino y, finalmente, en ano.
Si bien las acciones instintivas de muchos insectos funcionan
conforme a una ley [gesetzmäßig], no lo hacen, sin embargo, por
constricción; de manera tal que no puede inferirse la existencia
de una caja de música en el órgano conductor. El mejor ejemplo
lo proporciona el gorgojo (rhynch i tes). Este gorgojo, de apenas
unos pocos milímetros de largo, recorta en la hoja del abedul una
de las más dificultosas líneas matemáticas que le permite enro­
llar la hoja como un cucurucho, teniendo que prestar atención
a las resistencias elásticas de la hoja y al transporte de savia por
las nervaduras. En estos casos resulta imposible pensar en una
caja de música tan compleja que pudiese regir los movimientos
del pequeño animal. Este tipo de procedimiento solo puede ser
ejecutado por aquellos impulsos genéticos cuya melodía efectúe
una reformación [Umgestaltung] duradera del órgano conductor,
de manera tal que satisfaga diversas exigencias.
Las acciones de los animales superiores, siempre y cuando no
constituyan reflejos necesarios, requieren siempre nuevas confi­
guraciones del órgano conductor frente a la abundancia siempre
cambiante de las características. Una estructura acabada no puede
proporcionarnos esto: necesitaría, además, que intervinieran los
impulsos genéticos.
De esta manera —sirviéndonos de la analogía de las melodías
m usicales- podemos formamos una idea aproximada de las me­
lodías de formación, lo que resulta mucho más difícil en el caso
de las melodías funcionales de los animales adultos.
Es cierto que el asunto es m uy sencillo si se quiere considerar
a las melodías funcionales únicamente como una mera regla de
funcionamiento, como las que conocemos en todas nuestras
máquinas y las que podemos comprobar en el funcionamien-
102
(Origen [tntstehung])

to de todo organismo. Sin embargo, las cosas no resultan tan


evidentes como quisiéramos. La melodía funcional no es una
regla derivable de la estructura ni dependiente de la formación
de ruedas dentadas o pistones, sino un factor que vela sobre el
curso ordenado de las funciones. Regula el crecimiento según las
necesidades del funcionamiento, reglando de manera constante el
mecanismo del cuerpo. En una palabra, no es una regla derivada,
sino una regla regente.
Si se lo observa más de cerca, esta regla es —como regente del
organismo que trabaja—el auténtico fin hacia el que tiende la
melodía de formación.
No sin motivo, K E. Von Baer atribuyó a todos los seres vivos
xmzfin a lid a d [Zielstrebigkeit], demostrando que cada organismo
formado no es una forma sin relación alguna —como lo es un
cristal—, sino que posee una variedad de relaciones recíprocas
con el mundo en todos los sentidos. El fin de toda formación
embrionaria consiste en llenar plenamente este lugar interco­
nectado en el mundo.
Si consideramos el conjunto de los círculos funcionales
[Funktionskreis] que unen al animal con sus portadores como
el contenido de la melodía funcional, queda dicho entonces que
sobre ella descansa todo el ajustamiento.
Así, el ajustamiento es el fin viviente al que tiende, desde un
principio, toda formación de organismos. Esto implica que la
sucesión melódica de los impulsos genéticos -q u e crea las pro­
piedades de los organismos—ya se encuentra bajo el dominio del
ajustamiento. Pero entonces el ajustamiento en sí mismo no es
una relación reconocida por nosotros entre cosas tan heterogé­
neas como animal y portador, sino que, en realidad, es un rasgo
activo que, mediante su poder de formación, reconcilia al sujeto
con su mundo circundante.
103
Carta séptima

La conformidad a plan es la potencia del mundo que crea


sujetos. Pero un sujeto no es un mecanismo estructurado cual­
quiera, sino un organismo arraigado en todos los sentidos, y
forma con su mundo circundante un haz agrupado y uniforme
de relaciones activas.
Así, la relación activa representa en el mundo de los organismos
el último factor decisivo que reconcilia como un imán aquello
que se repelía.
Lo que une a todas las relaciones existentes en un cambio
continuo pero reglado es la conformidad a plan. El medio para
que esta pueda imponerse lo constituyen los impulsos genéticos,
actuantes en el protoplasma. Pero lo primario es la relación.
Si ahora observas desde este punto de vista las visitas del
abejorro a las bocas de dragón, ya no verás en ellos dos seres
heterogéneos que en el fondo nada tienen que ver el uno con
el otro, sino que divisarás en sus relaciones recíprocas de apa­
riencia maravillosa el factor creado por sus formas mutuamente
com planen tarias.

104
Carta octava
(Especie [A r t])

Toda propiedad de un ser vivo es expresión de una relación que


puede ser descubierta escogiendo la propiedad correspondiente
del portador de características. Así, para completar la relación,
le corresponde a cada propiedad de un ser vivo una prop ied a d
com plem entaria en el mundo circundante.
El reconocimiento de la relación como factor genético de las for­
mas no nos exime de la tarea de indagar el origen de las relaciones.
La atribución de las propiedades de los seres vivos a las pre­
disposiciones de las propiedades o a los genes contenidos en el
embrión alimenta la esperanza de que nos aproximemos a la
conformidad a plan como fuente de toda vida.
Si consideramos el embrión de un abejorro junto con el de
una boca de dragón, podremos establecer que una cantidad de
genes de ambos seres vivos se condicionan mutuamente, lo que
significa que son genes com plem entarios.
105
Carta octava

Los genes de la coloración de la boca de dragón se correspon­


den con los genes del órgano visual del abejorro. Los genes de
las glándulas aromáticas de la boca de dragón se corresponden
con los genes del órgano olfativo del abejorro. Los genes que
en la boca de dragón forman la articulación elástica de los
pétalos se corresponden con los genes de la contextura maciza
del cuerpo del abejorro. Todas estas relaciones son necesarias
para que el abejorro encuentre siempre un recipiente de miel
bien cerrado.
Por otro lado, los genes de la vellosidad del abejorro se co­
rresponden con los genes de las anteras y los pistilos en la boca
de dragón, porque con estas relaciones se realiza la polinización
necesaria para ella.
Está claro que si todos los abejorros y todas las bocas de
dragón estuvieran provistos de los genes complementarios, no
sería necesario ajustar cada abejorro en particular a cada flor en
particular. Bastaría con que ambas especies se ajustasen la una a
la otra mediante sus genes complementarios.
Y aquí coincide la pregunta por el origen de los genes y la
pregunta por el origen de las especies.
Para poder aproximarse a la pregunta por el origen de las espe­
cies, debemos procurarnos una idea de lo que es una especie para
saber cuál es el aspecto de la cosa cuyo origen queremos explorar.
Con este fin tomamos prestada de un hada bondadosa una
varita m ágica que tiene la propiedad de obligar a todos los
miembros de una especie a ejecutar con el mismo compás todos
sus quehaceres vitales cotidianos al mismo tiempo. Este medio
sencillo nos permitiría encontrar a los miembros de una misma
especie en cualquier lugar. Veríamos cómo la especie consta
de diferentes pueblos que a menudo viven lejos unos de otros,
pero todos parecen animados por el mismo pulso vital. Para no
106
(Especie [A rt])

exigir demasiado nuestra capacidad intuitiva, nos limitaríamos


a un corral de gallinas y dejaríamos que todos los huevos, al ser
empollados, desarrollasen su formación al mismo tiempo. Todos
los pollitos saldrían a tem po del cascarón, picotearían al mismo
tiempo sus granitos y sus lombricecitas, correrían al mismo
tiempo hacia su madre, crecerían al mismo tiempo, dormirían
y velarían en los mismos momentos. Los gallos cantarían como
obedeciendo a una señal. Las gallinas pondrían sus huevos y
empollarían al mismo tiempo. Y así sucesivamente.
Cuanto más nos concentremos en este aspecto, más profunda
será la impresión de hallarnos frente a un único ser que, aunque
compuesto por individuos separados, está sin embargo movido
por los mismos hilos, como una marioneta.
De hecho, estos hilos existen, ahora su acción se pone de ma­
nifiesto con nuestro pequeño artificio. Son los mismos círculos
funcionales comunes a todos los seres individuales. Si los dejamos
activarse al mismo tiempo, advertiremos su identidad. Idénticas
son las reglas del funcionamiento y de la formación. Idéntico es
el plan de construcción [Bauplan].
Así, es una la ley que rige esta especie. Se distingue de todas las
demás leyes específicas o planes de construcción porque dispone
de otras relaciones que son características de otras especies. La
ley de todas las especies es una ley periódica, porque las reglas de
formación del embrión y las reglas de funcionamiento del adulto
se alternan unas con otras. Por consiguiente, la especie misma
es un ser construido periódicamente que consta alternadamente
de un individuo acabado y de un embrión en formación. Su
forma da cuenta de una estructuración temporal: alternando
separaciones y reunificaciones. Ambos períodos se suceden
permanentemente. Así, toda especie se remonta hasta tiempos
remotos, irrevocablemente igual a sí misma.
107
Carta octava

Si se quiere llevar al papel el esquema de una especie, resul­


tará un entramado bastante simple (ver imagen 5) que puede
prolongarse a gusto.
Del cruce de las líneas resultan dos nuevas líneas que preten­
den indicar la nueva generación. Las líneas parentales cruzadas
acompañan durante algún tiempo las líneas de los hijos. La
unidad continua del entramado queda asegurada por la fusión
siempre renovada de los individuos parentales.
La inmutabilidad de las especies ha sido definitivamente de­
mostrada por investigaciones recientes. En animales unicelulares
—que se reproducen por división-, Jennings' pudo demostrar que
cada segmento desprendido que forma el embrión de un nuevo
individuo produce una y otra vez el mismo ejemplar, sin la más
mínima divergencia, por más de cinco mil generaciones.1

m --------- — >

1 Herbert Spencer Jennings (18 6 8 -19 4 7 ). Zoólogo, genetista y microbiólogo


de origen estadounidense. R econocido por sus investigaciones sobre el
comportamiento de los organismos menos complejos. (N. de JMH).

108
(Especie [/\rt])

Gracias a Johannsen 2 sabemos que todos ios descendientes de


una pareja que poseen las mismas disposiciones cualitativas son
idénticos a sus padres.
Si - ta l corno asumíamos tácitamente hasta ahora— todos
los miembros de una especie fueran efectivamente idénticos,
nunca podría haberse puesto en duda la inmutabilidad de las
especies. Habría saltado a la vista. Pero en todas las especies, los
individuos contemporáneos se diferencian entre sí, y no poco
significativamente. Esta diferenciación obedece, en parte, a las
diferentes influencias a las que está sometido el embrión durante
su formación y el joven ser durante su crecimiento. Esto atañe
particularmente a las plantas para cuyo crecimiento es de decisiva
importancia su lugar de arraigo.
Pero esta diferenciación de los individuos adultos obedece
en parte a una diferenciación de sus genes en el embrión. Si,
junto a Johannsen, llamamos genotipo al conjunto de los genes
y fen otip o al conjunto de las propiedades derivadas de ellos,
podemos decir que la diferenciación de los individuos de una
especie obedece, por un lado, a causas genotípicas y, por el otro,
a causas fenotípicas.
Nos interesan aquí principalmente las primeras, porque nos
muestran que la especie —considerada como un todo- posee más
disposiciones cualitativas que los seres individuales y, por eso,
está ligada con su mundo circundante en un mayor número de

2 W ilh elm Ludvig Johannsen (1 8 5 7 -1 9 2 7 ). Botánico, fisiólogo vegetal y


genetista de origen danés. Reconocido por introducir en 1 9 0 9 el térm ino
g e n (en contraposición al de p a n g en del neodarwinista Hugo De Vries) y en
1 9 1 1 los conceptos de gen o tip o y fe n o tip o . Cabe aclarar que estos conceptos
tienen, para Johannsen, un sentido poblacional y no individual. (N. de JM H ),
Carta octava

relaciones diferentes que el individuo. El genotipo de la especie


es más rico que el del individuo.
Gracias a los maravillosos descubrimientos de M endefi co­
nocemos el modo en que, al cruzarse individuos de diferentes
genotipos, se efectúa el intercambio de los genes. Cada embrión
contiene todos los genes maternos y paternos, pero para formar su
fenotipo se sirve solamente de los denominados genes dom inantes ;
Sin embargo, en las células sexuales también se conservan los genes
que aún no se han manifestado, llamados genes recesivos. Y como
estos genes pueden estar allí separados de los genes dominantes,
pueden determinar conjuntamente la estructuración en la próxima
generación. Como los genes -en tanto factores completamente
autónomos- están igualmente repartidos en todas las células se­
xuales, en cada una de esas células se forma un genotipo propio
para un individuo entero. Los genotipos de las células sexuales
ya presentan todas las permutaciones de los dos genotipos de los
padres. Y todas ellas pueden manifestarse en la segunda genera­
ción, con una cantidad suficiente de descendientes.
Durante un largo tiempo, estas permutaciones a partir de los
genes de los padres han aparentado una verdadera variación,
sobre la que Darwin basaría su teoría.
Ahora sabemos que tanto la adaptación como la variación,
dos pilares del darwinismo, son erróneos.
No hay ninguna variación. El genotipo de la especie —consi­
derado como un todo—es fijo e inmutable, independientemente
de las permutaciones en las que se manifieste.

3 Gregor Johann Mendel (18 2 2 U 8 8 4 ). Botánico, naturalista y genetista de


origen austrohunga.ro. Reconocido tardíamente como uno de ios fundadores de
la genética moderna por el descubrimiento, a partir de experimentos con plantas
de guisantes, del mecanismo de la herencia (hoy conocido como las “leyes de
M endeD . (N .d eJM H )

110
(Especie [-Art])

Con esto se suprime también la posibilidad de rem itir la


especie a una única pareja de padres, ya que el genotipo de una
especie es siempre más rico que el de ambos genotipos de los
antepasados hipotéticos.
Hasta ahora, nunca se ha observado el origen de nuevas es­
pecies.
Lo que podemos observar se limita siempre a una formación en
grupo de individuos semejantes que se separan de la especie cru­
zándose únicamente los unos con los otros. En este caso surgen
dos nuevas subespecies de la vieja especie. Pero ambas son más
pobres en genes que aquella. De esta manera, resulta imposible
el origen de nuevas especies que posean nuevas propiedades.
Sobre el origen de nuevos genes no sabemos nada ni podemos
esperar ninguna aclaración, dado el estado actual de nuestro
conocimiento. Pues cada gen es solo una expresión incompleta
de una relación, y la relación —como fuerza natural efectiva—se
sustrae a nuestro conocimiento tal como lo hace la gravedad que,
en esencia, no es sino una relación entre masas.
Si comparamos las leyes del mundo orgánico, que rigen las
relaciones entre cantidades y cualidades -entre las que hay que
incluir a las formas—con las leyes del mundo inorgánico, que
solo rigen las relaciones entre cantidades, obtendremos entonces
los fundamentos para todas las leyes naturales. La relación es tan
decisiva para el calor, la electricidad, el magnetismo, el peso y
los enlaces químicos, como lo es para todas las conexiones entre
los sujetos y los portadores de características. Los sucesos del
mundo, tal como lo expresa Chamberlain 4, se basan -e n todas
partes- en oposiciones polarizadas.

AH ouston Stewart C ham berlain ( 1 8 5 5 -1 9 2 7 ) . Escritor y ensayista de


origen inglés, nacionalizado alemán durante la Prim era G uerra M undial.

111
Carta octava

Debemos entonces demostrar que las relaciones biológicas se


manifiestan con la misma necesidad natural que las relaciones
inorgánicas. Y, efectivamente, debemos demostrarlo sirviéndonos
íntegramente del ajustamiento. Si consideramos que el ajusta­
miento observado siempre tiene que ver con el fenotipo de un
sujeto que, como consecuencia de los múltiples influjos exterio­
res, pone de manifiesto el genotipo solo de modo aproximado,
podemos entonces afirmar que en loís genes la ley relactonal se
encuentra puesta en práctica de manera íntegra, y que los genes
obedecen a su ley relacional tan estrictamente como obedece a
la gravitación la piedra que cae.
Por supuesto, siempre habrá una diferencia fundamental en­
tre las relaciones del mundo inorgánico y del mundo orgánico.
Las relaciones inorgánicas enlazan siempre de modo directo los
factores complementarios, mientras que los factores orgánicos
entran en relación mediante un sujeto. En consecuencia, las
relaciones físicas carecen de sistema; las biológicas obedecen a
uno, gracias a la conformidad a plan del sujeto.
Sin tener en cuenta el entrelazamiento de las relaciones en la
conformidad a plan del sujeto, podemos exigir que en el mundo
biológico -a l igual que en el inorgánico—, cada propiedad deri­
vada de un gen posea siempre una propiedad complementaria
en el mundo exterior.
Pero no podemos esperar que en cada caso particular la re­
lación latente se actualice. Si hacemos que un pollito salga del
huevo bajo el agua, ninguna de sus relaciones se actualiza y el

Considerado com o uno de los precursores ideológicos del nazismo por las
tesis racistas y pangermanistas que plantea en su obra más influyente [Die
G ru n dlagen des n eu n z eh n ten Ja h rh u n d erts (18 9 9 ) (Los fundam entos del siglo
XIX)]. (N. d eJM H )

112
(Especie [A rt ])

animal perecerá, porque sus relaciones con el mundo exterior


constituyen las condiciones de su existencia.
En cada gen está encarnada la relación conductora, que puede
ser actualizada tras la formación de la propiedad, al entrar en
contacto con su propiedad complementaria en el mundo circun­
dante. Por lo tanto, el gen no está ligado física o químicamente
a la propiedad complementaria, sino indirectamente, es decir,
biológicamente.
El enlace biológico puede poner en relación una propiedad
cualquiera de un sujeto con varias propiedades complementa­
rias. Sin embargo, estas relaciones no necesitan utilizarse todas
en el plan de construcción del mismo sujeto, sino que pueden
pertenecer a los planes de construcción de diferentes sujetos.
El peso y tamaño del cuerpo del abejorro, que se adaptan al
orificio de la boca de dragón, confieren al vuelo del abejorro
una fuerza vital que basta para desgarrar una telaraña, la cual
resulta funesta para otros insectos más sencillos. Pero, al mismo
tiempo, el cuerpo del abejorro resulta visible para los pájaros,
de los que a menudo es víctima. La vellosidad del cuerpo del
abejorro encuentra en el aire frío una propiedad complementaria
que pertenece a su propio plan de construcción. Pero, al mismo
tiempo, ella misma es complementaria de la forma y posición
de los estambres y el pistilo de la boca de dragón que pertenecen
al plan de construcción de la planta.
Nada es tan instructivo como la investigación de estas restric­
ciones mutuas de las relaciones que yo denomino ajustamiento
[Einpassung], ya que nos enseñan que también la lucha p o r la exis­
tencia representa solo un eslabón de la conformidad a plan general.
Con esto se derrumba el último pilar del darw inism o . Variación
sin plan, adaptación sin plan y falta de planificación en la lucha
por la existencia: esos eran los tres motivos por los que Darwin
113
Carta octava

negaba toda conformidad a plan en el mundo viviente. Los tres


son erróneos.
Con el estudio de la lucha por la existencia se ha establecido
que aquellos seres vivos que contienen en las propiedades de
su cuerpo numerosas superficies atacables (esto quiere decir,
complementos), compensan la pérdida de individuos mediante
un número creciente de descendencia. La capacidad de una
descendencia numerosa también obedece a determinados genes.
Este hecho nos ofrece Ja clave para la verdadera comprensión de
la especie. Como vimos, la especie posee una estructuración tempo­
ral. Esta comprende, alternadamente, los embriones en formación
y los cuerpos ya formados con todos sus círculos funcionales.
Pero no hay ninguna prestación [Leistung] conjunta de la
especie que esté formada por las prestaciones individuales de
los individuos. Por el contrario, se puede hablar de una arm onía
de todas las prestaciones individuales de los individuos, incluso
cuando no obedecen al mismo compás. Esto nos permite calificar
a los individuos particulares como factores arm ónicos . Hasta aho­
ra, únicamente la especie podía considerarse como una armonía
rítmicamente recurrente en la formación y la prestación de los
factores armónicos.
Ahora nos enteramos de que también el número de los fac­
tores rítmicos está comprendido en la armonía la cual, por esta
circunstancia, se mantiene.
Con ello, la especie se revela como una armonía que no solo
rodea los sonidos, sino que también los crea. Se convierte así
en un ser natural excepcional, en cuya contemplación debemos
adentrarnos peculiarmente, porque carecemos de una analogía
que esté —aún remotamente- a su altura.
Como un todo inmutable y ordenada según un plan, la es­
pecie se dilata en el pasado de nuestra historia terrestre. Todo
114
(Especie [/Art])

indica que se ha originado como un todo, como lo han hecho


todos los sujetos.
Las probabilidades de llegar a saber algo más preciso sobre el
origen de las especies son m uy bajas. Como máximo, podemos
decir: desde este o aquel momento aparece la nueva armonía.
Existe un nuevo genotipo de la especie que comprende armóni­
camente numerosos genotipos individuales. Lo que no sabemos
es qué genotipos se han modificado ni qué nuevos genes se
originaron. La conformidad a plan ha comenzado a esbozar un
nuevo entramado.

115
Carta novena
(Familia)

Con el reconocimiento de la especie como un ser vivo acabado


y autónomo concluye el destino de la com edia del mono
de H aeckel y D arw in , que durante un tiempo amenazó con
degenerar en una querella religiosa. La especie “humana” es un ser
vivo en sí, con leyes propias y con un origen [Ursprung] propio.
Es cierto que los hombres y los monos tienen muchos genes
en común, y es cierto que la melodía de formación del embrión
humano, durante un largo tiempo, corre paralela a la melodía del
mono. Pero el sujeto humano, que fue formado por una melodía
de formación, es completamente único y, por eso, diferente del
sujeto “mono”.
Es cierto que los humanos presentan entre ellos grandes
diferencias, especialmente en sus mundos perceptibles. Para
establecer esto, no es necesario ir al Africa salvaje. Uno puede
117
Carta novena
(Familia)

Con e! reconocimiento de la especie como un ser vivo acabado


y autónomo concluye el destino de la com edia del mono
de H aeckel y D arw in , que durante un tiempo amenazó con
degenerar en una querella religiosa. La especie “hum ana5es un ser
vivo en sí, con leyes propias y con un origen [Ursprung] propio.
Es cierto que los hombres y los monos tienen muchos genes
en común, y es cierto que la melodía de formación del embrión
humano, durante un largo tiempo, corre paralela a la melodía del
mono. Pero el sujeto humano, que fue formado por una melodía
de formación, es completamente único y, por eso, diferente del
sujeto “mono”.
Es cierto que los humanos presentan entre ellos grandes
diferencias, especialmente en sus mundos perceptibles. Para
establecer esto, no es necesario ir al Africa salvaje. Uno puede
117
Carta novena

convencerse en la propia patria. No obstante, el plan conjunto


[Gesamtplan] de todas las disposiciones humanas es ajeno al
plan conjunto del tipo mono.
A causa de la frecuente división en subespecies y razas, la deli­
mitación de las especies no siempre resulta sencilla. Pero en líneas
generales la especie constituye algo fijo y forma los fundamentos
de toda la sistemática de la zoología y la botánica.
No podemos concebir la forma de la especie -semejante a
un entramado enorme—mediante la simple contemplación de
nuestra mirada, como sucede con las formas espaciales de nues­
tro mundo circundante. Pues, por un lado, la especie consta de
formas individuales separadas espacialmente de manera íntegra
y, por el otro, la observación del origen temporal de estas formas
también es necesaria para descubrir la forma de la especie.
La especie no es invisible sino “supravisible”, lo que significa
que la posibilidad de su identificación excede las capacidades de
nuestros órganos sensoriales. Aunque no podamos obtener una
intuición sensorial inmediata de ese extraño ser que llamamos
“especie”, no por eso se sustrae la especie a nuestra facultad de
entendimiento. Y, al mismo tiempo, la profundización de las
relaciones recíprocas de las especies se enriquece y multiplica
nuestro mundo circundante.
Divisamos entonces las grandes líneas directrices de la estruc­
tura del mundo. Pues todos estos componentes supraindividuales
del mundo encajan unos en otros con la mayor exactitud y no
solamente en todas sus propiedades espaciales, sino también en
las temporales.
Al observar el cielo estrellado, el astrónomo ve cómo su per­
sona se reduce a un fútil e insignificante granito de arena. Del
mismo modo se siente el biólogo respecto de la construcción del
mundo viviente, reducido a un simple componente en medio de
118
(Familia)

millones y millones de otros componentes que fueron utilizados


desde tiempos inmemoriales en esta construcción. No obstante,
se siente creado por las mismas leyes cósmicas que crearon esa
construcción e, insertado en el todo, no fútil e insignificante,
sino necesario y metódico.
Mientras ante nuestra vista tenemos el destino de un indivi­
duo, la casualidad parecería jugar un rol principal, ya que con
frecuencia las relaciones del individuo con el mundo circundante
permanecen en potencia, escapando así a nuestra observación.
Las relaciones se actualizan y se tornan perceptibles solamente
cuando conocemos una cantidad considerable de individuos.
Solo entonces es posible abarcar la totalidad de los círculos
funcionales y establecer el ajustamiento del individuo con su
mundo circundante.
Pero solo cuando dirigimos la mirada hacia la totalidad de la
especie reconocemos que las casualidades de la existencia indi­
vidual están incluidas en el plan del conjunto.
Si bien el abarcamiento de la estructura conjunta de las espe­
cies que sostiene la vida del mundo a nuestro alrededor excede
nuestra capacidad de comprensión, alcanzamos sin embargo
un entendimiento de la unidad en esa abrumadora variedad
cuando echamos un vistazo retrospectivo sobre la historia de la
Tierra. Entonces se yergue ante nuestros ojos asombrados un
palacio cuya cantidad de pisos se corresponde con la cantidad
de períodos geológicos. En cada piso se pone en práctica un pian
distinto, que imprime su sello característico, comenzando con
la simple convivencia de los radiados y crustáceos inferiores con
los cefalópodos cableados en el silúrico y llegando hasta las más
grotescas flora y fauna del cretáceo.
Sería m uy deseable que algún día se construyera un museo
gigantesco según este plan, para -m ediante la visualización de
119
Carta novena

los representantes de todas las clases animales de cada época-


procurarnos una idea de los diferentes estilos de cada piso del
palacio terrestre.
Luego de haber conocido la especie como un todo y de haber­
nos detenido en la constitución de las especies en las diferentes
épocas terrestres, volvemos sobre los elementos a partir de los
cuales se compone la especie. Los elementos de la especie son
los individuos. Proporcionan el gran entramado que representa
a la especie y que se extiende sobre espacios amplios y tiempos
inabarcables.
Lo primero que percibimos en los individuos de todas las es­
pecies es su división en dos sexos. De la unión de dos individuos
de diferentes sexos se desprende siempre la nueva generación.
El apareamiento es necesario para producir la mezcla siempre
renovada de los genes. A partir de esta nueva mezcla se originan
nuevos individuos, que mantienen una relación armónica entre
sí. En lugar de hablar de una armonía de la especie, se habla
de un carácter específico, que está particularmente marcado en
las subespecies bajo la forma de carácter racial y que entonces
aparece de forma clara.
A lo largo de su vida, a cada individuo le es dado -adem ás
de su organización propia—un determinado tesoro de genes
que en el futuro apareamiento han de servir para constituir
una nueva mezcla.
En la organización corporal están comprendidos los órganos
sexuales, que sirven como instrumentos de apareamiento. Pero
cada individuo debe estar provisto, además, de determinados
órganos sensoriales que le permitan “percibir” al individuo del
sexo opuesto. El individuo debe estar equipado también con
propiedades exteriores peculiares para poder “ser percibido” por
el sexo opuesto.
120
(Familia)

Ambos sexos deben servirse mutuamente como portadores


de características para que los círculos funcionales de la pareja
puedan acoplarse.
Si la reproducción se llevase a cabo sin apareamiento y cada
individuo ofreciera el tesoro de genes que le fue dado solo para
su formación, la mezcla resultaría entonces imposible y, por los
tiempos de los tiempos, los sucesores igualarían a los antecesores
en una monotonía aburrida, permaneciendo idénticos excepto
en su fenotipo, que presenta una débil variación. No habría, en­
tonces, ninguna especie con su extenso y multicolor entramado,
sino solo cadenas rotas de individuos eternamente iguales.
Para formarse íntegramente, muchos animales necesitan -ad e­
más del material alimenticio contenido en el embrión, en el huevo
o en la irrigación sanguínea m aterna- un suministro alimenticio
compuesto por la presa recogida por los padres. Esto exige acciones
especiales por parte de los padres, comprendidas bajo la expresión
crianza. En muchos casos, la crianza comprende la construcción
de viviendas, apropiadas, como nidos o cuevas, así como medidas
preventivas contra enemigos y otras cosas por el estilo.
Para cumplir realmente con su función, las acciones de las que
se compone la crianza no pueden quedar supeditadas al azar o a
la experiencia adquirida medíante prueba y error.
Los padres han de realizar determinadas acciones regladas para
que los pequeños crezcan sanos. A estas acciones se las denomina
acciones instintivas,
¿Cómo se efectúan las acciones instintivas?
Está claro que, si en el mundo perceptible de un animal
muchas características emiten al mismo tiempo sus estímulos,
las acciones del animal han de presentar una gran inseguridad.
Este o aquel círculo funcional comenzaría pronto a actuar, lo
cual llevaría a confusiones.
121
Carta novena

Por eso, la naturaleza ha tomado ciertas medidas preventivas


contra el exceso de características.
En los animales inferiores el número de características es, en sí,
ínfimo. Pero en los animales algo superiores con varios círculos
funcionales el número de características no se deja limitar sino
por medio de la introducción de un 'um bral de estimulación”,
que anula la efectividad de una u otra característica.
El umbral más conocido está constituido por el sueño, que
suprime todos los estímulos. El que le sigue en importancia es
el de la saciedad, que anula todas las características de la presa.
Pero existen muchos más umbrales que nosotros denominamos
de forma inapropiada con el nombre d e “sentimientos humanos”,
como el temor, el amor, etc. Nada sabemos de tales sentimientos
en los animales. Unicamente podemos notar el hecho de que en
ciertos casos el umbral de un círculo funcional se ve fuertemente
reducido, mientras que el de todos los demás aumenta. El ejem­
plo más notorio de esto nos lo ofrece el comportamiento de los
animales durante el celo: en este período solo entran en vigor las
características de los animales del sexo opuesto, pero desaparecen
las del enemigo o las de la presa.
Cuando un anim al, por medio de la disposición del umbral
(que uno puede im aginarse como una inhibición fisiológica
de la excitación en el órgano perceptivo) se torna accesible
solo para las características de un círculo funcional, entonces
puede resultar de aquello una sucesión regulada de sus accio­
nes si las características relevan un determinado orden en el
mundo circundante.
Así, a la característica aromática de la presa sigue necesariamen­
te la característica óptica, tan pronto como la fiera, al percibir la
primera característica, se acerca ala presa, Al percibir la segunda
característica perteneciente al mismo círculo funcional, el animal
122
(Familia)

se topa con la presa y la despedaza con los dientes, percibiendo


la tercera característica; la del gusto.
Pero el mundo circundante mismo no proporciona en todos
los casos la seguidilla de características que regula la secuencia de
acciones. Por ejemplo, cuando un animal no devora la presa cap­
turada, sino que la consigue para sus crías, el mundo circundante
fracasa. Entonces la secuencia de acciones debe ser suscitada por
una regia internamente establecida de la secuencia de umbrales.
En este caso, la presa capturada no actúa como característica para
los propios movimientos del devorar, sino como característica
del acarreo de la presa a la guarida.
Gracias a los bellos trabajos de Fahre 1 conocemos muy bien
la secuencia de acciones de los cuidados parentales del icneu­
món que arrastra a la presa paralizada hacia la cueva cavada por
él mismo, en la que se halla su cría. Como ha podido mostrar
Fahre, la secuencia de acciones se basa en una secuencia de ca­
racterísticas típicas para el icneumón, y se interrumpe en cuanto
se elimina una característica necesaria. En este caso, la oscuridad
de la cueva constituye un eslabón necesario de la secuencia de
características. Si se la quita, dejando al descubierto la cueva, el
icneumón pierde su orientación que, de lo contrario, es muy
segura. Desconcertado, corre entonces de aquí para allá con su
presa, pisoteando desconsideradamente a su propia cría.
Tales ejemplos nos hacen ver claramente que en los mundos
circundantes de la mayoría de los animales solo aparece una
característica por vez, y que la sucesión de características está
establecida por una regla interior.

1 Jean Henri Fahre (18 2 3 -19 1!)). Naturalista, entomólogo, escritor y poeta
de origen francés. Reconocido por sus estudios sobre la vida y la conducta de los
insectos. (N. de JMH)

123
Carta novena

Dicha regia puede adquirirse también por experiencias repeti­


das con frecuencia: entonces decimos que se trata de acciones de
la experiencia. De hecho, numerosos experimentos relacionados
con esto, en los que se coloca animales en un laberinto en el que
deben orientarse para llegar a su alimento, demostraron que es
posible —incluso en cangrejos de m ar- establecer los principios
de la formación de reglas de la experiencia. Pues los cangrejos
aprendían a encontrar el camino más corto y más tarde lo reco­
rrían nuevamente con bastante seguridad.
Pero las reglas adquiridas por medio de la experiencia siempre
carecen de la seguridad absoluta y de la inmutabilidad de aquellas
otras reglas que, previas a toda experiencia, poseen las acciones
instintivas de los animales.
Las acciones instintivas pueden constar de una seguidilla de
acciones individuales que son producidas únicamente por una
característica. Se trata entonces de procesos regulados por el
órgano conductor.
No obstante, la mayor parte de las veces, lo que subyace a las
acciones instintivas es una sucesión de características previamente
establecida. Entonces, las características deben existir siempre en
el mundo circundante normal de los animales: ya sea por haber
sido creadas mediante acciones precedentes de los animales, ya
sea por pertenecer necesariamente a los portadores de caracte­
rísticas normales.
La construcción de los nidos de las aves obedece a estas
series de características instintivas. Todo pájaro, incluso ha­
biendo sido extraído del nido antes de romper el cascarón,
es capaz de construir el nido con toda seguridad. Tan pronto
como consigue el material necesario para la construcción, se
apodera sin titubear de la paja conveniente y la lleva hacia el
nido. Lamentablemente, todavía desconocemos cuáles son las
124
(ra m íü a )

características que lo guían en esta tarea. Pero lo cierto es que


lo guían con absoluta certeza.
Así, la naturaleza crea las propiedades y las acciones de forma
inmediata en los dos sexos de una especie, sexos que están de­
terminados a formar una familia. Forma también a los humanos
en dos sexos y los provee de reglas impulsivas que, sin embargo,
casi siempre se ven oscurecidas por las reglas de la experiencia.
En la vida familiar, la armonía de individuos pertenecientes
al mismo genotipo debe manifestarse. La comunidad familiar
es tan estrecha que, involuntariamente, los miembros familiares
individuales siempre hacen notar unos a otros las nuevas caracte­
rísticas del mundo circundante, de modo tal que, estimulando al
otro, cada uno amplía sus características hasta que, finalmente,
un mundo conjunto de características envuelve a toda la familia.
Si nos imaginamos la vida familiar extendida con igual libertad
por sobre un pueblo entero y, al mismo tiempo, a las familias
unidas entre sí por un contacto fraternal, entonces el pueblo
entero resonará —como resuenan miles de campanas- cuando
un pensamiento nuevo y hermoso atraviese el mundo humano.
En Nápoles, donde el canto popular sigue manteniéndose vivo,
los compositores cantan sus canciones primero a los cantores
callejeros. Los aficionados las toman y las transmiten en sus
fiestas familiares. Pocos meses después, los compositores vuelven
a escuchar sus propias canciones, a menudo enriquecidas por
extrañas variaciones. Y solo entonces, estas canciones aparecen
impresas en papel.
Si todas las familias de un pueblo formaran parte de ello, lo
que acontece en Nápoles con la canción popular podría volverse
una hermosa realidad en todo arte, en toda religión y en toda
filosofía. Pero, para eso, el ideal popular de libertad, igualdad y
fraternidad debería haberse puesto en práctica, entendiéndolo
125
Carta novena

como una posibilidad de confirmación de las capacidades indi­


viduales de cada familia en fraternal armonía.
Solo entonces podría sonar una verdadera sinfonía de miles de
campanas afinadas todas de un modo diferente. Por el contrario,
si la igualdad les es impuesta a las familias, todo termina en un
vano cascabeleo.

126
Carta décima
(Estado)

Si tomamos al pie de la letra el famoso lema “libertad, igualdad,


fraternidad”, constituye una contradicción en sí mismo, ya que
la libertad es lo que permite al humano revelar su desigualdad.
De manera literal, el lema significa: “que viva la desigualdad, la
igualdad y la fraternidad”.
Hay humanos que no pueden sobreponerse a esta contradic­
ción lógica y no pueden comprender que semejante absurdo
entusiasme a las masas.
Los lógicos olvidan que la tarea principal y originaria del
lenguaje humano no consiste en designar determinadas cosas
externas o internas -tales como objetos, acciones o sentimien­
tos-, sino que las secuencias sonoras representan, según su
esencia, solo estímulos que parten de una persona para provo­
car una excitación en otras personas. Resulta completamente
indiferente cuál es la secuencia sonora utilizada como estímulo,
127
Carta décima

tanto si está compuesta de palabras como si estas palabras al­


bergan una contradicción. Como lema para las masas el “que
viva la igualdad, la desigualdad y la fraternidad” es tan bueno
como cualquier otro.
En cambio, la exigencia de convivir fraternalmente los unos
con los otros en igual libertad expresa un verdadero ideal popu­
lar. Puede pedirse que todo aquel que posea sensibilidad moral
se declare a favor de este ideal popular y esté dispuesto a vivir
conforme a él. Libertad, igualdad y fraternidad, comprendidas
en este sentido, constituyen una exigencia m oral impuesta a cada
individuo particular.
Pero si todo concluyera con el reconocimiento de esta exigencia
moral, entonces no se comprendería por qué los humanos no
viven ya desde hace mucho tiempo en conformidad con ella.
De hecho, hay un pueblo que parece vivir siguiendo riguro­
samente este ideal: se trata de los veddas de Ceylán, que andan
desnudos por doquier, viven en los árboles y se alimentan de los
frutos del bosque.
El resto de los pueblos que viven en condiciones naturales
menos favorables, están compelidos a procurarse vestimenta,
vivienda y alimento mediante el trabajo común antes de poder
dedicarse al cumplimiento de las exigencias morales. Para sa­
tisfacer las necesidades de la existencia física, constituyen una
comunidad de trabajo que denominamos “Estado \
Dado que ni la vestimenta ni la vivienda ni la alimentación de
los humanos son proveídas directamente por la naturaleza, estos
se ven obligados a construir herramientas con las que obtener
los productos necesarios para vivir.
Pero cada herramienta obedece a ciertas leyes técnicas que
dependen, por un lado, de la formación del cuerpo humano y,
por otro, de la cualidad del material proveído por la naturaleza.
128
(Estado)

Así, por ejemplo, la laya más simple guarda relación con la mano
humana, con el pie humano y con el espesor de la tierra.
Además, cada herramienta supone tres acciones humanas: 1.
Su invención. 2. Su fabricación. 3. Su uso. Estas acciones corres­
ponden a distintos individuos en el Estado. Al inventor le siguen
muchos fabricantes y muchos usuarios de la herramienta para
que, por fin, todos puedan participar del usufructo del producto
proporcionado por la herramienta.
De esto se desprende que debe haber diferentes mundos
circundantes para los individuos encomendados a las diferentes
acciones, y que estos mundos circundantes deben adecuarse
unos a otros para que el producto resulte accesible para todos.
Cuantas más herramientas se utilicen en la vida estatal, tantos
más individuos con mundos circundantes distintos deben
existir, y tanto más complejo será el engranaje de los mundos
circundantes.
Si uno quiere hacerse una idea intuitiva acerca de estas rela­
ciones, tan difíciles de aprehender, debe representarse el mundo
circundante de cada uno de los individuos participantes en la
vida del Estado como una sola celdilla, anexada a muchas otras
celdillas vecinas. Así se obtiene la imagen de un panal que repre­
senta al Estado. En cada celdilla, como en el mundo profesional,
reside un individuo. Por un lado, este encuentra allí las caracte­
rísticas determinantes de su labor profesional y, por el otro, el
instrumento apropiado para sus efectores.
La conexión entre las diferentes celdillas puede explicarse fá­
cilmente: cuando un trabajador ha removido la tierra con la pala,
el siguiente labra los terrones con el pico, y el tercero allana la
tierra con el rastrillo. Cada uno de ellos posee diferentes mundos
perceptibles [Merkwelt] y mundos de efectos [W irkungswelt].
El efecto generado por el primer trabajador se convierte en
129
Carta décima

característica para el segundo que, a su vez, genera otro efecto,


que se convertirá en característica para el tercero.
En el esquema, el portador de características se colocará de
tal modo que conecte el mundo de efectos de un individuo
con el mundo de las características del siguiente. Entonces los
mundos circundantes de las celdillas que realizan un trabajo
conjunto se conectan mediante el mismo portador de caracte­
rísticas (imagen 6).

I II

A: Órganos actores
S: Órganos sensoriales E: Efecto res
P: Órganos perceptivos PC: Portador de características
C: Órganos conductores I y II: Celdillas de panal

IMAGEN 6

Las tareas con las que tiene que lidiar cada individuo en su
celdilla profesional son de índole puramente técnica. Cada uno
debe ganar confianza con algunas leyes técnicas, si no quiere
realizar su trabajo como un simple autómata.
Pero lo más importante es la investigación del panal del Es­
tado. Aquí, principalmente, son leyes puramente técnicas las
que rigen el engranaje de las distintas herramientas y máquinas.
130
(Estado)

Pero también se añaden leyes biológico-técnicas que debemos


cumplir. Cada celdilla del mundo circundante puede ser o de­
masiado grande o demasiado pequeña. Si es demasiado grande,
impondrá —mediante su gran número de características—dema­
siadas exigencias a la capacidad perceptiva de un individuo o a
su destreza manual cuando use su herramienta. Si la celdilla es
demasiado pequeña, el trabajo monótono atrofiará las capaci­
dades normales del individuo.
Finalmente, debemos considerar las leyes puramente biológi­
cas, si tomamos en cuenta las celdillas del mundo circundante
de los inventores. Se espera que el inventor descubra nuevas
relaciones en la naturaleza. Aquí nos tropezamos directamente
con el punto que nos resultó tan misterioso en la contemplación
de la especie: la producción de nuevos genes.
Cada nuevo invento no consiste en otra cosa que en la fa­
bricación de una nueva relación con la naturaleza, relación que
antes no existía. Nada es tan instructivo como la historia de los
grandes inventos. Todos, sin excepción, se reducen a una “ocu­
rrencia” repentina, en la que el inventor “vislumbró” una nueva
conexión. A una propiedad del mundo exterior se le encuentra
repentinamente una “propiedad complementaria ’ y se establece
así una nueva relación.
Si observamos todo el panal del Estado como un gran orga­
nismo, entonces mediante esta “ocurrencia” en la celdilla del
inventor penetra un nuevo gen, que conduce a la producción
de una nueva herramienta.
Que en el organismo del Estado las celdillas individuales no
puedan ser trocadas unas con otras es algo que nadie pone en
duda. Pero sin embargo muchos piensan que es posible que
los individuos sean trasladados a voluntad de una celdilla a la
otra, sin dañar la estructura conjunta. Esto es un error; la vida
131
Carta décima

en una celdilla de labor determinada presupone siempre un


minucioso aprendizaje de las características y de las maniobras.
Dicho aprendizaje, tras un ejercicio laboral prolongado, une la
actividad conjunta de los órganos perceptivo, conductor y actor
a trayectorias fijas que son de utilidad para la actividad enton­
ces emprendida permitiendo potenciar su prestación, pero que
constituyen un obstáculo insuperable para iniciar una nueva
labor. Ni un cartero puede volverse deshollinador, ni un sabio
volverse granjero y viceversa.
Una vez que uno se ha familiarizado con la idea del Estado
como un panal, ya no resulta tan difícil bosquejar la imagen
de un Estado cualquiera. Basta con tomar un mapa en el que
figuren los campos, los viñedos, las minas de carbón, etc., y con
recordar cuáles son las características y de qué especie son las he­
rramientas que pertenecen a las celdillas del mundo circundante
de los individuos particulares. Luego hay que unir las celdillas
del mundo circundante que sirven a la fabricación de un mismo
producto sirviéndonos de líneas que deben poner en evidencia
cómo, durante su elaboración, el producto pasa de mano en
mano, de herramienta en herramienta; el trigo se vuelve pan, la
uva se vuelve vino, etc.
Entonces se reconocerá cuáles son los órganos digestivos que
posee el Estado, dónde están los orificios bucales que ingieren
las materias primas, hacia dónde son transportadas y por qué
vías se abastece a las celdillas individuales de los consumidores
con los productos acabados.
Las minas serían comparables a pulmones que llevan el
combustible al organismo estatal. También podríamos ir más
lejos, comparando la circulación monetaria con la circulación
sanguínea, porque el dinero -en tanto instrumento generaliza­
do de intercambio—contiene en potencia todas las provisiones
132
(Estado)

necesarias. Los grandes bancos serían entonces corazones cuyos


latidos rigen el torrente sanguíneo. En la red burocrática también
podría reconocerse un sistema nervioso que, al igual que este, rija
el engranaje temporal del conjunto del funcionamiento.
Finalmente, en la cúspide monárquica -poco importa su nom­
bre- reconoceríamos al estatolito, esto es, la piedrita que, balan­
ceándose en un pelo fino, mantiene nuestro cuerpo en constante
equilibrio, estableciendo una justa proporción entre la tensión
de los músculos y la gravedad. Si elimináramos los estatolitos, el
cuerpo se desplomaría. De igual manera, la cúspide monárquica
otorga a todos los mundos circundantes una dirección común
constante. Si la elimináramos, el panal se desintegraría.
Así, el Estado está regido en todas partes por leyes técnicas y
biológicas. Estas no pueden decretarse a voluntad, sino que deben
buscarse por medio de exhaustivas investigaciones.
Solo cuando la anatomía y la fisiología del Estado sean investi­
gadas y enseñadas en academias apropiadas se formarán médicos
estatales capaces de investigar las causas de las irregularidades
en las enfermedades del Estado y de prescribir los remedios
apropiados.
Algún día, el método preferido ahora—consistente en interro­
gar al mayor número posible de ignorantes—dará la impresión de
ser un fantasma proveniente de la oscura antigüedad. Estaríamos
más que agradecidos si, en caso de enfermedad, se establece me­
diante la consulta popular lo que nos hace falta y qué medicina
deberíamos tomar.
El hecho de que todavía hoy haya parlamentos en los que los
asuntos referentes ai bienestar estatal se decidan por votación mayo-
ritaria, obedece a la inexplicable confusión entre pueblo y Estado,
El pueblo prospera más -bajo la suposición tácita de que el Estado
haya creado todas las condiciones para la existencia de los particu­
133
Carta décima

lares- cuando cada familia puede desenvolverse de la manera más


libre posible dentro de su singularidad. Conforman así los sonidos
de la gran sinfonía popular, sonidos que han de expresarse con la
mayor pureza posible. Para lograr esto, a cada uno se le impone la
exigencia moral de la libertad, la igualdad y la fraternidad.
Pero el Estado —que debe crear las condiciones físicas de la
existencia, de la vivienda, de la vestimenta y de la alim entación-
no puede ser una mera sinfonía compuesta de libres sonidos, sino
que debe formar una verdadera estructura que se componga de
celdillas muy diferentes, ajustadas unas a otras obedeciendo a
una regla común de funcionamiento.
El Estado está regido por las mismas leyes técnico-biológicas
que nuestro organismo corporal. Mientras que en una máquina
el impulso regular se ejerce por transmisión de movimientos
(ruedas dentadas, palancas), las células de nuestro cuerpo están
unidas unas a otras por transmisión de estímulos. Dado que todas
las células poseen una fuente de energía propia, no se parecen a
cada una de las partes de una máquina, sino más bien a máqui­
nas independientes, dispuestas en trabajo conjunto mediante la
transmisión de señales.
Si queremos tener en cuenta este hecho, debemos tomar la
parte del círculo funcional que transcurre en el mundo interior
[Innenwelt] del sujeto, dividirlo en partes individuales y proveer­
lo de ranuras y mechas (imagen 7) para indicar que todas ellas
están relacionadas entre sí mediante la transmisión del estímulo.
Cada célula, empezando por la célula sensorial y llegando hasta
la célula muscular del efector, es estimulada desde afuera, entra
así en excitación y estimula luego a la célula que le sigue.
Si las células crecen al mismo tiempo unas con otras, forman el
Estado celular del cuerpo; si continúan siendo individuos libres,
forman el panal del Estado.
134
(Estado)

S: Órganos sensoriales C: Órganos conductores


n: Nervios A: Organos actores
P; Órganos perceptivos E: Efectores

IMAGEN 7

Pero en ambos rigen leyes mecánicas, cuyos presupuestos son


la coacción, la diferenciación y la subordinación. Si en lugar de
las leyes mecánicas se coloca la ley moral de la libertad, la igual-
dad y la fraternidad, las celdillas individuales se dividen, y los
individuos —arrancados de su mundo circundante profesional-
constituyen ahora masas, es decir, abscesos en lugar de órganos,
en los que los particulares se tambalean confusos y sin rumbo, a
merced del estímulo sin escrúpulos de cualquier lema.
Reemplazar el Estado por el pueblo es igual que intentar cons­
truir una casa utilizando la moral en lugar del mortero.
Pueblo y Estado constituyen una contradicción tan pronun­
ciada que nunca aparecen juntos en el mundo animal. O bien
los animales viven como familias libres y forman pueblos, o
bien renuncian a la formación familiar y confían la reproduc­
ción a una determinada cooperativa de trabajo. Entonces esta
cooperativa se incorpora como órgano especial en el cuerpo-
Estado, como sucede ante nuestros ojos en el caso de las abejas
y de las hormigas.
135
Carta décima

Los Estados-animales también forman panales en los que las


celdillas individuales trabajan en conjunto mediante transmisión
de estímulos. En los Estados-animales conocemos también un
lenguaje de signos, que —al igual que el nuestro- es utilizado
como estímulo para la producción de excitaciones. Contraria­
mente al Estado-humano, la mayoría de las herramientas en el
Estado-animal están unificadas con los individuos particulares
y, si son elaboradas por ellos, como las células de la miel, la
fabricación se produce mediante acciones instintivas y no de la
experiencia, como en el caso del Estado-humano. Las acciones
instintivas basadas en impulsos genéticos fijos permiten a las
leyes naturales técnicas aplicarse inmediatamente, mientras que
en las acciones déla experiencia recién pueden hallarse mediante
“prueba y error”.
En el Estado-abeja conocemos, además de un órgano digestivo
-formado por las obreras recolectoras de miel—, un órgano repro­
ductor, compuesto por los zánganos y la reina. Al mismo tiempo
la abeja reina conforma, en tanto “reina”, el estatolito del Estado.
Si se elimina a la reina, las abejas obreras se precipitan sobre la
miel que ellas mismas recolectaron y la devoran. El permanente
influjo ejercido por la reina sobre todos los subordinados es lo
único que impide que estos consuman la miel al recolectarla. Si
se suprime este impedimento, desaparece el umbral que con­
vierte en la abeja la acción refleja sencilla de comer en la acción
instintiva de devorar. Luego se desintegra el Estado.
Los animales, que solamente poseen un mundo circundante,
no son capaces de producir dos estructuras tan opuestas como el
Estado y el pueblo. Solo el humano puede tanto encerrarse en la
celdilla del Estado —que configura su mundo circundante durante
su actividad profesional—como formar un mundo circundante
para su vida familiar por fuera de su profesión.
136
(Estado)

Pero, ya que ambos mundos circundantes descansan en prin­


cipios opuestos, el humano debe mantenerlos rigurosamente
separados y darle al Estado lo que es del Estado; y al pueblo lo
que es del pueblo.

137
Carta undécima
(Conformidad a plan
[Planmäßigkeit])

Una vez te pregunté qué había de novedoso en lo que percibió


Neivton cuando dejó caer la manzana del árbol, si todo el mundo
sabe que una manzana pesa. Entonces me respondiste: “Vio hilos
de goma invisibles que la tiran hacia el suelo.”
Esta respuesta da en el núcleo del problema. El gran físico
tuvo ante sus ojos las relaciones invisibles de la naturaleza como
verdaderos fenómenos. Más tarde vio los mismos hilos de goma
tensados entre la luna y la Tierra. Vio con los ojos intelectuales
la atracción mutua de las masas y descubrió así la gravitación.
Pero ahora hay que levantar la manzana caída de N ewton e
intentar atisbar otro hilo de goma invisible que, aunque sin ma­
nifestarse, expresa su efecto con la misma seguridad. Si observas
más de cerca, notarás que la manzana no se desprendió de un
lugar cualquiera, sino que su cabo tiene una muesca que encaja
139
Carta undécima

en la hendidura de la rama. Aquí yace el lugar preformado en el


que ocurre regularmente la separación entre manzana y árbol.
Al alcanzar cierto peso, la manzana está predeterminada a caer.
Cuando la tracción de la gravedad adquirió suficiente potencia, la
muesca cede y la manzana cae. Así, el árbol se amputa a sí mismo.
La auto-amputación —que en el caso del manzano constituye
una norma y, por eso, se actualiza casi sin excepción—se da tam­
bién en muchos animales, pero en ellos permanece generalmente
de forma potencial.
Por ejemplo, ios cangrejos de mar poseen en todas sus ex­
tremidades lugares preformados en los que la pata o la pinza
pueden quebrarse sin sufrir una hem orragia, porque una fina
piel recubre la herida. Esta disposición permite al cangrejo
zafarse del abrazo del potente calamar, deshaciéndose de una
parte menos im portante de su cuerpo, que más tarde volverá
a regenerarse.
No importa si se trata de la tracción constante de la gravedad
(como en el caso del manzano) o de la tracción eventual del ca­
lamar (como en el caso del cangrejo de mar), en ambos casos la
naturaleza tejió una relación como un hilo de goma invisible entre
este fenómeno exterior y el cuerpo del ser vivo, otorgándole a este
una propiedad complementaria. Así, la influencia exterior queda
incluida en el círculo de la conformidad a plan del organismo.
Cuando durante la erupción volcánica se forma árido sulfú­
rico, sabemos con certeza que el ácido sulfúrico puede disolver
la cal. Existe entonces una relación fija, solo que no tiene abso­
lutamente ninguna influencia en el surgimiento de la cal. Pero
si en las glándulas del gran caracol marino, el dolium galea>
encontráramos ácido sulfúrico, veríamos allí una propiedad
complementaria y concluiríamos que en el mundo circundante
del caracol debe haber cal.
140
(Conformidad a plan [Planmäßigkeit])

Ves que aquí hay un hilo de goma invisible que une la cal con
el ácido sulfúrico, que es retomado por la conformidad a plan y
entretejido en la organización corporal del sujeto viviente.
Aunque el fósforo brilla en la oscuridad, a nadie se le ocurre
postular la dependencia de la existencia del fósforo respecto de
la oscuridad. Pero cuando una luciérnaga hace resplandecer su
suave luz (proceso muy similar al del brillo del fósforo), entonces
sabemos con certeza que se trata de un animal nocturno.
Así interpretamos las propiedades de los seres vivos como
propiedades complementarias y buscamos en el mundo circun­
dante su contraejemplo.
Las relaciones que las propiedades del aire, del agua y de
la tierra mantienen con los cuerpos elásticos y rígidos fueron
empleadas por la conformidad a plan en la estructuración de
los cuerpos animales mediante la formación de propiedades
complementarias de manera tan evidente que, a primera vista,
ya podemos decir si estamos ante un animal aéreo, ante uno
acuático o ante uno terrestre.
Relaciones físicas y químicas actúan en el mundo inorgánico
por doquier; en el mundo viviente encontramos las mismas
relaciones. Solo que aquí se encuentran unidas unas con otras
en una interacción mecánica y sometidas a leyes técnicas .
En lugar de darlo por sentado, se ha intentado esclarecer
de todas las maneras posibles este hecho simple y fundam en­
tal, evidente a la m irada de todos. R ecientem ente, Jen n in gs
aún buscaba explicar la seguridad técnica de la naturaleza
orgánica al estructurar los cuerpos de los seres vivos y la
inalterabilidad de las acciones instintivas m ediante la acep­
tación de que la naturaleza ensaya sin plan alguno hasta que
finalm ente alcanza el fin. Este excelente investigador cree
que todo ordenam iento de la naturaleza debe reducirse a
141
Carta undécima

acciones de la experiencia, porque estas acciones resultan


corrientes en la vida hum ana.
Esta humanización de la naturaleza no nos acercará al objetivo.
Si, en cambio, seguimos el ejemplo de las ciencias exactas que,
buscando fuerzas naturales en el mundo inorgánico encontraron
leyes físicas y químicas fundamentales, entonces nos toparemos
—en la búsqueda de las fuerzas formativas del mundo viviente—
con leyes técnicas que tendrán exactamente el mismo derecho a
ser reconocidas como fuerzas naturales. Con esto se abre la posi­
bilidad de considerar también a la biología como ciencia exacta .
Por una vez intentemos seguir el camino opuesto y representé­
monos el origen [Entstehung] de un objeto muy conocido según
la manera en que la naturaleza origina sus productos. Así, por
ejemplo, una campana no se produciría fundiendo el bronce en
un molde con su forma, sino que el metal líquido, al enfriarse
en la caldera, adoptaría por sí mismo la forma de una campana
con badajo y todo.
En este caso no cabría la menor duda de que la ley técnica
de la campana fue la que provocó su modelado. Solo que bajo
la expresión “ley técnica de la campana” no hemos de entender
únicamente la regla de funcionamiento del campaneo, sino el
conjunto de las relaciones espaciales y materiales que constituyen
el cuerpo de la campana junto con las relaciones temporales que
conducen al golpeteo del badajo y la producción del sonido.
La ley técnica de la campana, concebida como fuerza natural
inmediata y efectiva, debería ser capaz de formar la campana a
partir de la materia prima apropiada y mediante su modelación
material y espacial, del mismo modo en que las leyes de crista­
lización dan forma al cristal.
Profundizando en este ejemplo —con el que no hicimos otra
cosa que representarnos una conocida ley técnica como fuerza
142
(Conformidad a plan [Planmäßigkeit])

natural efectiva- nos resultará


sencillo, al observar un pro­ ID
ceso natural, descubrir como
causa efectiva una ley técnica
también conocida. H ay una 3
ameba que estira un pseu-
dópodo, cuya extremidad se
transforma en una ventosa con
la que el animal se adhiere a las
I
superficies lisas, utilizándola
para desplazarse hacia ade­
lante. La imagen 8 reproduce
de manera esquemática este IM AGEN 8: Formación
de la ventosa de una ameba
proceso.
La ley técnica encarnada en
la ventosa nos resulta completamente conocida, ya que nosotros
también sabemos elaborar productos semejantes. Se basa en la
utilización de la presión atmosférica, como la estructura del tallo
de la manzana se basa en la utilización de la fuerza de gravedad.
Para describir íntegramente una ley técnica, debemos re­
montarnos hasta la m ateria prim a de la que se desprende el
producto. Del mismo modo que un carpintero atribuirá la ley
técnica de una silla a la madera, el fundidor de campanas lo
hará con el metal con el que está compuesta la campana. Así, si
queremos adquirir una representación de las leyes técnicas que
dan forma a los seres vivos individuales, debemos remontamos
a la materia prim a a partir de la cual se desprende todo lo que
vive: el protoplasma.
El protoplasma representa una espuma líquida, comprendi­
da en el constante intercambio de materia y forma. Pero este
intercambio no ocurre sin plan alguno, sino que es dirigido y
143
Carta undécima

mantenido permanentemente por riendas químicas, provenien­


tes de los genes que dominan el núcleo de la célula embrionaria.
Los genes, llamados a la actividad mediante impulsos, entran en
funcionamiento como impulsos genéticos de las leyes técnicas.
El primer estadio, idéntico en la intervención de todas las leyes
técnicas —con excepción de los animales unicelulares—, consiste
en la configuración de un material celular uniforme, repartido
luego en los distintos recintos embrionarios.
En el caso de la campana, esto significaría que el bronce
fundido se divide en un recinto embrionario para el exterior
de la campana y en otro recinto embrionario para el badajo, en
los que luego se inicia el trabajo técnico de formación. Es com­
prensible que al extraer una parte del material correspondiente
al badajo, el trabajo técnico de formación nos proporcione un
badajo demasiado pequeño. Lo mismo puede establecerse en
el caso de los seres vivos. Tan pronto como el material celular
es repartido en los recintos embrionarios, las reglas técnicas de
configuración de los órganos individuales se ponen en marcha
simultánea pero independientemente, hasta que la estructura
global está terminada y la regla de funcionamiento entra en vigor.
Pero la regla de funcionamiento conforma solo una parte de toda
la ley técnica que ahora, en tanto regla de funcionamiento, rige
el cuerpo trabajador y dirige uniformemente el crecimiento de
los órganos individuales.
Así como la campana está compuesta por un exterior y un
badajo - y cada uno de ellos está sujeto a una regla parcial par­
ticular que, a su vez, constituye en conjunto la ley técnica de la
campana—, del mismo modo los órganos individuales obedecen a
sus reglas parciales, que constituyen en conjunto la ley corporal.
Toda ley técnica no alude meramente a las relaciones regulares
de las partes entre sí, sino que aparece en relaciones regulares con
144
{Conformidad a plan [Planmäßigkeit])

ciertos factores del mundo exterior. Así, la campana llega a ser


un todo que funciona mediante sus relaciones con el aire, en el
que produce amplias vibraciones. Del mismo modo, el águila,
mediante sus relaciones con el aire, llega a ser la reina del vuelo,
surcando el espacio con sus alas, mientras que el tiburón se re­
laciona con el agua mediante su poderosa aleta que lo dirige tan
lejos como llega el océano.
Son estas las relaciones que crean el mundo circundante de
los seres vivos. Todas ellas son radiaciones de la ley técnica, que
conecta al sujeto con el mundo circundante por medio de miles
de hilos de goma.
En estos hilos de goma reconocemos sin más los círculos
funcionales que conectan a los portadores de características con
el sujeto. Todo portador de característica se pone en marcha en
su círculo funcional porque, por un lado, envía a los órganos
sensoriales estímulos que sirven como características; por el otro,
recibe la acción de los efecto res del sujeto.
Precisamente en este caso se manifiesta la superioridad de las
leyes naturales técnicas que regulan inmediatamente eí objeto por
sobre el tratamiento técnico que nosotros, los humanos, otor­
gamos con nuestro conocimiento siempre aproximado de este.
Desde el más simple infusorio hasta los mamíferos superiores,
los efectos del aparato digestivo sobre los alimentos muestran
una seguridad en la aprehensión de las relaciones químicas entre
las diferentes materias, seguridad que nunca podría alcanzarse
en el estudio de las características. Aquí las relaciones químicas
actúan inmediatamente, si bien incorporadas en la estructura
mecánica del cuerpo.
Los demás efectores de todos los animales muestran la mis­
ma inmediatez en sus efectos sobre las propiedades químicas y
anatómicas de la presa. Cuando el cercópido se las arregla para
145
Carta un décim a

extraer de la leche venenosa una savia completamente atóxica,


entonces nos quedamos atónitos ante este truco químico. Igual­
mente sorprendidos estamos al ver cómo un icneumón paraliza al
gusano de un picotazo, introduciendo su aguijón hasta el centro
nervioso mismo, pincelándolo con su suave veneno, al que la
presa sobrevive, aunque sin volver a recobrar el dominio sobre
sus órganos motores.
Los procesos en el mundo perceptible [Merkwelt] resultan
más comprensibles que los procesos en el mundo de efectos
[Wirkungswelt] de los animales. Generalmente se trata aquí,
en los animales inferiores, de pocos estímulos que parten del
portador de características y que, en muchos casos, estamos en
condiciones de imitar. “Engañamos” a los animales cuando,
mediante el empleo de los mismos estímulos a los que se adecúa
la ley técnica, provocamos el curso de acciones sin que exista el
objeto al que las acciones están ajustadas.
Estos “engaños” ocurren también en la naturaleza. Una
mariposa (la esfinge ocelada) ahuyenta al pájaro que la sigue
mediante movimientos de sus alas adornadas por manchas con
forma de ojos, porque el pájaro, por su parte, está predeter­
minado a huir al ver los ojos en movimiento de los pequeños
animales carnívoros.
El engaño más conocido es el que producen las velas en las
mariposas nocturnas, las cuales están predeterminadas para volar
hacia la luz de la luna, que las conduce entre el ramaje fuera del
bosque oscuro.
Estas experiencias nos dan a conocer los límites de las leyes
técnicas según las cuales están estructurados los sujetos. No se
trata nunca de omnisciencia, sino de perfección de la única ley
técnica que —si bien sujeta a las relaciones específicas por ella
comprendidas—las domina sin embargo de manera intachable.
146
(conformidad a plan [Planmäßigkeit])

Todas las leyes técnicas de la naturaleza viviente se m ani­


fiestan en la forma de unidades subjetivas que forman siempre
un nuevo centro del mundo que, a su vez, presenta relaciones
—a veces más ricas, a veces más pobres—con su mundo circun­
dante, pero siempre representa una perfección acabada en sí
misma. Las leyes técnicas que surgen como fuerzas naturales
no son inmediatamente perceptibles, como tampoco lo son las
leyes físicas y químicas de la naturaleza inorgánica. Pero, como
estas, son indivisibles e indestructibles. A diferencia de ellas, no
están limitadas en su número y especie; ya que todo el tiempo
florecen nuevos individuos que -e n la producción de especies
nuevas—están provistos de capacidades mejoradas y de un mundo
circundante más rico.
Las leyes técnicas son las que provocan el ajustamiento; no
rigen solamente las relaciones espaciales de un animal con su
mundo circundante correspondiente, sino que también rigen las
relaciones temporales de su túnel de características estructurado
de manera periódica. Sirven de base a la especie, a la familia y
al Estado. Forman en su conjunto la conformidad a plan, que
sostiene y forma al mundo entero, en tanto poder supraespacial
y supratemporal.
Como vimos, la conformidad a plan se pone de manifiesto
en la estructura corporal de todos los seres vivos, tanto en sus
acciones reflejas como en las instintivas. Pero las acciones de
la experiencia de los humanos, que deben funcionar mediante
prueba y error para encontrar las reglas de su sucesión, están
dispuestas según un gran plan. A ellas se les agrega el dolor que
—como vigía siempre alerta—castiga toda intrusión en contra
del plan de la naturaleza. Precisamente el humano, que cree
llevar el cetro de la libertad, no puede subsistir sin el azote de
la naturaleza.
147
Carta undécima

No es sorprendente entonces que, en todos los tiempos, la


conformidad a plan -aú n bajo la imagen de las más diversas
deidades- haya desempeñado un papel decisivo en la vida de
los pueblos.
Recién en los últimos decenios los hombres se han convencido
ilusoriamente de que en el mundo no hay conformidad a plan,
de que el mundo no es sino un juego ciego de átomos inánimes.
Las consecuencias de esta doctrina fueron realmente desas­
trosas para los mundos circundantes de los individuos. El cielo
retrocedió ante un espacio infinito en el que esferas luminosas
giran unas en torno de las otras según una fórmula matemática
que nos es indiferente. Plantas y animales, incluso los humanos
mismos, debían su existencia a un juego no planificado del azar.
Era como si el mundo se hubiera declarado en quiebra: cada uno
intentaba salvar lo necesario para su seguridad y ventaja perso­
nales. Como modelo de esta última coronación del desarrollo de
la humanidad se grabó en mi memoria un naturalista estadou­
nidense que ya no tenía el menor interés en ningún problema;
solo cuando se hablaba de dinero, daba un puñetazo en la mesa
y exclamaba: “That’s reality \
Aquí la biología exacta trae la salvación, devolviéndole al
individuo lo que en realidad le pertenece: su mundo circun­
dante. El sol de sus ojos vuelve a girar en su cielo, desde donde
sus estrellas lo observan suavemente. Suyas son las inmensas
montañas, suyo el silencio del bosque, suyo el aroma de las
flores y la belleza del día estival. Ningún poder del mundo tiene
derecho a disputarle su mundo, que se vuelve tanto más grande
y hermoso cuanto más ahonda en él; y cuya riqueza aumenta
con el anhelo de sus dones.
Y si dirige su insaciable ojo intelectual hacia los mundos
circundantes del resto de los seres vivos, entonces el universo lo
148
(Conformidad a plan [Planmäßigkeit])

colma de una tal abundancia de exquisitos dones, que apenas


puede empezar a sobreponerse hasta que percibe en el montón
de sonidos la melodía que enlaza a todos los seres entre sí; luego
reconoce y siente lo que solo de modo alusivo expresa la palabra
“conformidad a plan5.

149
Carta duodécima
(Ánimo)

Volvemos ahora a nuestro punto de partida, las sensaciones,


tras haber conocido las estructuras que creamos sirviéndonos
de ellas. Esta excursión enriqueció en gran medida nuestro
conocimiento. Pudimos convencernos de que nuestras sensa­
ciones revelan su verdadera utilidad cuando se emplean en la
construcción de las formas.
Aquellas formas que se distinguían por sus prestaciones se con­
virtieron en seres vivos que, en tanto sujetos autónomos, crearon
un mundo circundante a su alrededor, mundo circundante que
construido sobre relaciones regidas por leyes permite reconocer
el reinado de las leyes naturales técnicas.
Se reveló ante nuestros ojos una legalidad generalizada que
conecta todos los fenómenos del mundo y que también m ani­
fiesta su acción en nuestro cuerpo.
151
Carta duodécima

Sabemos que nuestro cuerpo no es un mero mecanismo, sino


que —resultado de una ley natural técnica—fue construido con
ayuda de los impulsos genéticos en nuestro plasma embriona­
rio. Sabemos que los impulsos supramateriales actúan también
durante nuestras acciones en el protoplasma de nuestro cerebro.
Dado que nuestro cerebro mismo debe su formación a nuestro
ánimo, podríamos concluir que, del mismo modo, la ley natural
técnica debe repercutir en él. Para ganar claridad al respecto,
debemos centrar nuestra atención en las relaciones entre nues­
tro cerebro y nuestro ánimo. El cerebro que -como todas las
estructuras corporales que conocemos—está basado en nuestras
sensaciones de contenido y de orden posee además relaciones
especiales con nuestro ánimo, relaciones de las que el resto de las
estructuras corporales carece. Si se estimula un nervio sensorial,
entonces se genera en nuestro ánimo una sensación que depende
de la persona del nervio estimulado.
De este hecho derivó Johannes M üller 1 la ley de las energías
específicas de los sentidos. La ley indica que en las personas
nerviosas excitadas se produce un efecto que no puede ser con­
siderado como consecuencia del movimiento prolongado de la
excitación nerviosa, sino que alude a un carácter único que no nos
recuerda a ningún cambio conocido de las estructuras corporales.
De hecho, solo en las personas nerviosas se genera una cone­
xión entre nuestro cuerpo y nuestro ánimo que no tiene nada
que ver con los procesos espaciales, ya que nuestro ánimo es com-

' Johannes Peter Müller (18 0 1-18 5 8 ). Anatomista y fisiólogo de origen alemán.
Reconocido por sus estudios en fisiología de los sentidos y por el establecimiento
de la ‘'teoría de las energías específicas” según la cual la naturaleza de la sensación
se define no por el carácter del estímulo sino por las estructuras nerviosas que
transmiten la información incidente y que son, para cada sentido, específicas.
(N .d eJM H )

152
(Animo)

pietamente aespacial. El proceso espacial de la onda excitadora


es contestado en las personas nerviosas por el proceso aespacial
de una sensación.
Si solo supiéramos de nuestro cerebro que en él ocurren
procesos espaciales de excitación de índole química o eléctrica,
entonces la energía sensorial específica que actúa en las personas
nerviosas quedaría completamente aislada y resultaría abso­
lutamente inconcebible. Pero ahora sabemos que en nuestro
cerebro actúan también impulsos, cuya peculiaridad consiste
asimismo en ser completamente incorpóreos, supraespaciales y
supratemporales, ya que dominan en gran medida los cambios
tanto espaciales como temporales de un cuerpo.
Resulta entonces plausible equiparar los impulsos—de los que,
por su carácter aespacial, solo podemos reconocer sus efectos—
con las sensaciones, y atribuirles por eso un contenido intuitivo.
En un principio, se aducirán dudas respecto de esta equipara­
ción, porque los impulsos -en tanto formadores de formas, tal
como los hemos aprendido- poseen un carácter absolutamente
activo, mientras que la sensación -q u e se produce en la persona
nerviosa—parece tener, por el mismo motivo, un carácter pasivo.
Al observarlo más detenidamente, resultará incorrecto asumir
que las sensaciones tienen un carácter pasivo. Por el contrario,
toda sensación posee el carácter de una orden. “Debes ser azul”
decimos al objeto del mundo exterior, tan pronto como las on­
das etéreas emitidas por él alcanzan nuestra vista y la excitación
causada por estas se topa con nuestra persona nerviosa.
Lo mismo vale para el resto de las sensaciones que con su
presencia prescriben al mundo su forma y su contenido.
La ley de la energía sensorial específica puede entonces ser
expresada de la siguiente manera: toda excitación de una persona
nerviosa provoca el impulso correspondiente a dicha persona
153
Carta duodécima

nerviosa, impulso que se diferencia de todos los demás mediante


la sensación que lo caracteriza.
Los cambios en el sistema nervioso -q u e provoca el impulso
al aparecer—no dependen de causas fisiológicas, sino de la co­
nexión psicológica con otros impulsos, creada por medio de la
apercepción. De este modo, podemos representarnos los procesos
incorpóreos en el ánimo actuando en el mundo corporal fisioló­
gico del cerebro. De manera similar, D riesch pensaba la acción
del ánimo —que él denomina 1psicoide”—sobre el cerebro,
Gracias a la estrecha relación entre el ánimo y el cerebro, es po­
sible tratar la organización del ánimo —tan difícil de comprender­
en relación con la organización del cerebro, y crear una imagen
intuitiva de aquella, como hicimos para la organización parcial
de los círculos sensoriales particulares. Por supuesto, no puede
tratarse de un verdadero paralelismo entre cerebro y ánimo, ya
que los seres aespaciales no pueden ser paralelos a las estructuras
corporales. Pero, al esbozar el esquema anímico, no se trata en
absoluto de un conocimiento verdadero, sino meramente de un
medio para ordenar, de manera clara y según cierta analogía, los
factores del ánimo.
Del mismo modo que todo cerebro se divide en una parte
sensorial y una motora, en un órgano perceptivo [Merksorgan]
y en un órgano actor [Handlungsorgan] -unidos mediante un
órgano conductor— así se descompone también el ánimo (imagen
9) en un órgano sensorial [Empfindungsorgan] y uno volitivo
[Willensorganj, unidos por un órgano del juicio.
En el órgano sensorial coloco los ya conocidos círculos senso­
riales 1 a 6, que podemos imaginar con las formas ya esbozadas
del octaedro de colores, de la escala de sonidos, etc. Todas ellas
se conectan con el órgano aperceptivo (AP), que a su vez se re­
laciona con el órgano de la memoria que contiene las reglas para
154
(Ánimo)

Organos sensoriales Organos volitivos

1-6: Círculos s-eiisoriales SM: Órgano senrimentaJ


I-Vi: Órganos para ordiu.ar acciones CO: Órgano de la conciencia
AP: Órgano »perceptivo j: Organo Je) juicio
M: Organos. Je la in entura V: Órgano volitivo

IMAGEN 9

crear los esquemas. La apercepción se encuentra también bajo


el influjo del órgano sentimental (SM), que posee la capacidad
de reforzar o reprimir las características de los diferentes círculos
funcionales, como ya expuse en el caso del mundo circundante
de los animales.
Del órgano aperceptivo se abre una vía hacia el órgano del
juicio, que también representa un órgano de regias, ya que tanto
las reglas de la experiencia como los fundamentos y las ideas
influyen en el juicio. Del órgano del juicio trazo una vía hacia el
órgano volitivo que, por su parte, activa los órganos de orden de
acciones particulares I a V, etc. Aquí también opera un órgano
de la memoria, que contiene las reglas del movimiento.
Lamentablemente sabemos m uy poco acerca del órgano vo­
litivo, ya que los impulsos que aparecen aquí no poseen ningún
signo sensual y —además de un conocimiento general sobre la
intervención de los impulsos voluntarios—solo recibimos algu­
na noticia del movimiento iniciado mediante la manifestación
155
Carta duodécima

de signos direccionales. A su vez, los signos direccionales son


utilizados por la apercepción (cosa que no podía representarse
apropiadamente en el esquema).
Es interesante comprobar que notaremos de manera muy
incompleta los procesos que tienen lugar en el ánimo mediante
nuestra conciencia, ya que todas las reglas son perceptibles para
nosotros solo cuando entran en actividad.
Debemos pensar en otro órgano que es de decisiva importan­
cia para la unidad del ánimo. Me refiero a la conciencia (CO)
que —además de su constante influjo sobre el órgano del juicio“
también puede producir el dolor moral. Así como el dolor físico
rige todos ios umbrales del órgano sentimental y solo se abre
paso hasta llegar a un primer plano, de la misma manera el dolor
moral rige todos los umbrales en el órgano del juicio que, de lo
contrario, son impuestos por las diferentes reglas del juicio. El
dolor moral pronuncia su propio juicio, que es inapelable. Así
fortifica al mismo tiempo el peso del órgano del juicio, que la
mayoría de los hombres prefiere ignorar para tomar una decisión
rápida que, a su vez, en todos los casos de sentimentalismo fuerte
los conduce sin reflexión desde la apercepción hasta la deter­
minación voluntaria —como indiqué con una línea punteada—.
Todo intento por esbozar un esquema del ánimo debe sucum­
bir al reproche de ser, al mismo tiempo, arbitrario e incompleto.
Sin embargo, estimulará la reflexión y dará lugar a correcciones.
Así se alcanzará la meta.
Pues siempre que se investigue el ánimo se comprobará una
cosa: que se trata de un organismo que -encontrándose fuera
del tiempo y del espacio- constituye sin embargo una estructura
que alude a la actuación de una ley natural técnica. Pero esta ley
no puede separarse de la ley natural técnica que se manifiesta en
la organización corporal.
156
(Ánimo)

Todo —incluso la distribución consciente de los impulsos


decisivos y las reglas que entran en acción- habla a favor de la
existencia de un plan que abarca al individuo entero.
El engranaje sistemático de los diversos factores del ánimo da
cuenta de una coacción regular continua. Únicamente la con­
ciencia parece escapar a esta coacción, porque ella misma dicta
constantemente imperativos al órgano del juicio, sin recibirlos de
ningún otro órgano del ánimo. Así parece participar de manera
autónoma en la regulación y, por lo tanto, ser libre.
Solo el hombre que se dice a sí mismo “debes” tiene derecho
a la libertad.
Así, tras el descubrimiento de las leyes técnicas dominantes
como fuerzas naturales, la biología llega a los más elevados pro­
blemas de la filosofía: Dios, libertad[ inm ortalidad. La d ivin id a d
se le manifiesta como la conformidad a plan que, siendo ella
misma supraindividual, crea los sujetos según leyes técnicas in­
dividuales. La libertad solo puede ser hallada en la participación
de la legislación. Desde luego, la inm ortalidad está dada en la
indestructibilidad de las leyes naturales técnicas.
Aquí el biólogo suelta la pluma de su mano; su camino está
recorrido, su meta fue alcanzada y encontró la conexión con las
grandes preguntas de la humanidad. No penetrará en las altas
montañas de los problemas psicológicos, metafísicos y místicos.
Deja a los entendidos en estas materias la tarea de encontrar ios
caminos que siguen.
Solo una pregunta lo agobia irresistiblemente: ¿es verdade­
ramente apta la época actual para buscar en la conformidad
a plan la esencia de lo viviente? Vivimos en un Estado que se
encuentra en una putrefacción total. Dentro y fuera de la patria
se impone la infamia desvergonzada y ésta amenaza con destruir
todo el patrimonio cultural. Por doquier triunfan los bandidos
157
Carta duodécima

que arrastran su propia conciencia por la suciedad y que dan vía


libre a sus instintos bestiales.
Una mirada a través de la ventana nos dará la respuesta. La
primavera llegó: el fresco verdor despunta en las ramas secas
de los árboles por doquier. El círculo de la naturaleza también
incluye —siguiendo la conformidad a plan—la putrefacción de
los Estados.
Pero en lo que al triunfo de los bandidos se refiere, basta
con que nos coloquemos por una vez en un punto atemporal,
supratemporal, y que abarquemos con nuestra mirada el túnel
de características de nuestra vida como un todo acabado. Desde
este punto de vista, no hay nada transitorio. El tonto consuelo
de los necios que dice que lo pasado está enterrado para siem­
pre se derrite como nieve al sol. Toda nuestra vida aparece ante
nosotros inmutable, como fundida en metal.
Pronto el tiempo, con su apariencia engañosa de transitorie-
dad, habrá pasado para nosotros, humanos vivos. Entonces el
punto de vista extratemporal será el único que podremos adoptar.
¿Serán entonces dignos de envidia los que —a pesar de todo éxito
exterior- tuvieron una vida que, como dice Lutero, no es sino
un zanjón apestoso?
Seria, terriblemente seria, como una campana del destino,
resuena para cada uno la doctrina de la vida. Pues la vida es
eterna y ante la eternidad se desvanece la broma.
El joven de Sais no tuvo la fuerza para mirar la vida a la cara.
Sin miedo, yo pude conducir tu fuerte corazón a la alta cima
desde la cual la biología contempla el universo.

158
Esta prim era edición se term inó de im prim ir
en el mes de A bril de 2 0 1 4 en Gráfica M PS,
Santiago del Estero 3 2 8 , de la ciudad de Lands,
Buenos Aires, República A rgentina.
jakob von uexküll
cartas biológicas sene perenne
a una dama Buenos Aires - 2014

U na escena es todo: Estoy sentada bajo los rayos del sol,


observo un abejorro que vuela sobre el cantero, de una flo r a
otra. Así comienza una de las cartas, titulada “Origen”.
Quien pinta la escena es la que fuera mujer de Jakob von
Uéxkull, destinataria de estas Cartas biológicas, de 1920.
Ella pregunta por dos seres que no tienen en apariencia
nada que ver pero que parecen estar hechos uno para el
otro. Pregunta musical, pregunta por el amor del mundo.
En otra carta habla de los hilos invisibles que hacen caer la
manzana de Newton. Otra escena... y luego desaparece.
El biólogo toma su pluma, busca explicar(se) la vida de
los mundos. A poco de andar descubre que, en tanto se
considere a los seres-sujetos, no hay un mundo, sino
muchos, tal vez uno por cada ser. La noción de um welt
(mundo circundante) surge brillante, llamada a tener la
más vasta influencia sobre el devenir de la biología, la
etología, la filosofía. La visión antropomórfica, que nos
emplazaba a todos en un mismo mundo, nuestro
espacio-tiempo, se derrumba. Brotan mundos de colores
variados, cada uno llega hasta donde puede, pero lo hace
de manera implacable. Hay entre los mundos relaciones
musicales, de punto y contrapunto, de abejorro a flor.
Nada queda librado a l azar, todo se ajusta mutuamente.
Hay un orden, una armonía, un plan.
La conform idad a plan es la potencia del mundo que crea
sujetos. A través de ella se percibe en el montón de sonidos la
melodía que enlaza a todos los seres. Se manifiesta en la
estructura corporal de todos los seres vivos, pero también de
los humanos, quienes en su vana ilusión creen ser un
imperio dentro de otro. De allí el origen del dolor.
ISBN 978-387-29224-6-7
Uexküll se lamenta: El humano, que cree llevar el cetro de
la libertad\ no puede subsistir sin el azote de la natíoaleza.
Su consuelo: Solo hay que devolverle su mundo circundante. 9 789872 922467 >

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