Anda di halaman 1dari 12

Mt 5:17-20

DHH NVI PDT RV60


17 “No penséis que yo he 17 »No piensen que he venido 17 "No piensen que he venido 17 No penséis que he venido
venido a poner fin a la ley a anular la ley o los profetas; para destruir la ley de Moisés o para abrogar la ley o los
de Moisés y a las no he venido a anularlos sino a los libros de los profetas. No he profetas; no he venido para
enseñanzas de los profetas. darles cumplimiento. venido para destruirlos, sino abrogar, sino para cumplir.
No he venido a ponerles fin, para darles completo
sino a darles su verdadero 18 Les aseguro que mientras significado. 18 Porque de cierto os digo
sentido. existan el cielo y la tierra, ni que hasta que pasen el cielo y
18 Porque os aseguro que una letra ni una tilde de la ley 18 Les digo la verdad: la tierra, ni una jota ni una
mientras existan el cielo y la desaparecerán hasta que todo mientras existan el cielo y la tilde pasará de la ley, hasta
tierra no se le quitará a la se haya cumplido. tierra, no desaparecerá ni una que todo se haya cumplido.
ley ni un punto ni una letra ni una tilde de la ley hasta
coma, hasta que suceda lo que todo esto se cumpla. 19 De manera que
19 Todo el que infrinja uno
que tenga que suceder. cualquiera que quebrante uno
solo de estos mandamientos,
19 Por eso, el que de estos mandamientos muy
por pequeño que sea, y enseñe 19 "Así que cualquiera que
quebrante uno de los pequeños, y así enseñe a los
a otros a hacer lo mismo, será desobedezca alguno de los
mandamientos de la ley, hombres, muy pequeño será
considerado el más pequeño en mandamientos más pequeños y
aunque sea el más llamado en el reino de los
el reino de los cielos; pero el les enseñe a otros a
pequeño, y no enseñe a la cielos; mas cualquiera que los
que los practique y enseñe será desobedecerlo, será llamado el
gente a obedecerlos, será haga y los enseñe, éste será
considerado grande en el reino más pequeño en el reino de
considerado el más pequeño llamado grande en el reino de
de los cielos. Dios. En cambio el que los
en el reino de los cielos. los cielos.
obedezca todos y enseñe a
Pero el que los obedezca y 20 Porque les digo a ustedes, obedecerlos, será llamado
enseñe a otros a hacer lo 20 Porque os digo que si
que no van a entrar en el reino grande en el reino de Dios.
mismo, será considerado vuestra justicia no fuere
de los cielos a menos que su mayor que la de los escribas
grande en el reino de los 20 Porque les digo, no tendrán
justicia supere a la de los y fariseos, no entraréis en el
cielos
fariseos y de los maestros de la parte en el reino de Dios a reino de los cielos.
20 "Porque os digo que si ley. menos que hagan lo que Dios
no superáis a los maestros quiere de una manera mejor
de la ley y a los fariseos en que los maestros de la ley y los
hacer lo que es justo fariseos.
delante de Dios, no
entraréis en el reino de los
cielos.
INTRODUCCIÓN:

Buenas tardes hermanos, continuamos estudiando el Sermón del Monte y hasta ahora hemos visto el carácter del cristiano tal
como se especifica en las Bienaventuranzas, y en función de lo que el cristiano es, también hemos visto cuál ha de ser su
ocupación en el mundo: debemos ser sal y luz en el mundo para reflejar el carácter de Cristo y glorificar al Padre tal como nos lo
dijo Charles la semana pasada.

Hoy día vamos a considerar el pasaje Mateo 5:17-20 donde el tema principal es la verdadera justicia. Los líderes religiosos
tenían una justicia artificial, externa, basada en la ley. Pero la justicia que Jesús describe es genuina y vital, empieza desde
adentro, en el corazón. Los fariseos se preocupaban por los detalles minuciosos de la conducta, pero descuidaban las principales
cuestiones del carácter. La conducta brota del carácter.

La razón por la cual Nuestro Señor nos dice que Él no vino a abrogar la ley sino a cumplirla es para enseñarnos que si nuestra
justicia no es mayor que la de los escribas y los fariseos, entonces, no entraremos en el Reino de los Cielos.

ORACIÓN

BOSQUEJO:

I. Jesús nos revela que vino para darle pleno cumplimiento a la ley. (V.17)
A. No penséis… (V.17a)
B. La Ley para los judíos
C. He venido para cumplirla (V.17b)
II. La Ley perdurará hasta el final de los tiempos. (V.18)
A. Permanencia de las Escrituras (V. 19)
B. Pertinencia de las Escrituras
III. El Propósito de las Escrituras (V.20)

2
DESARROLLO:

17 No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir.

A. No penséis… que he venido para abrogar la ley o los profetas (V.17a)

La advertencia de Jesús, no penséis, indica que la mayor parte de sus oyentes, si no todos, tenían un concepto equivocado de
la enseñanza que Él les estaba dando. Aunque su ministerio público había comenzado poco tiempo atrás ya sus contemporáneos
se encontraban muy inquietos por su supuesta actitud ante el Antiguo Testamento.

Jesucristo fue en gran medida un incomprendido de su tiempo pues ni sus seguidores, ni siquiera sus discípulos entendieron
totalmente las enseñanzas de Jesús mientras estuvo en este mundo. Por una parte, lo seguían por los milagros que hacía, por las
sanaciones, por el provecho que pudieran obtener de Él, incluyendo la liberación del imperio romano, etc. Al tiempo que por otra
parte, eran conscientes que Jesús no era un escriba o un fariseo quienes eran los depositarios y administradores de la ley, que
les hablaba de manera distinta a ellos aunque lo hacía como quien tiene autoridad.

Casi todos los judíos tradicionalistas consideraban las instrucciones rabínicas como las interpretaciones apropiadas de la ley
de Moisés, y concluyeron que debido a que Jesús no seguía con escrupulosidad esas tradiciones era evidente que estaba fuera
de la ley o que la estaba relegando a una menor importancia.

Para ellos estaba claro que los escribas se sometían a la Ley de Moisés puesto que eran los maestros de la ley. Se dedicaban
a su interpretación y no reclamaban para sí mismos autoridad alguna, aparte de la autoridad que citaban, pero no estaba claro
con respecto a Jesús quien hablaba con autoridad.

No sólo en su autoridad, sino también en su actividad, Jesús parecía desafiar a la Ley. Veían que aparentemente violaba la
ley al sanar en sábado, al reunirse con publicanos y prostitutas, y no observaba las tradiciones de los fariseos, hablaba de la
doctrina de la gracia, etc. Dicho lo cual, creo que muchos se preguntaban ¿Qué es esto?

Ahora bien ¿qué entendía el judío común y corriente por la ley? En primer lugar la interpretaba como los diez mandamientos
dados por Dios a Moisés en el Sinaí. Ampliando su perspectiva llegaba a considerar el Pentateuco. Pero en los tiempos de Jesús
se asociaba principalmente a la tradición impuesta por los escribas y fariseos. ¿Qué quiere decir 'la ley' y 'los profetas'? La
respuesta es: todo el Antiguo Testamento. Esto lo entendía claramente cualquier judío.
Es interesante señalar que la Ley contenía tres aspectos o partes: la moral, la judicial y la ceremonial. La ley moral consistía
en los Diez Mandamientos y los grandes principios que se promulgaron de una vez para siempre. Luego estaba la ley judicial, es
decir las leyes para la nación israelita en las circunstancias propias de ese tiempo, las cuales indicaban cómo tenían que
3
comportarse los hombres en relación con los demás y lo que se podía y no se podía hacer. Finalmente estaba la ley ceremonial
referente a inmolaciones y sacrificios y todos los ritos relacionados con el culto.

B. He venido para cumplirla (V.17b)

Jesús rechaza la interpretación superficial de la ley dada por los escribas. Él mismo provee la verdadera interpretación de la
ley. Su propósito no es cambiar la ley, menos aún anularla o abrogarla sino el de revelar todo el significado que contenía.

Jesús dijo claramente que Él había venido para respetar la Ley, para cumplirla y ayudar al pueblo de Dios a amarla,
aprenderla y ponerla en práctica. No aceptaba la justicia artificial de los líderes religiosos, puesto que no era sino una simulación
externa. Su religión era un ritual muerto, no una relación viva; era artificial, no se reproducía en otros de una manera viva y
práctica. Los hacía arrogantes, no humildes; llevaba a la esclavitud, no a la libertad. Jesús vino a cumplir la ley, a llevarla a
cabo, a llenarla.

JESÚS CUMPLIÓ LA LEY MORAL


Jesucristo nació bajo la Ley. Gál 4:4 4 Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo
la ley.
La ley moral es la norma básica de Dios. Por medio de su justicia perfecta Jesús cumplió esa ley. Obedeció cada mandato,
cumplió cada requisito, y vivió por cada norma.

Debido a que la observancia del día de reposo es uno de los Diez Mandamientos, creo que es útil comentar esa parte de la ley
moral. La esencia de la observancia del día de reposo significaba santidad, no reposar ni abstenerse de trabajar. Se trataba de
una disposición destinada a apartar el corazón de las actividades terrenas y volverlo hacia Dios. Puesto que Cristo cumplió toda
justicia y se ha convertido en nuestra justicia, el propósito de la observancia del día de reposo terminó en la cruz.

Tenemos que decir, categóricamente, que el domingo no es el “día de reposo cristiano”, como algunos afirman, sino que es
simplemente el día de adoración que la mayoría de cristianos hemos observado desde los tiempos del Nuevo Testamento, un
tiempo especial reservado para ejercicios espirituales. El aspecto moral del día de reposo es el núcleo de la verdadera adoración.

JESÚS CUMPLIÓ LA LEY JUDICIAL


La ley judicial de Dios fue dada para proveer a Israel de identidad exclusiva como una nación que pertenecía a Jehová. Las
leyes relacionadas con la agricultura tal como vimos cuando estudiamos el libro de Rut, la solución de conflictos, las dietas, la
limpieza, la vestimenta y cosas como esas eran normas especiales por las cuales el pueblo escogido debía vivir delante del Señor
y separado del mundo. Jesús cumplió en la cruz esa ley judicial.

4
Con ese sacrificio murió la ley judicial, porque Israel ya no sirvió más tiempo como su nación escogida. Antes de su crucifixión
Jesús advirtió a los judíos: “Os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros” (Mt. 21:43). Gracias a Dios, un día Él redimirá y
restaurará a Israel (Ro. 9-11), pero mientras tanto la Iglesia es su cuerpo escogido de personas en la Tierra.
1 Pedro 2:9 - 10
9 Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel

que os llamó de las tinieblas a su luz admirable;10 vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en
otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.

JESÚS CUMPLIÓ LA LEY CEREMONIAL


La ley ceremonial regía la forma de adoración de Israel. Cuando Jesús murió en la cruz cumplió tanto esa ley como la judicial.
Los sacrificios eran el núcleo de toda la adoración del Antiguo Testamento, y Jesús como el Sacrificio perfecto puso fin a todos los
demás sacrificios. Mientras Él se hallaba en la cruz, “el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo” (Mt. 27:51). Cristo mismo era
el camino nuevo y perfecto de entrada al Lugar Santísimo, al que cualquier ser humano puede llegar por fe.

He 10:19-22

19Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, 20 por el camino nuevo y vivo
que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, 21 y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, 22 acerquémonos con
corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.

He 1:1-3

1 Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, 2 en estos postreros días
nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; 3 el cual, siendo el
resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo
efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas,

Jesús también cumplió la Ley en su enseñanza. Fue esto lo que le puso en conflicto con los líderes religiosos. Pero fue en su
muerte y resurrección que Jesús cumplió la ley de manera especial. Llevó sobre sí la maldición de la Ley (Gálatas 3: 13).

13 Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en
un madero),

Cristo puso a un lado el antiguo pacto y trajo uno nuevo. Jesús no destruyó la Ley luchando contra ella; la destruyó al
cumplirla. Tal vez esta ilustración lo aclare:
Si tengo una semilla, puedo destruirla de dos maneras. Puedo ponerla sobre una piedra y triturarla con un martillo; o puedo
sembrarla y dejar que cumpla su propósito por sí misma y se convierta en un árbol.
5
En lo que respecta a nosotros, ciudadanos del siglo XXI, ¿Cómo podemos cumplir la Ley? Lo hacemos al rendimos al Espíritu
Santo y permitirle que obre en nuestra vida.
(Romanos 8: 1-4) 1 Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino
conforme al Espíritu. 2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. 3 Porque lo que
era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del
pecado, condenó al pecado en la carne; 4 para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino
conforme al Espíritu.

El Espíritu Santo nos capacita para que experimentemos la justicia de la ley en la vida diaria. Esto no quiere decir que
viviremos una vida perfecta y sin pecado, sino, que Cristo vive su vida en nosotros por el poder de su Espíritu.
(Gálatas 2:20) 20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo
vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.

II. La Ley perdurará hasta el final de los tiempos. (V.18)

18 Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya
cumplido.

Al iniciar su declaración con de cierto os digo (y fue la primera vez que lo dijo durante su ministerio terrenal), Jesús confirmó la
especial importancia de lo que estaba a punto de manifestar. Amén (de cierto) era un término de fuerte e intensa afirmación. Es
como si el Señor estuviera diciendo: “Les aseguro esto de manera absoluta, sin reserva alguna, y con la autoridad más plena”.

La enseñanza de Jesús no solo era absoluta sino también permanente. Hasta que pasen el cielo y la tierra representa el fin
del tiempo como lo conocemos, el fin de la historia terrenal. Como Palabra de Dios, la ley duraría más que el universo, el cual
algún día dejará de existir.
Is. 51:6 6 Alzad a los cielos vuestros ojos, y mirad abajo a la tierra; porque los cielos serán deshechos como humo, y la tierra se envejecerá
como ropa de vestir, y de la misma manera perecerán sus moradores; pero mi salvación será para siempre, mi justicia no perecerá.

De manera que el cumplimento final de la ley y el nuevo nacimiento del universo: los nuevos cielos y la nueva tierra
coincidirán.

Asimismo, la jota, o yod, es la letra más pequeña del alfabeto hebreo; la tilde es un pequeño trazo o proyección que sirve
para distinguir una letra de otra, de una manera semejante a como el trazo inferior de la E mayúscula la distingue de la F
mayúscula. Jesús creía en la inspiración literal de la Biblia, incluso en lo que pudiesen parecer pequeños detalles carentes de
importancia. Nada en la Escritura, ni el más pequeño trazo, carece de importancia.
6
Es importante observar que Jesús no dijo que la ley jamás pasaría. Dijo que no pasaría hasta que todo fuese realizado,
llevado a cabo. La ley no fue dada como medio de salvación; tenía el propósito de hacer patente a la gente su pecaminosidad y
luego conducirlos a Dios para Su salvación en gracia.

La justicia y santidad de Dios demandaba que la sentencia fuese cumplida. Y es por esta razón que vino Jesús al mundo:
para pagar la pena por Su muerte. Murió como Sustituto en lugar de los culpables transgresores de la ley, aunque Él mismo era
sin pecado. No echó la ley a un lado, sino que cumplió todas las demandas. Por tanto, todos los que confiamos en Jesús ya no
estamos bajo la ley; estamos bajo la gracia.
(Ro. 6:14) 14 Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia .

Estamos muertos a la ley mediante la obra de Cristo. La pena de la ley ha de ser pagada sólo una vez; y por cuanto Cristo ha
pagado la pena, el creyente mismo no ha de pagarla. Sin embargo, aunque los cristianos no estamos bajo la ley, eso no significa
que estemos sin ley. Estamos ligados por un vínculo más fuerte que el de la ley porque estamos bajo la ley de Cristo (1 Co. 9:21b).
… (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley.

Nuestra conducta debe estar moldeada no por el temor al castigo, sino por un deseo de agradar a Nuestro Salvador. Cristo
debe ser nuestra norma de vida.
Jn. 13:15 15 Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.

19 De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será
llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos.

En este versículo observamos que Jesús se enfrenta a la tendencia natural del ser humano a relajar los mandamientos de
Dios. Debido a que son de una naturaleza tan sobrenatural, existe una predisposición a invalidarlos con explicaciones, a
racionalizar su significado Sin embargo, el planteamiento que Jesús hace aquí no es de permisividad para quebrantar (hacer
caso omiso, modificar o desobedecer) ni siquiera uno de estos mandamientos muy pequeños. Algunos mandamientos son más
grandes que otros, pero a ninguno debe ser desestimado.

. Pero cualquiera que quebrante o suprima una parte de la ley, y enseñe a otros a hacer lo mismo, será llamado el
menor en el reino de los cielos. Lo maravilloso es que tales personas sean admitidas en el reino; pero debemos recordar que
la entrada en el reino es por la fe en Cristo y no por méritos propios. La posición de cada uno de nosotros en el reino queda
determinada por nuestra obediencia y fidelidad mientras estemos en la Tierra. La persona que obedece la ley del reino, ésta
será llamado grande en el reino de los cielos.

7
De manera que quien enseñe a los hombres a hacer caso omiso o a desobedecer cualquier parte de la Palabra de Dios es un
infractor aún mayor. No solo quebranta él mismo la ley sino que hace que otros la quebranten. Además de eso, su desobediencia
es obviamente intencional. Es posible incumplir los mandatos de Dios por desconocimiento de ellos o por olvidarlos; pero enseñar
a otros a quebrantarlos tiene que ser consciente e intencional.

Cada creyente es responsable de sí mismo, pero quienes enseñan también son responsables por aquellos a quienes enseñan.
Esta advertencia de Jesús no se aplica solamente a los maestros oficiales o formales. No. Toda persona enseña. Con nuestro
ejemplo ayudamos continuamente a quienes nos rodean a ser más obedientes o más desobedientes. También enseñamos por
medio de lo que decimos. Cuando alguien practica o enseña a desobedecer cualquier parte de la Palabra de Dios, atraerá como
consecuencia que será llamado muy pequeño en el reino de los cielos y no, como algunos imaginan, debido a que podría tener
los dones menores.

Nuestra reputación entre otras personas, incluso entre otros cristianos, puede verse o no afectada de manera negativa. A
menudo la gente no sabe de nuestra desobediencia, y con frecuencia cuando lo saben no les importa. Pero Dios siempre lo sabe,
y a Él siempre le importa. Es tan solo aquello para lo que Dios nos llama lo que tiene la importancia definitiva. Debe ser la
preocupación de todo creyente que ama a su Señor que Dios nunca tenga motivos para llamarlo muy pequeño.

La determinación de rango en el reino de los cielos es totalmente prerrogativa de Dios, y Jesús declara que tendrá en la más
baja estima a quienes tienen la Palabra en la más baja estima. No hay impunidad para los que desobedecen, desacreditan o
menosprecian la ley de Dios.

Que Jesús no se refiere a perder la salvación está claro por el hecho de que, aunque el infractor será llamado muy pequeño,
seguirá estando en el reino de los cielos. Pero toda bendición, toda recompensa y fructificación, todo gozo y toda utilidad serán
sacrificados en la medida en que seamos desobedientes. Juan advierte: “ Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de
vuestro trabajo, sino que recibáis galardón completo” (2 Jn. 8).

Por tanto, hacer caso omiso o rechazar lo mínimo de la ley de Dios es desvalorizarla toda y convertirse en muy pequeño en su
reino. Tales cristianos reciben su rango debido a su mal tratamiento de la Biblia, El resultado positivo es que cualquiera que los
haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos.

Jesús vuelve a mencionar aquí los dos aspectos de hacer y enseñar. Los ciudadanos del reino deben guardar todas las partes
de la ley de Dios, tanto en su vida como en su enseñanza. La promesa de Jesús no es solamente para grandes maestros como
Pablo, Agustín, Calvino, Lutero, Wesley o Spurgeon. Su promesa se aplica a todo creyente que enseñe a otros a obedecer la
Palabra de Dios cuando de manera fiel, cuidadosa y amorosa vive mediante esa Palabra y habla de ella. No todo creyente tiene

8
el don de enseñar las profundas doctrinas de la Biblia, pero todos estamos llamados a enseñar la correcta actitud hacia la
Palabra, y con la ayuda del Espíritu Santo podemos hacerlo.

Hoy en día mucha gente inconversa pregunta: “¿Qué tiene que decirnos hoy la Biblia, un libro con dos mil años de
antigüedad?”. La respuesta que debemos darles es que la Biblia es la Palabra eterna de Dios, la cual “es viva y eficaz, y más
cortante que toda espada de dos filos” (He. 4:12). Por mucho tiempo ha precedido y excederá en duración a toda persona que
cuestione su validez y relevancia. La ley moral básica de Dios, centrada en los Diez Mandamientos, sigue siendo igual de válida
hoy como lo fue cuando Dios la entregó a Moisés en el Sinaí.

Además, en estos días es muy frecuente escuchar la expresión “ocúpate de lo tuyo” para evitar las valoraciones de nuestro
comportamiento. La libertad se ha equiparado con hacer lo que bien nos parezca. El rechazo a la autoridad es consecuencia
lógica del existencialismo personal: no queremos que alguien más emita reglas para nosotros o nos pida cuentas por lo que
decimos o hacemos. Un ejemplo claro de esto lo tenemos ahora mismo, aquí en Madrid, con la celebración de la semana der
Orgullo Gay.

La consecuencia inevitable de esa filosofía es el resquebrajamiento del hogar, la escuela, la iglesia, el gobierno y la sociedad
en general. Cuando nadie quiere rendir cuentas a nadie, lo único que sobrevive es la anarquía. Ni siquiera la Iglesia se ha
escapado a tales actitudes. Muchas congregaciones dudan o incluso se niegan a disciplinar a miembros que son flagrantemente
inmorales, deshonestos o herejes. Por temor a ofender, a perder apoyo económico, a ser catalogados como anticuados o
legalistas, o incluso por temor a pasar por encima de los supuestos derechos de alguien más, existe una falla generalizada en
mantener las claras normas de la justicia de Dios en muchas Iglesias. En nombre de la gracia, el amor, el perdón, y otras
enseñanzas y normas bíblicas “positivas”, se minimiza el pecado o se disculpa.

20 Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.

Los judíos de la época de Jesús habían dividido en dos categorías las leyes del Antiguo Testamento. Doscientos cuarenta y
ocho eran mandamientos positivos, y trescientos sesenta y cinco (uno para cada día del año) eran negativos. Los escribas y
fariseos tenían largos y acalorados debates acerca de cuáles leyes en cada categoría eran las más importantes y cuáles eran las
menos importantes.

La Biblia misma explica que no todos los mandamientos de Dios tienen igual importancia. Cuando un intérprete de la ley entre
los fariseos le preguntó a Jesús cuál era el mandamiento más grande, Jesús contestó sin vacilar: “Amarás al Señor tu Dios con
todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento”. Luego siguió diciendo: “El
segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt. 22:37-39).
9
Jesús reconoció que un mandamiento es supremo por sobre todos los demás y que otro es segundo en importancia. De allí se
deduce que todos los otros mandamientos caen de alguna manera debajo de estos dos y que, al igual que ellos, varían en
importancia.

La falsa enseñanza de salvación por esfuerzo propio es la que Jesús enfrenta cara a cara en este versículo, y que toda la
Biblia contradice de principio a fin. Fuera del propio pecado, la Biblia no se opone a nada con más vehemencia que a la religión
de logros humanos. Jesús contó una parábola “a unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros”
(Lc. 18:9).

El individuo menos apreciado y más odiado en la sociedad judía era el recaudador de impuestos, un judío que se había
vendido a Roma a fin de recaudar impuestos de sus hermanos. Extorsionaba todo lo que podía obtener de la gente, quedándose
con todo lo que hurtaba por encima de lo que Roma requería.

Por dinero había abandonado toda lealtad nacional, social, familiar y religiosa. Por otra parte, el fariseo era el modelo de judío,
sumamente religioso, moral y respetable. Sin embargo, Jesús manifestó que a pesar de la traición y el pecado del recaudador de
impuestos, este sería justificado por Dios debido a su fe arrepentida, mientras que el fariseo, a pesar de su alta moral y
religiosidad, sería condenado porque confiaba en su propia justicia y en sus buenas obras.

En esta parábola Jesús enseña que el tipo de justicia ejemplificada por los fariseos no era suficiente para obtener entrada al
reino de Dios. Para los oyentes de Jesús, legalistas y orientados en sus obras, esto fue sin duda alguna lo más radical que
alguna vez se les había enseñado. Si los fariseos meticulosamente religiosos y morales no podían entrar al cielo, ¿quién podría
hacerlo?

La verdad implícita en este versículo es: El propósito de la ley de Dios era mostrar que a fin de agradar a Dios y ser digno de
la ciudadanía en su reino, se requería más justicia de la que alguien posiblemente podría tener o lograr por sí mismo. El
propósito de la ley no era mostrar qué hacer para hacerse aceptable, mucho menos exponer cuán bueno ya se era, sino mostrar
lo totalmente pecadores e indefensos que somos todos los hombres en sí mismos.

La justicia cristiana es mayor que la justicia farisaica porque es más profunda ya que se trata de justicia del corazón. Los
fariseos se contentaban con una obediencia formal, con una conformidad rígida a la letra de la ley mientras que Jesús nos
enseña que las demandas de Dios son más radicales que esto. La justicia que agrada a Dios es justicia interna de pensamiento
y motivación.

10
Jer 31: 33 Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la
escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo.

(Ez 36:25 -27) 25 Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os
limpiaré. 26 Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré
un corazón de carne. 27 Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los
pongáis por obra.

De manara tal que coinciden las dos promesas de Dios: poner su ley dentro de nosotros y poner su Espíritu dentro de
nosotros. Esta justicia es evidencia del nuevo nacimiento y nadie puede entrar al reino de los cielos sin haber nacido de nuevo.

CONCLUSIÓN:
Ser justificado significa ser hecho justo, y ser hecho justo por Cristo es la única manera de convertirse en justo. “El hombre no
es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo… por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado” (Gá. 2:16).

La fe siempre ha sido la senda de Dios hacia la justicia, una verdad que los escribas y fariseos, los expertos en el Antiguo
Testamento, debieron haber conocido por sobre las demás personas. “Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de
Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él” (Ro. 3:21-
22).

Si ni siquiera la propia ley de Dios por sí sola puede hacer justa a una persona, ¿cuánto menos pueden hacerlo las tradiciones
de confección humana? Quienes insisten en llegar a Dios por sus propios medios y por su propio poder nunca lo alcanzarán; no
entrarán en el reino de los cielos. Ninguna iglesia, ningún ritual, ningunas buenas obras, ninguna filosofía, ningún sistema
puede colocar a alguien delante de Dios.

Es trágico que muchos hoy día, al igual que los escribas y fariseos, intenten tomar cualquier camino hacia Dios, menos el
camino de Él. Pagarán cualquier precio, pero no aceptarán el precio que Él pagó. Harán cualquier obra por Él, pero no aceptarán
la obra que el Hijo consumó para ellos. Aceptarán cualquier regalo de Dios menos la dádiva de la salvación gratuita. Tales
personas son religiosas, pero no regeneradas; y no entrarán en el reino de los cielos.

Para quienes confiamos en Él, “Cristo Jesús… nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención” (1 Co.
1:30). Cuando Dios mira a los creyentes imperfectos y pecadores, ve a su Hijo perfecto y sin pecado.

Aceptar a Jesucristo como Salvador y Señor es aceptar lo que enseñó acerca de la Biblia como algo vinculante. Ser un
ciudadano del reino es aceptar lo que el Rey declara acerca de la Palabra de Dios. Mostrar el carácter del reino y dar testimonio

11
del reino es obedecer el manifiesto del Rey: las Escrituras. La autoridad de la Biblia es la autoridad de Cristo, y obedecer al
Señor es obedecer su Palabra. “El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios ” (Jn. 8:47).

Si ni una sola letra o tilde, o ni un solo tiempo de la Palabra de Dios va a pasar, debemos recibirla en primer lugar por lo que
es: “La palabra implantada, la cual puede salvar [nuestras] almas” (Stg. 1:21).

Segundo, estamos llamados a honrar la Palabra de Dios. Así declara el salmista: “¡Cuán dulces son a mi paladar tus
palabras! Más que la miel a mi boca” (Sal. 119:103).

Tercero, debemos obedecer la Palabra de Dios. Debemos ser diligentes para presentarnos aprobados ante Dios “como obrero
que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Ti. 2:15).

Cuarto, debemos defender la Palabra de Dios. Debemos contender “ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los
santos” (Jud. 3).

Por último, vivimos para proclamar la Palabra de Dios.

ORACIÓN

12

Anda mungkin juga menyukai