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CENTRO DE ESTUDIOS DE CIENCIAS UNIVERSALES

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La oración honra a quien la eleva


Pronuncia tú mismo la fórmula de tus deseos y Dios te oirá si esos deseos son la expresión de
la sabiduría y de las necesidades de tu vida. Sabrán armonizar las potencias del impulso carnal,
con la solidez de las reglas del Orden Superior y recogerán el dulce fruto de la oración, cuando
esta sea dirigida al Creador del Universo, en cuyas Obras serán respetadas y observadas Sus
Leyes. Haced que bajen hacia vosotros las Fuerzas de la Patria Celeste, pidiéndolas con el
fervor de un Alma llena de esperanza y orad, como oran los Ángeles, sin mezcla de debilidad y
con la abnegación de las Grandes Almas.

“El pensamiento debe ser el guía de la palabra y de la acción, el fruto de la resolución; rogad
juntos y separadamente, más hacedlo sin ostentación. La palabra del orgulloso se asemeja a la
del hipócrita. El mismo se encuentra siempre en los primeros lugares en la Sinagoga, para que
los demás perciban su frente inclinada y sus mejillas pálidas, para que se diga que ha ayunado
y que ora con fervor. El orgulloso se arrodilla delante de Dios, pero su Espíritu está lleno de
planes para conseguir deslumbrar a los demás y pide la Gracia exponiendo los derechos que
tiene para la misma”.

¡Señor!, dice él, la dulzura de mi conducta y lo elevado de mis designios merecen que Tú les
prestes Tu sanción y apoyo. No he prevaricado en las Leyes de mis padres; nada he sustraído
de la herencia paterna en detrimento de mis hermanos; he educado a mi familia en el temor y
en la justicia y empleo mis bienes en aliviar a los pobres. Soy fuerte y poderoso, pero concedo
mi protección hacia los honores, pero me humillo delante de Ti

“Os lo digo, hermanos míos, la oración de esto hombres es rechazada. Dios acoge en cambio la
plegaria del pecador que honra su arrepentimiento con la humildad de su presencia y con la
sencillez de sus palabras.

¡Dios mío!, dice él, yo te adoro en todos Tus Decretos y te pido el perdón de mis culpas. Haz
sentir el peso de Tu Mano sobre tu siervo, más déjale la esperanza de poder ablandar Tu
Justicia y de merecer Tu Misericordia.

“Os lo digo, hermanos míos, este hombre gozará de su reconciliación con Dios, sacando Luz de
su misma fe y arrepentimiento. La plegaria en acción es el trabajo y la conformidad, es la
limosna y el sacrificio por amor de Dios, es la penitencia y la expiación para remediar el daño
hecho a sí mismo y al prójimo con el pecado. Pedid a Dios lo que os haga falta y no dejéis
entibiar vuestra confianza. Adorad a Dios en Espíritu y en Verdad. Pedid y se os dará; llamad y
se os abrirá”.

“Dios del Universo, Padre nuestro Misericordioso y Todopoderoso, haz descender la Luz de Tus
Miradas sobre tus hijos. Haz descender sobre sus Espíritus la Gloria, la Grandeza, las
Perfecciones de Tu Naturaleza; para que ellos se inclinen ante Tus Decretos y que gocen de la
esperanza en medio de las pruebas y de los dolores humanos. A todos proporciónales la
tranquilidad y el perdón. Prodígales a todos la abundancia de los consuelos. ¡Que Tu Justicia

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ilumine de más en más, el don de las Alianzas Fraternas y que Tu Misericordia baje a socorrer a
los desviados!”.

Pedid el perdón perdonando vosotros mismos a los que os hayan ofendido. Load a Dios tanto
mientras os encontréis en buena salud, cuando encontrándoos enfermos, tanto en medio de la
alegría como en la tristeza, lo mismo en la pobreza que en la opulencia. Dios está en todas
partes, ve vuestros pensamientos más secretos. Cuidaos por lo tanto de dirigirle vuestras
plegarias tan sólo con los labios. Meditad sobre estas mis palabras. Encontraréis así la regla de
una conducta edificante y la fuente de las oraciones agradables al Señor nuestro Dios”.

“Hermanos míos, la oración dominical no fue dictada por Mí. Nuestras plegarias se hacían con
el pensamiento y con la práctica de los deberes que nos imponíamos. Orábamos en todo los
momentos del día, cuando ofrecía a Dios el sacrificio de mi vida, para sembrar con mi sangre la
Tierra prometida a la Humanidad del Porvenir. Oraba a toda hora para aliviar mi Alma, que
buscaba a Dios, y para purificar mi Espíritu de las emanaciones terrestres. Pero no tenía que
formular oraciones que mis enseñanzas preparaban, y me atenía sencillamente a asuntos de
moral y a las explicaciones referentes a la Nueva Ley que quería reemplazar a la Antigua”

“Observad mi Ley. Ella dice:

Orad en secreto, perdonad a vuestros enemigos y ayudad a vuestros hermanos

“No es orar repetir palabras con el cuerpo doblado hacia tierra y el semblante cubierto por la
máscara de la devoción y de la humildad. No oraban los escribas y fariseos, por cuanto su
lenguaje no era el del Alma y sólo es el Alma la que hasta el Padre se eleva por el Amor. El que
mucho ama ya ha orado; el que desea el bien de sus semejantes, ya ha orado también, y el que
hace propósito firme de no pecar, dominando la naturaleza carnal, el egoísmo y todas las bajas
pasiones, ese ha llamado y se le abrirá, ese ha pedido y se le dará. Pedid así con el Alma,
elevando el Espíritu hacia Dios por la sinceridad de vuestros propósitos y por el Amor que debe
reinar en vuestros corazones, así también habréis orado como yo os lo enseñé”.

“Hacia Dios, pues, elévense constantemente vuestros pensamientos y sea la oración en todo
momento el lazo que a Él os una; más debe ser la oración tal como yo os dije; el que ama ya
amando ora y el que ama sabe antes que todo enjugar las lágrimas de los seres amados, estos
son, vuestros hermanos, los hombres todos, todos los Espíritus del Universo. Orad, orad con
perseverancia y con fe y leed después lo que aquí está escrito en mi nombre para que no os
suceda que me desechéis, abriendo en cambio las puertas de vuestro Ser a la perfidia del
Espíritu del mal, que sin descanso os acecha”.

“Honradle con el cumplimiento de lo que os es necesario cumplir para con el Padre, elevando
directamente a Él vuestras oraciones, por cuanto ninguna intervención extraña os es necesaria
para el cumplimiento de lo que al Padre le es debido y por cuanto así también os lo he
enseñado. La mayor de las oraciones es aquella que el corazón mimo traduce, siendo los
sentimientos que remueven el corazón los que mejor el Padre comprende. En la sinceridad de la
intención, en el esfuerzo, en el buen deseo, ya la oración está que al Padre place”.

Cuando el Amor fuera el elemento esencial de las relaciones humanas, todos los corazones
palpitarían bajo los impulsos de una sola Religión, que ciertamente sería la del Amor y que otra
cosa resultaría más que el lazo de unión entre las Amorosas Solicitudes del Padre y sus
agradecidas repercusiones en el corazón de los hijos, quienes elevarían así ante el Excelso

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Trono del Señor, la más pura y significativa de las oraciones, la única que ciertamente, es de
Su Agrado:

La plegaria que del corazón sale hasta Dios llega

La fe y la oración encierran en sí mismo una gran fuerza, como de ello a cada paso tenéis
ejemplos y los estados de elevado misticismo colocan al hombre en el alcance de fuerzas
ocultas, cuyos efectos palpáis a menudo en tales casos sin daros cuenta del porqué, es que las
Leyes de Dios llevan en sí mismo su cumplimiento del cual aprovechan los Espíritus del Bien,
que por ser del bien, llegaron a las alturas de la evolución, del progreso que sobre el Señalado
Camino se encuentra. La fe y la oración sincera, comparten en sí el estado de misticismo con el
Gran Poder que les diera el Padre, un estado sin embargo, un medio, no pueden sino ser
transitorios, jamás forman la base y la razón de una existencia, valen tan solo en su momento y
oportunidad para su elevado objetivo.

Si mis palabras no les hubieran enseñado mi proceder para con los escribas y fariseos, la
manera como traté a los mercaderes del Templo y la guerra que siempre hice a todos los ricos
y malvados, principalmente a los poderosos, demuestran sobradamente que no bajó Jesús a la
Tierra para establecer una secta de rezadores. De mis enseñanzas todo debe ser tomado en su
lugar y en su tiempo. Nada tengo que enmendar de lo dicho, el creyente debe saber cuándo
debe presentar también la mejilla izquierda y cuando debe azotar a los mercaderes del
Templo, por cuanto el propósito ha de ser siempre el bien de nuestros semejantes.

Referente al FERVOR y la DEVOCIÓN

El fervor no consiste en la abundancia de las palabras y en la petulancia de la acción, sino en la


modestia de la caridad. Él honra al Espíritu sin darle brillo entre los hombres. Él da al Alma un
dulce ascendiente sobre las Almas; pero no la empuja hacia la opresión, hacia la dominación,
hacia la preponderancia del Mundo. Hace florecer la sabiduría, no arrastra el Espíritu hacia la
turbación del orgullo y del poder, hacia las pasiones tumultuosas de la grandeza humana, en la
temeridad de la ambición de los honores humanos. Hacedles comprender a todos que el fervor
atrae la Gracia y que la Fe levanta la Voluntad.

Con la palabra devoción no quiero designar únicamente la exaltación pasajera del Alma en
busca de Dios, empujada tal vez por un sufrimiento momentáneo, sino el sentimiento de la
plegaria en la asociación continua con todos los sufrimientos y la tendencia permanente a
participar en todas las miserias, todas las vergüenzas, todos los conflictos del Alma.

La Energía-Dios, la Luz Espiritual, la Ciencia Universal o Ciencia Divina se apuntalan


mutuamente y producen el Amor, la fuerza, la devoción, la revelación.

Referente a la CARIDAD

Con la palabra caridad yo no entiendo tan sólo la limosna y la falta de los sentimientos del
odio, sino la condolencia del Alma ante todo sufrimiento. “Aproximaos al que sufre y no le
digáis que merece sus sufrimientos, procurad en cambio de aliviarlo. La verdadera caridad no
mira hacia el pasado, fijándose tan sólo en el presente”.

Conservad vuestra fe pura de todo fingimiento y no pongáis límites a vuestra caridad. La


Fuerza viene de Dios y yo os transmitiré la Fuerza

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