ISBN - 84-9822-319-9
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Carmen Miramón Llorca – El texto como unidad comunicativa
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Son muchos los lingüistas y las corrientes de investigación que en su estudio del
sistema lingüístico fueron encontrando dificultades a la hora de hallar una explicación
satisfactoria a distintos fenómenos relacionados con el lenguaje. Muy tempranamente,
en 1966, el lingüista rumano Eugene Coseriu pronuncia una conferencia en la
Universidad de Tübingen titulada “El hombre y su lenguaje” (Coseriu 1985: 13-33). En
el trabajo plantea la necesidad de realizar algunas comprobaciones antes de volver a
decir algo acerca del lenguaje. Entre esas comprobaciones, la más llamativa es la
primera según la cual, “el lenguaje se presenta concretamente como una actividad
humana específica y fácilmente reconocible, a saber, como hablar o discurso”
(Coseriu 1985: 13). Hasta entonces resultaba indiscutible que la lingüística debía
dedicarse al estudio de la lengua en su naturaleza de sistema abstracto, sin embargo
Coseriu propone que la toma conciencia de esa actividad lleve al lingüista a estudiar el
lenguaje considerando que éste es siempre “hablar-con-otro”, y que, como lengua, es
“logos intersubjetivo” (Coseriu 1985: 32), expresión de la relación con los otros,
“fundamento y manifestación primaria de lo social”. Con este breve trabajo Coseriu
anticipa algunos de los conceptos que, muy pocos años después, van a conformar los
pilares básicos del llamado paradigma funcional o pragmático-textual.
El camino de superación de la “Lingüística de la Lengua” se fue realizando en
sucesivas etapas y por distintos lingüísticas que, en el curso de sus investigaciones,
se encontraron limitados en la estrechez de la dicotomía saussureana. Es el caso de
Emile Benveniste y de Roman Jakobson. Desde campos de investigación muy
distintos ambos constatan que la mayoría de los recursos de la lengua adquieren su
verdadera naturaleza en el proceso de intercambio comunicativo entre los hablantes.
Emile Benveniste (1966,1974) centrará sus investigaciones en el ámbito de la
enunciación. En artículos como “De la subjetividad en el lenguaje”, “El aparato formal
de la enunciación” y “La forma y el sentido en el lenguaje” plantea un análisis del
lenguaje alejado del estudio sistemático de las relaciones abstractas. En opinión del
lingüista, es en el acto en el que un hablante toma la palabra, en el que la propia
lengua encuentra su razón de ser y en ese espacio, el que Benveniste denomina de la
enunciación la lengua ya no es código inamovible sino, en palabras del propio
lingüista, “una instancia de discurso, que emana de un locutor, forma sonora que
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TEXTO DISCURSO
Escrito Oral
Clausurado y breve Extenso y abierto
Producto materializado Proceso relacional
Monológico Dialógico
Determinado individualmente Concepto genérico o
Término vinculado a tipológico
tendencias europeas Uso más generalizado
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En efecto, son muchos los autores que consideran que la naturaleza comunicativa
del texto es una de sus propiedades fundamentales. Así lo plantean, por ejemplo,
Schmidt, Isenberg, Halliday-Hassan, Gülich/Raible, van Dijk, etc.
Para Schmidt (1977: 104 y ss.) el carácter comunicativo del texto procede del
hecho de que el intercambio textual tiene lugar entre un emisor y un receptor a través
de un canal y en un espacio/tiempo determinados. Tanto el emisor como el receptor
del mensaje están condicionados por características de tipo socioeconómico,
sociocultural y psíquico-biográfico que determinan las actividades de producción y
comprensión textual. La importancia que para Schmidt poseen las condiciones
extralingüísticas queda de manifiesto en su concepto de texto que va más allá de lo
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Para Isenberg (apud Acosta, 1982:27), el texto puede considerarse como “serie
coherente de frases” y establece las características que hacen que el texto tenga
condición de tal que son: legitimidad social, funcionalidad comunicativa, semanticidad,
carácter situacional, intencionalidad, conformación correcta y gramaticalidad.
Gülich/Raible parten del principio de que el texto, además de ser un acto de
comunicación, es decir, un fenómeno del habla, es también un complejo conformado
de acuerdo con las reglas de la lengua, de ahí que en la caracterización del texto
puedan utilizarse tanto criterios de naturaleza interna como criterios de naturaleza
externa.
Por su parte J. Petöfi y Antonio García Berrio, en Lingüística del Texto y crítica
literaria (1978), incorporan conceptos como el de la “intención comunicativa del
hablante”, de gran trascendencia en la perspectiva pragmática y cognitiva sobre el
discurso que se desarrollará posteriormente. Para estos autores,
Para van Dijk (1984) (1995: 32), la importancia del contexto comunicativo radica
en que ciertas propiedades del discurso están determinadas por “la estructura de los
hablantes, los actos ilocucionarios y el tratamiento de la información en la
conversación” (1995: 290).
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paso del estudio del texto desde una perspectiva estática, estructural o sistemática a
una perspectiva dinámica y procesual, puede concebirse también como un cambio
radical en el punto de vista sobre el lenguaje y sobre la tarea de la lingüística. En
realidad se trata de dos aspectos muy relacionados, pues resulta inverosímil plantear
el estudio de una unidad de intercambio comunicativo sin tener en cuenta las variables
que forman parte de este proceso. Y por otra parte, un estudio en busca de
regularidades caracterizadoras no tiene por qué excluir la consideración de los
procesos dentro de los cuáles esas regularidades funcionan.
Para Beaugrande–Dressler (1981), la elección de un enfoque procedimental tiene
como consecuencia que se describirán todos los niveles lingüísticos en relación con
su uso comunicativo. Desde una perspectiva explicativa, lo que interesa son las
operaciones mediante las que se manifiestan las unidades y patrones durante la
utilización de los sistemas de comunicación. El texto sería precisamente el resultado
de esas operaciones y la tarea de la Lingüística del Texto, “formalizar los principios
mediante los cuales el objeto de estudio adquiere sus características propias y
concretar los procedimientos de creación y uso de las muestras empíricas analizadas”
(Beaugrande–Dressler, 1981: 73). Estamos de lleno en una perspectiva comunicativa,
empírica, procesual y cognitiva cuyo objetivo es la explicitación de los procesos que
permiten la producción y la comprensión textual a través del estudio del
funcionamiento del sistema de posibilidades que es el lenguaje y que se manifiesta en
forma de textos. La metodología cibernética desde la que estos autores hacen su
propuesta lleva a una terminología que Alcaraz (1990) denomina “esotérica” pero tras
la cual es posible descubrir un punto de vista sobre el lenguaje aún de perfecta
actualidad. Para Beaugrande-Dressler el texto se puede definir como:
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están controladas por tres principios que regulan la comunicación textual. Más
adelante nos ocuparemos de todo esto.
En una puesta al día sobre la tarea actual de la Lingüística del Texto, Robert de
Beaugrande (1995: 536-544) se plantea también una redefinición del objeto de estudio
a la luz de los nuevos caminos tomados por la propia Lingüística del Texto. Así, para
este autor el texto debe ser definido más como un acontecimiento empírico
comunicativo que tiene lugar en la comunicación humana que como un conjunto de
rasgos especificados mediante una teoría formal. Cada evento comunicativo se debate
dialécticamente entre el sistema virtual del lenguaje (el repertorio de posibilidades) y el
sistema actual constituido por las elecciones del productor del texto. El texto no está
en alguno de los dos polos de lenguaje frente a uso, sino que integra y reconcilia
ambos. En otro artículo algo anterior sobre el mismo tema, Beaugrande (1990: 13)
propone un esquema en el que representa las funciones de control o limitación de la
indeterminación que el sistema posee respecto al habla, a la que provee de categorías
y, por otra parte, el flujo de experiencia que aporta el uso del lenguaje y el valor que
estos datos de uso poseen para el sistema:
sistema uso
Para J. McH. Sinclair (1987: 15), la principal diferencia entre un modelo estático
y un modelo dinámico de discurso son las siguientes:
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Esta perspectiva incluye tanto al texto escrito como al texto oral, pues ambos
son interactivos, direccionales y poseen un fin o propósito. La descripción del
lenguaje formal escrito se transforma al aplicarle un modelo dinámico, pues
entonces sale al descubierto mucha de su interactividad. En nuestra opinión este es
un aspecto muy importante pues minimiza las diferencias entre los métodos de
análisis y nos permite tratar el texto escrito también como un complejo dinámico de
interacción comunicativa. Es de la misma opinión van Dijk (2000: 24) cuando habla
de comunicación escrita o interacción escrita para referirse al intercambio
comunicativo mediante textos escritos que, a pesar de su apariencia objetual,
también poseen usuarios y propósitos comunicativos, es decir, son formas de
interacción.
(1) Carácter comunicativo: es una acción que tiene como finalidad comunicar
(2) Carácter pragmático: se produce en un contexto extralingüístico, con
interlocutores y referencias constantes al contexto
(3) Carácter estructurado: es una organización interna basada en reglas que
garantizan el significado.
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sistema de la lengua”
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El texto, pues, oral o escrito puede concebirse como una unidad dinámica de
interacción lingüística entre los participantes en un intercambio comunicativo.
Al hablar de unidad estamos haciendo referencia:
a) a que el texto posee propiedades lingüístico-gramaticales y semántico-
organizativas que lo convierten en un todo. Es decir, está cohesionado y es
semánticamente coherente.
b) a que el texto es el resultado de una acción individual e intencional y eso es lo
que le da sentido (unidad de significado en contexto) como hecho pragmático. Como
participantes directos y responsables del acontecimiento textual, los hablantes,
establecen finalidades, modalizan el texto en relación con sus intenciones y lo orientan
argumentativamente de manera que el texto sea una respuesta a esas actitudes. Es
decir, lo dotan de coherencia pragmática.
La implicación de los hablantes nos remite a la necesaria consideración de los
procesos cognitivos implicados en la actividad lingüística, a los límites de la
comprensión y, en relación con esto último, a la existencia de modelos textuales –
estructuras prototípicas-, reconocibles por los hablantes e identificables en relación
con su estructura organizativa y con sus funciones.
Pero los hablantes y el propio sistema de la lengua son, además, capaces de
acomodarse o adaptarse a unas circunstancias determinadas de emisión-recepción.
De tener en cuenta el uso concreto de la lengua en relación con el contexto de
interacción lingüística. La adecuación es una consecuencia del carácter social que
posee siempre la actividad comunicativa humana.
En definitiva, es esa naturaleza pragmática lo que concede al texto su
dinamicidad, su dialogismo, su carácter procesual, es decir, su consideración como
“un acontecimiento de acción humana, interacción, comunicación y cognición”
(Beaugrande, 1995: 544).
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A estos hay que añadir los tres principios regulativos que controlan la
comunicación textual y que son EFICACIA, EFECTIVIDAD y ADECUACIÓN.
Las dos propiedades que desde el principio han recibido más atención de los
especialistas han sido la coherencia y la cohesión. Se trata, en ambos casos, de
propiedades consideradas estrictamente textuales, centradas en el “material textual” y,
por lo tanto, asunto y objetivo de la lingüística. Son las propiedades que ponen de
manifiesto las relaciones que se establecen entre las partes de un texto y se refieren al
contenido de un mensaje y a sus posibilidades de expresión lingüística, a la manera en
la que el lenguaje estructura y condiciona la expresión de nuestro pensamiento y de
nuestras intenciones. Pero la propia evolución de la lingüística en sus estudios sobre
el significado, la expresión lingüística y las posibilidades expresivo-comunicativas del
lenguaje han dado lugar a que el establecimiento de las propiedades del texto se
centre también sobre aspectos pragmáticos y cognitivos relacionados con las
posibilidades de procesamiento textual de los hablantes tanto como sobre la
enumeración concreta de características gramaticales y lingüísticas. Además, las
relaciones del texto con la situación de uso y con los usuarios han hecho que
propiedades relacionadas con el contexto de situación se estén convirtiendo en
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proceso comunicativo verbal hacen muy difícil asegurar que hemos reconstruido al
cien por cien el significado del hablante.
Pero la coherencia tiene también una vertiente pragmática que tiene que ver con
el hecho de que el texto se entiende como el objeto lingüístico de intercambio
comunicativo entre unos hablantes en una situación específica. La coherencia
pragmática analiza aquellos mecanismos a través de los cuales el hablante hace
explícita su presencia en el texto y, en ese sentido, se compromete con el acto mismo
de enunciación, con el propio enunciado y con el interlocutor al que dirige su texto. El
estudio de la coherencia pragmática comprende aspectos como la determinación de la
función predominante en el texto; el reconocimiento de las distintas modalidades
enunciativas expresadas a través de los actos de habla y las modalidades oracionales;
las modalidades de enunciado que revelan la actitud del hablante ante su propia
actividad; los procedimientos de modalización –la identificación de lo “subjetivo” en el
lenguaje- o la presencia de información implícita.
En cuanto a la cohesión, es una propiedad textual que da por supuesto que los
hablantes de una lengua poseen conocimientos lingüístico-gramaticales suficientes
como para poder codificar verbalmente un contenido y una intención comunicativa. La
cohesión sin embargo no se refiere a las reglas que dirigen la organización de una
lengua a nivel oracional o a niveles inferiores. La cohesión se refiere a todo el conjunto
de mecanismos que posee una lengua para organizar el nivel textual. En el texto
fundacional de Halliday-Hassan (1976) Cohesion in English, se dan algunas de las
claves que han servido posteriormente como punto de partida para la definición del
concepto. Estos autores definieron la cohesión como una propiedad que consiste en la
aparición en un texto de determinados elementos que necesitan de otros para poder
ser interpretados. “La cohesión ocurre cuando la interpretación de algún elemento en
el discurso depende de otro. Uno presupone al otro de manera que no puede ser
correctamente descodificado si no se recurre a él.” La presencia en el texto de esos
elementos y las relaciones de referencia y repetición que se establecen entre ellos es
lo que se considera cohesivo.
Las propuestas de clasificación y organización de los fenómenos cohesivos son
muy numerosas y divergentes. A partir de la clasificación de Halliday-Hassan en cinco
tipos de enlaces cohesivos –sustitución, elipsis, referencia, conjunción y cohesión
léxica- han sido numerosas las propuestas y los criterios de organización. Para
establecer los distintos tipos de mecanismos lingüísticos en los que se concreta la
cohesión textual, parece importante determinar qué clase de unidades lingüísticas son
las que realizan esta tarea. Como ya señalaron Halliday-Hassan, son la gramática y el
vocabulario los dos niveles del lenguaje sobre los que se sostiene la cohesión. Se
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en el uso que los hablantes hacen de la lengua han sido desarrolladas sobre todo por
la Teoría del Registro y del Género. Esta teoría se ocupa de la variación funcional de
la lengua, es decir, de la capacidad que poseen los hablantes y el propio sistema de la
lengua de adecuarse a unas circunstancias determinadas de emisión-recepción. Los
tres conceptos con los que se hace relación a aquellos elementos del contexto que
influyen decisivamente sobre el discurso son Campo, Modo y Tenor que afectan
respectivamente al tema del discurso en relación con los conocimientos de los
hablantes, al canal del transmisión y a las limitaciones y condiciones que este impone
al discurso y a las actitudes de los hablantes respecto al mensaje y respecto a la
relación que mantienen el uno con el otro con lo que establece el nivel de formalidad
del lenguaje.
En cuanto a la tipología textual, es algo sabido por los estudiosos del discurso que
la organización que presentan los textos no consiste sólo en un conjunto de rasgos
individualizadores sino que los textos responden, en mayor o menor medida, a
modelos, pautas, formas de organización que los hablantes de una lengua usan y
reconocen. Muy tempranamente y desde la Lingüística del Texto, van Dijk (1978)
propuso el término Superestructura. Si la Macroestructura puede considerarse la
organización semántica particular de cada texto, las superestructuras se definen como
“las estructuras globales que caracterizan el tipo de un texto” (1978: 142). Son una
especie de esquema al que el texto se adapta (143) y algunas de ellas, al menos, son
convencionales pues son reconocidas e identificadas por los hablantes. El concepto de
superestructura es muy importante pues destaca la idea de que la organización
semántica del texto es, antes, una organización pragmática pues, probablemente,
como señala el propio autor, los esquemas globales están en estrecha relación con las
funciones pragmáticas de los textos.
La constatación de que los seres humanos, en el seno de sus modelos culturales,
establecen categorías textuales reconocibles, es también el principal argumento de
Adam (1997) para la presentación de su modelo secuencial. La secuencia se
considera como el patrón composicional básico capaz de organizar estructural y
lingüísticamente textos enteros o partes de textos según determinados principios
organizativos y expresivos. Las secuencias son estructuras prototípicas, es decir, son
modelos a los que las manifestaciones concretas se aproximan en distinto grado.
Aunque han sido muchas y muy diversas las propuestas de clasificación textual, en la
actualidad es su tipología secuencial la que cuenta con un mayor respaldo entre los
analistas del texto. la base cognitiva sobre la que se asienta su tipología es sencilla,
explicativa, aplicable, homogénea y, en consecuencia, práctica a la hora de ser
aplicada al análisis real de textos. Distingue cinco secuencias que pueden presentarse
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BIBLIOGRAFÍA
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Petöfi, Janos S. y García Berrio, Antonio (1979): Lingüística del Texto y Crítica
Literaria, Madrid, Alberto Corazón.
Ramón Trives, E. (1979): Aspectos de semántica lingüístico-textual, Madrid: Istmo-
Alcalá.
Rastier, F. (1989): Sens et textualité, Paris: Hachette.
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