INTRODUCCIÓN
Desde otro punto de vista, las acciones constitucionales pueden dividirse entre aquellas
que declaran derechos en forma definitiva, esto es, declarativas, las que se encuentran
dotadas de cosa juzgada (como la reclamación de nacionalidad o la de indemnización por
error judicial, por ejemplo) las meramente cautelares o que resguardan derechos sin
1
Aunque tal denominación es doctrinariamente discutible pues por regla generalísima no proceden en
contra de resoluciones judiciales y, por el contrario, simplemente activan el ejercicio de la jurisdicción.
perjuicio de otras acciones procedentes (típicamente, la acción de protección) y las de
naturaleza contencioso administrativas que, como tales, son declarativas pero tienen por
sujeto a los entes públicos (como la acción de indemnización del artículo 38 de la
Constitución Política de la República).
Las demás acciones han sido o serán estudiadas en su momento, junto con las
instituciones o derechos asociadas a las mismas.
Hacemos presente que existen cuerpos legales especiales que han venido incorporando
acciones, de dicho rango, que también resguardan derechos constitucionales.
Tal es el caso, por ejemplo, de lo dispuesto en el Código del Trabajo desde el año 2006,
sobre el procedimiento de tutela laboral, el que no procede si se ha interpuesto una acción
de protección. Señala el artículo 485 del Código del Trabajo que “el procedimiento
contenido en este Párrafo se aplicará respecto de las cuestiones suscitadas en la relación
laboral por aplicación de las normas laborales, que afecten los derechos fundamentales
de los trabajadores, entendiéndose por éstos los consagrados en la Constitución Política
de la República en su artículo 19, números 1º, inciso primero, siempre que su
vulneración sea consecuencia directa de actos ocurridos en la relación laboral, 4º, 5º, en
lo relativo a la inviolabilidad de toda forma de comunicación privada, 6º, inciso primero,
12º, inciso primero, y 16º, en lo relativo a la libertad de trabajo, al derecho a su libre
elección y a lo establecido en su inciso cuarto, cuando aquellos derechos resulten
lesionados en el ejercicio de las facultades del empleador…Interpuesta la acción de
protección a que se refiere el artículo 20 de la Constitución Política, en los casos que
proceda, no se podrá efectuar una denuncia de conformidad a las normas de este
Párrafo, que se refiera a los mismos hechos.”
Estas y otras acciones legales que han ido creando las normas especiales en los últimos
años dan cuenta del fenómeno de las jurisdicciones especializadas, por un lado, y de la
pérdida de relevancia negativa que ha ido afectando a la acción de protección.
Los más puristas en cuanto al derecho constitucional procesal plantean que nos
encontramos frente a una acción, en cuanto es un derecho público subjetivo –
mediatamente emanado de lo dispuesto en el número 14 del artículo 19 de la Constitución
sobre derecho de petición-, que permite a las personas e incluso a entidades sin
personalidad jurídica obligar a los Tribunales ordinarios a desplegar sus atribuciones a
objeto de resguardar determinados derechos constitucionales que se estiman poseídos y
afectados. Por ello, se dice que el sujeto pasivo de esta acción es el propio Tribunal, en
cuanto el mismo es quien se encuentra en la obligación de desarrollar una actividad ante
el ejercicio de la acción. El ejercicio de la acción es, en definitiva, la causa del inicio de
un procedimiento. Por el contrario, la noción de “recurso” se limita, en lo medular, a ser
una forma de impugnación de una resolución, principalmente judicial pero también
administrativa.
Salvo en el caso de las afecciones al medio ambiente, donde siempre es necesario una
ilegalidad, en los demás casos basta que exista una ilegalidad o una arbitrariedad.
2
ZUÑIGA URBINA, FRANCISCO Y PERRAMONT SANCHEZ, ALFONSO, Acciones
Constitucionales, Lexis Nexis, Santiago, 2003, página 74.
Los requisitos constitucionales del recurso de protección son los siguientes:
i) Que recurra una persona o entidad con legitimidad activa (no es una acción
popular);
ii) Que se invoque un derecho o libertad de aquellos específicamente garantizados;
iii) Que exista una perturbación, privación o a lo menos amenaza al legítimo ejercicio
de los derechos señalados en el ii);
iv) Que exista una acción u omisión, arbitraria o ilegal;
v) Que dicha acción u omisión, arbitraria o ilegal, tenga la capacidad causal –o
derechamente lo haga- de privar, perturbar o amenazar los derechos o libertades
antes indicadas.
Por su parte, como veremos, en base a una jurisprudencia algo errática se han establecido
requisitos adicionales, tales como el que no existan recursos administrativos pendientes o
en curso, etc. Todo este desarrollo jurisprudencial se ha traducido en una menor cantidad
de recursos acogidos y en cierta incertidumbre en cuanto a su procedencia.
Una vez que en el año 1825 deja de regir la constitución denominada “moralista” del año
1823, se regulan la atribuciones de los Tribunales de Justicia mediante reglamentos,
conservando los mismos las labores de tutela de los derechos establecidos en la Carta
Fundamental.
La situación se tendió a regularizar a contar del año 1875, al dictarse las normas
orgánicas de los Tribunales de Justicia. Se deja en manos de los Tribunales las facultades
conservadoras o de resguardo de los derechos fundamentales, en una norma que perdura
hasta hoy en el artículo tercero del Código Orgánico de Tribunales.
Sólo en determinados cuerpos legales, por ejemplo la ley del Banco Central de Chile, se
contenían recursos especiales contra los actos de la administración que podían ser
revisados por los Tribunales ordinarios.
Por su parte, la legislación civil, de manera reducida a los bienes corporales inmuebles,
tenía acciones de rápido conocimiento y resolución, las denominadas acciones o querellas
posesorias, que en las materias de su competencia permitían resguardar tanto la propiedad
como evitar la justicia por propia mano.
Fue la necesidad de crear un mecanismo eficiente de recurrir contra los actos del Estado,
en paralelo con la buena experiencia de los recursos contenidos en normas especiales
como las antes señaladas, los que inspiraron la creación de una acción como la de
protección.
Dentro de las características de la acción en estudio, destacan, entre otras, las siguientes:
4. Se trata de una acción que procede sin perjuicio de los demás derechos o acciones
que se puedan hacer valer frente a las autoridades judiciales o de otro tipo. En
razón de lo anterior, los fallos de protección producen una cosa juzgada atenuada
o formal, en cuanto no procede otro recurso de protección sobre la misma materia
y partes, sin perjuicio de que sí procede, por ejemplo, iniciar una acción ordinaria
al respecto. Esta característica, en todo caso, ha generado múltiples
interpretaciones. En efecto, la norma en cuestión se puede entender en dos
sentidos, a lo menos. El primero de ellos –ampliamente acogido- implica que
independiente de ganarse o perderse un recurso de protección, nada impide iniciar
las acciones ordinarias procedentes, con posterioridad. Un segundo sentido de esta
norma –bastante más resistido- tiene relación con la posibilidad de recurrir de
protección cuando existen recursos ordinarios en curso o posibles, principalmente
ante la administración. Así, por ejemplo, muchas veces se rechazan las acciones
de protección atendido que existen otros recursos administrativos posibles y no
interpuestos (criterio que no compartimos). En un sentido similar, se suelen
rechazar recursos de protección sobre la base que ya se han pronunciado los
organismos técnicos con competencia en la materia. A nuestro entender, estos
criterios no son siempre acertados y deben analizarse las circunstancias de cada
caso;
Más relevante que la naturaleza jurídica de quien recurre es el hecho de que debe invocar
un interés legítimo –de aquellos garantizados con el recurso estudiado- del que se es
titular o del que es titular la persona a cuyo nombre se recurre. En otros términos, no se
trata de una acción popular que pueda ser interpuesta por cualquier persona por un interés
difuso, en la medida que debe accionar exclusivamente la (o por la) persona o entidad
cuyos derechos y libertades propias se han visto, a lo menos, amenazadas. Esta
conclusión se desprende claramente del tenor de lo dispuesto en el artículo 20 de la
Constitución Política de la República.
En la mayoría de los casos debe recurrirse contra una acción u omisión arbitraria o ilegal,
salvo en los relativos al número 8 del artículo 19 de la Constitución Política de la
República en los que sólo procede el recurso ante acciones u omisiones ilegales (no
arbitrariedades).
Se trata de un recurso amplio, que procede incluso contra acciones del Estado o de sus
organismos. No obstante tal amplitud, se ha venido uniformando la jurisprudencia en
cuanto a que no procede dicho recurso en relación a fallos o resoluciones de los
tribunales de justicia –pues se parte de la base que en tales casos la situación ya se
encuentra bajo el amparo del derecho- ni en relación a las leyes, pues las mismas
obedecen a decisiones legítimamente políticas. Tal como se señaló, ello no impide que se
pueda recurrir contra otras acciones de los Tribunales de Justicia o del propio Congreso
Nacional, cuando las mismas constituyen verdaderas vías de hecho.
En cuanto a la ilegalidad, en nuestra opinión la misma debe entenderse de manera amplia
como sinónimo de antijuridicidad. Lo anterior comprende inconstitucionalidades –tales
como la afección de un derecho o libertad, incluso de aquellos que no son resguardados
por el recurso en estudio, sin justo título para ello-, ilegalidades en el sentido estricto e
incluso para el caso de procederse contra normas reglamentarias o sentencias vinculantes
para quien incurre en los hechos.
En cuanto a la arbitrariedad, los criterios a este respecto son los tradicionales, es decir,
aquellos que dan cuenta de acciones u omisiones irracionales o que no tienden al bien
común. A este respecto, existen fallos, especialmente en los casos en que se recurre
contra determinados organismos del Estado, en los que se concluye de manera demasiado
formal a nuestro entender que existiendo informes técnicos que respalden la decisión –
independiente de su contenido o mérito- no existe arbitrariedad en la acción u omisión
respectiva.
Esta es una materia propia del derecho procesal. No obstante lo anterior, se analizarán
algunos aspectos básicos de ella a objeto de mostrar ciertos temas de alcance
constitucional.
El plazo para recurrir son 30 días corridos y fatales, desde la ocurrencia de la acción u
omisión o, en su caso, desde que se pruebe haber tenido conocimiento de los mismos. En
este último evento, a objeto que se aplique la regla especial del conocimiento, es carga
del recurrente acreditar que llegó a conocer los hechos de manera posterior a la
ocurrencia de la acción o desde que se produjo la omisión.
Teóricamente, se trata de un recurso informal que podría incluso plantearse por teléfono o
por fax. En la práctica, se presenta con todas las formalidades propias de un escrito
judicial, normal y corriente.
Junto con el recurso o durante la tramitación del mismo se puede solicitar una “orden de
no innovar”, la que puede tener un contenido de lo más variado, por lo que el mismo
debe ser especificado por el solicitante. En caso de presentarse tal solicitud, se sortea una
3
Así, por ejemplo, el hecho de violar las condiciones de una autorización ambiental no involucraría
necesariamente afección del derecho respectivo, ni siquiera en el grado de amenaza, lo que es ampliamente
discutible.
sala para que se pronuncie en cuenta sobre la misma. Básicamente, de concederse dicha
orden, se producen dos efectos: i) se obtiene la paralización de un proceso o acción en
curso, de manera de evitar la consumación de los daños o su agravamiento, especialmente
si los mismos son irreparables, siendo estos los argumentos principales que se deben
exponer en la respectiva solicitud, y; ii) se radica en la sala que concedió la orden de no
innovar el conocimiento del recurso, es decir, la misma sala que conoció y otorgó la
orden de no innovar conocerá del fondo del recurso y de los alegatos.
Una vez presentado el recurso, la Corte de Apelaciones “en cuenta”, es decir, sin vista de
la causa o alegatos de las partes y con la sola descripción que hace el relator, se pronuncia
sobre la admisibilidad del mismo. Se trata de un examen formal, en donde se revisa si se
cumple con el plazo y si se expresan fundamentos. Para algunos, dada la amplitud de la
consagración constitucional del recurso, no procedería este control de admisibilidad toda
vez que la Constitución Política de la República no establece requisitos al respecto. La
sala respectiva de la Corte de Apelaciones que conoce en cuenta de esta presentación, por
unanimidad, puede declararla inadmisible por resolución que no puede apelarse y en
contra de la cual sólo procede un recurso de reposición.
Una vez que se recibe el informe o, en su caso, se decreta prescindir del mismo por no
evacuarse en tiempo y forma, se dicta “autos en relación” y se agrega
extraordinariamente la causa a la tabla del día subsiguiente.
Atendido que se trata de un recurso extraordinario y urgente, por regla general sólo el
recurrente puede suspender sin expresión de causa una vez la vista de la causa. La parte
recurrida puede suspender también, pero debe ser por motivos fundados, quedando en
manos de la Corte de Apelaciones determinar si concede o no la suspensión.
Existe un plazo general de 5 días hábiles para resolver el recurso, salvo que el mismo se
refiera al derecho a la vida; al del número 3 del artículo 19 sobre las “comisiones
especiales”, o; a la libertad de opinión, reunión o información, casos en los cuales el
plazo se reduce a dos días hábiles. Este plazo, como todos los que se fijan a los
Tribunales, no son fatales y no siempre se cumplen.
Contra la sentencia que acoge o rechace el recurso –sentencia definitiva que pone fin a la
instancia, resolviendo el asunto controvertido- procede el recurso de apelación que se
interpone ante la Corte de Apelaciones para ser conocido por la Corte Suprema. El plazo
para apelar son 5 días hábiles y fatales. Este recurso debe ser fundado en el hecho y el
derecho, conteniendo peticiones concretas al tribunal de alzada. No procede el recurso de
casación.
Este recurso, por regla general, es resuelto “en cuenta” por una sala de la Corte Suprema,
a menos que esta estime necesario –de oficio o a petición de parte- oír alegatos, caso en el
cual se agrega la causa extraordinariamente a la tabla.
Por su parte, no sólo el hecho de establecerse un plazo ha sido problemático, dado que
también la aplicación del mismo ha generado incertidumbres.
Así, por ejemplo, existen fallos en los que se da cuenta que ante una omisión
administrativa no empieza a correr plazo alguno en contra del recurrente por tener el
carácter de una infracción permanente. Lo mismo en relación a acciones que causan
daños y que tengan el carácter de continuas.
Por su parte, existen fallos que señalan que no obstante mantenerse día a día la acción
que causa la privación que se alega, el plazo empezó a correr el día que se dio inicio a
dicha acción o, en su caso, desde que se tomó conocimiento de la misma. El argumento
que sustenta esta tesis es permitir que el plazo cumpla su finalidad. Dentro de estas tesis
existe la variante de considerar que el plazo corre desde que se realizó la acción o desde
que incurrió en la omisión y no desde que se produjeron los efectos negativos.
J. Reflexiones finales.
Ahora bien, se trata de un recurso que es especialmente útil frente a infracciones claras a
la legalidad o para casos urgentes, especialmente si se interpone solicitando una orden de
no innovar.
En tal sentido, aún teniendo presente que el fallo en recurso de protección no produce
cosa juzgada, son muy importantes las consideraciones que realiza la Corte respectiva,
incluso aquellos que se hacen “a mayor abundamiento” y que no tienen incidencia
gravitante en la forma en que se resuelve. Estos considerandos pueden ser invocados,
indudablemente, por la parte a la que favorezcan en una eventual acción ordinaria.
Para algunos autores, se trataría de una acción sólo cuando se recurre en contra de
acciones de particulares o de funcionarios administrativos y de un recurso, cuando se
presenta en contra de resoluciones judiciales. Al tener siempre por sujeto pasivo directo
el “tribunal que señale la ley”, el cual debe activar el ejercicio de sus facultades,
estimamos que en todos los casos presenta el carácter de una acción.
Esta acción se desarrolló al amparo del derecho procesal y muchos antes de que pueda
establecerse la existencia de un derecho constitucional, propiamente tal. Suele decirse
que nace en el derecho romano, asociado a la facultad del juez de exigir que se le
presentase la persona del privado de libertar a efectos de constatar su estado y situación.
Más tradicionalmente, el análisis histórico suele referir a la Carta Magna inglesa de 1215
y a los demás documentos tradicionales del derecho anglosajón. Existen, también,
instituciones análogas en el derecho de los fueros en la España de la Edad Media.
B. Análisis de la acción
En cuanto a las características de esta acción podemos señalar que la misma es informal;
cautelar y conservadora, pues permite adoptar medidas de resguardo de la libertad
individual y seguridad persona); da lugar a un procedimiento inquisitivo donde el tribunal
tiene un rol activo; genera cosa juzgada formal; se establece a favor de personas naturales
y se puede recurrir contra todo tipo de personas, naturales o jurídicas, públicas o
privadas, incluso en contra de resoluciones que no han sido objeto de otros recursos.
Desde otro punto de vista, se puede hablar de un amparo correctivo, el que se aplica
cuando existe una privación o perturbación de la libertad individual y seguridad personal,
y uno preventivo, el que procede frente a amenazas.
Por medio de esta acción se protege la libertad personal (esto es, residir y permanecer en
cualquier lugar, desplazarse y entrar o salir del país) y la seguridad individual (es decir,
que la libertad personal no se vea afectada por amenazas o perturbaciones al individuo y
sus derechos, salvo en los casos que prevé la ley).
Dentro de las medidas que puede adoptar el tribunal competente (Corte de Apelaciones)
en virtud del recurso, las que en todo caso son meramente ilustrativas y no la limitan, se
encuentran las siguientes:
Dentro de los vicios de fondo se contemplan, por ejemplo, las órdenes dictadas en casos
distintos a los que proyecta la ley o cuando falte mérito al respecto. En este último caso,
por ejemplo, cabe la acción en contra de una resolución judicial si se estima que no se
dan los presupuestos para la privación de la libertad, lo que puede llevar a una Corte a
conocer por la vía de amparo del mérito de un proceso criminal.
Presentado el recurso, la sala tramitadora pide informe al recurrido, el que tiene un plazo
de 24 horas para informar. En la tramitación puede apersonarse un Ministro de Corte al
lugar de detención, con facultades incluso para decretar la libertad; decretarse otras
diligencias; pedir traer a la vista el expediente –si se recurre contra una resolución-,
solicitar se traiga a la vista a la persona (habeas corques que de no ser cumplido
prontamente por la persona, puede involucrar la comisión de un delito) etc. Previo sorteo,
la vista de la casa con alegatos se agrega preferentemente a la tabla del día siguiente hábil
a recibido el informe y el fallo debe ser dictado en un plazo breve (eventualmente, 24
horas). Existe un plazo breve (24 horas, según el artículo 316 del Código de
Procedimiento Penal) para apelar ante la Corte Suprema.
En el sistema actual, gran parte de las atribuciones propias del recurso de amparo se
encuentran radicadas en el juez de garantía correspondiente al caso o, de ser necesario, el
con competencia en el lugar donde la persona se encuentre privada de libertad.
A. Introducción
5
La doctrina ha estimado que esta prohibición legal no es constitucionalmente aceptable, pues desconoce la
amplitud de la garantía en estudio.
El recurso de amparo económico fue creado el día 10 de marzo de 1990, mediante la ley
18.971, como una forma de resguardar lo que se estimaba un pilar fundamental del
modelo económico, en sus aspectos constitucionales.
Básicamente, se trata de una acción establecida a nivel legal –por lo que no procede en
contra de resoluciones judiciales, sino que por el contrario da inicio a un procedimiento
activando la acción del Estado a través de su jurisdicción- que tiende a resguardar las
garantías contenidas en el número 21 del artículo 19 de la Constitución Política de la
República, en ambos incisos.
No es ésta la instancia de repasar el contenido del número 21 del artículo 19. No obstante
ello, es importante recordar que el mismo tiene dos incisos. El primero de ellos establece
un derecho o libertad individual –con el contenido de orden público económico que le
hemos indicado- y el otro, incorpora una norma tendiente a limitar la acción empresarial
del Estado, por lo que la misma posee más bien el carácter de una norma orgánica.
Sólo queremos recalcar en esta etapa del análisis que existe, en relación a lo dispuesto en
el inciso primero, la discusión en cuanto al contenido de la expresión relativa al derecho a
desarrollar libremente una actividad económica “respetando las normas legales que la
regulen”. Así por ejemplo, Zúñiga y Perramont, citando jurisprudencia, establecen que la
mención citada se refiere al bloque de la legalidad, incluyéndose la potestad
6
Esa es la tesis, por ejemplo, de Francisco Zúñiga U. y del ex Ministro de la Tercera Sala (Constitucional)
de la Excma. Corte Suprema, Ricardo Gálvez. Al respecto, vide ZÚÑIGA URBINA, FRANCISCO; “El
Recurso de Amparo Económico Revisitado. Post Scriptum”; Gaceta Jurídica Nº 266, pág. 11 y ss. Formatted: Spanish (Spain)
7
CORTE SUPREMA, sentencia de 29 de enero de 2002, en Gaceta Jurídica Nº 259. Formatted: Spanish (Spain)
reglamentaria8. Esta materia es medular para la procedencia y alcance de la acción en
estudio, pues dependiendo de la forma en que la misma se resuelva dependerá, por
ejemplo, que se acojan o rechacen los recursos interpuestos en contra de resoluciones o
normas emanadas de la autoridad administrativa por el sólo hecho de encerrar la
pretensión de regular una actividad económica.
En relación al inciso segundo del numeral citado, queremos recordar que la limitación a
la actividad empresarial del Estado es amplia, en cuanto trata de “desarrollar”, esto es,
llevar adelante directamente la misma y “participar”, en cuanto hacerlo a través de
filiales o incluso por medio de contratos con terceros. En el caso de la existencia de
empresas del Estado, las mismas quedan comprendidas dentro de la noción de
“organismos del Estado” y, en razón de ello, le resultan a su vez aplicables las mismas
limitaciones, esto es, no desarrollar o participar en actividades empresariales salvo que
una ley de quórum calificado lo autorice expresamente.
Otro punto de interés, objeto de debate durante algún tiempo, guarda relación con
determinar si la acción de amparo económico se puede utilizar en resguardo de uno o
ambos incisos del número 21 del artículo 19. En efecto, se sostenía que el mismo –
atendido su carácter popular- sólo procedía en relación a lo dispuesto en el inciso
segundo, en cuanto buscaba evitar el desarrollo de actividades empresariales por parte del
Estado fuera del marco constitucional. En favor de este criterio se abonaba el hecho que
la ley fue aprobada dentro del contexto del estudio de las normas sobre el “Estado
empresario”. Con el tiempo esta discusión ha sido aclarada en el sentido de que, al no
distinguir la ley, el recurso procede en relación a ambos incisos del numeral en cuestión.
En efecto, el primer párrafo del artículo único de la ley que crea este recurso se limita a
señalar “cualquier persona podrá denunciar las infracciones al artículo 19, número 21,
de la Constitución Política de la República de Chile”.
A este respecto, existe numerosa jurisprudencia que ha establecido que nos encontramos
ante una acción especial, de carácter conservador, que es popular, es decir, se puede
recurrir sin invocar y declarar un interés actual en el juicio.
En razón de lo anterior, nada impide que una persona recurra de amparo económico por
el interés general en que existan, por ejemplo, más competidores en una actividad y, por
su parte, otro recurra de protección invocando su propio derecho a competir. Aún más, en
8
Corte de Apelaciones de Santiago, Entel con CTC, rol 2762-91, G.J 144; Corte de Apelaciones de
Santiago, Galleani Rodríguez con Municipalidad de Recoleta, rol 191-94, R.D.J. 91, 2.5.
nuestra opinión, nada impide que quien ha perdido un recurso de protección recurra luego
de amparo económico o vice versa (esto último es más improbable).
C. Requisitos de procedencia.
Algunos autores como Zúñiga y Perramont, plantean que los presupuestos de este recurso
varían en caso que se conceptué el mismo como una acción declarativa o cautelar. Para
ellos, en el primer caso, se estaría ante un contencioso administrativo tendiente a la
anulación, sobre la base que existe una desvinculación del Estado o uno de sus
organismos del principio de la legalidad, tal como se encuentra especialmente previsto en
el número 21 del artículo 19. Por su parte, de tratarse de un recurso cautelar, los
requisitos serían similares a los de la acción de protección, esto es “a) peligro de daño y;
ii) apariencia de derecho o derecho indubitado”.
La remisión que existe en la ley al recurso de amparo o habeas corpus tiende a demostrar
que nos encontramos ante un recurso informal.
En cuanto al sujeto activo la norma legal no distingue, razón por la cual esta acción
popular podrá ser interpuesta por cualquier persona, natural o jurídica. Pese a que la
norma legal no distingue, existen argumentos para señalar que esta acción sólo se ha
entregado a los particulares y, por lo mismo, no podría recurrir una entidad pública. En
nuestra opinión, la deficiencia de estos argumentos radica en que se centran en el hecho
que el Estado y sus organismos no poseen derechos o libertades, sino facultades legales,
de manera que no podrían invocar las primeras ante un Tribunal9. Este argumento nos
parece confuso, en la medida que olvida el carácter de popular de la acción de amparo
económico, razón por la cual no se requiere titularidad de un derecho o libertad para
recurrir. Para sostener que el Estado o uno de sus organismos puede interponer el recurso
en estudio no sería necesario radicar en el mismo el derecho de emprender libremente
pues, indudablemente, no posee el mismo. Por el contrario, en nuestra opinión nada
impide que un organismo del Estado, en defensa del orden público económico,
interponga este recurso, si se encuentra dotado de facultades legales para hacerlo.
9
Véase Zúñiga y Perramont, en obra citada supra.
o sus organismos –que violen cualquiera de los incisos del número 21 del artículo 19-
como a acciones u omisiones de particulares que violenten principalmente lo dispuesto en
el inciso primero de la norma citada pues, el inciso segundo, tiene por destinatario al
Estado o sus organismos. Por lo anterior, el infractor puede ser una entidad o persona
privada o pública.
Técnicamente, atendido que la acción se dirige hacia el Tribunal para que declare la
infracción –por lo que él opera como el verdadero sujeto pasivo- el infractor podrá actuar
en el proceso como un tercero excluyente.
D. Aspectos procesales
3. Plazo de interposición. La norma que crea este recurso señala que el plazo de
interposición son 6 meses desde cometida la infracción. Se trata de un plazo fatal en
donde existen algunas incertidumbres. No obstante ello, si se acredita la forma en que se
tomó conocimiento de la acción u omisión recurrida, podría sostenerse que el plazo corre
desde tal fecha, aunque la misma sea posterior a la de la comisión. Ante hechos
reiterados, en nuestra opinión y por regla general el plazo se cuenta desde la ocurrencia
de cada uno de ellos por separados. En el caso de las omisiones, habría que determinar al
respecto si existió plazo en el que se debió actuar, caso en el cual, vencido el mismo,
existen poderosos argumentos para señalar que desde esa fecha comienza a correr el
plazo.
La Corte puede adoptar las medidas que estime necesarias para el resguardo del derecho,
en la medida que se estime esta acción como cautelar. Estas medidas pueden comprender,
por ejemplo, la prohibición de realizar una determinada acción u otras.
Si la sentencia establece fundadamente que el recurso carecía de toda base, el actor será
responsable de los perjuicios causados. La sentencia sólo declarará este hecho, pero la
valoración de los perjuicios y de la indemnización procedente se hará en juicio aparte.
En cuanto a la cosa juzgada, a diferencia del recurso de protección, en este caso puede
existir cosa juzgada material principalmente en cuanto se declare la existencia de una
infracción.