El amor platónico es un concepto muy utilizado hoy en día cuando queremos referirnos a un anhelo
romántico por permanecer unidos a una persona inalcanzable. Sin embargo, el término tiene sus orígenes en
una teoría filosófica muy antigua y difícil de abarcar con una sola frase.
Rescatar algunas de las ideas claves de lo que era el amor para Platón puede servir para recordarnos una lección bastante útil.
Sin embargo, este concepto es utilizado habitualmente para referirnos a un amor imposible por distintos motivos. Puede tratarse de
un amor correspondido, en el que la persona enamorada ve frustrados sus intentos de acercarse a alguien, o puede servir para
referirnos también a aquellos casos en los que en el momento en el que se conquista a alguien esta persona deja de parecernos
perfecta, de modo que lo que nos atrajo de ella en un principio nunca llega a ser alcanzado.
En cualquier caso, para aprender a reflexionar acerca de lo que experimentamos cuando caemos en este tipo de amor no está de
más recordar algunos de los aspectos principales de lo que significa realmente el amor platónico.
Más sobre las distintas formas en que los humanos expresamos este sentimiento:
En definitiva, la existencia de lo que hoy conocemos como amor platónico significa que hay algo en nosotros que nos puede impulsar
hacia la autoperfección. Se da una paradoja: luchamos por acercarnos más a algo que, por definición es inaccesible y está
infinitamente alejado de nosotros.
Para Platón, hacerse preguntas sobre la naturaleza de las cosas a través de la filosofía es una muestra clara de lo que significa buscar
una belleza inabarcable. Las personas sabias son también aquellas que, como Sócrates buscan el conocimiento a la vez que aceptan
su propia ignorancia. En esa armonía está el ennoblecimiento del alma y la virtud de la que habla Platón.
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3. El amor platónico es universal
El amor platónico no consiste en la atracción hacia una persona concreta a la que hemos idealizado. Es, más bien, una fuerza que
nos busca a encontrar la esencia de la belleza en sus diferentes expresiones. Lo que importa es la divinización de la belleza y la
bondad, conceptos que para Platón están ligados entre sí. Para este filósofo no nos enamoramos de las personas, sino de los
resquicios de belleza que podemos encontrar en ellas.
Eso explica que, paradójicamente, la belleza sea inalcanzable pero también omnipresente. Platón creía que el mundo que
experimentamos a través de los sentidos expresa dos realidades: una material, en la que se encuentra todo lo que es percibido
directamente a través de los sentidos, y otra ideal, en la que se encuentra la esencia de la belleza. Eso explica que podamos
encontrar la esencia de la belleza en todos los lugares y personas imaginables, dependiendo del grado en el que nuestra virtud nos
permite vislumbrar el mundo ideal en la materialidad que nos rodea.
Por lo tanto, si obedecemos a lo que es el amor platónico, creer que una persona es perfecta es, en realidad, encontrar en esa
persona formas de expresión de una belleza que no le pertenece directamente a ella ni está en ella en exclusiva. Cada vez que
vemos la perfección en algo o alguien, estamos vislumbrando lo mismo.
Del mismo modo, la belleza que encontramos en un cuerpo es en realidad belleza que pertenece al plano espiritual. Para Platón,
alguien que experimenta este tipo de amor anhela acceder espiritualmente a su objeto de deseo.
Ahora bien: si la esencia de lo que es bello es inalcanzable, las personas concretas no lo son tanto. El amor imposible puede dejar de
serlo cuando, por un motivo o por otro, llega un punto en el que podemos "conquistar" a esa persona... y eso nos permite conocerla
más. Aparece entonces una pregunta: ¿el fin del amor imposible es el fin del amor platónico?
Pero este tipo de idealización tan persistente no es el más habitual en nuestros días.
Esto último se hace evidente, por ejemplo, en el fenómeno fanboy o fangirl que han originado las personas mundialmente famosas.
Los famosos tienen detrás una maquinaria de marketing tan masiva y unos asesores de imagen tan eficientes que sólo conocemos la
parte más agraciada y admirable de su persona. En menor medida, ocurre lo mismo con las personas que, a pesar de atraernos por
su apariencia, nunca llegan a conectar del todo con nosotros.
Curiosamente, es la estética y lo material, aquello que tenía menos importancia para Platón, lo que nos lleva a idealizar al prójimo:
casi nunca un acercamiento intelectual. Quizás nos resultaría útil pensar más a menudo sobre este hecho.