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ÉTICA DEL DESORDEN

Pánico y sentido en el curso del siglo

Ignacio Castro Rey

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Primera edición: mayo de 2017
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5. EL TACT
NOTAS .
@ Ignacio Castro Rey, 2017

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PRE-TEXTOS, 2017
Luis Santángel, 10 1. METEOR(
46005 Valencia
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ISBN:978-84-16906-18-5
DEPÓSITO LEGAL: V-3252-2016

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2017
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ADVANTIA,
ÍNDICE

PRÓLOGO. ... ..... 11

SIGNOS REALES (Introducción) 19

1.TRAMOS DEL DÍA

1. VISTOY OÍDO ..... ..... ...31


2 INMEDIATAMENTEVIVIDO..
3. POORLITTLETHING.. .........62
4. ÉSTE ES TU CUERPO.
5. VIENTRESY TERRITORIOS. .. • 102
NOTAS. . 119

11.¿QUÉ SIGNIFICA SENTIR?

1. LÓGICA DE LA INTUICIÓN
• ..............127
2. ARTES DE LA RESPIRACIÓN .
3. SIN TÉRMINO .
146
4. SEXTOSENTIDO .
. 163
5. EL TACTO EN EL OJO ..
169
NOTAS O. o p 0 OOO'0 0 0 O C O'. 181

111.LUGARES DEL TIEMPO

1. METEOROLOGÍA .
187
2. Lo QUE SE DESVANECE .
• 217
3. MOMENTOSSIN ESTRELLA.
. 239
4. LA MÁS SILENCIOSA DE TODAS LAS HORAS.......
• 253
NOTAS
• . 269
IV. VIVIENTES

• 276
1. YA NO SER AHÍ . • •
2. Lo QUE SE DICE LLORAR. • • 291

3. SELLOS QUE ABREN .. • 307

4. TENTACIONESSUICIDAS .
5. MUERTE Y REVOLUCIÓN. •
NOTAS•

V. FORMAS DE HABLAR

1. CARNE DE PALABRA.. ••••••••..357


2. OFICIO Y EXTERIORIDAD..
3. HEGELEN RILKE . ••••••••.....391
4. LA LENGUAEN LA PIEL . . 411

5. ¿QUÉ ES EXPRESARSE?.. . 422


....
NOTAS ...439

POLÍTICA DEL ETERNO RETORNO (Epílogo) . . 443

AGRADECIMIENTOS........ . 461
IV

VIVIENTES
tiene que haber algo,
Nosoyun niño, de acuerdo. Pero en este no-ser-niño
tener y cui-
unserrelativamentea la infancia. En caso contrario, yo no podría
como el más
dardepequeños,llegar a ser padre o maestro, tener sobrinos, jugar
despreocupadode los críos. O ser presa a veces de miedos infantiles. Lo grave
esqueestarelatividad del no-ser, este ser en potencia algo que no es todavía en
acto,se extiendecasi indefinidamente. Desde luego, tiene en la muerte un pri-
meracto.No estoy muerto, pero soy mortal: de antemano, algo sé de los muer-
tos.Sino, no podría darme miedo la muerte, ser algún día capaz de morir,
adquiriruna palidez mortal debido a un recuerdo o llorar por alguien que va a
morir.Esposible que todo lo que no es esté de alguna manera presente en me-
diodelos seres mortales, constituyendo los espectros de la presencia. También
lamuerte,sobre todo ella, encarna un no-ser relativo a una forma de vida. In-
clusoen el último acto, la muerte es un potencial: capacidad de devenir otra
cosa,tal vez otra persona; de ser una aparición, una resurrección, un cadáver
Patético,un santo... El principio de contradicción falla así en un punto clave.
Sery no ser,a pesar de Hamlet —ode un Aristóteles leído con prisas—,no pue-
densersimplemente contrarios. Soy y no soy: ¿cuántas veces he creído morir,
hesoñadoser otro, he querido morir, no he sabido quién soy? El no ser, inclu-
sola muerte,es un espectro que une a
los seres; sobre todo consigo mismos, a
travésde una especie
de rodeo ascético. En caso contrario, si la muerte no fue-
raalgoanterior,
nadie podría algún día no ser, dudar de la vida habiendo sido.
NOPodríamosjugar
con la desaparición, amenazar con ella. Para empezar, la
Propiaseducción,
el humor o el poder, ¿no son un juego de ser y no-ser? La
muerteesla potencia
ra tras que nunca tendrá una actualización definitiva, ni siquie-
Io que
consideramos un último acto.

275
IGNACIO
DESORDEN CASTRO
ÉTICA DEL REY

276

AHÍ
1 YA NO SER

temor, de respeto o de ironía, la vivencia de la muerte


Seacon un tono de del miedo y la usura que nos aíslan. No hay
mezquindad,
nos arranca de la mortal, una inminencia que hace a los hombres
horizonte
munidad posiblesin de toda
separa, por debajo identificación.
que abismalmente los
próximos en lo absoluto, por encima de
existencia de la muerte hace de cada vida un
La simple de una época. El deber de cada hombre
estruendo
la relatividadnumérica y el
vivirlo todo en esta vida, de manera que la muerte, cuando venga, no sea ya
es
apenas tenga "nada que llevarse". La tarea ética y estética es consumir la
nada,
silencio que se pueda llegar a asumir lo in-
muerte en vida, beber tanto en su
concebiblecomo el hueso mismo de vivir.
Lispectorescribeen Aprendizaje:"En aquella hora de la noche ella conocía
ese gran susto de estar viva, teniendo como único amparo tan sólo el desampa-
ro de estar viva. La vida era tan fuerte que se amparaba en el propio desampa-
ro".¿Noes necesario entonces, de algún modo, pensar contra la idea heraclítea
de que a los hombres les aguarda muertos lo que no esperan ni sefiguran? (B 27).
No debe quedar ningún resto, al final de una vida, un final que —dealguna ma-
nera—late en cada momento, para que podamos decir: Todo está consumado (Jn
19,30). Esto, claro está, es una medicina un poco distinta a la de la actitud que Pl

busca consumir la vida mortal, el límite de su misterio sin marca, a través de la


circulaciónindefinida de artículos marcados.
Indudablemente,el consumo de objetos nos entrena para consumir la vida
misma, su pulpa mortal. En medio de nuestra
obsolescencia programada, mien-
tras aprendemos a sustituir una cosa
tras otra, aprendemos también a sustituir
a las personas. Sobre todo,
aprendemos a sustituir lo único de cada vida mor-
tal, que tiene el reto de ser y
mantenerse ante el reto absoluto e intransferible
de la muerte, por lo múltiple
de las varias vidas —más que las que tienen los ga-
tos—que nos promete el
mercado. Producir precariedad,
tra ideologíainterclasista, que es el abecé de nues-
busca que la muerte misma
transferenciaperversa de no sea vivible. Supone la
toda autonomía, ante
cargar,transferir, todo en este punto clave:des-
desplazar (verlegen)
sociedadque nos la existencia. Huir de lo real. La misma
salva es la que
Los fantasmas convierte la vida y la muerte en algo siniestro,
lentos de una vida
clave- es lo que endeudada -a nadie en particular, ésta es la
queda después
cimiento en el de la doctrina de la
imperio de lo alta definición, del recono-
mocionan implacables visible. Cultivamos
la memoria a la vez que se pro-
modos cotidianos
de separarse alegremente del pasado'
Vivientes
CapítuloIV. 277

segúnel Benjamin de los Pasajes. Y separarse del pasado es separarse de la pre-


senciade la muerte, de la voz de los muertos. En palabras de Paz: "Para el ha-
bitantede Nueva York, París o Londres, la muerte es la palabra que jamás se
pronunciaporque quema los labios".l En nuestra cultura barremos la muerte
debajode la alfombra, comenta Watts. "Hemos hecho de la muerte algo terri-
ble.Hemosinventado vidas terribles para después de la vida. La versión cristi-
nadel cielo es tan abominable como la versión cristiana del infierno", asegura
incluso el pensador inglés. 2
Lejosde las negaciones demonizadoras, tenemos que agradecer a la muerte
elponerun horizonte que nos permite relativizar el sinfín de miserias que nos
podíansepararde cualquier otro y de nosotros mismos. De hecho, los huma-
nosqueno toman en serio la muerte, como puente vinculador y afirmación de
cadaexistencia,acaban en la furia de la inmanencia, absolutizando causas his-
tóricasy sectarias que resultan fatales. El nihilismo tiene sobre todo en la muer-
te,alintentar convertirla en una fuerza básicamente negativa, su primera piedra
y un momento clave de su fortaleza.
SegúnEpicuro, "frente a las demás cosas es posible procurarse seguridad,
perofrente a la muerte todos los humanos habitamos una ciudad sin murallas".
Perohastala preposición "frente" sería aquí equívoca. La muerte está en una
proximidadindiscernible, separada apenas por una membrana de todo lo que
podemosentender por vida. Mejor dicho: la muerte es algo que rodea por den-
tro.NOestamos frente a ella como estamos frente a un río. Del mismo modo,
tampocoestamosfrente al sueño: en un caso y en otro, muerte y sueño, es im-
posiblela experiencia fáctica de un muro que se pueda atravesar, de una pared
quese pueda saltar. O no atravesarla, y permanecer de este lado, a salvo. De an-
temano,estamos en el territorio de ella, que precisamente carece de un mapa
localizador,distinto al territorio en el que siempre estamos. La muerte es el afue-
ra quehabita en todo adentro. De antemano, naturalmente, la vida es mortal.
"Eracomo si la muerte fuera nuestro bien mayor y final, sólo que no era la
muerte,era la vida inconmensurable que llegaba a tener la grandeza de la muer-
te•Loripensó: no puedo tener una vida mezquina porque no combinaríacon
IOabsolutode
la muerte" (Aprendizaje).
NOes que la muerte sea el mejor invento de la vida porque hace un sitio a lo
joveny permite la generacional. No se trata de ningún invento, sino
renovación
dequeuna vida mortal de necesidad permite la renovación en acto, incluso en
lavidaactual del Gracias al vértigo de la muerte, toda revo-
que se cree joven.
lucióncabeen muerte convierte al instante decisivoen
un instante. Es más, la
278 ÉTICA DEL DESORDEN
IGNACIO

ley universal del tiempo. Lo eterno, según Spinoza, es ahora en virtud


dela
muerte. "No es algo que nos aguarde, sino algo que encontramos durante
esos
breves y no obstante intemporales momentos donde todo enlazacontodo
ningún intercambio es inadecuado (...) regresamos al Génesis, al sitio
exactode
la creación del mundo."3El tiempo se ralentiza en la sombra del mediodía, en
esa hora en que se saturan los átomos y el bien y el mal no existen."Ellanoque.
ría nada sino aquello que le sucedía: ser una mujer en la oscuridadalladode
un hombre que dormía. Pensó por un instante si la muerte interferiríaenel
sado placer de estar viva. Y la respuesta fue que ni la idea de muerteconseguía
perturbar el ilimitado campo oscuro donde todo palpitaba denso,pesadoyfe_
liz. La muerte había perdido la gloria... Hasta que Lori se durmióprofun-
damente y la oscuridad fue toda de ella." Sin afuera, sin resto: ¿dóndeestá,oh
muerte, tu victoria? (I Cor 15,55-57)•
No es necesario, por lo demás, consultar a ninguna autoridad paraadmitir
esta ley perversa de un viejo péndulo: lo rechazado hoy por mortal volveráma-
ñana en forma letal. Además, la omnipresencia de la muerte, como posibilidad
Lo
elemental...
límite de la vida, nos permite no ser modernos en algún terreno
con las que noscoac-
cual acaso no sea poco, dadas las exigencias de actualidad
casoun referente
ciona cada época. El roce mortal nos permite tocar en cada
sueloinsuperable,
primario, ser contemporáneos por revivir una y otra vez un
actual y, a la vez, libre del tiempo. La muerte es justo lo quenun-
perfectamente
ca envejece. primero
delante del
Aprendizaje otra vez: "Hemos evitado caer de rodillas
que por amor diga: tienes miedo". Pierdes a un amigo.Tequedas
de nosotros en unaca-
definitivamente
sin voz. El verano termina. Tu viejo coche se rompe Inclusotomar
o no le pones cara.
rretera secundaria. Has olvidado un nombre, supone iniciarun
hacemos,
una decisión, y tal vez por esta razón pocas veces lo En resumo
posibilidades.
camino y abandonar otros, dejando de lado algunas llamamos muertoa
que
han muerto en nosotros mil pequeñas cosas. Pero lo el fin de lalen-
muertes,
secas, en cierto modo es el final de todas esas pequeñas
se va la vida.
ta hemorragia con la que a veces podemos sentir que podríamos sea
modo no
cada minuto algo muere en nosotros. De otro Aunque
sólo
cernos desde las cenizas, con toda la fuerza que viene de ahí. siempre
resurgimos
o, la sombra de una sombra, confusión,la
enrojecer -de en
desde una grieta. Debido a esta labilidad central, y no sólorusos
literatura,
dl rdaubidaa- figura importante en la los
escritores
a ca bo
impresionante analítica de la existencia que llevan
IV. Vivientes
Capítulo
279
del Desde luego, tocados por un fallecer en vida, cierta
clasede
asíde inestables. Como si apenas tuvieran presupuestos, humanos
parten cada día
en momento crucial- desde la niebla. Es difícil que en -y
el mejor de los días
nohayaalgo de duelo, algo que duele, algo que muere. Es
difícil,
seaporquetambién una alegría intensa sale con frecuencia de aunque sólo
una huella que entierra una duda ante-
dejando
rior, algo, que obliga a alguna
despedida.
Laluchamortal por la vida es lo que tenemos en común con
plantasy ani-
males,incluso con todo tipo de cosas inanimadas. Es más: la
simple posibilidad
demorirdota a las cosas de un modo elemental de alma, de
una siluetay un
rostro.El día termina. La lluvia cesa. Un camino se borra en la hierba.
Finali-
zar,loquese dice un final, recorta el perfil de los seres en el fondo sin fondo del
horizonte. Sólo por la posibilidad de desaparecer, un simple jarrón encierraun
misterio; puede brillar y asombrarnos, evocar mil imágenes,transformarseen
claroscuros, arder en soledad. La muerte es ante todo una ambivalenciadiaria,
untemory un temblor, no tanto un estadio terminal que ningún ser expe-
rimentacomo un hecho. Cuando llega el momento, se supone que estamostan
ocupadosque nuestra entera vida gira en nuestras cabezas, antes de que toda
conciencia o dolor desaparezcan. De esto último, de este hecho final, ningún
serpuedehacer otra cosa que conjeturas. Es más, parece que el roce con la muer-
te,elsimple contacto con ella desdibuja precisamente lo que sea un simple
hecho,un punto atómico separado del resto. Como si la muerte común pusie-
raencadacosa la sombra del resto pulsante del universo.
Los seres
Escierto que cuanto más se vive, más se muere. La roca perdura.
muerte, por
animadosmueren pronto. Los hombres incluso dicen saber de la
puede serlo. ¿De
eso-se ha dicho—son mortales como ninguna otra criatura
de una inmortalidad tedio-
ahíesalegendaria envidia de los dioses, prisioneros
alimenta día a día las varia-
sa?Dela muerte, sin embargo, fondo sombrío que
todos los seres.Si hay alguna
cionesmusculares e instintivas, es de lo que saben
que es horizonte de cual-
Inteligenciaen la tierra viene de ese peligro mortal o su peligrosa
impre-
quierlucha,amor, esperanza o temor. La dulzura natural, habitualy
pese a nuestro
visión,no puede "no saber" de la muerte, mal que le -insistiendo en que los
cómodoantropocentrismo. Éste siempre ha puesto ahí piedra de cierta dis-
la primera
mueren, pero no saben de la muerte- los otros seres.
de bien
tanciahumanista sobre la supuesta vida elemental y ocurre más
lo contrario cerca de la muer-
Cuandoquizás el caso animal es justamente
Elegías de Duino, separamosde
que'como podemos de las nos
leer en la octava obstante, que
no se ve 11muerte. Hay que sospechar, no
280 ÉTICA DEL DESORDEN

IGNACIO

los animales para tomar distancias con los otros hombres,


los
mantienen demasiado cercanos a la comunidad lenta de la atrasados
tierra. Lejos se
industrial impiedad, si hay comunidad entre el mundo de de
las cosasy
bres, más aún, si puede haber fraternidad con cualquier losh
hombre, es en
dad arcaica de morir
brillando en los ojos. Y no menos en la mujer alegre que en el quesigue
hombre triste.La
er e, en ninguna
variantes. Ni en la vida animal que se apaga lentamente, ni en el desus
dolor enloque_
cedor —lamadre silvestre que cae con sus crías en una trampa—,
ni en elespan_
to de un peligro inesperado. Sobre todo en este punto clave, el
antropocentrismo
es especialmente dañino. Es comprensible ese engaño, puesto que no
sabemos
muy bien qué hacer con esa comunidad elemental sin palabras. Comprensible,
pero muy peligroso, ante todo para el hombre mismo.
Lejos de esta aversión a lo terrenal, algunos hombres buenos gustandeaca-
riciar a un desconocido animal dormido. Y la caricia persiste (Rilke),invitaa
entornar los ojos porque permite que el exterior pase adentro. Por un momen-
to, la apertura del mundo —encarnada en otro— acuna a un ser. Toda la expre-
sividad de animales, piedras y plantas, esa faz real sin la cual no existiríaelaspecto
del entorno —nien la mirada ni en el cine ni en la fotografía—,seríaimposible
sin la condición mortal, sin un saber común de la muerte que no tieneporqué
expresar otra cosa que la alegría y el temor de vivir. No hay nada máspodero-
so que la vida corriente, con o sin palabras. El día no es menos profundoque
la viva noche.
La pasión de Lispector puede hablar así: "Vida y muerte han sido mías,yyo
avan-
he sido monstruosa. Mi valor fue el de un sonámbulo que simplemente
lo quenos
za". Es la incertidumbre de vivir, su zozobra y su sorpresa cotidianas,
llegar algún día, sea éste temidoono,
preocupa, no un estadio final que pueda
animales es la posibilidad deldolorY
Lo que hace sagaces y encantadores a los
de lo trágico noexis-
el pánico, y esto hasta el fin de sus fuerzas. Sin experiencia
o fortalezaque
te, tampoco entre los humanos, alegría perdurable, ni juventud
mortales, sin remedio.so-
vayan más allá de un mero vigor biológico. Somos y aldolor'
humillación
mos a veces incluso empujados intolerablemente a la tener un
forma de morir, debe •
Pero el hombre debe al menos decidir la mando YO
mi hambre
minuto. No sólo una persona puede decir y pensar "En respeto a esa
el
También se puede pensar y practicar, sin por ello perder sabiduríaPOP
Illar
aquella
bilidad culminante: En mi muerte mando yo. De ahí "No se aflija,
su señora:
de una criada, conmovida por el nerviosismo de
281

morir". Queriendo interpretar a Hegel, Byung-Chu1


para
muerte amenazante. Se afe-
precomenta:esclavizadoprefiere la esclavitud a la
Han
muerte.
El
Quien no tiene capacidad de muerte no arriesga su vida.
ala vida (...)
a la muerte consigo mismo', permanece 'en sí mismo dentro de
rra convierte en esclavo y trabaja".4 Pero
entrega a la muerte. Así se
No se complicado, más simple y sutil de 10 que percibi-
poco más
todoes un
una lectura apresur
en muerte y no la realiza en el riesgo dia-
mos quien retrocede ante la
a atravesar la vida como una sombra, un eco de lo que de-
estácondenado
sido.
bíahaber
"La muerte, si así queremos llamar a esa irrealidad, es
Dehecho,Hegeldice:
espantoso, y el retener lo muerto lo que requiere una mayor fuerza (...) La
lomás
asusta ante la muerte y se mantiene pura de
vidadelespírituno es la vida que se
ladesolación, sino la que sabe afrontarla y mantenerse en ella. El espíritu sólo
conquista suverdadcuando es capaz de encontrarse a sí mismo en el absoluto
desgarramiento".5 Pero el espíritu es una exigencia para cualquier mortal. Nin-
gúnhombrepuede morir si antes no ha entrado en la muerte. El que se ha pro-
tegido anteel peligro,y ha centrado su estrategia en sobrevivir, está demasiado
muerto para viviry demasiado vivo para morir. 6 Entonces todo es vago en nos-
otros,difuso,perdiendo su orientación y su pulso. También quizás se pierde el
amor, laviday la muerte, con el peligro mórbido consiguiente. El propio Jünger
comenta en Sobreel dolor que el tedio moderno no es más que el dolor de vivir,
quehabríaquehaber afrontado, desperdigado
en la cobertura de un tiempo pac-
tado.Entonces hoy se parece a ayer y a cualquier otro día. Un día más, y otro, y
Otro.Otrasemanaque se ha ido.
Vale, ¿qué ponen hoy en la televisión?
Haceyamásde sesenta
años, Hannah Arendt veía en la meta de superar la
barrera deloscien años
—unidaa otros signos de mesianismo tecnológico, como
carrera espacialy la fecundación in
nospermitiría vitro—un intento de doblar el cabo que
despegarde la condición mortal, lo único que según ella nos hace
Ynospermite
vivir juntos. Naturalmente, aunque el hombre consi-
superarla muerte
quelaciencia final por un milagro tecnológico -una ingenuidad con
en una lleva soñando siglos-, seguiría siendo mortal. Tenemos la muer-
Cada de nuestrasescenas originarias, en el fondo sombrío que anima
minutoy cada
una de nuestras visiones. Wittgenstein pregunta (Tracta-
eternamente?
"¿se resuelvequizás un
Yesta vida enigma por el hecho de que yo sobreviva
eterna, ¿no es tan enigmática como la presente?".
282 ÉTICA DEL DESORDEN
IGNACIO
CASTRO
REY

Si por eternidad —diceWittgenstein en el parágrafo anterior—«se


entiende
no una duración temporal infinita, sino lo atemporal, entonces vive
eternamen_
te quien vive en el presente". La única forma de vencer a la muerte es
entraren
ella y querer ser mortal. Cerca de Spinoza, llevando al límite la lógica del
psicoa-
nálisis, no se trata de extraer el mal o aplastarlo, sino de curar conla dolencia
misma (Watts). La única forma incluso de ser inmortales es atravesarla muer-
te, un dolor límite en vida, para resurgir —encierto modo invulnerables-con
una decisión, y una percepción distinta del mundo, al otro lado. Llegadoelcaso,
el suicidio es también una forma de empuñar la muerte, dejando atrásun lími-
te ante el que otros retroceden.
Asimismo la muerte es un encuentro, un acontecimiento individual.Esa
irrealidad central es cambiante como un río o el fuego, pues nunca te bañarás
dos veces en la misma muerte. Demorémonos un momento en esta fraseque
le encantaría a Rulfo: "Sus pensamientos eran tan sobrenaturales comouna
historia pasada después de la muerte", repite Lispector en dos momentosmuy
distintos de Aprendizaje. En virtud de esa muerte asumida en vida, Clariceno
es sólo autodidacta sino también, por decirlo así, autovivacta. De ahí queha-
ble en esa novela incluso de rezar, de pedirle a sí misma, ya que: "Yosoymás
fuerte que yo".
Es cierto que sólo el pequeño apocalipsis de un trauma puede salvarnosa ve-
ces de la neutralización que llamamos identidad social, al menos cuando éstase
de
realiza al margen de la existencia. A veces un fracaso o una pérdida nos salva
no
ese limbo de languidecer a plazos en una vitalidad tan especializadaqueya
si
es capaz de sentir nada, tampoco la condición mortal. En tales casos, es como
la sedación que producen el reconocimiento social y el consumo, suponiendo
"cambio
que sean cosas distintas —setrata, en suma, del masaje de un continuo
individuo
de canal" que constituye nuestra rutina—,actuase durante la vida del
su encade-
aferrado a la economía del tiempo. Tal fragmentación temporal, con
de expe-
namiento del presente a un futuro prometido, nos libra en apariencia
experimentar
rimentar el peligro, es cierto. Pero también nos libra de vivir, de
construcción
una emoción vital que tiene en el riesgo una de sus armas de minuto a
siva. La posibilidad de morir, viviendo un tiempo que ha de labrarse quese
con
minuto su espacio, relativiza la infinidad de los miserables peligrosdesnudo y sin
nos coacciona a diario. Una vez que asumes la muerte, ya estás
nada que perder: ¿por qué no volver a apostar, como un principiante?las próte-
Apoyados en
Éste es uno de los signos de la crueldad de la época.
absoluto de una con
sis personalizadas del poder social, el retroceso ante el
283

que p ermite fragmentar la vida, cristalizarla en una fluidez


eslo
primaria que, sin embargo, desatará la violencia contra los otros a
Fluidez
ompartida. Al fin y al cabo, odiamos en los otros lo que conservan
oportunidad.
que fuimos un día y ya no queremos ser. Odiamos al otro por
lo
(Baudrillard) entre nosotros. Si esta sociedad, tanto o más
lonoocurrido
necesita constantemente víctimas —alas que proteger o a las
todo
quecualquierotra,
da
castigar, igual—es por desplazar el peligro mortal a los otros, fuera de
que así la vida rehaciéndonos, justificando
recintoseguro. Nos pasamos
nuestro
verdugos del mundo externo.
retiropor las supuestas víctimas y
nuestro
Seacomosea,no podemos pretender vivir y al mismo tiempo mantenernos
frentea la devastación. Habría que buscar algo así como una serenidad
intactos
enlaruina,una sonrisa que busque jugar también en las grietas de la seguri-
Sielserhumano retrocede ante ese fondo común, en lugar de ir a la muer-
dad.
teconsigo mismo,permanece paralizado en su vitalidad condicionada, retenido
dentro deuna muerte muerta. El espíritu agradece su vitalidad precisamente a
sucapacidad para el peligro, para incluir el final en su andadura. Habría que
versinuestroimperialprivilegio de los medios sobre los fines no deriva de un
retroceso genéricoante elfin, ante la posibilidad de afrontar un límite absolu-
toyrehacer una vida. Quien vive como yo no muere, afirma el Libro del desaso-
siego:
"Seacaba,se marchita,
se desvegeta en un llorar sin ser ante el avanzar de
lanoche...Morirécomo he vivido,
ciado pormiesfuerzo entre el bric-à-brac de los alrededores, apre-
entre las posdatas de lo perdido".
Alalarga,lo
que nos salva no es
dad, sinolafazque lo positivo que mira de soslayo la negativi-
hgrootra mira cara a cara al afuera y aguanta
posibilidad, un g
ahí, extrayendo del pe-
unespíritu
exterioridad
-tanto más potente
que el de la época- porque han de salir a
delas mortal y traerl
a a sí, descansando en lo otro. Precisamente una
tienecaracterísticas de 1
ninguna a depresión informativa es que el sujeto narcisista no
nado, el nodo capacidadd e concluirse,
de una pues le falta el broche de lo incondicio-
que interior
queno temer.
somos "Desaprendemos a morir, a favor de la dispersión sin fin,
capaces de c
ePuede
venceral
sin
duda infierno de la historia admitiendo un infierno den-
e.corroer un pesimismo
todo lo de la fuerza (Nietzsche), un pesimismo que
fácil en quien
nlugar no resulta necesita riesgo y juego. Un pesimismo
de buscar fácil de entender en esta época de positividad inma-
pecados, h oy buscamos
pensamientos negativos.8
284 ÉTICA DEL DESORDEN
IGNACIO
C
REY

De hecho, el peligro y las catástrofes nos rearman, nos hacen más


y humanos. Permiten también saber con quién vivimos, quién es
quién.
110era elparaíso, dice una mujer serbia recordando la amabilidad de
la genteen
Belgrado —inclusoel odioso vecino del quinto—,por fin unida bajo los
bombar_
deos de la OTAN.No sólo con la guerra desciende vertiginosamente
la prolife-
ración urbana de las neurosis y las enfermedades crónicas del bienestar.
Es
el hombre, salvo que enloquezca de pánico, se hace con frecuencia más que
huma _
no cuando un peligro común acecha. La necesidad hace al órgano, en este
caso
el de la piedad.
Volviendoa nuestro cauce, atendamos a un detalle que recuerdacómoin-
cluso las máquinas pueden expresar a su manera el espíritu de una época."ya
sabes que no me gusta que me hagan preguntas personales", contesta—después
de unos segundos de silencio—un programa informático integrado en lostelé-
fonos móviles a la analógica y malvada pregunta: ¿Qué opinas de la muerte?Cier-
to, parece que la pregunta ha entrado en el capítulo de las cuestiones intocables,
que ofenden nuestra diversión obligada. Las residencias de ancianos queocul-
tan la decrepitud, la sedación, el coma inducido y la morfina, el tanatorio,el
maquillaje del muerto, la mampara de cristal que separa al cadáverdelosque
le habían querido, la incineración y la urna con las cenizas... Nuestro díateme
a la sombra de los límites, fenómeno que sobre todo se observa en la dificultad
diaria de confesar dificultades sin provocar silencios tensos o rápidoscambios
de tema. ¿Cuántas veces habrán tenido que callar algunos, y hundirse en lade-
solación, antes de dejarse morir? La naturaleza es muy sabia. Es posiblequeno
la
sea tan difícil morir y que se pueda jugar con la muerte, después de saborear
lee-
muerte en vida que nos asedia. "Ha muerto. La vida le dolía demasiado')
apa-
mos en Los hermanos Tanner. Sí, la vida puede ser tan desoladora que haga
recer la muerte como un tránsito ansiado.
todoslos
Rilke comenta: "Por dondequiera que vaya uno por esta ciudad,
banaliza-
muertos siguen vivos".9Pero nuestra entera vida urbana, también la
contribuye a
ción de la muerte en los cadáveres diarios de la información,
mortal,frente
pliar esa cinta de aislamiento que nos inmuniza frente al misterio esale-
brota de
al mutismo de los muertos y la interrogación sin preguntas que

se oye en una
Es imposible triunfar sin dejar atrás un rastro de cadáveres,
a uno se le pueda
película Incluso en su versión más suave, sin que muerte actual,
imputar ningún crimen, ésta es una cuestión más en torno a la dejar atrása
de
Aunque seamos sólo triunfadores medios, parece que hemos
Vivientes
IV,
285

muertos,y escondidos, para que no manchen la radiante


nuestros
la anfibología moquetadel
que en semántica de la palabra éxito,
día.Esposible que va de
a "salida",ya haya un signo que atender. Tal vez la quintaesencia
de la
capitalista,como absolutización inmanente de la historia —revolución
fluidez
permanentesin Revolución—,mantenga una relación íntima con la exclusión
que une en secreto todo el
deundiálogocon los límites. Acaso lo espectroideo-
de esta época, cosa que hace ya muy dificil que se produzca algún acon-
lógico
político, sea la complicidad interclasista en la exclusión del afuera,
tecimiento
referente común a la humanidad
decualquier mortal. Al negar la vitalidad pue-
rildelamuerte, su inocencia, se niega también de raíz un espacio atemporal
la religión del progreso.
querelativice
Antesno se podía hablar de sexo y se hablaba continuamente de la muerte.
Deserestocierto, si no se trata de otra tergiversación del pasado, ahora parece
queocurriríajusto lo contrario. Por lo pronto, la banalización diaria de la vio-
lencianosprotege del sentido afirmativo en la muerte natural. ¿Notenemosla
impresión de que en algunas culturas, no sólo la estadounidense,habríamenos
violenciadiaria, con frecuencia muy cruel, si la humanidad hubiera aprendido
allíamirarde frente ese misterio mortal que anima los cuerpos? La muerte:
"Hay muchascosas que no será. No será como si te enterraran vivo.No será
habido
como estareternamente en la oscuridad (...) Simplemente no habrá
Pensadlo
nunca naday no habrá nadie que lo lamente. Y no habrá problema.
Unmomento(...) ¿Cómo podríamos experimentar esta realidad si no hubiése-
que estamos
estadoalguna vez muertos? ¿Qué nos da una vaga noción de
sino el hecho de que, alguna vez, no lo estuvimos?" 10
aquí)
telediarios,así
Aespaldasde esta sabiduría, los cientos de fallecidos en los
todo este
como la"muerte del del gran relato, de la historia...
arte", del hombre, lo que ha muer-
encadenamiento en el fondo,
de cadáveres parece insinuar que, interrogar en
lamuerte misma. nada vivo que
Es como si ya no hubiera exceptuando las va-
ella»
nadaque pueda la vida,
sorprendernos en mitad de por fuera, extra-
nantes amenaza
espectacularesde un estado terminal que nos violencia que se ha
delútero social. formato de
Toda nuestra cultura, el
nuestro aislamiento del
vueltonorma en la sociedad del conocimiento, acentúa es-
desaparición,una
mortal,del sentido que pudiera esperarnos en una el capitalismo
Es
indecisiónque es parte intrínseca de la naturaleza.ha tenido en lo in-
Pectral
quien
tienehorror naturaleza que siempre nuevo espiri-
al vacío, no una especiales del
Yen la médica
entropía su fuerza. Hasta los efectos la incertidumbre
queviene,y de como
la cultura paranormal, así
286 ÉTICA DEL DESORDEN
IGNACIO
CASTRO
REY

y el secreto crónico que rodea a las nuevas dolencias, oscurecen el sentido


delo
que la palabra muerte podía nombrar en medio de la vida. Está oscurecido
el
vínculo más íntimo de lo mortal con las rutinas que amamos, sea el encuentro
o la conversación; sea la amistad, el amor, la alegría, el miedo o el erotismo.
Todo ocurre como si no pudiera concebirse ese momento en el que,inclu-
so en mitad de la vida, el hombre "La fúlgida luz del sol dejó" (Hesíodo).Sicada
época tiene sus enfermedades emblemáticas, las nuestras —dela depresiónalas
alergias o el cáncer—parecen guardar relación, no precisamente con un choque
directo con lo externo, sino con una sobreabundancia de retiro. Promiscuidad
incestuosa, ha dicho cien veces Baudrillard, que indicaría que el hombreactual
enferma —fisicay mentalmente— porque ha retrocedido ante el peligro deloele-
mental, ha dejado de curarse en el exterior desconocido. Al suceder esto,loque
nos mata lentamente, incluso en plena juventud, es alejarnos de la naturalidad
de la muerte en nuestra neurosis —casimilitarizada— de la salud. Talexpansión
ex-
global de positividad impide el contacto con lo otro y decreta por doquier,
Alperder
cepto en sus variantes de ficción, la ausencia de trato con lo mortal.
de la opinión;
la amistad con el otro lado, el hombre vende su alma al mercado
los afectos Y
aliena una posible inteligencia para el cuerpo, para el mundo de
desarrollado pierde una tecnologíaemo-
los accidentes imprevistos. El humano
este retroceso ante la vidareal
cional para las contingencias. Es muy posible que
antropológico atomizado de nuestras
de la muerte esté detrás del panorama masificam0S'
y el aislamiento. ¿Nos
grandes urbes, donde conviven la multitud común,como
ante lo
nos juntamos, para que no se note el frío del aislamiento
fenómeno, con el trasvase
sugería un ensayo de oscura fama? Este simple los malenten-
de
culto de lo común al culto de lo social, también estaría detrás
mundo.
didos que separan al Occidente desarrollado del resto del así en un la
expresa
En las antípodas de esta tendencia nihilista, Berger se credibilidadde
...) La
inusuales (...)
religión depende de la claridad de ciertos intercambios que no es
es
do vivido, los muertos nunca puede ser inertes".ll La verdad la infinitud
entre dicióll
sino común, que algo pueda cruzar intacto la frontera con
acto, de ahí la común 'aldra-
tiempo. El tiempo mismo es la infinitud en sueloho)1110C
un
mortal, pues vivimos sobre un laberinto de pliegues, como al vivir' de
a día
do donde vida y muerte se mezclan. El ser vivo muere día fU11dae
accidente. y
te natural, mucho antes de que le alcance cualquier corazón
ser supera do. El es po
El ser del universo. El eso que no puede día. Eso
morir algún
mento de todo lo que sucede. Piensas que vas a
287

Vivientes

ap agarte a fin de que sepas que estás encendido.La


que
cuandotienes n vital; la naturaleza no teme al vacío ni a los espec-
de: en esuna funció real que, igual que una montaña,
desaparición es parte de una intensidad
lo irreal De ahí que Watts proponga "abandonarnos
pací-
solo lado.
tenerun posibilidad de la muerte, a la
de manera sumisa, a la
ficayauténticamente, de nuestro ego; pasar del es al no es; rendir-
recuerdos,
de nuestros
cosa que hacemos alegremente cuando hacemos el amor (...)
femenino,
en el sentido formal de la palabra. Es una actitud profun-
noesateísmo términos prácticos corresponde a una actitud ha-
religiosa,ya que en
damente y un abandono totales. Una vez más,
implica una confianza
cialavidaque
nombre de Dios".12
a la idea del ateísmo en
llegamos
Lahuidade este horizonte es tal vez una razón adicional para el espectácu-
de que la muerte siempre pa-
lodelaguerra.Para,en resumen, la conveniencia
preparados, la
rucaestarfuera,como algo de los otros. Fuera de los escenarios
pérdidadevitalidadcotidiana en nuestra urbes provendría así de una escasez
y de un exceso de cadáveres. El desmenuzamiento
demuerte de los muertos ex-
alimentael rigor mortis de los vivos de adentro. Hay gente que no tie-
tramuros
dónde caerse muerta. Interrogado sobre su milagrosa supervivencia,
ne,literalmente,
palestino contesta: "¿Cómo es que sigo vivo? Les diría que estoy
unresistente
vivo
porquehay una escaseztemporal de muerte"»
Naturalmente, en el reverso de esta cultura letal, por ser ajena al sentido diur-
nodelamuerte,siguen
murmurando algunas señales minoritarias que ya he-
mos entrevisto.
Losmuertos habitan un momento sin tiempo, de construcción
sincesarrecomenzada.
Puede La memoria de los muertos, existente en la infinitud,
pensarsecomo una
Imaginación forma de la imaginación relativa a lo posible. Esta
es cercana a (reside
Losvivosa veces en) Dios; pero no sé cómo".14Berger continúa:
eneléxtasis, experimentan la infinitud, como les es revelada en el sueño,
en instantes
demorir. de peligro, en el orgasmo, o tal vez en la experiencia
completo Durante estos instantes la imaginación viva cubre el campo
dela
quien.Rozala experiencia y rebasa los contornos de la vida o la muerte de cada
estabanimaginación expectante de los muertos (...) Por sí mismos, los
incompletos. Los vivos
0 esaparticular y los muertos eran interdependientes.
Pendencia. forma moderna del egoísmo rompió tal interde-
Ylos
muertos resultados son desastrosos para los vivos, que ahora piensan
como los
Pesar eliminados".15
Parición de nuestra
cualquiera cultura profiláctica, si el silencio todavía inquieta -la desa-
, sin verdugos
ni víctimas—no es tanto como algo del pasa-
288 ÉTICA DEL DESORDEN

IGNACIO

do, la sombra de los antepasados 0 el final que REY


algún día espera,
inescrutable ambivalencia de 10 real, ahora y aquí,
en este presente
nado. Mientras el ordenador ronronea en nuestras
salas claras,
sigue alentando en la ambigüedad espectral de los lo
entornos. Y esto
las sombras que bordean las zonas iluminadas, en sus
márgenes, sino
en la indecisión misma de lo que actúa en medio del
día. Diversos
han ocupado hoy de esta ambivalencia, del retorno del artistasse
espectrorealenmitad
de nuestro día radiante. Por no mencionar otra vez a los
poetas, a MalickyHop.
per, a Tàpies y Antonio López. Bill Viola, Sokurov y Loznitsa,
cada unodeellos
creadores en su estilo, trabajan esta línea de alta indefinición.
Y tambiéncierta
ciencia. No sólo Freud y Jung, Heisenberg o Gódel se han tomado
la molestia
de destacar este retorno de una nueva zona de indeterminación en
medio de
nuestra radiante geometría urbana. Casi nada importante de la ciencia,elarte
o la filosofia actuales tendría sentido sin la sensibilidad hacia una presencia in-
fraleve, una desaparición que obra en la normalidad silenciosa de loscuerpos.
Te amo, abandono lo material. Soy algo incorpóreo, triunfante, muerto",reci-
ta Whitman en el "Adiós" de Hojas de hierba.
¿Necesitamos realmente sobrevivir si logramos cierto abandonoy confian-
za en vivir? "¿No te sentirías mucho mejor si abandonaras la necesidadde
brevivir? ¿No te sentirías más libre? (...) Hay un misterio inefablesubyacente
en nosotros y en el mundo. Es la oscuridad de la que surge la luz. Cuando re-
el
conocemos la integridad del universo y que la muerte es tan inevitablecomo
nada
nacimiento, podemos descansar y aceptar que es así. No podemos hacer
más."16
Ahí está tal vezlopeor
Presencia liviana, y no siempre con un sesgo siniestro.
lasolidez
de la muerte, su naturalidad, algo activamente ausente que desdibuja arcos
los
de cualquier mediodía. Las figuras derretidas de Dalí, el enigma de
un
sol en De Chirico o las naturalezas muertas de Morandi anunciaron particu-
retorno de algo
rio muy próximo en los nuevos escenarios urbanos. El es
freudiano,
lamente inquietante, las distintas variantes del Unheimlich e inane
que hemos
expresión solamente negativa de esta zona de sombra ersistencia
una p
nuestras costumbres. En mitad de nuestras luces, vuelve
en el pasadoy
que quisimos expulsar del escenario. Se dijo cien veces
formas peores• de un
liendo para hoy: lo reprimido en nosotros retorna en
siente, en medio
tal presencia tome el tono de una angustia que nadie protagonista
posee
de cínico al
mutismo creciente del ser humano. Se ha acusado todavía
es qu e él
La gran belleza (Paolo Sorrentino, 2013),pero lo cierto
289

no temen a 10 peor. A cambio, la


Vivientes
gestos que
y unos
unaspalabras parece que viven al precio de callar casi
nuestros conocidos
de de plega
peor,
010 que es
porque se cierra sonriendo en cada punto
es abierta
sociedadque el afuera ha de pasar al campo de la ima-
irrumpe,
experiencianueva adentro. En cuanto atendemos al entorno
simulacro del
suma,a ser un pocas veces bajamos, es normal que un otro
a la cual
a una cercanía
inmediato,
Talvez un momento muy significativo, de modulaciones
asome.
sigue estando en esos segundos de vacilación del orbe
delo siniestro,
cotidianas ya duerme y nuestro
apagar el televisor, cuando la ciudad
seproducen
que al
ha terminado, pues no tenemos más disculpas para prolongarlo.
día
laborioso
entonces una indefinible zozobra antes de retirarnos a descansar. ¿A
Notamos
durante el
conquién,con qué naturaleza personal que hemos negado
dormir
—in-
día? cuáldenuestros personajes diurnos, si ninguno de ellos está unido
¿Con
en24/7—
sisteCrary por el hilo común de un sueño mortal? Éste es el signo, un
pequeño de nieve en la pantalla del día. Después de estar tan ocupa-
Poltergeist
losfocosradiantes,¿qué tecnología nos puede quedar para el silencio
dosbajo
ylas
sombras?Peromañana,a cualquier hora, la desaparición que corroe el co-
razón
delaapariencia,la ancestral presencia de una ausencia, es lo que usará
ungénerodeterrorsin el cual, por satanizar lo espectral, nuestra cultura per-
PetUamentediurna
lavelocidad no puede ya dar un paso. Y quizás para enquistarse más en
dela huida, en una
vearealim versión terrorífica de lo desconocido que vuel-
entar nuestra
seguridad
móvil.
Bajo
todanuestra
labras y mitología del miedo y su ortodoxia de oposiciones las pa-
único
de admitir designan 10 mismo. Lo singular, por no tener equivalen-
Cla,ha
la desa
mientras vive. El
aura de las cosas en la belleza, a la que tan fiel
nidadN enjamin'no deja de recordar
quesostiene esa insalvable lejanía —porno decir eter-
ind• a 10real.
Al estar tocado por una relación única con la muer-
IVidual
Persiste,se esfuerza,
lucha, y puede volver eternamente.
. e.SPerad0
temblor de líneas, sólo gracias a una anomalía en la
de mi civilización,experimenté, por un instante,
La muerte selecta
CIIIier escribeLispector que me hizo palpar el tejido prohibi-
Pesar en esa portentosa novela llamada La pasión
quina? de todas las coberturas, ¿qué
Si por pulsa todavía ahí, aquí, en cual-
un m
omento adquiriésemos
una sabiduría que habitual-
ÉTICA DEL DESORDEN IGNACIO CASTRO
290 REY

mente nos falta, el misterio afirmativo de la muerte podríamos emparentarlo


al de la infancia. En ambos casos nos encontramos con un modo de ser que,es.
tando en el centro de nuestras costumbres, se encuentra muy alejado de Ioque
solemos considerar un fenómeno de estudio. Tal vez esto se debe a que, para em-
pezar, los dos atributos —mortale inofensivo—se hallan demasiado cercapara
ser estudiados. Esta dificultad también se puede deber a la rotundidad, a una
redondez que en ambas regiones de experiencia nos desborda, puesto que nues-
tra cultura de la cobertura lineal es la de una complejidad siempre en obras,que
apenas puede acercarse a cualquier entereza, sea de la infancia o de la muerte.
En el caso de la muerte, además, ¿cómo analizar algo elemental a cuyo con-
tacto toda evidencia tiembla? Recordemos el estupor que rodea, inclusomucho
antes de la tristeza, a la desaparición repentina de alguien conocido, ya no di-
gamos querido. Recordemos también el respeto que impone un cadáver.Del
Dasein al no-ser-ahí. "Ya no ser ahí" (Nichtmehrdasein), dice Heidegger.17Al-
guien que un día nos habló, nos miró, incluso nos amó, pasa después al estado
hombre,el
inanimado de una cosa. La pregunta inmediata no sólo es qué es el
cosas.
supuesto soberano de la naturaleza, si puede desaparecer así entre las
—ayer
Además, la pregunta es: ¿qué son entonces las cosas, cuando un hombre
con ojos y voz—puede llegar a serlo?
Inclusolas
Ojos vidriados que ya no miran, tibieza, expresión petrificada.
gravemente enfer-
denominadas médicamente crisis de ausencia, en quien está
o un desvanecimiento— algo
mo, ya son —como la enajenación mental, el coma
rescatando al res-
bastante perturbador. No es tan extraño que el muerto acabe
vivos para otro estatuto de misterio. Tampoco lo es que resucitela
to de seres
a los vasos comunicantes que se dan entre
imagen de otra humanidad, cercana
cosa. Si la muerte es lo que hace un poco humanas
el ser humano y el no-ser
eso ya en la más
las cosas, es también lo que acerca el hombre a lo inhumano. Y
despreocupada cotidianidad, mientras vivimos. vacía de un
la silla
Las inocentes ramas de un manzano se balancean sobre
y besa a otra. Es la inocencia
padre muerto dos días antes. Una infancia acuna
indiferente presencia —el
hecho de que todo siga igual y que
de la muerte, su resultaper-
que
mundo, sin saberlo, ya lo supiese todo acerca de la muerte—, lo
empiecela
de que
turbador. "Contener la muerte —todala muerte—aun antes La vitalidad
inefable. "18
vida, contenerla con dulzura y no ser un malvado, es alta voz(I Cor
en
diaria de la muerte es lo que impulsa esa locura proclamada Al con-
Evangelio.
1, 20-24) con la que Pablo intentando definir el mensaje del después del ca-
y
tacto con la muerte se hace rotundo que las religiones, antes
291
Vivientes

tenían razón en lo que atañe precisamente al conocimiento: la


lustrado, material. El culto a la muerte lo es a la mate-
no es nada
dela materia
esencia
de los cuerpos, es el culto a la relación entre los cuerpos y su ín-
riainaccesible que atraviesa cualquier aquí. El espíritu sopla
una espiritualidad
timo másallá,
según
quiere, una vieja sabiduría (Jn 3, 8). Aun suponiendo que el eje de
donde
ultraterrenal, aunque la noche no sea —talcomo sugiere la cer-
latierranosealo
calladadel muerto, su ambigua presencia— el eje silencioso de los días, la
canía
nos
yla religiónsiempre han estado cargadas de un saber material que
magia
conñlnde.
Hastaelcadáverante los ojos puede ser, teoréticamente considerado, un po-
objetodela anatomía patológica. Pero no, dice otra vez Heidegger, el cuer-
sible
podelmuerto"es más que una cosa material sin vida. En ello hace frente algo
por haber perdido la vida".19 De ahí que el cuerpo yacente del hu-
noviviente
mano,adiferenciade un simple bulto, sea objeto de sumos cuidados. Curiosa-
mente,
loquellamamoscultura nace del culto a lo más brutal de la naturaleza,
lamuerte
y elhalo de preguntas que genera. Cuidar, vestir, preparar y enterrar
uncadáverescuidarel viaje entre un cuerpo y su espíritu, el tránsito entre un
individuo
y su regresoterrenal. Es cuidar el cierre de una vida en su atemporal
retorno,
esatemblorosasombra que precede
y sucede al hombre. Es posible que
llamamos
cultoa la tarea discontinua de cultivar lo incultivable, un recinto
queunay otra vez va
a
ser inundado por maleza. La selva del afuera, la entro-
Píayla
desaparición
mito alientan en la sonrisa angelical de cualquier mediodía. El
quetodavía
Pre irradia, también en esas inolvidables escenas de verano, siem-
haestado
tensadopor un vértigo que
sólo en la belleza conoce la calma.
2 Lo
QUESE
DICE LLORAR

Fijémonos
suizo en una vieja
deRaron. imagen de la tumba de Rilke, en el pequeño pueblo
Se trata de una
cente a mediascubierto
sentadade de hierba, destaca la melena castaña de una adoles-
ntlene perfil
lamirada • Sus piernas jóvenes cuelgan bajo la falda, mientras ella
suelo,
sitas elviento ffJa y perdida. El muro desconchado tras la cruz, las matas
en el pelo.
Ella

gra a es antigua
y posiblemente esa chica ya ha desaparecido asi-
292 ÉTICA DEL DESORDEN
IGNACIO
CASTRO
REY

mismo de la faz de la tierra. Y sin embargo asífue, dice Barthes al recordarnos


que la fotografia trae el temblor de lo ausente al presente.20
Mundo sin fin, lleno de esquinas anónimas. La potencia vital de la muerte
es tal que la viveza de ese misterio de Raron se conserva todavía, en una poéti-
ca e imperfecta filmación que, con rumor de viento, se encuentra en internet.
La muerte nos pone en un trance sin palabras, trastorna nuestras facultades,
entrecortadas por sollozos. De ahí que sea necesario que la comunidad sevuel-
que sobre los tocados por quien ha partido. Pero tocados por una separación,
una despedida —Abschied,escribe Heidegger—que ya estaba en mitad de la vida,
que no viene después de ella.21Tal vez lloramos porque la muerte nos recuerda
la imposible lejanía que anima todo vivir. La vida llora entonces sobre la pér-
dida que nos devuelve a un encuentro, esa pulpa irreductible de lo que sevive.
¿Qué será si no el llanto, lo único que podemos hacer cuando no entendemos
nada, ni hay nada que entender, y sin embargo estamos desgarrados?Rotos,al
borde de nuestra resistencia ya no hay palabras, ninguna que nos consueledel
estupor.
¿Qué tipo de lenguaje es el llanto, la descarga que intenta dar forma a la de-
sarticulación de un momento? Te retiras a llorar, escondes la desesperación.Te-
10
ner que sollozar a solas recuerda un desahogo que no es comunicable. O que
poco
es, pero sólo por comunicar la incomunicabilidad. Si comunica, lo hace un
de
a la manera de la plegaria; con los ojos cerrados, para acercarnos al silencio
como
una interioridad que apenas cabe en el día. "Un derecho-de-ser la invadió,
como
si hubiera terminado de llorar al nacer... La lluvia y Lori estaban tan juntas
el agua de la lluvia estaba ligada a la lluvia."
el senti-
Lo que el llanto sea, en sus mil variantes, lo que pueda decir sobre
dello-
do acaso esté aún por averiguar.¿Cuántas formas, por ejemplo, existen sólo
¿Es
rar? Y también otra pregunta, ¿por qué el que llora tiende a ocultarse? de
la comunicación
por pudor, para que no lo vean hundido? ¿Para no romper
no hay nadie?
un dolor que sólo encuentra su curso si, en un momento crucial, preservara
para
Lágrimas arrojadas, caídas al borde. ¿O más bien nos retiramos
que está en los már-
los demás y no herir el día de los hombres con un lenguaje son con-
lágrimas
genes de lo decible? Curiosamente, tanto o más que la risa, las
el límite del lenguaje'
tagiosas, pues todo el mundo sabe de ese sentido que está en silencio-
una comunidad
de un dolor que no tiene más consuelo que generar compartible•
no es
sa. En algún aspecto, llorar tiene relación con el duelo que
expresarse•
Por eso no hay palabras y es todo el cuerpo el que ha de
293

Vivientes
filolM
Naturaleza a la muerte? No, estoy lla-
" 'Estás llamando
nosotros't Una canción, una frase, una escena de una pe-
a
Naturaleza garganta. Es 10 que en su momento se
un nudo en la
invaginación impetuosa del tiempo. Nadie parece perci-
una
ritornello,
irrefrenable emoción nos hace bajar por un momento al en-
perouna
pero con los ojos enrojecidos. Como entonces no podemos
volvemos,
ni
distancias, poseemos un cerebro que ordene y separe, la emoción
guardar la carne viva del lenguaje, su descenso al gri-
¿Elllanto es entonces
desnuda.
nos
sólo la risa nos junta.
Elllanto nos junta como tal vez
inicio?
todel especialmen-
rutinas,procuramos no llorar delante de los demás,
Fingiendo
la
niños.Entre el silencio y el llanto, el sentido vacila, en secreto. Pero
tedelos
dequellorar es un lenguaje está en que ocupa momentos culminantes
prueba
del cotidianoy que se hace de muchas maneras. Llorar habla con osci-
sentido
modalesdistintas. Sin el llanto, algunos cenit de nuestra expresión co-
laciones
múnnoseríannada.Aquel llanto de niña, agigantado en la pantalla de una gala,
entrecortada
de emoción al recibir un premio. Aquella inolvidable agonía, atra-
pada
enuncharcolleno de palabras, de una niña colombiana de trece años que
seagiganta
antesu muerte cercana.22También algunos fragmentos de Sicko (Mi-
chaelMoore,
2007),en cierto modo un ensayo sobre cómo llora la gente pobre.
Ytodo
elquellora es pobre,
recuerda nuestra vulnerabilidad de partida, de ahí
quelas
lágrimastenganuna rara virtud absolutoria y sean a la vez tan conta-
Elllantodesahoga,
expresa el sentido al que le faltan palabras. Pero con fre-
modulatambién,
las matiza, se mezcla con ellas. Un político que 110-
anunciar
gestora unasmedidas impopulares no es un político cualquiera. Una
sanitaria
cualquiera. que decl ara suculpa entre lágrimas, no hace una declaración
grimas.EsImportante
Estambién ser capaz de llorar, aunque al final se retengan las lá-
aunque
seaun importante ser
capaces de escuchar el llanto de los otros,
I sufrimiento
ensilencio,
se parece a la
gesto. plegaria: sobre la letra de las palabras, el si-
¿Puedeincluso
que el llanto sea el rezo de los que no tienen
faltabala
Primera piedad, la
un sentir que permite llorar." ¿Es llorar el colmo de
que reabsorbe
que llorar, el pensar? Los animales no lloran, pue-
argo,que dice en cierto momento Unamuno. Podemos sos-
en este punto
don Miguel, tan atento como Machado
criatura, se equivoca.
No tiene por qué ser así, pero el
294 ÉTICA DEL DESORDEN

IGNACIO

humanismo es con frecuencia antropocéntrico.


¿Los
pequeño conejo, antes de morir por un traumatismo animales no lloran?
se queja y no llora? ¿Tampoco las plantas, al ser incurable,seguro
cortadas, emiten que
¿Las piedras no sufren bajo el hielo, el rayo, el fuego un
del sol, el
tormenta? Si las cosas no llorasen, cada una a su modo estrépito
-con frecuencia
ble—,es posible que no tuviésemos ningún puente de
comunicaciónconellas
No serían símbolos, no estarían en el mundo de signos
ni seríanpartedel
guaje. len.
"Dios nos castigó", dice Sokurov al comienzo de Elegías
visuales,"nocuan.
do nos expulsó del paraíso, sino cuando nos mostró el
misteriode lamuerte,
cuando nos dio a conocer lo que es la muerte." Si recordamos
la carneviva
de El caramillo, La balada de Narayama o La piel... nos costará
reconocer un
cuento, una película o una novela, de las que nos han dejado huella,que
nosean
un poco animistas. En otras palabras, que no generen un reencuentroconlo
que sea el hombre, con otra posibilidad de lo humano, precisamentea través
del espíritu de las cosas mortales. Además, como cada cosa —seapiedra,árbol
o
bestia—aparece en el fondo sin fin de un espíritu cualquiera, una menteincen-
sante que encarna el agujero negro del mundo, cada cosa posee unaexistencia
que es a su vez una profunda esencia. Reconocerle a cada ser una existencia,
un
alma, un "ser-en-el-mundo" que Heidegger atiende desde el ámbito delDasein,
es lo que hacen las filosofías orientales y occidentales que viven ajenasa cual-
quier concepción naturalista de la naturaleza. Entre nosotros, en estapequeña
parte del mundo, muchas; entre ellas las de Heráclito, Leibniz o Nietzsche. NO
lejos de ellos, Alan Watts comenta en las primeras páginas de un libroqueya
Dejad-
citamos: "Esta manera de pensar desconecta la inteligencia de las rocas.
me deciros una cosa: donde hay piedras, tened cuidado. Tened cuidado.porque
ellas'
al final, las piedras cobrarán vida y habrá seres que se arrastraránsobre
Tan sólo es cuestión de tiempo... Las rocas no están muertas".
o mecáni-
Por el hecho de ser mortales, el ser de las cosas no es nada cósico enlo
mundo,
co, nada ente. Ellas, las cosas, descansan siempre en un borde del deecos'
y lleno '
que Wlttgenstein llamaba "sujeto metafísico", un límite sin fondo serpar
que un
Esto nos recuerda una vieja idea según la cual el hombre, más dela
sentido esa
ticular —animalrationale, etcétera—es sólo un puente con el
la
rra. La mente no es algo del hombre; es el hombre el que es de setrata
No
constante presencia del universo mortal, entero en su enigma. detalo
cen-
tonces, al menos si hablamos de muerte, del sujeto de la psicología,sombra
esa
ente en particular, sino del sujeto absoluto. Todos y ninguno,
295

Vivientes
ido IV.
pues siempre se fuga- que acompaña a cualquier posible
vezirreal,
inapelable fondo sombrío de cualquier cosa posible. No son
sóloel
0 Kant, sino Agustín de Hipona, Descartes, Leibniz y Ber-
Hume
descendientes, de Hegel a Nietzsche-, por no hablar de una larga
sus
la que nos hemos ocupado muy poco, quienes han asumido este
de
abismo-vuelto-ente del que Heidegger habla en su texto sobre Ril-
ese
vértigo,
día habrá que volver sobre ello.
ke.Algún
ni necesidad alguna de erudición, la condición mor-
Sintodosesosnombres,
qué? A una especie de perfección, más terrenal que
talnossigueobligando.¿A
recortando el perfil de los
Noscomprometecomo pocas cosas lo hacen,
moral.
siempre
contraun cielooscuro. La muerte nos devuelve una sombra que
seres
seanticipóalcuerpo.Estadio final, último giro: eternidad del nunca más. Ne-
wrforever."¿Podréverla alguna vez?", pregunta una niña acerca de su madre,
queacaba demorir."No, sólo en sueños": ha deucontestar su padre, apenas atre-
viéndosea admitirun nudo en la garganta. A partir de ese momento, es posi-
blequerecordemos al muerto siempre, fuera o no especialmente grandioso.
"¿Mamá yano puedemorir más?", dice otra pequeña huérfana, fijando su do-
loraesaúltimacerteza."No, no más. Ya descansa en paz." Hasta Friedrich En-
gels,
nomuyprocliveal sentimentalismo burgués, se emociona en Highgate
antelatumbade su amigo Karl —"aquien debo más de lo que pueda expresar-
seconpalabras"— cuando sobre las piedras que lo tapan empieza a crecer la pri-
merahierba.
Ceniza
a la ceniza,tierra a la tierra.
latierra: Desposar al ser querido con el seno de
querido,al menos,
cosas. porque ha muerto y así ha pasado al espíritu de las
Enterrar
es devolver a la
na'másqueun destello sombra aquello que no fue, si esa vida fue ple-
Peare. de las sombras. Un sueño dentro de un sueño, dice Sha-
Deahíla
unlugaraimportancia de una tumba para la memoria de los muertos,
dándole
telaPerdurable la desaparición espectral, para que el morir ponga enfren-
humanidad última del que se ha ido. "Sólo donde hay sepul-
Za ay resurrecciones",
ratustra). leemos en "La canción de los sepulcros" (Así habló
Siempre
erguida,velando a los que dormitan, una tumba erige un
sobreel
contingenq•a. enigma que es una vida; levanta, yergue lo inagotable de
nocido
Cr' "Dejadme morir,
así entenderé de una vez mi vida", dice un co-
luchInlinala aquellos
ancontra que fuera de la cárcel, con la mejor de las intencio-
nianldad su pena
alpeor capital. Como un final devuelve algo crucial de
de Ios
mortales, la tumba de Bin Laden ha de ser elimina-
ÉTICA DEL DESORDEN IGNACIO CASTRO
REY
296

para que no haya una localización de su ser, de su humanis


da. Y la de Hitler, Sadán Husein, al fin y al cabo un hombre
Los guardianes de
dad o su espíritu.
tampoco un último momento para rezar: en opinión de susejecu-
no le dejan
ha de morir como un perro. Es esto quizás a lo que alude Sokurovcuan-
tores,
acerca de Adi, tal como Eva Braun llamaba
do habla sobre Moloch,su película
como nosotros: "El mal viene siempre
a Hitler.Lo peor es que eran hombres,
23
de las personas, nace con nosotros".
Verticalen un horizonte. Cruce del tiempo, diagonal del instante. El monu-
mento funerario levanta con piedra duradera un homenaje a la fragilidaddel
ser que salió —exitus,exit—despedido. Es en la desaparición donde resuenael
eco de un cuerpo, una sombra que siempre se le adelantó. Por decirlo así,enla
vida cotidiana los árboles tapaban, también quizás para uno mismo, el bosque
del sentido.La inminencia de la muerte deposita un semblante hasta en el ser
más ruin, salvadode pronto por un silencio sin culpa. Es su muerte —Sócrates,
Jesús,Machado,Marilyn—lo que puede convertir a alguien en mito, poniendo
la ambigüedad en la piel de un semblante.
Así pues, la tarea ética del viviente es adelantarse a su muerte, poner en jue-
go esa ambivalencia de lo invisible en lo visible. Lispector habla de ciertospen-
samientosy sentimientos que estuvieran de vuelta, cuyo discurrir sobrenatural
parece "una historia pasada después de la muerte". Y el ángel de Rilke ignoraa
veces si está entre los vivos o entre los muertos.24 Fijémonos en La escaladeJa-
cob,de José de Ribera, en Botesen el Sena de Renoir:
lo único que hace el artees
mirar lo vivo como si ya estuviera muerto,
con toda la ambivalencia de un tiem-
po concentrado que es mágico porque
ya no tiene nada fuera. Por tanto, ahí10
vivo es salvado en la invisibilidad,
como al otro lado del espejo. En contra de10
que pudiera pensarse, este
gesto espectral del arte —audible también en Cuer-
das, de Juan Pablo Arias—es
profundamente literal, pues logra captar la tensión
oracular de la realidad.
Logra, al decir de un clásico del pasado siglo, tener una
relación tal con lo vivo los
como si ya estuviera muerto.
muertos que los rescata Y una relación con
para lo que todavía permanece
ces se abre la fiesta de entre nosotros.25Enton-
la tierra y un
"Del amor al prójimo" presentimiento del superhombre, leemosen
(Así habló Zaratustra).
Ocurre como si el de
artista intentase en
una incertidumbre todo momento encontrar el hilo
primera, un umbral de
ver.Paradójicamente, indeterminación al que hay que
esa región central,
varse con un terca en su ambigüedad, ha de conser-
nomadismo perpetuo, los
estadios alcanzados. traicionando el triunfalismo de todos
Traicionar es difícil, la
traicionar es crear. Hay que perder
297
Vivientes
CapituloIV.

identidad, el rostro. Hay que desaparecer, devenir desconocido, imper-


propia
Presionado por una experiencia viva de la muerte, un artista no pue-
ceptible.
nunca "ser conocid03 ser reconocido: sólo puede conquistar el derecho a un
de
propio, el que brota de una obra que no es de nadie, al término de un
nombre
La historia del arte es la de intentar ven-
graveprocesode despersonalización.
pensamiento, utilizando la materia plástica de los sentidos
ceralarazóncon el
para desandar día a día la tendencia a la separación que
comocaminode vuelta,
llamamos cultura. Este imperativo primario de
estáincrustadaen todo lo que
esfuerzo
cura,y no una obra por sí misma valiosa, es lo que explica el tenaz
sociedad biempensan-
deunarteque es sistemáticamente despreciado por la
Debidoa esta libertad salvaje que ha de recuperar el estremecimiento de
te.26
nuestro suelo,el artista —nosu personaje civil, sino el creador atormentado
desushorasfurtivas—está bastante lejos de nuestro llamado mundo libre, de
unaobraque no se sometiese al juego infinito de la necesidad, a la ley del azar.
ComodiríaNietzsche,su amor por las sombras de lo que ocurre lo obliga, como
nunca, "Cuando amo, no puedo y no quiero elegir",replica a su vez
a obedecer.
Marina Tsvietáieva. 27
Somoslibresen la medida en que somos fieles a un centro que permanece
En otras palabras, debido a que después de la muerte "no hay nada".
desconocido.
Enefecto,la nada está antes. Toda la irrealidad de la muerte ya está antes y la
función
de la vida es apurarla mientras se vive. Nunca se inventó nada más allá
delmorir,diceLori en Aprendizaje:"Morir debe ser un gozo natural. Después
demorirno se va al paraíso, morir
es el paraíso". De algún modo, la tarea últi-
maesnotenerante
quien morir, a quién rendir cuentas... fuera del dios de la
mismavidamortal. Como si el Juicio Final ya se hubiera realizado en cada mo-
mentocardinalde una vida. En la antigua cultura zapoteca de los templos de
Mitla
(Oaxaca)la muerte era ya el juicio, de ahí que todos los muertos fuesen,
enelmomento
final, absueltos. Como si la muerte, con el juicio sumarísimo
queincluye,fuera
de los en sí misma la absolución y abriera el paso al otro mundo, el
justos.

Posibleque, al
losotros. final, sólo nos podrá comprender la muerte encarnada en
Solamentepor la desaparición, en este rodeo a través de 10inhuma-
loshombres
tu"On16,7). pueden entendernos: "Si yo no me voy, no recibiréis
el espíri-
La verdad es que
respeto pocos vivos adquieren la presencia, el imponente
(Achtung)
casPáginas personal del que ha dejado la vida. De ahí que acaso haya po-
tan limpias
Y
difíciles de seguir en sery tiempo, tan vivas y filosófi-
Vez—enun
libro del que demasiados divulgadores han hecho groseras
ÉTICA DEL DESORDEN IGNACIO CASTRO REY
298

caricaturas— que las dedicadas a la muerte. La muerte como carne última del
viviente, su más alta posibilidad y su más libre tarea. Un trabajo frente al cual,
y así se ha hablado también del amor, todo otro trabajo es preparación. Al modo
de una tarea diaria, la muerte, ¿tendrá algo que ver con el amor, con un amor
hacia lo invisible que está en todas partes y en ninguna? ¿Un amor por lo des-
conocido sin amigos? En tal caso no es tan extraña esa leyenda de una calma
última, casi un chiste final, una postrera inocencia, aunque no tenga que tomar
necesariamente la forma del conocido "Disculpen que no me levante".
La muerte no es lo último, se oye decir en cualquier sitio. La propia idea pla-
tónica de una alma que, en el momento de la muerte, se separa y se libera del
cuerpo —paraseguir con su transmigración— no deja de aludir a la certeza po-
has-
pular de que la muerte no es un último acto. El que muere ha de preparar
después
ta el último minuto; los que lo rodean han de sostener al que muere y
cuidar su cadáver. Todo ello como si al morir el hombre —seaSócrates,
Omay-
que una vida
ra Sánchez o Patricia Izquierdo—no hiciera más que concluir lo
cuando
tiene de abierta, de inacabable. Cosa que ya el hombre había intuido
comunicable,
cualquier verdad diaria, esa irrupción que corta la fluidez de lo
Con su expansión
lo había obligado a dialogar con su más íntima ignorancia.
que nos une.
súbita, vasta, incandescente, toda verdad acerca el día a la noche
como el um-
No es extraño así que la muerte pueda ser entendida, ante todo,
bral de una última revelación. Y que algunos cadáveres —sobre
todo si no están
de algunos muer-
bien enterrados—sean temibles por si vuelven. También, que
tos sea temible el espectro de su metempsicosis.
el peli-
¿Podemos decir del erotismo que es la aprobación de la vida hasta
están vinculados,
gro, un riesgo mortal? Por eso la pasión, el erotismo y el sexo
belleza de una indi-
llegado el caso, a tantos sacrificios. El amor, que es amar la
es la única
viduación sin modelo externo —laarmonía de una imperfección—,
podemos te-
redención posible de la muerte, una de las pocas experiencias que
de la dis-
ner de su afirmación sin condiciones. El amor supone la continuidad
—inclusode
continuidad. De pronto, nos une justamente lo que nos separa
remueve los ecos
nosotros mismos—de modo irremediable. El amor nos llama,
y una meta-
de una identidad. Convierte nuestro nombre en una subversión
Eros se dirige
morfosis. El amor es la relación con el otro atópico, sin lugar. "El
del yo. Por
al otro en sentido enfático, que no puede alcanzarse bajo el régimen
cada vez más
eso, en el infierno de lo igual, al que la sociedad actual se asemeja
la exteriori-
no hay ninguna experiencia erótica. Ésta presupone la simetría y
atopos. El Otro'
dad del otro. No es casual que Sócrates, como amado, se llame
299
Vivientes
IV.
apítalo

fascina, carece de lugar. Se sustrae al lenguaje de lo igual:


deseoy que me
temblar el lenguaje: no se puede hablar de él, sobre él; todo
elotro hace
es falso,doloroso, torpe, mortificante' (Barthes). La cultura actual del
atributo negatividad del atopos. Comparamos de
igualarno permite ninguna
constante
nivelamos para hacerlo igual, puesto
continuatodo con todo, y así lo
manera
la atopía del otro. La negatividad del otro ató-
quehemosperdidoprecisamente
al consumo.
picose sustrae
Alcomienzode La condición humana Arendt sostiene que, al faltar el cora-
jecomún parala herida de la condición mortal, la igualdad aritmética es la única
maneraquetenemos de estar juntos.29 Así pues, toda esta invasión cultural, esta
"americanización"que consideramos a primera vista banal —ysus secuelas, el
adelgazamiento de todos los contenidos, la velocidad del pequeño formato...
tambiénenlo personal—,tiene una función política y militar clave: la de prote-
gernosdeuna heterogeneidad para la cual ya no estamos preparados. De esta
gregariay numérica, proviene —comosi de una promesa religiosa se
cobertura,
tratara-la
servidumbrevoluntaria de los individuos al orden mayúsculo que
losmaltrata.
Reuniendo el universo en un punto, a la vez ciego y luminoso, acaso se po-
dríadecirdela muerte lo que Heidegger decía de la angustia. Estaría ante todo
presente,
no en el hombre sombrío y quejumbroso, sino en el que pisa firme en
elmundo. Enla mirada resuelta y sus decisiones, en la soltura a veces temible,
ensucomplejidad
moral y sus secretos. Acaso con esta experiencia tenga que
verunafrasedel
escritor y militante negro Amiri Baraka —antesLeRoi Jones—,
cuandoafirmabaque la música de
vida John Coltrane es una de esas cosas en esta
"quehaceaburrida
la idea de suicidio". Como si hubiera más muerte, esa
sombranuclear,en la intensidad
todas
las que vive que en la vida que cesa.A pesar de
ambigüedadesclínicas, hay
teterminal que recordar que sabemos más de la muer-
que de la vid
vivosquea los a mortal que sigue. Tal vez por eso tememos más a los
muertos.
acemos, progresamoshacia la muerte como un
sobrelacabezade final que lo resume todo:
hombre los hombres a la muerte
sea mortal nacidos, dice Hesíodo. No es que el
muerte. y por ello haya de tener un término. Es que ha nacido a la
Así,mientras
loacompaña crece y se desarrolla, a una a
0y se la el resto de su
es gane a vida. Más vale entonces que salga a su encuen-
devuelto tiempo. De ahí que intuyamos que, cuando muere, el
pre a la hombre
estuvo penumb ra de su seno, algo de
titubeando,di lo que nunca se desprendió. Siem-
alogando, luchando a brazo partido con esa sombra-
ÉTICA DEL DESORDEN IGNACIO
CAfiR0
300 REY

confirma el dictamen en apariencia nihilista de la vida


madre.Esto no
de la muerte, pero sí que sólo existe una vida absoluta quehade
un accidente
lo inalcanzable en su eje. También en el cristianismo, el Hijo quese
tener
dar un sentido trascendente a la carne mortal proviene de unpadre
carna para
no puede tener rostro. Así nosotros, lo queramos o no, descendemosdelo
que
herederos de una orfandad remota.
impersonal.Somos,en tal sentido,
"Preguntó entonces a su padre: '¿Amía
Katha Upanishad (siglo V a. C.):
segunda y por tercera vez. Su padre le respon-
quién me darás?'.Y preguntó por fi
somos la herencia de muchas muertes,
dió: 'Te doy a la Muerte'".30Pero a la vez fr
gustabade decir Whitman en Hojas de hierba: "Que el Iodo sea mi heredero, d
quiero crecer del pasto que amo". Platón también insiste en que lo propiodel de
hombre es "no nacer de ningún otro origen sino de la muerte y del estarmuer-
to".Estamosatemorizados como los niños; hay en nosotros un niño queseate- el
moriza ante esas cosas. Sin embargo, si el alma, concentrándose en sí misma,se de
ha ejercitado de continuo en ello, estuvo filosofando rectamente, de verdad de
se ejercitaba en estar muerta "con soltura" (Platón, Fedón, 81b). De hecho,sigue tro
Platón un poco más adelante, lo terrible del aprisionamiento es a causadelde- circ
seo,de tal modo que el propio encadenado puede ser el mayor cooperador
de La ti
su encadenamiento. de la
Lo trascendente,y como tal vacío, impersonal y sin rostro, es el huesodela muel
inmanencia cotidiana. Y esto también en el sentido de que la muerte essólo ma e
la variación misma de la vida, la
absoluta e imprevisible necesidad de cadauno
de sus giros contingentes,
imprevisibles y cargados de ambivalencia. Lapropia no lil
idea de la Providencia tal vez la cifi
sólo signifique la posibilidad de otorgar unsen-
tido, que se puede averiguar, tal, p
a la inevitabilidad de los eventos necesariamente
accidentalesque ocurrirán comc
entre los Hijos. Lo desconocido es, ante todo,la
vedad inconcebible del mod(
día. En cada accidente inesperado, también si esuna
buena noticia, brilla •
el fondo inconquistable
estaimparable que a veces llamamos "muerte decisi
variación, que pone sin
patible también con cesar lo desconocido en escena,es
el hecho abrumador de nunca nuest
ocurranada y que, que, sobre todo hoy,casi - amor
por expropia
do de acontecimientos tanto, vivamos rodeados de un tedioso limbo Talar
que consigan
a una muerte despertarnos. ¿Estaríamos así condenados Yam
lenta, que jamás
conquista de un golpe la vida mortal, para sujeto
Hoy,ése es un te de
riesgo. Pero a
concepción veces nos quejamos del aburrimiento desde de de ten
espectacular de detalles
lo que nos la realidad que nos
rodea, que impide atender los conch
abandonamos día tras
día. Además, no podemos
301
Vivientes
IV.
capítulo
anidad sea inmensamente aburrida cuando el fondo
nuestra cotidi
nosde
que
línea espectacular es la apuesta implacable por la seguridad,
primera
denuestra separación e In
fondode
porsu sucedáneo del acontecimiento que hemos expulsado. Son también
teuntriste
que nos impide atender a lo que ocurre en el entorno silencioso.
undique posibilidad de la muerte impone un sello a toda acción,
Mientras tanto, la
unos límites, encadenando la libertad a la fatalidad de lo heredado. Al
también
esfuerzo de nuestras elecciones se trata de desenterrar la ci-
finyalcabo,con el
el guarismo del que venimos y nos ha sido reserva-
fraúnicaquenos constituye,
por necesidad positiva—de la muerte nos
do.Entalaspecto,la afirmación —no
devuelve a un horizonte donde la contemplación, infiltración del interior en el
exterior —y viceversa— que no puede ser meramente intelectual, aparece como
elcomienzo y el final de toda acción. Lo queramos o no, nos afanamos para po-
derconcentrarnos en un punto, para gozar de una hora de visiones, de un ocio
dedioses. Estonos vuelve a recordar que el horizonte del hombre se mueve den-
trodeunainevitableilusión teleológica que se halla endeudada con un tiempo
circularquese cumple en cada aliento, en cada uno de sus momentos nodales.
Latierrano va hacia ningún sitio y el hombre tampoco. No hay escape posible
delafinitudy la circularidad que ésta impone:31la única forma de vencer a la
muerte estragarsela muerte. Si hubiera un dios, tendría que ver con esta ínti-
maeinsensatainversión. La única
posibilidad radical de la emancipación es
buscar el másíntimo encadenamiento,
darle forma, escuchar su sentido. Esto
nolimitala libertad,
al contrario, la hace salvaje. La libertad consiste en asumir
lacifradeuna
enorme e intransferible necesidad que nos guía. Necesidad mor-
tal'Puestoque nos
obliga a aceptar la desaparición —eldesierto, dice Deleuze—
como lasumatotal
modelos de nuestras posibilidades. Tal absoluto no tiene imagen ni
externos,sólo el mutismo
Ensumomento, del universo que me constituye.
decisión. Sartre recordaba que la finitud ya está en el dilema de cada
Elegires limitarse,
nuestra aceptar una vía en lugar de otras, oír 10 que dice
amor inclinación en un punto. Existir, bajo toda identidad, consiste en un
a
Tal símismoque exige darle
amorincluye forma al secreto, amar la más íntima otredad.
ya estar
morir, incluso dispuesto a abandonar las cosas, a desprenderse
sujeto como horiz Onte más
te de depresivo-narcisist
alto del propio curso vital. Por el contrario, el
conclusión,
detener a no es capaz de ninguna conclusión. Y sin horizon-
su vida se
ningunav• dispersa y se esfuma. Un hombre así tampoco pue-
conclusión. Ivencia de sí
Por el c mismo que retorne, lo cual es ya una forma de
Ontrario, la empresa del yo mismo necesita siempre adap-
ÉTICA DEL DESORDEN IGNACIO
CASTRO
302 REY

cambiar de imagen, reciclarse segúnlas


tarse al imperialismo del contexto,
de la depresión incluyan la indecisión,la
das. No es casual que los síntomas
dolencia,la incapacidad de resolver tareas. La depresión es característicadeun
tiempo en el que, por un exceso de abrir y flotar, se ha perdido la capacidad de
cerrar,de decidir. Des-aprendemos incluso a morir porque no somoscapaces
de abrazar la vitalidad en su enigma. Frente a la oferta "democrática"dedes-
componerse en una pluralidad cambiante de fragmentos informativos,subsis-
te la épica tarea, no menos fisiológica que ética, de mantener abierto el deseoy
persistir desconocido,también para la conciencia de sí mismo. Y esto no preci-
samentepor un prurito de narcisismo juvenil, sino de humildad adulta.Sólo
quien permanece entero en su opacidad puede vivir, esto es, tener una muerte
propia, consumar una vivencia de lo mortal.
Para ello, cada decisión ha de saltar sobre el mero cálculo de unos supues-
tos datos —comonorma, impuestos por otros—y seguir una intuición no refle-
xiva, arriesgando la personalidad al remover ese limo que siempre estáesel
fondo. Una decisión hace que el pasado, la química de su depósito no realiza-
do, se haga presente en un puño. Vivo de aquello que los otros no sabendemí,
reconoceHandke. Se podría decir incluso que vivimos de lo que no sabemos
de nosotros mismos. La muerte no es tanto un instante terminal del futuroin-
determinado cuanto algo indeterminable, y no elegido, de un pasadogerminal
que permanece.
De ahí, a veces, el desenfreno
del que va a morir, la danza final y casiorgiás-
tica de los que se sienten en
sus últimos días. Los que mueren matando resuci-
tan otra vez una fábula
que enlaza de manera íntima la tragedia y el coraje'
incluso la tragedia y la
comedia. Entonces vuelve una antigua sentencia:
hombre libre en ninguna
cosa piensa menos que en la muerte, y su sabiduría
no es una meditación
de la muerte, sino de la vida".32Tal vez no sea exactamen-
te así y a Spinoza judíaY
le engaña su elitismo —un poco
solipsista—por la filosófico, o su pasión
geometría. O es sencillamente el sentido de quequien
es libre no piensa así, en dese
con temor sobre la sino
de él, como si ya muerte, como un peligro externo,
estuviera integrado en la libre lo esporque
precisamenteconvierte vida. El hombre
dor. De ahí su esa sombra en pasado y vida, en juego y advenir
originalidad, su valor, nihi10'
bebe siempre su capacidad de creación ex ponesin
en lo que no se
cesar su vida sabe, en lo que no circula. El que es libre
en juego. A
pesar de cerca de un
tismo extremo su fama de egocéntrico, está
ta y es capaz
que conecta con
de su idealnarcisis-
de concebir cualquier lugar.33Está libre
la vida sin su
propia presencia.
303
Úvientes
loIV.

en el que todavía es tímido tiemblan todos los muertos, la


algúnmodo,
y el dolor de la vid
fragilidad
tal sentido se puede decir que no hay sabiduría que no sea tími-
delmundo. En
demasiado de la noche, de un estremecimiento remoto que cae
da,quenosepa exprese temáticamente nada acerca de ello, el tímido co-
no
eneldía.Aunque
vida pública como algo derivado de las sombras, casi como una tregua
noce la
guerra interna que es para siempre secreta... y más peligrosa que el es-
enuna
los tímidos, se ha dicho, pues ellos saben
truendo delexterior.Bienaventurados
como tantas veces, la timidez no se hace
delafragilidaddel mundo. Aunque,
con sus bal-
presente sóloen el que nos turba, nos desorienta o nos conmueve
buceos. Tambiénestá presente en quien nos asusta un poco con su resolución,
casisiempre salidade un drama inconfesable. Casi todos los tímidos son temi-
bles,puestienenpoco que perder y saben que la inercia es una ilusión muy pe-
ligrosa.Eltímidoha estado demasiado solo, muy cerca del temblor nocturno
deldía.Lefaltaasí especialización anímica en la que refugiarse; carece de la in-
genuidad de creerque el día se puede fragmentar, dividir en tramos transpa-
rentes.
Esmuyposible que los grandes actores, los héroes, cómicos y gamberros,
hayan sidoantesmuy tímidos. ¿Son descarados porque, no teniendo nada que
perder,han conquistado y rehecho las escenas desde el vacío? Tal vez por esto
cierta
clasede aventureros
tos.
recomienzan siempre desde cero, casi sin presupues-
De ahí su
osadía.
Alllegara la vejez,
"todos, excepto unos pocos, se apagan mucho más com-
Pletamente
que el sol heraclíteo" (Platón, República, Libro VI, XI). Algo pare-
cid0
argumentaOnetti
en su impresionante Bienvenido,Bob. El peso del tiempo
esosmilesde
sinoes pasos distraídos son tan degradantes que un hombre he-
extraordinario,está al mismo tiempo deshecho.Hemos sin embargo
tan implacablemente
que cualquier figura del héroe, de la intensidad
P(kfr hasta aprender a envejecer nos cuesta y percibir el paso del tiem-
acasar o llorar—
escribe:
"Elreloj también. Con su impetuoso credo inmanente, Whitman
agotado indica el momento
trillonesd —¿peroqué indica la eternidad? Ya hemos
e inviernos y estíos... No digo que uno sea más y otro me-
esa quellena su
tiempo y su lugar no es menos que cualquiera". Y después
te!teología de las h
iBienvenida Ojasde hierba sigue: "iVejez que asciende espléndidamen-
seas
Yel descrédito de
la muerte como un cumplimiento final que
enfe empuñar
libremente, el envejecimiento pasa a ser considerado como
en vez de un
proceso natural. Una enfermedad para la que,
ÉTICA DEL DESORDEN
304 IGNACIO
CAsm10
REY

por supuesto, se venden toda clase de remedios. Sin embargo, saber envejecer
mos en Mil mesetas—no es mantenerse joven, sino "extraer de la edadquese
tiene los flujos que constituyen la juventud de esa edad".34
El hombre en realidad envejece mal, prematura y tristemente, cuandoretro.
cede ante el no-saber de la infancia que no nos deja, ante la vulnerablejuven_
tud de la muerte. Envejecemos mal cuando retrocedemos ante el enigmaque
nos constituye y nos obliga a cambiar. La muerte no se limita a ponernosalcabo
ante un fin, sino que aprieta cada instante; fuerza lo intolerable,juntandoel
tiempo en un punto. Día a día, el peligro mortal "reivindica el Daseinenloque
tiene de singular".35Y éste parece ser el único camino, la mejor tecnologíapara
que algún día morir no sea insoportable. El camino arriba abajo es unoyelmis-
mo, dice Heráclito (B 60). La cercanía, el trato con la muerte no tieneporqué
ser especialmente luctuoso o funerario. Por el contrario, existe una formasere-
Hayuna
na de tratarla que nos hace jóvenes, al mantenernos cerca del peligro.
a la verdadse-
relación con lo mortal que le da una forma de vida al no saber,
entoncesdeque-
creta que es nuestro núcleo más íntimo. El hombre se guarda
conseguir el triunfo"!
dar a la zaga de sí mismo, de hacerse "demasiado viejo para
incluso el másdis-
Y es probable Nietzsche se refiere aquí a cualquier triunfo,
creto, ese que sólo puede valorar uno mismo.
tienen un sesgo de arrojo juvenilmásbien
Todos los que saben de la muerte
nos envejece. "Pronto en la miseriaen-
temerario. Por el contrario, la seguridad un excesode
vez la seguridad,
vejecen los hombres", recuerda Hesíodo. Pero tal
eventual de la depresión-,seauna
inercia positiva —consu reverso, ese riesgo primer mundo, Es
llamado
de las formas actuales de la miseria, al menos en el en nuestro
sea el equivalente
posible que la depresión media, esa que ni se nota, combatir
de-
Para
primer mundo a 10que el hambre es en el otro, el tercero. mortal, antenues-
peligro
presión latente sería necesario no retroceder ante el no morir fuego
importante
tras variaciones quebradizas. Llegado el caso, es hasta el fin,
tensión intensa
lento por falta de peligro, sino mantener una amigosse
a los
so por una cuestión de egoísmo bien entendido. No sólo como amigo en
noce en las dificultades, sino que también uno mismo, pone a pruebala
bién se pues
amante de la más íntima variación desconocida, tam mismo,
más que am igo de sí sentido,como
las dificultades. Y tal vez uno no puede ser
parciales. O bien, en otro absoluta
identidad no existe más que en campos diferencia
en la
una fusión puntual donde mundo y yo desaparecen entra en unanoso
conc
de la indiferencia, cuando el fondo del universo se misterio• (Rtlbayat
descifran el "
"Traen a uno y raptan a otro. Para nadie / fragmento
de lo que está escrito / no nos muestran más que un
305
Úvientes
IV
celo y
en que la verdad se encuentra, cuando la fijamos en una
medida
En la
se pierde de nuevo, pasando a otra metamorfosis, vivimos en
delsaber sólo tiene como cemento el desierto. Las huellas del
bcontinuidad que
que somos un pliegue de aquél. Como tal, nos
arrugas,expresan
eras. Polvo serás, otra vez llanura. ¿No conven-
mosen polen.Polvo
queremos encontrar agua, reconciliarnos con ese desierto a tiempo? En
si
dría, atrasadas, monasterios, pueblos perdidos—
lugaresremotos —regiones
transcurre
todo tan lento que la gente, muy longeva, pareciera haberse olvida-
dodemorir. Peroesto es debido a que ahí la vida se demora en la condición
acadaetapa,lo cual les ahorra esta obligación de radiante juventud in-
mortal
tambiénla protección letal —yla metástasis— del estrés.
mutable,
Padecemos en cuantosomos una parte de la naturaleza "que no puede con-
cebirse
porsíy sin las otras partes". Sigue Spinoza: "Pero a los que se pregun-
tan:
¿porquéDiosno ha creado a todos los hombres de tal manera que se
gobernaranporla sola guía de la razón? No les respondo más que esto: porque
nolehafaltadomateriapara crearlo todo, desde el sumo hasta el ínfimo grado
deperfección(...)como si la virtud misma y el servicio de Dios no fuesen la fe-
licidad
misma y la suma libertad (...) esperar y sobrellevar con ánimo tranqui-
bunayotracarade la fortuna,
puesto que todo se sigue del eterno decreto de
Dios
conlamisma
necesidad".37 Padecemos en cuanto no nos alcanzamos a nos-
Otros
mismos, porquenuestra vida es una
queha
deadvenirmañana, parte que singulariza una totalidad
en otras partes. Como la naturaleza entera es un ab-
inmediato, un solo individuo que
alteridad
sehalla está presente aquí, 10 que llamamos
dentro y se extiende en Infinida
quees nuestro
enotros centro sigue; está presente en cada tramo de vida y
incalculables. Lo máximo
que podddemvo:
esla absolutamente
individuales, somos modos, no sustancia.38Así pues,
individuaciónla que no
cabe en el individuo, por eso cambiamos
Presión hastadesaparecer:somos mortales.
Indeterminación
del otra vez, entonces, el princi-
0 incertidumbre.
pensamiento ¿Cómo serían las cosas si yo, una ex-
Yextraño. com ún, no fuera
Pero ésta consciente? El mundo sería el mismo,
es un a pregunta
en cada cuya dificil contestación resuena de
Yun Poco cabeza. A la vez, tal
terrorífica: todos
los entes, también el hombre y el Yo, son
piensa(Nietzsche): el pensamiento
eussive es el pensamiento
natura. Para curar
este vértigo tenemos el mundo
306 ÉTICA DEL DESORDEN
IGNACIO

de los sentidos, el "lecho a disposición del corazón" deI


que hablaba
tín. Es probable que la cuestión contemporánea de la muerte sanAgus
del
relacionada con esa vieja certeza de que no es un ser particular hombre esté

bre quien piensa o siente, sino el pensamiento, algo muy distintollamado


al
terior y exterior a él. El hombre pertenece a la mente —unamente
sinlímites-
y no lo contrario: la mente no es del hombre. La propia infinitud
quecabeen
cada sustancia individual ya implica que ésta no es dueña de sí misma
yesmor.
tal.
De cualquier modo, el retroceso ante la muerte, ante su roce impensable, es
lo que en la modernidad se organiza como economía, que siemprehasidouna
administración del tiempo: este culto a la seguridad que cristalizaenlasacra-
lización de la salud, tanto en el cuerpo colectivo como individual."Donde se
sacraliza la mera vida, la teología da paso a la terapia; o bien la terapiasehace
teológica. La muerte ya no tiene ningún puesto en el catálogode rendimiento
de la mera vida. Ahora bien, mientras alguien permanece esclavoy seaferraa
la mera vida está sometido al amo".39Culturalmente, el capitalismofunciona
como un simulacro de acumulación contra la muerte. Absolutizalameravida
es-
en contra de lo que los griegos llamaban vida buena. De ahí esecontinuo
deque
pectáculo social, casi obsceno, pues es necesario conjurar la evidencia in-
depresión
pisamos un suelo inestable. No es casual que los síntomas de la
dellazo
cluyan la indecisión, la incapacidad de resolución, el debilitamiento estásobre
no
cial. Ya Sartre afirmaba a mediados del siglo pasado que la finitud quehe
que sentimos
todo "al final",sino en cada momento de decisión en el
romper conlas
a
La tristeza y el peligro nos limpian, nos liberan y ayudanmás in
claudicaciones. Pocas veces el hombre ha sido más intocable, tal vezelpresa
De ahí
que después de algunas crisis, de algún derrumbamiento. diversiónobliga
de
tigio ético de la tristeza, incluso en este universo nuestro una especie
entonces dela
La auténtica alegría es austera, decía Séneca. Habría posibilidad loson
bertad para la muerte, que incluye casi forzosamente la misión, alos
o una
aparición. Los que son llamados por algo, una vocación explicable
s fácilmente Y
seguridad
demás.40La aptitud para la ruptura, para abandonar unaimprime
conquistados, quedándose solos para volver a empezar, prematuramente•
n
bera al hombre de esas dependencias que nos envejece bargo tan
em
Es la presencia cierta de la muerte, esa certeza sindescanso•La
su momento crucial, la que nos hace peregrinar sin
Vivientes 307
CapítuloIV.

quela vida no pueda parar, al estar atravesada por un principio de desigualdad


interno:mientras soy mortal, jamás seré igual a mí mismo. No sólo mi corazón
cabeza, ni mi existencia con mi identidad civil. Tampoco
no coincidecon mi
mipensamientocoincide con mi pensamiento, ni mi sentimiento con mi sen-
timiento.De hecho, retroceder ante la muerte es retroceder ante lo que de in-
sobornablementedesconocido tiene una vida. El hombre se entrega entonces
a lasgeneralidades que nos salvan, esas soluciones que acaban por ser letales al
evitarun riesgo primario. Es la muerte la que hace que toda inmanencia sea pa-
sajera.Es ella la que hace que la materia sea, en su presencia más inmediata,
trascendente:siempre está fuera de sí, más allá de sí misma. Hasta las rocas cam-
biany están vivas en virtud de que pueden morir, de que guardan una huella
deltemblor desconocido que alienta en el tiempo.

3 SELLOS QUE ABREN

"Muerta inmortal" ( Trilce). La expresión esta vida siempre ha sugerido que


puedehaber otra. O bien que no sabemos en qué consiste ésta, que "al otro lado"
dela muerte —dentrode ella—puede haber otra vida. Un oro de la sombra, esa
virgen,dice Borges en La cifra refiriéndose a la gran dama. Virgen,luego podría
haberen la muerte un doble carácter de vértigo e inocencia que perturba nues-
trasfacultades.Sea como fuere, la muerte no parece estar simplemente al otro
lado,y esto no sólo porque nadie haya visitado tal lugar. Como máximo, en cien
ocasiones,solamente nos hemos acercado a ese borde: las visiones y audiciones
Propiasde la depresión, del miedo, del cansancio profundo, de la convalecen-
cia0 la tristeza. Siempre habrá historias sobre lo que realmente ha visto el que
va a morir, las premoniciones del que ha estado a punto de hacerlo. La última
confesióndel condenado, el último mensaje del que sabe que va a dejar esta
vida.
Debesmorir, no soñarás más" (Rubayat). Debes morir, pasar al material de
lossueños.A ser posible, ya en vida debemos trabajar la eternidad de la ausen-
cia•Como en los momentos
decisivos la vista con frecuencia nos tapa las visio-
nes,de ahí el
instinto de retirarse a solas, de cerrar los ojos para concentrarse.
Esforzarseen recordar,
sación, pasar un trance, entornar los ojos para gozar de una sen-
un sabor, una caricia. O para relajarse y surgir de nuevo, soñando otra
Vezla vida con
los Ojosabiertos. En los momentos clave se produce un coagu-
ladode todas las
imágenes, una constelación que une el antes y el ahora, la ne-
308
ÉTICA DEL DESORDEN

IGNACIO
cesidad y el azar. se trata quizás de una
parada,
ción incansable, que puede hacernos distintos. en medio de nuestra
Uno se vuelve
smo, tras esa extranjero,
el tiempo, una interrupción radical en la que parada que
tocamos otra acumula
tir. Tentado en esos momentos a tratarse a sí posibilidad
mismo de usted,
la
Así pues, es importante mantener el compromiso
con la muerte,
la cita. Óbito, deceso, defunción, fallecimiento, nofaltara
desaparición,exitus...
das palabras para una sola cosa. Parece que todas las
lenguasse alíanafin
darle un sentido ecuménico a ese momento. Paradigma en de
realidad
detodos
los momentos, un instante común que, en el punto más alto de
intensidadque
lo va a hacer memorable, siempre linda con lo inexpresado. Deahílaprocesión
de visiones que puede tener el moribundo, incluso el convalecientequesomos
en cada momento de crisis, de cansancio o de miedo.
Todos los llamados estados extremos ocurren dentro de la normalidad.Aun-

que sean inconfesables, contienen envíos para los que quedamos,losquehe


mos vuelto.Y todo hombre pues decirse que ha vuelto, ha sidodevuelto desde

un otro lado, pues todos han tenido su hora. El propio sueño,sehadicho cien

deunser
veces, no deja de ser una premonición de la muerte, del descansofinal
quelasculturas
que se funde con los otros. "Una de las muchas razones por las esque
la muerte
humanas han asociado durante mucho tiempo el sueño con
mundo en nuestra ausencia.Sinembar-
ambos demuestran la continuidad del
un vínculo conelfu•
go, la ausencia temporal del durmiente contiene siempre 41
tanto, de libertad."
turo, con la posibilidad de renovación y, por residuales delanoche
lazos
La manipulación del sueño debe desactivar los que nuestra
Ci
incluso
con lo mágico-religioso. Italo Calvino recordaba visualescon
imágenes carácte@•
ción está cercana a perder la capacidad de revivir del
insistido en que la corrosión quenunca
cerrados.42Por tal razón Virilio ha esas ciudades total.
LOS

da en
ge también la corrosión del sueño, ejemplifica na
iluminacióndel
a u
duermen o en esos espacios de tortura expuestos para
disuadir
xhaustivo
espacios públicos están planeados de modo e el
de los
diseño construco 'óll
ño, incluido a menudo —con crueldad intrínseca— 43La de 'darco
tumbarse. liqui p
forma de sierra para que la gente no pueda necesario que
del descans o. Es afuera
carácter no se da sin una corrosión cualquier
destinidad,
la interactiV1
de
berar al ciudadano consumidor de la prisión
IV. Vivientes
Capítulo
309

"Muchasveces, antes de dormirme —enesa pequeña lucha por no perder la


concienciay entrar en un mundo más vasto—,muchas veces, antes de tener el
gran viaje del sueño, finjo que alguien me tiende la
valorde embarcarme en el
manoy entonces avanzo, avanzo hacia la enorme ausencia de forma que es el
G. H.).
sueño"(Lapasión según
Apesarde lo solitario y privado que parezca dormir, argumenta Crary, "no
estádesvinculadode cierta retícula interhumana de confianza y apoyo mutuo,
pordañadosque estén estos vínculos. Es también una liberación periódica de
laindividuación—undesenredar cada noche la maraña de subjetividades su-
que uno ocupa y gestiona durante el día".44Por tanto, se trata de un
perficiales
procesodiariode despersonalización y regreso al mutismo, con lo que esto tie-
nedefluirinconsciente. De ahí esa hora de relajo, una especie de beatitud que
acompaña a la sensación del día cumplido. Para dormir resumes la jornada en
elclaroscuro
de una sola imagen, te concentras ante el recuerdo de tus muer-
tos,teencomiendasincluso a tu Dios. Todo está absuelto, resuelto, asumido,
perdonado.A las puertas del sueño y el filo de la noche, el tiempo se borra. El
hombre puedeacasomorir porque antes se ha entrenado mil veces.Por eso la
antiguaadmonición contra los que dormitan y no velan: "¿Qué haces, tan se-
mejante a la muerte?" (Rubayat, S 33). También dormir, dormir bien, sería, en
estesentido,una forma final." Un reposo vertiginoso, tal vez, de ahí la idea de
quenuncate despertarás dos
veces en el mismo lecho. Claro que está también
laOtraversiónde lo nocturno,
la que está rozada por un insomnio siniestro: "El
sueñofalla,los sueños
comienzan", relata Zaratustra. A su vez, Pessoa en el Li-
brodeldesasosiego:
"Todo dormía como si el universo fuera un error... un can-
sancioquequiereun
sueño tan profundo que el dormir no le basta".
Hasvivido,ya
puedes morir: como si la muerte no fuera nada más que acep-
tarloquejamás
sabremos de la vida, justo en lo que tiene de más propio. Que
lavidaseaen
su raíz un sueño,
loquepermite algo que ocurre dentro de una mente cualquie-
explica que no sea por fuerza un drama, ni una tragedia. Incluso
quepueda
maria, ser la confirmación de una singladura, una afirmación su-
comoes el
tareade caso de Sócrates 0
liberación Jesucristo. El tiempo que nos queda es una
sumen
del tiempo. permanente hasta la muerte propia, conquistada como re-
Es de hecho dl
rior
voluntarias.
Yeso
quesiempre tal vez se deba a que morir sólo significa pasar a un inte-
niación, rodeó el exterior;
unatarea que morir pueda ser, por tanto, una confir-
l'Imite, una
afirmación final. "Y morían, cual por el sueño
DESORDEN
ÉTICA DEL IGNACIO
REY
310
(Ilíada, X, 2), pero
expresión de Hesíodo es homérica
domados."La entre el sueño y la muerte,
entre Hipnos y Tánatos.
asociación
una clásica a veces empujados
intolerablemente al sufrimiento,
mortales, aun-
Somos siempre su forma de morir.
el hombre debe intentar decidir Al menos,in-
que hecho inevitable de la muerte con una conciencia,más
coincidir el
tentar hacer
atmósfera, de aceptación y significado. Al fin y al cabo, no sólodors
bien una
o soñar, sino que pensar ya es pasar a un otro lado, acercarse al ser invisible
mir
cosas visibles, a algo incorpóreo que pesa en los cuerpos y pasa a través
de las
no sea tan extraño afirmar que el conocimiento es unapre-
de ellos.De ahí que
un entrenamiento para la desaparición queseda
paración para la muerte. Pero
aprovechando la ocasión que es lo sensible, cadacosa
en esta vida, que se labra
prisa para llegar al final, sino que pasar alotro
y lugar. No sólo no hay ninguna
éste —elúnico lado desdeelpun-
lado sólo consiste en la tarea lenta de apurar
to de vista de los hechos—hasta las heces. La trascendencia es solamentelo
inabarcable de la inmanencia. De ahí que Whitman, muy cerca de Sócrates,pue-
da decir:"Hemos vaciado todo, salvo la libertad y nuestra alegría".
Es necesario entonces poder morir a tiempo, para lo cual no vale cualquie-
ra ni cualquier momento. Es necesario apurar la vida hasta el final,hastael
enigma que la resume. De ahí la súplica de Vallejo en Ágape: "Perdóname, Se-
ñor, qué poco he muerto".46Y sólo entonces la muerte ya es algo propio,ad-
mitido, inocente. Libre incluso, dice Nietzsche. Casi banal, podríamos añadir,
pues la muerte se ha convertido en un término que solamente abrocha,sin
añadir nada. La conciencia de la desaparición —unaexpresión paradójica,pero
crucial—es lo que permite rememorar sin fin, para uno mismo y para losotros,
su
Solamente hay gracia si estamos cerca del pecado (Rom 5, 20). Estemundo,
mugre imperfecta, es la única posibilidad de alcanzar la inexistencia, unaeter-
nidad intocable. De la muerte, en efecto, no se despierta. Pero el muertoyaestá
de
a salvo de la muerte, dentro de ella los que siguen en elhilo
para nosotros,
esta existencia. La muerte es incluso en elago-
entonces un continuo despertar, Es
nizante. Si yace ya sin conciencia, por dentro?
¿qué sabemos de lo que vive
de losmore
sueño lo que caracteriza al día —yla noche—
esta mezcla de vigilia y
tales. de
"No saben lo inmortales vezenHojas
que son, pero yo lo sé",leemos otra saber'
hierba. Pero acaso animal de eseno
lo inmortal incluye la inocencia casi
En Ariel, Sylvia no Pu Y
Plath escribe que la perfección es espantosa, pues
ner hijos. A su vez, santollora'
El
Pessoa: "El que es perfecto no se manifiesta.
Vivientes 311
CapítuloIV.

Dios
humano. está callado. Por eso podemos amar al santo, pero no pode-
es
a Dios".47
mosamar
Aunquedurase un millón de años, la vida sería mortal en cada uno de sus
viva. La caducidad es incorruptible, una desaparición
minutos.La sombra está
otros giros en los cuerpos. Lo permanente es
queno cesa,siempre alentando
una zona de penumbra que cambia lo que toca: es que un
unrocecon la sombra,
mundototalmente vivo tiene la fuerza de un infierno, reconoce Lispector.
Nohabríaentonces que entender como señal de un límite el viejo emblema:
"Muertees cuanto vemos despiertos" (Heráclito, B 21).No necesitamos ni so-
portaríamosotra inmortalidad distinta a la de vivir esta grandeza mortal, un
rumordiarioque genera un sinfín de escenas. Ni lo necesitamos ni cabe otra
cosaen estepresente sin fronteras. La eternidad es esta presencia inasible. Den-
trodeella,asumiéndola, se puede morir sin desear otra vida, sin que la muer-
tenosquitenada. En el límite, existencia e inexistencia no pueden ser nada
Lo que existe nunca dejará de ser. Lo que penetra en todo no puede
distinto.
ser destruido. 48

Esposibleentonces que el temor a la muerte sea sólo el resultado de un vi-


vira mediasesta intensidad de la noche en pleno día, este enigma orgánico de
Ioqueestávivo. Tal vez es inevitable ese viejo temor, que algunos hombres no
tienen,de que nos aguarda muertos lo que no esperamos. Mientras tanto, la in-
mortalidades un modo de atender a la muerte, de cuidar su presencia viva en
larespiraciónque nos envuelve. "Sólo salvan la inmortalidad del alma los sis-
temasdualistas",dice Unamuno." Es posible, pero basta que lo trascendente
sealaausenciacentral a esta
presencia, la imposibilidad de capturar nada dis-
tintoa su devenir,su tránsito.
Salva la inmortalidad entrar en la muerte. Des-
Puésvendrálo que
sea, pero por lo pronto el hombre ya vive lo imperecedero
desucondición.
Es la experiencia de tratarse con las apariencias desde una des-
apariciónque es
previa y alimenta el claroscuro de lo actual.
muerteno está menos
taqueen un patente en una leve ironía dejada caer en una fies-
entierro conmovedor.
PO'ensu Está presente en el juego ambiguo del tiem-
fuerza central
lainmediatez e irrodeable. De hecho, si nuestra cultura se aparta de
terrena, separación que
esporque Nietzsche denuncia con la palabra plato-
en lo sensible la
comovariación muerte se muestra de manera sencilla y afir-
deloreal constante, fuerza y lucha por vivir. Lo que nos asusta
esla
ltnpulse
los
materialidad afirmativa
de la muerte, el hecho de que su enigma
queleto cuerpos. N os asusta
del que la muerte sea el núcleo de la realidad, el es-
tiempo. De
ah í la obsesión en la
cultura moderna de huir hacia lo
312 ÉTICA DEL DESORDEN

IGNACIO

intelectual, abstracto y genérico, 10 más 0 menos virtual.


Para escapar
e y general, la
meramente cognitivo. Pero esto ya dice algo clave de la lo
numérico
subordinación y
gica de 10 institucional e histórico a la existencia, de 10
político
a
tro privilegio constante de lo intelectual —losdatos informativos 10ético.
sobreMarru
antes que entrar y perdernos en los recovecos de ese territorio-
es
de una seguridad que parece libre de peligro. Pero sin riesgo no el
hayvida,deahí
la rápida obsolescencia de lo virtual y tecnológico. De ahí
tambiénla corrup-
ción intrínseca al poder y las instituciones: al alejarse de la
comúncorriente
irregular, y olvidarla, degeneran en la inercia burocrática.
Apartándonos del devenir, de sus arrugas azarosas, nos alejamos
alavezde
la materialidad flexible de una irrealidad, de una irrealidad que sehace
cons-
tantemente real en seres distintos. Es el movimiento real de lo imposible, una
presencia inalcanzable, lo que nos asusta en el devenir, no el simplecambio, la
vida y la muerte de las cosas. Nos asusta, no que algo falte, sinoeltemblor, en
la solidez de las apariencias, que deja un fondo de desapariciónconstante. La
frase habitual "Lo único permanente es el cambio" no dice en estepuntonada.
¿Qué es lo que cambia? Lo que nos asusta del cambio es la permanenciaimpe-
netrable que arroja, el misterio que nos lega como herencia.Y estoenelcentro
de lo real, no en sus bordes excepcionales. De ahí que nos refugiemos enun
mundo de abstracciones generales.
sonparcia-
En este punto se puede decir que el escepticismo y el pesimismo
cotidiano, pueril incluso, de la tragedia.Sipesimismo
les, no captan el sentido
escepticismo tienen sentido, es limitado, pues no existeningunaplataforma
y como terminal0
ser evaluada
exterior al devenir desde la cual la muerte pueda queWittgenstein
la impresión de
simplemente negativa. No siempre tenemos puede expresar,lapre-
que no se
acierte en este terreno: "Para una respuesta puede plantearuna
enigma. Si se
gunta tampoco puede expresarse. No hay Dicho así,entendido
(Tractatus, 6.5).
tión, también se puede responder" momentos cruciales de
después
cierto. Todos los decir
inmediatamente, no parece sólo se puede
s respuesta. Que "no hay enigma" palabras,
En otras
es el mediodía de las cosas.
de tragarse el enigma que
está dichoy
cuando todo
puede decir al final, mil vueltas,el
centro. A pesar de que le demos quedicen
una pregunta en el 0 bien es IO
mejor es
lo que no se puede
expertos racionales que
tos, el ejercicio de autoridad de
considera impertinente; 0
lencio sobre lo que se
Vivientes 313
CapituloIV.

pronuncia cuando ya está todo dicho, con lo indecible en el


estasentenciase
ser, en otros momentos, la posición de Wittgenstein: "Hay
centro.Yéstapodría
ciertamentelo inexpresable, lo que se muestra a sí mismo; esto es lo místico"
(Tractatus, 6.522).
se da una retención final, como si nunca, en lo que ata-
perosiempreen él
del positivismo: "No decir nada, sino
ñea lavivenciacotidiana, se desprendiera
aquelloque se puede decir; es decir, las proposiciones de la ciencia natural"
6.53).Como si arrojar la escalera de la seguridad positiva sólo se pu-
(Tractatus,
dierahacerdespués de haber subido a la certeza natural de la ciencia; es decir,
dehaberaceptado la metafisica del positivismo científico. Una de las más gra-
vesequivocacionesde Wittgenstein, a pesar de su asombrosa radicalidad lógi-
ca,podríaatañer entonces a cuestión común por excelencia: "La muerte no es
ningúnacontecimiento de la vida. La muerte no se vive" (Tractatus, 6.4311).Si
sequieredecir ahí que la muerte no es un hecho más está claro que Wittgen-
steintienerazón. Pero no parece éste el sentido, sino más bien la idea de que la
muerteno está viva en los hechos y que, por tanto, no se puede vivir de este lado,
enlaestructuralógica del mundo... Precisamente por ello, tal vez este lado —el
deRusselly Wittgenstein—sea finalmente positivo y la filosofía debe ser positi-
vista.Frentea esto, que pretendería dejar la negatividad fuera —fuerade lo po-
sitivodelsabernatural—,solamente hay que recordar que la muerte no es un
acontecimientouna vez que se asume en la pulpa real de cada acontecimiento,
enlaambivalenciade cada gesto real y en cada criatura. Sumirse en la finitud,
atravesarla,
someterse a ella es la única forma de superar la tragedia... y supe-
rartambiénla noción
naturalista de la naturaleza.
Deuna manera en extremo
ritualizada, y difícil de describir, es al parecer
10quese intentaba
en los misterios de Eleusis: lograr ver la muerte antes de
morir.Con o sin
Grecia, la muerte es lo que hace absoluto —mental—al presen-
te•••
Ya la materia
irremediablemente espiritual. Es otro nombre que le damos
alhechovertiginoso,
origen de las peores pesadillas, de que todo el espacio ex-
ternodependa
del tiempo interno, de que toda materia dependa de lo impal-
Pable,Ioimpensable
queadvieneal que es el pensamiento. En tal sentido, la muerte no es algo
final, sino lo que hace que las contingencias cotidianas, el ser-
asídelas
cosas,
nosrecuerda, pueda guardar en su interior una absoluta necesidad. Lo que
en otras palabras,
que el arte y la religión -como asumía Witt-
son una
expresión de la verdad, de un mostrar que nunca cabrá en
314 ÉTICA DEL DESORDEN
IGNACIO
CASTRO
REY

Se puede decir que son los niños los que saben de la


muerte. La seriedad
de niño teníamos al jugar, al imaginar, ¿no indica también que
la cercaníadel
gen a lo absoluto del final? El debate interminable para ori-
decidir a partir de
momento en la vida del feto puede considerarse que hay ya un ser qué
vuelve a insistir en la mezcla indiscernible de vida y muerte, humano
en la imposibili-
dad de decidir entre lo que es humano y lo que no. Es
posible que la común
condición mortal —quetambién afecta a los más duros
materiales—seaIo que
hace que el hombre, como ser racional (Kant), no sea un
ser más, sinoel ám-
bito de toda presencia. En otras palabras, que el hombre,
como mortal, seaalgo
que no cabe en ningún antropocentrismo. La deformidad
humanoidedeuna
niña sietemesina, su tamaño diminuto y su gesto esforzado,
sus débilesmiem-
bros rojizos son casi más parecidos a los de un reptil que
a los de un primate.
La muerte es la labilidad de la vida, desde siempre sabido
por los niños.('Salde
ahí, encáralo de otro modo", dice una madre a alguien que
está complicando,
con su típico miedo adulto, un inminente fallecimiento
familiar.
No es más enigmática la inmortalidad que la simple condición
mortal,re-
cordaba Unamuno.50"La inmortalidad temporal del alma humana, estoes,su
eterno sobrevivir aún después de la muerte, no sólo no está garantizadadenin-
gún modo, sino que tal suposición no nos proporciona en principio lo quemer-
ced a ella se ha deseado siempre conseguir." (Tractatus, 6.4312).Exacto, el vértigo
inmortal de lo mortal —ese"fuera del espacio y el tiempo"—está en lo inmedia-
to. Pero ¿es posible que Wittgenstein siga coqueteando con una inmortalidad
que vendría después de la muerte, al otro lado de un campo real que goberna-
rían los saberes positivos? Cuando lo necesario es más bien conformarseconel
inmediato misterio natal, con una muerte que "nunca estropeó el juegodeldía"
(Handke). Cuando estamos a solas, de hecho la muerte no es nada,nadamás
que un fluir misterioso del entorno, esa coreografía lenta de los cuerpos,las
sonrisas, las palabras. Tal vez por esta razón no queremos estar a solas,ni con
nada ni con nadie, y escuchar el silencio del suelo. Quizás por eso necesitamos
la
demonizar sobre todo la muerte. Cuando es ella, atrevernos a entrar en ella,
toda
que nos permite la reunión del universo en un punto y poner en suspenso
la
la mitología salvífica de la cronología. Es el imperio moderno de la historia'
eficaz'
superstición lineal que hace décadas adquiere un pequeño formato más
elúni-
el que, desplazando la muerte a un estado terminal, quiere que perdamos es
Mortal
co terreno real desde el cual podemos ejercer una fuerza imprevista.
Si nadie sabe10que
la fuerza que se alimenta de nuestra más íntima fragilidad.
mortal.
puede un cuerpo (Spinoza) es porque en él habita una potencia
Vivientes 315
CnpítuloIV.

Destino:Klagenfurt. Tenemos derecho a sospechar que corremos para no te-


nerdestino, para que nuestra cifra inmutable no nos atrape. Es el exilio perpe-
organizado y marcado que nos permite no vivir el tiempo.
tuoen un tiempo
Io que lo convertía en un destino (...) las marcas y los lo-
"Elsitioha perdido
gotiposde las mercancías son el sitio que nombra esa ninguna parte.51En este
aspecto,el turismo diario y nuestra cultura de la variedad y la elección conti-
nua,consu divorcio de los límites y todo compromiso fijo, es una huida de la
condición mortal. Y así lo siente la tierra: "Ustedes, los occidentales, están muy
solos",sentenciacon una provocadora ironía Aleksandr Sokurov.52
Ennombre de la viveza mortal es conveniente aprender a peregrinar, des-
prenderse de las posesiones, incluso sin cambiar de lugar. Y aprender también
anoserimprescindible. Es preciso incluso adiestrarse en perecer para no pare-
cersedemasiadoa sí mismo, para mantener una "segunda existencia" distinta a
laidentidadmundana —quetenemos que usar—y lograr no cosificarse en nada,
noapegarseni depender de nada distinto a nuestro secreto. Es preciso apren-
dera morir para seguir viajando y ahondar en el presente girando en la propia
mentey en la de los otros. Debemos atrevernos a llevar hasta el final el cambio,
recordando que el que ha muerto sigue girando en nuestras cabezas. La muer-
te,enestesentido,nunca es el final, sino un estadio crucial de una presencia
realquefueespectral siempre, ante todo en sus momentos culminantes. El "ser-
para-lamuerte" es propio del hombre porque precisamente no es exclusivo de
10humano,sino el modo de
afirmarse el ser-afuera de todas las cosas.
Recordemos otra vez el argumento ontológico de san Anselmo y su insis-
tenciaen una esencia,la
de la existencia, que no puede no existir. El tema de la
religión,
en este aspecto, no es tanto la existencia de Dios —unente supremo—
comola esenciade la
existencia, la pregunta por la realidad de lo real. Todo caos
buscauna forma.
De ahí los múltiples entrecruzamientos, en Oriente y Occi-
dente,entrefilosofia
y religión, entre matemática y mística: san Agustín, Des-
cartes,
Spinoza,
Proviene Wittgenstein, Gõdel... En resumidas cuentas, de esos cruces
el hecho de
filosofía; que no haya religión —Cristo,san Pablo, Simone Weil—sin
ni filosofía,
delasreflexiones sea en Nietzsche 0 en Benjamin, sin religión. Buena parte
veces, laicas sobre la supuesta barrera que separa a una de otra -a
tambiénen
presencia son un retroceso ante el simple hecho de que toda
teria material, ya en su percepción, está mezclada con fantasmas. La ma-
reposaen
un al
Schquerepresentael límite
openhauer, del mundo. Es significativo que, ya antes de
Nietzsche o Heidegger,
occidentalse los momentos culminantes del pensa-
hayan acercado a alguna certeza oriental que hace repo-
e materia en
lo noche del cosmos.54
ÉTICA DEL DESORDEN
316 IGNACIO
CASTRO
REY

De algún modo, pensar es abrir una línea de brujería que, tanto en la


Edad
Media como en la moderna, siempre está al borde de la herejía. De ahí, a
pesar
de tantos charlatanes, que el espiritismo pueda llegar a ser algo con Io que
incluso nos deba inspirar un no
se debe jugar, que poco de miedo. Si ese
campo
está inundado de una palabrería dudosa es precisamente porque buscamos
una realidad cosificadas por el pragmatismo, en
él la huida de entendiendo por
piritual un conjunto de prácticas esotéricas que debe complementar
el agobian-
te realismo del día. El auténtico espiritismo está antes, en medio de la normalidad
de la mañana. En el fondo, el laberinto de la percepción y Io que no da que
pen-
sar, es ya un espiritismo. Incluso las adorables personas, en aparienciaun
poco
simples, que creen en esas cosas, no dejan de estar tocadas por una certezasen-
sible que poco tiene que ver con lo que se llamaría un saber intelectual.Con
frecuencia son los intelectuales los últimos en enterarse de unas pocasverda-
des que serían imprescindibles para vivir sin muletas. Lejos del límitetípica-
mente intelectual de lo suprasensible, decía Deleuze, un vidente es quiendeviene,
quien hace devenir las cosas. Permite su transformación, y establecerelaciones
insólitas entre ellas, porque su mente es fiel al espíritu de la materia.
De cualquier modo, para el hombre es letal no hablar con la muerte,no apren-
der a morir en mitad del día. Y esto no tanto en el pensamiento melancólico de
un final inminente como en la intensidad ambivalente que se debeponerenel
día. Es necesario conservar una muerte viva, en el paso de los días,paraestar
atentos a las cien sombras diarias y para que la pequeña muerte detodaslasco-
quien
sas nos ahorre una fatalidad terminal con la que no podremos hablar.Para
se dicequequien
sabe de la muerte, esa sombra lo acompañará siempre, igual que
siempre. Y en ese sentido es posiblequeelser
ha sido exiliado una vez, lo será
agonías limitadas queha tenido;
trágico muera mil veces. Primero, en todas las
una muerte finalqueserá
después, a veces con un extraño sentido del humor, en
Incluso en estecasolatarea
preparada por una vivencia tragicómica de la vida. finalun esquema'
sólo se lleve al
es la misma: vivir lo mortal para que la muerte
feliz,
T
nunca del todo completo,
trágico.
tanto, no sentirse a lo
Es importante, mientras espaldas
aldaamvelndtrella•este lado del
día y de -aunque
Nos
aún dará otros giros.inquietud, un
Lo mortal, en el mejor de los casos,
un nomadismo, una nuevas -
sveenzlresmsaosiado nuestro- vida ya con
giros de la compatible
estar abierto a los es
perpetuos. Hay que Esto
que obra en los cuerpos. a una sola
también a la desaparición rta fidelidad
adaptarse, cie
cluso exige—una negativa a
317
IV. Vivientes
Capítulo

al cabo, lo han dicho con frecuencia Toynbee y


quesiempreretorna. Al fin y
Deleuze,los nómadas son los que se aferran a una región central que no cabe
eso un ser humano fiel a su escena primitiva, al fondo ár-
enningúnsitio. Por
dejar de migrar, aunque no se mueva de una
ticodecualquierorigen, no puede
en nuestra capacidad para la ruptura, para
solasede.Estotal vez ha de notarse
abandonar cosasy personas una vez que las relaciones se degradan y entran en
lainercia.Elpeor enemigo de la condición mortal es la religión moderna de la
seguridad,esta economía minuciosa del tiempo que llamamos progreso. No es
buenoqueel hombre esté solo, de acuerdo, pero sin ese mal radical, al menos
comounaposibilidad,no hay humanidad posible, una comunidad sin presu-
puestos.
"Elpresenteestá grávido de porvenir", dice Leibniz en la Monadología (S 22).
Porlasimpleseñal del prefijo ex, existir es tener que estar dispuesto siempre a
partir,
a reaparecerpor fuera. Existir es no estar nunca plenamente actualiza-
do,sinodispuestoa una potencia que vendrá después del "último acto". Una
posibilidadmás relevante que cualquier realidad efectiva o patente ante los ojos.
Esloquesellamatener un mañana, temer o esperar un porvenir, que no siem-
prelateen forma de promesa. "Existir es resistirse a la posibilidad de ser apre-
hendido comoun todo." De ahí que Heidegger, antes que Lacan, emplee la
expresión no-todopara referirse al hombre." En sus puntos más álgidos, es la
vidamismala que nos mantiene
abiertos a la muerte. Es la inmortalidad de
lamuerte, imposiblede evitar, la que nos dona una vida única. Lo que nos ali-
menta,en cadasegundo,
incluye en su programa algo central que no es de este
mundo. Seha reconocido a
veces que lo trascendente —otrascendental— es el
Presente,
laimposibilidadde
haceinmortales, abarcar Io que hay aquí y ahora. Es esto lo que nos
la
deelPrincipio. protección que brinda una muerte anterior, ya vivida des-
Talvez por esta razón
unaenvidia existe en el pasado griego la historia de
de los dioses
hombres, —condenadosa una eternidad de mármol— hacia los
empujados a
hombres cazar la eternidad en las variaciones de un camino. Los
sonlos seres
mortalylo efimeros, que se balancean en el filo del sentido, entre lo
inmortal.
Mi
Hna Patriaera y es un
pieza, reino intermedio entre el cielo y la tierra.56Entero y de
siempre list
Intransigente o para regresar, así era la
variación decencia.Es nuestro
sencillez en Walser, también su
inabarcable,lo u perpetuoser-menesterosos,arrojados a una
le afecta la
cuestión
tan manidavida mortal que los otros sientan que uno ha muerto?
del sujeto,versión
moderna del pensamiento anterior
318 ÉTICA DEL DESORDEN
IGNACIO
C
REY

que —segúnPlatón—sostiene toda existencia, es también la certeza


de quetodo
afuera está dentro. No hay entonces nada externo que se deba temer,
conloque
podamos tropezar. Los otros pueden llorar porque alguien se haya ido,
incluso hacerlo, pero eso no quiere decir que para nadie haya deben
terminadonada,
Lloramos, en la herida del que partió, al recordar el límite —anterior
ennuestra
propia vida—que se ha cumplido. Y no hace falta que eso sea una
tragediaque
trunca prematuramente una vida. Nacer ya es desgarrador. Toda muerte
estam-
bién un escándalo, aunque haya sido anunciada cien veces e incluso
deseada
para que un ser querido deje de sufrir.
Los muertos se mueven. Es conveniente que los respetemos y temamos.La
cuestión es que cada muerte vivida amplía nuestra relación con el misterioque
es vivir. Todos nuestros muertos regresan y nos acompañan. "Las personaspue-
den haber muerto hace mucho tiempo, pero su vida continúa corriendo(...)
¿De dónde sale ese río? Ese río sale de mí. Yo voy a morir, tal vez en breve,pero
la corriente continúa existiendo."57Lo peor que puede pasar, lo único maloes
que haya deudas pendientes, palabras no dichas, actos no realizados.Ensuma,
una relación no resuelta con el enigma total que es cada vida, cuyamuertenos
afectó. El problema, por decirlo así, es conservar una alegría pueril conforme
se hace nítido un horizonte total de nuestra limitación. Saber de la muerteyse-
guir siendo capaces de jugar es lo que Rilke nombra como algo inefable.Elcaso
nos
es que, si no jugamos, no estamos a la altura de la inocencia mortal que
mueve.
llevarnos
Ni siquiera la desesperación, ni siquiera lo peor a lo que puede
peculiardel
arranca al hombre de sus posibilidades, sino que sólo es un modo
Heidegger. En el Dasein siempre faltaaún
ser relativamente a ellas, recuerda
deseo, "un constanteesta-
algo como poder ser, algo que a veces se ha llamado »•58Así
en el poder ser
do de inconcluso. La no-totalidad significa un faltar algo tienela obliga-
preverse, cada uno
pues, en plena vitalidad, precisamente para en plenasalud'
Incluso
ción -casi antes médica que ética- de sentirse en crisis. renacer." Es necesa-
o, dispuesto a nos ahorrará'
Esto
rio adaptarse una y otra vez al más íntimo extrañamiento.imponen por fuera•
contextos que se nos
extranjero en la propia
Es preciso, por mor de la muerte, aprender a ser sea un dialecto.
aunque en el
ca, aprender un uso menor de la lengua natal, emigrante
a ser
modo, ¿quién va a hablar por nosotros? Aprender comunidad. con escenas
la
país, acercarse a una impropiedad que permita poder volver a las
para
esto sólo significará pararse, hacerse invisible,
319
IV. Vivientes
Capítulo

ese humus de pobreza que late en las situaciones


cambiado. La solidaridad con
devenir extranjeros, recuperar la existencia como posibilidad bajo
nos permite
de lo consagrado, ser incluso nómadas sin movernos. Es el desier-
elesplendor
experimentar la nada en lo real, lo que nos permite vivir de otro
to,elhechode
de otro modo. También en este aspecto, la muerte es ante
modo,sentiry pensar
otrogiro, una cima y un nuevo horizonte, aunque no sea siempre alegre.
todo
poder morir! Aunque a veces ese tanto sólo pueda
iHayquevivirtanto para
en unos pocos años.
consistir
Ennombrede la muerte, que abre otra variación en la inercia de siempre,
esnecesariohacer de la propia vida una obra de arte. Ante todo, lograr un uso
anómalo del tiempo. Hacer de la vida una obra de arte para estar siempre aler-
ta,disponible,con un pie fuera para un posible viraje. Estar abiertos a una po-
másdigna que toda realidad reconocida. No quedarse con nada, sino
sibilidad
aceptarpara redistribuir, para permitir que sigan los flujos. Mientras tanto, es
ciertoqueel miedo a ser invisible, a no ser salvado por el reconocimiento pú-
"ha corroído el alma de todo aquello que hacía atractivas las metrópolis"
blico,
(C.Fontaine).De ahí ese urbano oropel insulso, esta aburrida y pacífica civili-
zación,dondetoda violencia ha de estar sumergida o convertirse en espectácu-
lo,seamayoritario o minoritario.
Setrataríamás bien de intentar lo que ha comentado cien veces Deleuze, no
lejosen estepunto de Lacan: usar la historia —eldeterminismo numérico de la
época-comoconjunto de condiciones negativas para liberar un sentido con-
tingente,lograndola irrupción de algo nuevo, un acontecimiento que no cabe
enlahistoriaprecedente. La verdad, lo que se dice una verdad, siempre exige la
crisisdelo que llamamos saber. Es la única manera de vencer a la muerte, dar-
leformauna y otra vez,
lograr que la desaparición aparezca de manera nueva,
eneltemblorde algo
que aparece. Siempre se han puesto de ejemplo los juegos
deBrechtcon el
extrañamiento, con los cambios de ritmo, con la suspensión y
ladetención. La muerte es, ante todo, la subversión de lo que había. A través del
Ingresoen el corazón
de las situaciones, el roce mortal permite un rejuvene-
Cimiento,haciendoque lo imperceptible estalle en medio de las apariencias.
Talvezla condición
doelpaisaje mortal nos obligue también a devenir objeto, abrazan-
y aceptando una irrupción triunfal de la materia en nosotros. Raí-
ces
Ycielo:¿hay
algo más? Ponerse en huelga humana (Mallarmé) ante la sociedad,
rozarPorun momento
otravezen un Io que llamamos inhumano, significa convertirse una y
muerto que viene a la vida. Mejor dicho, en alguien que vive una
mortal,que no
se aferra a una vida sorda a lo trágico. Se trata de usar en
320 ÉTICA DEL DESORDEN

este punto clave aquella actitud que otros llamarían


yenda de tener siempre un ojo fuera de las situaciones.
Podríamosdecir
omo una
social. Usar esa interrupción psicótica —nouménica, interrupción
diría Kant- dellazo
alto rendimiento en otra línea de relaciones y de que
causalidad,en permite un
ciales. Residir en un medio sin fin, en la potencia del otroslazos
mero existir.
A veces es necesario desaparecer, quitarse de en medio,
atreversesimplemen-
te a no estar. Mientras tanto, esta tarea —mortal y moral—
de resistirse
aloscu-
rantismo de la alta definición exige también no admitir con
facilidadenemigos,
un nombre propio —ysustancializado— del mal frente al cual
blindemos
tra identidad. La afirmación mortal nos exige más bien apostar
porunavaria-
ción central, dejar al albur de los signos que ocurren aquelloconlo
queno
podemos, sin rencor. Cierta ascética estoica en el eje de nuestroepicureísmo,
Además, todos nuestros rivales o potenciales enemigosson tambiénmortales:
llegarán a tener su temor y su hora. De ahí que sea necesarioescogertancuida-
dosamente a nuestros enemigos como a nuestros amigos. En su 105cumplea-
ños, Jünger escribe: "Doy las gracias a mis amigos y a mis enemigos. Losdos
son parte del Karma". Por el contrario, alguien seguro y limitadoa unazonaru-
tinaria, cerrado a lo trágico de las despedidas, probablementeacabepordarse
una buena o mala vida.
nuevoqueIle-
Adelantarse a ella. Morir un poco en todo lo que muere, en lo
ennuestros ges-
ga y revive. Conseguir que al final la muerte haya sido asumida se
acerca de la verdad invisible delosensible
tos. Toda la sabiduría de Sócrates
saber de lo real desde el cuallamuerte
concentra en este punto, en lograr un comenta: ft...)
conciencia, Hegel
no añada ningún temor nuevo. Cercano a esta
inmediato significa, el no serde
la muerte deja de ser 10 que de modo espíritu
en la universalidaddel
singular, para transfigurarse, convirtiéndose
y muere y resucita diariamente con ella'160 enuna
vive en su comunidad está basada
la muerte
La comprensión negativa o nihilista de externo al hombre.De
algo
cepción del conjunto de la naturaleza como
logremos sentir que ahí se la
de
nera que, cuando muramos, que obsesionaa despertar
así: "Lo
manera un poco indie, Watts 10 explica y no volverán a conexión
mueran se dormirán de la
las personas es que cuando cuenta
os damos de yna
como si fuera el final
muerte pero
(...) Hemos aprendido a temer la
y el sufrimiento,
el dolor, la enfermedad
que puedan producir la muerte:
321
Vivientes
IV.
Capítulo

sabemos,si no tenemos una conciencia vívida del hecho de que somos,


sino no gozamos de la vida. Tan sólo somos un manojo de an-
todo,
básicamente,
mezclado con sentimientos de culpa".61
siedad peor no es el fin, sino la labilidad entremedias, nuestro mor-
Esciertoque lo
andar a medias. La fragilidad de la vida y sus recaídas son parte de toda
tecino en Come, enjoyyour Sunday: "¿Temes a
beatitud. Robert Graves escribe
posible
muerte no es nada, sólo el plomo que sella un frasco repleto".62
lamuerte?La
de atravesar esta vida como un valle de lágrimas. Por el
Nosetrataentonces
este mundo con
la muerte está sobre todo presente en quien atraviesa
contrario,
posibilidad suprema de la alegría es tragarse la tragedia,
unalevedulzura.Una
Whit-
aunque seauna alegría que siempre tiene cerca unos ojos enrojecidos.
prueba que no existe la
manescribeen Hojas de hierba: "El retoño más débil
progre-
muerte,y que si alguna vez existió lo hizo para impulsar la vida... Todo
su-
saysedilata,nada se viene abajo. Y morir es algo distinto de lo que muchos
pusieron,y de mejor augurio".
Inclusoa los mejores, recuerda Hesíodo en Los trabajos y los días, les serán
bienes con males". Y no es fácil para el hombre extraer el guarismo,
"mezclados
laclavede cómo le va en la vida. Pero si acaso hubiera un baremo, sería éste:
¿puedes morir,podrías morir ya? Una de las cosas dificiles de morirse —confie-
saunaabuelita— es que la vida siga, aceptar que mañana el estruendo del mun-
doignoraráque hemos desaparecido: dejaremos de ser y harto tiempo seguirá
eluniverso, recita Khayyam (Rubayat, S 64). Pero una verdad de la muerte es
Precisamente que no es nada, sólo el fondo de inocencia irrevocable que nos
sostiene.De ahí la indiferencia de la multitud a cada una de las formas de vida,
quesinembargolo son
todo. Redimiéndola en tráfico urbano, albas, ocasos y
nubes,eldíade la historia ha de ignorar que la noche le mueve y nos sigue.
Fijémonos en la clásica cuestión del solipsismo, entendida ahora como la
concentración del cosmos en un punto, universal y singular a la vez. Es la sole-
dadsonorade
una mente cualquiera, tuteando al universo entero: "El cielo es-
trellado
sobremí, la ley moral en
aislamiento, mí". No se trata necesariamente de ningún
de
alhorizonte ningún retiro del mundo, pues entonces la vida late expandida
entero de lo posible,
solipsismo hasta el mismo fondo oscuro del universo. El
puedeentenderse
unsolo como la reunión de la naturaleza concentrada en
parece individuo,a la manera del eterno retorno o la theoria aristotélica. Así
entenderlo
Witt
crucialno tenga
significa
siempre formulación cognitiva: "En realidad, 10 que el so-
es totalmente
correcto; sólo que no puede decirse,sino mostrarse"
322 ÉTICA DEL DESORDEN
IGNACIO
CASTRO
REY

(Tractatus, 5.62). ¿Por qué no podría decirse, afirmarse en una frase? En


estepun_
to, en un pasaje que ya hemos citado, Heidegger parece caminar un
poco más
allá.63

diar

4 TENTACIONES SUICIDAS

En situaciones desesperadas al hombre debe quedarle al menos poder


ele-
gir el modo de finalizar. Como vieja práctica, el suicidio sugiere que la
muerte
jamás ha dejado de ser un núcleo afirmativo de la comunidad, una
posibilidad
extrema en la libertad del hombre. Matarse está al alcance de cualquiera;es p•rodeal
más,
su sola posibilidad otorga a cualquier existencia la dimensión épica que
la his-
toria sólo le concede a los grandes. Quitarse la vida, en un momento
últimode iqueeve
soberanía, muestra que el prisionero no lo es del todo, que el esclavono lo
es Insería t
integralmente, que la mujer desesperada aún guarda una carta bajo la manga.
Nietzsche siempre ha recordado que el pensamiento del suicidio, concebidopor {En tal
los seres humanos en un momento u otro, es una forma de situarse ante unlí- *ación
mite frente al cual todos los otros dramas vitales quedan relativizados.64Vivir
taacadac
con el suicidio, diríamos, no suicidarse, otorga una energía secreta. Kantpro-
kanso:hi
bablemente no lo vería así, pero el suicidio representa en tal aspecto una delas
quien
ideas regulativas de la razón, de una racionalidad arrojada con frecuenciaa la
feroz crueldad del mundo. De ahí esta rara afirmación que —medioen serio,
?Por
medio en broma—podemos oír en alguna ocasión: "De no ser porque séqueen ejelll
Idenferm
cualquier momento podría matarme, jamás podría seguir así, en esto".
Si abrimos el libro de la casuística suicida intuiremos un catálogo de los mil
matices que atraviesan ese momento liminar. También se abrirán los signosque
ese fenómeno envía a la humanidad que sigue, pisando el suelo de este orbe su- opor(
blunar. Sin ninguna frivolidad literaria, muchos escritores han desgranadoel
espejeo de ese umbral de las decisiones.$
Lo absoluto de la decisión, frente a la "relatividad" exterior de una época,no cic
sería nada sin la posibilidad de poner en juego la propia vida.66El hombretie- no

ne la muerte, es de algún modo propietario inalienable de esa primera violen-


suponía
cia natural que, además, recrea una naturaleza que jamás ha sido naturalista•
Tal posibilidad de morir hace de la existencia un absoluto que ninguna socie-
dad moderna, edificada contra esa comunidad de lo trágico, podrá emularni
expropiar, aunque lo intente por caminos ingeniosos. Es lógico entoncesque
enemigo de un Estado-mercado que ha querido gestionar la vida desdesusmis-

Vida
Vivientes 323
CapítuloIV.

el fondo la existencia cualsea, la silenciosa y mortal inde-


mosnerviossea en
más encadenado.67Es normal que una sociedad que
pendenciadel individuo
se sienta celosa de la muerte que nos hace únicos y bus-
sepretendeinmanente
desacreditarla. Tal vez el primero de ellos sea la proce-
quemil caminos para
espanto de la muerte violenta de los otros. Por
Sióndiariade las víctimas, el
el potencial de lo trágico en el espectáculo
todoslosmedios se intenta disolver
vidas de su primer capital, de esa última deci-
delamuerte,expropiando a las
Sión.
destejiendo
Nadiese suicida solo, según Artaud. Cada suicida es carne viva
—yamor a los que
ytejiendola carne de este mundo. A veces, sólo por deber
nosrodean— tiene sentido prolongar nuestra vida, mantenerla entre los otros.
Aveces,por deber —yamor a la misma vida—es necesario terminarla. Es lógico
asíqueeventualmente se insista en la idea del suicidio como técnica del yo.
Ynoseríatanto prepararse para la muerte, esperándola, sino entender la muer-
temismacomo algo que debe ser preparado en una extensión del cuidado de
sí.Ental casose plantea el suicidio en términos de libertad, en términos de re-
apropiación de la relación consigo mismo: "La escueta constatación de que quien
tomacadadía de su vida como el último puede decirse a sí mismo al iniciar el
descanso: he vivido"68Claro que en la palabra espera hay cierta ambigüedad.
Entrequienespera y acepta su muerte y quien la adelanta y prepara, no hay ne-
cesariamente tanta diferencia. ¿No es suicidio el de quien se entrega a su muer-
te?Porejemplo,alguien que por un ideal reduce su ración de comida al mínimo,
0elenfermoterminal que por fin se rinde. ¿Dónde acaba el suicidio y dónde
empieza el sacrificio?¿Dónde la muerte natural y dónde la voluntaria o indu-
cida?
Talvez,aunque no siempre, el que decide morir sacrifica el estado actual
desuYOpor el sentido
inmortal de su existencia, perdido en algún laberinto de
claudicaciones anteriores.
Ahorabien, salvo momentos antropológicos y culturales específicos —algu-
nascivilizaciones
antiguas, el estoicismo, ciertas comunidades secretas moder-
la norma es
que el suicidio esté anatemizado en muy distintas sociedades,
Antessuponíaarrebatar una
bres• vida a Dios, supremo hacedor y dueño de los hom-
Ahoraes arrebatar
humanoquelos una vida a la Sociedad, no menos celosa de su capital
antiguos poderes teológicos. Yase sabe que Chesterton afirma-
aquesilos
noseacasualhombres dejan de creer en un dios es para levantar a otro. Tal vez
que los estudios sociológicos sobre el suicidio coincidan con una
industrial,la del siglo XIX
lavidade europeo, que invade médica y minuciosa-
sus ciudadanos, apropiándose de su higiene productiva.
ÉTICA DEL DESORDEN
324 IGNACIO
REY

El caso es que sobre la cuestión del suicidio, tan vieja como el


mundo,
caído desde hace décadas nuevos ingredientes. Si el imperioso mandato han llar

de las conexiones hace casi milagrosa la desconexión parcial, sea social dec

éstavolunta-
ria o accidental —yel accidente fatal es una especie de milagro invertido-,
esf

esa "desconexión total" que entraña la muerte no ¿cómo larg


va estar hoy
rodeadadetas secr
búes?Y más aún la muerte voluntaria en un tiempo donde la voluntad
autóno- recu
ma del sujeto está reducida al mínimo. Entendemos así la desconexión
como
muerte asistida, consensuada por la convergencia social, y eso
no es deseable
para nadie salvo casos extremos, jurídica y éticamente homologados.
lesa
Por otra parte, una orgullosa sociedad que vive del mito del
progreso,yla COS—
supuesta superioridad del presente con respecto a cualquier
pasado,nopue- ytecl
de comprender con facilidad que alguien sea tan infeliz en su seno
comopara la ley
abandonar por voluntad propia tal cuota de nivel de vida. Son
incontablesasí enel,
los casos dramáticos o conmovedores de los que quieren arribar a
nuestrascos- ras, el
tas, mientras es normal que se oculte con discreción el número de
los quequie-
ren partir. No obstante, fijémonos en los más de tres mil suicidiosanuales:
en enma
España, la primera causa externa de muerte. Por cierto, tres vecesmás frecuen-
decisit
te en hombres que en mujeres. Y también otro signo. Reparemosen la infini-
juran
dad de enigmáticas desapariciones diarias. Sin contar los éxodosdelfinde
dad cu
semana y el protector anonimato de la gran ciudad, sin contar la genteque
punta
nunca contesta, la huida literal de muchos, el misterioso silenciodelprójimo
en los escenarios masificados... Al margen incluso de toda esta masadeausen- altema
tes, el número de desapariciones voluntarias es tal que, cuando se trata deun
nos quc
caso con perfil trágico o criminal, la primera dificultad es combatirlaincre- cogalill
dulidad de la policía. elsuici(
Estamos tan rodeados de desapariciones, con frecuencia discretas,quehas- huida
ta se podría pensar que las pantallas parpadean sin cesar con la materiaprima la
existe
espectral de todo lo que se ha ido y no puede volver, pues su aura no puedeser dadlím
admitida en nuestra radiante vigilia. Lo que ha desaparecido es hoy,quizásen
primer lugar, una relación natural con la inevitable zona de sombra queescada
su
ser humano, cada objeto y escena real. Esta fiebre actual de la trasparencia, Pados
conminación a la visibilidad ¿no indica un temorpuerilcon
que mantenemos
la penumbra de lo real? Y
Ihedic
bajocual"
Imaginemos todo el material humano que permanece escondido están
suicidio
quier estadística. Preguntémonos, por ejemplo, cuántos casosde
extraños
sumergidos tras la noticia de algunos accidentes de tráfico,de
resueltas.Osenci-
entre
dentes domésticos o laborales, de desapariciones nunca
325
IV. Vivientes
Capítulo

bajo el piadoso encubrimiento de los familiares y amigos de quien ha


lamente,
quitarse de en medio. Al fin y al cabo, un último homenaje al muerto
decidido
hasta el final —también en el caso de la depresión—el velo de una
esmantener
enfermedad. En muchas muertes será así muy difícil discernir la voluntad
larga
accidente fatal. La duda pertenece a la soberanía del que ha partido,
secretadel
recubierta por el afecto de los cercanos.
sociedad ha tenido que intentar tapiar
preguntémonosahora qué tipo de
por los que se cuela la ley de la gravedad en nuestra grandes capita-
loshuecos
-el madrileño viaducto de la calle Segovia es sólo uno de los más pintores-
les
arrojarse al vacío. ¿Qué clase de desarme moral
cos-paraque la gente no pueda
tecnológico tenemos con lo abierto que hace tan incómodas las zonas vacías,
y
Parecido desarme moral nos invade
laleyde gravedadque atrae a los cuerpos?
elsilencio de los ángulos muertos urbanos, en el aburrimiento de las espe-
en
espectáculo. Todo ello
ras,en el peso insoportable de la vida al desnudo, sin
agravado quizáspor el temor colectivo al contagio. En una sociedad traspasada
de la
enmasapor el conductismo, que no apuesta tanto por la potencia trágica
decisióncomopor la potencia aditiva del número, todos los demonios se con-
jurananteel temor a la conducta inducida por el ejemplo de otros. Una socie-
dadcuyorefugio es la masa teme al caso singular como la burbuja teme a la
puntade una aguja.
Noresultaráentonces tan extraño el oscurantismo numérico que rodea hoy
altemadela muerte no asistida. Las estadísticas sobre el suicidio son poco me-
nosqueclandestinasy, además, tan subdivididas que resultan casi un auténti-
cogalimatías.
Por otro lado, la insistencia de los expertos en que la depresión y
elsuicidioson una simple enfermedad, y no el resultado de una voluntad de
huida,de una responsabilidad consciente y personal en desaparecer, le quita a
laexistencia
común —ennombre del poder histórico y colectivo—esa posibili-
dadlímiteque siempre
ha estado en la condición humana. La sociedad expro-
Piaa algunoscasos
extremos
que ha empujado a la tragedia de la voluntad última
devengarse, con la muerte voluntaria, de la ferocidad de los que siguen agru-
Pados. Esposibleincluso
blea todacosta, que, debido a la presión social por permanecer visi-
el
Ymedicados hombre que sufre tenga que refugiarseen síndromes reconocidos
—ladepresión, en
radicalmente. primer lugar—,antes que atreverse a desconectar
Delasvacaciones
Yel estivales a la emigración del fin de semana; de la cultura
entretenimientoa
dispositivo la interminable renovación de aplicaciones en cualquier
smart•.¿en
qué tipo de prisión vivimos para que la palabra evasión
IGNACIO CASTRO REY
ÉTICA DEL DESORDEN
326

tanto prestigio? ¿No es esta inflación de positividad, cobertura y


goce hoy de individualmente, también lo que con-
transparencia lo que nos hace difícil vivir
Desde un punto de vista médico y psi-
vierte la evasión en un sueño constante? no puede dejar de inmiscuirse
—psicopolítica—
quiátrico, una sociedad biopolítica
Con o sin cirugía, con o
continuamente en la vida íntima de sus ciudadanos.
invasiva. El hecho de que proli-
sin medicación, es la sociedad misma la que es
medio no
feren sin cesar los mecanismos de confesión, de que un individuo
pueda afrontar sus temores más íntimos —nidivorciarse, ni recuperar habilida-
des sociales—sin recurrir a expertos, son sólo índices externos de un poder im-
perial que pocas sociedades han conocido en tal alcance psíquico.
Una cultura que funciona en bucle, con una constante retroalimentación
mediada por consignas informáticas, sin que sus miembros puedan apoyarse
directamente en una experiencia real, ha de arrojar sobre la voluntad soberana
de vivir y, lo que es parte de ello, sobre el levantar la mano contra sí mismo, nue-
vas admoniciones, nuevos silencios pactados. Si en nuestro líquido amniótico
consensual es difícil incluso fracasar por cuenta propia, sin una responsabili-
dad compartida que nos permita mediar socialmente los traumas, la norma
será, más que el diálogo con la muerte como horizonte radical de la vida, la
degradaciónlenta del individuo, su extinción crónica en las distintas depen-
dencias asistenciales.Con dificultad será admitida una decisión tajante —vivir,
morir—para la cual, en buena lógica, el individuo tendrá cada día menos he-
rramientas.
Es posible así que la ilusión de vivir, o de alcanzar una
muerte propia que se
corresponda con una vida, sea algo cada día más difuso,
más similar a un simu-
lacro. Es posible en todo caso que la idea del
suicidio llegue con frecuencia de-
masiado pronto, de manera un poco literaria,
o demasiado tarde, cuando el
hombre ya no tiene potencial para una decisión
Sión de, en las peores circunstancias, extrema. Hasta la vieja deci-
mantener la propia vida por deber (Kant),
por amor a los que te rodean o
dependen de ti, dando por supuesto que ningu-
na vida es un átomo aislado, estará
hoy corroída por una ética tan gregaria que
ha expropiado al sujeto de toda
capacidad radical de autonomía.
Vivimosen una adherencia
vida casi monitorizada desde interminable sostenida por mil prótesis. Una
su mismo centro ha convertido la
suicidio en una enfermedad depresión y el
que, al igual que las alergias
se debe transformar en objeto o el cáncer, se puede y
ahí quizás este aire un poco crónico de una gestión técnica y consensual. De
sonámbulo en el que se ha refugiado el ciudadano
medio, como si de ningún
modo —conuna interactividad
casi autómata—qui-
IV.
Vivientes 327
Capítulo

rozar ninguna zona apartada. No se trata de que alguien en concreto sea


siera
culpable,naturalmente, sino de un registro medio de nuestras costumbres que
habríapor qué no llamar indecisionismo. ¿Se podría decir entonces que, de-
no
cultural ante la vitalidad natural de lo no sabido y la muer-
bidoa esteretroceso
también lo que podríamos llamar un suicidio del suicidio?
te,seha producido
vida exige que la existencia se prolongue hasta el infinito, aun
Talvezelnivelde
hacia un óbito final decidido por poderes externos a
enlaspeorescondiciones,
sufre. Hace ya más de medio siglo, Arendt ponía en nues-
lavidadelhombre que
traobsesión por alargar a toda costa la longevidad un índice de nuestra volun-
taddedespegar,doblando un cabo que hiciera imposible volver a una épica
común.69
Amanecercon la evidencia de que el interior se ha convertido en pulpa, dice
unpreciosovolumen que repasa las oscilaciones modales de esa hora crucial
delahumanidad.Pero el actual estado larvario del sujeto, esta lasitud bloomes-
caqueencuentraincluso en el sufrimiento patológico un modo clínico de iden-
tificación, impidetambién una decisión extrema que exige al menos un último
momento de tensión, de tensión heroica. Es esto, podríamos decir, lo que la so-
ciedad teme:que alguien tome una decisión a solas, aunque sea al borde mis-
modela desaparición. Por tal razón, al margen de las intenciones reales de
Durkheim, se puede decir que no es casual que el estudio sociológico del sui-
cidiocoincidacon el auge del poder social, cuando la modernidad delega en el
individuo, antaño súbdito y ahora ciudadano, una responsabilidad de vigilan-
ciamoraly médica,cuasi estatal, sobre su más primaria existencia.
Deserestoasí,nuestra tecnología existencial exigiría no poder vivir una vida
mortal ni poder atreverse a una muerte vital. Entre un polo y otro, hermana-
dosporel rumor de
cierta sabiduría, siempre ha latido la posibilidad del suici-
diocomouna decisión
soberana. El hombre debe al menos elegir la forma de
morir, decíaFreud.Pero hoy la
serlocalizado, dificultad de irse, la posibilidad de partir y no
en este reino de la visibilidad total y la fe histérica en el recono-
Cimiento, haceque elegir la
Siónocurrede desaparición por una decisión brusca —yuna deci-
golpe
casoimprobable o jamás ocurre— sea algo bastante raro. El suicidio, en el
de que llegue, ha de ser sepultado entonces en accidentes
simulados, en la
cada... Otalvezambivalencia médica, en una estadística social harto intrin-
oculta hasta en una decisión que el propio interesado ha de mantener
elfinal para no
rodean al muerto ser interferido. De ahí que, casi invariablemente, los
nal ha
de ser manifiesten su estupor por una decisión que, cuando al fi-
reconocid a,
dicen no poder entender en absoluto.
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CapítuloIV. Vivientes

Una sociedad que


-traspasada de
no puede afirmarse parte a
en la condición parteporla
misma, como comunidad, mitologíadel
frente al horror terrenal,
otros. Sólo entonces, en externosolamentepuedesent
el imperio yla
ansiadaunidad: gracias a de la dispersión,supuestabarbane
unas víctimas
no podríamos vivir, pues y unos verdugos sepuedeprodul
nos apartan externossin
divide",del nihilismo que rechaza por unos días
en masa la común de "todo aquelloque
rechazoes la raíz de la más feroz condiciónhumana.
división. En una
la condición mortal que sociedaddonde,
nos haría iguales,
líticase odiaprofundamente, hastala vanguardiapo-
sólo el oscurantismo
de un peligro externopuede
Volvamos un momento al tedio cotidiano.
Recordemos el banal truequedia-
rio, esa necesidad de compartir hasta el fin
el comentario socialininterrumpi-
do quellamamos información. Pensemos en la incapacidad
patológicaque
padecemos de estar en silencio, de callarnos. En resumen, la dificultad
de acep-
tar una momentánea suspensión de los soportes externos, de sobrellevarlain-
visibilidadque pone en crisis nuestra necesidad de reconocimiento.Lasconstantes
pruebasmediáticas de existencia que hemos de dar a diario nos impidenparar-
nos,que se produzca el acontecimiento de una reflexión sobre nuestrasvidasy
la decisiónque puede brotar de ella. Pero este déficit en lo trágico,quehacetan
ex-
difícilel acontecimiento de sentirse mortalmente vivos, es tambiénlo que
comediade
Plicala pobreza del humor, lo que vuelve tan enlatada y ritual la
vivir.
y el intercambio de reconocimien-
Alabandonar el dogma de la visibilidad,
vínculo. Nuestra memoria impresio-
toqueconlleva, desaparece también todo con laspersonas
que la relación
nista de rotación rápida a corto plazo, explica entonces dejamosde
pues
hemosdejado de frecuentar pronto se evapore, Asípues, para de-
reconocimiento.
r Unpunto de emisión en las pantallas del basta con que dejemos
especial; nosprotege.En
'arecerno es necesario ningún esfuerzo en que
en la malla sea
Starinteractivos, de ser un nódulo de cruce
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sin creencia echa
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'idad,desaparecer un poco ya supone elproblema es que la
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bién de las e•scena-sdonde la lo que hace tan
visible
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329
Vivientes
íttlloIV.
Cap

sociedad que —traspasadade parte a parte por la mitología del progre-


Una
afirmarse en la condición terrenal, solamente puede sentirse a sí
nopuede
frente al horror externo y la supuesta barbarie de los
comocomunidad,
misma,
en el imperio de la dispersión, se puede producir la
otros.Sóloentonces,
ansiadaunidad:gracias a unas víctimas y unos verdugos externos sin los que
pues nos apartan por unos días de "todo aquello que nos
nopodríamosvivir,
delnihilismoque rechaza en masa la común condición humana. Este
divide",
rechazoesla raíz de la más feroz división. En una sociedad donde, gracias a ha-
berexcluidola condición mortal que nos haría iguales, hasta la vanguardia po-
seodiaprofundamente, sólo el oscurantismo de un peligro externo puede
lítica
dotarnosde un simulacro de unión.
Volvamos un momento al tedio cotidiano. Recordemos el banal trueque dia-
rio,esanecesidadde compartir hasta el fin el comentario social ininterrumpi-
doquellamamosinformación. Pensemos en la incapacidad patológica que
padecemos de estar en silencio, de callarnos. En resumen, la dificultad de acep-
tarunamomentáneasuspensión de los soportes externos, de sobrellevar la in-
visibilidad
que pone en crisis nuestra necesidad de reconocimiento. Las constantes
pruebas mediáticasde existencia que hemos de dar a diario nos impiden parar-
nos,quese produzca el acontecimiento de una reflexión sobre nuestras vidas y
ladecisión que puede brotar de ella. Pero este déficit en lo trágico, que hace tan
dificil
el acontecimientode sentirse mortalmente vivos, es también lo que ex-
plicalapobrezadel humor, lo que vuelve tan enlatada y ritual la comedia de
vivir.

Alabandonar el dogma de la
visibilidad, y el intercambio de reconocimien-
toqueconlleva,
desaparece también todo vínculo. Nuestra memoria impresio-
nista,
derotaciónrápida a corto
quehemosdejado plazo, explica que la relación con las personas
de frecuentar pronto se evapore, pues entonces dejamos de
serunpunto de
emisión en las
pantallas del reconocimiento. Así pues, para de-
saparecerno es necesario
deestar ningún esfuerzo en especial; basta con que dejemos
interactivos,de ser un nódulo
unasociedad de cruce en la malla que nos protege. En
infiel a Io que no sea actual, sin creencia alguna en lo que no sea
Visibilidad,
desaparecer
menosa un un poco ya supone desaparecer del todo. Nadie echa de
desconocido,decía Lindon, pero el problema es que hoy somos des-
conocidos a los quince
Presencia días de estar fuera del panóptico social. Y al huir de la
real
huyetambién
para de las escenas
desaparecer donde la desaparición se cumple. ¿Es esta facilidad
en Ia pantalla
de lo visible lo que hace tan difícil de concebir
330 ÉTICA DEL DESORDEN IGNACIO CASTRO
REY

la muerte, la desaparición radical? Como nunca se está del todo presente,fue-


ra de los escenarios de la interactividad permanente, como por tanto corremos
el riesgo perpetuo de no ser echados en falta, es posible que hasta ausentarse
voluntariamente —elsuicidio era una forma radical de ello—haya perdidosen- para
3!
tido y peso.
Es probable también que hoy las personas lentas, tímidas o silenciosassu-
fran más que nunca el maltrato de un escenario despiadadamente iluminado.
Igual que la sexualidad inducida sin cesar hace improbable el erotismo, el es-
pectáculo morboso del impacto hace muy difícil la desaparición, sea naturalo
inesta
precipitada. Esto es quizás lo que fuerza que a veces el suicidio, continuamen-
15táinc
te aplazado, haya de ser brutal y vaya acompañado de otras muertes.
Salvo heroicas excepciones, un ciudadano desarrollado apenas puede darsu
vida por nada. Acaso, tampoco por la vida. ¿No sería esto casi fundamentalista
en nuestra mentalidad consensual, tecnológicamente correcta?Dejamosel gnsaje e!

creer hasta la muerte en algo, sea lo que sea, para los personajes primitivoso ó legal
para las sociedades atrasadas. Nuestro credo es la protectora fluidez,la reactua-
lización perpetua. De igual manera que sólo podemos ser "asesinosa distancia",
a través de la información y de nuestras tecnológicas unidades de elite,¿somos Etérmin
también suicidas a distancia a través de un largo rodeo que aplaza indefinida-
mente la decisión sobre una vida mortal? Labramos así este estado de indeci- j;para
Sión, una especie de polvareda protectora entre la vida y la muerte, que impide Omosil;
la fe en otra cosa que no sea la economía del tiempo parcelado.
ideuna
En todo caso, es normal que la prohibición social de desaparecer, no por im-
hdoelr
plícita menos imperativa, haga brutal el paso al acto de un individuo que deci-
de por fin acabar con una conclusión continuamente aplazada, con un languide-
cer compartido. Nuestra incapacidad congénita para la ruptura, dejandoque Rtayanc

todo se encharque en enésimas versiones, obliga a que por fin, cuando la rup--
r
tura llega, sea antes grotesca que trágica. Algunos pueden llegar a autodestrui
se; otros, pendientes siempre de la ilusión de la fama, han perdido inclusoesa
oportunidad y sólo les quedaba un óbito clínico.
muerte
Un ser adaptado a la flexibilidad sin término puede tener hasta la
tras
vedada. Así pues, tras la muerte del arte, la muerte de Dios y del hombre, Yen,
¿Vi
el fin de la historia, ¿asistimos también a una muerte de la muerte misma?
la hi-
vimos gracias a un suicidio del trauma mortal? Ésa es aproximadamente
mismísimo
pótesis de Debray en Vida y muerte de la imagen (S I). Es posible que el
cambio climático sea el producto de un ambiente profundamente climatizad0'
dosisde
una atmósfera envuelta por un confort letal, aunque incluya su lógica
Vivientes
CapítuloIV. 331

sobresaltosy crisis. La humanidad del primer mundo habría olvidado


enton-
ces10que es una vida mortal, la posibilidad de que la muerte sea algo distinto
aunmero dato estadístico o un epifenómeno de la tecnología médica.
Nuestronihilismo medio, el integrismo social de la multiplicidad —quees
velozpara huir del vacío que constituye su centro—,comienza por la muerte
misma.Estohará que nuestras mil formas de morir, también en vida, sean algo
omnipresente y a la vez sumergido. La primera droga, la primera adicción es
compartir, conectarse y comentar, pues un sujeto sin subsuelono puede sentir su
viday ha de evaluarla de continuo. Esto lleva, más que a la muerte, a la extin-
ciónestadísticapor neutralización interactiva. Al inválido equipado que somos
leestáinclusovedada una decisión soberana acerca de su final. Es posible en-
toncesquepor cada suicida haya millones de muertos en vida. La sedación pro-
{Inda,mucho antes de los estados clínicamente terminales, está ya en la vibración —el
mensaje es el medio—de un cuerpo social omnisciente. En este sentido, la euta-
nasialegales preparada en el día a día de la anestesia consumista, décadas an-
tesdecualquierestado médico extremo.
Vivimosen una carrera constante que teme al vacío y que sólo puede tener
untérminoen el vacío, un páramo extirpado de todo sentido. De ahí la religión
delllenado:las mil películas para ver antes de morir, los cien destinos turísti-
cosparavisitar antes de morir, los quinientos libros que leer antes de morir.
Comosila acumulación —cuantitativa—pudiera librarnos de la cualidad ocul-
tadeunamuerte que es anterior. Como si más bien pudiéramos acabar acep-
tandoel morir por una sobresaturación que nos seda, que haría del término
algoaceptable,consensuado y gradual. Eutanasia del confort, morir en vida
Parayano tener que afrontar la muerte: el reemplazo constante es nuestro ma-
saje.Asu vez,como
complemento a la velocidad de los cambios, la industria
farmacéutica y las neurociencias se erigen en ejemplo de una externalización
mercantil, socializabley compartida, de lo que solía entenderse por "vida inte-
rior"70

¿Ellaicismoha
derivado al fin en la eternidad de la niebla, en una pantalla
totalYennieve
de las conexiones? Un ser así de iluminado no puede morir, pues-
o quejamásha
estado lo que se dice vivo. Propiamente hablando, no puede
terminar,ya que de razón se man-
tienea laesperatampoco ha comenzado: desde que tiene uso
de una próxima entrega. Tal parálisis, movilizada en masa, im-
Pidedecidir
nada, ese salto mortal por el cual un ser se deja tomar de modo
definitivo
por el secreto
de vivir, con el resultado que sea.
332 ÉTICA DEI, DESORDEN
IGNACIO
CASTRO
REY

En los márgenes silvestres de la mitología de la comunicación,


la vida una posibilidad siempre arriesgada, la muerte podría haciendode
ser algoasícomo
lo que Jean Genet decía de las esculturas de Giacometti, esos
semidiosescapas
ces de engendrar en torno a sí un vacío profundamente silencioso
nicaban "al innumerable pueblo de los muertos" la que Genet quecomu-
consideraba
la
única gloria, el conocimiento de la soledad de cada ser y de cada
cosa.nEfecti-
vamente, el ser-para-la-muerte heideggeriano nunca ha sido algo
negativoo
morboso, sino la más alta posibilidad, el nombre de una libertad cuyo
sentido
no se puede describir, pero que de algún modo se conoce. Lo cualexige
quebo-
rremos el registro de huellas que lo vuelve todo potencialmente rastreable,
que
no aceptemos el compromiso metafisico y existencial que implica la palabra
in-
formación. De hecho, al contacto con la muerte toda evidenciase esfuma.
De
ahí que tal vez el suicida tenga la esperanza fundada de que su muertepermita
una resurrección retroactiva, una revisión radical del pasado,distintorepenti-
namente a los propios ojos en la inminencia de una última decisión.Elcasoestá
cerrado, dice Maiakovski en sus últimos días, pero en ese cierre todo puedeser
recapitulado de nuevo. ¿Es este giro radical el que hoy, inclusoen la formade
la detención que lo revisa todo, nos está dificultado al máximo?
"Camaradas, de verdad, no se puede hacer nada." Llegadoel caso,irseesla
única manera de permanecer. Stefan Zweig argumenta en su carta de despedi-
da, extrañamente serena y razonable: "Mejor terminar en buenahoray ergui-
do". Ahora bien, ¿qué es la buena hora? Y sobre todo, ¿quésignificaerguido?
comoun
Buñuel se mantiene hasta el final, héroe de tantas historias, doblado
unaépicade
árbol viejo. Y los que lo rodean encuentran en ese lento declinar
que elautordeLos
la desaparición, no menos osada que las portentosas escenas conlos
debamos ser respetuosos
olvidados recreó en pleno vigor. De ahí que

la dulzura finaldeMaia-
rando en el último momento al mundo que deja, hasta Labarcadel
disculpas: "Lili ámame...
kovski, sin culpar a nadie y casi pidiendo
la
de
mundo es el único medio
Mainlãnder recordaba que nuestro
que defiendeun
misma visión
inexistencia? Y ésta es aproximadamente la queal raciona-
vez más cercano al romanticismo
sador francés del siglo XX, tal
prematura de desaparición
lismo ilustrado: es preciso resistir a la tentación reto estoicode
esto así, el
lograr que ésta obre en los cuerpos. De ser buena
relación
inabarca-
en mantener en vida una lo
giendo un fin propio consistiría cerrando
enigma co ncluya
mundo de los muertos. Así hasta que el
333
Vivientes
CapítuloIV.

Frente a este goteo natural de la muerte en vida, de cada


bledeuna existencia.
la muerte que la anima, el rencor que mantenemos contra el suicida se
vidaen
con su decisión extrema, deja a otros la tarea de ce-
debea queparadójicamente,
vida en la paz común de lo desconocido.
rraryenterraresa

REVOLUCIÓN
5 MUERTEY

Lasimpledificultad de fijar el momento clínico de una muerte dice algo de


todo, es
laintrincadarelación de los vivos con la condición mortal. A pesar de
que en cierto modo sepamos más de la muerte que de la vida. Más
significativo
delamuertefinal,deceso u óbito, que de la muerte incesante, que sigue viva en
loscuerpos.Es obvio que los llamados presocráticos, tan cercanos a una sabidu-
ríaorientalque forma parte de nuestro bagaje de fondo, siguen siendo ejem-
plares pararestablecerlos vínculos que la racionalidad moderna ha roto,
separándolos en polos opuestos: "Inmortales mortales, mortales inmortales, vi-
viendolosinmortales la muerte de aquéllos". No es fácil llegar más lejos, igual
queaquí:"Lo mismo es viviente y muerto, despierto y durmiente, joven y vie-
jo."73Lomismo:en el sentido de que la circularidad inmanente de lo otro exige
quenadaestéfuera; que un opuesto represente la posibilidad, el devenir del
polocontrario.Es posible que todo el esfuerzo inmenso del cristianismo ini-
cial,intentandodefender la locura de un Padre impersonal encarnado entre los
hombres, seala variación tardía de una certeza similar que atañe a la relación
íntimaentrela materia y lo
invisible. Entonces, con la muerte, el ser volvería al
materialismo ubicuo de lo ausente.
NOsólosegúnLacan,
los místicos han arrojado una luz muy exacta sobre
esteextremo.¿Vida
mortal o muerte vital?, se pregunta Juan de la Cruz. Y esto
Pornohablardel
sueño diurno, de la vida como un dormir con los ojos abier-
tosen Shakespeare, Calderón y Schopenhauer. Si el sueño es posible, como des-
canso,comodescenso
nadaesexterior y reparación que nos cambia, es porque en su mutismo
y todo afuera se corresponde con un adentro. En el sueño la
muerteno es
mortal, ni está al otro lado: respiramos en ella. De ahí las visio-
losecos,las
lia•Volvemos mezclas... que a veces nos dejan trabajo para la siguiente vigi-
raque entonces no sobre la sombra que proyecta el cuerpo, sino a la
Sila
es el cuerpo
o le precede.
interpretaciónde
usualpara
un saber
distinto de la vigilia, es debido a que el sueño está den-
Cia=
0 、 0 一
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Vivientes
CapítuloIV.
335

made la vida está en la desaparición de este problema. ¿No es ésta la razón de


queloshombres que han llegado a ver claro el sentido de la vida, despuésde
muchodudar, no sepan decir en qué consiste este sentido?" (Tractatus,6.521).
Enlos dos casos extremos, vejez e infancia, alienta una inocencia desconcertan-
te,unasencillezen la que lo peor de la condición mortal es exactamenteinim-
putable,pues no proviene de ningún mal en particular, sino del simple hecho
deser,de estar ahí. La eternidad está enamorada de los frutos del tiempo, escri-
beBlakeen Proverbios del infierno.
Inclusoesperada, la muerte siempre viene pronto y nos coge como a niños
queno saben nada. ¿Tenemos que pensar que para el mortal es inevitable,in-
clusoen el mejor de los casos, un sobresalto final? A veces el hombre se va dul-
cemente,igual que la lluvia cesa o un camino se borra poco a poco en la hierba.
Peroinclusoen tal caso es inevitable pensar que el cesar concentra a los seres.
Antealgunainminencia, se satura la incompletud de ser en un rostro. El con-
tactocon la muerte borra cualquier obviedad, convirtiendo las aparienciasen
unoráculo.Con el roce de esa sombra algo nuevo empieza, y nunca es tarde.
Deahíquepodamos decir que lo mortal contiene una afirmación, un final vo-
luntario
que envía un mensaje. "La muerte es un modo de ser que el hombre
tomasobresí tan pronto como es."74Y no es que permanezca la especie y para
ellohayade perecer el individuo. ¿Muerte del individuo para que continúe el
espectáculo de la especie? No, esta idea es demasiado edificante. Presupone ade-
másquela muerte no era ya presente, precisamente en el lecho oscuro que hace
decadaexistenciaun absoluto. Visto como Dasein, el individuo es justo mor-
talPorqueno tiene equivalencia externa. Existir le da cuerpo a toda la univer-
salidaddela especiey ésta,
como individuo, no tiene más referencia que el fondo
borrosodela naturaleza entera.
Es la especie,como concepto general, lo que cul-
minaen la vida
mortal de cada individuo. Aquélla depende de éste, no lo con-
trario.De ahí que
la muerte, que junta el individuo y lo universal, desgarre a la
especie y hagaimborrable
al ser individual que era ahí.
ElmúsicoNick
Cave habla así de Madre e hijo, una película que fue a ver a
regañadientes para no contrariar a un amigo: "A lo que asistimos durante ese
tiempofuea
una cosa de una tal
fuela única belleza, de una tal tristeza, que llorar, para mí,
respuesta la muerte, sobre
OrYsobrela adecuada. Madre e hijo es un film sobre
comúndel Gracia. El amor, entre la madre y su hijo, trasciende la for-
amor en aquello que es
te
desgarradosde purificado por la inminencia de la muer-
sus historias, extraños al ambiente e inmunes al mundo
en esaslargas
secuencias, demoradas, casi inmóviles, donde el film al-
ÉTICA DEL DESORDEN
336 IGNACIO
CASTRO

la más subyugante belleza. Los paisajes de Sokurov


canza el cúmulo de no
de realismo. Sus planos están transformados
san ningún deseo en telas
(...) donde todo aparece
dados de luz artificial opalescente suavizadopor
poco después, el propio autor del film insisteen
brillo lácteo".75A su vez, el
muerte "es el drama de la separación". Pero la
drama de la separacióneslo que
aura mística —oel halo de terror—
habita en la presencia real, de ahí el queave_
ces la invade. Somos limpiados por la inminencia de la muerte. Como dice
Ril-
ke en la primera de las Elegías de Duino, la belleza es Io terrible quetodavía
podemos soportar.
Por lo demás, decíamos ¿nadie muere sin una aquiescencia final,sinsuici-
darse antes, levantando la mano contra sí mismo? Es posible, al menosenun
último minuto, que el viviente haya de reconciliarse con su muerte, un fondo
indefinibledel cual viene. Pero quizás el primer problema —notanto moralcomo
ontológico—que tenemos con el suicidio es el temor de no dejar quela muerte
se cumpla en vida, de no permitir que las vidas se realicen mortalmentesinre-
medio aunque con muchas posibles vueltas. Es necesario apurar la vidahasta
el límite, redimiendo en la muerte todo sesgo negativo. Aún comprendiéndolo,
nos estremece en el suicidio que un ser no haya podido liberar la muertede
toda culpa, como si así faltáramos a la obligación de que al final ellano llegue
a ser externa, nada malo ni distinto al desierto silencioso de nuestra únicay po-
sible eternidad. Como si el que se ha quitado de manera prematura de enme-
dio atentase trágicamente contra la inocencia de la muerte, contra la obligación
de que ella no sea más que una vida expandida hasta el borde de su enigma.De
todas formas, hay que pensar —yno sólo por piedad—que el suicidio es un modo
de matar la muerte; que el suicida también concluye vitalmente y tiene,alme-
nos, un último minuto de reconciliación que reabsorbe cualquiernegatividad.
La vida mortal, el juego de la infancia. Ambas experiencias—vivir mor-
talmente, morir con inocencia—recuerdan que el mal y el bien no son contra-
rios. No pueden serlo, pues no hay mn-
nada fuera del afuera que ya estáaquí;
guna región externa que pudiera todo
salvarnos de un mal de vivir que Io tiene
dentro, incluido el bien de la más región
inconcebible trascendencia. Sihay una
externa, es a partir de experimentar unavie-
una lejanía que está dentro. De ahí
ja sentencia que ha tenido tu
manifestaciones culturales muy distintas:"Haz
vida, trabaja tu espíritu,
pues lo demás vendrá por añadidura". La trascenden-
cia es la de esta vida
material, la de una ausencia que alimenta toda inmanen-
cia,
la de una perpetua
indecisión que late en los cuerpos. Cada vida es trascendental
en su simple estar
ahí. Es esto lo que alienta en cualquier mirada, inclusoen
337
Vivientes
apitt1101V.

parecían no tener rostro ni ojos. De hecho otorgar a cada cosa un ros-


cosasque
relación con el hecho de asumir el mal como el peso laberíntico del
tiene
precio de su largo camino. Inevitables tentación y error de su larga an-
bien,el bien, de las contingencias inevitables
el mal brota de la dificultad del
dadura,
necesidad inagotable. No hay divinidad sin el peligro asociado de un dia-
desu irremediable del mal por fin empuñado, escuchado, vivido
bien sería lo
blo.El
una escena singular. Igual que existe un dédalo en cada línea recta, late tam-
en
una ley en todo caos. Tal vez sea necesario asumir que, moralismos apar-
bién
te,existetanto una banalidad del mal como una banalidad del bien. No menos
mal, los caminos del bien son inescrutables.
queeneluniversodel
Despuésvendrá lo que sea, pero la única forma de hacerse dignos de ese des-
estrabajarantes su rumor de fondo. Usar ese silencio único, darle forma.
pués
¿Haydespués,todavía, algo que temer? Sí, es posible: "Que Dios no envíe todo
Ioquepodemosaguantar", reza un viejo refrán castellano. Pero después lo que
vengadebeserparte de una vida que ya está en la inminencia de finalizar y cum-
en un momento, cualquiera. Una vida que posee la fortaleza —estoes, la
plirse
empuñada—
fragilidad de poder escuchar las señales de una necesidad inson-
dablemente
contingente.Hay que tener miedo, siempre; pero no miedo al mie-
do.Esprecisoser capacesde dialogar con lo temible. Es necesario, sobre todo
enIoirremediable,inventar una música, una forma que amanse la fiereza y le
déunapalabra,un rostro. Un modo de beatitud con lo peor, una forma de acer-
carseyconseguirque lo trágico llegue a sonreír. Es posible que lo que nos pa-
recebestial,
a distancia,sea algo que también tiene miedo y necesita ser escucha-
do,que se le
invite a entrar.
Lavidaya era inmortal antes de su primera muerte; ya era mortal antes de
suprimermomento.
Morir es una cosa de vivos y también la inmortalidad.
Pero,almenossegún
tarla• Nietzsche, hay que morir cien veces en vida para conquis-
Inmortalidad.La muerte es el dios desconocido de vivir, el necesario fon-
dooscurode la
absoluto eternidad. Es la noche central de una vida intransferible, un
inmediato
Aquellocon10que no
esPosible, se puede, no hay más remedio que aceptarlo. Más aún,
amarlo. Esto es la
razónSimone inmortalidad, haber aceptado la muerte. Tal vez
La weil escribe un día, al final de La gravedady la gracia:
esla armonía
dondeel entre el azar y el bien". Un momento, dice después Lis-
mal Yel bien no
0 existen. Tras la fatalidad de cada accidente hay
jugar• queespera.Cada
una fatalidad es un Frankenstein que está solo y quiere
monstruosidad que,
fatigada, podría llegar a sonreírnos.
ÉTICA DEL DESORDEN
338

Vuelve entonces aquella pregunta, tal vez u n poco


mos invadido la infancia, corrompiéndola desde muy paranoica.Igual
tempranocon
la
muertos
presente, a pasar al espectáculo social para que así nos a
cabalgar
ayuden -ellos enel
liaban- a ganar la batalla contra el misterio del tiempo?
Talvezsu
inquietaba, así que el espectáculo de las matanzas, las silencio
exhumaciones,
mía patológica y forense, las biografías, la constante revisión
delpasado

Si al poco de nacer el hombre es bastante viejo para morir,


recuerda
ger citando a Bôhme, también es cierto que mucho después de
habernacido el
hombre sigue siendo un niño ante la muerte. Incluso esperada,
éstatienesiem_
pre algo de increíble. La muerte es un escándalo, pero tambiénlo es
quetodo
siga igual después de ella. Un niño pequeño fallece trágicamente y dos
mujeres
que lo quieren pueden seguir enfangadas en una batalla absurda.Aveces
todo
sigue igual tras la muerte, y esto puede ocurrir hoy casi a la carrera:elmuerto
al hoyo y el vivo al bollo, pero en cuestión de minutos. Más extrañotodavía es
que la muerte, sobre todo si se la deja ser, mejore algunascosas.Nohayque
pensar solamente en la muerte del tirano. Con frecuencia se reajustalaimagen
del que ha partido, sea quien sea. Si ya era un héroe en vida, despuésseráun
mito; por eso a veces conviene no dejar del muerto ningún monumento, nin-
guna posible lugar de peregrinación o culto. A veces se agigantala proyección
de un ser humano tras su muerte, como si en vida las inevitablesmiserias nos
tapasen en los humanos esa frágil grandeza. Igual que se dice del agonizante,
que ha de reunir su vida en minutos, es posible que también los quesequedan
han de repasar —gracias a los que partieron— la muerte en el resto de susvidas.
Repasar en vida el resto de la vida es la tarea más alta, aquella frentea lacual
toda otra tarea es sólo un umbral. Únicamente el tormento de vivirhacecom-
prensible la eternidad de la muerte. Al final, sin posible traducciónracional,la
belleza le da forma a aquello que carece de fondo.
Incluso la relativa frecuencia del suicidio, a veces disfrazadode accidente,
no deja de ser indicativa de esta posibilidad afirmativa que apunta a un reco-
menzar, que apunta a una última baza que el hombre posee. Un suicidio, por
la
cierto, que no está completamente excluido del mundo animal. Apartede
en
autolisis de algunos insectos y la reproducción suicida en los salmones,0
gunas especies de lagartos y marsupiales, es constatable en algunosperrosque
-0
se dejan morir en la tumba de sus dueños, en la mutilación hasta la muerte
el morir matando—del animal trampa, en la corzaque
salvaje atrapado en la
339
Vivientes
CapítuloIV.

escondite p ara alejar a los perros de sus crías...


Tal vez este motivo,
saltade su radicalmente afirmativa que de un modo vago señala la muerte
laposibilidad
impulsa las conclusiones edificantes que a veces la filosofía ha di-
voluntaria,
el suicida.76
chosobre
ambigüedad de las cosas, no sólo el silencio del rostro hu-
Esposibleque la
anterior, de la cual cada vida sería una variación, la
mano,aludaa esta muerte
poesía, de
siluetaaccidentalde una sustancia sin nombre.77 La dificultad de la
redondez infan-
o la literatura, también de la religión, estriba en esta
lafilosofia
tecnologías vitales son analógicas con respecto
tildelamuerte.Todasnuestras
en los cuerpos. A diferencia de la infor-
aesadesapariciónque día tras día obra
mación, la dificultadactual de una experiencia, ya en la simple percepción, es
ladificultadde volversea una cercanía para la cual nunca tenemos suficientes
conceptos. ¿Cómopensar, cómo vivir hoy una individualización mortal que es
alavezun absoluto?Y esto también en estos objetos únicos, aunque se parez-
cana otrosen la serie en la que los encadena a nuestra obsesión por la seguri-
dad.Sólonuestraconsistencia social, nuestra velocidad de escape compartido
permiteignoraresta levepersonalidad de las cosas, discreta y susurrante. Todo
loindividual nos remite a nuestra individualidad, a nuestra mortal inmortali-
dad,yestoda miedo, pues nos obliga a asumir el no saber como algo simple-
mente afirmativo,única suma posible de todas nuestras posibilidades. Ésta es
larazónde que tendamos a ignorar o reprimir la individualidad de lo percep-
tible,
inclusoen las personas. Ignoramos lo que de imperceptible hay en cosas y
humanosparacolocarlasen una definición fija que nos ahorra nuestra más
Irremediable
diferencia.Individuación sin principio, diferencia por indiferen-
cia'Puesel origen de cada
ser singular es una inevitable indeterminación de
fondo.Elaura esjustamente
na,de un la llegada de ese fondo a la superficie de una esce-
semblante.
¿Cómo seríael oxímoron de un concepto individual, un universal igual a lo
desigual
de un individuo
¿quéseríaun que, como tal, carece de modelo? En otras palabras,
late concepto de comprensión infinita y de extensión igual a 1, a eso que
ahí?¿Qué
sería tal "concepto"
Periencia como algo d
esen
quese limita
virtud del a residir en unmomento vivido? La individualidad lo
planta temor y Ia posibilidad
o que guarda en cada ser —hombre, roca,
dela animal— su más íntimo
muertehace secreto. El individuo lo es porque lo absoluto
stracto: de ello algo único, imposible
la mujer, de conocer de modo general y
el hom
hablarsi no
asume la indeterminación del un. Un concepto de exten-
340 ÉTICA DEL DESORDEN
IGNACIO CASTRO
REY

Sión igual a 1 sería tan variable, tan inestable —tanincontable—como el desor-


den mismo del exterior sin concepto, de su azar e irregularidad. Por eso no nos
sirve de mucho. No es lo que llamamos un concepto, una determinaciónque
nos permita tomar distancias con las cosas, con esa masa bárbara de lo realque
nos infunde miedo. Un concepto de comprensión infinita es una obra de arte,
la fusión del intelecto —ysus "universales"—con lo singular de una presencia
cualquiera.
Una creación humana se puede hacer eterna —yvolver indefinidamente-
sólo al precio de tragarse lo intratable, lo inhumano que está en el fondo de las
cosas. Una obra de arte es ciertamente un trabajo de eterna alegría (Keats),pero
al precio de hacer de lo irrepetible el motivo de su infinita repetición. En el bor-
de mismo de lo impensable, es el misterio mortal el que nos salva de la nada,
impulsando un frágil absoluto local, un punto de concentración —solipsista ya
la vez comunista—de todo el cosmos. Ésta es aproximadamente la idea de la re-
cepción que se da en la postura de Buda, pues mientras está sentado recibeel
universo entero, recorre sin fin el nomadismo de los seres cambiantes.
iHaber nacido para vivir de nuestra muerte!, escribe Vallejo.78Digamosque
una relación absoluta con la paradoja de vivir es lo que alimenta la indepen-
dencia, igual que la cresta azulada de un iceberg reposa en una oscura masasu-
mergida. Cada individuo es una isla sin aislamiento, el frente de emergenciade
un continente sepultado. No se trata del individualismo, sino de la individua-
ción, una zona terrenal a través de cuyo ser así asoma una tierra vasta e inexplo-
rable. Visto desde sus respectivas muertes, los seres —nosólo el hombre, sino
también cada cosa—son todo y nada a la vez, una tensión singulara que reúne
lo inescrutable del universo. Una individuación por indeterminación: concep-
ad-
to de comprensión infinita y extensión única. Solamente sentido, querido,
el
mitido en su sombra, el individuo adquiere un lugar en el mundo. O quizás
bus-
individuo existe como tal a condición de que el pensamiento renuncie a
car un concepto para lo así sentido, vivido o querido.
nues-
Poco a poco, la muerte de los otros, los cercanos que fueron parte de
de un
tra vida, nos devuelve el misterio de la infancia, haciéndonos herederos
su cre-
horizonte entero que se desplaza. Horizonte que tiene su porvenir en
ninguna ba-
púsculo, pues entre nosotros y la vastedad del mundo ya no hay
el juego'
rrera. Es cierto que la muerte es una herencia grave, que hace difícil
capaces de jugar hastael
pero precisamente el reto de lo mortal es que seamos
fin, incluso con los destellos que podamos extraer de lo irremediable.
Vivientes
Capítt1101V.

no es constituir un tope externo, sino actuar como


Elproblemade un límite
que desplaza, que nos sigue mientras avanzamos. El hom-
unalíneade sombra
visto desde fuera, para los que continúan a este lado de la
bretieneun término
ha muerto. Pero esto ocurre para los otros, desde los
vidaysientenque alguien
cualeslamuerte puede ser el término de uno, un alguien que con frecuencia no
aunque la muerte le otorgue un toque de dignidad úl-
nosimportademasiado,
primeramente negativo. Por dentro, sin em-
timo.Porfuerase tiene un límite
bargo -y el mundo es vivido por dentro, en una interioridad que no cesa—,las
cosassondistintas.Vivido desde su interior, el eje extático del tiempo, el ser vi-
vientejamásse encuentra un hecho que limite el latido de la vida y su corrien-
Lo que llamamos un último minuto nunca es el último si en él
teperceptiva.
todovuelvey se repasa. No hay el momento. Cada momento es uno, un mo-
mento.Untiempo que concluye en cada aliento no puede tener fin; llena cada
unodelosmomentos imaginables. En cada momento ya ha terminado, con una
que en cierto modo le precede. Hay así motivos para entender la lon-
limitación
gevidad,
comouna prolongación de la finitud. ¿Por esta razón estamos contra
laduracióny a favor de un relevo perpetuo?
Lamuertees en todo caso algo que se tiene que hacer, hasta el final, una ta-
reaqueya estabaal comienzo y que no tiene fin. El protagonista moribundo de
American beautyrepasa en su momento final: "El Firebird de mi primo Tony,
lasestrellasde verano en el primer campamento, las hojas de los álamos de la
calledemi abuela,sus manos arrugadas. Y mi hija Jane con Carolyne, juntas en
laferia,riendoentre luces".No se trata del consuelo de la filosofa, sino de una
sabiduría mortal. Tal vez Spinoza se refería a algo así al decir que el hombre li-
brenopiensaen la
muerte. O ha pensado tanto que, asumido lo mortal en vida,
Yanopiensaen nada
que la limite por fuera. Acaso esto tenga que ver con el ex-
trañoaspectodel filósofo,
o del poeta, que a veces parecen venir del país de los
muertos. Paraalgunos extranjeros, en
muertees algo
más de un sentido, podríamos decir que
del pasado.
Eldolorde los
seres queridos que se apagan —unavez más, poco sabemos de
estefenómeno
en el mundo animal—desgarra un tejido porque ya de antema-
noelmundo
de los muertos nos
queYa,en pertenecía. O nosotros le pertenecemos. Por-
otraspalabras, la muerte era anterior y nosotros sabemos de ella:
Faltarsólo
puede el otro en
Yistencia,su reposar
Orrable sobre el pliegue de un afuera que no se posee, lo que hace
nos la faltade otro,
constituye. otro que siempre es un rostro del fondo borroso que
La fr aternidad
resiste, incluso frente a la marea numérica de la
342
ÉTICA DELDESORDEN

IGNACIO

igualdad, porque es la fraternidad de los


huérfanos. El amor resiste
a
Es importante, pues, "traer la muerte a la
existencia, pensarla
mativamente".80 Pero al pensar la muerte desde la comúnyafir-
historicidaddel
distinguir el devenir frente a la historia, entre vida Dasein,al
y filosofia,la
cilmente puede ser pensada en su escandalosa agilidad, muertedifí-
esa de la que saben
ños y los animales. En ese caso tampoco es fácil pensar el losni-
instante comoacumu-
lación del tiempo. Entonces el instante no es la puerta por
la que puedeentrar
mesías, la ley ahistórica de un tiempo el
que remata en cada pulsación.
Entonces,
por referirnos a una frase célebre de Heidegger,Kierkegaard
permanece"bajoel
imperio de Hegel", aunque éste sea probablemente entendido con el
modelode
una superación dialéctica sin retorno a la existencia (Existenz)comoinmediatez
recobrada.81Toda la cuestión estriba en que el sentido del tiempo seapensadodes-
de el "portal instante" (Nietzsche), una eternidad mortal que cabe y viveenlamás
breve duración, y no, según el modelo del canon occidental,comoresultado
fi-
nal de un proceso multitudinario que siempre dirige una elitedelpensamiento.
Es el instante, como realidad inaprensible, lo que hace absoluta a cadaexistencia
y permite después morir. Es el instante lo que hace absoluta a la individuación,
antes y después de la relatividad de una época, con todo su estruendopúblico.
Viva, toda la muerte está ya en una brizna de hierba.
Los seres se desarrollan por sí mismos, sin comienzo: LibrodelTao(XLVI).
Mundo sin fin que tampoco tiene comienzo, pues su motor es una desapari-
No
ción siempre anterior, la fuerza de un final que siempre vuelvea iniciarse.
magiade
nos queda entonces, en medio de la vorágine del tiempo, más quela
tiempo,si éste
un momento que reúne opuestos. Si el instante es el suelo del
muerte,no
cabe en un suspiro es porque su pulpa, lo impensable que llamamos
las cosassinola
ocupa lugar. Está en todas partes, en ninguna. No es el final de
en marcha. Lo cual es ya visibleen
fuerza constante de la materia, su fragilidad
y cielo, subsuelo y aire.Lasraíces
el ciclo de la vida vegetal, la alianza de suelo
cada marzo en tallos, hojasy flores.Des-
enterradas y adormecidas reverdecen
volviendo a alimentar el humus
pués, el cólquico se arruga, se seca y se pudre,
a una relaciónde
del suelo. ¿Un ser humano es algo muy distinto a la planta, fuera,noha-
Si lo
raíces y ramas, de fondo y superficie, de destino y esfuerzo? un oscuroem-
serían
blaríamos de la cara como espejo del alma. Ni los estoicos
blema para nosotros. amortajado",
de un emperador
"La amapola extrae su púrpura de la sangre por la de-
trabajado
podemos leer en las Rubayat. No hay cuerpo que no esté
343
IV. Vivientes
Capítulo

una ausencia viva, en obras. Lo cual ya es visible, sobre todo, en la


ambivalencia de cualquier presencia, en pleno mediodía. Propiamente hablan-
existe más que para los vivos. Es el temblor íntimo que expan-
do,lamuerteno
ensanchándolas en la finitud, vertiendo dudas sobre cualquier
delasvidas,
evidenciaa través de una perpetua metamorfosis. La vida es peregrina sin cesar;
cambiainclusodentro de la muerte: de ahí el temor que suscitan los cadáveres.
que nos producía el misterio del vivo, inquietud que se apla-
Lamismainquietud
sonreía, se mantiene ahora en el silencioso
cabaa vecescuando se expresaba o
reposodelmuerto.Parece que en cualquier momento el muerto se podría mo-
ver,hastatal punto la vida recuerda a la muerte. "¿Ha pensado alguien que es
afortunado nacer?Me apresuro a informarle que no es menos afortunado mo-
rir,y sélo que digo" (Hojas de hierba).
Esnecesarioreconciliarse con la inhumanidad de la muerte, como si ella tu-
vieraunainteligenciamuda. De hecho, posee la inocencia de la infancia. Más
quenosaberlo que hace, no "ha hecho" nada nunca. La muerte también repre-
sentaesareiteradaexperiencia de una subversión que se produce a partir de la
aceptación,
de una transformación que se realiza al entrar. Es necesario recon-
ciliarse
conla sombra de los muertos que nos tocan, sean o no prematuros.
Acercarse
a la sombra del muerto y dejar que nos hable, que nos proteja con
unafortalezaque está a salvo, sin nada que temer. ¿Los muertos, como se sue-
ledecir,ya nopueden hacer nada, ni por sí mismos ni por nosotros? Tal vez no,
noexactamente. Más bien confiamos en que los muertos, cuya memoria respe-
tamos,
puedanhacer algo,por sí mismos y por nosotros. De alguna manera,
todopensamiento
profundo es una comunicación con el mundo de los muer-
tos.Yaunode los
significados de la expresión "dar sepultura a los muertos" es
volver a acogerlosen la
tierra, en la penumbra del suelo que pisamos a diario.
LOcualsignifica
también asumir la cifra de su mensaje, su condición de humus
nutricio.

"Vendrá la muerte y tendrá


tus ojos" (Pavese). Para que eso no sea la deso-
deun desierto
alos de vacío, antes toda jovialidad que perdura habrá de mirar
la muerte. El recuerdo
temporal. de los desaparecidos, sin tiempo, bendice 10
Bastaúnicamente
tonces con que dejemos hacer al misterio del tiempo. En-
tendríamoscon
con vivos, los m
la devoción
esque que se tiene para con los que se han ido. Lo impor-
después no
Yla vida haya atilac:.
después se
' 0 Porque trague a la muerte", escribe Tomás de Kempis.82Si no hay
de alguna
manera lo hay, ya en la sombra que proyecta el aho-
ÉTICA DEL DESORDEN

asumirla; hacer de la muerte una decisión,


ra, es necesario hacerla del
de 10 vivo. Al
menos en el último
la perfecta imperfección coincidir
segundo,es con
hombre decida su muerte. La indecibilidad de ese instante,
el visto
pertenece al secreto de cada cual, como antes ocurrirá cien vecesen por
sobre todo, se prueba en
capitales. La libertad, el uso de la
fatalidadque
atravesado, en establecer una relación con la muerte. Hay que
dejarlaentrar )d'10óad
darle un nombre, amansarla en una morada. Esto no quieredecirtanto
queel
hombre libre no piense en la muerte como que no "piensa mal"; no
retrocede
ante ella, pues retroceder ahí es hacerlo en lo que la vida tiene en cada
casode
intransferible. Además, no se necesita pensar, pues ese espectro estápresente
en
el salto que es cada decisión. No hay ninguna decisión, aunque seasólotomar
la palabra en público para responder a una bajeza, que no ponga la muerteen
songna
juego. Es cierto que es tímido quien sabe de la muerte. Pero a la vezsóloeltí-
mido puede tener la audacia de entrar en ella, poniendo la identidadenjuego,
exol
perdiendo el rostro. dal
de
enc.
Es obvio que no cabe siquiera "preguntar de forma metódicamentesegura
cura.
por lo que será después de la muerte".83 No cabe. Si preguntamos por eldespués ynos

ya estamos desplazando la cuestión a un cuándo sin tiempo, desalojándola


del
gnciavit

tiempo que duele, aquí y ahora. La cuestión es: ¿qué dice el hecho de queexis- Deforr
lainminel
ta la muerte, mezclada con la vida, de cualquier escena tranquila y segura?
Sal-
vo que nos embarquemos con las dos manos en la superestructuradeuna pletocier

sibilidad
teleología que desplaza la muerte "más allá", y por tanto a otros, nosotrossiem-
pre estamos antes, ante una señalada posibilidad mortal. En tal sentido,Hei- alegríaVI

degger recuerda en esas páginas memorables de Ser y tiempo que "el fin es siempre absuelve

inminente para el Dasein".84No es tanto que a cada minuto muera algodeno- Debil

sotros cuanto que el tiempo, en lo que tiene de impersonal y no-nuestro,secon- tengan

centra en cada punto del espacio. El origen, con todo el abrupto gritodeun quela n

recomienzo, está muy cerca. Y esto no sólo porque el viviente siente que fueayer delavi'
la fronl
cuando nació y todo empezó.
¿Después de la muerte? Después de la muerte no hay nada, pero no porque deuna

estemos convencidos —porun materialismo positivo—de que la vida seacaba buena

aquí y "después" sólo resta el silencio. problema es más bien que la muerte
El
es algo tan enorme, tan vivo y muer-
latiente, que no admite un después.Todala
vitali

te está antes, sosteniendo el tam- atiser


más leve aliento de materia. Ella lo llena todo,
bién la más alta vitalidad. entre
Incluso la trascendencia de esta vida. Dioses,"dia-
otras cosas, el nombre que ni •
cierto olvidado materialismo —nimoderno
léctico"—le Másdeun
ha dado a esa inversión de la muerte desde la muerte.
Vivientes
CapítuloIV.
345
ha recordado que los místicos
autormoderno nos son los pensadores de
esa in-
de la energía material, y su incansable esfuerzo, con el reposo
o•midad de la de-
saparición.
Lamuerte es la cercanía de una ausencia, un no-ser que pertenece al mun-
total de los tiempos, la posibilidad absoluta
do.Esla revolución de la imposibi-
lidad,lo irreferente.85 Si la tradición moderna de la Revolución no habla con
de la muerte, ¿es posible que se deba a que de la muerte no hay nada que
frecuencia
decir,puesella ya es la revolución, la posibilidad de una revolución en cualquier
momento?Es posible, aunque nunca podremos demostrarlo. Literalmente, si
lavidapende de un hilo no es tanto por la posibilidad fatal de cualquier acci-
dente,sino por la normalidad misma de existir, con su cohorte diaria de espec-
trosinconfesables.Lo normal, estas benditas rutinas en las que descansamos,
yasonun accidente, la rama cotidiana de un temblor anterior. De esta certeza,
ltld¿düiq, delhechode que pisamos día a día un volcán, proviene tal vez la obsesión so-
cialdeexorcizar esa angustia sorda en el temor ante un accidente que se acer-
ca,esteencadenamiento de peligros exteriores con los que la sociedad se repliega
spord4ü ynoscura.En última instancia, se intenta conjurar la muerte, cambiar su pre-
salojánbli senciavital por una hipotética defunción de otros.
Deforma significativa, también se ha insistido en ello, a la certidumbre de
lainminenciamortal va unida la indeterminación de su cuándo. Es por com-
pletocierta y a la par indeterminada, es decir, posible a cada instante. Esta po-
sibilidades lo que es clave en ella, a cada paso. En medio de la más radiante
vuelvecomo la sombra de un broche irrevocable. Éste es el misterio que
alegría
Isentih?b
absuelvea la muerte, su ansia de vivir.
Debidoa una interminable sensibilidad, al hecho de que los sentidos man-
tenganuna relación incansable con la finitud, sabemos —tememoso deseamos—
quela muerte es algo destinado a los vivos. Es tan imposible encontrar un tope
delavigilia,el momento justo en que pasamos al sueño, como lo es encontrar
lafronteraentre la hecho empírico
vida y la muerte. No la hay, por más que el
deunadefunción sea en algunas
memorable. La muerte, como lo monstruoso
buenaspelículasde oscura de lo vivo,
terror, es algo intramuros, la metamorfosis
suPosibilidadsin mortal porque yace arrojado en una
término. El ser vivo es
por esa
imprevisible.Y acaba, a veces felizmente, agotado por ella,
vitalidad
ausenciade fronteras
cualquier influencia entre. El hecho de
que permite que
que10vivo, instante re-
13 solamente desde que ha desaparecido, pueda ser en un
cordadopor entero es grado de este eterno retorno de lo
vivoenla un efecto de segundo esta re-
0111 muerte, de la muerte en lo vivo. Debido a tal circularidad, a
ylj;
346
ÉTICA DEL
DESORDEN

versibilidad de los
tiempos, ¿la tragedia
bordea la necedad? linda así con la
Tal vez nadie
como un ser comediat
¿La
débil sabe de
la muelo,
Echar de menos lo
que ya no está
te en la misma presente, pero en
presencia, de un hueco virtud deuna
sentido mientras la vida que todavía pulsa.La
sigue. ¿Qué es la muertesólo
continúe, que el diálogo eternidad? Lo
con el fondo de eterno es
siga. Cuando el hombre sombra, tan interior quelafinitud
pierde la muerte es comoexterior
mo, sentimos también cuando, para los
que pierde la vida. No otros y parasí
misma vida, que el que ya hay más
no puede morir. Mientras muerto,y a vecesenla
este amor constante más tanto, la verdad
allá de la muerte, en este sigueen
detiene ante ninguna sombra. esfuerzo por durarqueno
Hasta la decisión de morir, se
bién se puede dar en un animal, una entregaque
deber significar la única
de aferrar lo absoluto de un forma,llegadoelcaso,
presente que tiene lo ausente
Cuando el que agoniza se entrega dentro.
a morir, y a sus visiones,
más, una última disposición anímica. es en otroacto
Pero última sobre todo paralos
pues lo último lo hemos otros,
vivido siempre. Se trata de una decisión,
una postura corporal, un fin de la angustia. unacalma, IbiC1

Tal vez la muerte no seproduce elho


sin una anuencia previa, sin que el hombre diga
amén o aceptela inminencia crte•
de la conclusión. Sin que el ser humano se adelante, al
menos tressegundos
an- ente
tes de que ya no tenga tiempo. Incluso aquel que nopuedemorir,pueses
dema-
siado joven —noha tenido tiempo de vivir la muerte—y se resiste desesperadamente,
ha de tener un momento final de aceptación. En último término,lavidasepue- que

de tornar tan cruel que hasta los más aferrados a ella acabenaceptando, com-
prendiendo. 011

Que ese momento sea desde fuera indecidible, mezcladoconmúltiples al-


tibajos y dudas mortificantes, es también la prerrogativa soberanadecualquier
vida. Su leyenda confirma que el secreto siempre ha pertenecidoa lasdecisio-
nes cardinales. Una cosa es segura: no se puede morir si antes no se entraenla
muerte. Todas las fábulas de una visión final, de una calma cenital-aunquesólo
gacelade-
dure un segundo— van en esa misma dirección. Los ojos fijos de una
lacual10
vorada en vivo por el leopardo aluden también a una aceptaciónsin
la muerte a la vida paraqueel
vivo no puede morir. Tal renuncia postrera pasa
nuestros antropomorfismos seengañen
tránsito se dé. Pero es posible que todos
sin sensi-
síntesis
en este punto. Así Bataille, en ese momento cercano a un Hegel
del agua'#
ble, escribe: "El animal se mueve en la vida como el agua dentro momentos
mn
jos de esta inercia antropocéntrica, la muerte es sabia y ha iluminado
Vivientes 347
CapituloIV.

Así en Hesíodo: "Pues justicia vence a violencia cuando al tér-


denuestracultura.
Sufriendo, el cándido aprende".
minollega.
Algúndía todo terminará, piensas en un día cualquiera. Y no es un pen-
samientonecesariamente triste, sino más bien una tecnología para ahondar los
espejeosde la vigilia, su potencial vitalidad. "El peor de los males, la muerte, no
significanada para nosotros, porque mientras vivimos no existe, y cuando está
presentenosotros no existimos" (Epicuro, Carta a Meneceo).Es el aconte-
cimientosiempre renovado del pensamiento, intrínsecamente mortal y en diá-
logocon lo desconocido, el que de manera paradójica aleja la muerte negativa:
"Yosoy,yo existo; pero ¿cuánto tiempo? El tiempo que pienso; porque si yo ce-
sarade pensar, en el mismo momento dejaría de existir (Meditaciones metafís-
cas,II). Todo depende de un pensamiento que no cesa,justo por su intimidad
conlo ausente. La muerte jamás se presenta como un hecho, un límite fáctico,
deigualmodo que nunca podemos notar la barrera fisica que separa la vigilia
delsueño.La muerte es un órgano de la vida. En este punto, sea religiosa o lai-
ca,la cultura pública hace con frecuencia lo que puede para defenderse de la
ubicuidadde la condición mortal, esa inocencia que se infiltra. Si es posible que
elhombreque cree en una vida ultraterrena dude al morir más que el que no
cree—al fin y al cabo, todo debe hacerse dudoso en ese trance, donde una vida
enterapasa en una imegen—es debido a que, tanto para el hombre religioso
comopara el que no lo es, es de intuición común que la eternidad sea algo que
sedeclinaen presente. Y la fortaleza del presente, en este punto clave, sea algo
quetieneuna relación intrincada con las creencias.
Debede ser muy duro para alguien comprender demasiado tarde que lo ab-
solutoesalgoque quedó atrás, en los momentos en que, por falta de coraje, no
nosatrevimosa vivir. Sin embargo,
si el hombre no tiene una deuda seria con
esacobardía—"He
cometido el peor pecado que puede cometer un hombre, no
hesidofeliz",escribe
Borges—podemos decir que está salvado. El dios de todos
loshombres,sin
excepción, está en él, sea creyente o no, El pecado es no ser fe-
lizeneltiempoque
nos toca, no atravesar la tragedia para reconciliarse con una
eternidad cuyaprimera estancia —al
lamuertesea menos—es para el tiempo mortal. Para que
nada,
(Gn3,n). Según justamente. ¿Quién te ha hecho ver que estabas desnudo?
muy distintas versiones, lo que nos expulsa del paraíso e in-
troduce la enfermedad
desnudos y la muerte en el mundo, el pecado que nos convierte en
y mortales,
manencia consiste en desobedecer a los dioses y desconfiar de la in-
mortal.
' escaparal Querer emular a los inmortales, querer saber del bien y del
tanteo propio de la condición terrenal. "La serpiente me sedu-
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REY
349
Vivientes
Capítulolu

muerte tenga que ver con esa broma de José Bergamín, tan repetida:
alládela
hasta la muerte, pero ni un paso más". Cierto, es nece-
"Estoyconloscomunistas
incluso entre anarquistas ateos. En cuanto a la muerte, todo
sariodeciralgoasí
única posibilidad de que la muerte sea un término es que su
sejuegaantes.La
penumbra se viva mientras estamos vivos, mientras la muerte es vida.
fondo no hay ni lugar ni tiempo para un más allá de la
Enestapresenciasin
mortal,pues ésta ya lo contiene todo. Lo cual no significa que poda-
latencia
descansaren una tranquila inmanencia, pues lo que la muerte indica es
Rilke—es el eje de la tierra. Ésta es la cues-
queloultraterrenal—loinvisible, diría
ha subido en algún pun-
tión,quela muerte está dentro, como un alien que se
diario
anuestranave.Lo monstruoso o diabólico es sólo el vértigo de lo
cuandono es escuchado, atendido. Como no hay ningún interior a salvo de ese
queno tiene cuerpo, siendo órgano de todos los cuerpos, no queda más
exterior
quedomarsu ferocidad inhumana al darle forma, escuchando su sentido. En
cadamonstruohay una soledad que necesita venir al reino del día. Es necesa-
rioquererel espanto, libar continuamente para el paisaje de lo visible el horror
deloinvisible.Tal vez a esto se refería esa vieja sabiduría, que en nuestro siglo
recuerdanRilkey Agamben, según la cual el diablo es el ser más necesitado de
nuestras preces. 87
Acabada la vida, se acaba también la muerte, el enigma inmortal que tene-
mosporsuelo.Talvez el final es siempre para los otros, sin que sepamos muy
biencómoviveel muerto ese límite. Por lo pronto, lo que no es nada en con-
creto,
sinoun algo sin cuerpo, no puede cesar. Quizás por esto, porque el mor-
talquesigueatravesando
capas de experiencia y también sigue girando en
nuestrascabezas,vuelve en nuestros sentimientos. Lo que llamamos un último
minuto sóloes cronológicamente el último si en él todo vuelve y se reúne. Pero
hayOtrotiempo
interior al tiempo, aunque de él poco se pueda saber. Lo trági-
coestalvezque
tengamos que otorgarle por fin un carácter absoluto a lo que
Podemos recordardel muerto. Nunca
quedesde más le veremos, pero eso no quita para
entoncessea cuando empecemos a verle. Hay seres que desde que
mueren y,como si
no estuvieran bien enterrados en el cielo de nuestra concien-
sePasan
décadasintentando decir
adiós. Como si les costara decir: Never
cualquierdios,
dela
muerte,
cualquier eternidad que se precie, tiene que pasar la prueba
probarse
enla
necesidadde
reconciliar el fondo con la superficie. En este lugar la
oglacristiana,con su
cruce de finitud e infinitud, es difícilmente supe-
350 ÉTICA DEL DESORDEN
IGNACIO CASTRO
REY

rable entre nosotros. De hecho, el materialismo moderno no ingenuo,consu


voluntad de llevar todo lo espectral a la forma y el lenguaje, es herederode ese
descubrimiento religioso...Incluso suponiendo que un descubrimientono sea
siempre religioso.Pero todas las religiones tienen su tecnologíapara superarla
muerte atravesando la muerte, para renacer desde el mundo de los muertos»
Se trata de un "suplicio asombrado, donde el dolor no es algo que nos ocurre,
sino lo que somos. Y se acepta nuestra condición como la única posible,ya que
ella es lo que existe, y no otra. Y ya que vivirla es nuestra pasión" (Lapasiónse-
gúll G. H.).
Lo absoluto ha de morir si quiere regresar eternamente. Como no tienemo-
delos externos, sólo puede medirse con el fondo oscuro de su núcleosin equi-
valencia. Lo que existe es lo absoluto de una vida, latiendo aquí de un modo
indescriptiblemente individual. Para mí, ahora aquí. Si hay vida y percepción,
y siempre la hay, no está la muerte más que como el telón de fondo de la vida.
Un segundo antes de morir —unantes que también existe para el que acompa-
ña al mortal—el vivo le pasa la antorcha de la muerte a otro. Al morir, desdeel
punto de vista de los otros, el hombre deja de ser sujeto del pensamientopara
ser objeto. Así el mortal salva todas las cosas para otro tipo de vida, más cerca-
na a la inmortalidad de la muerte. Esto es el muerto, un cuerpo mudo y en re-
poso que, por fuerza, deja una estela de inquietud. Sin pulso, el muerto sigue
latiendo, impulsando nuevas formas de vida. ¿Sólo lo muerto es, como a veces
se ha dicho, totalmente transparente? No, tampoco; ni siquiera a travésdela
urna de cristal que nos separa del cuerpo muerto. Ni siquiera con el habitual
desafecto, que roza la frivolidad, nos libraremos de esa extraña opacidaden mo-
vimiento.
La muerte es sólo la señal de que nunca sabremos qué es aquelloa lo que
dis-
llamamos vida. No existe otro enigma que el de lo visible, ningún enigma
apunte
tinto al de esta solidez del día. No es que haya una transcendencia que
no
más allá de esta inmanencia, sino que, simplemente, la vida más inmediata
en que
es dueña de sí; está sostenida en un exterior inalcanzable. "En el punto
Como
se percibe lo irreparable del mundo, en aquel punto éste es transcendente.
el mundo es —estoes, fuera del mundo "89
NOTAS

soledad, 111,op. cit., p. 201.


El laberinto de la
Paz, op. cit., p. 84.
Ioctavio OM. La sílaba sagrada,
entre los dientes, op. cit., p. 17.
'AlanWatts, infinito, ahora", con la esperanza
"El
Berger, op. cit., p. 34. Cfr. G. W. F. Hegel, Fenomenología del espíritu,
del Eros,
Han, La agonía
4Byung-chul
op.Cl del espíritu, op. cit., p. 24. Cfr. Sigmund Freud, "Más allá del principio
Fenomenología
5G.w. F.Hegel,
las masas, op. cit., pp. 92-99. Existe un decepcionante texto de Jung sobre la posibi-
psicologíade Recuer-
afirmativo la muerte. cari G. Jung, "Acerca de la vida después de la muerte",
devivirde modo ed.), pp. 305-331.
pensamientos, seix Barral, Barcelona, 1981(y
sueños,
dos, op. cit., p. 44.
6Byung-Chul Han, La agonía del Eros,

Han, Psicopolítica. Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder, op. cit., p. 49.


8Byung-Chul Abada, Madrid, 2006, p. 24.
mañana entre libros,
9CarlJ.Burckhardt, Una
sílaba sagrada, op. cit., p. 85.
10AlanWatts,OM. La dientes, op. cit.,
la economía de los muertos", Con la esperanza entre los
nJohnBerger,"Doce tesis sobre
14.
P.
12AlanWatts, OM. La sílaba sagrada, op. cit., p. 80.
la esperanza entre los dientes, op. cit., p. 127.
UJohnBerger,"Una desesperación imbatible", Con
14Ibíd., p. 14.
15Ibíd., p. 15.
AlanWatts,OM. La sílaba sagrada, op. cit., pp. 89-90.
17MartinHeidegger,El ser y el tiempo, S 47, op. cit., p. 260.
18RainerM.Rilke,Elegíasde Duino, cuarta elegía, op. cit., p. 47.
MartinHeidegger, El ser y el tiempo, S 47, op. cit., p. 260.
20RolandBarthes,La cámara lúcida. Notas sobre la fotografía, II, S 34, op. cit., pp. 142-143.
21MartinHeidegger, "¿Y para qué poetas?", Caminos de bosque, Alianza, Madrid, 1995, p. 287.
u OmayraSánchezGarzón fue una niña colombiana de trece años, víctima del volcán Nevado del Ruíz
Yde laerupciónque arrasó a su pueblo, Armero. Adquirió reconocimiento mundial al estar tres días atrapa-
daenelIodoy losrestosde su propia casa, mientras las cámaras de televisión transmitían incesantemente
susúltimas horasde vida. Durante el tiempo que Omayra pasó atrapada siempre estuvo encima de los cuer-
POSdesusfamiliaresfallecidos.
Cuando los socorristas intentaron ayudarla, comprobaron que era imposi-
ble•
Parasacarlanecesitaban
amputarle las piernas, pero carecían de equipos de cirugía adecuados y podría
fallecer.
Laotraopciónera
estaba traer una moto-bomba que succionara el cada vez más alto nivel del agua en que
sumergida. La única moto-bomba disponible estaba en Medellín, lejos del sitio, y pertenecía a Em-
presasPúblicas de Medellín,que se
negó a prestarla. Sólo podían dejarla morir. Entre el delirio y la lucidez
cercanía de la muerte, alguna entrevista trasmite
hablándolea su madre una fortaleza de ánimo excepcional:"Volveré triun-
mundial,omayra de la vuelta al colegio y a los exámenes. Rodeada de cámaras y de una expec-
losojos se mostró fuerte hasta el último momento de su vida, muriendo al cabo de tres días,
completamenteenrojecidos
Alexandr por una septicemia generalizada.
sokurov, Elegías
ángeldelas visuales, op. cit., p. 29.
la Elegíasde
ni temernada es la figura de una humanidad que consigue ya no tener nada contra
de ella. En una carta a Witold
dela las von Hulewicz, el 13de noviembre de 1925,Rilke es-
vida 'Elegías',la afirmación de la vida y
queno se halla
El ángel
la muerte se revelan como una sola (...) La muerte es el lado
de las vuelto hacia nosotros (...) no hay un más acá, ni un más allá, sino la gran unidad
Elegías e •
corno queefectuamos
corresponde nosotros': Rainer M. Rilke, Elegías de Duino, op. cit., pp. 102-106.Naturalmente,
al
eidegger—apesar de comparar al ángel de Rilke con el Zaratustra de Nietz-

351
352 ÉTICA DEL DESORDEN
IGNACIO
CASTRO
REY

sche- pone freno a esta simplicidad oriental que reasume la


muerte para la vida y lo
10 visible. Pese a todo, el esfuerzo del autor de "¿Y para qué invisible en la
poetas?" es meritorio. Cfr.
Martin Heidegger,
25"Yo pienso en cada uno de mis muertos como si todavía
estuviese vivo, y en los que
muerte ya los separase de mí", Ernst Jünger, Los titanes venideros, viven comosi la
Península, Barcelona, 1998,p. 114.
reversibilidad de la vida y la muerte y ciertos "intercambios inusuales", Sobreesta
son muy instructivas las
das "Doce tesis sobre la economía de los muertos", John Berger, Con ya cita-
la esperanza entre losdientes,
pp. 13-15. op.cit.,
26Cfr. G. Deleuze y F. Guattari, ¿Qué es la filosofía?, op. cit., p. 174.
27Marina Tsvietáieva, Borís Pasternak, Rainer M. Rilke, Cartas del verano
de 1926,op. cit., p. 156.
drich Nietzsche, Así habló Zaratustra, op. cit., p. 107. Frie-
28Byung-Chul Han, La agonía del Eros, op. cit., pp. 27-30.
29Hannah Arendt, La condición humana, op. cit., p. 17.
30 Upanisads, Siruela, Madrid, 1995, p. 121.
31Martin Heidegger, El ser y el tiempo, S 32, op.
cit., pp. 171-172. También ibíd., S 63, p. 343. Cfr. Martin
Heidegger, "¿Y para qué poetas?", Caminos de bosque,op. cit., pp. 273ss.
32Baruch de Spinoza, Ética demostrada según el orden geométrico, IV, prop. LXVII, op.
cit., p. 227.
33Byung-Chul Han, Psicopolítica. Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder, op. cit., pp. 119ss.
34G. Deleuze y F. Guattari, Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia, op. cit., p. 279.
35Martin Heidegger, El ser y el tiempo, S 53, op. cit., p. 287.
36Ibíd., S 53, p. 288.
37Baruch de Spinoza, Ética demostrada según el orden geométrico, I, Apéndice. También ibíd., II, prop.
XLIX, p. 100. Asimismo, el ya mencionado S 58 de la Monadología.
38"Lo que falta a cada cosa para representar la bondad divina fue suplido por las otras (...) su bondad
no puede ser representada por una sola criatura", Tomás de Aquino, Summa Theologica,I, q. 47,a. 1.Edición
española: Suma teológica, Tomo II, B. A. C., Madrid, 1948, p. 809. "La interdependencia de las criaturas es que-
y
rida por Dios. El sol y la luna, el cedro y la florecilla, el águila y el gorrión, las innumerables diversidades
desigualdades significan que ninguna criatura se basta a sí misma", Papa Francisco, Carta encíclicalaudato
si', Sobre el cuidado de la casa común, op. cit., p. 68. De esta insuficiencia común vendría la hermandadfran-
ciscana de todos los seres, del viento al hombre.
39Byung-Chul Han, La agonía del Eros, op. cit., p. 35.
40Es frecuente en Nietzsche, tan enfrentado a la especialización anímica, la ironía con el juegode pala-
bras entre "llamada" (Ruj) y "profesión" (Berto. Por ejemplo en Friedrich Nietzsche, Eccehomo.Cómoselle
las
ga a ser lo que se es, op. cit., p. 82. Posteriormente, dado su engarce con la ética protestante del trabajoy
pro-
reflexiones teológicas de Lutero, son frecuentes los ecos de estas etimologías. Así en Max Weber,La ética
S 55,op.cit.,
testante y el espíritu del capitalismo, III, op. cit., pp. 81-87. Cfr. Martin Heidegger, El ser y el tiempo,
Y
profesión
pp. 294-296.Existe asimismo un enjundioso análisis de la relación entre llamada, vocación(klesis),
clase en Giorgio Agamben, El tiempo que resta. Comentario a la carta a los Romanos, op. cit., pp. 29-32.
41Jonathan Crary, 24/7. El capitalismo al asalto del sueño, op. cit., p. 131.
42Ibíd., pp. 112-113.
43Ibíd., p. 36.
44Ibíd., p. 130.
45Byung-Chul Han, El aroma del tiempo, op. cit., p. 22.
46Citado por José Ángel Valente, Las palabras de la tribu, op. cit., p. 131.
47Fernando Pessoa, Libro del desasosiego, op. cit., p. 81.
48Alan Watts, OM. La sílaba sagrada, op. cit., p. 39.
49Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida, V, op. cit., p. 116.
50Ibíd., 111,p. 87. 118-120'
lugar", Con la esperanza entre los dientes, op. cit., pp.
5t•John Berger, "Dónde hallar nuestro
353
Vivientes
ítaloIV.
COP
visuales, op. cit., p. 94.
Sokurov,Elegías
52Alexandr Guattari, ¿Qué lafi losofía?, op. cit., p. 47. También, con otros matices, Gilles Deleu-
DeleuzeyF. op. cit., pp. 55 ss.
9 G. pablo, Lawrence y Juan de Patmos", Crítica y clínica,
y san Cfr. Upaniyads, op. cit., pp. 159 ss.
libro del Tao, op. cit., LX, p. 121.
El
El ser; el tiempo, S 43, op. cit., p. 255.según Heidegger, el intento de refutar el idea-
Heidegger,
en
de las cuestiones que se espereny
lismoy el embrollo filosofía no consiste en que siga faltando ahora esa prueba, sino
de la
el"escándalo pruebas", Ibíd., pp. 223-225.Talesesperanzas, propósitos y peticiones brotan de
semejantes
si cesar de 10 cual se tra-
manera ontológicamente insuficiente aquello independientemente y fuera
una porque en su
los ojos". El Dasein bien comprendido se resiste a tales pruebas
un mundo "ante llegan tarde, ibíd., p. 226.
caso de tal modo que esas pruebas siempre
cada p. 105.
paseos con Robert Walser, op. cit.,
56CarlSeelig,Mis cit., p. 37.
57AlexandrSokurov, Elegías visuales, op.
ser y el tiempo, S 46, op. cit., p. 258.
*MartinHeidegger, El "Prólogo a
de Duino, primera elegía, op. cit., p. 29. Cfr. José Ortega y Gasset,
59RainerM.Rilke,Elegías Madrid, 1951(p ed.), p. 13.
Españainvertebrada, Revista de Occidente,
edición",
lacuarta 454. p.
60G.W.F.Hegel, Fenomenología del espíritu, op. cit.,
sagrada, op. cit., pp. 20-21.
61AlanWatts,OM. La sílaba
domingo", Cien poemas, Lumen, Barcelona, 1981,p. 155.Tam-
62RobertGraves, "Canción: Ven, goza tu
placeres, op. cit., p. 57.
biénClariceLispector,Aprendizaje o El libro de los está
63"Laangustiasingulariza y abre así el Dasein como 'solus ipse'. Pero este 'solipsismo' existenciario
lugar sin mundo, que pone al Da-
tanlejosdeinstituiruna cosa-sujeto aislada en el inocuo vacío de un tener
como 'ser en
en un sentido extremo ante su mundo como mundo y con ello, ante sí mismo
ginjustamente
Martin Heidegger, El ser y el tiempo, S 40, op. cit., p. 208.
elmundo'",
"FriedrichNietzsche,Más allá del bien y del mal, S 157,op. cit., p. 108.
$ G.Cabello,A. Dafos (y otros), Carta óptinla, Farniente, Granada, 2011.
"Jean-PaulSartre, El existencialismo es un humanismo, Edhasa, Barcelona, 1999, p. 68.
67GiorgioAgamben, La comunidad que viene, op. cit., p. 55.
68G.Cabello,A. Dafos (y otros), Carta óptima, op. cit., p. 25.
69RégisDebray,Viday muerte de la imagen. Historia de la mirada en Occidente, op. cit., pp. 32-35.
70JonathanCrary,24/7. El capitalismo al asalto del sueño, op. cit., pp. 64-68.
71G.Cabello,A. Dafos (y otros),
Carta óptima, op. cit., p. 25.
72Ibíd., p. 45.
73Heráclito,
B 88 (Diels-Kranz). Felipe M. Marzoa, Historia de la filosofía 1, op. cit., p. 63.
74MartinHeidegger,
El ser y el tiempo, S 48, op. cit., p. 268.
3 AleksandrSokurov,
76 "Lloré de principio a fin", Elegías visuales, op. cit., pp. 76-78.
Baruchde Spinoza, Ética
demostrada según el orden geométrico, IV, prop. XVIII, op. cit., p. 188. Tam-
biénArthurSchopenhauer,
El mundo como voluntad y representación 2, Libro IV, S 48, op. cit., pp. 796 ss.
Deleuze,
sinembargo,
habla de "una aceptación de la muerte que hace imposible distinguirla del suicidio",
ersaciones, op. cit., p. 178.
RainerM. Rilke,
78 Elegías de Duino, cuarta elegía, op. cit., pp. 43-47.
Citadopor José
79 Ángel Valente, Las palabras de la tribu, op. cit., p. 128.
Martin
80 Heidegger,El
Ibíd., p el tiempo, S 26, op. cit., p. 137.
255.
81G.W.F.Hegel,c•
tencia de la Lógica, Tomo I, Libro I: La doctrina del ser, Solar/Hachette, Buenos Aires,
104-105.
Tomásde
83Ma . Kempis,Imitación de Cristo,
84 cap. XII, op. cit., p. 107.
Ibíd. egger,El sery el tiempo,
S 49, op. cit., p. 271.
354 ÉTICA DEL DESORDEN
IGNACIO
CASTRO
REY
85Ibíd., p. 274.
86Georges Bataille, Teoría de la religión, Taurus, Madrid, 1975,p.
29. Cfr. G. W. F.
del espíritu, op. cit., p. 404. Hegel,
87Rainer M. Rilke, Cartas a un joven poeta, op. cit., p. 85. La idea se
duplica en Giorgio
munidad que viene, op. cit., p 24. Agamben,
88Alain Badiou, san Pablo. Lafundación del universalismo, VI,
Anthropos, Barcelona,
89Giorgio Agamben, La comunidad que viene, op. cit., p 74. 1987,pp. 69-91.

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