Avalada por una amplia investigación científica desarrollada durante años, la Terapia de
Aceptación y Compromiso forma parte de las llamadas psicoterapias de tercera
generación, las más recientes dentro del campo de la psicoterapia.
La ACT, (por sus siglas en inglés y pronunciado como si fuera una sola palabra: Act) es
una psicoterapia basada en la teoría del marco relacional, que trata del funcionamiento
de la mente humana. Muchas de las herramientas mentales que utilizamos para resolver
nuestros problemas nos producen también sufrimiento.
La ACT reta y pone en entredicho algunas de las ideas más arraigadas del pensamiento
convencional. Por ejemplo, algunas de las ideas sostenidas por la ACT son las
siguientes:
Tal vez sientes ansiedad social y piensas que dicha ansiedad te impide tener una vida
social satisfactoria, pero eso no es cierto. O puede que padezcas dolor crónico y piensas
que el dolor te impide tener la vida que desearías tener, pero la ACT te enseña que eso
tampoco es cierto.
La ACT te ayuda a relacionarte con tus problemas emocionales de otra manera y esto
hace que cambie el impacto que esos problemas tienen en tu vida. Es decir, tu ansiedad
(o baja autoestima o depresión…) no es en realidad el problema; el problema es el modo
cómo te relacionas con tu ansiedad y el impacto que genera en tu vida, impidiéndote
vivir. Si nada ha cambiado hasta ahora y sigues con tu ansiedad, es porque todavía no
has abordado el verdadero problema.
Tal vez tu problema te ha acompañado durante años, haciéndote sufrir, lo que significa
que tus intentos por superarlo no han funcionado. De hecho, es muy probable que los
métodos que has estado usando para tratar de solucionar tu problema hayan pasado a
formar también parte del problema, porque las típicas soluciones de sentido común no
funcionan. Para encontrar la solución adecuada primero necesitas saber cómo funciona
tu mente.
La ACT afirma que el dolor emocional es normal, existe y existirá siempre y jamás
podrás librarte totalmente de él. No hay ninguna persona que no haya experimentado
dolor emocional en algún momento de su vida y no hay nadie que esté al mismo tiempo
vivo y libre de problemas en todo momento. ¿Significa eso que estamos destinados a ser
unos desgraciados? No, porque a pesar del dolor podemos tener vidas satisfactorias y
plenas.
El tren de pensamientos
Los pasajeros en el autobús
Phishing o la mente estafadora
No dejes que tu mente te lleve a bailar
Pon nombre a tu mente
El tren de pensamientos
Esta técnica sirve para observar tus pensamientos desde fuera y no dejarte atrapar por
ellos, a no dejar que tus propios contenidos mentales te controlen y dominen, y darte
cuenta de que hay una gran diferencia entre observar tus pensamientos y observar desde
tus pensamientos. Cuando observas desde tus pensamientos, te fusionas con ellos,
interpretas el mundo desde ellos, los crees al 100% aunque no sean verdad y ellos te
dominan.
Para usar esta técnica, imagina un tren formado por muchos vagones. Tú estás en un
puente, observando el tren pasar. En cada vagón hay un letrero y cada pensamiento que
tienes está escrito en ese letrero. Puede estar escrito con palabras o puede estar
representado como una imagen. Lo único que tienes que hacer es observar sin meterte
en el tren ni hacer que pare, sino dejándolo fluir, viendo cómo los pensamientos
aparecen en los vagones y se van alejando hasta desparecer.
Cuando notes que tu ansiedad,obsesión, etc. te está atrapando, imagina el tren, imagina
que pones cada pensamiento que aparezca en tu mente en el letrero de un vagón del tren
y luego observa cómo se aleja. Si piensas que esta técnica no funciona o que lo estás
haciendo mal, pon esos pensamientos también en un letrero de un vagón del tren.
Esta técnica sirve para quitarle poder y fuerza a tus pensamientos desagradables.
Imagina que eres el conductor de un autobús lleno de pasajeros. Los pasajeros son tus
propios pensamientos, emociones, recuerdos, sensaciones, etc. En un momento dado,
los pasajeros pueden amenazarte: te insultan, te critican, te dicen que huyas, te dicen
que no vales nada, etc.
Hasta ahora, es probable que lo que hayas hecho sea tratar de mantener a los pasajeros
sentados en la parte trasera del autobús, intentando que no digan nada ni se acerquen a
ti. Pero al hacer eso, estás dejando que te controlen, porque si sabes que un pasajero te
va a insultar en cuanto gires el autobús a la izquierda, es probable que simplemente
evites siempre girar a la izquierda para mantenerlo callado. Tal vez te engañes diciendo
que en realidad eres tú quien no quiere girar a la izquierda, pero la verdad es que tus
pasajeros te están dominando.
Pero ahora puedes hacer algo diferente: cada vez que los pasajeros de tu autobús te
amenacen, detén el autobús, escucha lo que los pasajeros dicen, pregúntate qué pasajero
te está amenazando y qué dice, deja que se te acerquen, deja que te amenacen si quieren,
no discutas con ellos, tan solo deja que estén ahí, y a pesar de todo eso, haz lo que
deseas hacer, como torcer a la izquierda con todos los pasajeros gritándote y
amenazándote.
Phishing o la mente estafadora
La mente humana actúa a menudo como uno de estos estafadores, porque te dice algo,
te hace creer que lo que dice (el pensamiento que surge en tu mente) es totalmente cierto
y que es necesario que actúes de inmediato para remediarlo. Una vez que tu mente te ha
enganchado de este modo, puedes tener problemas.
Al igual que esos emails de los estafadores, el mensaje de tu mente es negativo, te insta
a la acción inmediata y sin pensar, te plantea la situación en términos de blanco y negro,
pretende no dejarte otra alternativa de actuación más que la que el estafador quiere, te
anima a hacer algo urgente o a evitar algo de inmediato.
¿Qué puedes hacer para que esto no suceda? Lo primero es detenerte, no actuar, sino
quedarte quieto y observar el mensaje de tu mente. Observa el mensaje y date cuenta de
que es tu mente hablándote a ti, no eres tú. Tu mente es una herramienta que te
pertenece, no es quien te controla. Por tanto, no dejes que tu mente te estafe y te obligue
a hacer lo que quiere que hagas sin pensar. Detente y decide lo que quieres hacer tú.
Cuando estás dándole vueltas y más vueltas a un pensamiento sin que eso te lleve a
ninguna parte (rumiación) podemos decir que tu mente te ha llevado a bailar (sin pedirte
permiso, seguramente).
¿Cómo evitar que te pase esto? Simplemente rechaza esa invitación a bailar. Tú tienes el
control, no tu mente. Date cuenta de lo que está pasando y exprésalo con palabras:
"Vaya, mi mente quiere llevarme a bailar." Y luego rechaza esa invitación.
Pon nombre a tu mente
La mente humana está casi constantemente emitiendo una charla que lo juzga y lo
evalúa todo. Saber distanciarnos de los contenidos de nuestra mente ayuda a que esos
contenidos no nos atrapen y podamos elegir libremente a cuáles de ellos vamos a
prestarles atención y a cuáles no.
Un modo de hacer esto consiste en poner nombre a tu mente. Puede ser un nombre de
persona, como Susana o Carlos, o un nombre descriptivo, como Mente Reactiva, según
prefieras. Luego, cuando surja algún pensamiento en tu mente, puedes decir: "Mente
Reactiva está diciéndome que no puedo hacer esto bien". Después, tú decides si te lo
crees o no. Como ves, expresarlo con esas palabras es muy diferente a decir desde el
principio: "yo no puedo hacer esto bien".
Es fácil comprobarlo. Piensa en algún suceso que te haga enfadar, centra toda tu
atención en lo que esa "horrible" persona te hizo, en lo desagradable que es, en lo
injusto que es, en tus deseos de venganza… Conforme haces esto, tu ira va en aumento,
porque te estás sumergiendo voluntariamente en ella, centrando toda tu atención en ella
y alimentándola. Y lo mismo sucede con el resto de emociones negativas en las que las
personas nos hundimos con mayor o menor frecuencia.
Cuando esto sucede, las emociones y pensamientos que pasan por tu mente te atrapan,
te dominan. Son ellas las que tienen el control de ti, cuando debería ser al revés.
El problema es que nos sentimos identificados con nuestra propia mente y todo su
contenido, con nuestras emociones, pensamientos, ideas, recuerdos, como si vos fueras
todo eso. Pero esto no es del todo cierto.Vos y los contenidos de tu mente no son la
misma cosa. Lo que hay en tu mente va cambiando de un momento a otro, de un día
para otro. Puedes estar triste y después alegre; puedes sentir una ira intensa que se te
pasa al cabo de un rato; puedes sentir vergüenza, compasión, empatía; puedes mirar a tu
pareja y verte invadido por un profundo amor, pero al día siguiente puedes enfadarte y
pensar que no la soportas. Puedes pensar que quieres algo y luego cambiar de opinión y
más tarde volver a cambiar de opinión de nuevo. O puedes creer algo y luego darte
cuenta de que era una tontería sin fundamento.
¿Por qué, entonces, deberíamos sentirnos identificados con ese mar cambiante? ¿Por
qué dejar que te atrapen sus olas? Si dejas que eso suceda, te verás arrastrado por esas
olas, vapuleado por ellas; te revolcarán, te ahogarán, te harán sufrir. Vos has de ser
como el surfista que navega sobre esas olas controlándolas, no se identifica con ellas, no
deja que lo atrapen, sino que las utiliza a su antojo, para pasarlo bien y disfrutar.
Vos podes hacer lo mismo con los contenidos de tu mente. Podes elegir no dejar que te
atrapen, no creerte todo lo que tu mente te diga, no tomarte en serio todo lo que surja en
ella, no revolcarte en las emociones dolorosas tratando de luchar contra ellas. Cuando
una ola especialmente violenta surge, el surfista cae de la tabla aceptando que así son las
cosas, que a veces aparecen olas desagradables. Pero el surfista no trata de huir de esa
ola porque sabe que eso es imposible, simplemente la acepta, sabe que hay olas malas a
veces y las acepta, deja que lo tiren de la tabla y luego vuelve a subirse a ella en cuanto
puede, centrando su atención en las olas que tiene delante en ese momento, en deslizarse
sobre ellas y seguir disfrutando.
Los contenidos desagradables de tu mente son como esas olas. El surfista las observa,
no huye de ellas, las siente, deja que le impacten si así debe ser y luego las deja pasar y
vuelve a subir a la tabla de nuevo para seguir haciendo aquello que desea hacer. Las
olas difíciles no se lo impiden.
Aprende a ver los contenidos de tu mente como olas que van y vienen, observa esas
olas, descríbelas: "Acaba de surgir una ola llamada ira, es muy grande y parece
devastadora, creo que lo mejor es no hacer nada y dejar que pierda su intensidad", o
bien, "Ha surgido una ola de tristeza en mi interior, tiene un color gris oscuro y es densa
y fría". Al hacer esto estás aceptando y reconociendo los contenidos de tu mente, pero al
mismo tiempo te estás distanciando de ellos lo suficiente como para no dejar que sus
olas te atrapen y te lleven hacia el fondo en una espiral que las va intensificando cada
vez más hasta ahogarte.
No podes evitar el dolor, pues forma parte de la vida, no puedes evitar que surjan
contenidos desagradables en tu mente, pero sí podes evitar que te atrapen y te arrastren
al fondo, podes optar por no identificarte en exceso con ellos, podes elegir qué olas de
tu mente quieres surfear y qué olas vas a dejar pasar, podes optar por aceptar cualquier
cosa que surja en tu mente, sin pretender huir, porque ese es el único modo de que
pierda su fuerza y se desvanezca. Y es que los contenidos de tu mente, por muy intensos
que puedan llegar a ser, son como las olas, de manera que siempre se acaban
desvaneciendo, a no ser que los alimentes al dedicarles una atención excesiva, al
pretender luchar contra ellos en vez de dejar que suceda lo que tiene que suceder cuando
una gran ola viene directa hacia ti: caerte encima, tirarte al agua y desaparecer.
Generalmente, cuando las personas se definen a sí mismas, hablan de sus roles (ser
madre, padre, amigo, trabajador, etc.) o de sus sentimientos, sus emociones, sus valores,
sus sueños o sus metas. Es cierto que todo eso constituye la identidad de una persona,
pero hay algo más.
Para descubrir ese "algo más" puedes hacer un ejercicio muy sencillo. Consiste en
sentarte cómodamente en un lugar silencioso y tranquilo, cerrar los ojos y empezar a
visualizarte en todos los roles de tu vida, uno a uno y a lo largo del tiempo. Así, te verás
a ti mismo/a siendo un bebé, un niño, hijo, estudiante, esposo, compañero de trabajo,
amigo, etc.).
Después, harás lo mismo con todo lo que pasa dentro de ti: tus emociones, tus ideas, tus
valores, tus sueños, tus pensamientos, observando cómo van pasando por tu mente en
constante sucesión, desde fuera, como si estuvieras viendo una película en el cine donde
observaras tu propio interior.
Al hacer esto, te darás cuenta de que hay una parte de ti que es el observador. No solo
eres un hijo o un padre o madre, sino también aquél que se observa a sí mismo siendo
ese hijo o esa madre. Conforme te observas en todos tus roles y en todos tus eventos
privados (emociones, pensamientos, etc.), te darás cuenta de que siempre hay algo que
permanece, una parte que es simplemente observadora, que está ahí a lo largo del
tiempo, desde el principio, observando desde fuera, incluso tus propios sentimientos,
como el miedo, la ira o el amor.
Por tanto, aunque tendamos a identificarnos con nuestros roles y nuestros eventos
privados, en realidad no es eso lo que somos. Podes sentir la ira o el miedo, pero
también podes observarlo desde fuera, convirtiéndote en ese observador dentro de ti.
Esto significa que sos mucho más que una serie de roles, más que tus emociones, más
que tus pensamientos; sos el observador, y cuanto más consciente seas de la existencia
de ese observador en tu interior, más capaz serás de separarte de los productos de tu
mente (los eventos privados) y de tus roles, siempre cambiantes y transitorios, que no
solo no definen lo que de verdad sos, sino que cuando te identificas en exceso con ellos,
te resulta mucho más difícil separarte de tus estados mentales o emocionales negativos y
actuar con serenidad. Vos podes verte consumido por el dolor o por el miedo, pero no el
observador que hay en ti. Es una parte que no puede ser dañada, porque está más allá de
lo que habitualmente crees que sos.
La próxima vez que sientas miedo (u otra emoción que no deseas sentir), que te
obsesiones, o que acuda a tu mente alguna idea desagradable, acuérdate del observador
en ti y conviértete en él o ella para observar ese miedo, ese pensamiento, desde fuera.
Con la práctica verás cómo hacer esto te servirá de gran ayuda en muchas ocasiones,
sobre todo cuando te sientas atrapado por lo que pasa en tu interior, por tus roles, por tu
vida, por el mundo. A veces todo eso nos abruma y nos ahoga. Es entonces cuando
debemos recordar al observador para convertirnos por un momento en él o ella.
La evitación experiencial
Esto hace que, con el tiempo, la vida de una persona se vaya "encogiendo" cada vez
más, ya que las situaciones que se evitan son cada vez numerosas, y los pensamientos,
recuerdos o emociones que tratan de evitarse se hacen cada vez más abrumadores e
insoportables. Es decir, cuanto más luchas contra ellos, más crecen. Con el tiempo, la
capacidad para estar en el momento presente y disfrutar la vida se va desvaneciendo,
porque tu vida se centra en evitar lo malo, en vez de salir en busca de lo bueno.
La mayoría de las personas no logran superar sus problemas emocionales porque las
estrategias que están utilizando para intentar hacerlo consisten en modos de tratar de
evitar sus experiencias. Es decir, buscan desesperadamente la manera de tratar de evitar
sentir lo que sienten y de evitar pensar lo que piensan o recordar lo que recuerdan.
Por ejemplo, imagina que está nevando y que esos copos de nieve representan tu propia
experiencia interna (sentimientos, pensamientos, etc.). Cuando ves caer los copos de
nieve empiezas a luchar contra ellos, tratando de golpearlos con fuerza para evitar que
te toquen, pero cuanto más luchas contra ellos, más te agotas y, demás, tu lucha no
impide que sigan cayendo, sino que en realidad nieva cada vez con más intensidad.
Entonces, decides cambiar de estrategia y te propones aceptar los copos de nieve, dejas
de luchar contra ellos, te quedas inmóvil bajo la nieve y sientes cómo los caen
lentamente sobre ti. En ese momento te das cuenta de que apenas los notas, de que
puedes soportarlos, puedes seguir caminando a pesar de ellos, e incluso puedes llegar a
tu destino a pesar de la nieve cayendo sobre ti.
Con tu experiencia interna has de hacer lo mismo que con los copos de nieve: obsérvala,
sé consciente de lo que sientes, ponle nombre y deja que caiga sobre ti y, como los
copos de nieve, se desvanezca al tocarte.
¿Te ha pasado alguna vez que llegas a una habitación a hacer algo y no recuerdas qué
era? ¿O tal vez acabas de salir del coche y, tras caminar unos pasos, te detienes porque
no recuerdas si lo has cerrado con llave? ¿O puede que, de repente, te des cuenta de que
empezaste a hacer algo y lo dejaste a medias sin ni siquiera ser consciente de ello ni
tener la más mínima intención de dejarlo inacabado?
Si te encuentras con frecuencia en este tipo de situaciones puede ser debido a que no
estás prestando atención al momento presente, sino que tu cabeza está a menudo en otra
parte, en el futuro, en el pasado, dando vueltas a algún problema, fantaseando,
imaginando o preocupándote por cualquier cosa.
Al no estar presente mientras haces muchas de las cosas de tu día a día, no es raro que
se produzcan estos olvidos. No recuerdas si has cerrado el coche porque, mientras lo
hacías, no eras consciente de ello, no estabas en el presente porque tu mente estaba en
otra parte, tal vez pensando en algún problema o asunto que te preocupa, o tratando de
huir de una realidad que no te gusta.
Cuando no estás en el presente es como si fueras con el piloto automático, haciendo
muchas cosas de manera inconsciente. Cuando debes hacer algo más complicado, que
requiere más atención y concentración, es posible que logres abandonar ese estado de
piloto automático durante un rato, para volver a él enseguida y pasar así la mayor parte
del tiempo.
Este no estar presente implica una desconexión con uno mismo. Incluso aunque no te
des cuenta es, en sí misma, estresante porque genera incertidumbre e inseguridad, te
aleja de tu propio interior y te impide vivir el momento, además de los problemas y
contratiempos que pueden crearte tus propios olvidos y despistes.
El estado de piloto automático no solo afecta a tus experiencias externas, sino también a
las internas, como tus propias emociones, de manera que puede que tampoco seas del
todo consciente de lo que sientes, no solo de lo que haces. Al fin y al cabo, tus
sentimientos las vives ahora, en el presente, en cada instante, y si no estás en el
presente, tampoco estás siendo consciente de tus propias emociones y sentimientos, o de
tu propio cuerpo.
La solución, por tanto, consiste en proponerse ser más consciente de todo lo que haces,
aunque se trate de algo tan simple como salir de tu coche y cerrar la puerta. Si eres
planamente consciente de lo que haces en cada instante, lo recordarás. Y conforme
vayas siendo más consciente de todo le que haces durante el día, de lo que estás
viviendo en cada momento, te darás cuenta de que te sientes mejor, tu mente y tu cuerpo
están más relajados y estás más en contacto contigo mismo.
En general, cuanto más cerca está una persona de sí misma y más conectada con su
propia experiencia, tanto interna como externa, mayor es su bienestar emocional y su
sensación de calma interior. Por desgracia, a menudo nos alejamos de nosotros mismos
justo en los momentos en que más necesitamos de esa calma emocional; es decir,
cuando tenemos problemas. Pero es en esos momentos cuando más necesitas hacer justo
lo contrario: ser más consciente de lo que haces, dices y sientes, estando tan solo en el
ahora y controlando tu propia mente para que no deambule sin permiso. Por supuesto,
esto no significa que haya algo malo en fantasear, preocuparse por algo o soñar
despierto, siempre y cuando elijas voluntariamente el momento para hacer eso, en vez
de dejar que tu mente te arrastre en los momentos menos oportunos.
El cuerpo del miedo
En su libro Calming your anxious mind (calma tu mente ansiosa), Jeffrey Brantley
utiliza esta expresión para referirse a una especie de trance en el que a veces podemos
vivir. El cuerpo del miedo tiene su propia bioquímica y su propia inteligencia, y se
perpetua mediante pensamientos, emociones y conductas automáticas (hábitos).
El maestro de meditación Eckart Tolle lo llama el cuerpo del dolor y lo define como
energía vital atrapada que puede convertirse en nuestra identidad y causarnos dolor
mientras no seamos conscientes de su existencia.
Si estamos ansiosos o asustados con frecuencia, el miedo o ansiedad activan una serie
de mecanismos fisiológicos que se convierten en nuestro estado habitual, formando así
el cuerpo del miedo. Con el tiempo, nos acabamos habituando a estos estados
emocionales activados por el miedo, la ansiedad o cualquier otro estado negativo.
La neurocientífica Candace Pert explica que tenemos una inteligencia adaptativa que
dirige todos los sistemas corporales y estimula la conducta. Nos volvemos adictos a
sustancias como la heroína o marihuana porque nuestros cuerpos tienen receptores para
estas sustancias. Mediante un mecanismo similar, explica Pert, también nos podemos
volver adictos a nuestros estados emocionales, positivos o negativos, porque nuestros
cuerpos tienen receptores para los productos químicos (péptidos) que las emociones
producen. Ella llama a estos péptidos las moléculas de las emociones. Así, nos
habituamos a ciertos estados emocionales como el miedo o la ansiedad y necesitamos
producir los mismos pensamientos y emociones una y otra vez para darle al cuerpo los
péptidos a los que se ha habituado. Es decir, podemos hacernos adictos al miedo, la
ansiedad, la depresión, el autodesprecio, etc.
Pero el cerebro puede cambiar durante toda la vida, y las emociones y pensamientos
influyen en ese proceso de cambio, siendo capaces de modificar nuestro cerebro. Como
han demostrado las investigaciones del doctor Richard Davison, de la universidad de
Wisconsin, nuestros cerebros cambian en función de cómo los usamos. Los estados
mentales y emocionales a los que prestamos más atención cambian nuestros cerebros
para que experimentemos más veces esos estados. Es decir, "nuestras mentes cambian
nuestros cerebros para dar expresión a lo que nuestras mentes quieren o a lo que se han
acostumbrado."
El problema surge cuando nos habituamos a estados emocionales que nos perjudican y
nos sentimos tan identificados con ellos que parece que es así como somos; entonces
decimos: soy tímido, no me gusta salir, soy ciclotímico, soy ansioso… No obstante, la
próxima vez que digas algo así, párate un momento a pensar y pregúntate: "¿Es eso lo
que realmente soy o simplemente es algo a lo que me he habituado? ¿Y si decido
habituarme a algo diferente?
Cuando nos encontramos con algo desagradable, ya sea en el exterior (como alguien que
sufre) o en nuestro propio interior, en forma de pensamientos, recuerdos o emociones
dolorosas, nuestra primera reacción suele ser casi siempre la huida. No queremos verlo,
ni sentirlo, sino tan solo que desaparezca y no vuelva nunca más. Por desgracia, esa
huida solo sirve para que nuestros propios demonios sigan persiguiéndonos sin
descanso.
Y es que estas estrategias nunca son efectivas, sino que, por el contrario, causan aún
más dolor y lo mantienen en el tiempo, sin que nada se resuelva. Ni la huida, ni
esforzarte por no ver o no sentir, ni luchar con todas tus fuerzas para que esto tan
desagradable y doloroso desaparezca, sirven de nada.
Es precisamente el camino opuesto el que te llevará hacia esa paz interior que andas
buscando. Y lo cierto es que es un camino mucho más sencillo y suave, sin intensas
luchas o enfrentamientos interiores. Consiste simplemente en observar lo que hay
dentro de ti, sin miedo, aceptando que eso es lo que hay, observando y escuchando en
silencio, sin hacer nada más que ver.
Se trata de prestar atención a lo que sientes, ser plenamente consciente de que estás
sintiendo tristeza, o ira, o vergüenza, etc. En vez de hacer todo lo posible por dejar de
sentirlo, lo aceptas y lo observas, porque todas esas emociones o recuerdos
desagradables no desaparecen luchando contra ellos, sino mirándolos a los ojos.
Ver significa ser capaz de ser plenamente consciente de lo que hay dentro de ti.
Tal vez en un momento dado sientes una tristeza tan profunda que tienes ganas de llorar
o incluso de dejar de existir. Pero que la estés sintiendo no significa que la estés viendo.
Lo que estás haciendo es identificarte con ella, ser esa tristeza, inundarte de ella, de
manera que la haces crecer cada vez más. No la ves, no la observas, tan solo te
conviertes en uno con tu tristeza y así te inunda por completo.
Ver significa ser dos: el que siente y el que ve u observa ese sentimiento; o bien el que
piensa y el que observa el pensamiento. Jamás te librarás de aquello que no ves, por
mucho que lo sientas.
Por mucho que te esfuerces en no sentirlo seguirá ahí. Tu propia lucha y deseo de
librarte de ello lo alimentará y lo hará más fuerte.
Por tanto, cuando sientas esa emoción que no deseas sentir o aparezca en tu mente ese
recuerdo desagradable, simplemente detente y obsérvalo. Es como si le hicieras una foto
y luego miraras la foto con detenimiento, centrando toda tu atención en ella plenamente.
Verás entonces que empieza a perder fuerza y comienza a desvanecerse. Porque esa es
la esencia de tu mente y la esencia de todo: nada permanece. Cuando observas una
emoción o recuerdo y lo dejas estar, aceptas que existe y sencillamente te quedas ahí,
mirándolo directamente, no puede hacer nada más que perder fuerza. Haz la prueba:
imagina por ejemplo la letra A en tu mente. Cierra los ojos y centra plenamente tu
atención en la A, sin juzgarla, tan solo reconociendo su existencia en tu mente, su
presencia. Al principio la ves claramente, pero luego se va desdibujando, deja de tener
intensidad y fuerza, e incluso puede dejar de tener sentido y se desvanece. Solo si te
horroriza, si luchas contra ella y temes su aparición, la estás creando una y otra vez en
tu mente, evitando que desaparezca.
Observar lo que sucede dentro de ti no solo te ayuda a tener una mayor paz mental, sino
que también te ayuda a conocerte mejor. Tal vez te preguntes, ¿cómo el simple hecho de
observar puede tener algún efecto? Lo cierto es que algo tan sencillo como observar
aceptando el contenido de tu mente, no solo evita la huida y la lucha sin sentido, sino
que hace que tu perspectiva cambie. Dejas de sentirte totalmente identificado con lo que
sientes. Como decía más arriba, dejas de ser uno con tu dolor.
No obstante, solo hay un modo de entender realmente lo que sucede; y ese modo es
practicar. La meditación puede ser un gran punto de partida para aprender a ver, así
como practicar el mindfulness en tu vida diaria y tus experiencias cotidianas.
¿Qué es el Mindfullness?
Mindfulness significa ser consciente del momento presente de manera continua, sin
juzgarlo, aceptándolo tal y como es, sin tratar de controlarlo, estando tan concentrados
en el momento presente y en cada uno de sus detalles y matices, que el observador y lo
observado casi se convierten en uno.
Es un estado que te ayuda a sentirte relajado, alerta y en paz. Los estudios realizados
demuestran que reduce el estrés, hace que sea más fácil soportar el dolor, reduce la
depresión y aumenta la autoaceptación y autoconocimiento. Te ayuda a despegarte de
tus propias reacciones, a verlas desde fuera y con mayor claridad y perspectiva. Pero
sobre todo te ayuda a controlar tu mente y todo lo que sucede en ella: pensamientos,
emociones, recuerdos, imágenes mentales. El mindfulness te ayuda a tomar las riendas
de tu mente.
Sin embargo, puedes ser consciente de que estás desayunando pero, al mismo tiempo, tu
mente está llena de todo tipo de pensamientos y preocupaciones, y además, puedes estar
viendo la tele o leyendo al mismo tiempo. Eso no es mindfulness, puesto que de este
modo solo una pequeña parte de tu conciencia está implicada en el acto de comer, y solo
eres parcialmente consciente de las sensaciones, emociones o pensamientos que
experimentas.
Cuando tu mente está en todas partes y en ninguna, eres solo mínimamente consciente
de tus pensamientos, y éstos son capaces de vagar libremente, sin control. Estas
haciendo varias cosas, pero no hay una intención, un propósito. Y precisamente ese
propósito es la parte más importante del minfulness. Cuando no practicas mindfulness
en lo que haces, y por tanto no hay un propósito claro en tus actos, todo en tu interior
vaga libremente, acuden emociones o pensamientos a tu mente, centras tu atención en
una cosa, al azar, luego en otra, también al azar, no hay control de tu estado interno,
estás a merced tanto de los estímulos externos como internos, como si estuvieras en un
mar que te lleva de un lado a otro, saltando de ola en ola, de una corriente a otra.
Mindfulness significa estar en ese mismo mar, pero sintiendo una corriente determinada
en la cual decides, libremente, concentrar toda tu atención, siguiéndola voluntariamente,
dejándote arrastrar por ella, siendo plenamente consciente de esa experiencia y dejando
ir todas las demás. Es decir, el resto de los estímulos, como el ladrido de un perro, un
pensamiento, una imagen mental, simplemente lo observas, te das cuenta de que está ahí
y luego lo dejas ir, como si te atravesara y se desvaneciera, volviendo a centrar tu
atención en tu experiencia.
Las personas crean roles e identidades sociales y se describen o definen como personas
en base a ellos. Dicen: soy un profesor, una madre o padre, un médico, un buen amigo...
Pero también se definen en base a sus propios problemas emocionales: soy un ansioso,
un deprimido, un tímido… A menudo estas identificaciones, cuando son sanas, resultan
útiles, pero cuando nos aferramos a ellas de una manera rígida e inflexible pueden
resultar perjudiciales, porque realmente llegas a creerte que es eso lo que eres.
Una vez que te lo crees, tiendes a reaccionar de modos que confirmen esta creencia. Te
fijarás solo en los datos o hechos que la confirmen e interpretarás los sucesos neutros
como si también confirmaran tus creencias. Así, si piensas que no gustas a nadie,
interpretarás un gesto de cansancio de otra persona como un rechazo hacia a ti, y si
alguien rechaza tu invitación a ir al cine pensarás que no quiere ir contigo porque no le
gustas.
Hay una idea que es muy importante para empezar a cambiar: tú no eres esa identidad
que has construido, no eres esa identidad ansiosa, temerosa, depresiva o tímida; eres la
conciencia que observa dicha identidad.
Piensas, sientes, te comportas y reaccionas de determinados modos y crees que todo eso
es lo que tú eres. Por ejemplo, piensas que tienes miedo de hacer algo, que los demás
reaccionarán mal, que te van a rechazar, evitas hacer ciertas cosas que deseas hacer,
sientes tu corazón acelerado, etc., y en base a eso te defines como una persona ansiosa,
llegas a la conclusión de que ese conjunto de estados mentales y conductas eres tú. Y
esta es precisamente la idea que has de empezar a cambiar. Tú no eres tus estados
mentales, eres quien los observa. Tú no eres los productos de tu mente. Tus
pensamientos, ideas, imágenes mentales o recuerdos son productos de tu mente y no
necesariamente has de identificarte con ellos, a no ser que así lo decidas libremente. Si
en tu mente surgen pensamientos de autocrítica o autodesprecio, recuerdos dolorosos,
preocupaciones por la posibilidad de ser humillado, etc., esos son los productos de tu
mente, y no necesitas verlos como ciertos, ni identificarte con ellos, ni siquiera
evaluarlos o juzgarlos; puedes limitarte simplemente a verlos.
Si has oído hablar de la terapia cognitiva, conocerás la importancia que tiene el
pensamiento para moldear tu conducta y tu vida y cómo puede serte de gran ayuda
aprender técnicas para cambiar tus pensamientos por otros más constructivos, pero esto
no es lo único que puedes hacer con tus pensamientos. También puedes usar un enfoque
basado en mindfulness y observar tus pensamientos, emociones u otros estados
mentales sin hacer nada con ellos excepto reconocerlos, "saludarlos", darte cuenta de
ellos, aceptar que están ahí, dejar que se queden, dejarlos estar y luego dejarlos pasar y
desvanecerse. Si reconoces que tus pensamientos no te definen, no siempre vas a
necesitar cambiarlos.
¿Necesitas relajar la mente de una manera divertida y sencilla? Haz esta meditación en danza y
empieza a recibir los beneficios del baile para relajar tu mente y tu cuerpo inmediatamente.
El baile ofrece muchos beneficios para tu salud, a nível físico , mental y emocional.
Cuando bailas te pones en contacto con tu cuerpo, liberas estrés y tranquilizas tu mente.
Estos beneficios se duplican si bailas de una manera meditativa, siguiendo tus impulsos
naturales.
Para hacer una meditación de danza, no necesitas saber pasos de baile específicos ni
rutinas de baile. Solamente necesitas estar dispuesta o dispuesto a mover tu cuerpo de
una manera espontánea.
un espacio despejado,
ropa holgada que te permita libertad de movimiento,
música de relajación.
Escoges un espacio despejado que tenga suficiente espacio vacío para que puedas
bailar con libertad. Asegúrate que la temperatura de la habitación es apropiada para
que no te dé frío ni calor.
Pon la música. Ponte de pie en el centro del espacio y cierra los ojos. Pon tu atanción
en la respiración, en el aire que entra y sale naturalmente de tu cuerpo.
Escucha la música con tu alma. Siente la vibración de cada nota musical en tu cuerpo.
Siente las notas musicales en tus pies. Siente cómo estas vibraciones musicales suben
por tus piernas y llegan hasta tu pelvis y caderas.
Abre los ojos un poco, lo suficiente para que puedas ver el espacio a tu alrededor, pero
mantán tu atención en tu mundo interior.
Continúa moviéndote a tu propio ritmo, siguiendo los impulsos naturales que sientes
en todo tu cuerpo: en tus piernas y pies, en tu pelvis y caderas, en tu torso, pecho y
hombros, en tus brazos y manos, y en tu cabeza.
Los valores pueden ser de muy diversos tipos, desde preferencias arbitrarias poco
importantes, como preferir un color antes que otro, hasta principios morales, como "no
está bien robar".
Algunos de los valores más frecuentes de las personas son: evitar el sufrimiento a toda
costa, sentirse seguro, cumplir las promesas, estar enamorado, sentirse aprobado y
querido por los demás, tener éxito, no tener nada que hacer, decir lo que se piensa, ser
único, ser uno más del grupo, etc.
Los valores son diferentes para cada persona, aunque algunos predominan en una
sociedad determinada y son mantenidos por una mayoría. En ocasiones, una misma
persona puede albergar valores contradictorios.
Sean cuales sean los valores, en ellos se basan la mayoría de nuestras decisiones. Por
este motivo, es importante ser consciente de cuáles son tus valores, cuáles de ellos son
los más importantes, cuáles deseas mantener y cuáles han dejado de serte útiles o son
negativos y desearías cambiarlos. Conocer tus valores puede ayudarte a tomar
decisiones, vencer la apatía, aumentar la autoestima o ser menos conformista.
En general, para la mayoría de las personas, los valores principales pueden clasificarse
dentro de las siguientes áreas:
Existen dos tipos de valores: los morales y los no morales. Los primeros están
relacionados con el concepto del bien y el mal y guían las conductas éticas. Son valores
como decir la verdad, no hacer daño a los demás, cumplir las promesas, etc.
Los valores no morales están relacionados con los gustos y preferencias de las personas,
establecen lo que es deseable o indeseable y no tiene ningún sentido de obligación,
como ocurre con los valores morales. Es decir, son más flexibles. Son valores como
salir a cenar en vez de quedarte en casa, o leer un libro en vez de ver la tele.
Cuando los valores son confusos, inapropiados o están en conflicto entre ellos, pueden
crear problemas y malestar emocional de distinta forma:
2. Valores no morales en conflicto. Imagina que valoras mucho tener tiempo libre, pero
también valoras tener unos ingresos altos. Si para lograr esos ingresos necesitas trabajar
tanto que no tengas tiempo libre, te vas a sentir infeliz y puede que no tengas del todo
claro por qué. En este caso, necesitarías tener claro qué valores están en conflicto y cuál
es más importante, y quizás necesites revisar y cambiar determinados valores.
3. Cuando los valores morales y no morales entran en conflicto. Imagina que hay algo
que deseas mucho, pero para conseguirlo haces algo que consideras que no es del todo
ético. Esto generará un conflicto que puede llevarte al sentimiento de culpa, autocastigo
o autosabotaje (por ejemplo, sabotear tus posibilidades de ascenso en tu empresa porque
consideras que has conseguido el trabajo de un modo poco ético). Ser consciente de qué
valores están en juego y de este conflicto puede ayudarte a solucionarlo.
4. Valores excesivamente rígidos. Por lo general, los valores no morales son más
flexibles que los morales. Sin embargo, si tu actitud ante los valores no morales es la
misma que ante los morales, vas a tener problemas. Por ejemplo, puedes considerar que
la gente a quien no le guste lo mismo que a ti son unos ignorantes, o que los que visten
mal son despreciables, o que la gente que no lee no vale nada. Es decir, serás una
persona intolerante para quien cualquiera que no comporta tus preferencias es casi como
un criminal.
5. Valores débiles. Si, por el contrario, consideras los valores morales con la misma
ligereza que los no morales, también vas a tener problemas. Cumplir una promesa o
decir la verdad no puede estar al mismo nivel que preferir el pantalón azul antes que el
verde. Si no te atienes con mayor firmeza a tus valores morales, los demás no confiarán
en ti y tu autoestima se resentirá porque no tendrás experiencias de integridad personal.
6. Normas dobles. Los derechos y las obligaciones van siempre unidos. No puedes
esperar ser tratado con justicia si no tratas justamente a los demás, y si tienes la
obligación de ser respetuoso con los demás, tienes también el derecho a que lo sean
contigo. Así pues, las normas dobles aparecen cuando una persona exige un derecho sin
aceptar la obligación correspondiente, cuando niega a los demás el derecho que exige
para sí misma, o cuando exige a los demás una obligación que ella no cumple. Esto
genera el rechazo y acusación de los demás, así como malestar interno por ser
consciente de la propia hipocresía.
En el artículo La toma de decisiones encontrarás una guía para tomar decisiones en base
a la clarificación de valores.
La toma de decisiones
Cuando te resulta muy difícil tomar una decisión, puedes hacer lo siguiente:
1. Escribe cuál es el problema. Por ejemplo: "no sé si acudir a un evento social no muy
interesante con un buen amigo que me ha pedido que vaya".
2. Anota cada acción posible. Es decir, anota todas las opciones que existan. Pueden ser
más de dos. Por ejemplo, si estás pensando si cancelar o no esa cita con tu amigo,
puedes escribir dos alternativas posibles: cancelarla o acudir a la cita.
3. Debajo de cada acción posible escribe los valores implicados; es decir, aquellos
valores que te empujan a preferir esa acción. Por ejemplo:
a) Cancelar la cita.
Valores implicados:
b) Acudir a la cita
Valores implicados:
Cómo ves, en este ejemplo, hay seis valores en juego. ¿Cuál es para ti el más importante
para ti? Si uno de ellos es el más importante, utilízalo para tomar la decisión.
Si no lo tienes tan claro, hay diversas formas de analizar los valores que has escrito. Por
un lado, algunas de las cosas que has escrito pueden verse como problemas o
inconvenientes que pueden tener solución.
Otra cosa que puedes hacer es darle puntuación a los diversos valores implicados para
ver cuál de las dos alternativas tiene una puntuación más alta.
A veces, al hacer esto puedes descubrir que el valor principal para ti no te gusta. Por
ejemplo, un hombre se dio cuenta de que su principal motivo para no divorciarse era
que no quería estar solo, pero no le gustó que este fuera el motivo, pues consideró que
eso no le daría una relación satisfactoria. Cuando esto sucede, puede ser necesario hacer
un análisis más profundo de ciertos valores para tratar de cambiarlos.
1. Escribe dicho valor. Por ejemplo: "La fidelidad es esencial para una relación de
pareja satisfactoria".
Casi todo el mundo se ha obsesionado alguna vez con algo y todos conocemos lo que es
no poder dejar de darle vueltas a alguna preocupación o suceso que no deja de aparecer
en tu mente una y otra vez.
El trastorno obsesivo-compulsivo
Existen también otro tipo de obsesiones que, cuando son graves, forman parte del
llamado trastorno obsesivo-compulsivo. Este tipo de obsesiones son muy diferentes
porque la persona que las experimenta las ve como ajenas a sí misma. Por ejemplo, una
persona puede obsesionarse pensando que podría coger un cuchillo y hacer daño a
alguien. Se trata de un pensamiento que no tiene nada que ver con los verdaderos deseos
y sentimientos de esa persona (que no tiene intención de hacer daño a nadie), y es como
un intruso en su mente que parece surgir de la nada. No se trata de algo en lo que
necesite pensar, como sucede si te deja tu pareja y sientes la necesidad de darle vueltas
al suceso, incluso aunque eso te cause dolor y no te lleve a ninguna parte.
Este segundo tipo de obsesiones del que acabo de hablar no siempre forman parte del
trastorno obsesivo compulsivo. Cualquier persona puede tener una idea absurda que se
le mete en la cabeza, como pensar "¿Y si de repente pierdo el control y empiezo a dar
gritos en medio de la reunión?" Pero si esta idea solo te preocupa durante unos segundos
y luego la desechas por absurda, no puede considerarse un trastorno sino que se debe al
funcionamiento normal de la mente humana, cuyo trabajo consiste en generar ideas
continuamente, por lo que no es extraño que muchas de estas ideas sean absurdas. Las
supersticiones o el uso de amuletos para evitar que pase algo malo, podrían caer dentro
de esta categoría.
Sin embargo, la persona con un trastorno obsesivo no es capaz de filtrar bien su mente,
no es capaz de descartar las ideas absurdas, o de diferenciar las ideas que hay que
desechar de las que vale la pena considerar, de manera que la idea de que podría
ponerse a pegar gritos en mitad de la reunión le aterra y le atrapa. Sabe que es absurda e
improbable pero no puede dejar de darle vueltas, de considerar esa posibilidad. Cuanto
más lucha contra ella, más fuerte se hace, más invade su mente, y más ansiedad le
produce. Por este motivo, no es difícil entender que tantas personas obsesivas
desarrollen esas compulsiones o rituales para neutralizar la obsesión. Por ejemplo, en el
caso que comentamos, esta persona podría pensar que si, antes de entrar en la sala de
reuniones, da tres tragos de una botella de agua (o gira sobre sí misma tres veces, o
entra y sale varias veces de la sala antes de entrar definitivamente, o cualquier otra idea
"neutralizadora" que surja en su mente), entonces no pasará nada malo. De este modo
logra calmar la ansiedad, aunque de una manera que es en sí misma patológica y que
acaba perpetuando el trastorno.
2. El trabajo de tu mente consiste en generar todo tipo de ideas, algunas buenas, otras
malas, algunas racionales, otras irracionales, absurdas o sin sentido, y algunas
aterradoras. Eso no puedes controlarlo. Tú no decides que idea genera u no tu mente.
3. Tu trabajo consiste en quedarte con las ideas que merece la pena considerar y
descartar aquellas que son absurdas.
Por desgracia, tu mente no siempre te deja hacer tu trabajo, porque por mucho que vos
te empeñes en no pensar en algo, tu mente se empeña con la misma fuerza en
presentarte esa idea una y otra vez, de manera que te ves atrapado en un tira y afloja con
tu propia mente que no te lleva más que a un estado de agotamiento, estrés y frustración.
En las páginas siguientes veremos algunas técnicas para afrontar tus obsesiones.
En primer lugar, debes cambiar el modo que tienes de ver tu mente. Para hacerlo,
imagina un tren con muchos vagones desplazándose por una vía. Cada vagón representa
una idea que tu mente genera. Puedes visualizarlo como un vagón de carga donde hay
una gran pancarta con el pensamiento escrito en ella. Así, en cada vagón habría un
pensamiento como: "voy a llegar tarde", "tengo hambre", "soy torpe", "tengo que revisar
el trabajo porque puede haber errores", "esta noche pasan mi serie favorita", "va a pasar
algo horrible". Así, el tren llevaría todo tipo de pensamientos y algunos de ellos serían
tus pensamientos obsesivos.
Hay dos formas de ver ese tren de pensamientos: desde lejos, como si lo miraras pasar
desde un puente, o desde dentro, cuando te has subido al tren y estás dentro de un
vagón, dejando que el tren te lleve a donde quiera que vaya, mientras va tomando
velocidad y cada vez te resulta más complicado bajarte.
Pero en vez de caerte sin más dentro del vagón de un pensamiento obsesivo, debes ser
vos quien decide cuándo observar el tren pasar desde lejos y cuándo subirte en uno de
sus vagones. Esto solo se consigue del siguiente modo:
Para entender esto, haz primero una pequeña prueba: cuando sientas picor en una
determinada parte de tu cuerpo y sientas el deseo de rascarte, no lo hagas. En su lugar,
concéntrate en la sensación de picor, en su intensidad, donde está situada, como es,
centra tu atención plenamente en esa sensación sin hacer nada más, mantén la atención
sostenida en ella sintiendo el picor al 100%. El picor acaba desapareciendo, a veces
enseguida, a veces por puro aburrimiento te das cuenta de que de repente has desviado
tu atención del picor, estás haciendo otra cosa, y el picor ha desaparecido. Con tus
pensamientos y emociones puedes hacer exactamente lo mismo.
Lee también Surfeando tu propia mente para entender mejor todo esto.
3. Otras técnicas
Si las técnicas anteriores no son suficientes, puedes probar algunas de las siguientes.
Son técnicas que te ayudarán a distanciarte de tus obsesiones y no acabar metido en el
vagón y arrastrado por el tren del que hablaba al principio, sino que te ayudarán a dejar
que el tren pase de largo sin subirte a él.
- Repite la obsesión en voz alta lo más rápido posible durante 45 segundos. Por ejemplo,
si tienes un trastorno obsesivo-compulsivo relacionado con el lavado de manos, puedes
repetir la palabra "lavamanos-lavamanos-lavamanos" una y otra vez a toda velocidad.
Aunque parezca un poco absurdo, funciona porque te ayuda a distanciarte de tus
pensamientos e impedir así que dominen tu conducta. Haz la prueba; es fácil.
- Describe lo que está pasando, lo que tu mente está haciendo: "mi mente está
presentándome un pensamiento obsesivo y absurdo. Gracias, mente, por hacer tu
trabajo". Esto también te ayudará a distanciarte. Cuanto más te distancies de tus
pensamientos, menos te dominarán.
Esta es una técnica muy sencilla de visualización para usarla tanto en los momentos en
que te sientas mal como en los momentos en que desees experimentar más emociones
positivas. Por ejemplo, si te aburres mientras haces un trabajo monótono o si has tenido
un día algo estresante o gris, si sientes ansiedad, etc.
Descripción de la técnica
Cierra los ojos (aunque también puedes hacerlo con los ojos abiertos, si así lo prefieres)
e imagina un río cuya agua fluye con rapidez extendiéndose hacia lo lejos. Ahora
imagina aquello de lo que deseas librarte. Por ejemplo, supongamos que te sientes triste
y deseas librarte de esa tristeza. Imagina que la tristeza sale de tu interior y va tomando
forma. Puedes imaginar la forma que desees como, por ejemplo, una bola negra, sólida
y áspera, del tamaño de una naranja. Entonces colocas esa bola sobre una hoja y la dejas
flotando en el río. Enseguida, la corriente del río empieza a arrastrarla y se la lleva cada
vez más lejos, hasta hacerla desparecer por completo. Imagina esto varias veces al día,
cada vez que te acuerdes o cada vez que te sientas triste.
En este caso, imaginas que es el río el que te trae, sobre una hoja que flota en sus aguas,
algo positivo que deseas tener, como felicidad, serenidad, salud, vitalidad. Por ejemplo,
puedes imaginar cómo la corriente empuja hacia ti una hoja con una bola de luz blanca
y brillante que representa la alegría y la felicidad. Cuando la hoja llega hasta ti, coges
esa bola e imaginas cómo entra dentro de ti atravesando tu pecho, inundándote de esa
alegría y felicidad que representa.
Cuándo usar esta técnica
A continuación, describo algunos ejemplos de situaciones en las que puedes usar esta
técnica, pero no son las únicas. Usa tu imaginación para descubrir nuevos modos de
utilizarla:
Emociones negativas. Puedes usar esta técnica para reducir de inmediato la intensidad
de las emociones negativas, como miedo, ansiedad, ira, angustia, vergüenza, etc.
Situaciones vitales negativas. Un trabajo que no te gusta, problemas que no sabes cómo
resolver, etc. Por ejemplo, puedes imaginar que el río te trae la solución a un problema,
o que se lleva ese trabajo que no te gusta y te trae otro mejor, o que se lleva la tirantez
entre tus compañeros de trabajo o el mal ambiente laboral.
En definitiva, usa tu imaginación para sacar el mayor partido posible a esta técnica. Te
servirá para reducir el malestar y la intensidad de las emociones negativas, y para tener
una actitud más serena ante los problemas o situaciones desagradables, y esta actitud, a
su vez, hará que te resulte más fácil pensar de un modo constructivo que te ayude a
hacer los cambios necesarios o encontrar soluciones. Por ejemplo, mientras imaginas
que el río se lleva la tirantez que tienes con tus compañeros de trabajo, te estás
empujando a adoptar ante ellos una actitud más relajada, optimista y alegre, y ese es ya
un paso muy importante para empezar a cambiar las cosas.
Pero esta no es una técnica para pensarla, sino simplemente para practicarla durante un
tiempo y ver qué pasa después.
El amor obsesivo
Hasta cierto punto, el amor va siempre acompañado de obsesión, al menos en las etapas
iniciales, pero para algunas personas la obsesión es tan intensa que la relación se vuelve
destructiva y tremendamente dolorosa.
La antropóloga Helen Fisher divide el amor en tres fases en función de las sustancias
químicas cerebrales que se ven implicadas. La primera fase se produce cuando conoces
a alguien y sientes principalmente una fuerte atracción física y deseo sexual; esta fase
está regulada por los estrógenos y andrógenos.
La siguiente fase, el amor romántico, aparece cuando empiezas a sentir amor por esa
persona. En esta fase se produce un fuerte vínculo emocional, piensas a menudo en él o
ella, a veces de manera obsesiva, durante gran parte del día, y sientes un fuerte deseo de
estar a su lado. Se caracteriza por un aumento de los niveles de dopamina y
norepinefrina y un descenso de los niveles de serotonina. Un estudio realizado por
Fisher, mostró que algunas personas llegan a pensar en la persona amada hasta el 95%
del día.
Lo más curioso de esta fase obsesiva es la similitud que guarda este estado cerebral con
el de las personas que padecen trastorno obsesivo compulsivo o depresión. En todos
estos casos, los niveles de serotonina son especialmente bajos, según un estudio
realizado con un grupo de 20 participantes y 20 sujetos control (Marazziti, Akiskal,
Rossi, & Cassano 1999).
La tercera fase es la que podríamos llamar el amor verdadero, por ser unos sentimientos
muchos más realistas, que aparecen poco a poco, cuando se ha establecido un
compromiso y un vínculo afectivo estable con esa persona. Está mediada por las
hormonas oxitocina (llamada también la hormona del amor e implicada en el amor entre
padres e hijos) y vasopresina.
En su libro Confusing love with obsession, el Dr. John Moore describe el desarrollo del
amor obsesivo en cuatro fases:
Fase de atracción
Fase ansiosa
Si se ha logrado establecer dicha relación, ésta se caracteriza por una gran ansiedad, con
miedo al abandono, celos y pensamientos de infidelidad. Existe un deseo intenso de
estar en contacto frecuente con esa persona, ya sea personalmente o mediante llamadas
o mensajes. El miedo a la pérdida y la desconfianza generan sentimientos de tristeza,
depresión o ira, de manera que las emociones son variables y extremas, con sentimiento
de intensa alegría cuando todo va bien y miedo, ansiedad, ira, celos, etc., cuando percibe
algún problema o sucede algo que hace aflorar sus muchos miedos e inseguridades. La
persona obsesionada intenta controlar la conducta de su pareja y no desea que mantenga
contacto con otras personas, de manera que se corre el riesgo de que se produzca un
maltrato psicológico. A veces se producen reacciones violentas si la otra persona
empieza a negarse a las exageradas demandas obsesivas.
Fase obsesiva
Se produce una total pérdida de control, la obsesión llega a su punto máximo, así como
las conductas de control obsesivo. La persona víctima de la obsesión se siente mal y
empieza a alejarse, lo cual crea más ansiedad y deseo de control en su pareja. La
persona obsesionada no puede dejar de pensar en la otra persona y demanda una
atención constante, sus llamadas son muy frecuentes y envía numerosos mensajes a lo
largo del día. Pueden producirse acusaciones infundadas de infidelidad, y conductas
obsesivas como seguir a la persona al trabajo para asegurarse de que no va a otro lugar,
registrar sus objetos personales, revisar sus mensajes, etc. Deseo de saber todo lo que
hace la otra persona, donde está en cada momento del día y con quien. Puede llegar a
producirse maltrato emocional y físico.
Fase destructiva
En esta fase tiene lugar la destrucción de la relación, que hace que la persona
obsesionada se deprima tremendamente, con pérdida de autoestima, sentimientos de
culpa, desprecio y odio hacia sí misma, así como ira o deseos de venganza. A veces,
puede recurrir al alcohol, las drogas o el sexo como forma de consuelo o sentir deseos
de suicidarse.
A menudo, han tenido infancias en las que se sintieron abandonados o fueron víctimas
de abuso emocional, físico o sexual. Estas relaciones disfuncionales en la infancia les
han podido impedir aprender patrones sanos de relación de pareja.
Tienen un miedo extremo a ser abandonados, reaccionando con gran miedo y
ansiedad ante el más mínimo indicio, real o imaginado de abandono. Este miedo les
hace aferrarse con fuerza a su pareja.
Se enamoran con mucha rapidez, de manera que nada más conocer a alguien pueden
creer que es el amor de su vida y desear estar con esa persona para siempre.
Pueden tener problemas para controlar sus emociones y tener emociones muy
intensas, que varían con gran facilidad. Esto hace que el amor que sienten sea muy
intenso, pero también la ansiedad, el miedo al abandono y otras emociones negativas
que, dada su intensidad, se vuelven difíciles de controlar.
Algunas de estas personas pueden tener un trastorno límite de la personalidad.
Si la obsesión que sientes es algo más que la obsesión típica y normal que casi todo el
mundo experimenta al inicio de una relación, lo primero que has de pensar es que tu
forma de relacionarte a nivel de pareja no es sana y necesitas aprender modos más
constructivos de relacionarte tanto contigo como con los demás. Probablemente tienes
diversos temas emocionales que solucionar, tal vez relacionados con el abandono, abuso
o maltrato en la infancia, problemas de ansiedad, depresión, baja autoestima, etc.
Por tanto, si tus relaciones se han caracterizado por este patrón obsesivo, acude a un
psicólogo para solucionar estos problemas antes de entrar de nuevo en una relación. Ten
en cuenta que todas tus relacione acabarán mal mientras no aprendas a relacionarte de
un modo más sano y superes esta tendencia a la obsesión, miedos, inseguridades o
viejos traumas que te impiden conseguir lo que más deseas: poder tener una relación
estable con alguien que te ame de verdad.