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PARCIAL DAÑOS

Art. 1708 del Codigo Civil y Comercial Comentado

LIBRO TERCERO - DERECHOS PERSONALES >> TITULO V - Otras fuentes de las obligaciones >>

CAPITULO 1 - Responsabilidad civil >


SECCION 1ª Disposiciones generales >>

Funciones de la responsabilidad. Las disposiciones de este Título son aplicables a la prevención del
daño y a su reparación.

I. Relación con el Código Civil. Fuentes del nuevo texto

Este artículo es una innovación importante. El Código de Vélez no contenía ninguna disposición
que hablara de las funciones de la responsabilidad. Podría decirse que partía de la base de la
concepción antigua de la responsabilidad civil sólo pensada para indemnizar.

Es cierto que existían disposiciones que preveían acciones de cesación del daño, como el art. 2499,
el 2618, el 1071 y el 1071 bis, pero ninguno un principio general de prevención del daño. Los daños
punitivos existían en nuestro derecho, pero no en el Código Civil sino en el art. 52 bis de la ley de
defensa del consumidor.

La inclusión explícita y en pie de igualdad de funciones preventiva y sancionatoria a la par de la


tradicional y no discutida función indemnizatoria de la responsabilidad civil es un progreso de la
nueva reglamentación.

II. Comentario

1. Responsabilidad civil Lo primero que se destaca es que el capítulo se denomina "responsabilidad


civil" . No es una cuestión menor, sino que se explica por el texto del art. 1708 que se comenta. Se
podría haber denominado "derecho de daños" o "responsabilidad por daños" , pero esas
expresiones, quizás más utilizadas por la doctrina moderna, habrían sido limitativas de las
funciones que se pretenden aplicarse a la responsabilidad civil.

Si se lo hubiera denominado "responsabilidad por daños" , habría sido limitativo de la función


preventiva y de la sancionatoria. En cambio, la responsabilidad civil permite incluir en su
regulación a aquellas situaciones en las cuales no se ha producido todavía un daño o cuando lo
que se pretende es ir más allá del daño, como cuando se busca sancionarlo.

No se trata de ninguna manera de un retroceso, si bien es cierto que hay quienes opinan que la
expresión responsabilidad civil es anticuada porque mira más al responsable que a la víctima. Este
artículo demuestra, desde un punto de vista sin prejuicios, que la responsabilidad civil es la
denominación correcta de un instituto que, si bien tiene por finalidad principal compensar el daño
y restablecer el equilibrio roto, puede al mismo tiempo, y aunque no sea un objetivo buscado,
prevenir y sancionar al mismo tiempo.

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Se pone entonces fin a una polémica doctrinaria: la responsabilidad civil, en el nuevo código,
puede compensar, pero también prevenir y sancionar.

2. La regulación de las funciones En los artículos siguientes se analizará la regulación de cada una
de estas funciones. Por el momento sólo cabe señalar que el tema excede el ámbito de la
responsabilidad civil de este capítulo y que pueden encontrarse disposiciones que tienden a la
prevención y sanción del daño en otras partes del código y de la legislación.

III. Jurisprudencia

Las consecuencias económicas que podrían derivarse de juicios de responsabilidad civil de los
asistentes a espectáculos deportivos están en manos de los propios organizadores. En la medida en
que sean rigurosos con la seguridad, sancionen a quienes la ponen en riesgo, tendrán menos
reclamos, lo cual constituye un poderoso incentivo económico para el cumplimiento efectivo de
sus obligaciones (CSJN, 6/3/2007, RCyS, 2007- 344; LA LEY, 2007- B, 363; RCyS, 2007-344).

Art. 1711 del Codigo Civil y Comercial Comentado

LIBRO TERCERO - DERECHOS PERSONALES >> TITULO V - Otras fuentes de las obligaciones >>

CAPITULO 1 - Responsabilidad civil >

SECCION 2ª Función preventiva y punición excesiva >>

Acción preventiva. La acción preventiva procede cuando una acción u omisión antijurídica hace
previsible la producción de un daño, su continuación o agravamiento. No es exigible la
concurrencia de ningún factor de atribución.

I. Relación con el Código Civil. Fuentes del nuevo texto

En el código de Vélez las acciones preventivas prácticamente no existían. Un ejemplo era la cautio
damni infecti del art. 1132. El codificador cordobés decía:

" La admisión de una acción preventiva en esta materia, da lugar a pleitos de una resolución más o
menos arbitraria " y que en todo casos, los vecinos preocupados por la potencial ruina de un
edificio deben acudir a las municipalidades para que ejerzan su poder de policía.

La ley 17.711 cambió totalmente el panorama, a tal punto, que si bien no derogó expresamente el
mencionado art. 1132, la doctrina lo consideraba tácitamente sin vigor, por el segundo párrafo
agregado al 2499: " quien tema que de un edificio o de otra cosa derive un daño a sus bienes,
puede denunciar al juez a fin de que se adopten las oportunas medidas cautelares " . Si bien en su
origen estuvo pensado para los daños que se pudieran sufrir en edificios, la mención " otra cosa "
llevó a que la doctrina y la jurisprudencia lo hicieran extensivo a todas aquellas situaciones en las
cuales se pudieran sufrir daños, como por ejemplo daños al medio ambiente.
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Fuentes del nuevo código: el proyecto de 1998 contenía una disposición en el 1586 que facultaba a
los jueces para tomar medidas a fin de evitar el daño futuro.

II. Comentario

1. Reconocimiento expreso de la función preventiva Este artículo es una concreción del


principio general del art. 1708 que establece que en la Argentina la responsabilidad civil tiene tres
funciones:

indemnizatoria, preventiva y sancionatoria. Lo que se hace en este artículo es reglamentar la forma


de plantear la prevención en un caso concreto.

2. Requisito previo: acción u omisión antijurídica El requisito básico para poder pedir la
protección preventiva es que se trate de una acción u omisión antijurídica. Es correcto que así sea,
sin embargo surgen algunas dudas, porque este código no exige un momento previo de
antijuridicidad en la conducta para indemnizar, sino que basta con que la acción haya causado un
daño para que sea antijurídica. Es la recepción en nuestro derecho de la teoría italiana del daño
injusto, como expresamente se reconoce en los fundamentos, aunque para evitar los problemas
que suscita en aquel país esta teoría, se opta por llamarlo " daño no justificado " .

¿Cuál es la razón que lleva a que para indemnizar no se exija un momento previo de antijuridicidad
en la conducta, que baste con el daño no justificado, y que por otro lado sí se la requiera para la
procedencia de la acción preventiva? Dos respuestas son posibles. La primera es que es imposible
prescindir de la antijuridicidad en materia de responsabilidad civil y que el verdadero pensamiento
de los autores de la comisión es éste y no el del art. 1717. No es una explicación del todo
satisfactoria.

Es preferible sostener que si bien la compensación puede ser posible interpretando que todo daño
es injusto si no está justificado, en materia de prevención es todo lo contrario. Mientras una
persona no cause un daño, la regla es la libertad de actuación, por lo que sólo puede restringírsela
si se invoca la transgresión normativa. Es por otro lado la única forma de justificar la actuación
preventiva frente a un acto omisivo. Solo puede ser antijurídica una omisión si existe un deber
legal de actuar para prevenir el daño. Esa antijuridicidad no tiene que ser formal, sino comprensiva
del ordenamiento jurídico todo. Es decir, que allí donde exista un deber de actuación, impuesto
por la ley, reglamento, tratado internacional o por una tendencia jurisprudencial, se podrá plantear
la acción preventiva.

3. Requisito de peligro de daño No solo debe existir antijuridicidad, sino que también debe
demostrarse que la acción u omisión hace previsible la producción de un daño. Esta previsibilidad
se juzga en abstracto, teniendo en cuenta lo que es previsible para un hombre medio, sin dejar de
lado las particulares circunstancias. Así este artículo debe ser relacionado con el 1725: cuanto
mayor sea el conocimiento de las cosas, mayor será el deber de actuar.

La regulación es sumamente amplia. No es sólo para casos de producción de un daño, que puede
ser el caso normal, sino también para aquellos en los cuales se pide el cese de acto dañoso o se
trata de impedir su agravación.

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3.1. La acción de cese de continuación del daño La norma permite interponer la acción preventiva
para impedir la " continuación " del daño. Es una acción de cesación que tendrá lugar en todos
aquellos casos en los cuales el daño ya se ha producido, pero la conducta es continuada y se pide
su cese. En una enumeración enunciativa, pueden citarse ejemplos las siguientes acciones de
cesación de daños producidos por: a) acto abusivo, (art. 10 3° párr. Cód. Civil) b) acto
discriminatorio, art. 1, ley 23.592, c) acto contaminante, (art. 28, ley 25.675), d) acto que perturba
a los vecinos más allá de lo tolerable, art. 1973, 2° párr., e) actos violatorios al régimen de
propiedad horizontal (art. 2069, Cód. Civil), f) acto violatorio de la intimidad (art. 1770).

Estas acciones son imprescriptibles e independientes de las acciones indemnizatorias, porque


suponen conductas continuadas. De lo contrario habría que admitir que el paso del tiempo puede
purgar la discriminación, la depredación al medio ambiente o la exposición de la vida íntima.

3.2. La acción de cese de agravamiento La acción de cesación del daño normalmente estará
comprendida en las acciones de cese de continuación o de agravamiento. Pero pueden existir
casos en los cuales el daño ya se haya producido y sea irreversible, o bien que no se trate de una
conducta continuada que se mantiene con el tiempo. El caso previsto en la norma es el del daño ya
producido, por un hecho único, pero que incluso puede llegar a ser peor. Si no estuviera prevista la
posibilidad de iniciar la acción de cese de agravamiento bien podría ser que a la víctima le dijeran
que debió directamente plantear la acción indemnizatoria.

También puede ser útil la acción de cese de agravamiento para aquellos casos en los cuales la
acción de daños ha prescripto o ha sido pagado. La acción de cese del agravamiento, que tiene un
objeto distinto, no está alcanzada, en principio, por la prescripción liberatoria.

4. Inexigibilidad de factores de atribución No se exige al peticionante demostrar que la posibilidad


de sufrir un daño es imputable a alguien por culpa o por riesgo. Ningún factor de atribución es
exigible. La antijuridicidad es lo único que se requiere ser probado. Y como es posible que un acto
sea antijurídico sin que sea imputable, es correcto que se no exija la concurrencia de un factor de
atribución.

Por otro lado, lo que la ley busca es que la prevención sea rápida y eficaz.

Exigir la demostración de la culpa de alguien, llevaría en muchos casos a la esterilización de las


buenas intenciones del remedio propuesto. Si el peticionante es arriesgado responderá, como en
todos los casos, por el abuso en la medida cautelar solicitada. Por otro lado, el Juez aplicará el
código de rito y exigirá la correspondiente contracautela, con lo que se despeja bastante el riesgo
de acciones preventivas aventuradas.

La ley no exige que se demuestre el factor de atribución, lo que no quiere decir que no pueda
probarlo sumariamente el interesado, si es que está a su alcance hacerlo.

III. Jurisprudencia

1. Cabe hacer lugar parcialmente a la acción de amparo incoada contra la sociedad que
explota una planta industrial a fin de que se realice en ella una investigación sobre la calidad y
condiciones de los materiales que se utilizaron para construirla, pues, si bien se encuentra
acreditado que los demandados no resultan directamente responsables por la pérdida de gas que
originara la presente demanda, el defecto en la construcción estaba y la falla se produjo, con lo

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cual resulta fundado el temor de la población de que eventos como el ocurrido se reiteren y
puedan provocar daños ambientales ( C1a Civ. y Com.

Bahía Blanca, sala II, 29/3/2007, LLBA, 2007 (setiembre), 911).

2. Acreditado el daño existente en la vivienda del actor a raíz de filtraciones en cañerías


ubicadas en un conducto común del edificio y que además existe un potencial daño a la salud de
quienes habiten en el inmueble, corresponde admitir la acción de daño temido por aquél incoada
contra el consorcio de propietarios y en consecuencia ordenar a éste a que en un plazo
determinado realice los trabajos necesarios para evitar daños en la propiedad y la persona de la
actora (CCiv. y Com. Jujuy, sala II, 9/9/2011, LLNOA, 2011 (diciembre), 1232).

Art. 1716 del Codigo Civil y Comercial Comentado

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CAPITULO 1 - Responsabilidad civil >

SECCION 3ª Función resarcitoria >>

Deber de reparar. La violación del deber de no dañar a otro, o el incumplimiento de una obligación,
da lugar a la reparación del daño causado, conforme con las disposiciones de este Código.

I.1. Introducción

A diferencia de lo que ocurría en el Código de Vélez Sarsfield, el CCyC unifica las órbitas de
responsabilidad, que se regirán, en principio, por las mismas reglas. Sin embargo, ello no es óbice a
que subsistan algunas diferencias entre el régimen aplicable al daño que emana del
incumplimiento de una obligación preexistente, y el que se deriva de un hecho ilícito stricto sensu.

II.2. Interpretación

II.2.1. La unificación de las órbitas

Los Códigos decimonónicos —entre ellos, el de Vélez Sarsfield— consagraron una neta división
entre la responsabilidad civil contractual (en el derecho argentino, se trata en realidad de la
responsabilidad derivada del incumplimiento de obligaciones, incluso surgidas de fuentes no
contractuales, tales como la ley, los cuasicontratos, o la voluntad unilateral) y la extracontractual.
Varios fundamentos fueron avanzados por la doctrina de esa época para fundar esa postura
“dualista”; entre otras cosas, se decía que los intereses en juego eran distintos en cada uno de esos
sectores, porque mientras la responsabilidad contractual tutelaba únicamente el interés de las
partes, plasmada en un derecho relativo (el de crédito), la extracontractual protegía derechos
absolutos, y se ponía en funcionamiento ante una violación de la ley, lo que implicaba que en este
último caso estaba comprometido el interés general.

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Sin embargo, un largo proceso que tuvo lugar a partir de los últimos años del siglo XIX fue dando
por tierra con esa neta distinción entre las dos esferas. Si bien pueden identificarse varios
fenómenos como determinantes de esa evolución, sin duda alguna el más importante de ellos fue
el cambio de eje de la responsabilidad civil que pasó de castigar a un responsable a pretender
resarcir todo daño injustamente sufrido. Desde esta última perspectiva, carece de sentido que la
reparación de perjuicios que son idénticos esté sujeta a un régimen distinto según que ese daño
resulte del incumplimiento de una obligación o de la violación del deber general de no dañar.

En nuestro país, hace ya tiempo que existía consenso doctrinal en el sentido de propiciar una
reforma del CC que unificara los dos subsistemas de responsabilidad. Esta corriente ya había
tenido, incluso, manifestaciones concretas en algunos microsistemas, como sucede con la ley
24.240, que regula de manera unitaria los daños sufridos por los consumidores en el ámbito de la
relación de consumo.

Sin perjuicio de otras varias, las diferencias de regulación más importantes que subsistían entre las
dos órbitas en el código de Vélez eran las siguientes:

a. el resarcimiento se extendía en la responsabilidad extracontractual a las consecuencias


inmediatas y las mediatas, y podía comprender también casuales cuando mediaba dolo del autor
del daño (arts. 903 a 905 CC), mientras que el deudor que incumplía una obligación únicamente
debía indemnizar —en principio— las consecuencias “inmediatas y necesarias” (art. 520 CCyC), y
las mediatas solo en caso de incumplimiento “malicioso” (art. 521 CC); b. la acción para
reclamar el resarcimiento en la responsabilidad aquiliana prescribía a los dos años (art. 4037 CC),
mientras que en la esfera contractual se aplicaba —en principio— el término genérico de diez años
(art. 4023 CC); y c. aun en ausencia de base legal, la jurisprudencia y la doctrina mayoritarias
postulaban que mientras en la responsabilidad extracontractual la mora se producía de pleno
derecho desde el momento en que se sufría cada daño (y a partir de allí corrían los intereses), en la
contractual era preciso interpelar al deudor.

El CCyC parte del principio opuesto, pues la norma en comentario dispone que cualquiera sea la
fuente de la responsabilidad (el incumplimiento de obligaciones, o la violación del deber general
de no dañar) serán aplicables —en principio— las mismas reglas. Como consecuencia de ello,
desaparecen las diferencias antes aludidas:

a. se fija un plazo común de tres años para la prescripción liberatoria de las acciones de
responsabilidad civil (art. 2561, párr. 2, CCyC), cualquiera sea la fuente del deber de resarcir; y si
bien se prevén plazos distintos para supuestos especiales (arts. 2561, párr. 2 y 3; 2562, incs. b y d, y
2563, inc. c, CCyC), ellos no se fundan en la naturaleza obligacional o extracontractual de la
responsabilidad en esos casos; b. el deber de resarcir se extiende a las consecuencias
inmediatas y mediatas, lo cual es aplicable tanto en el ámbito aquiliano como en el obligacional —
con la excepción de los contratos paritarios, como se verá—; y c. el curso de los intereses
comienza con la producción de cada perjuicio (art. 1748 CCyC), lo que echa por tierra todo debate
en cuanto a la forma en que se produce la mora en ambas órbitas.

Finalmente, la unificación de las órbitas de responsabilidad trae, como correlato inevitable, la


desaparición de la obligación de seguridad del derecho común (aunque subsiste en el derecho del
consumo), que en un régimen unificado carece de todo sentido. Así, puede leerse en los
Fundamentos del Anteproyecto que se unifican los supuestos que habían generado dificultades
serias, como ocurre con los daños a la persona en el ámbito de la responsabilidad contractual. En
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tales situaciones, la reparación del daño se regirá, según los casos, por los arts. 1749 CCyC
(responsabilidad por culpa o dolo) o 1757 CCyC y 1758 CCyC (riesgo), según que se hayan
empleado o no cosas viciosas o riesgosas para ejecutar la obligación, o bien que la actividad
desplegada por el deudor pueda o no calificarse en sí misma como peligrosa en los términos del
art. 1757 CCyC. Coherentemente con este sistema, y previendo los problemas que podría generar
la aplicación a los profesionales liberales (particularmente, los médicos) de la responsabilidad por
riesgo creado en los términos de los arts. 1757 y 1758 CCyC, el art. 1768 CCyC establece que
cuando la obligación de hacer se preste con cosas, la responsabilidad no se rige por aquellas
normas, excepto que el daño provenga de su vicio. Asimismo, en el ámbito del contrato de
transporte, si bien aparecen referencias a la obligación de seguridad (arts. 1289, inc. c, 1291 CCyC y
concs.), el art. 1286 CCyC somete la reparación de los daños a las personas transportadas al
régimen de los arts. 1757 CC y ss., es decir, a la responsabilidad por riesgo o vicio de las cosas.

II.2.2. Las diferencias que subsisten

Más allá de lo antes dicho, no debe perderse de vista que la unificación de las dos órbitas no diluye
la distinta estructura del contrato —o más ampliamente, del incumplimiento de obligaciones—
respecto del hecho ilícito, sino que se propone, simplemente, unificar las consecuencias de ambos,
sometiéndolos, salvo casos de excepción, a las mismas reglas.

Es por ello que el CCyC mantiene estas diferencias irreductibles, que derivan de la distinta
naturaleza del hecho generador de responsabilidad en cada una de las hipótesis.

En primer lugar, mientras que la antijuridicidad es atípica en el ámbito extracontractual, no sucede


lo mismo en la órbita obligacional, pues en este último caso el perjuicio se produce como
consecuencia de la infracción de una obligación específica, que ligaba al deudor de la ejecución de
determinada conducta.

En segundo término, a diferencia de lo que ocurre en la responsabilidad extracontractual, el


incumplimiento de una obligación no solo da lugar a la reparación del daño causado, sino que
también genera el derecho del acreedor a exigir la ejecución forzada de lo debido, incluso si esa
ejecución se logra por equivalente dinerario (art. 730, inc. c, CCyC). Es claro que se trata de
remedios diferentes, que tiene presupuestos propios: mientras que, para lograr la ejecución
forzada, basta al acreedor con alegar el incumplimiento, para obtener el resarcimiento de los
daños ocasionados es preciso que acredite los presupuestos de la responsabilidad civil; en
especial, la existencia de un daño resarcible.

Asimismo, en la responsabilidad extracontractual la determinación del factor de atribución


depende de las circunstancias del hecho que generó el daño (si intervinieron cosas viciosas o
riesgosas, si fue un hecho propio del agente, etc.), o de la relación que tiene quien dañó con un
tercero (dependiente, hijo menor, etc.). Por el contrario, en el ámbito obligacional el deber de
resarcir nace como consecuencia de la infracción de una obligación, que es un vínculo específico
que constriñe a uno o algunos sujetos a cumplir cierta conducta en relación a otro u otros, en
todos los casos determinados o determinables. Es por ello que, en este último supuesto, el factor
de atribución depende del alcance del deber de conducta asumido por el obligado (solo conducta
diligente, o un resultado concreto), y de la forma en que, de hecho, se incumple. Así, cuando lo
debido sea un resultado se aplica el art. 1723 CCyC, razón por la cual el incumplimiento se

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configura por la falta de obtención del fin perseguido por el acreedor. Por el contrario, si el plan
prestacional consiste en una conducta diligente jugará el art. 1724 CCyC, y la configuración del
incumplimiento —y de la responsabilidad del obligado— requerirá de la presencia de culpa del
solvens.

Por otra parte, si bien el caso fortuito libera siempre de responsabilidad (art. 1730 CCyC), en el
campo de las obligaciones ese efecto únicamente se produce si el casus genera una imposibilidad
de cumplimiento objetiva y absoluta (art. 1732 CCyC).

En cuanto a la relación causal, cuando la obligación incumplida surge de un contrato celebrado


paritariamente el CCyC se aparta de la teoría de la causalidad adecuada, pues dispone que en tal
caso el deudor únicamente responde por las consecuencias que hayan sido previstas o previsibles
para las partes (y no para un hombre medio) al momento en que se celebró el contrato (y no al
momento del incumplimiento), con la salvedad de los casos en que haya actuado con dolo (art.
1728 CCyC).

Por lo demás, el deudor contractual responde siempre en forma directa (art. 1749 CCyC), incluso si
el incumplimiento es materializado por un tercero (art. 732 CCyC). En cambio, en el terreno
extracontractual el principal responde indirectamente por el daño causado por su dependiente
(art. 1753 CCyC).

Finalmente, para los casos de pluralidad de responsables el art. 1751 CCyC establece el principio
según el cual todos ellos responden frente a la víctima por el total de la deuda, ya sea que las
obligaciones respectivas sean solidarias o concurrentes. Sin embargo, en materia de obligaciones el
art. 828 CCyC mantiene el principio de la simple mancomunación, pues expresamente dispone que
la solidaridad no se presume, y debe surgir inequívocamente de la ley o del título constitutivo de la
obligación.

DAÑO EMERGENTE Y LUCRO CESANTE

Art. 1738 del Codigo Civil y Comercial Comentado

LIBRO TERCERO - DERECHOS PERSONALES >> TITULO V - Otras fuentes de las obligaciones >>

CAPITULO 1 - Responsabilidad civil >

SECCION 4ª Daño resarcible >>

Indemnización. La indemnización comprende la pérdida o disminución del patrimonio de la


víctima, el lucro cesante en el beneficio económico esperado de acuerdo a la probabilidad objetiva
de su obtención y la pérdida de chances. Incluye especialmente las consecuencias de la violación
de los derechos personalísimos de la víctima, de su integridad personal, su salud psicofísica, sus
afecciones espirituales legítimas y las que resultan de la interferencia en su proyecto de vida.

I. Relación con el Código Civil. Fuentes del nuevo texto

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En el Código Civil algunos artículos hablan de los distintos tipos de daños que se pueden sufrir. Así
hay mención al daño emergente y el lucro cesante en el art. 1069 del lucro cesante. También
menciona al daño moral en los arts. 1078 y 522, según el texto de la ley 17.711. No hay alusión
alguna a la perdida de oportunidades.

Fuentes del nuevo código: art. 1600, inc. b del Proyecto de 1998.

II. Comentario

1. Daño patrimonial y extrapatrimonial Una de las polémicas más intensas del viejo código
fue si el daño se podía dividir en patrimonial y extrapatrimonial o moral o si había terceros
géneros, como el daño biológico, el daño al proyecto de vida, el daño psíquico, etcétera.

Luego de una lectura de la forma en que está redactado el art. 1738 pareciera que los dos primeros
casos son de daños patrimoniales (daño emergente y lucro cesante) y luego lo que queda es daño
extrapatrimonial o moral.

2. El daño emergente El daño emergente produce un empobrecimiento en el patrimonio de


la víctima.

Puede consistir en un gasto o en la destrucción de la propiedad. Por eso el código lo conceptúa


correctamente como disminución o pérdida en el patrimonio.

3. El lucro cesante El lucro cesante es la frustración de un enriquecimiento legítimo. No


cualquier sueño de ganancia es sin embargo un lucro cesante, sino que deben demostrarse pautas
objetivas y ciertas de que se podía obtener, como lo requiere el artículo.

4. La pérdida de chances La pérdida de chances u oportunidades fue reconocida por la


jurisprudencia como un daño indemnizable. Se diferencia del lucro cesante, en que en este último,
las probabilidades no son tan ciertas ni tan lejanas. La pérdida de chances se cuantifica de acuerdo
a las probabilidades objetivas de que suceda.

A mayor probabilidad mayor monto tendrá. Por ejemplo el veterinario que por su culpa produce la
muerte de un caballo de carrera tendrá que pagarle al dueño los daños que sufre porque no podrá
competir en las carreras del hipódromo. Si ese caballo venía ganando las últimas carreras la
pérdida de chance será muy grande, si salió último quizás el juez no le conceda ni un centavo. Por
eso el art. 1739 dice que será indemnizable " en la medida que su contingencia sea razonable y
guarde una adecuada relación de causalidad con el hecho generador " .

5. Violación de derechos personalísimos Este código ha suprimido la mención al daño moral.


No se advierten las razones para prescindir de una denominación que era ampliamente utilizada
en la doctrina y la jurisprudencia nacional, pero lo cierto es que bien puede seguir
denominándoselo así sin ningún riesgo de confusiones.

Cuando el acto dañoso repercute sobre los derechos personalísimos, habrá daño extrapatrimonial.
Sin embargo debe aclararse que la lesión a un derecho personalísimo también puede dar lugar a
daño patrimonial, como podría ser el caso de una calumnia, que daña el buen nombre, pero
también produce una pérdida de clientela a un profesional.

6. La integridad física y psíquica La integridad física y psíquica es un daño indemnizable.


Repercute normalmente sobre el patrimonio. La incapacidad permanente (sea para las actividades
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laborales o de otra índole) debe ser resarcida aunque la víctima no haya dejado de ' ganar' pues la
integridad física, en la medida de la chance frustrada, tiene en sí mismo un valor indemnizable. El
lucro cesante conjuga, en cambio, las pérdidas experimentadas durante el tiempo de inactividad o
disminución de la actividad laboral, es decir que responde a la incapacidad (total o parcial), pero
transitoria. Esto quiere decir que puede no llegarse a los extremos de la prueba del lucro cesante,
pero puede haber un resarcimiento por incapacidad.

7. Las afecciones espirituales legítimas Es correcta además la mención por separado de las
afecciones espirituales legítimas. Por lo común su lesión dará lugar a un daño extrapatrimonial o
moral. Por excepción surgirá un daño patrimonial, si repercutiera en el patrimonio.

8. Interferencia al proyecto de vida Según Galdos este daño surge por " la mutilación del plan
existencial del sujeto, de aquel que conforma su libre, personalísimo, íntimo y auténtico ' ser y
hacer ' y en la medida que ese plan supere el mero deseo, aspiración o expectativa y que se
arraigue en la probabilidad cierta de que el objetivo vital sería razonablemente alcanzado de no
mediar el hecho nocivo " .

Este tipo de daño como categoría autónoma ha recibido un fuerte espaldarazo de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, que ha reconocido que es autónomo " pues atiende a la
realización integral de la persona afectada, considerando su vocación, aptitudes, circunstancias,
potencialidades y aspiraciones, que le permiten fijarse razonablemente determinadas expectativas
y acceder a ellas " (Corte Interamericana de Derechos Humanos, 27/11/1998, " Loayza Tamayo,
María E. " , RCyS, 1999-209).

III. Jurisprudencia

Se mantiene:

1. El ordenamiento civil (arts. 519 y 1069) entiende el lucro cesante como la ganancia o utilidad de
que fue privado el damnificado, es decir, la frustración de un enriquecimiento patrimonial a raíz de
un hecho lesivo ; Si bien el lucro cesante no se presume, siendo a cargo del interesado la
acreditación de su existencia fundada en pautas objetivas, no se requiere para ello la absoluta
certeza de que el lucro esperado no se hubiera obtenido, bastando a los fines de su resarcimiento
una probabilidad suficiente de beneficio económico ( CSJN, 2/11/1995, JA, 1999 - IV - síntesis).

2. La integridad física tiene en sí misma un valor indemnizable y su lesión afecta diversos


aspectos de la personalidad que hacen al ámbito doméstico, social, cultural y deportivo con la
consiguiente frustración del desarrollo pleno de la vida (CNCiv., sala G, 3/10/2008, LA LEY
2/1/2009, 2/1/2009, 3).

3. La incapacidad sobreviniente comprende, salvo el daño moral y el lucro cesante, todos los
supuestos susceptibles de reparación patrimonial, incluso los daños a la salud, a la integridad física
y psíquica de la víctima, como así también a su aspecto estético, es decir, la reparación deberá
abarcar no sólo el aspecto laborativo, sino también todas las consecuencias que afecten su
personalidad íntegramente considerada (CCiv., sala M, 13/9/2010, La Ley Online).

Lucro cesante.

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El lucro cesante hace referencia al lucro, al dinero, a la ganancia, a la renta que una persona deja
de percibir como consecuencia del perjuicio o daño que se le ha causado. Si una persona no
hubiera sufrido de un daño o perjuicio, se hubiera seguido lucrando sin problemas, lucro que se
pierde, que cesa por culpa del daño o del perjuicio, y por supuesto que el responsable será quien
causó el daño y el perjuicio, y en algunos casos tendrá que indemnizar a la víctima del daño o
perjuicio.

Daño emergente.

El daño emergente corresponde al valor o precio de un bien o cosa que ha sufrido daño o
perjuicio. Cuando el bien o la propiedad de una persona ha sido dañada o destruida por otra,
estamos ante un daño emergente, y la indemnización en este caso será igual al precio del bien
afectado o destruido.

Ejemplo:

Supongamos por ejemplo un taxista a quien otra persona le destruye el taxi. En este caso el daño
emergente es el valor o precio del taxi. Quien le destruyó el taxi tendrá que indemnizarlo por el
valor del taxi, o el monto de su reparación si esta es posible.

Ahora, ese taxista como consecuencia de la destrucción de su taxi dejo de percibir ingresos, de
suerte que esos ingresos dejados de percibir por el taxista al no tener ya su medio de trabajo,
constituye el llamado lucro cesante, el cual en muchos casos puede ser superior al mismo daño
emergente, dependiendo claro está, del tiempo que transcurra entre la destrucción del taxi y la
reparación del daño de manera tal que le permita nuevamente obtener ingresos.

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