derecha y centro?
Camilo Vizcaya Rodríguez
El curso adecuado es hacia adelante, aquel que reemplace los conflictos ideológicos
obsoletos por las acciones concretas y permita trascender los debates innecesarios hacia los
análisis propositivos.
Al costado derecho de quien presidía la sesión se ubicaron los defensores del poder real,
miembros de la nobleza y el clero; a la izquierda, se sentaron los partidarios de las
libertades sociales (como el sufragio universal), quienes velaban por las clases más
populares (mal denominadas “el pueblo”); y, en tercer lugar, los que se mostraron
indecisos o neutrales, terminaron por asentarse en el centro del lugar.
Así las cosas, los tres conceptos evolucionaron como adjetivos para describir las
posturas ideológicas de partidos y candidatos. En consecuencia, quien aboga por los
derechos y libertades de los más vulnerables, es entonces tildado “de izquierda”; quien lo
hace por la protección de la propiedad privada y la conservación de ideas tradicionales es
catalogado“de derecha” y aquel que no se define en ningún extremo, es por lo tanto “de
centro”.
Incluso, erradamente hemos tendido a vincular el ser “de izquierda” como sinónimo de
apoyar la subversión y a pensar que estar en “la derecha” es todo lo contrario. Sin duda una
tergiversación sesgada a los conceptos originales que hemos adquirido producto del
desconocimiento.
Tal parece, entonces, que la ideología se volvió coyuntural; es ahora temporal, carente de
convicciones y atada al interés inmediato. Lo que dos siglos atrás fue una herramienta de
análisis y clasificación ideológica, es hoy un instrumento incompatible con la cultura
política nacional.
@VizcayaCamilo
Es urgente que el Estado actúe con esquemas de protección para preservar la vida de este
líder social, como las de tantos otros, pero estos esquemas no son suficientes. A la larga, ni
los chalecos antibalas, ni los escoltas, ni los carros blindados han detenido a aquellos que
quieren acallar violentamente los reclamos de las comunidades.
Como la mayoría de los colombianos, Andrés Narváez esperaba ansioso la inauguración del
Mundial 2014. Ese 12 de junio planeaba ir a ver el partido inaugural entre Brasil y Croacia
en el centro de Ovejas, en Sucre, el pueblo en el que ha vivido casi toda su vida. Andrés,
que para ese momento tenía 56 años, decidió ir a recoger algo de leña en un monte cercano,
antes de ver el juego.
El atacante huyó. Como pudo, Andrés se levantó y caminó más de un kilómetro, sangrando,
hasta una carretera donde encontró a unos jóvenes que lo llevaron al hospital de un
municipio cercano. Duró internado 22 días.
El sobreviviente es un campesino que no sabe leer ni escribir; un juglar que dedica parte de
sus días a componer y cantar canciones con ritmos de porro y música de gaita; un hombre
creyente que asiste tres veces a la semana a una iglesia cristiana evangélica en la que
agradece fervorosamente el estar vivo. Pero antes que cualquier otra cosa, Andrés Narváez
es un líder social.
Los reclamos de los campesinos por el acceso a tierras en los Montes de María tienen ya
varias décadas. Andrés, junto a un grupo de campesinos exigen la propiedad de un predio
llamado La Europa y han entrado en confrontación con una extraña empresa que alega ser
la verdadera dueña. Los padres de los campesinos que hoy reclaman la tierra recibieron los
títulos de propiedad a finales de los sesenta, pero luego tuvieron que soportar la violencia
guerrillera, paramilitar y de la fuerza pública.
El día del atentado, Andrés reconoció al agresor y la Policía lo capturó días después. Los
campesinos de La Europa señalan al victimario como un conocido empleado de la empresa
que alega ser la propietaria de las tierras.
Luego del atentado, Andrés tuvo que acostumbrarse a andar con escoltas e ir a su predio a
trabajar la tierra con chaleco antibalas, bajo el ardiente sol de los Montes de María. El
proceso por el intento de homicidio se dilató y el acusado terminó libre por vencimiento de
términos, aunque luego un juez lo condenó a 25 años de cárcel. Ante el inminente peligro,
el Estado colombiano sacó a Andrés del país hacia España, donde vivió seis meses
refugiado.
El 10 de junio pasado la Unidad le retiró el carro. Ahora tiene que trasladarse a pie con su
guardaespaldas, mientras la angustia crece por los frecuentes asesinatos de líderes sociales
en el país y porque su victimario sigue libre. “Esta misma semana llegaron unos señores en
moto en la noche cerca de la casa y duraron un rato hablando. Tengo mucho miedo, yo casi
no salgo, vivo preso en mi propia casa porque no sé cuándo me vaya a tocar a mí”, dice
Andrés con voz angustiada.
Es urgente que el Estado actúe con esquemas de protección para preservar la vida de este
líder social, como las de tantos otros, pero estos esquemas no son suficientes. A la larga, ni
los chalecos antibalas, ni los escoltas, ni los carros blindados han detenido a aquellos que
quieren acallar violentamente los reclamos de las comunidades. Además de que no hay
protección disponible para todos, los esquemas no solucionan el fondo del problema: que
algunos se sientan con el poder, la seguridad y la libertad para proteger sus negocios a
punta de balazos.