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Materia: Lógica (Turno mañana, primer cuatrimestre de 2018)

Cátedra: Oller
Teórico: N° 1 (Martes 20 y viernes 23 de marzo)
Tema: Argumentación. Dimensiones retórica, dialéctica y lógica. Teoría de la
argumentación y lógica. Argumentos y pretensión de fundamentación. Argumentos
deductivos y no deductivos.
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El curso va a centrase en las relaciones entre lógica, argumentación y


filosofía. En relación con este eje, es necesario comenzar por destacar que a
la lógica le sucedió algo que no le pasó a otras disciplinas filosóficas: en el
período que va de la segunda mitad del siglo XIX a la primera mitad del
siglo XX la lógica se convierte en una ciencia, en una ciencia formal. Y esta
ciencia formal estaba en sus orígenes —en los orígenes de la lógica
matemática, no en los orígenes de la lógica en general— motivada por el
interés de estudiar y delimitar un tipo de razonamiento, el razonamiento
matemático. Pero, cuando llega a su madurez, la lógica matemática se
independiza de este interés original por los argumentos en el sentido
corriente del término. Es decir, ustedes pueden tomar un libro de lógica
matemática en el cual nunca se hable de argumentos en el sentido ordinario
de la palabra. Entonces, ustedes pueden preguntarse: ¿Por qué estudiamos
lógica en una carrera de Filosofía? Por ello, vamos a explorar en las clases
teóricas qué sigue teniendo que ver la lógica matemática con la lógica en el
sentido anterior, es decir como una disciplina preocupada por los
argumentos y con la teoría de la argumentación.

Estudiante: Una pregunta, quizás no tenga nada que ver ¿Por qué si a partir
de la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX la lógica se
independiza porque llama Hegel a su texto Ciencia de la lógica?

Profesor: En Occidente la lógica tiene por lo menos 2500 años de


antigüedad y, del mismo modo que ―física‖ no quiere decir lo mismo en
Aristóteles que en Newton, ―lógica‖ no quiere decir lo mismo en Hegel que
en Frege que en Kant.

Estudiante: Pero Hegel pretendía hacer una ciencia…

Profesor: Es necesario aclarar que estamos diciendo que la lógica se


constituye como ciencia en el sentido normal y contemporáneo de ciencia
formal, como la matemática es una ciencia formal, en ese sentido. No es este
el concepto de ―lógica‖ de Hegel, que la define como la ciencia de la idea
pura1.

Estudiante: Digamos que la raíz sería que la filosofía analítica es anti-


metafísica, o crítica de la metafísica tradicional.

Profesor: Cuando se constituye como ciencia, como una ciencia madura, se


independiza de los intereses o posiciones filosóficas que la pueden haber
motivado. Desde luego, se puede hacer filosofía de la lógica desde distintas
posiciones filosóficas, como se hace filosofía de la física o de la matemática
desde distintas posiciones filosóficas. Pero la física en tanto y en cuanto se
constituye como ciencia madura se independiza de sus aspectos filosóficos.
Eso no quiere decir que no los tenga, simplemente quiere decir que al físico
profesional esos aspectos suelen no importarle nada y no necesita
considerarlos para desarrollar su tarea científica. El lógico profesional es un
científico que trabaja dentro de un paradigma, de manera que no se plantea
estas cuestiones y cada vez más —si bien al comienzo del desarrollo de la
lógica contemporánea había una distribución más o menos equitativa de
autores con formación filosófica y matemáticos puros— la tendencia es
que quienes hacen lógica suelen ser matemáticxs o, por razones que vamos a
ver más adelante, alguien que se dedica a ciencias de la computación o la
inteligencia artificial.

1
Ver Hegel, G.H. F. (1999), Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas, Madrid: Alianza Editorial, §19.
Veamos la cuestión de la caracterización de la noción de argumento. Ahora
bien, uno puede definir ―argumento‖ de distintas maneras. La primera
actividad va a consistir en comparar la caracterización de argumento que
aparece en el capítulo primero, la Introducción del libro de GAMUT, con la
que vamos a ver en las clases teóricas y otras. ¿Qué noción de argumento
vamos a pretender caracterizar? No la noción técnica de la lógica
matemática sino la noción más corriente de argumento que tiene que ver con
los argumentos que encontramos con textos filosóficos, textos políticos, etc.
Cuando ustedes leen textos, en general, son capaces de identificar en esos
textos los párrafos argumentativos. ¿Cuáles son los argumentos de Platón en
el Menón para fundamentar la posición según la cual la virtud no es
enseñable? Se supone que ustedes son capaces de leer ese texto e identificar
esos argumentos. ¿Cómo son capaces de hacer esto?

La argumentación y su producto, los argumentos, son actividades


lingüísticas, son actividades verbales ¿Qué es un argumento en este sentido
en el cual queremos caracterizar la noción? En el sentido en el cual los
vamos a estudiar aquí —los argumentos como producto de la
argumentación— son entidades lingüísticas, son proferencias o
inscripciones. Es razonable adoptar este enfoque porque no podemos
acceder a la mente de quien produce un argumento y lo único que tenemos
a nuestra disposición son textos, textos orales, textos escritos. Y en esos
textos tenemos que identificar los argumentos.

En otro sentido ―argumentación‖ y ―argumento‖ pueden indicar entidades


psicológicas o cognitivas. Pero, no nos vamos a ocupar de la argumentación,
del razonamiento, como proceso psicológico o proceso cognitivo. En la
actualidad esto no se considera como uno de los temas de los cuales se debe
ocupar la lógica, ni en un sentido amplio ni en un sentido estrecho. Se
considera que esto es un tema que debe ser estudiado por la psicología del
razonamiento.

Entonces, ―argumentos‖ en el sentido en el que los estamos utilizando aquí


el término, denota a entidades lingüísticas. Tenemos entidades lingüísticas,
textos, proferencias y en esas entidades lingüísticas vamos a tener que
identificar argumentos. La pregunta, entonces, es: ¿Cómo lo hacemos?
Porque efectivamente no podemos acceder a la mente de quien produjo esas
entidades lingüísticas.

Solo tenemos a nuestra disposición medios lingüísticos para reconocer


textos argumentativos y diferenciarlos de los que no son argumentativos.
Por ello, una manera de reconocer que estamos en presencia de un texto
argumentativo es encontrar en esos textos determinadas expresiones que
manifiestan esa intención argumentativa. ¿Y cuales son esas expresiones?
Los indicios lingüísticos que nos permiten reconocer textos argumentativos
son determinadas palabras o expresiones del tipo ―por lo tanto‖, ―De esto se
sigue que‖, ―de esto se infiere‖, ―dado que‖, ―porque‖ –en un sentido no
causal, sino lógico—. Estas expresiones o partículas indican esta pretensión
de argumentar, esta pretensión de producir un texto argumentativo, de
realizar un acto de habla argumentativo. De manera análoga, puedo realizar
un acto de habla como el prometer utilizando determinadas expresiones que
indican esa intención, que puede ser exitosa o no, de realizar ese acto: ―Te
prometo‖, ―te juro‖, etcétera. ¿Cómo me doy cuenta que alguien quiere
argumentar? Porque hay determinadas expresiones que indican esta
voluntad de realizar ese tipo de acto de habla complejo que es la
argumentación.

Tenemos una serie de indicios lingüísticos que nos indican que quien
produjo ese texto tiene una intención argumentativa. Y esos indicios son
determinadas expresiones como ―por lo tanto‖, ―dado que‖, etcétera. ¿Cuál
es la finalidad de este acto lingüístico de argumentación? ¿Qué es lo que
quien produce un argumento pretende? En general, uno diría que quien
argumenta tiene una intención de persuadir, de convencer, a los demás o a
sí mismo de una determinada posición o tesis. Típicamente, uno argumenta
con esta intención de persuadir a una audiencia, que puede estar constituida
por uno mismo. Ahora bien ¿qué diferencia la argumentación de otras
formas de persuasión? La argumentación es un acto de habla que tiene como
finalidad convencer, persuadir, pero persuadir de una manera especial,
dando razones a favor o en contra de una posición o tesis que se expresa de
manera lingüística a través de oraciones.

Teniendo en cuenta lo anterior, podemos caracterizar a los productos de la


argumentación de la siguiente manera: un argumento es una entidad
lingüística formada por oraciones en la que típicamente aparecen
expresiones que nos indican que quien produce el texto tiene una
determinada intención o pretensión. Esta pretensión es una pretensión de
fundamentar, de dar razones que apoyen a una proposición u oración, a la
cual vamos a llamar ―conclusión‖, mediante el uso de otras proposiciones
que vamos a llamar ―premisas‖. Esta noción de argumento introduce
elementos pragmáticos ¿Qué quiere decir esto? Que introduce elementos
que tienen que ver con quien usa el lenguaje, con quien está usando el
lenguaje. Fíjense que en la definición aparece esencialmente la noción de
―pretensión de fundamentación‖, de ―pretensión de dar razones‖, y esto es
un elemento que pertenece o se puede atribuir al hablante. Por eso esta
definición tiene una dimensión pragmática, es decir, esta caracterización
considera esencial para definir la noción de argumento el tener en cuenta las
intenciones del hablante que produce ese texto.

En la Introducción del GAMUT —su texto de prácticos— se da una


definición de ―argumento‖, una definición informal que pretende acercarse a
la definición formal que van a ver cuando se trate el lenguaje de la lógica
proposicional, por ejemplo. Es una caracterización que no tiene en cuenta al
hablante. No le importa que pretendía el hablante cuando formuló el
argumento, porque eso no es necesario para la noción de argumento que van
a usar en lógica matemática.

Estudiante: ¿En qué sentido se tienen en cuenta las intenciones del hablante?

Profesor: En este sentido: yo caracterizo la noción de argumento como


entidad lingüística incluyendo en esa caracterización que para que haya un
argumento tiene que haber por parte de quien produce el texto determinada
intención o pretensión, la de fundamentar la conclusión en base a las
premisas. Naturalmente no podemos, o todavía no podemos, ver en un
sentido físico cuáles son las intenciones del hablante. Pero las inferimos de
del uso de determinadas partículas que convencionalmente indican esa
pretensión y/o del contexto.

Estudiante: ¿No lo inferimos también del modo que desarrolla…?

Profesor: Podemos inferirlo así también, hay casos en que no aparecen estas
partículas en el texto mismo pero sí hay indicaciones contextuales que nos
llevan a concluir que ahí hay un argumento.

Estamos dando una definición sencilla pero que permite dar cuenta de este
fenómeno, que cuando nosotros leemos un texto podemos, habitualmente,
identificar en ese texto los pasajes argumentativos. Y la pregunta es ¿Cómo
lo hacemos? ¿Cómo vemos que en un texto de Platón hay un argumento en
un determinado pasaje si no es posible consultar a Platón ni nos podemos
conectar psíquicamente con Platón? Una respuesta tentativa está dada por
esta caracterización de argumentación.

La caracterización de la noción de argumento que se propuso apela a una


pretensión de fundamentación pero, como todo en la vida, esa pretensión
puede ser exitosa o no.

Estudiante: entonces el éxito viene dado por si los convencí o no…

Profesor: Hay varios tipos de éxito que uno puede llegar a alcanzar, porque
hay distintas maneras en las que uno puede evaluar un argumento. Una
manera de evaluarlo es evaluarlo retóricamente, es decir, preguntarse:
¿convence o no convence el argumento? Por supuesto, el éxito retórico es
relativo a la audiencia a la cual está dirigido. Entonces, si convence a la
audiencia a la cual está dirigido, uno puede decir que es un buen argumento
desde el punto de vista retórico.
Otra dimensión de la argumentación es la dimensión lógica, que es posible
independizar de la dimensión retórica. En el estudio de la dimensión lógica
de la argumentación nos preocupa encontrar criterios para evaluar los
argumentos como productos de la argumentación, independientemente de la
audiencia a la cual están dirigidos y de si tienen el efecto retórico deseado o
no.

La dimensión retórica y la dimensión lógica de la argumentación forman


parte de una división tripartita del estudio de la argumentación. Uno puede
estudiar o preocuparse por la argumentación como una actividad retórica, es
decir, como una actividad lingüística que tiene como objetivo aumentar o
disminuir la adhesión de una audiencia a una determinada posición,
ofreciendo razones que se presentan con ese fin. Cuando este es el objetivo
fundamental, uno lo que esta poniendo en primer plano es la dimensión
retórica de la argumentación.

La segunda dimensión en esta división es la dimensión dialéctica de la


argumentación. La dimensión dialéctica de la argumentación pone el acento
en la argumentación como procedimiento para resolver diferencias de
opiniones, es decir en un procedimiento discursivo y en las reglas que rigen
esa actividad de resolver diferencias de opiniones. Entonces, a esta
dimensión se la suele llamar ―la dimensión dialéctica de la argumentación‖.

Y la tercera dimensión en esta división es la dimensión lógica —―lógica‖


está tomada aquí en un sentido amplio—. La dimensión lógica se preocupa
esencialmente por los productos de la argumentación ¿Cuáles son los
productos de la argumentación? Los argumentos. Entonces, está dimensión
pone el acento sobre los productos de la argumentación, los argumentos y,
en la medida que esto sea posible o deseable, independiza ese interés del
interés retórico y del interés dialéctico.

Resumiendo, es posible estudiar la argumentación como proceso, como


procedimiento(s) o como producto de ese proceso. Estos tres enfoques o
dimensiones, que no son mutuamente excluyentes, se suelen identificar con
tres perspectivas en el estudio de la argumentación: la retórica, la dialéctica
y la lógica2.

Enfoques Retórico: la argumentación como


proceso

Dialéctico: la argumentación como


de la procedimiento

argumentación Lógico: la argumentación como


producto

Se puede estudiar la argumentación haciendo distintas combinaciones de


estas dimensiones y, por ejemplo, en una de las teorías contemporáneas de
la argumentación más influyentes, la llamada ―teoría pragma-dialéctica de
la argumentación‖ de la escuela holandesa de Van Eemeren, se combina la
dimensión dialéctica con la dimensión lógica3. Hay una preocupación menor
por la retórica y hay una preocupación mayor por cómo se combinan esas
dos dimensiones. Otro autor influyente, uno de los iniciadores de la teoría de
la argumentación contemporánea, Chaïm Perelman4, pone el acento sobre la
dimensión retórica de la argumentación.

Desde el punto de vista de su evaluación, un argumento puede ser


retóricamente bueno pero lógicamente malo, es decir, puede convencer
aunque sea un mal argumento desde un punto de vista lógico —porque, por

2
Ver, por ejemplo, J. Habermas (1999) Teoría de la acción comunicativa, I, Madrid: Taurus,
pp. 46-47. También, Tindale, Ch. W. (1999) Acts of Arguing: A Rhetorical Model of Argument.
Albany: State University of New York Press, Introduction.
3
Ver, por ejemplo, van Eemeren, F. H. & Grootendorst, R. (2011) Una teoría sistemática de la
argumentación. La perspectiva pragmadialéctica, Buenos Aires: Biblos.
4
Ver Perelman, C., y Olbrechts-Tyteca, L.(1989) Tratado de la argumentación. La nueva
retórica. Madrid: Gredos.
ejemplo, es deductivamente inválido, aunque pretenda dar una
fundamentación deductiva a su conclusión—.
.
Estudiante: ¿La dialéctica tiene un rol mediador, tratar de resolver una
diferencia de opiniones?

Profesor: Efectivamente, en este sentido de ―dialéctica‖, ella es el estudio de


la argumentación y de sus reglas como procedimientos para resolver
diferencias de opiniones. Por ejemplo, en el caso de van Eemeren, su
escuela construye un modelo de diálogo argumentativo que, por supuesto,
como todo modelo, idealiza las situaciones argumentativas. Idealiza los
casos de argumentación que efectivamente se dan en situaciones
argumentativas como los debates parlamentarios o televisivos, etcétera, pero
pretende tener cierto fundamento en esas prácticas efectivas de
argumentación. Entonces este modelo de van Eemeren describe
determinadas etapas que uno debe seguir en la argumentación y
determinadas reglas que rigen la argumentación si uno quiere que la
argumentación sea un procedimiento exitoso. Lo que ofrece esta teoría de la
argumentación es un modelo ideal, pero con fundamento en la realidad, de
cuáles son las etapas de la argumentación y cuáles son las reglas que rigen
estas etapas. Y esto a su vez se aplica al estudio de diferentes cuestiones,
como por ejemplo el análisis de debates políticos efectivamente sucedidos, o
a la teoría de las falacias —que en la teoría de Van Eemeren son justamente
violaciones a las reglas que rigen el diálogo argumentativo ideal—, etc.

Las tres dimensiones de la argumentación nos permiten ubicar a la lógica


como una subdisciplina de la teoría de la argumentación. Una manera de
encarar el estudio lógico de los argumentos, la propia de la lógica formal,
consiste en considerar que la forma de los argumentos es la propiedad
esencial para distinguir buenos de malos argumentos. Por el contrario, la
lógica informal considera que la forma de los argumentos no es el único
aspecto que es necesario considerar para determinar si un argumento es
bueno o malo. La lógica matemática ofrece una versión actual de la lógica
formal que toma métodos y resultados de la matemática para construir sus
teorías. El siguiente esquema resume lo expuesto:

Actividad 1
Compare las siguientes definiciones de “argumento”:

a) Para nuestros propósitos es conveniente considerar a un


argumento como una secuencia de oraciones tal que las premisas
están al comienzo y la conclusión al final del argumento.

Gamut, L.T.F (2009) Lógica, lenguaje y significado: Introducción a la lógica. Buenos Aires:
Eudeba, p. 1.

b) Un argumento, en el sentido lógico, no es una mera colección de


proposiciones, sino que tiene una estructura. Al describir esta
estructura, suelen usarse los términos "premisa" y "conclusión".
La conclusión de un argumento es la proposición que se afirma
con base en las otras proposiciones del argumento, y estas otras
proposiciones, que son afirmadas (o supuestas) como apoyo o
razones para aceptar la conclusión, son las premisas de ese
argumento.

Copi, I. y Cohen, C. (1995) Introducción a la Lógica. México: Ed Limusa, p. 21.


c) Un argumento es un tipo de discurso o texto —el destilado de la
práctica de argumentación— en el que quien argumenta trata de
persuadir al Otro de la verdad de una tesis mediante la
presentación de las razones que la sustentan.

Johnson, R. H. (2000) Manifest Rationality. A Pragmatic Theory of Argument. Mahwah, N.J.:


Lawrence Erlbaum Associates, p. 168.

d) La argumentación es una actividad verbal que puede


desempeñarse en forma oral o en forma escrita. Es también una
actividad social: en el avance argumentativo, uno se dirige por
definición hacia los otros. Además, es una actividad racional que
se orienta a defender un punto de vista de modo que se vuelva
aceptable a un crítico que toma una actitud razonable. A través
del desarrollo argumentativo, el hablante o escritor comienza a
partir de la —correcta o incorrecta— suposición de que hay una
diferencia de opinión entre la propia y la del oyente o lector.
Adelantando proposiciones que deben justificar el punto de vista
con relación a un asunto, el hablante o escritor trata de
convencer al oyente o al lector de la aceptabilidad de este punto
de vista. La siguiente definición de argumentación combina estas
diferentes características:
La argumentación es una actividad verbal, social y racional que
apunta a convencer a un crítico razonable de la aceptabilidad de
un punto de vista adelantando una constelación de una o más
proposiciones para justificar este punto de vista.
Esta definición no sólo se refiere a la actividad de avance
argumentativo sino también al texto más breve o más largo que
resulta de ella. La argumentación se refiere a ambos, al proceso
de adelantar la argumentación y a sus "productos", y el término
'argumentación' cubre a los dos. En la teoría de la
argumentación, ésta es contemplada no sólo como el producto de
un proceso racional de razonamiento, como los argumentos que
son tratados por la lógica tradicional, sino también como una
parte de un desarrollo comunicativo y de un proceso interactivo.
En una aproximación puramente lógica de la
argumentación, un gran número de factores verbales,
contextuales, situacionales y otros aspectos pragmáticos que
afectan la conducta y el resultado de un intercambio
argumentativo no son considerados. ¿De qué manera precisa se
expresan los argumentos? ¿Hacia quién se dirigen en definitiva?
¿En qué tipo de situación progresó la argumentación? ¿Qué
información transmitida por los enunciados que preceden a la
argumentación necesita ser tomada en cuenta? Los lógicos no se
comprometen generalmente con estas y otras cuestiones
"pragmáticas". Más bien, se concentran en "formas de
argumentos" abstractas o en "patrones de razonamiento",
ubicados en una formulación común, en la que una conclusión se
deriva de un conjunto cierto de premisas. Para los lógicos el
punto principal es cómo distinguir entre las formas de
argumentos "formalmente válidas" y las formas de argumentos
que no son válidas. Para poder hacerlo, resumen las propiedades
pragmáticas de la realidad argumentativa que son indispensa-
bles para un adecuado tratamiento de la argumentación. En la
teoría de la argumentación, por el contrario, el centro de la
atención es la argumentación en la práctica actual, propuesta por
alguno que trata de convencer a algún otro de la aceptabilidad de
un cierto punto de vista.

van Eemeren, F. H., Grootendorst, R., y Snoeck Henkemans, F. (2006) Argumentación: análisis,
evaluación, presentación. Buenos Aires: Biblos, pp. 17-18.

La actividad 1 está relacionada con esta cuestión de las diferentes


caracterizaciones de la noción de argumento según el interés que lo mueva a
uno a estudiar esa noción. En esa actividad aparecen la definición de
argumento que da el GAMUT, la definición de Copi, la definición de un
autor de la escuela canadiense de lógica informal Ralph Johnson y la
definición de Van Eemeren, la cabeza de una escuela vigente de teoría de la
argumentación, la que se suele llamar ―Escuela de Ámsterdam‖ o ―escuela
holandesa de teoría de la argumentación‖.

Nosotros habíamos hecho una caracterización muy cercana a la definición


de Johnson, que como les decía, es una de las figuras de la escuela
canadiense de lógica informal. Esta caracterización la habíamos hecho en
términos de la noción de pretensión de fundamentación. Vamos a ver ahora
cómo utilizar esa caracterización para clasificar los argumentos en
deductivos y no deductivos. La idea es la siguiente: en todo argumento hay
una pretensión de fundamentación, pero no en todo argumento esa
pretensión es del mismo tipo. Hay argumentos en que la pretensión de
fundamentación es muy fuerte. Se pretende que uno no puede aceptar las
premisas y no aceptar la conclusión, porque necesariamente si las premisas
son verdaderas la conclusión es verdadera. A ese tipo de pretensión de
fundamentación tan fuerte lo vamos a llamar ―pretensión de fundamentación
deductiva‖. Los argumentos deductivos van a ser aquellos que presentan
esta pretensión de fundamentación deductiva.

Por otra parte hay pretensiones de fundamentación más débiles que lo único
que intentan afirmar es que la aceptación de las premisas otorga cierta
plausibilidad o probabilidad a la conclusión. Es decir que la verdad de las
premisas otorga cierto apoyo a la verdad de la conclusión. Pero no se
pretende que uno no pueda aceptar las premisas sin aceptar la conclusión,
simplemente pretenden otorgar algún tipo de apoyo a la conclusión
basándose en las premisas. Ese segundo tipo de pretensión, que vamos a
llamar ―no deductiva‖, es la que caracteriza los argumentos no deductivos.
Los argumentos no deductivos son aquellos que presentan una pretensión de
fundamentación no deductiva.

Ahora bien, una pregunta que pueden hacerse es ¿cómo distinguimos la


pretensión deductiva de la pretensión no deductiva? Porque los indicadores
de inferencia, los indicadores de premisa y los indicadores de conclusión, no
se distinguen por la pretensión inferencial que manifiestan. Por ejemplo, no
hay un por lo tanto para los argumentos deductivos y otra expresión
equivalente a por lo tanto para los argumentos no deductivos. Hay solo un
por lo tanto; entonces, ¿cómo sé que ese por lo tanto quiere indicar una
pretensión de fundamentación deductiva o no deductiva? Bueno, en muchos
casos el tipo de pretensión de fundamentación se expresa explícitamente en
el texto. Por ejemplo, se dice ―Tengo un argumento concluyente para…‖,
―concluyente‖ es aquí sinónimo de ―deductivo‖. Justamente los argumentos
no deductivos no son concluyentes, son siempre argumentos en los que uno
puede aceptar las premisas y dejar de aceptar la conclusión. Entonces, si en
el texto se dice ―tengo un argumento concluyente‖ o ―estas premisas
proporcionan razones concluyentes para…‖, entonces me doy cuenta de que
estamos frente a una pretensión de fundamentación deductiva.

Otras veces la pretensión deductiva se infiere del contexto. Por ejemplo, si


ustedes publican en una revista matemática estándar la demostración de un
teorema, se supone que el argumento que se ofrece para apoyar el enunciado
del teorema es un argumento deductivo. Entonces, no hace falta decir ―voy a
presentar un argumento deductivo para demostrar el último teorema de
Fermat‖. Se supone que si propongo una demostración para el último
teorema de Fermat, esa demostración va a ser un argumento deductivo y no
necesito aclararlo.

Como suele suceder con las pretensiones, algunas pretensiones son exitosas
y otras son fallidas. Por ejemplo, Fermat en el siglo XVII propone un
problema que se llama el último teorema de Fermat. El enunciado del
problema —la ecuación xn + yn = zn no tiene soluciones enteras para n > 2 y
x, y, z distintos de cero— parece muy sencillo, pero encontrar una
demostración del teorema llevó siglos y recién se demostró en el siglo XX 5.
Y antes de llegar a la demostración correcta hubo propuestas de
demostración en revistas matemáticas que eran fallidas, tenían errores.
Ahora bien, ¿uno qué diría en este caso? ¿Diría que el que mandó a
publicación la demostración de ese teorema quería formular un argumento
no deductivo? No, quería formular un argumento deductivo, concluyente,
pero sin embargo se equivocó. De manera que esa demostración era un
intento de argumento deductivo que resultó fallido. Es decir, en este caso, en
el caso de las demostraciones fallidas del último teorema de Fermat,
diríamos que la pretensión de fundamentación que aparece en esas
demostraciones es deductiva, pero son pretensiones fallidas. Cuando
tenemos una pretensión fallida de fundamentación deductiva decimos que el
argumento que manifiesta esa pretensión es un argumento deductivo
inválido.

Aquí se ve la importancia de dar una caracterización pragmática de


argumento, porque si uno no incluyese en la caracterización de argumento
deductivo y de argumento no deductivo el elemento pragmático de la
pretensión del hablante, no se podría hablar –de hecho algunos textos no
hablan en absoluto de argumentos deductivos inválidos— de argumentos
deductivos inválidos, es decir de argumentos deductivos fallidos. ¿Por qué?

5
Ver, por ejemplo, http://vimeo.com/27711778
Porque el argumento deductivo, según la caracterización semántica habitual,
es un argumento en el que, necesariamente, si las premisas son verdaderas,
la conclusión es verdadera. Ahora bien, si necesariamente, si las premisas
son verdaderas, entonces la conclusión es verdadera, entonces no se puede
dar el caso de argumento deductivo inválido, de un mal argumento
deductivo que no cumpla con su objetivo de transmitir necesariamente la
verdad de las premisas a la conclusión. De acuerdo a esta definición, todo
argumento deductivo es un buen argumento, es un argumento válido. Solo
podemos hablar de argumento deductivo inválido sin cometer un error que
se llama contradictio in adiectio si introducimos las pretensiones del
hablante. Este defecto que llamamos contradictio in adiectio, que quiere
decir contradicción en el adjetivo, consiste en atribuir a un ente, o a un
concepto, una propiedad que es incompatible con él. Es decir, decir de un
argumento deductivo que es inválido resulta una contradictio in adiectio, si
uno no introduce en la caracterización de argumento y de argumento
deductivo las pretensiones del hablante. Porque no podría darse el caso de
que un argumento deductivo, definido de la manera semántica que vimos –
necesariamente si todas las premisas son verdaderas, entonces la conclusión
es verdadera— fuese inválido.

Sin embargo, de acuerdo a la caracterización pragmática que formulamos


uno puede hablar sin problemas de argumentos deductivos inválidos. ¿Por
qué? Porque lo que estamos diciendo cuando decimos eso es que el hablante
pretendió formular un argumento deductivo pero falló en su pretensión. Los
cientos de matemáticos y matemáticas que trataron de probar el último
teorema de Fermat pretendieron formular argumentos deductivos pero
fallaron en su pretensión. ¿Por qué fallaron en su pretensión? Porque las
premisas no otorgaban fundamento concluyente a su conclusión.

Estudiante: ¿Cuál es la necesidad de introducir la categoría de argumento


deductivo inválido?

Profesor: Bueno, justamente esta. ¿Qué decimos en este ejemplo de la


persona que publicó un artículo en una publicación matemática tratando de
probar el último teorema de Fermat? ¿Trató de formular un argumento no
deductivo o trató de formular un argumento deductivo y falló?

Estudiante: Está bien, pero si falló no es un argumento deductivo.

Profesor: Justamente, estamos hablando de dos nociones de argumento


deductivo. Una noción es la noción caracterizada por la definición que tiene
en cuenta solamente elementos semánticos. Un argumento es deductivo si y
sólo si necesariamente si todas sus premisas son verdaderas su conclusión es
verdadera. Esta caracterización no incluye ningún elemento pragmático.
Otra definición es la definición que dimos nosotros, que sí incluye
elementos pragmáticos. ¿Por qué nos interesa esta segunda definición?
Porque queremos hablar de argumentos deductivos malos, es decir,
argumentos en los cuales el hablante tenía la intención de formular un
argumento deductivo pero falló en su pretensión. No sería adecuado llamar a
las demostraciones fallidas del último teorema de Fermat ―argumentos no
deductivos‖ en este sentido pragmático. Quien envió para su publicación la
demostración fallida pretendía formular un argumento deductivo pero falló
en su pretensión. En este sentido interesa hablar de argumentos deductivos
inválidos. Vamos a ver ahora otros ejemplos filosóficos donde se ve que
esto tiene algún interés. El descubrir que el hablante tiene una pretensión
deductiva y falla en su pretensión nos lleva a otras preguntas interesantes
para quien hace lógica pensando en los argumentos del lenguaje natural. Por
ejemplo, ¿qué premisas habría que agregar para que este argumento, que así
como está es deductivamente inválido, se convierta en deductivamente
válido?

Estudiante: En el caso de que fuera fallido, mi pregunta es ¿las premisas no


son verdaderas o falta agregar otros supuestos o premisas? Quizá el caso es
que no eran verdaderas las premisas.

Profesor: Hay por lo menos dos tipos de críticas —hay más de dos— que
uno puede hacer en referencia a un argumento. Un primer tipo de crítica
consiste en negar la verdad o la aceptabilidad de las premisas y un segundo
tipo de crítica cuestiona la calidad del nexo inferencial entre premisas y
conclusión. Son dos tipos de críticas diferentes. En efecto, uno puede tener
un argumento deductivo válido aunque tenga premisas falsas. Por ejemplo,
si yo digo ―Hoy es viernes y estamos en Chipre‖, aunque la premisa es falsa,
se infiere válidamente ―Estamos en Chipre‖. Otro ejemplo, de ―Hoy es lunes
y estamos en Chipre‖ se infiere válidamente ―Hoy es lunes‖. Entonces en lo
que respecta a la calidad inferencia, decimos que la calidad inferencial de
esos argumentos es buena, pero que su premisa es falsa en ambos casos. En
un caso, usando el mismo esquema inferencial, inferimos una proposición
falsa ―Estamos en Chipre‖ y en el otro caso una proposición verdadera ―Hoy
es lunes‖.

Estudiante: En el caso de los argumentos que tienen una única premisa ¿es
verdad que no se puede extraer una proposición que no esté expresada en
esas premisas? Por ejemplo cuando usted decía ―Hoy es lunes y estamos en
Chipre‖, no se puede concluir más que lo que estrictamente está en esas
premisas.

Profesor: Ese es un problema difícil de tratar sistemáticamente. La idea que


vos estas expresando es una de las ideas que a lo largo de la historia se han
propuesto respecto de la deducción: para que la conclusión se deduzca de
sus premisas tiene que estar de alguna manera contenida en ellas. Ahora, el
problema es que cuando uno empieza a tratar de explicitar qué quiere decir
―estar contenido en‖ se encuentra con algunos problemas. Hay veces en que
los términos de la conclusión no aparecen explícitamente en las premisas
aunque uno diría que la conclusión está contenida en las premisas. Por
ejemplo, ―Todas las paredes son blancas‖ permite inferir ―Algunas paredes
son blancas‖. Sin embargo ese ―Algunas‖ no aparece explícitamente en las
premisas.

Estudiante: ¿Un argumento inválido no necesariamente es falso?

Profesor: Vamos a usar verdad y falsedad para referirnos a las proposiciones


u oraciones que componen el argumento y válido-inválido para los
argumentos como estructuras complejas formadas por proposiciones u
oraciones.

Entonces, habíamos visto que esta caracterización de argumento en términos


de pretensión de fundamentación nos permite hacer una clasificación
dicotómica en términos de argumentos deductivos y no deductivos.
Podemos presentar dos ejemplos de argumentos referidos al aborto, un
argumento que tiene una pretensión deductiva y el otro que tiene una
pretensión no deductiva. El primer argumento es uno de los argumentos
estándar de los anti abortistas. Una de sus premisas es ―el feto (humano) es
un ser humano desde el momento de la concepción‖, otra es ―Abortar es
matar a un feto‖. Hay una conclusión intermedia ―Por lo tanto, abortar a un
feto es matar a un ser humano‖, y otra premisa: ―Matar a un ser humano es
moralmente condenable‖ que, junto con las demás premisas nos permite
concluir ―Abortar es moralmente condenable‖.

Este es el argumento estándar de los antiabortistas y es un argumento


deductivo válido. Que sea válido no quiere decir que no lo puedas atacar. Lo
podés atacar desde la perspectiva de la verdad o falsedad de sus premisas.
Quienes atacan este argumento en general no atacan la calidad de su
relación inferencial sino que lo que atacan es la verdad de las premisas. En
particular, de la premisa ―El feto es un ser humano desde el momento de la
concepción‖. Entonces, que un argumento deductivo sea válido no quiere
decir que no lo podamos atacar. Quiere decir simplemente que no podemos
atacar la calidad de la relación inferencial entre premisas y conclusión.
Aunque, todo sea dicho, también podemos atacar la relación inferencial si
mantenemos una doctrina lógica no estándar sobre la deducción. Eso lo
vamos a ver más adelante. En principio, si uno acepta la lógica deductiva
estándar, entonces uno tiene que decir que el argumento estándar en contra
del aborto es un argumento deductivamente válido pero criticable porque
uno puede criticar la verdad de alguna de sus premisas. Quienes critican este
argumento afirman, por ejemplo, que la primera premisa no es verdadera
porque confunde ―potencia‖ con ―acto‖. El feto, hasta determinado
momento, es un ser humano en potencia y no un ser humano en acto.
Otro argumento que podemos considerar es el argumento a favor de la
permisibilidad moral del aborto en el caso de embarazo resultante de
violación de Judith Thomson6, que es un ejemplo de argumento no
deductivo: un argumento por analogía. El argumento esta basado en un
experimento mental que es el siguiente: ustedes se despiertan un día y se
encuentran en un hospital entubados a otra persona. Cuando piden
explicaciones les dicen que un grupo de amantes de la música los ha
secuestrado y entubado a esta persona que es un violinista famoso porque
ustedes son las únicas personas que tienen el tipo de sangre adecuado para
salvarle la vida, de manera que ustedes van a estar funcionando como una
especie de máquina de diálisis humana durante nueve meses y al término de
los nueve meses esta persona ya se habrá recuperado y ustedes podrán
desconectarse. Entonces, la autora, Judith Thomson, pregunta qué es lo que
ustedes piensan acerca de esto: ¿es permisible moralmente pedir la
desconexión? O, dicho de otro modo, ¿es moralmente obligatorio
permanecer conectados a esta persona? En general la gente contesta que no
es moralmente obligatorio. Quizás contesten que permanecer conectados es
una acción buena, pero no exigible moralmente. Entonces, Thomson dice lo
siguiente: si usted contestó de esta manera esta pregunta, también tiene que
contestar que el aborto es moralmente permisible en el caso de un embarazo
que resulte de una violación. La pregunta que uno se hace es, ¿por qué?,
¿qué tiene que ver una situación con la otra? Y aquí se presenta un
argumento por analogía. La situación de la mujer violada y la situación del
individuo secuestrado son similares en algunos aspectos moralmente
relevantes para las respectivas conclusiones, que son los siguientes: en los
dos casos se hace depender la vida de una persona –Thomson no discute,
por mor del argumento, si el feto es o no es una persona desde el momento
de la concepción y esto tiene también cierta importancia retórica. Cuando
uno produce un argumento lo hace para convencer a una determinada

6
Thomson, J. J. (1971). A defense of abortion. Philosophy and Public Affairs. 1 (1):47-66. Traducción
castellana en A.A.V.V. (1983) Debate sobre el aborto. Cinco ensayos de filosofía moral. Madrid:
Cátedra.
audiencia. Naturalmente si uno tiene una audiencia de anti-abortistas y ya
desde el primer momento dice ―yo no creo que el feto sea un ser humano
desde el momento de la concepción y voy a basar mi argumentación en
esto‖, la audiencia va a ser difícil de convencer. El argumento de Thomson
no parte de este supuesto, no parte del supuesto de que el feto no es un ser
humano desde el momento de la concepción. Y, por lo tanto, es más
probable que una audiencia que en este momento tiene una posición anti
abortista escuche con interés y esté más dispuesta a dejarse convencer que si
uno parte de un enfrentamiento directo.

Entonces, las dos situaciones eran similares en los dos aspectos moralmente
relevantes mencionados. En las dos situaciones se hace depender la vida de
una persona de otra persona y esta dependencia vital se crea sin el
consentimiento de la persona de la cual se hace depender esa vida y
mediante el uso de violencia. Si estos fueran los dos únicos aspectos
moralmente relevantes a tener en cuenta, entonces si uno contesta que sí a
una pregunta, tiene que contestar que sí a la otra. Este es un argumento no
deductivo por analogía o similitud que no pretende ser concluyente. De
manera que lo que se pretende es que las premisas otorguen cierto tipo de
apoyo a la conclusión. Pero nuevas consideraciones pueden llevar a hacer
caer la conclusión. Supongamos que yo acepto que estos dos factores son
moralmente relevantes para la conclusión: esa relación de dependencia vital
se ha creado mediante el uso de violencia y sin el consentimiento de la
persona de la cual se hace depender la vida de la otra. Pero considero que
esas no son las únicas consideraciones moralmente relevantes en el segundo
caso, en el caso del aborto. Esta es una crítica que se ha hecho al argumento
de Thomson: hay una consideración moral que no se ha tenido en cuenta en
la cual difieren una situación y la otra situación y hace que en la primera
situación –la situación del violinista secuestrado—sea razonable contestar
que no es moralmente obligatorio permanecer conectado y que en la
segunda tenga uno razones para contestar que es obligatorio permanecer
conectado. ¿Cuál es esta característica moral que en la cual difieren el caso
del violinista y el caso de la mujer violada? Es que el primer caso, el caso
del violinista, el desconectarlo del secuestrado, es un caso de dejar morir. El
violinista ya se estaba muriendo de cualquier modo. Puede ser que ocurra un
milagro y no se muera. En el segundo caso, en el caso de la mujer violada, el
abortar es un caso de matar activamente a través de un tercero –el médico, la
enfermera– o uno mismo. De acuerdo a quienes –como Philippa Foot7—
argumentan de este modo, matar o dejar morir no son moralmente
equivalentes. De manera que aunque en el primer caso, en el caso del
secuestrado y el violinista, uno conteste que no tiene la obligación moral de
permanecer conectado, en el segundo caso sí tiene la obligación de seguir
sosteniendo la vida del feto. Porque la desconexión sería un caso de matar
activamente mientras que en el primer caso sería un caso de dejar morir.

Estudiante: Pero dejar morir tampoco es aceptable moralmente ¿no?

Profesor: Eso inicia otra discusión que, como acabamos de mencionar,


efectivamente se ha dado en la literatura filosófica reciente acerca de si
matar y dejar morir son moralmente equivalentes o no en casos como el del
aborto, la eutanasia, la pobreza, etc. Uno diría que, intuitivamente, no lo son.
Un ejemplo que da Foot en ese texto es el siguiente: resulta evidente que
permitir que las personas de un país del Tercer Mundo se mueran de hambre
no es moralmente equivalente a matar a esas personas enviando en su
―ayuda‖ comida envenenada o en mal estado. Tampoco parece moralmente
equivalente a matar a una persona para que sus órganos salven la vida de
otras cinco personas el dejar morir a una persona que necesita cinco veces
más cantidad de un remedio escaso que otras cinco personas a las que
podríamos salvar si no asistimos a la primera. Por supuesto que hay autores,
como Michael Tooley8, que sostienen la posición opuesta a la de Foot
respecto a la valoración moral del matar y el dejar morir.

Entonces, resumiendo, el segundo ejemplo de argumento que vimos en la


primera clase, este argumento a favor de la permisibilidad moral del aborto

7
Philippa Foot (1984) "Killing and Letting Die," en Joy L. Garfield & Patricia Hennessy, Abortion:
Moral and Legal Perspectives. Amherst: The University of Massachusetts Press, pp. 177-185.
8
Michael Tooley (1972) "Abortion and Infanticide," Philosophy and Public Affairs, 2. Traducción
castellana en A.A.V.V. (1983) Debate sobre el aborto. Cinco ensayos de filosofía moral. Madrid:
Cátedra.
en ciertos casos es un argumento no deductivo: la aceptación de las premisas
no nos obliga a la aceptación de la conclusión porque es posible que las
premisas sean verdaderas y, sin embargo, la conclusión sea falsa. Uno puede
aceptar que las dos situaciones planteadas en el argumento de Thomson son
moralmente similares en esos dos aspectos a los cuales nos referimos y que
sin embargo la conclusión no se sigue en el segundo caso porque hay un
aspecto moralmente relevante que no ha sido tenido en cuenta y que, si se
tiene en cuenta, hace caer la conclusión que el aborto es moralmente
permisible en el caso de una violación. Ese aspecto moralmente relevante es
que en un caso tenemos una instancia de matar activamente y en el otro caso
una instancia de dejar morir. Y, según quienes critican a Thomson de este
modo, matar activamente no es moralmente equivalente a dejar morir.

Bibliografía obligatoria para estos temas: Copi, I. y Cohen, C. (1995)


Introducción a la Lógica. México: Ed Limusa. Cap. I, 1.1-1.2 y 1.6-1.7 (pp.
17-30 y 70-80).

https://uba.academia.edu/CarlosOller

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