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CANCIÓN DE LA HORA FELIZ

Porfirio Barba Jacob

Yo tuve ya un dolor tan íntimo y tan fiero,

de tan cruel dominio y trágica opresión,

que a tientas, en las ráfagas de su huracán postrero,

fui hasta la Muerte… Un alba se hizo en mi corazón.

Bien sé que aún e aguardan angustias infinitas

bajo el rigor del tiempo que nevará en mi sien,

que la alegría es lúgubre; que rodarán marchitas

mis rosas en la onda de lúgubre vaivén.

Bien sé que alucinándome con besos sin ternura,

me embriagarán un punto la juventud y abril;

y que hay en las orgías un grito de pavura,

tras la sensualidad de goce juvenil.

Sé más: mi egregia Musa, de hieles abrevada,

por el fatal destino de dioses engañada,

en noches sin aurora y en llantos de agonía

ya no creerá en nada… ni aun en la poesía…

Y estoy sereno. En medio del obscuro “algún día”-

de la sed, de la fiebre, de los mortuorios ramos-


¡el día del adiós a todo cuanto amamos!-

yo evocaré esta hora y me diré a mí mismo,

sonriendo virilmente: -“Poeta ¿en qué quedamos?”

Y llenaré mi vaso de sombras y de abismo…

¡el día del adiós a todo cuanto amamos!

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