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"institución"

Habitualmente se entiende por institución cualquier organismo o grupo social que, con unos
determinados medios, persigue la realización de unos fines o propósitos. Sin embargo,
dentro de la literatura económica, se utiliza el concepto "institución" como algo más
genérico: la forma en que se relacionan los seres humanos de una determinada sociedad o
colectivo, buscando el mayor beneficio para el grupo. Son los usos, hábitos, costumbres o
normas por los que se rigen las relaciones sociales y económicas entre los miembros del
grupo. El beneficio de la institución es mayor cuanto más eficiencia genere en la economía
y más minimice los costes de transacción y de información. Eso será más posible cuanta
más experiencia posean los agentes que participen de dicha institución, más sencillas sean
las reglas y menor sea el número de individuos que las tienen que ejecutar.
La obtención por el grupo del mayor beneficio social no siempre será posible, pues las
condiciones siempre cambiantes a muy corto plazo del entorno pueden hacer variar el
resultado y, además, nunca se tiene un conocimiento perfecto de la realidad. En cualquier
caso, para que ese objetivo sea posible, paradójicamente, esas relaciones estarán guiadas
por un conjunto de normas o reglas que auto limitan o restringen el ámbito de actuación de
los individuos, unas llamadas formales y otras informales.
Reglas formales son las normativas de carácter jurídico y las leyes. Las reglas informales,
consisten en los hábitos y conductas costumbristas adoptados por el colectivo. Son reglas
no escritas, pero que son aceptadas y adoptadas por el colectivo para el buen
funcionamiento del mismo. Ambos tipos de reglas (que existen porque el hombre vive en
sociedad), por sí solas, no son suficientes, si no se enmarcan en el contexto socioeconómico
presente y si no gozan de cierta flexibilidad a los posibles cambios de dicho entorno.
Puede suceder que, finalmente, el contenido de las reglas informales se acabe plasmando
en regulaciones formales; sin embargo, suele ser éste un proceso demasiado lento. Si
resulta que se tarda mucho tiempo en que se dé ese cambio, es posible que, cuando ya se
hubiera producido, hayan aparecido nuevas reglas informales y conductas de los individuos,
adaptadas a las nuevas condiciones políticas y socioeconómicas, de cara a sacar el mejor
resultado social; y por tanto, que ya hubiera habido un cambio en las instituciones. Y ese es
el problema de la legislación: que a veces llega tarde y mal.
Por tanto, de esta argumentación se pueden desprender dos afirmaciones importantes:
1) Generalmente las instituciones no son algo diseñado, sino resultado evolutivo de la
actuación espontánea de los agentes (personas físicas y jurídicas) que participan de la
misma. La mayoría de las instituciones existentes en una sociedad y en un momento
determinado, al haber sobrevivido a un largo proceso de aparición, diversificación y
selección, resultan ser estables y robustas.
2) El tiempo es un factor fundamental. Mediante el aprendizaje y la evolución de las
costumbres y, principalmente, los individuos saben sacar mayor rendimiento de sus
actuaciones y modelos de convivencia. Es decir, el tiempo da forma a las instituciones; y
éstas instituciones, junto a los factores de producción de los modelos clásicos (tierra, trabajo,
capital), y los factores de crecimiento más modernos (capital humano, cambio tecnológico y
de combinación de técnicas) dan lugar, de una manera u otra, al desarrollo económico.
No hay contradicción entre las afirmaciones de que las instituciones evolucionan y a la vez
son estables. La estabilidad hace referencia a las interrelaciones internas dentro de dicha
institución; es decir, a su consistencia. Y es esa misma consistencia la que nos da garantías
de que las instituciones se adapten a nuevos marcos socioeconómicos. Pero la adaptación
puede ser un proceso muy lento ya que a los agentes económicos les cuesta desprenderse
de sus hábitos anteriores.

La escuela del Institucionalismo


Americano
Hacia finales del siglo XIX se desarrolló en Estados Unidos una corriente de pensamiento
que es conocida como la Escuela Institucionalista Americana. No tiene todas las
características de una escuela de pensamiento propiamente dicha, ya que no existió una
conciencia entre sus miembros de pertenencia a la escuela ni un maestro reconocido. Sin
embargo hay un líder destacado, ThorsteinVeblen, y unos miembros cuya adscripción a la
escuela es unánime, John Commons y Wesley Mitchell.
Los institucionalistas americanos fueron los primeros en destacar la importancia económica
de los hábitos de conducta y de pensamiento de los grupos humanos y tratar de analizar y
comprender el complejo de instituciones sociales. Estuvieron muy influidos por los
historicistas alemanes y utilizaron conceptos procedentes de la psicología y del
evolucionismo darwinista. Fueron fuertemente críticos con la teoría económica dominante
en su época, denunciando que las que en la teoría económica suelen llamarse "leyes" son
en realidad fenómenos contingentes que dependen de factores históricos, sociales e
institucionales. Hay muy pocas cosas inmutables en la economía y muchas que son
influenciables por los individuos y las instituciones.
Sigue siendo digna de atención y estudio su visión de la economía: dinámica,
pragmática, no individualista y no mecanicista. Muchas de las acertadas críticas que
hicieron a los economistas de su tiempo pueden seguir aplicándose hoy a muchos
economistas del siglo XXI. Por otra parte, muchas de las propuestas de reforma que se
hacen hoy día de la ciencia económica ya habían sido aplicadas por ellos.
● Su análisis es abiertamente interdisciplinario, reconociendo como imprescindibles
para la comprensión de los fenómenos económicos las aportaciones de otras
ciencias.
● El institucionalismo no utiliza el modelo de agente económico racional y
maximizador de utilidades y beneficios, tan denostado hoy día, pero que sigue
subyacente en el pensamiento económico dominante.
● Utilizan las matemáticas pero para ellos, la matemática y la estadística son
instrumentos al servicio de la teoría, y no al revés, como ha sido habitual en la
segunda mitad del siglo XX. No elaboran modelos matemáticos sino que utilizan las
matemáticas para medir la realidad histórica. Su teoría no está basada en modelos
formales abstractos sino en datos extraídos de la realidad.
● Consideran que la realidad económica es dinámica y su evolución puede ser
descrita frecuentemente con los términos de el evolucionismo darwinista.
En los primeros decenios del siglo XX, los institucionalistas se expandieron ocupando
departamentos de universidades americanas en abierta competencia con los marginalistas.
Durante la Gran Depresión, fueron consultados por el gobierno USA llegando a decirse que
el presidente F.D. Roosevelt era su "padre político". Thorstein Veblen, fue elegido
presidente American Economic Association (AEA). Wesley Mitchelldestacó en su análisis de
los ciclos y fundó la National Bureau of Economic Research (NBER) siendo considerado por
ello hoy como uno de los precursores de la econometría. John Commons investigó en
economía del trabajo; analiza el papel del Estado y propone el desarrollo de una "Economía
Institucional" como síntesis de la Economía Política, el Derecho y la Ética.
A pesar de esos éxitos, los institucionalistas americanos fueron pronto arrinconados por la
vieja corriente neoclásica y la emergente keynesiana. Durante la segunda mitad del siglo XX
fueron considerados un episodio efímero en la evolución del pensamiento económico. Sin
embargo su legado permaneció y su influencia sobre muchos prestigiosos economistas
americanos es muy notable, destacando John Kenneth Galbraith y Robert L. Heilbroner.

El nuevo institucionalismo
Actualmente se ha generalizado el uso de la expresión "nueva economía institucional" para
aludir a una amplia variedad de enfoques y nuevas teorías económicas.
La corriente más destacada y concurrida del nuevo institucionalismo es la llamada Law and
Economics oEconomía del Derecho, que analiza los costes de transacción y los derechos
de propiedad. Los nombres más destacados son los de Ronald Coase, Armen Alchian,
Harold Demsetz, Richard Posner y Oliver Williamson. Otra fecunda corriente es
laEconomía Política Constitucional de James Buchanan desgajada o superadora de la más
ortodoxa Public Choice o Elección Social. La Nueva Historia
Económica de Fogel y North contempla también la historia como un proceso de evolución
de instituciones. Hay que incluir también la teoría del capital humano de Schultz o el análisis
económico que hace Gary Becker de las instituciones y funciones de la familia y el
matrimonio.
En cierto modo, las nuevas escuelas institucionalistas hacen algunas cosas justo al contrario
de la vieja escuela del institucionalismo americano. Mientras que los primeros
institucionalistas trataron de introducir en la ciencia económica conceptos procedentes de
otras ciencias, los nuevos institucionalistas tratan de utilizar los instrumentos de
la Economía para explicar la historia, el comportamiento animal, el comportamiento
delictivo, el derecho, los contratos, la empresa, las redes de información, el gobierno, la
familia y otras instituciones sociales. Es lo que también se ha llamado el imperialismo
económico, la invasión por la ciencia económica de áreas del conocimiento que le habían
sido ajenas.
Como los viejos institucionalistas, se sigue prestando una atención especial a las
instituciones sociales, políticas y económicas que dirigen nuestra vida cotidiana, pero ahora
se sigue un estricto individualismo metodológico buscando las explicaciones a los hechos
en los objetivos, planes y decisiones de los individuos. Ciertamente se atiende a conceptos
de grupo social tales como la cultura de empresa o la memoria organizativa, pero en la
nueva metodología estos conceptos son un objeto a explicar, no una causa explicativa. Sólo
los individuos deciden y actúan. Los fenómenos que observamos y describimos a nivel de
agregados sociales deben ser explicados como resultado de las acciones e interacciones
de seres humanos individuales que buscan sus propios intereses tal como ellos los
entienden.
La metodología de la corriente ortodoxa neoclásica utiliza el modelo teórico del mercado de
libre competencia como un supuesto ideal óptimo frente al que se compara la realidad
económica. Eso conduce inevitablemente a los economistas a proponer soluciones
consistentes siempre en la modificación de la realidad para acercarla a la abstracción del
libre mercado. El nuevo institucionalismo rechaza esa metodología y, en cambio, intenta
comparar unas instituciones con otras. Lo óptimo no es real ni es alcanzable por lo que hay
que comparar y elegir entre soluciones institucionales subóptimas pero posibles.
Ante esta nueva metodología, mercado y estado parecen competir en igualdad de
condiciones: las instituciones estatales o las instituciones de mercado pueden ser
comparativamente más o menos eficientes según el lugar y el momento histórico. Para
solucionar los problemas económicos concretos y para estimular el crecimiento económico
no es válido proponer medidas macroeconómicas de validez universal. Por el contrario,
habrá que fomentar el desarrollo institucional adecuado al entorno concreto.
El entorno institucional y la Economía
del Derecho
Las instituciones son económicamente eficientes porque informan sobre las previsibles
decisiones y acciones que tomarán los demás y reducen así la incertidumbre del futuro. A la
vez, reducen las posibilidades de elección del individuo o sugieren una vía de actuación,
reduciendo así el coste de obtener información y adoptar decisiones. El conjunto de
instituciones actúan como los reglamentos de los juegos de equipo o de mesa, pero a
diferencia de estos, las instituciones han surgido casi siempre "espontáneamente" como
resultado de la actividad de muchos individuos y no como un acuerdo formal adoptado por
un grupo determinado.
Cuando el nuevo institucionalismo estudia el derecho y las leyes, no le interesa, como antes,
su efecto económico, sino las razones por las que han surgido y el sentido en que
evolucionan. Mientras que el estudio tradicional del derecho tiene una visión centralista,
analizando la norma que emana del poder, el nuevo institucionalismo se interesa
especialmente por la forma en que los individuos resuelven espontáneamente sus pleitos.
Está por tanto más interesado en los reglamentos que en las leyes, más en el arbitraje y las
soluciones privadas que en el proceso judicial. Laestructura judicial se contempla como un
sistema de instituciones formales subsidiario al que se acude sólo cuando ha fallado
el entorno institucional informal.
Las normas y convenciones sociales son un conjunto de reglas informales y frecuentemente
tácitas. Son códigos de conducta que regulan los comportamientos en situaciones
recurrentes y proporcionan un sistema de premios y castigos.
Un ejemplo de "premio" en las convenciones sociales es el juego de coordinaciónpropuesto
y analizado por Schelling: Dos amigos conciertan una cita en un pueblo fijando el día y la
hora, pero olvidan determinar el punto preciso del encuentro. No hay posibilidades de
comunicación por lo que cada uno intenta adivinar el punto de encuentro que con mayor
probabilidad será elegido por el otro. Si no existieran convenciones sociales las soluciones
del juego serían muy numerosas y la probabilidad de coordinación muy baja. Pero en toda
ciudad o pueblo suele existir un lugar (bajo el reloj del ayuntamiento, al pie de la torre de la
iglesia) al que la sociedad ha asignado de forma tácita la categoría de punto informal de
encuentro.
Como ejemplo de "castigo" señalaremos el ostracismo al que condenan los grupos sociales
a aquellos de sus miembros que no cumplen las normas. Los comerciantes judíos de la baja
edad media europea formaban una red internacional ligada por el idioma y las tradiciones
comunes de forma tal que el miembro que no respetaba esas tradiciones se veía excluido y
sin posibilidad de hacer negocio.
Estas convenciones sociales o leyes consuetudinarias son consideradas en el análisis
económico del nuevo institucionalismo como superiores, más eficaces y de menor coste que
la resolución judicial o administrativa. Cuando se analizan grupos sociales concretos se
observa que la gran mayoría de las querellas son resueltas muy tempranamente por estos
mecanismos. Por otra parte, son estas normas las que han dado origen a las leyes y están
continuamente transformándolas a través de su influencia sobre las decisiones del legislador
y la jurisprudencia.
La visión mecanicista tradicional de la historia contemplaba del paso de mundos pequeños
aislados y autárquicos a una sociedad global mediante la especialización y la división del
trabajo. El nuevo análisis institucional de la historia ha enriquecido profundamente nuestra
comprensión del desarrollo económico que es visto como la respuesta a la evolución de
instituciones que permiten y fomentan la cooperación y los intercambios comerciales, la
formación y la movilidad del capital, la estimación y el reparto de riesgos. Los mercados de
capitales solo pueden florecer allí donde los gobernantes no tienen poder suficiente como
para expropiar la riqueza privada. El sometimiento de los soberanos a las leyes y al control
parlamentario han sido el paso definitivo que ha reforzado la credibilidad y el crédito de los
gobernantes. El afianzamiento de los derechos y del respeto a la propiedad privada han sido
y siguen siendo imprescindibles para el desarrollo económico.

La empresa como institución


económica
La teoría económica convencional llama empresas a las unidades de producción,
confundiéndose así el concepto de empresa con el de planta o instalación industrial. En los
libros de texto básicos, la empresa es descrita en el apartado de microeconomía como una
caja negra en la que entran factores productivos y salen productos y servicios. Lo que ha
interesado tradicionalmente a los economistas de las empresas ha sido explicar cómo
maximizan sus beneficios, dadas sus funciones de costes y los precios del mercado. Para
estudiar ese enfoque vea "La producción y las empresas" en este mismo CD-Rom o sitio
web.
Pero ese enfoque ha resultado ser muy poco útil para explicar los fenómenos de fusión o
integración vertical u horizontal de empresas, adquisiciones o ventas de empresas,
franquicias o diversificación de la producción. El nuevo institucionalismo económico aborda
específicamente la empresa como organización, como un conjunto de acuerdos internos
explicables en términos de costes de transacción.
Ronald Coase fue el primero en explicar que el tamaño de una empresa depende no solo
de la tecnología sino de las diferencias en los costes de la transacción cuando los
intercambios se hacen en el interior de una empresa o entre diferentes empresas. Es
frecuente que en las empresas haya que tomar una alternativa estratégica: "¿Compramos
este recurso que necesitamos o lo fabricamos nosotros mismos?". En los procesos de
compraventa en el mercado los agentes que intervienen tienen que sufrir unos costes de
transacción que incluyen el coste de obtener información sobre calidades y precios, el coste
de negociar un acuerdo, el coste de hacer cumplir los acuerdos y el coste de organizar y
coordinar todas estas actividades. En el interior de la empresa esos costes pueden reducirse
mucho, pero aparecen unos costes de transacción diferentes tales como la necesidad de
establecer incentivos, de proveer flujos de información y de realizar el control y la evaluación
de resultados. En la economía real, contrariamente a lo que pensaron y dijeron los
marginalistas, los resultados de una empresa no dependen sólo de la tecnología y de las
condiciones del mercado, sino de que su administrador sea capaz de organizar los recursos
y establecer un ambiente adecuado de trabajo. Son las instituciones internas de la empresa,
formales o informales, las que determinarán en mayor grado su productividad.
Al analizar la actividad de una empresa se pueden distinguir diversas secciones o talleres
que se prestan servicios o entregan productos entre sí. Los trabajadores pueden ser
considerados como proveedores o clientes internos. Existen una serie de contratos
implícitos, informales, no escritos, que regulan las relaciones de unos trabajadores con otros
dentro de la empresa. La cultura de la empresa está formada por una serie de informaciones
e instituciones que facilitan la comunicación interna, estimulando la calidad y la eficacia en
la actividad productiva.
Un caso especial es el de la relación entre el propietario de la empresa y sus administradores
o directivos. El empresario del siglo diecinueve, el burgués que conoció Karl Marx, asumía
tres tipos de actividades: el empresario emprendedor que toma la iniciativa de crear una
empresa, el empresario capitalista que aporta los medios necesarios para llevarla a cabo y
el empresario administrador que gestiona la empresa que ha creado. Aunque en la pequeña
y mediana empresa ese tipo multifacético de empresario sigue existiendo, en las grandes
empresas esas tres funciones las realizan individuos que frecuentemente no se conocen
entre sí y que pueden tener intereses contrapuestos. Las iniciativas emprendedoras son
estudiadas y analizadas por las divisiones de planificación y marketing, los propietarios de
las acciones pueden incluso ignorar cuál es la actividad principal de la empresa, y los
administradores pueden haber sido contratados simplemente por tener una brillante
trayectoria profesional en otras empresas. La división entre propiedad y gestión, habitual en
las grandes corporaciones, genera el problema del riesgo moral y los costes de agencia.
La empresa, por tanto, es una red de contratos o acuerdos explícitos e implícitos entre
propietarios y directivos, directivos y trabajadores, proveedores y clientes internos y
externos.

El problema del riesgo moral y la teoría


de la agencia
La teoría de la agencia analiza la forma de los contratos formales e informales mediante los
que una o más personas denominadas como "el principal" encargan a otra persona
denominada "el agente", la defensa de sus intereses delegando en ella cierto poder de
decisión.
Esta situación es muy frecuente en la sociedad humana. Se da, por ejemplo, cuando el
ciudadano-votante-elector encarga a su representante político la elaboración y aplicación de
normas legales para el beneficio común. También se da cuando los accionistas de una
empresa encargan su gestión a un administrador.
La relación de agencia implica siempre la existencia del problema del riesgo moral: la
posibilidad de que el agente (gestor político, gestor empresarial) busque objetivos
personales en detrimento de los intereses del principal (el ciudadano o el accionista). Puede
comprobarse que el problema así enfocado permite analizar los problemas de las decisiones
económicas de estado y mercado desde una visión unificada. Habrá una pérdida de
eficiencia siempre que los costes y perjuicios ocasionados por una decisión no recaigan
sobre el individuo que decide.
Los administradores de una empresa o de un organismo del estado pueden utilizar su
capacidad de decisión para obtener maliciosamente beneficios personales a expensas del
ciudadano o del accionista. Esos beneficios pueden tomar la forma de gratificaciones extras,
oficinas grandes y lujosas, uso privado de vehículos; pueden promover subordinados por
razones de simpatía o parentesco; pueden tomar decisiones demasiado arriesgadas o que
sean beneficiosas para la empresa o el organismo a corto plazo pero perjudiciales en el
largo plazo; pueden además tomar decisiones que aumenten su poder personal y permitan
esquivar el control de los propietarios y los ciudadanos.
El problema se encuentra en mayor o menor medida en cualquier forma de contrato laboral.
Cualquier trabajador contratado para cualquier tarea tiene siempre cierta capacidad de
decisión y posibilidad de escaquearse, eludir el control y reducir su esfuerzo. El control y la
supervisión de los trabajadores tiene un coste por lo que puede ser eficaz contratar
capataces. Esto implica la aparición de un escalón intermedio de agentes, ya que habrá que
controlar a los capataces, pero se habrá ganado en eficacia siempre que los capataces
tengan menor tendencia a escaquearse que los trabajadores. Existen sistemas que
fomentan que los agentes se controlen los unos a los otros pero existe un límite a los
sistemas de control, sobrepasado el cual se generan ambientes de desconfianza que limitan
las posibilidades de cooperación interna y reducen la eficiencia.
Una solución habitual en las grandes corporaciones consiste en asociar al agente a los
beneficios de las empresa; habitualmente ese tipo de estímulos a la lealtad adoptan la forma
de paga en función de beneficios, participación en la propiedad o, más recientemente,
opciones de compra de acciones o concesiones de derechos sobre aumentos en la
cotización. Estos sistemas, muy utilizados en la actualidad, sirven como paliativos aunque
el problema no queda eliminado mientras los gestores no posean el 100% de la empresa.
El coste en las relaciones de agencia no recae solo sobre el principal, ya que el agente
puede sufrir ciertos costes para transmitir información al principal y obtener su confianza. En
general, cuando las relaciones de agencia se establecen a largo plazo el riesgo moral se
reduce, obteniéndose mayor eficacia en la empresa y disminución de los costes de control.
Si el trabajador o directivo desea la estabilidad en el empleo, no se aprovechará de las
oportunidades de obtener un beneficio particular a costa de la empresa, por el riesgo de ser
detectado. Es por ello que en la contratación se suele fomentar la permanencia en la
empresa estableciendo complementos salariales por antigüedad, sistemas transparentes de
promoción interna, privilegios de rango y otros sistemas de incentivos a la lealtad y
estabilidad.

Los costes de transacción


El concepto de coste de transacción se ha convertido en una pieza clave de la teoría
económica moderna.
Fue Ronald Coase el primero que llamó la atención sobre este tipo de costes en un artículo
de 1937. El llamado Teorema de Coase establece que si no existieran los costes de
transacción, la asignación de recursos sería siempre la más eficaz cualquiera que fuese la
distribución de derechos de propiedad.
En la teoría económica se entiende por derecho de propiedad la libertad de elegir o
capacidad de adoptar una decisión referente a un bien o servicio. Los costes de transacción
pueden definirse como "los costes de transferir derechos de propiedad" o, más sutilmente,
como "los costes de establecer y mantener los derechos de propiedad". Los derechos de
propiedad nunca son perfectos ya que nuestra libertad para disponer de una cosa nunca es
completa. Siempre que sea posible que alguien robe algo, el derecho de propiedad sobre
esa cosa será imperfecto ya que el propietario deberá protegerlo del robo, perdiendo así
cierto grado de libertad en su disposición.
Ejemplo de la vida cotidiana: Voy al mercado a comprar tomates. Hay un aviso escrito que
me informa de que por razones de higiene no se me permite tocar el producto por lo que
solo puedo examinarlo con la vista. Hay una etiqueta que me informa del precio del kilo de
tomates. Pido al verdulero que me ponga dos kilos y medio que no estén demasiado
maduros por que son para ensalada. Ante mi vista el verdulero pesa los tomates y me los
empaqueta. Una vez en casa compruebo que algunos tomates están en malas condiciones
y tienen un gusanito dentro. Decido deshacer la operación, devolver los tomates y pedir que
me devuelvan el dinero.
En este ejemplo de transacción, aparentemente muy sencilla, puede verse la existencia de
acuerdos explícitos, tales como el precio o la prohibición de tocar la mercancía, y otros
implícitos como es que en el caso de que la mercancía resulte estar en malas condiciones
podré devolverla. Están previstas de forma implícita algunos posibles acontecimientos del
futuro y cómo pueden actuar las partes en diversas circunstancias. Si se detecta la presencia
de gusanos hay derecho a reclamación y devolución. Pero si han pasado cinco días de la
transacción ya ha desaparecido el derecho a reclamar. Si los tomates se estropean por
freírlos demasiado tampoco se puede reclamar al verdulero. Las normas que indican lo que
deben hacer los contratantes ante diversos acontecimientos futuros son las estructuras de
gobierno.
Las transacciones económicas son transferencias de derechos de propiedad. Cualquier
transacción requiere una serie de mecanismos que protejan a los agentes que intervienen
de los riesgos relacionados con el intercambio. El objetivo de los contratoses prever
acontecimientos futuros que pueden afectar al objeto de la transacción. Incluso las
transacciones aparentemente más sencillas, implican la existencia de un contrato previo que
puede ser explícito y formal o implícito e informal.
Un contrato sería completo si estableciera claramente lo que deben hacer cada uno de los
contratantes ante cualquier suceso futuro que afecte al objeto del contrato. La teoría
económica neoclásica suponía que todos los contratos eran completos. Pero en el mundo
real los contratos siempre son incompletos ya que la información que tenemos sobre el futuro
es incompleta. Cualquier transacción implica riesgo e incertidumbre. Los economistas
diferenciamos entre riesgo e incertidumbre: consideramos que existe unriesgo cuando la
probabilidad de que se produzca un suceso es conocida mientras que reservamos la
palabra incertidumbre para aludir a sucesos imprevisibles, cuya probabilidad de que se
produzcan no es conocida.
Los contratos establecen lo que Williamson ha llamado estructuras de gobierno.
Lasestructuras de gobierno son instituciones que indican las decisiones que deben ser
adoptadas en las diversas circunstancias que puedan aparecer en el futuro. Son
asignaciones de derechos de propiedad que establecen los incentivos y la seguridad
necesaria para la actividad económica.
El enfoque institucionalista considera la existencia de costes de transacción no solo en los
intercambios que se producen en el mercado, sino también en los intercambios en el interior
de las empresas y organizaciones. El enfoque neoclásico, en cambio, considera a los costes
de transacción como la suma de los costes necesarios para realizarla, incluyendo la
búsqueda de información sobre los precios y alternativas existentes en el mercado, la
inspección y medida de lo intercambiado, la comunicación entre las partes y los costes de
asesoramiento legal. En última instancia todos los costes de transacción son costes de
información. Pero lo contrario no es cierto: no todos los costes de información son costes de
transacción. Robinson Crusoe tiene costes de información, pero sólo se enfrenta a costes
de transacción cuando se encuentra con Viernes.

La eficiencia de las instituciones


Al analizar el papel del estado desde el punto de vista del institucionalismo el objetivo es
determinar la eficiencia de las reglas de juego que ha creado. La consideración habitual es
que las reglas creadas por el estado deben buscar la eficiencia productiva, o eficiencia
asignativa, que mide la cantidad de producto que se obtiene según la asignación de recursos
que se haya hecho. Con este criterio, el estado debe crear instituciones que fomenten,
impulsen y expandan la producción de la forma más eficaz.
Joseph E. Stiglitz propone valorar las instituciones por lo que llama la eficiencia distributiva,
que mide no solo los resultados que se obtienen, sino también la eficiencia con la que estos
resultados se distribuyen en la comunidad. Esta perspectiva social está relacionada con la
economía del bienestar, con el concepto de coste de oportunidad y con los
criterios paretianos. En su formulación más tradicional la eficiencia distributiva se alcanza
cuando los recursos se distribuyen de tal forma que maximizan el bienestar de la sociedad.
Douglas North responde a Stiglitz con el concepto de eficiencia adaptativa. Lo que se debe
considerar es el modo en que la economía evoluciona a lo largo del tiempo, la inclinación de
una sociedad a adquirir conocimientos y a aprender, a inducir la innovación, a correr riesgos
y a mantener una actividad creadora, así como a resolver problemas. La eficiencia
adaptativa depende del marco institucional que incentive o no este tipo de actitud o
predisposición al aprendizaje en un mundo de fuerte dinamismo. En un mundo caracterizado
por la incertidumbre, nadie conoce la respuesta correcta a los problemas que confrontamos;
por tanto, nadie es capaz de ¿maximizar¿ las ganancias efectivamente; de ello se deduce
que la sociedad que permita la realización del mayor número de ensayos será la que tenga
mayores probabilidades de resolver problemas a través del tiempo.
En su crítica a Stiglitz, North afirma que no se puede dar por cierto que el Estado haya
creado las reglas del juego que conducen al crecimiento económico; para North estas reglas
son una excepción y tampoco existe ninguna garantía de que serán perpetuas; por tanto el
rol del Estado más importante y - más difícil de llevar a cabo- es establecer y reforzar un
conjunto de reglas del juego que incentiven a la participación económica y creativa por parte
de todos los ciudadanos.

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