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INSTITUTO PASTORAL DE CATEQUESIS - Arquidiócesis de Montevideo

Subsidio 01 – ANTROPOLOGÍA
Pbro. Miguel Pastorino - 2007

CONTEXTO DE NUESTRA REFLEXIÓN ANTROPOLÓGICA


La fe como opción existencial situada: vivimos, creemos y nos comunicamos en coordenadas tiempo-
espacio concretas, en una cultura concreta, en una época y en un lenguaje concreto. No es lo mismo creer en
Montevideo que en Tokio, en el siglo XVI que en el XXI. La fe es siempre una experiencia interpretada
culturalmente, y los cambios culturales afectan no sólo el modo de vivir la fe, sino también las
mediaciones a través de las cuales se transmite.
Por esta razón el creyente lúcido no puede dejar de ahondar en el conocimiento de la sociedad y la cultura en
la que vive, celebra y expresa su fe.
Esquemáticamente podemos ver algunas diferencias entre el paradigma de la modernidad y el postmoderno y
sus respectivas acentuaciones:
Modernidad Postmodernidad
Razón Sentimiento
Ética Estética
Ideas absolutas Relativismo - Fundamentalismos
Autoridad Autenticidad
Seguridad (un mundo de certezas) Inseguridad (todo es inestable)
Escritura Audiovisual
Bloques monolíticos de pensamiento Fragmentación y sincretismo (mezcla)
Proyecto – Progreso No proyecto – No sentido
Religión institucionalizada - intelectualista Religiosidad difusa y ecléctica - emocionalista
Para profundizar:
-GONZALEZ-CARVAJAL, Luis, Ideas y creencias del hombre actual, Sal Terrae, Bilbao, 1993.
-REGAZZONI, Quinto, Catequesis: nuevos itinerarios…, en Revista UMBRALES, Nº 176, Montevideo, 2007.
La lógica instrumental (mentalidad dominante) nos hace vivir con una visión antropológica que reduce al ser
humano a un simple instrumento o medio para ser usado y no con la dignidad de un fin en sí mismo.
“El ser humano no es medio, sino fin” (Kant), pero lamentablemente no siempre se tiene en cuenta.
Lo que se busca hoy es la productividad, la rentabilidad, la efectividad, la eficiencia, y lograr los mayores
beneficios al menor costo. Esta mentalidad aplicada a las relaciones interpersonales, incluso a la relación con
Dios, vuelve al ser humano un consumista solitario que hace del encuentro con el otro una instrumentalización
constante, un “uso y tiro”, sin percibir que la riqueza del encuentro está en el Yo y el Tú que se encuentran y no
en “los resultados obtenidos”.
Dios, en lugar de ser buscado en sí mismo, se lo busca según “para que me sirva”. Y aquí no hay religión, sino
magia, haciendo de Dios un medio para alcanzar mis propios fines.

La experiencia religiosa siempre se da a través de una mediación. La cultura misma es mediación de toda
experiencia religiosa. En todas las religiones, la experiencia del encuentro con el Misterio trascendente se da a
través de mediaciones simbólicas. El ser humano, es un ser-simbólico.
Las experiencias más profundas de la vida siempre se expresan a través del lenguaje simbólico (la muerte, el
amor, el sufrimiento, la esperanza).
La Biblia es también una mediación que nos remite a profundas experiencias humanas, a la experiencia que
hombres y mujeres de “aquél tiempo” vivieron. Y las preguntas que tenían no difieren de las que tiene todo ser
humano en toda época y lugar: las preguntas fundamentales de la existencia humana y su relación con Dios.
El hombre religioso no se queda en la mediación, sino que va más allá. La mediación lo remite mas allá de sí
misma, hacia aquella verdad que trasciende a la misma palabra que no la puede abarcar.
Existen distintos lenguajes para expresar verdades distintas.
Si necesito expresar una verdad científica o jurídica necesito usar un lenguaje conceptual, descriptivo y lo más
preciso posible. En cambio, si necesito expresar una verdad existencial, una realidad profunda de vida
recurriré al lenguaje simbólico, a la metáfora, y no es menos verdadera por el tipo de lenguaje que uso. Cada
ámbito del conocimiento responde a preguntas distintas.
La ciencia me dirá el cómo de las cosas. Ej. ¿Cómo ha sido la evolución de la humanidad? ¿Cómo surge la
vida biológica?, pero no puede responder –ni le compete- responder a las preguntas de sentido: ¿Cuál es el
sentido de la vida? ¿Para qué vivir? ¿Qué razón hay para tener esperanza? ¿Vale la pena amar?
Cuando nos aproximamos a la Biblia interrogándonos sobre la creación del mundo, no podemos hacerle
preguntas científicas, porque no fue el interés de los autores decirnos cómo pasó, sino por qué pasó, para qué
pasó. La fe responde a las preguntas de sentido.
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BIBLIA Y PALABRA DE DIOS

La Iglesia recomienda insistentemente la lectura de la Biblia porque “desconocer la Escritura es desconocer a


Cristo” (San Jerónimo).
La Biblia es como una carta de amor a los hombres y mujeres de todo tiempo y lugar, en la que Él se
revela a sí mismo y su plan de salvación, el sentido de la vida y de la historia.
Ver Catecismo de la Iglesia Católica: 101 – 141.

LA CREACIÓN: Respuesta a la pregunta por el sentido de la vida

“Amas a todos los seres, y nada de lo que hiciste aborreces; si algo odiases no lo habrías creado.
¿Y cómo podría subsistir cosa que no hubieses querido? ¿Cómo se conservaría si no la hubieses llamado?
Mas Tú todo lo perdonas, porque todo es tuyo, Señor que amas la vida”
(Sabiduría 11, 24-26)

El concepto bíblico de creación (verbo: bara) denota no sólo la acción de dar principio a la realidad, sino
también la acción restauradora (re-creadora) y consumadora de esa realidad. Crea constantemente, en cuanto
sostiene en el ser lo creado. El verbo “bara” designa una actuación inédita, incondicionada, sin parangón
posible con la actividad humana que se ejerce sobre algo preexistente. Dios crea cuando:
- Llama a los seres que no son para sean.
- Sostiene a las criaturas en la existencia
- Elige un grupo humano para que se convierta en su pueblo
- Rehace la creación degradada por el pecado
- Conduce la creación redimida a la plenitud de ser y de sentido que es la salvación.
“La acción creadora pone de manifiesto, más que la omnipotencia la bondad irrestricta, la generosidad
ilimitada y el amor gratuito de un Dios que actúa movido exclusivamente por su libérrima voluntad de
comunicarse” (Ruiz de la Peña)
Dios nos crea libremente, no por necesidad. Dios nos crea por amor.
Pudiendo no existir, fuimos llamados a la existencia: ¡somos!
La fe en la Creación es respuesta al hombre en busca de sentido.
La vida tiene sentido, porque no venimos de la nada, sino de alguien que nos ama. Por eso no vamos hacia la
nada, ni al vacío, sino hacia aquel que nos creó. Podemos esperar confiadamente en aquel que nos amó
desde siempre y para siempre.
“La fe en la creación es una toma de postura sobre la cuestión del fundamento último de la entera realidad
humana y de toda la existencia”. (Ruiz de la Peña)
“La catequesis sobre la Creación reviste una importancia capital. Se refiere a los fundamentos mismos de la
vida humana y cristiana: explicita la respuesta de la fe a la pregunta básica que los hombres de todos los
tiempos se han formulado…” (Catecismo C: 282 – 289)
La creación de la nada (ex nihilo) se presenta como una verdad llena de promesa y de esperanza, ya
que si Dios es capaz de sacar vida de donde no la hay, también es capaz, por el mismo poder, de devolver la
vida a los muertos. (Cf. 2 Mac 7, 22-23.28; Rom 4, 17). (Ver Catecismo C.: 338)

“Yo soy lo que soy y estoy donde estoy porque Dios, en sus designios de amor, así lo ha querido. Considerar
lo creado como don no niega su consistencia propia. Más bien la reafirma, pues la consideración del mundo y
del ser humano como don nos obliga a valorarlos y respetarlos por sí mismos como signo de respeto al dador
de tales dones. No cuidar el don sería una falta de respeto y una desconsideración con el dador”. (M. Gelabert)
Dios lo crea todo “bueno”. Todo lo creado es bueno, Dios no crea el mal. (Gen 1,1-25) Catecismo C. : 339.
Dios actúa siempre: Su presencia en la Creación es silenciosa. En la base de la afirmación creyente está
el que Dios puede y de hecho actúa en la historia y en los acontecimientos… “No me parece adecuado
preguntarse si Dios actúa “especialmente” en algunos acontecimientos, pues Dios actúa en todas partes con
la misma intensidad, y tan de Dios es el crecimiento de las semillas, la salida del sol o el posible salto evolutivo
que da origen al ser humano… Dios está en el origen, en la duración y en el término de todo acontecimiento.
Pero no a la manera de una causa física, sino como la realidad que todo lo determina y por esto no puede
ocupar el lugar de una causa física… su obrar se efectúa a través de los acontecimientos mundanos, no en
contra de ellos o compitiendo con ellos, pues todo es obra suya.” (M. Gelabert)

Para profundizar:
RUIZ DE LA PEÑA, Juan Luis, Creación, Gracia, Salvación, Sal Terrae, Santander, 1993, pp. 12-43.
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LOS RELATOS DE LA CREACIÓN EN EL LIBRO DEL “GÉNESIS”
(Comentario de la “Biblia de América”, Verbo Divino, 1997)

Los primeros capítulos del libro del Génesis ofrecen respuestas vitales y creyentes a las grandes preguntas de
Israel y de la humanidad: ¿Quién es el creador de los hombres y de las cosas? ¿Son buenos todos los seres?
¿Cuál es el origen y el sentido de la maldad, la enfermedad y la muerte? ¿Cuál es el destino que el Creador
desea para el hombre?
1, 1-31; 2, 1-4a. Primer relato de la Creación

En este majestuoso himno escrito aproximadamente en el siglo V en el contexto de la dura experiencia del
destierro del pueblo de Israel en Babilonia, el autor utilizando elementos pertenecientes a cosmogonías y mitos
antiguos de probable origen babilónico, se describe la creación del universo. Pertenece a la tradición
sacerdotal (P) y posee un marcado carácter litúrgico. El autor sitúa de forma ficticia la obra creadora de Dios
en el marco de la semana judía y la culmina con la consagración-santificación del sábado. Reinterpretando y
desmitificando los materiales extrabíblicos de los que se sirve, subraya el dominio absoluto de Dios, la
eficacia de su palabra todopoderosa, la bondad de la obra creada y la sublime dignidad del ser
humano. Este y otros textos bíblicos no pretenden ofrecernos información científica sino transmitirnos una
enseñanza religiosa: La creación del hombre marca el punto culminante del relato; va precedida de un plural
(1,26: “Hagamos”) que cumple la función de llamar la atención sobre esa obra maestra de Dios. La triple
mención del verbo “crear”, la semejanza del ser humano con Dios y la diferenciación sexual (1, 27) realzan aún
´mas su condición de obra maestra y lo facultan para la tarea encomendada por Dios: el dominio sobre el resto
de los seres vivos (1,28). La evaluación final en superlativo (1,31: “todo era muy bueno”) de la obra creadora
coloca toda la creación bajo una luz rotundamente positiva: la bendición y la bondad. (Biblia de América)

2, 4b- 25. Segundo relato de la Creación

El llamado relato yavhista (J) de los orígenes difiere notablemente del anterior: aquí ya no se trata
principalmente de la creación del universo, sino del ser humano y su espacio vital. También son diferentes la
forma literaria y la secuencia creadora, el nombre de Dios (Yavé, el Señor) y, sobre todo, la perspectiva. En
este segundo relato se da respuesta a las grandes contradicciones, límites y preguntas de la existencia: el
origen de la vida, la dualidad y atracción de los sexos, el sentido del trabajo, del dolor y de la muerte, el
misterio de la maternidad, etc. Es un relato popular lleno de colorido y antropomorfismos, con forma de drama
en tres actos: creación (2,4b-25), pecado (3, 1-7) y castigo (3, 8-21), seguido de una conclusión (3, 22-24).

(2,4b-25) El primer acto del drama es la creación del ser humano y su ambiente. Se perciben también aquí
préstamos de antiguos mitos de creación, reinterpretados y adaptados a la fe de Israel. La acción de Dios se
concibe de forma antropomórfica (jardinero, alfarero y cirujano). Dios crea al ser humano (adam) de la tierra
(adamá) y le infunde el aliento vital (2,7): de esta forma el ser humano aparece emparentado con la tierra y con
Dios.
La creación de los animales (2,18-20) aparece supeditada al ser humano, con el que están emparentados:
también ellos proceden de la tierra (adamá). Su destino es servir de ayuda y complemento al ser humano.
La creación de la mujer (2,21-22), constituye el punto culminante de la escena: es sacada del mismo ser
humano (no de la tierra), es idéntica al hombre, es su ayuda y complemento.

(3,1-7) El segundo acto del drama tiene como protagonistas a la mujer y a la serpiente. El hilo conductor es la
prohibición divina sobre el árbol del conocimiento (2,17). La serpiente, creada por Dios y presentada como el
animal más astuto, es un personaje sin duda literario. Simboliza la tentación que el ser humano ha
experimentado siempre de hacerse como Dios. El desenlace del acto está cargado de ironía, y la desnudez
que antes era expresión de felicidad (2,25) es ahora signo de vergüenza.

(3, 8-24): El tercer acto del drama tiene la forma de un procedimiento judicial. Dios se hace presente, interroga
a los culpables y, tras escuchar su defensa, emite la sentencia que es de condenación para la serpiente, mujer
y hombre. El pecado ha hecho irrupción en el mundo y ha quedado rota la armonía de la creación. Hasta la
madre tierra niega sus frutos al hijo y se convierte en su tumba.
Sin embargo y a pesar de todo, aún queda lugar a la esperanza. La humanidad –descendencia de la mujer-
terminará por triunfar sobre la serpiente, símbolo del mal y de la oposición a Dios: la maternidad será siempre
un valor positivo, y Dios no abandonará a sus criaturas, sino que las seguirá cuidando como se pone de
manifiesto en el hecho de cubrir su desnudez culpable (3,21). Ya nada será como antes (2,25), pero no todo
está perdido.
El relato concluye con la ejecución de una parte de la sentencia (3, 22-24) utilizando para ello antiguos mitos
referidos a la inmortalidad.

PARA PROFUNDIZAR: RATZINGER, Joseph, Creación y pecado, Eunsa, Pamplona, 1992.

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