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La Masonería actual está dividida en dos corrientes principales, una liderada por la
Gran Logia Unida de Inglaterra y, la otra, por el Gran Oriente de Francia. Puede
decirse que todos están de acuerdo en que la legitimidad de origen es esencial para
que una obediencia sea considerada regular. Esta legitimidad de origen implica que
cualquier nueva obediencia deba recibir el certificado o transmisión de regularidad
de otra obediencia regular, considerándose a la antigua Gran Logia de Londres como
la obediencia de la que emana en principio tal regularidad.
Sin embargo, tanto el Gran Oriente de Francia como la Gran Logia Unida de
Inglaterra, teniendo su origen ambas en esta fuente legítima, discrepan sobre los
principios de la regularidad masónica. La Gran Logia Unida de Inglaterra estableció
en 1929 los siguientes criterios, vigentes en la actualidad, que deben cumplir las
obediencias que deseen establecer relaciones con ella:
La obediencia debe haber sido legalmente establecida por una Gran Logia regular o
por tres o más logias bajo los auspicios de una Gran Logia regular.
Los francmasones bajo su jurisdicción han de ser hombres y ni ella ni sus logias han
de tener contacto masónico con logias que admitan la membresía de mujeres.
Todos los francmasones bajo su jurisdicción han de asumir sus compromisos sobre
el volumen de la ley sagrada (la Biblia) o a la vista de él o del libro considerado
sagrado por el que realiza el compromiso.
La Gran Logia Unida de Inglaterra, establece un criterio que va más allá de su propia
forma de organización añadiendo: “Hay algunos autodenominados cuerpos
Masónicos que no se atienen a este estandar. Por ejemplo aquellos que no requieren
la creencia en un Ser Supremo o quienes permiten a sus miembros participar como
tales en materias políticas. Estos cuerpos son considerados por la Gran Logia de
Inglaterra como Masónicamente irregulares y el contacto masónico con ellos está
prohibido”. Los puntos esenciales de discrepancia se contemplan en las condiciones
4, 5 y 6, e involucran al Libro de la Ley Sagrada y la obligatoriedad de profesar la
creencia en el Gran Arquitecto del universo y en su testamento revelado; es decir la
Biblia y el Dogma.
Sin embargo, en 1849, influenciado por los eclesiásticos Galicanos, el Gran Oriente
de Francia rompió con su pasado introduciendo en su Constitución la fórmula
dogmática de la “creencia en Dios y en la inmortalidad del alma”, Cuando 28 años
más tarde, en 1877, borró esta afirmación de la Constitución, Con ello, en realidad
el Gran Oriente de Francia lo único que hacía era volver a su tradición firme de
respeto, no sólo para los ritos y creencias, sino a todas las concepciones filosóficas.
El artículo primero de su Constitución contempla desde entonces que:
El enfoque del Gran Oriente respecto a las relaciones masónicas es distinto, puesto
que no ha considerado necesario establecer ninguna condición “a priori”, a aquellas
Obediencias a las que otorga su reconocimiento, basándose sólo en su regularidad
de origen, y en la autoridad de sus Grandes Asambleas anuales, reconocida por el
artículo 39 de las Constituciones de 1723, para establecer sus propias regulaciones.
Se basa, por tanto, más en el criterio de la legitimidad de origen y en la coincidencia
de principios y objetivos que en la adecuación a un marco preestablecido para
otorgar sus reconocimientos.
Respecto al primer punto, hay que recordar que, de hecho, el Gran Oriente de
Francia es, de todas las Obediencias masónicas que existen en la actualidad la más
antigua. Efectivamente el Gran Oriente de Francia nace técnicamente en 1738 y
formalmente en 1773 (fecha en la que además de adoptar ese nombre aprueba
modificaciones como la elección democrática del Consejo de la Orden y de su
Presidente). Teniendo en cuenta que la Gran Logia Unida de Inglaterra (el foco de
la regularidad anglófila) nace en 1813, es un hecho que ninguna otra Obediencia en
el mundo tiene una antigüedad comparable a la del Gran Oriente de Francia.