Paulo Freire habla sobre diversos problemas a los que se enfrentan las maestras en un
aula de clases, debido a que nunca hay una verdad absoluta cuando de temas sociales se
trata.
Seguido de esto manifiesta, que el maestro en su primer día de clases se siente inseguro,
tímido, cohibido, con temor para tomar decisiones, miedo que solo se vence si se asume
con madurez y en vez de esconderlo se da a conocer, puesto que aflorar los sentimientos
permite la comprensión de los presentes y a la vez les enseña que al igual que las
personas del resto del mundo, es humano y por lo tanto puede sentir y equivocarse, con
este acto se demuestra humildad, valentía y a la vez, se empieza a ganar la confianza de
los educandos, dando a conocer que también de ellos se puede aprender.
En esta labor, el docente, de aula debe estar atento a todo; es decir, debe hacer lectura de
la clase como si fuera un texto, para así poder entender la identidad cultural que poseen,
las diferencias, los gustos a través de la interacción con el grupo.
Para realizar esta evaluación y seguimiento, una de las estrategias que se puede
implementar es el diario de campo, el cual también se le puede sugerir a los educandos
para que lo lleven y las observaciones puedan socializarse en espacios pedagógicos y de
convivencia, donde se comparta las apreciaciones y experiencias.
Para esto debemos “observar muy bien, comparar muy bien, intuir muy bien, imaginar
muy bien, liberar muy bien nuestra sensibilidad, creer en los otros, pero no demasiado
en lo que pensamos de los otros”.
Este proceso de retroalimentación les indica a los educandos que la clase no se aborda
solo desde contenidos, sino, que se tienen en cuenta las condiciones sociales, culturales
y económicas del contexto, brindándoles protagonismo e importancia.