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I.

EL MATERIAL HISÓRICO

LOS ALIENISTAS del siglo XIX comprendieron perfectamente que tener conocimientos de historia
incrementa el entendimiento psicopatológico y la creatividad. Calmeil, Morel, Trélat,
Semelaigne, Kirshoff, Winslow, Ireland, Mercier, Bucknill y Tuke escribieron obras históricas
completas; Pinel, Haslam, Heinroth, Guislain, Esquirol, Feuchtersleben, Prichard, Connolly,
Griesinger, Lucas, Falret y Dagonet incluyeron en sus textos clínicos capítulos sobre historia.
Algunos, como Haslam, incluso subrayaron la semántica histórica: “La locura, por tanto,
no es una idea compleja tal como se ha supuesto, sino un término complejo para todas las
formas y variedades de esta enfermedad. Nuestro lenguaje se ha enriquecido con otros
términos que expresan esta afección…”1 Inspirados por el “historicismo” alemán del siglo
XVIII,2 otros autores consideraron que su papel era el de rescatar atisbos perdidos de un
pasado psiquiátrico oscuro (y mítico). Heinroth, por ejemplo, se adhirió a una concepción
cíclica, inspirada en Vico, de acuerdo con la cual la historia consistía en la recurrencia de
pocos grandes temas: “el desarrollo de las fuerzas mentales de la humanidad va acompañado
de una degeneración progresiva y cada vez más degradante de dichas fuerzas”.3 Según él, la
psiquiatría seguía un camino “de desarrollo”: “un estudio del tipo y del grado de aceptación y
del tratamiento de los trastornos mentales observados en los albores de la Antigüedad
demuestra que éstos tienen un sello sorprendente, característico de la infancia del espíritu
humano”.4
Pinel hizo uso de una aproximación más “presentista” (la historia fue una preparación
para lo que ahora estaba ocurriendo). Influido por la historiografía optimista de la Revolución
francesa, consideró el pasado de la psiquiatría como un museo de tentativas fallidas.* Así,
hombres, ideas e incluso libros fueron objeto de crítica: “Las monografías inglesas sobre la
alienación mental durante la segunda mitad del siglo XVIII eran muy prometedoras en vista de
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la declarada intención de sus autores de concentrarse en temas específicos; pero tal


expectativa rara vez se vio cumplida. Las vagas y repetitivas discusiones, las aproximaciones
clínicas pasadas de moda y la falta de hechos clínicos y de doctrinas contribuyeron a este
fracaso”.5
Prichard empleó el material histórico en forma más personal. Habiendo adoptado la
psicología de las facultades, atacó la visión “intelectualista” de la insania (como algo
primariamente causado por un trastorno de las funciones intelectuales): “Se ha supuesto que el
principal, si no el único trastorno de las personas que laboran en condiciones de insania
consiste en algunas falsas convicciones o nociones erróneas, indeleblemente impresas en sus
creencias […] desde el tiempo de Locke lo usual ha sido observar bien la razón de la insania
partiendo de premisas erróneas […] todo el mundo debe estar consciente de que éste es un
enfoque de la insania demasiado limitado y que sólo abarca una de las diversas formas del
trastorno mental”.6
En su Manual, Bucknill y Tuke7 incluyeron capítulos históricos sobre las descripciones
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de la insania “hechas por legos”, la opinión de “autores médicos”, el concepto de insania,
aspectos del tratamiento, y la clasificación. Giné y Partagás, considerado como uno de los
grandes alienistas catalanes del siglo XIX, opinaba que a través de los tiempos, la insania había
reflejado los valores sociales: “el conocimiento humano refleja el desarrollo moral y político
de las naciones; el mejor ejemplo de esto es la rama de la medicina que versa sobre las
enfermedades mentales”.8 Influido por las ideas comteanas y darwinianas, Giné consideró que
la psiquiatría se iba alejando de la medicina y de la neurología.
Pocos alienistas del siglo XIX hicieron tan explícitos sus principios historiográficos como
el austriaco Feuchtersleben, quien opinaba que sólo las “ciencias empíricas” podían
permitirse rechazar su pasado simplemente como una “historia de errores”. Las demás
ciencias, incluyendo la psicología médica, tenían que enfrentarse al hecho de que “la historia
de la ciencia [era] propiamente la ciencia en sí”. La psiquiatría —lo que resulta interesante—
pertenecía a ambas esferas: “La parte filosófica de ésta contenía un resumen sobre el estado
de la filosofía en cada época, en tanto que la parte empírica en ningún momento alcanzó tanta
precisión y claridad como para hacer superfluo el conocimiento de las opiniones anteriores”.
Debido a lo anterior, concluyó Feuchtersleben, “me veo obligado a tratar la historia de nuestra
rama de la profesión”.9

ACTUAL ESTADO DE COSAS

La historia de la psiquiatría (menos que la de la psicopatología descriptiva)10 está pasando


por momentos emocionantes, y esto debemos agradecérselo a muchos.11 El resurgimiento fue
notorio en 1967 con motivo del simposio de Yale sobre la historia de la psiquiatría,12 en que
se hizo una evaluación de los resultados de la historiografía tradicional.13 El mismo espíritu
innovador condujo a Marx14 a afirmar que la historia de la psiquiatría requería “una visión de
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la historia, una definición de la psiquiatría y un precepto de lo que la psiquiatría debería ser”


y, más adelante, llevó al desarrollo de una visión lakatosiana de la historia como “constructo
tentativo”.15 Se han expresado puntos de vista similares respecto a la historia de laciencias
conductuales16 y de la medicina.17
A partir del simposio de Yale, la historia de la psiquiatría se ha vuelto una disciplina
popular y ha progresado mucho. Esto es resultado de la decadencia de la industria
posfoucaultiana18 y de los esfuerzos encaminados a corregir las generalizaciones de su
mentor.19 Los grandes historiadores franceses como Ey, Baruk, Lanteri-Laura, Trillat,
Bercherie y Postel nunca se adhirieron completamente al credo foucaultiano, y esto permitió
que hubiera trabajos independientes de primera línea. Las publicaciones importantes de los
historiadores sociales20 también han contribuido a contrarrestar las distorsiones iniciales
derivadas de un enfoque excesivamente médico; la perspectiva social, sin embargo, es más
pertinente para la historia de los manicomios que para la psicopatología descriptiva.21 En
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relación con esta última parece haber una “legítima” necesidad22 de hacer estudios que
cuestionen la génesis de las categorías de la psicopatología y su interacción con el contexto
psicológico y filosófico.

LA HISTORIOGRAFÍA DE LA PSICOPATOLOGÍA DESCRIPTIVA

Los psiquiatras jóvenes que por primera vez incursionan en este campo quizá se sientan
confundidos por los diversos (aunque complementarios) enfoques de la historia de la
psicopatología. Las técnicas biográficas, antológicas, narrativas, sociopolíticas,
institucionales y conceptuales reflejan diversas modas e influencias teóricas. La historia de la
psicopatología en sí se configuró por medio de técnicas creadas en la historia de la medicina.
Por tanto, no debe sorprendernos que el enfoque biográfico haya sido el primero en emplearse,
seguido por las técnicas antológicas y narrativas. Los enfoques intelectualistas del tipo
“cadena del ser”23 se pusieron de moda en la década de 1930, lo que queda muy bien ilustrado
en el volumen de Zilboorg.24 Estos enfoques impulsaron una explicación histórica
“internalista”, “lineal”, o “Whiggish”25 hasta que las desafió Michel Foucault.
Al respecto, no debe olvidarse que la historia de la ciencia misma pasó por una
evolución similar y que el debate entre “realistas ingenuos” y “construccionistas sociales” ha
continuado hasta la fecha.26 El enfoque “internalista” se basa en la idea de que la ciencia
consiste en una acumulación fragmentaria de observaciones y en que las teorías emanan de
éstas. El inductivismo, nombre técnico de este modo de generación teórica, hace conjeturas
sobre la naturaleza de la verdad, la “regularidad” de la naturaleza y los contextos de
descubrimiento y justificación, todos los cuales han sido atacados. En este modelo hay poco
espacio para consideraciones no intelectuales y contextuales. A pesar de lo incompleto que
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pueda ser este enfoque, dio lugar a un buen grado de erudición en áreas tales como la historia
de la física, la química y la astronomía. En las ciencias conductuales, que incluyen la historia
de la psicopatología, el éxito fue menor dado que categorías como “descubrimiento”,
“observación”, “duplicación”, “comprobación” y “experimentación”27 son mucho más
difíciles de definir y que su análisis depende de analogías y metáforas.28
Durante la década de 1950, una crisis similar afectó la historia de las ciencias naturales y
culminó con el trabajo de Toulmin.29 y Hanson,30 quienes propusieron nuevos modelos para el
cambio científico. Siguiendo a Gaston Bachelard, el tan relegado historiador francés de la
ciencia, estos autores desafiaron la imagen de la ciencia como un ejercicio de mera
racionalidad y sugirieron que se había sacrificado la exactitud histórica en aras de un orden
superficial y de conceptos dudosamente progresistas. Los filósofos de la ciencia tampoco
quedaron satisfechos con el enfoque inductivista, que Popper ya había desafiado en 1934.31
Aunque la noción de Popper de la “falsación” no está libre de conjeturas inductivistas, el tono
libertario de su prosa sirvió como exhortación en contra del no cognitivismo y de la
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irracionalidad. Popper también atacó el psicoanálisis como algo no científico, causando
consternación entre los historiadores de la psiquiatría. Lakatos32 procedió a proponer una
“reconstrucción racional del pasado” y su opinión influyó en algunos connotados historiadores
de la psiquiatría como Otto Marx.33 Desde entonces la filosofía de la ciencia ha dado un paso
atrás hacia una forma de cauteloso realismo.34
En su Estructura de las revoluciones científicas,35* Thomas Kuhn empleó una diluida
versión de la historiografía bachelardiana (según se dijo, obtenida por vía de Alexandre
Koyré)36 y propuso un concepto o un enfoque de la ciencia como una sucesión de paradigmas
que se sustituían. Un “paradigma” era una visión de la realidad encarnada en una teoría. Una
vez “aceptado” por alguna “comunidad científica”, controlaba las “percepciones” e
interrogantes de sus científicos. La ciencia practicada de esta manera se llamó “normal”. Sin
embargo, las “anomalías” (es decir, los hechos sin explicar) se acumularon gradualmente y, a
la postre, socavaron la ciencia normal, produciendo una “revolución”, que consistió en un
remplazo de los viejos paradigmas por otros nuevos. El consecuente “cambio gestáltico”
motivó que la comunidad científica percibiera los hechos científicos en forma diferente. El
enfoque de Kuhn demostró ser sorprendentemente popular en la década de 1960, cuando
algunos emplearon su modelo (originalmente creado para afrontar problemas en la historia de
la física) para dejar, sin abordarlos, temas complejos de la psicopatología37 con la excusa de
que esta disciplina se hallaba “atrasada” (en comparación con las ciencias naturales) porque
todavía vivía en un limbo preparadigmático o multiparadigmático.38 Este enfoque
probablemente haya demorado la búsqueda de una epistemología de las ciencias inexactas,39
que por lo menos desde la época de Dilthey, Rickert y Weber ha sido una posibilidad
tentadora.
Un problema del modelo de Kuhn fue la ambigüedad de la noción de “paradigma” (su
categoría operativa central), la que en su libro original resultó tener más de 20 significados.40
Existe también el problema de la evidencia histórica; es decir, el hecho de que la historia de
algunas ciencias (tales como las disciplinas conductuales) no siga un camino kuhniano.
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Finalmente, como ya se mencionó, la fácil aplicación de las nociones kuhnianas a la historia


de las ciencias psicológicas posiblemente haya causado que se preste poca atención a
escritores del continente europeo como Dilthey,41 Politzer42 o Bachelard, quienes ofrecieron
soluciones superiores para el mismo problema.
La psiquiatría no es una actividad contemplativa sino modificatoria, y los clínicos están
interesados primordialmente en el contenido de las descripciones psicopatológicas para
diagnosticar enfermedades y predecir los resultados clínicos; se supone que tal contenido
refleja su valor de verdad; es decir, el grado en el que “pinta” la realidad. Para alcanzar este
estado, las descripciones sintomáticas deben liberarse de la confusión semántica y basarse en
observaciones clínicas, múltiples y confiables. Èste es uno de los objetivos de la historia de la
psicopatología, con miras a indagar la procedencia epistemológica de los síntomas y cualquier
cambio en el significado que podría resultar de transferirlos de una episteme a la siguiente
(para resolver esta pregunta: ¿el término “alucinación” significó en 1995 lo mismo que en
1814 cuando entró en funciones por primera vez?). Como se mencionó antes, esto se logra
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estudiando por separado las palabras, conceptos y trastornos putativos de la conducta que
intervienen en la definición de “síntoma”. Otro objetivo de la psicopatología histórica es
romper los códigos “epistemológicos” que han venido rigiendo los sucesivos discursos
psiquiátricos, y hacer más explícitas las conjeturas que han inspirado a los alienistas a través
del tiempo (por ejemplo, los conceptos de enfermedad y las ideas sobre la naturaleza del
hombre).

FUENTES PARA UNA HISTORIA DE LA PSICOPATOLOGÍA

En la investigación histórica, las técnicas y las preguntas pueden determinar lo que se tiene
como “objeto de investigación” y como “prueba de apoyo”. Dependiendo de cómo defina su
objeto de investigación, el clínico interesado —digamos en la historia de los “delirios”—
podrá encontrar que los siglos anteriores ofrecen muy poca o una plétora de información. El
resultado se verá determinado por la naturaleza de la “constante” que haya decidido postular.
Una constante es una entidad (por ejemplo, una lesión cerebral o una población de receptores)
o un concepto (por ejemplo, el inconsciente) que actúa como “referente” de un síntoma
particular y que es lo bastante fuerte (es decir, tiene suficiente ontología) como para ofrecer
una continuidad transepistémica. Siguiendo con este ejemplo, si existe una base
neurobiológica fuerte para un “delirio”, el nombre con el cual éste haya recorrido el curso de
la historia, los conceptos usados para explicarlo o el hecho de haberlo considerado como
“síntoma” tendrán poca importancia, puesto que la conducta reaparecerá persistentemente, de
manera reconocible, en periodos históricos sucesivos. Las constantes conceptuales no sólo
necesitan ser “orgánicas”: el finado George Devereux empleó en su trabajo, con el mismo
propósito, estructuras psicodinámicas.43
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El concepto de “constante” puede ponerse en tela de juicio como construcción social. De


hecho, la historia de la psicopatología se rige por dos metáforas: en una se pinta al clínico
catalogando plantas en un huerto (es decir, presuponiendo la invarianza ontológica); en la otra
se le ve como un escultor cincelando formas en la materia informe; o sea, creando “formas
clínicas” (construccionismo). El enfoque del “huerto” concibe al “descubridor” como un ojo
omnipotente que puede ver a través de descripciones engañosas. La aproximación
“creacionista” depende de la profundidad de la “contextualización”, que va desde el
“construccionismo social” inflexible, el cual puede incluso explicar la teoría médica en
términos de la personalidad de sus practicantes,44 hasta formas más tenues, que les dejan algún
espacio a las constantes.45 En tanto que la historia médica tradicional ha seguido la metáfora
del huerto, la historia actual de la psiquiatría se ha visto influida por la visión creacionista. En
el caso de la historia de la psicopatología, los clínicos tendrán que decidir cuál aproximación
es la más conveniente de acuerdo con sus propias creencias y con los síntomas en estudio.

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UNA HISTORIA PARA CLÍNICOS

Junto con la investigación clínica y el análisis cuantitativo de las muestras clínicas, el análisis
histórico y conceptual de las descripciones forma parte de la calibración periódica del
lenguaje de la psiquiatría. Calibración, en este caso, significa el reajuste de las descripciones
ante los cambios originados ya sea en la biología (causados, por ejemplo, por mutaciones
genéticas), en la psicología (nuevos modelos de conducta) o en la sociología (redefiniciones
de la conducta anormal).
Para efectuar tal calibración, el conocimiento histórico debe estar al alcance de los
clínicos tan libremente como los datos clínicos o numéricos. Por desdicha, éste no es el caso
por el momento, puesto que la historia de los síntomas psiquiátricos se ha investigado poco;
de hecho, no se sabe siquiera cuál formato de investigación o cuál aproximación
historiográfica podrían ser más convenientes para ampliar la información necesaria para tal
recalibración.
Creo que los que aquí llamamos formatos “conceptuales” o “estadísticos” demostrarán
ser los más atractivos para el clínico. Èstos ofrecen un interés separado de la historia de
términos, conceptos y conductas, y se valen de técnicas estadísticas modernas para corroborar
la existencia de patrones clínicos putativos en las bases de los datos históricos. En este
sentido, los historiadores contribuyen efectivamente a los conocimientos clínicos actuales. Se
está poniendo en claro que el uso de fármacos psicotrópicos puede atenuar o falsear la
presentación de ciertos síntomas; de ser así, la cohorte de los pacientes seleccionados antes de
que tal tipo de medicación estuviera disponible podría proporcionar importante información
clínica.46 De igual manera, basándose en la creencia de que los síntomas mentales son reflejos
complejos de sitios cerebrales disfuncionales, el historiador clínico deberá intentar
determinar cuáles de los “síntomas” pasados eran sólo ruido (el producto de una peculiaridad
cultural, por ejemplo el “hematoma aural”) y cuáles describían los signos biológicos.
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A través de la historia, el lenguaje de la psiquiatría ha presentado periodos de


estabilidad y de cambio. Mientras que el cambio causa gran reexamen de los conceptos, la
estabilidad se da por descontada. Los historiadores, sin embargo, deben ponderar y explicar
por qué la psicopatología descriptiva ha permanecido en estado estático tan largo tiempo. El
historiador podrá entonces descubrir cuáles artificios, tales como símbolos, mitos y otras
construcciones sociales constituyen factores tan estables como los signos biológicos captados
por el síntoma. Su contribución relativa, no obstante, aún se desconoce y debe ser de interés
para el historiador clínico.

HACIA UNA HISTORIA DE LA PSICOPATOLOGÍA

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Aquéllos cuyo interés radica en la calibración del lenguaje de la psiquiatría necesitan la ayuda
de los historiadores profesionales. La tibia respuesta de estos últimos (quienes en general se
hallan interesados en temas más elevados) ha permitido el desarrollo entre los clínicos de una
industria histórica de tipo “hágalo usted mismo”, la que con frecuencia no puede superar la
falta de preparación histórica, el limitado acceso al material primario y los obstáculos
lingüísticos. En consecuencia, los niveles de investigación en la historia de la psicopatología,
que deberían ser tan altos como en cualquier otra área de la medicina, no se han alcanzado. Se
necesita, por tanto, un trabajo de colaboración entre clínicos e historiadores, y en este libro se
sugiere que la primera tarea debería ser la de calibrar la psicopatología descriptiva. Por
ejemplo, se debería hacer un análisis de su estructura conceptual y de sus orígenes históricos.
Para rastrear tales orígenes, el historiador clínico necesitará un modelo histórico. Uno
como el de Braudel,47 según el cual la historia es un proceso armónico de duración breve,
mediana y larga. Los episodios psiquiátricos pueden situarse en cada de una de estas
“duraciones” y encontrar en ellas la explicación. Por ejemplo, el accidente que causó la
muerte de Wernicke (la cual, dicho sea de paso, quizás haya cambiado el curso de la
psiquiatría occidental) puede considerarse como un proceso breve. Por otro lado, el impacto
de la psicología de las facultades sobre la clasificación psiquiátrica y la teoría etiológica
podría entenderse mejor como un proceso de duración media. Finalmente, los cambios en el
entendimiento de la locura, que dependen de modificaciones médicas y culturales,
probablemente sean procesos de larga duración.
También hace falta un modelo explicativo detallado. El modelo que se va a seguir en este
libro se basa en la analogía de las “cajas chinas”; es decir, las cajas “interiores”, que
contienen explicaciones filosófico-psicológicas, y las “exteriores”, que contienen
descripciones sociopolíticas. El clínico tiene que decidir el nivel que deberán tener sus
intentos por explicar la formación de un síntoma particular. A veces las “cajas interiores”
tendrán que bastar, como suele ocurrir con frecuencia en el caso de la “historia conceptual”.
Dejar de recurrir a las “cajas exteriores” no necesariamente implica una mala conducta
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historiográfica, puesto que no existen reglas a priori para decidir dónde detener la
explicación. Cada investigador debe generar sus propias reglas, y éstas pueden ser desde
clínicamente útiles o intelectualmente satisfactorias, hasta caprichosas y estéticas.
La psicopatología descriptiva y la “psicología anormal” (según el tratamiento que le dan
los psicólogos clínicos) son actividades emparentadas, y el historiador esperaría obtener
mucha ayuda de los historiadores de las mismas. Sin embargo, sorprendentemente, éstas han
sido tratadas con reticencia por parte de los historiadores tradicionales de la psicología,
quienes poco se han preocupado por temas tales como la historia de los trastornos de
personalidad, las alucinaciones, la ansiedad, etcétera.48 En cierto sentido, esto no sorprende
porque la historiografía psicológica tradicional se ha concentrado en temas más extensos, tales
como las fuentes filosóficas de la psicología, los mecanismos históricos que condujeron a su
“divorcio” de la filosofía y, últimamente, en el origen y el valor epistemológico de las teorías
psicológicas en competencia, y en las técnicas de investigación.

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