No soy ningún experto en coaching aunque he intentado paliar este defecto mediante
el estudio de una disciplina que me parece sumamente interesante. Eso sí, se ha
“prostituido” tanto el término que da hasta vergüenza hablar de coaching. Mediante este
artículo, me gustaría repasar las diez características principales del “coaching eficaz“.
Todas ellas debe poseerlas el propio coach pero, ¡ojo!, también debe ser capaz de
desarrollar muchas en su coachee. Al lío:
1) Autoconciencia.
La autoconciencia entendida como el conocimiento de uno mismo, nuestros puntos
fuertes y limitaciones, nuestras creencias y valores, nuestros prejuicios y filtros
perceptivos, nuestro estilo de interacción con los demás y de nuestra capacidad de
adaptación al cambio.
Es muy importante por lo tanto ser capaces de observarnos a nosotros mismos y
reflexionar sobre nuestra persona así como ser capaces de controlar nuestras
reacciones y emociones. Todo esto nos lleva al conocimiento de nuestros puntos
fuertes y de nuestros puntos débiles y de nuestras necesidades y fuentes de
motivación.
Para este trabajo es igualmente importante estar abierto a la crítica sin temores ni
ansiedades y buscar activamente el feedback. Asimismo es importante discernir entre
lo que se puede cambiar y lo que no.
2) Capacidad de inspiración.
Inspirar es orientar con el ejemplo con todo lo que esta frase conlleva. Como coach
debemos animar a asumir riesgos y considerar el fracaso como un mal resultado
producto de no adoptar las mejores decisiones.2
Es importante vivir desde valores y creencias positivas, haciendo hincapié en los
puntos fuertes de las personas, dirigiéndolas hacia estándares cada vez más
elevados. Para ello partiremos de un proceso de reflexión que en muchas ocasiones
descubrirá posibilidades novedosas y que no habían sido detectadas con anterioridad,
para alcanzar las cuales será necesario un proceso de cambio y un aprendizaje
continuo que a veces nos llevará fuera de nuestras zonas de confort.
4) Flexibilidad.
La premisa de un proceso de coaching es que son las prioridades del coachee y no del
coach las que deben determinar el rumbo a seguir. Para llevar esto a buen puerto,
deberemos por lo tanto ser flexibles y adaptarnos a las diferentes necesidades y
personalidades.
Para llegar a lo anterior usaremos el feedback percibido llevando a cabo los cambios
necesarios en nuestra actitud, exigencia y comportamiento siempre desde la confianza
en nosotros mismos pero con modestia y humildad.
5) Capacidad de comunicación.
Es fundamental empatizar con nuestro coachee y para ello haremos gala de todas las
técnicas interpersonales de las que dispongamos.
Ante todo debemos ser auténticos, sinceros y honestos siempre con el objetivo único de
ayudar a nuestro coachee. Para ello es fundamental empatizar con él y adentrarse en
su mundo y reflexionar desde su propia óptica y no desde la nuestra. Tras un proceso
de reflexión ofreceremos un feedback al coachee buscando siempre su mejora
incondicional, siendo duros cuando sea necesario pero también usando el humor y
tolerando la ambigüedad cuando sea pertinente. Nunca debemos olvidar que el coach
escucha más que habla y que su objetivo es promover el cambio a partir de las
conclusiones del coachee no de un diagnóstico del coach.
7) Disciplina.
La disciplina es el medio que el coach debe usar para vencer a las resistencias que
todo proceso de cambio plantea en los individuos. Esta disciplina no exime
de flexibilidad y adaptación a los ritmos del coachee. No obstante es labor del coach
el mantener en mente de ambos los objetivos y disciplinar al coachee para que sea
capaz de conseguirlos.
Aunque aparentemente el coach sea un oficio que surgió hace apenas unas décadas, lo cierto es
que sus orígenes se remiten a las primeras sociedades, cuando los miembros más
experimentados de una cultura se encargaban de la formación y la capacitación de los que se
iniciaban en el conocimiento del mundo.
Sócrates, filósofo griego, ha sido uno de los grandes coach de la Historia. Su papel fue el de
transmitir a los alumnos, entre ellos Aristóteles, su sabiduría en los temas que en aquella
época suponían mayor relevancia. A partir de esta figura podemos citar numerosos ejemplos
de lo que es un «coach», palabra del inglés que en castellano significa «entrenador». De
hecho, fue gracias a los excelentes resultados de diversos entrenadores deportivos en los
Estados Unidos que la práctica se extendió a otros campos, entre ellos el empresarial.
Ayuda a fijar metas individuales o profesionales. El coach no dice lo que alguien debe hacer o
no. Simplemente, da pistas sobre el camino más adecuado a seguir en cada caso. No hay
jerarquías ni él es la autoridad.
Proporciona un enfoque claro. Tomando como referencia las expectativas de cada persona
en el proceso de coaching, ayudará a descubrir el enfoque profesional o individual.
Fomenta el aprendizaje continuo. El coach sabe que todo es un proceso. El aprendizaje nunca
termina, sea del tipo que sea. * Descubre nuevas habilidades en los clientes. Cuando la
relación entre el coach y el cliente alcanza cierto grado de compenetración, es posible incluso
que el ejercicio sirva para descubrir una habilidad, talento o destreza de la persona que hasta
el momento había permanecido oculta.