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ESPIRITUALIDAD (Antonio Sánchez Orantos)

I. Cómo es el Dios a quien oramos

 La vida espiritual nunca debe disolver ni resolver la paradoja del misterio de Dios.
Nuestra vida debe quedar abierta a este misterio, y retirar todo lo que nos impide
dejarnos sorprender por Él. Nuestra vida tiene que estar siempre abierta a una posible
revelación de Dios.
 La actitud fundamental de la vida espiritual es la fe, la confianza en la acción
providente de Dios en nuestra vida: “Dios es mi roca, mi refugio, mi Pastor…”. Dios
cuida conmigo mi vida. Mi vida tiene sentido porque está consentida por el amor de
Dios
 ¿Hasta qué punto he hecho la experiencia de sentirse amada por Dios? El corazón
humano está hecho para amar, y si no experimentamos de verdad el amor de Dios
acabamos buscándolo fuera.
 La fe significa que Dios constituye el amor primero de mi vida. Sentirse radicalmente
amados por Dios para dar gratis lo que recibimos gratis.
 Dios no me quiere a pesar de mi pecado, sino porque soy pecador. La experiencia de
pecado puede convertirse en experiencia de la gracia (don gratuito) de Dios. La
diferencia entre Judas y Pedro es que Judas no se deja mirar por el amor de Dios;
Pedro, en cambio, se deja mirar y aprende a llorar. El camino de la gracia pasa por las
lágrimas de la impotencia, no por la prepotencia de la pureza. Hay que pedir a Dios “el
don de las lágrimas”.
 Yo no alcanzo a Dios; Dios me alcanza a mí. La hospitalidad es una actitud pasiva, de
espera, de esperar ardientemente la llegada del huésped. Abrir nuestro yo al Amor:
“Estoy a tu puerta y llamo”.
 La fe siempre va ligada a una experiencia fuerte de conversión, que no es conversión
moral, sino hospedar a Dios en mi vida: “No soy digno de que entres en mi casa, pero
una palabra tuya bastará para sanarme”.
 Sin oración no hay camino de fidelidad. La oración no es actividad del “yo”, sino que es
el E.S. quien ora en mí. Él viene en nuestra ayuda y clama en nuestro favor para que
nuestra oración sea verdadera.
 Pertenece a la vida espiritual la experiencia radical de “fracaso” ante Dios. Todos
debemos hacer la experiencia de la impotencia para hacer una opción crucial. A mayor
impotencia (=santa pobreza), mayor confianza en Dios.
 No hay experiencia mística sin “martirio”: entregar la vida para que otros tengan vida.
 Estamos llamados a ser ministros de la reconciliación, de la paz, de la misericordia de
Dios: corazón rápido para responder a la miseria del hombre. Debemos ser Su Figura
en la historia, su rostro visible.
a) La centralidad de Cristo

Si Dios quiere alcanzarme, tiene que despojarse de su rango. Tiene que ser totalmente hombre,
pero también totalmente Dios. Somos alcanzados por Dios en la Encarnación de Jesús.

Conocimiento= entrar en relación íntima y carnal con la persona a la que quiero reconocer
como centro de mi vida. Dios me alcanza en la medida en que adquiero intimidad con Cristo.

Solo desde una experiencia fuerte de enamoramiento se puede decir “todo lo considero
basura”.

Siempre sacamos tiempo para aquello que nos interesa.


Sin experiencia de intimidad amorosa con Dios –y eso significa también muchas horas de
“aburrimiento” en la capilla-, esta vida no tiene sentido.

b) Los grandes silencios de Cristo


1. Jesús se hace Niño: la vida de Dios quiere marchar al ritmo de Su pueblo
2. 30 años de silencio en Nazaret. Su vida escondida. Escucha al pueblo, reconoce sus
incertidumbres, sus dudas, sus ilusiones, sus esperanzas…
3. Un crucificado que no puede hablar, ni andar, ni abrazar…
4. Un resucitado que no puede actuar en la historia

Es en la impotencia de la cruz donde acontece la salvación del mundo. El silencio es pobreza


que salva.

Necesito cada día la gracia de Dios para mantener la fidelidad.

Avanzo en la medida en que me siento cada vez más pequeño, porque estoy más cerca de la
grandeza de Dios.

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