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El Marxismo y el Fin de la

Filosofía
César Risso

FEDERICO ENGELS, en su trabajo Anti-Dühring, plantea lo siguiente:

“En los dos casos es este materialismo sencillamente dialéctico,


y no necesita filosofía alguna que esté por encima de las demás
ciencias. Desde el momento que se presenta a cada ciencia la
exigencia de ponerse en claro acerca de su posición en la
conexión total de las cosas y del conocimiento de las cosas, se
hace precisamente superflua toda ciencia de la conexión total.
De toda la anterior filosofía no subsiste al final con independencia
más que la doctrina del pensamiento y de sus leyes, la lógica
formal y la dialéctica. Todo lo demás queda absorbido por la
ciencia positiva de la naturaleza y de la historia.”

Afirma F. Engels que la filosofía, como ciencia de la conexión total, ha


concluido. Sin embargo, esto entra en contradicción con la afirmación
de que la filosofía de Marx es el materialismo filosófico acabado, es
decir, el materialismo dialéctico e histórico, así como su reflejo en el
pensamiento.

La propuesta de Federico Engels hay que entenderla en el sentido


de que la filosofía pasa a tener un nuevo contenido, que es el de la
ciencia de las leyes más generales de la naturaleza, de la sociedad y
del pensamiento. Esto sucede al fusionarse el materialismo con la
dialéctica. Entonces lo que concluye, lo que finaliza, no es la filosofía,
sino la filosofía cuyo contenido era el de la ciencia general, o de la
ciencia generalizada, en la que se mezclaba el contenido positivo de
las ciencias particulares, con las especulaciones que se imponían en el
ánimo de completar el “conocimiento” de las diversas formas de
movimiento de la materia que aún no se había logrado descubrir. La
nueva filosofía, descubierta por Marx y Engels, cuyo contenido es
radicalmente distinto a la anterior, tenía que partir necesariamente de
los aportes del conocimiento humano anterior, para arribar finalmente
a ser la ciencia de las leyes del movimiento de la materia así como de
este reflejo en el cerebro del hombre.

“Por esa misma razón se hicieron superfluas la filosofía de la


historia, la filosofía del derecho, etc.; fueron sustituidas por
ciencias que pusieron de manifiesto las verdaderas leyes que
rigen el desarrollo de la sociedad. Los intentos realizados por los
filósofos burgueses de resucitar la vieja filosofía de la naturaleza
constituyen, a nuestro juicio, un paso hacia atrás en su
desarrollo. Pero el fin de la filosofía de la naturaleza no significa
que toda la filosofía haya perdido importancia, como aseguran
los positivistas. Por el contrario, la filosofía, en su desarrollo,
pasa de un estado prehistórico a una nueva fase, a la fase con
que se inicia su verdadera historia. A partir de ese momento, la
filosofía adquiere su propio objeto, diferente al objeto de
cualquier rama especial de la ciencia. Este nuevo periodo está
vinculado a la aparición del marxismo, a una nueva
interpretación del objeto y de las tareas de la filosofía.” (Kopnin.
Lógica dialéctica)

Lenin recoge como uno de los aspectos centrales de la filosofía


marxista esta diferencia entre la filosofía marxista y la filosofía
premarxista:

“Este aspecto revolucionario de la filosofía hegeliana es el que


Marx recoge y desarrolla. El materialismo dialéctico ‘no necesita
de ninguna filosofía situada por encima de las demás ciencias’.
De la filosofía anterior queda en pie ‘la teoría del pensamiento y
sus leyes, es decir, la lógica formal y la dialéctica’. Y la dialéctica,
tal como la concibe Marx, y también según Hegel, abarca lo que
hoy se llama teoría del conocimiento o gnoseología, ciencia que
debe enfocar también su objeto desde un punto de vista
histórico, investigando y generalizando los orígenes y el
desarrollo del conocimiento, y el paso de la falta de conocimiento
al conocimiento.” (Lenin. Carlos Marx. Breve esbozo biográfico
con una exposición del marxismo)

Una segunda cuestión es: qué hay de común entre la antigua filosofía
(premarxista) y la filosofía marxista. En el folleto Ludwig Feuerbach y
el fin de la filosofía clásica alemana, Federico Engels plantea que “El
gran problema cardinal de toda la filosofía, especialmente la moderna,
es el problema de la relación entre el pensar y el ser.” Y este problema
“[…] encierra, además, otro aspecto, a saber: ¿qué relación guardan
nuestros pensamientos acerca del mundo que nos rodea con este
mismo mundo?”

Hemos afirmado, siguiendo a Federico Engels, que la anterior


filosofía era especulativa, en el sentido de reemplazar con el
pensamiento aquello que todavía no se había descubierto. En la
filosofía marxista no se niega la especulación. Esta tiene ahora un
carácter científico, pues se atiene permanentemente a la realidad. Esta
especulación científica se expresa en dos sentidos: primero, en la
aplicación de los métodos singulares y particulares, así como en la
aplicación de las categorías del materialismo dialéctico; segundo, en el
proceso del pensamiento, es decir, en la elaboración de nuevas ideas,
pero que se asientan en la realidad.

Consideremos el primer aspecto de la especulación científica que


nace con la filosofía marxista:

“Desde el punto de vista del contenido, el concepto es la


condensación, la suma de conocimientos alcanzados acerca de
un objeto o fenómeno. Lo principal en el concepto es lo universal,
puesto que así es como se manifiesta la esencia del objeto. Sin
embargo, si hablamos del concepto árbol, sabemos que no existe
el árbol en general, sino los árboles concretos. Lo que existe es
el conjunto de propiedades que posee cada árbol. Lo universal
tiene existencia concreta en lo singular, en los atributos o
propiedades de los árboles reales.”

“Kopnin nos dice a este respecto lo siguiente: ‘El idealismo utiliza


el carácter peculiar de los vínculos entre lo universal y lo singular
en el concepto, su índole compleja y velada, para divorciar lo
universal de lo singular y convertir el concepto en una esencia
independiente, absoluta, separada de los objetos singulares de
la vida real. El divorcio entre lo universal y lo singular en el
concepto conduce a la separación de los conceptos del mundo
exterior y constituye una de las fuentes gnoseológicas del
idealismo.’” (Cesar Risso. Fuentes de error en la investigación
científica.
https://creacionheroica1928.blogspot.pe/2013/09/metodologia.
html)

Atendiendo al segundo aspecto, E. Shorojova sostiene:

“El análisis y la síntesis de los estímulos presentes y de las


impresiones que de estímulos anteriores quedan en el sistema
nervioso, constituyen la base para una independencia relativa de
la actividad refleja del sistema nervioso. Los sistemas inorgánicos
no poseen ese reflejo relativamente independiente al reflejar los
objetos y fenómenos del mundo exterior. Gracias a la compleja
actividad del cerebro humano, el hombre no solo reproduce en
su mente las impresiones experimentales en otros tiempos, sino
que forma nuevas ideas y realiza nuevos descubrimientos. Si no
se admite una cierta independencia en la actividad nerviosa
superior, sería imposible imaginarse que en la mente humana
pueda surgir algo nuevo y creador”. (Shorojova. La conciencia.
Pág. 221)

A la vez que se considera la especulación científica, teniendo en cuenta


el proceso del pensamiento, se tiene también la posibilidad del error a
través de las raíces epistemológicas del idealismo.

Lenin escribe lo siguiente al respecto, aunque como crítica al


idealismo:

“El conocimiento humano no es (o no sigue) una línea recta, sino


una curva que se aproxima infinitamente a una serie de círculos,
a una espiral. Todo fragmento, segmento, sección de esta curva
puede ser trasformado (trasformado unilateralmente) en una
recta independiente, completa, que entonces (si los árboles
impiden ver el bosque) conduce al pantano, al oscurantismo
clerical (donde queda fijada por los intereses de las clases
dominantes). El avance rectilíneo y la unilateralidad, la rigidez y
la petrificación, el subjetivismo y la ceguera subjetiva: he ahí las
raíces epistemológicas del idealismo. Y el oscurantismo clerical
(= idealismo filosófico), por supuesto, tiene raíces
epistemológicas, no carece de fundamento; es, sin duda, una flor
estéril, pero una flor estéril que crece en el árbol vivo del
conocimiento humano, vivo, fértil, auténtico, poderoso,
omnipotente, objetivo, absoluto.”

[…]

“El idealismo filosófico es solo una tontería desde el punto


de vista del materialismo tosco, simple, metafísico. Por otra
parte, desde el punto de vista del materialismo dialéctico, el
idealismo filosófico es desarrollo unilateral, exagerado,
überschwengliches (Dietzgen) (inflación, distensión) de una de
las características, aspectos, facetas del conocimiento, que se
convierte así en un absoluto divorciado de la materia, de la
naturaleza, y es llevado a la apoteosis. El idealismo es
oscurantismo clerical. Es cierto. Pero el idealismo filosófico es
(“más correctamente” y “además”) un camino hacia el
oscurantismo clerical a través DE UNO DE LOS MATICES del
conocimiento infinitamente complejo (dialéctico) del hombre.”
(Lenin. Sobre la dialéctica, en Cuadernos filosóficos. )
El materialismo filosófico de Marx considera como principio en el campo
de la historia de la sociedad, que el ser social determina la conciencia
social. Esto significa que la conciencia de las diferentes clases sociales
está sometida a las condiciones materiales de existencia. Por eso
señala Lenin: “La filosofía de Marx es el materialismo filosófico
acabado, que ha dado una formidable arma de conocimiento a la
humanidad, y sobre todo, a la clase obrera.” (Lenin. Tres fuentes y tres
partes integrantes del marxismo).

La burguesía y sus representantes, se ven afectados por su


situación de clase:

“En toda sociedad de clases, la separación entre el pensamiento


ordenador y la producción material crea la ilusión, no solo de la
independencia del pensamiento, que planea por encima de la
realidad material y de la acción práctica, sino también de la
primacía del pensamiento.”

“Para una clase que ya no está en contacto directo con las cosas,
que actúa sobre el mundo a través de los símbolos del
pensamiento y del lenguaje para concebir el trabajo, y mediante
órdenes dirige su ejecución, el pensamiento es prisionero de la
ilusión de ser la fuerza suprema y ordenadora del
mundo.” (Garaudy, Roger. 1980. Introducción al estudio de
Marx. Ediciones ERA, México. 4ta edición en español. Pp. 50-51.)

Por eso señala José Carlos Mariátegui que: “El intelectual, como
cualquier idiota, está sujeto a la influencia de su ambiente, de su
educación y de su interés. Su inteligencia no funciona libremente.” (J.
C. Mariátegui. El grupo Clarté, en La escena contemporánea)

¿Por qué el materialismo en general (a lo largo de la historia,


desde la aparición de las clases sociales), y el método dialéctico en
particular (desde el inicio del capitalismo), puede convertirse en un
arma de conocimiento de las clases explotadas (progresistas)? Porque
a diferencia de los explotadores, pone en evidencia la explotación, y
trata de explicar su esencia. Porque dándose la lucha de clases, la
ubicación de cada individuo en una clase social determinada, le permite
ver desde una perspectiva específica la situación de la sociedad, y
particularmente la suya propia. Esta es la perspectiva del explotado, lo
que le obliga a explicar las causas de su situación y a tratar de
superarla, liberándose así de sus cadenas.
Sin embargo, esto no es algo mecánico. Aníbal Ponce, en su
escrito sobre Erasmo de Rotterdam, afirma, criticando la postura de
Erasmo al abdicar frente al empuje de las masas, que no basta con
enunciar la verdad para que esta se imponga. La filosofía marxista no
se agota en la enunciación de sus principios.

“El marxismo-leninismo no ha agotado en modo alguno la


verdad, sino que en el curso de la práctica abre sin cesar el
camino hacia su conocimiento. Nuestra conclusión es la unidad
concreta e histórica de lo subjetivo y lo objetivo, de la teoría y la
práctica, del saber y el hacer, y nos oponemos a todas las ideas
erróneas, de ‘izquierda’ o de derecha, ideas que se separan de la
historia concreta.” (Mao Tsetung. Sobre la Práctica)

No basta comprender los principios de la filosofía marxista para ser un


materialista consecuente. Hay que realizar un arduo trabajo de
investigación. En la sociedad, los individuos somos ganados por el
pensamiento marxista a costa de mucho esfuerzo. Esto quiere decir
que partimos de la influencia burguesa, y que, por lo tanto, asumir la
filosofía marxista implica ir despojándonos de todas las creencias que
nos ha impuesto la burguesía, es decir, que en nuestro pensamiento,
no obstante los principios que asumimos, se mezclan las ideas
burguesas con las proletarias. Se puede ser materialista dialéctico por
los principios, pero por el contenido, esto es, por el nivel de
conocimientos alcanzados, aun se puede seguir siendo idealista.

Cuando Marx y Engels descubren la concepción materialista de la


historia, salen del campo del idealismo, pero en muchos aspectos
siguen siendo idealistas, hasta que como consecuencia de la aplicación
del materialismo dialéctico al estudio y la investigación de la realidad
en la cual se desenvuelven, descubren las leyes del desarrollo de la
sociedad, y sobre todo la ley de la plusvalía que rige el sistema
capitalista.

En el periodo histórico en el que se despliega la filosofía


premarxista, el hombre no había comprendido el proceso del
conocimiento, ni las leyes del pensamiento. En este sentido actuaba un
poco a ciegas, más o menos intuitivamente, pero actuaba. Es decir,
investigaba, daba solución a los problemas que enfrentaba en la
práctica, buscaba explicaciones a lo que acontecía, avanzaba en el
conocimiento del mundo sin llegar a tener una visión del proceso del
conocimiento y del pensamiento en su conjunto. Correspondió a Marx
y Engels esta tarea, cuya expresión es la filosofía marxista.
La intuición del hombre, desde su origen hasta llegar al hombre
actual, puede interpretarse como el arduo proceso que va desde la
actuación práctica aguijoneado por sus necesidades vitales, elaborando
explicaciones que mezclaban el conocimiento positivo con suposiciones
arbitrarias, y en base a ciertas reglas que le daban el éxito inmediato,
hasta la comprensión de los procesos naturales y sociales, así como
del proceso del conocimiento. Es como si se pasase de la intuición
común a la intuición científica. En ambos casos, la actividad práctica y
la especulación científica, en la observación y comprensión de la
realidad, encajan espontáneamente en el esquema conceptual, en la
cultura, que tiene el observador, como individuo o ser social: nivel
cultural y pertenencia a una clase social.

La aplicación de la filosofía marxista a la realidad permite


comprender hechos que se revelan como inconscientes, esto es, que
aparecen como intuitivos, espontáneos. Así, los procesos
revolucionarios incorporan a la acción a las multitudes, a individuos
pertenecientes a las clases explotadas, que actúan para el logro de un
objetivo común. En el intento de comprender este hecho, José Carlos
Mariátegui se nutre de los elementos positivos de la filosofía de
Bergson a través de George Sorel. El mito, que aparece inicialmente
como un intento de explicar fenómenos naturales y luego sociales,
asume en la concepción materialista de la historia el papel de explicar
cómo se orientan las masas explotadas por el camino de su liberación.
Carlos Marx lo dice en otros términos: Cuando la teoría prende en las
masas deviene fuerza material. (C. Marx. Crítica de la filosofía del
derecho de Hegel)

J. C. Mariátegui desarrolla el siguiente análisis:

“Pirandello, relativista, ofrece el ejemplo adhiriéndose al


fascismo. El fascismo seduce a Pirandello porque mientras la
democracia se ha vuelto escéptica y nihilista, el fascismo
representa una fe religiosa, fanática, en la jerarquía y en la
Nación. (Pirandello que es un pequeño-burgués siciliano, carece
de aptitud psicológica para comprender y seguir el mito
revolucionario). El literato de exasperado escepticismo no ama
en política la duda. Prefiere la afirmación violenta, categórica,
apasionada, brutal. La muchedumbre, más aún que el filósofo
escéptico, más aún que el filósofo relativista, no puede prescindir
de un mito, no puede prescindir de una fe. No le es posible
distinguir sutilmente su verdad de la verdad pretérita o futura.
Para ella no existe sino la verdad. Verdad absoluta, única, eterna.
Y, conforme a esta verdad, su lucha es, realmente, una lucha
final.”

“El impulso vital del hombre responde a todas las


interrogaciones de la vida antes que la investigación filosófica. El
hombre iletrado no se preocupa de la relatividad de su mito. No
le sería dable siquiera comprenderla. Pero generalmente
encuentra, mejor que el literato y que el filósofo, su propio
camino. Puesto que debe actuar, actúa. Puesto que debe creer,
cree. Puesto que debe combatir, combate. Nada sabe de la
relativa insignificancia de su esfuerzo en el tiempo y en el
espacio. Su instinto lo desvía de la duda estéril. No ambiciona
más que lo que puede y debe ambicionar todo hombre: cumplir
bien su jornada.” (J. C. Mariátegui. La lucha final, en El alma
matinal y otras estaciones del hombre de hoy)

“Pasa, sobre todo, que a la revolución no se llega por una vía


fríamente conceptual. La revolución más que una idea, es un
sentimiento. Más que un concepto, es una pasión. Para
comprenderla se necesita una espontánea actitud espiritual, una
especial capacidad psicológica.” (J. C. Mariátegui. El grupo Clarté
en La escena contemporánea)

Como se puede apreciar, la aplicación de la concepción materialista de


la historia conduce a comprender fenómenos sociales como el de la
revolución socialista, caracterizada por ser un movimiento de masas,
analizando sus diferentes aspectos, comprendiendo cómo el estudio y
la explicación de la realidad, es decir, la transformación de las formas
de movimiento de la materia, se reflejan y se hacen conscientes, hasta
ser captadas subjetivamente no solo por los cuadros marxistas, sino
también por las masas explotadas bajo la forma de lucha final, de mito,
de objetivo inmediato. Se convierte así la teoría en una suerte de
“elemento” de doble carácter, en el sentido de ser reflejo de la realidad
objetiva, y a la vez la envoltura ideal de la realidad futura, que opera
en la conciencia de las clases explotadas como voluntad, como acción
colectiva.

La aplicación de la filosofía marxista al estudio de los fenómenos


sociales, pone al alcance de la mano de las clases explotadas su
liberación:

“Al niño que sigue a la mariposa puede ocurrirle que no la aprese,


que no la coja jamás; pero para que corra tras ella es
indispensable que la crea o que la sienta relativamente a su
alcance. Si la mariposa va muy lejos, si su vuelo es muy rápido,
el niño renuncia a su imposible conquista. La misma es la actitud
de la humanidad ante el ideal. Un ideal caprichoso, una utopía
imposible, por bellos que sean, no conmueven nunca a las
muchedumbres. Las muchedumbres se emocionan y se
apasionan ante aquella teoría que constituye una meta próxima,
una meta probable; ante aquella doctrina que se basa en la
posibilidad; ante aquella doctrina que no es sino la revelación de
una nueva realidad en marcha, de una nueva realidad en
camino.” (J. C. Mariátegui. Internacionalismo y nacionalismo en
Historia de la crisis mundial.)

Si lo que queda en pie de la filosofía premarxista corresponde a las


formas y a las leyes del pensar, tenemos que pasar al estudio de estas
leyes. Pero, precisamente, al ser estas leyes el reflejo de las leyes del
desarrollo de la naturaleza y de la sociedad, la dialéctica objetiva se
revela como dialéctica subjetiva, es decir, como método general de
conocimiento. “La dialéctica es la teoría del conocimiento de (Hegel y)
el marxismo. Este es el ‘aspecto’ del asunto (no es un ‘aspecto’, sino
la esencia del asunto) al que Plejánov, por no hablar de otros
marxistas, no prestó atención.” (Lenin. Sobre la dialéctica)

“La dialéctica para Marx como para todo materialista, engloba a


la vez el acto subjetivo del pensamiento y el contenido objetivo
de aquello en lo que está fijado el pensamiento […] El método es
inseparable del contenido. No es únicamente una lógica del
pensamiento sino también una lógica de lo real, es decir, de lo
que no es el concepto, de lo que el concepto examina y
reconstruye idealmente.” (R. Garaudy. Introducción al estudio de
Marx. Pág. 118)

Se trata, pues, de comprender la realidad en desarrollo, de empalmar


con el curso general de la historia, de reflejar el mundo, y a través de
la práctica transformarlo. Se señalan aquí dos tareas: comprender el
mundo, y transformarlo. En la primera tarea, hay que ser consecuente
en la aplicación del principio materialista dialéctico, de reconocer que
tenemos que reproducir lo real, no de producirlo. En la segunda tarea,
se trata de producir lo real a través de la actividad práctica, no en el
sentido de crearlo de la nada, sino en el de producirlo con la materia
prima de la realidad existente, de la transformación de la realidad.

“[…] en la perspectiva materialista, el método por el que el


espíritu se eleva de lo abstracto a lo concreto es un método
consistente en apropiarse lo real, en reproducirlo y no en
producirlo.” (R. Garaudy)

En la descripción y explicación del método de la Economía política,


Carlos Marx expone un caso concreto de la aplicación del método
dialéctico:

“Así, pues, si comenzase por la población, me formaría una


representación caótica del todo y, por medio de una
determinación más precisa llegaría, analíticamente, a conceptos
más simples; partiendo de lo concreto representado llegaría a
abstracciones cada vez más sutiles, hasta acabar en las
determinaciones más simples. Y, arrancando de aquí, tendría que
emprenderse de nuevo el viaje hacia atrás, hasta llegar, otra vez,
por último, a la población, pero ahora no ya como la
representación caótica de un todo, sino como la rica totalidad de
muchas determinaciones y relaciones. El primer camino fue el
que la economía siguió históricamente al nacer. Los economistas
del siglo XVII, arrancan siempre de la totalidad viva, de la
población, de la nación, del Estado, de varios Estados, etc., pero
terminan siempre desentrañando por medio del análisis algunas
relaciones determinantes generales y abstractas, tales como la
división del trabajo, el dinero, el valor, etc. Una vez más o menos
fijados estos momentos singulares, comenzaban los sistemas
económicos, que partían de lo simple, del trabajo, la división del
trabajo, la necesidad, el valor de cambio, [etc.], para remontarse
hasta el Estado, el cambio entre las naciones y el mercado
mundial. No cabe duda de que este es el método científicamente
exacto. Lo concreto es concreto porque constituye la síntesis de
muchas determinaciones y, por tanto, la unidad de lo múltiple.
En el pensamiento aparece, por tanto, como un proceso de
síntesis, como resultado, y no como punto de partida, a pesar de
que es el punto de partida real y también, por tanto, el punto de
arranque de la intuición y la representación. Por el primer camino
toda la representación se evaporaría en [pura] determinación
abstracta; por el segundo, las determinaciones abstractas
conducen a la reproducción de lo concreto por la vía del
pensamiento. De aquí que Hegel cayera en la ilusión de concebir
lo real como resultado del pensamiento concentrado en sí mismo,
que se profundiza y se mueve por sí mismo, siendo así que el
método que se eleva de lo abstracto a lo concreto es para el
pensamiento el [único] modo [que tiene] de asimilarse lo
concreto, de reproducirlo como un concreto espiritual. Pero no,
en modo alguno, el proceso de nacimiento de lo concreto mismo.
Por ejemplo, la más simple de las categorías económicas,
digamos el valor de cambio, presupone la población, una
población que produce dentro de determinadas relaciones; y
presupone también un determinado tipo de familia, de
comunidad o de Estado, etc. No puede nunca existir fuera de la
relación abstracta, unilateral de un todo concreto y vivo ya dado.
En cambio, como categoría, el valor de cambio tiene una
existencia antediluviana. De aquí que, para la conciencia –y la
conciencia filosófica está determinada así–, para la que el
pensamiento conceptual es el hombre real y, por tanto, el mundo
concebido en cuanto tal lo real mismo, el movimiento de las
categorías se manifiesta como el acto real de la producción –que,
desgraciadamente, solo recibe un impulso desde fuera–, cuyo
resultado es el mundo, y esto –aunque ello representa a su vez
una tautología– es exacto en la medida en que la totalidad
concreta, en cuanto totalidad de pensamiento, como un concreto
pensado, es en realidad un producto del pensamiento, de la
concepción; pero en modo alguna del concepto que nace por sí
mismo fuera o por encima de la intuición y la representación,
sino la elaboración de la intuición y la representación [como
producto] en el concepto. El todo, tal como se manifiesta en la
mente, como un todo discursivo, es un producto de la cabeza
pensante que se asimila el mundo del único modo que puede
hacerlo, modo que se diferencia de la asimilación artística,
religiosa o prácticamente espiritual. El sujeto real permanece lo
mismo que antes fuera de la cabeza, con su independencia,
mientras que la cabeza, queremos decir, solo se comporte
especulativamente, teóricamente. Por tanto, también en el
método teórico tiene que estar siempre como premisa, ante el
sujeto, la sociedad.” (C. Marx. Grundisse. T. I. pp 15-16)

En El Capital, C. Marx nos presenta de forma acabada la reproducción


de lo real en lo ideal, el desenvolvimiento del análisis como resultado
de la elevación de lo abstracto a lo concreto, la reproducción de la
dialéctica de la realidad económica capitalista.

“Si Marx no nos dejó una ‘Lógica’ (con mayúscula), dejó en


cambio la lógica del Capital, que en este problema tiene que ser
utilizada a fondo. En el Capital, Marx aplicó a una sola ciencia la
lógica, la dialéctica y la teoría del conocimiento del materialismo
[no hacen falta tres palabras: es una y la misma cosa], que tomó
todo lo valioso que había en Hegel y lo desarrolló.”
“El comienzo –el ‘Ser’ más simple, común, inmediato, de
masas: la mercancía singular (el ‘Sein’ en economía política). Su
análisis como relación social. Un doble análisis, deductivo e
inductivo– lógico e histórico (formas del valor)”

“La prueba por los hechos o por la práctica, respective, se


encuentra aquí a cada paso del análisis”. (Lenin. Cuadernos
filosóficos. “Plan de la dialéctica de Hegel (lógica)”)

La aplicación de la filosofía marxista a las ciencias concretas exige el


conocimiento tanto de las leyes de la dialéctica como las categorías de
la misma.

“Si se observa la historia de la filosofía, resulta que los


filósofos idealistas han subrayado con más fuerza que los
materialistas metafísicos el carácter activo del pensamiento, si
bien los primeros no llegan a comprender el verdadero carácter
del proceso cognoscitivo y presentan bajo forma tergiversada la
relación existente entre el pensamiento y los objetos.”

“Dentro de la época moderna, el problema de las categorías y de


los conceptos ha sido ampliamente estudiado en las doctrinas
filosóficas idealistas de Kant y Hegel.” (Rosental y Stracks.
Categorías del materialismo dialéctico)

La aplicación del método dialéctico haciendo uso de las categorías le


permitió a Carlos Marx penetrar en la esencia de la producción
capitalista, descubriendo, por ejemplo, que el cambio entre mercancías
es intercambio de equivalentes, y por esto encierran determinada
cantidad de trabajo socialmente necesario expresado en horas; o que
en el intercambio privado, se revela el carácter social de la producción,
pues este trabajo privado incorporado en cada mercancía representa
partículas de trabajo social.

“Así pues, el materialismo dialéctico da una clara respuesta


al problema concerniente a la naturaleza de las categorías
filosóficas. Las categorías y los conceptos reflejan la esencia
objetiva de los fenómenos y los objetos mismos; es decir, tienen
un contenido objetivo, y solo en virtud de ello pueden servir de
puntos de apoyo a nuestro conocimiento y actividad práctica. Las
categorías, lo mismo que las sensaciones, percepciones y
representaciones, son imágenes del mundo objetivo, pero
imágenes más complejas y profundas. Estas imágenes, en
efecto, no reflejan los objetos en su singularidad, sino en su
universalidad y necesidad; reflejan su esencia y las leyes por las
que se rigen.” (Rosental. Categorías del materialismo dialéctico.
Págs. 30-31)

La vigencia de la filosofía, su expresión como dialéctica objetiva y


subjetiva, consiste en la permanente confrontación contra las
limitaciones propias del conocimiento, y contra las clases sociales
interesadas en perpetuar la forma de explotación en la que someten a
las clases trabajadoras.

“Una vez que se ha penetrado en la conexión de las cosas


–escribía Marx en 1868– se viene abajo toda la fe teórica en la
necesidad permanente del actual de orden de cosas, se viene
abajo antes de que dicho estado se desmorone prácticamente.
Por tanto, las clases dominantes están absolutamente
interesadas en perpetrar esta insensata confusión.” (Rosental.
Categorías del materialismo dialéctico. Pág. 92)

El reconocimiento únicamente de lo singular, sin lo universal, y su


expresión en categorías, elimina los conceptos de capitalismo,
burguesía, etc. Así, por ejemplo no hay clase social burguesa, y por lo
tanto la explotación se reduce al maltrato de un empresario a un
trabajador.

“Es natural que, empleando semejante método idealista


subjetivo, puede campear la más absoluta arbitrariedad en la
ciencia y en el estudio de los problemas sociales. Siguiendo este
‘método’, los conceptos de ‘capitalismo’, ‘clase obrera’,
‘burguesía’, ‘racismo’, ‘libertad’, ‘esclavitud’ y otros, no son más
que signos vacíos, nacidos de las insuficiencias del lenguaje.
Muchos filósofos y economistas burgueses difunden la peregrina
idea de que, cambiando las palabras, modificando los nombres
con que se designan los hechos o fenómenos, se puede cambiar
el orden social, superar las más hondas contradicciones entre las
clases, etc.” (Rosental. Categorías del materialismo dialéctico.
Pág. 28)

La filosofía marxista ha permitido comprender cabalmente el mundo


objetivo y su reflejo subjetivo, haciendo pasar al proletariado en
particular, y a la humanidad en general, de la necesidad a la libertad,
de la posibilidad del socialismo a la realidad del mismo, en el proceso
de liberación del hombre de toda forma de explotación.

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