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MARCO NORMATIVO:
I. PLANTEAMIENTO
La descripción típica del delito de secuestro (1) es tan amplia, que parece comprender una serie de
supuestos cuya subsunción en el delito mencionado se presenta más que discutible. Más aún
cuando existen figuras afines que también parecen aplicables (como los delitos de extorsión y
coacción). No es nuestra intención llevar a cabo un profundo análisis del delito de secuestro, sino
tan solo hacer una aproximación al tema y a los puntos que estimamos más polémicos. Con este
fin, analizaremos el delito de secuestro en función de cuatro casos hipotéticos.
II. CASO 1
a) Adecuación típica El núcleo del delito de secuestro gira alrededor de la privación o restricción
de la libertad personal, lo que supone una injustificada limitación de la capacidad de
desplazamiento o de la facultad de trasladarse de un lugar a otro de manera libre y voluntaria. El
tipo penal exige que se realice la conducta sin derecho, motivo ni facultad justificada. Y
es que en algunos casos dichos comportamientos pueden no ser antijurídicos. Así sucede, por
ejemplo, en el ejercicio razonable del derecho de corrección sobre los hijos (prohibición temporal a
salir de casa), en el internamiento de enfermos mentales, etc.(2).
Entendemos que el caso propuesto se adecua a la descripción típica del delito de secuestro, pues
ha habido una injustificada privación de la libertad personal de José. En efecto, se le ha privado de
la facultad de trasladarse libremente de un lugar a otro. El móvil, la modalidad, las circunstancias o
el tiempo que duró la privación de libertad, según el legislador, son indistintos para la consumación
del delito, es decir, no lo justifican ni enervan. Si nos atenemos a la redacción del tipo penal
, toda privación de la libertad personal sin derecho, motivo o facultad “justificada” debe
sancionarse como un delito de secuestro.
b) Delito permanente
El delito de secuestro tiene una naturaleza jurídica sui géneris, pues se le suele considerar un
delito de consumación instantánea con efectos o de ejecución permanente. Dicho de otro modo, el
delito se perfecciona desde el mismo momento en que se priva de la libertad a otro, pero la acción
típica se sigue ejecutando de manera ininterrumpida hasta que se pone fin a la privación de
libertad.
Lo anterior es de suma importancia para calificar las conductas posteriores al momento inicial de la
privación de la libertad. En efecto, toda vez que el delito de secuestro supone un ataque
permanente e ininterrumpido al bien jurídico protegido, mientras no se ponga fin a la privación de
libertad toda intervención que se produzca en ese periodo puede imputarse, según sea el caso, a
título de autoría o a título de complicidad.
De esto, el hecho de que un imputado no haya participado en el momento inicial en que se privó de
libertad al efectivo policial, no lo exime necesariamente de una condena por delito de secuestro a
título de autor o cómplice. Y así, quien traslada a la víctima –previamente privada de su libertad–
de un lugar a otro o presta la casa donde ha de ser retenida, responderá penalmente.
Sería errado considerar que estos actos carecen de relevancia penal por ser posteriores
a la “consumación” del delito, como si el delito se consumara única y exclusivamente en el
momento en que la víctima es privada de su libertad. Y es errado porque, como venimos diciendo,
estamos ante un delito permanente, con lo que la acción típica se realiza sin interrupción, sin
solución de continuidad. Las conductas subsiguientes, por ello, suponen también una privación a la
libertad personal y pueden ser imputadas bien a título de autoría o complicidad.
Ahora bien, el hecho de que no se haya individualizado a todos los que participaron en el
“momento inicial” del secuestro o, incluso, que ellos fuesen menores de edad, no enerva la
posibilidad de que los que intervinieron posteriormente puedan ser responsabilizados como autores
o cómplices.
c) Circunstancia agravante Teniendo en cuenta que la víctima del secuestro era miembro de la
Policía Nacional, es de aplicación el tipo agravado previsto en el inciso 3 del segundo párrafo del
artículo 152 del Código Penal : la pena privativa de libertad será no menor de treinta
años cuando el agraviado o el agente es funcionario o servidor público.
Efectivamente, José era miembro de la Policía Nacional del Perú y estaba en acto de servicio,
tratando de restablecer el orden público. Concurre el subtipo agravado, toda vez que el numeral 5
del artículo 425 del Código Penal determina la condición de funcionario o servidor
público de los miembros de las Fuerzas Armadas y Policía Nacional. Justamente casos como estos
fundamentan el mayor grado de reproche de la conducta, lo que amerita el incremento de la pena
recurriendo a la aplicación de un subtipo agravado.
A este respecto, Bramont-Arias y García Cantizano sostienen: “(…) esta agravante se configura en
razón de la calidad del agraviado, quien es una persona al servicio de los intereses públicos. En tal
caso, además de afectarse su libertad ambulatoria personal, indirectamente se está también
perturbando el funcionamiento normal del Estado. Para precisar quien es funcionario o servidor
público hay que recurrir a lo dispuesto en el artículo 425 del Código Penal ”(4).
No obstante, la magnitud de la pena prevista por el legislador (no menor de treinta años de pena
privativa de libertad) se muestra excesiva para casos como el que aquí se plantea: la toma de un
rehén en actos de agitación social o política. Es francamente excesiva si se la compara con las
penas del delito de homicidio calificado (no menor de quince años) o terrorismo (no menor de
veinte años).
norma, tendremos que recurrir a la eximente incompleta prevista por el artículo 21 del Código
Penal para reducir la pena por debajo del límite legal (error vencible sobre una causa de
justificación, cuya viabilidad, reconocemos, puede ser rechazada desde el punto de vista
dogmático).
A la consumación del tipo penal le es indistinto el tiempo que la víctima se haya visto
privada de su libertad. La duración del secuestro ni siquiera es tomada como circunstancia
agravante, como ocurre en el “secuestro extorsivo” (cuando dura más de veinticuatro horas). Con
lo cual, más allá de la modulación de la pena dentro de los márgenes previstos por el legislador
para el delito de secuestro, se valora con el mismo rasero tanto la privación de libertad por pocas
horas, como por varios días o semanas.
III. CASO 2
Juan, Pedro y José secuestran a Luis. Posteriormente, se comunican con la familia de Luis para
pedir un rescate de medio millón de dólares.
Este es quizás el ejemplo que más tenemos en mente cuando oímos la palabra secuestro. Y es
que, en verdad, estamos ante una clara afectación de la libertad ambulatoria. No obstante, es
paradójico que el secuestro de una persona con el objeto de pedir una ventaja económica –léase
rescate– viene sancionado en nuestro ordenamiento jurídico no bajo la figura del secuestro, sino
de la “extorsión”, esto es, un delito ubicado sistemáticamente dentro del Título V, dedicado a los
“delitos contra el patrimonio”.
En efecto, el artículo 200 del Código Penal reprime con pena privativa de libertad no
menor de veinte ni mayor de treinta años al agente que con el objeto de obtener una ventaja
económica indebida o de cualquier otra índole, mantiene de rehén a una persona. Cuando el delito
es cometido por dos o más personas, como en el caso propuesto, la pena prevista es no menor de
treinta años(5).
Estamos, pues, ante un concurso aparente de leyes, donde el denominado “secuestro extorsivo”
desplaza al delito previsto en el artículo 152 del Código Penal . Resulta curioso que
prevalezca un delito contra el patrimonio (artículo 200 del Código Penal ) sobre una
figura penal que tiene por bien jurídico uno de alta importancia como es la libertad
personal (artículo 152 del Código Penal ). Pero así lo quiso el legislador al tomar como
agravante de la extorsión la privación de libertad, cuando quizás lo más apropiado habría sido
tomar como circunstancia agravante del secuestro el perseguir una ventaja económica.
La distinción entre el delito de secuestro (artículo 152) y el secuestro extorsivo (artículo 200) ha
sido precisada por la Corte Suprema en sentencia de 28 de abril del 2004:
“Que de la propia acusación se desprende que los que secuestraron y mantuvieron de rehén al
agraviado León Huaco pusieron en contacto telefónico con su hermano a quienes le exigieron
quinientos mil dólares americanos para liberarlo; que, empero, habiéndose tipificado el hecho como
un delito de secuestro –más allá de que, en rigor, y vista la finalidad perseguida por el agente
La Corte Suprema rechazó que la exigencia del pago de un rescate para la liberación de la víctima
constituyese la circunstancia agravante del antiguo inciso 8 del artículo 152 del Código Penal
El delito de extorsión, ciertamente, reconoce otras modalidades típicas, algunas de las cuales no
parecen tener una adecuada ubicación sistemática dentro de los delitos contra el patrimonio. Si
bien ello se podría cuestionar desde la perspectiva dogmática y político-criminal, tal tarea escapa al
propósito del presente trabajo(8).
IV. CASO 3
Juan mantiene cautiva a María durante varios días con el objeto de practicar con ella el acto
sexual. María es rescatada por miembros de la Policía Nacional.
Es indudable que se produce una privación de libertad de manera injustificada. No obstante, sería
bueno detenerse en dos circunstancias que tienen por virtud excluir, en algunos casos, la
concurrencia del delito de secuestro. Nos referimos al tiempo y al propósito perseguido por el autor
del delito de violación sexual. Cabe mencionar que esto también se puede predicar respecto a
otras figuras delictivas como, por ejemplo, el delito de robo.
En efecto, con relación a este último delito se viene entendiendo que la momentánea privación de
libertad de la víctima no conlleva la consumación del delito de secuestro, pues esa breve
afectación a la libertad ambulatoria –que se produce mientras dure el acto de apoderamiento– ya
estaría desvalorada por el legislador penal al sancionar el delito de robo. Con lo cual,
nos encontramos ante un concurso aparente.
Como refiere la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo español, nos encontramos ante
un concurso aparente de leyes “únicamente en aquellos supuestos de mínima duración temporal”,
en los que la privación de libertad tiene lugar durante el acto de apoderamiento, por entender que
en este supuesto la privación de libertad queda absorbida por el robo: todo robo con violencia o
intimidación afecta, aun cuando sea de modo instantáneo, la libertad ambulatoria de la víctima(9).
En estos casos, vemos que la privación de libertad es un medio necesario para consumar ya sea
un delito de robo o un delito contra la libertad sexual. Sin embargo, cuando el tiempo en que se
priva de libertad a la víctima resulta excesivo o es muy superior al necesario para la consumación
del delito de robo o de violación sexual, se considera que el delito de secuestro cobra plena
autonomía y, por lo tanto, el acusado debe ser condenado tanto por el delito de robo o violación
sexual, como por el delito de secuestro.
Teniendo en cuenta que, en el caso, Juan mantuvo en cautiverio a María por una semana, se
puede apreciar una grave afectación a la libertad ambulatoria, siendo la lesión de este bien jurídico
de una intensidad tal que no puede entenderse absorbido por el delito contra la libertad sexual.
Podría tratarse de un concurso real entre los delitos de secuestro y violación sexual, mas teniendo
en cuenta que el delito de secuestro incluye como circunstancia agravante el hecho de abusar del
agraviado, Juan será condenado como autor del delito de secuestro en su forma agravada a una
pena no menor de treinta años(11).
V. CASO 4
Juan, dado de alta a los pocos días de haber sido sometido a una operación quirúrgica, es
impedido de abandonar la clínica mientras no cumpla con pagar el íntegro de la factura por los
servicios médicos. Juan acaba de cumplir los 80 años.
Una interpretación literal de la norma podría llevar a condenar al director de la clínica a una pena
privativa de libertad no menor de veinte ni mayor de treinta años. Y hasta cadena perpetua, si se
quiere aplicar la agravante del inciso 1 del último párrafo del artículo 152 del Código Penal
(que el agraviado sea menor de edad o mayor de setenta años). Y es que hay una restricción
a la libertad personal de Juan que no parece estar justificada, al menos en nuestro ordenamiento
jurídico, tal como ya lo ha señalado en múltiples ocasiones el Tribunal Constitucional(12). No
obstante ello, no parece que el caso planteado deba ser reconducido a la figura del secuestro.
Mucho menos cuando se echa una mirada a la magnitud de las penas fijadas por el legislador.
En efecto, el artículo 151 del Código Penal reprime con pena privativa de libertad no
mayor de dos años al que, mediante amenaza o violencia, obliga a otro a hacer lo que la ley no
manda o le impide hacer lo que ella no prohíbe. En mi opinión, el caso propuesto se subsume en
esta figura típica. Veamos.
En cuanto al requisito de la violencia de las coacciones, tendremos que aceptar que dicho
elemento no se reduce a la violencia física ejercida sobre la persona de la víctima, sino que debe
ser entendida bajo una concepción espiritualista en donde lo importante es que exista una
restricción a la libertad de obrar(13).
La solución del caso parece oscilar entre un delito de secuestro (invocando tal vez una eximente
incompleta que busque atenuar la pena) y la consumación de un delito de coacción. Se trata de un
concurso aparente de leyes en el que, por principio de especialidad, el delito de secuestro
desplaza al de coacción, pues se entiende que hubo una afectación a la libertad individual. Claro
que esto colisiona con el principio de proporcionalidad, pero estas son las disfunciones que se
originan por una actividad legislativa poco reflexiva y por un legislador más preocupado por su
imagen ante la opinión pública.
Para quien considere que permanece abierta la posibilidad del delito de coacción, y debido a su
importancia desde el punto de vista procesal, vale la pena citar a Morán Mora(14), quien señala:
“cabe hacer especial hincapié en el carácter homogéneo de estos delitos, lo que permite que
pueda condenarse de oficio por un delito de coacciones a pesar de que las partes aleguen otro
delito más específico, como por ejemplo la detención ilegal [léase secuestro]. Para el Tribunal
Supremo ello no supone vulneración alguna del principio acusatorio que debe regir todo proceso,
puesto que se cumplen las características exigidas para la aplicación de dicha homogeneidad
(identidad del bien jurídico protegido y ubicación en el mismo Título del Código Penal )”.
NOTAS:
(1) Artículo 152.- Será reprimido con pena privativa de libertad no menor de veinte ni mayor de
treinta años el que, sin derecho, motivo ni facultad justificada, priva a otro de su libertad personal,
cualquiera sea el móvil, el propósito, la modalidad o circunstancia o tiempo que el agraviado sufra
la privación o restricción de su libertad.
1. Se abusa, corrompe, trata con crueldad o pone en peligro la vida o salud del agraviado.
11. Es cometido por dos o más personas o se utiliza para la comisión del delito a menores
de edad u otra persona inimputable.
La misma pena se aplicará al que con la finalidad de contribuir a la comisión del delito de
secuestro, suministra información que haya conocido por razón o con ocasión de sus
funciones, cargo u oficio, o proporciona deliberadamente los medios para la perpetración del
delito.
(2) PRATS CANUT, Josep Miquel. “Delitos contra la libertad”. En: Comentarios a la parte especial
del Derecho Penal . AA.VV. Quintero Olivares (director), 5ª edición, Aranzadi, Navarra,
2005, pp. 188-191.
(3) DEL ROSAL BLASCO, Bernardo. “Delitos contra la libertad”. En: Derecho Penal
español. Parte especial. I, Cobo del Rosal (coord.), Dykinson, 2ª edición, Madrid, 2005, p.
184.
(4) BRAMONT-ARIAS TORRES, Luis y GARCÍA CANTIZANO, María del Carmen. Manual de
Derecho Penal . Parte especial. Editorial San Marcos, 4ª edición, Lima, 1998, p. 189.
(5) Artículo 200.- El que mediante violencia o amenaza obliga a una persona o a una institución
pública o privada a otorgar al agente o a un tercero una ventaja económica indebida u otra ventaja
de cualquier otra índole, será reprimido con pena privativa de libertad no menor de diez ni mayor
de quince años.
La misma pena se aplicará al que, con la finalidad de contribuir a la comisión del delito de
extorsión, suministra información que haya conocido por razón o con ocasión de sus
funciones, cargo u oficio o proporciona deliberadamente los medios para la perpetración del
delito.
sancionado con inhabilitación conforme a los incisos 1) y 2) del artículo 36 del Código
Penal .
c) Si la víctima resulta con lesiones graves o muere durante o como consecuencia de dicho
acto.
(6) Para una lectura completa de la sentencia, vid. SAN MARTÍN CASTRO, César. Jurisprudencia
(7) Esta circunstancia agravante consistía en obligar a una tercera persona a que preste al agente
del delito ayuda económica, la cual fue eliminada por el Decreto Legislativo Nº 982.
(8) En cualquier caso, nos permitimos un par de consideraciones en cuanto a esta figura
legislativa en materia penal , ni siquiera exige que esa ventaja de cualquier otra
índole sea “indebida”, con lo cual uno podría preguntarse si esto constituye una forma
encubierta de acallar o reprimir protestas sociales.En cualquier caso, resulta extraña la
consideración de estas conductas como modalidades del delito de “extorsión” y, por lo tanto,
su clasificación como delitos contra el patrimonio.
(9) Sentencias reseñadas por Del Rosal, vid. DEL ROSAL BLASCO, Bernardo. Ob. cit., p. 184.
(11) Estamos, en este sentido, ante un concurso aparente de leyes donde prevalece el delito de
secuestro en la forma agravada prevista en el primer inciso del segundo párrafo del artículo 152 del
Código Penal : la pena será no menor de treinta años cuando: “Se abusa, corrompe, trata
con crueldad o pone en peligro la vida o salud del agraviado” (resaltado nuestro). Sobre el alcance,
en este contexto, del término “abusar”, vid. VILLA STEIN, Javier. Derecho Penal . Parte
especial. Delitos contra el honor, la familia y la libertad, I-B. San Marcos, Lima, 1998, p. 115;
SALINAS SICCHA, Ramiro. Derecho Penal . Parte especial. Grijley, 3ª edición, Lima,
2008, p. 445.
(13) Vid. MORÁN MORA, Carolina. “De las coacciones”. En: Comentarios a la Parte especial del