Uno de los más grandes problemas que afligen al Perú es el CENTRALISMO agobiante.
La constante migración del campo a la ciudad está causando verdaderos asentamientos
humanos en periferias, donde se forman cinturones de miseria desprovistos de los
servicios más elementales; así como una concentración de la población en sus zonas
centrales ocasionando una multitud de inconvenientes cada vez más crecientes.
El nuevo artículo 188 de la Constitución define a la descentralización como “una forma
de organización democrática y constituye una política permanente de Estado, de carácter
obligatorio que tiene como objetivo fundamental el desarrollo integral del país”.
Asimismo, determina la gradualidad del proceso al señalar que este se realizará “por
etapas, en forma progresiva y ordenada, conforme a criterios que permitan una adecuada
asignación de competencias y transferencia de recursos del gobierno nacional hacia los
gobiernos regionales y locales”
Esto ha generado un profundo desequilibrio entre Lima y los demás departamentos. Se
pone así en evidencia, que la exclusión social y económica tiene también una dimensión
territorial. Donde las regiones tienen el rol de periferia subordinada a un bloque
dominante, nacional y transnacional, de una estructura social con profundas inequidades
y desequilibrios sociales. Es por tal motivo, que en la actualidad este crecimiento
sostenido, es al mismo tiempo profundamente excluyente y generador de mayor pobreza
y desigualdad.
Las provincias suelen verse desde Lima como un lugar en el que hay ventajas
comparativas para ciertos negocios
Brindar ayuda a las personas para que regresen a su lugar de orígenes y brindar
nuevas oportunidades.
Crear leyes que exijan a la empresa tener una taza mínima de trabajadores
oriundos a la zona.