Desde luego un asunto como éste plantea todo un problema de ética, que es
susceptible de mucho análisis y formas de mirarlo. Incluso cada punto de vista
puede tener cierta razón. Por lo demás, en grandes corporaciones se
encuentran a veces con esta misma forma de ver los negocios. Por ejemplo,
hubo una serie de empresas norteamericanas que durante la segunda guerra
mundial, aún estando su país en guerra, siguieron vendiendo pertrechos
bélicos al ejército alemán. También se hizo público hace un par de décadas las
vinculaciones que supuestamente tenía el Banco del Vaticano con la mafia. Y
para qué decir de la venta de armas, como cuando un gran fabricante de
armas, acosado por un periodista que le planteó que sus bombas mataban
personas, justificó su proceder diciendo que “si yo no las fabrico otros lo
harán”. Y esto sin citar el caso de las tabacaleras, o de algunos laboratorios
farmacéuticos, que es ya emblemático. Nuevamente, negocios son negocios.