Entre los científicos existe el consenso general de que, aunque los organismos
genéticamente modificados (OGM) no son intrínsecamente peligrosos, antes de
comercializarlos es preciso efectuar caso por caso una evaluación de su seguridad
para el medio ambiente, la salud humana y la salud animal. Este enfoque cuenta con
el respaldo de organizaciones internacionales tales como la OMS, el Codex
Alimentarius, la FAO o la OCDE. La legislación de la UE sigue estrictamente el
enfoque recomendado internacionalmente y refleja los requisitos del Protocolo de
Cartagena sobre Seguridad de la Biotecnología, del que la UE es signataria.
Por otra parte, el marco reglamentario de la UE establece una estricta supervisión de
los productos genéticamente modificados tras su comercialización inicial en lo que
respecta al cumplimiento del requisito de etiquetado obligatorio y de las normas de
trazabilidad. La UE considera que ese control reglamentario es sumamente
importante para afrontar cualquier fallo potencial del sistema reglamentario, como los
fallos ocurridos en los Estados Unidos en tiempos recientes cuando OGM no
autorizados como el maíz Starlink o el maíz Bt 10 se introdujeron en la cadena
alimentaria estadounidense.
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Los Estados Unidos son contrarios también a las normas de etiquetado de los
alimentos producidos a partir de OGM, a pesar de que dichas normas se han
elaborado con la finalidad de que los clientes estén bien informados sobre los
productos que compran.
Las exportaciones de semillas y harina de soja estadounidenses han experimentado
un descenso constante en los últimos diez años. Ello se ha debido a la disminución
de la competitividad de la agricultura estadounidense en el mercado mundial. La
evolución de las importaciones de maíz de la UE confirma que los agricultores
estadounidenses ya no producen a bajo coste y cada vez pueden competir menos
con países emergentes como Brasil o Argentina en el mercado mundial de
productos básicos. Los datos de comercio de la UE muestran claramente que las
normas de la UE relativas a los OGM no afectan las importaciones de exportadores
de OGM más competitivos.
Aplicación de las normas adecuadas en materia de OGM
La UE ha reconocido siempre que la biotecnología ofrece posibilidades
prometedoras para desarrollar la producción agrícola, en especial en el caso de los
países en desarrollo, y puede contribuir a la lucha contra la inseguridad alimentaria.
La UE ha dicho siempre con claridad que todos los países tienen el derecho
soberano de adoptar sus propias decisiones sobre los OGM en consonancia con los
valores predominantes en sus sociedades. Por descontado, éste es un principio que
se aplica tanto a los países desarrollados como a los países en desarrollo. Los
gobiernos de los países en desarrollo tienen el derecho legítimo de fijar su propio
nivel de protección y tomar las decisiones que consideren oportunas para evitar la
liberación involuntaria de semillas modificadas genéticamente. Ese derecho está
plenamente reconocido en los acuerdos internacionales tales como el Protocolo de
Cartagena sobre Seguridad de la Biotecnología, que la UE considera que es el
acuerdo internacional básico que regula la circulación transfronteriza de OGM.
Dicho Protocolo ofrece un foro internacional para la gobernanza internacional en
materia de OGM. Hasta el momento, más de 130 países participan activamente en
el mismo. Pero los Estados Unidos, Canadá y Argentina se han negado a ratificarlo.
La UE considera que los grandes productores de OGM, como los Estados Unidos,
deben adoptar una actitud cooperativa para el desarrollo de un marco jurídico
internacional sólido relativo a estos productos en lugar de tomar iniciativas hostiles a
la OMC.
Para mayor información sobre el marco reglamentario de la UE relativo a los OGM y
los alimentos y piensos modificados genéticamente puede consultarse la siguiente
dirección: http://europa.eu.int/comm/food/food/biotechnology/index_en.htm