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Coleccion: 1 - Tomo 18 - Numero 7 - Mes-Ano: ---2009_

ANÁLISIS DEL DELITO DE SECUESTRO.


APARTIR DE TRES CASOS PROBLEMÁTICOS
Eduardo Oré Sosa

[-]

CRITERIO DEL AUTOR

La libertad ambulatoria, entendida como la facultad de desplazarse de un lugar a otro, constituye


un derecho que puede ser afectado de diversas maneras. Sin embargo, no toda afectación de este
derecho amerita la intervención de la potestad punitiva del Estado. Los criterios político-criminales

de merecimiento y necesidad de pena, propios de un Derecho Penal mínimo, exigen del


operador jurídico una interpretación de la norma que concilie la función de protección de bienes
jurídicos con los derechos y garantías de la persona humana.

SUMARIO: I. Planteamiento. II. Caso 1. III. Caso 2. IV. Caso 3. V. Caso 4.

MARCO NORMATIVO:

• Código Penal : arts. 151, 152, 200 y 425, inc. 5.

I. PLANTEAMIENTO

La descripción típica del delito de secuestro (1) es tan amplia, que parece comprender una serie de
supuestos cuya subsunción en el delito mencionado se presenta más que discutible. Más aún
cuando existen figuras afines que también parecen aplicables (como los delitos de extorsión y
coacción). No es nuestra intención llevar a cabo un profundo análisis del delito de secuestro, sino
tan solo hacer una aproximación al tema y a los puntos que estimamos más polémicos. Con este
fin, analizaremos el delito de secuestro en función de cuatro casos hipotéticos.

II. CASO 1

Un grupo de manifestantes toma como rehén a José–miembro de la Policía Nacional– durante


varias horas, hasta que es liberado gracias a la intervención de sus compañeros de armas.

a) Adecuación típica El núcleo del delito de secuestro gira alrededor de la privación o restricción
de la libertad personal, lo que supone una injustificada limitación de la capacidad de
desplazamiento o de la facultad de trasladarse de un lugar a otro de manera libre y voluntaria. El

tipo penal exige que se realice la conducta sin derecho, motivo ni facultad justificada. Y
es que en algunos casos dichos comportamientos pueden no ser antijurídicos. Así sucede, por
ejemplo, en el ejercicio razonable del derecho de corrección sobre los hijos (prohibición temporal a
salir de casa), en el internamiento de enfermos mentales, etc.(2).
Entendemos que el caso propuesto se adecua a la descripción típica del delito de secuestro, pues
ha habido una injustificada privación de la libertad personal de José. En efecto, se le ha privado de
la facultad de trasladarse libremente de un lugar a otro. El móvil, la modalidad, las circunstancias o
el tiempo que duró la privación de libertad, según el legislador, son indistintos para la consumación

del delito, es decir, no lo justifican ni enervan. Si nos atenemos a la redacción del tipo penal

, toda privación de la libertad personal sin derecho, motivo o facultad “justificada” debe
sancionarse como un delito de secuestro.

b) Delito permanente

El delito de secuestro tiene una naturaleza jurídica sui géneris, pues se le suele considerar un
delito de consumación instantánea con efectos o de ejecución permanente. Dicho de otro modo, el
delito se perfecciona desde el mismo momento en que se priva de la libertad a otro, pero la acción
típica se sigue ejecutando de manera ininterrumpida hasta que se pone fin a la privación de
libertad.

Lo anterior es de suma importancia para calificar las conductas posteriores al momento inicial de la
privación de la libertad. En efecto, toda vez que el delito de secuestro supone un ataque
permanente e ininterrumpido al bien jurídico protegido, mientras no se ponga fin a la privación de
libertad toda intervención que se produzca en ese periodo puede imputarse, según sea el caso, a
título de autoría o a título de complicidad.

Como señala Del Rosal Blasco:

“Es posible, incluso, la concurrencia de formas de autoría o de participación en aquellos sujetos


que se incorporen a la ejecución (permanente) del delito mientras esté persistiendo la situación de
privación de libertad, aunque esta haya comenzado antes de que ellos intervengan y tuvieran
conocimiento de su existencia”(3).

De esto, el hecho de que un imputado no haya participado en el momento inicial en que se privó de
libertad al efectivo policial, no lo exime necesariamente de una condena por delito de secuestro a
título de autor o cómplice. Y así, quien traslada a la víctima –previamente privada de su libertad–
de un lugar a otro o presta la casa donde ha de ser retenida, responderá penalmente.

Sería errado considerar que estos actos carecen de relevancia penal por ser posteriores
a la “consumación” del delito, como si el delito se consumara única y exclusivamente en el
momento en que la víctima es privada de su libertad. Y es errado porque, como venimos diciendo,
estamos ante un delito permanente, con lo que la acción típica se realiza sin interrupción, sin
solución de continuidad. Las conductas subsiguientes, por ello, suponen también una privación a la
libertad personal y pueden ser imputadas bien a título de autoría o complicidad.

Ahora bien, el hecho de que no se haya individualizado a todos los que participaron en el
“momento inicial” del secuestro o, incluso, que ellos fuesen menores de edad, no enerva la
posibilidad de que los que intervinieron posteriormente puedan ser responsabilizados como autores
o cómplices.

En efecto, por ser el secuestro un delito permanente, la responsabilidad de los “posteriores


autores” no depende necesariamente de la responsabilidad de los que hubiesen actuado primero,
esto es, de los que inicialmente privaron de libertad a la víctima.
Tratándose de cómplices, la participación se ve informada por el principio de accesoriedad limitada,
es decir, los cómplices responden por su contribución en un hecho antijurídico, aun cuando se
excluya la culpabilidad de los autores (por ejemplo, si los autores son menores de edad).

c) Circunstancia agravante Teniendo en cuenta que la víctima del secuestro era miembro de la
Policía Nacional, es de aplicación el tipo agravado previsto en el inciso 3 del segundo párrafo del

artículo 152 del Código Penal : la pena privativa de libertad será no menor de treinta
años cuando el agraviado o el agente es funcionario o servidor público.

Efectivamente, José era miembro de la Policía Nacional del Perú y estaba en acto de servicio,
tratando de restablecer el orden público. Concurre el subtipo agravado, toda vez que el numeral 5

del artículo 425 del Código Penal determina la condición de funcionario o servidor
público de los miembros de las Fuerzas Armadas y Policía Nacional. Justamente casos como estos
fundamentan el mayor grado de reproche de la conducta, lo que amerita el incremento de la pena
recurriendo a la aplicación de un subtipo agravado.

A este respecto, Bramont-Arias y García Cantizano sostienen: “(…) esta agravante se configura en
razón de la calidad del agraviado, quien es una persona al servicio de los intereses públicos. En tal
caso, además de afectarse su libertad ambulatoria personal, indirectamente se está también
perturbando el funcionamiento normal del Estado. Para precisar quien es funcionario o servidor

público hay que recurrir a lo dispuesto en el artículo 425 del Código Penal ”(4).

No obstante, la magnitud de la pena prevista por el legislador (no menor de treinta años de pena
privativa de libertad) se muestra excesiva para casos como el que aquí se plantea: la toma de un
rehén en actos de agitación social o política. Es francamente excesiva si se la compara con las
penas del delito de homicidio calificado (no menor de quince años) o terrorismo (no menor de
veinte años).

Consecuentemente, y a la espera de alguna reforma que devuelva cierta racionalidad a esta

norma, tendremos que recurrir a la eximente incompleta prevista por el artículo 21 del Código

Penal para reducir la pena por debajo del límite legal (error vencible sobre una causa de
justificación, cuya viabilidad, reconocemos, puede ser rechazada desde el punto de vista
dogmático).

d) Tiempo que la víctima sufre la privación o restricción de su libertad

A la consumación del tipo penal le es indistinto el tiempo que la víctima se haya visto
privada de su libertad. La duración del secuestro ni siquiera es tomada como circunstancia
agravante, como ocurre en el “secuestro extorsivo” (cuando dura más de veinticuatro horas). Con
lo cual, más allá de la modulación de la pena dentro de los márgenes previstos por el legislador
para el delito de secuestro, se valora con el mismo rasero tanto la privación de libertad por pocas
horas, como por varios días o semanas.

III. CASO 2

Juan, Pedro y José secuestran a Luis. Posteriormente, se comunican con la familia de Luis para
pedir un rescate de medio millón de dólares.
Este es quizás el ejemplo que más tenemos en mente cuando oímos la palabra secuestro. Y es
que, en verdad, estamos ante una clara afectación de la libertad ambulatoria. No obstante, es
paradójico que el secuestro de una persona con el objeto de pedir una ventaja económica –léase
rescate– viene sancionado en nuestro ordenamiento jurídico no bajo la figura del secuestro, sino
de la “extorsión”, esto es, un delito ubicado sistemáticamente dentro del Título V, dedicado a los
“delitos contra el patrimonio”.

En efecto, el artículo 200 del Código Penal reprime con pena privativa de libertad no
menor de veinte ni mayor de treinta años al agente que con el objeto de obtener una ventaja
económica indebida o de cualquier otra índole, mantiene de rehén a una persona. Cuando el delito
es cometido por dos o más personas, como en el caso propuesto, la pena prevista es no menor de
treinta años(5).

Estamos, pues, ante un concurso aparente de leyes, donde el denominado “secuestro extorsivo”

desplaza al delito previsto en el artículo 152 del Código Penal . Resulta curioso que

prevalezca un delito contra el patrimonio (artículo 200 del Código Penal ) sobre una

figura penal que tiene por bien jurídico uno de alta importancia como es la libertad

personal (artículo 152 del Código Penal ). Pero así lo quiso el legislador al tomar como
agravante de la extorsión la privación de libertad, cuando quizás lo más apropiado habría sido
tomar como circunstancia agravante del secuestro el perseguir una ventaja económica.

La distinción entre el delito de secuestro (artículo 152) y el secuestro extorsivo (artículo 200) ha
sido precisada por la Corte Suprema en sentencia de 28 de abril del 2004:

“Que de la propia acusación se desprende que los que secuestraron y mantuvieron de rehén al
agraviado León Huaco pusieron en contacto telefónico con su hermano a quienes le exigieron
quinientos mil dólares americanos para liberarlo; que, empero, habiéndose tipificado el hecho como
un delito de secuestro –más allá de que, en rigor, y vista la finalidad perseguida por el agente

activo, el tipo penal sería el de secuestro extorsivo, previsto y sancionado por el

artículo doscientos del Código Penal –, figura penal que se limita o


circunscribe a una privación de libertad personal del sujeto pasivo” (resaltado nuestro)(6).

La Corte Suprema rechazó que la exigencia del pago de un rescate para la liberación de la víctima

constituyese la circunstancia agravante del antiguo inciso 8 del artículo 152 del Código Penal

(7)pues, como se acaba de señalar, la exigencia de un rescate es uno de los elementos


definidores del delito de extorsión o, con más precisión, del secuestro extorsivo.

El delito de extorsión, ciertamente, reconoce otras modalidades típicas, algunas de las cuales no
parecen tener una adecuada ubicación sistemática dentro de los delitos contra el patrimonio. Si
bien ello se podría cuestionar desde la perspectiva dogmática y político-criminal, tal tarea escapa al
propósito del presente trabajo(8).

IV. CASO 3
Juan mantiene cautiva a María durante varios días con el objeto de practicar con ella el acto
sexual. María es rescatada por miembros de la Policía Nacional.

Es indudable que se produce una privación de libertad de manera injustificada. No obstante, sería
bueno detenerse en dos circunstancias que tienen por virtud excluir, en algunos casos, la
concurrencia del delito de secuestro. Nos referimos al tiempo y al propósito perseguido por el autor
del delito de violación sexual. Cabe mencionar que esto también se puede predicar respecto a
otras figuras delictivas como, por ejemplo, el delito de robo.

En efecto, con relación a este último delito se viene entendiendo que la momentánea privación de
libertad de la víctima no conlleva la consumación del delito de secuestro, pues esa breve
afectación a la libertad ambulatoria –que se produce mientras dure el acto de apoderamiento– ya

estaría desvalorada por el legislador penal al sancionar el delito de robo. Con lo cual,
nos encontramos ante un concurso aparente.

Como refiere la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo español, nos encontramos ante
un concurso aparente de leyes “únicamente en aquellos supuestos de mínima duración temporal”,
en los que la privación de libertad tiene lugar durante el acto de apoderamiento, por entender que
en este supuesto la privación de libertad queda absorbida por el robo: todo robo con violencia o
intimidación afecta, aun cuando sea de modo instantáneo, la libertad ambulatoria de la víctima(9).

Igualmente, la Sala Penal de nuestra Corte Suprema ha tenido oportunidad de


pronunciarse sobre el propósito perseguido por el agente al privar de libertad a su víctima. Se
trataba de un caso en que el acusado había trasladado a la víctima a una cabaña con el fin de
practicar con ella el acto sexual en contra de su voluntad; llevándola de regreso a su domicilio una
vez consumado el hecho(10). La Sala consideró que “el propósito de la conducta criminal estaba
en función al delito de violación sexual y no así al de secuestro, por lo que no concurren los

elementos configurativos de este tipo penal ”.

En estos casos, vemos que la privación de libertad es un medio necesario para consumar ya sea
un delito de robo o un delito contra la libertad sexual. Sin embargo, cuando el tiempo en que se
priva de libertad a la víctima resulta excesivo o es muy superior al necesario para la consumación
del delito de robo o de violación sexual, se considera que el delito de secuestro cobra plena
autonomía y, por lo tanto, el acusado debe ser condenado tanto por el delito de robo o violación
sexual, como por el delito de secuestro.

Teniendo en cuenta que, en el caso, Juan mantuvo en cautiverio a María por una semana, se
puede apreciar una grave afectación a la libertad ambulatoria, siendo la lesión de este bien jurídico
de una intensidad tal que no puede entenderse absorbido por el delito contra la libertad sexual.
Podría tratarse de un concurso real entre los delitos de secuestro y violación sexual, mas teniendo
en cuenta que el delito de secuestro incluye como circunstancia agravante el hecho de abusar del
agraviado, Juan será condenado como autor del delito de secuestro en su forma agravada a una
pena no menor de treinta años(11).

V. CASO 4

Juan, dado de alta a los pocos días de haber sido sometido a una operación quirúrgica, es
impedido de abandonar la clínica mientras no cumpla con pagar el íntegro de la factura por los
servicios médicos. Juan acaba de cumplir los 80 años.
Una interpretación literal de la norma podría llevar a condenar al director de la clínica a una pena
privativa de libertad no menor de veinte ni mayor de treinta años. Y hasta cadena perpetua, si se

quiere aplicar la agravante del inciso 1 del último párrafo del artículo 152 del Código Penal

(que el agraviado sea menor de edad o mayor de setenta años). Y es que hay una restricción
a la libertad personal de Juan que no parece estar justificada, al menos en nuestro ordenamiento
jurídico, tal como ya lo ha señalado en múltiples ocasiones el Tribunal Constitucional(12). No
obstante ello, no parece que el caso planteado deba ser reconducido a la figura del secuestro.
Mucho menos cuando se echa una mirada a la magnitud de las penas fijadas por el legislador.

Pues bien, en la doctrina y jurisprudencia española, el delito de “coacciones” es entendido como un


tipo residual y genérico con relación, entre otros, al delito de detenciones ilegales (léase
secuestro). Por ello, no es casualidad que en nuestra legislación el delito de coacción esté
regulado al lado del delito de secuestro, y bajo un epígrafe común: “violación de la libertad
personal”.

En efecto, el artículo 151 del Código Penal reprime con pena privativa de libertad no
mayor de dos años al que, mediante amenaza o violencia, obliga a otro a hacer lo que la ley no
manda o le impide hacer lo que ella no prohíbe. En mi opinión, el caso propuesto se subsume en
esta figura típica. Veamos.

Si en nuestro ordenamiento jurídico no existe disposición alguna que prohíba a un paciente


abandonar un centro hospitalario en tanto no cumpla con pagar la factura por los servicios
recibidos –no existe, para este caso, una norma semejante al derecho de retención previsto en el
artículo 1123 del Código Civil–, se tiene que la restricción de la libertad de movimiento,
manifestada en impedir la salida del paciente, es antijurídica. Por lo demás, como ya se indicó, el
Tribunal Constitucional ha determinado la ilegalidad de este tipo de prácticas.

En cuanto al requisito de la violencia de las coacciones, tendremos que aceptar que dicho
elemento no se reduce a la violencia física ejercida sobre la persona de la víctima, sino que debe
ser entendida bajo una concepción espiritualista en donde lo importante es que exista una
restricción a la libertad de obrar(13).

La solución del caso parece oscilar entre un delito de secuestro (invocando tal vez una eximente
incompleta que busque atenuar la pena) y la consumación de un delito de coacción. Se trata de un
concurso aparente de leyes en el que, por principio de especialidad, el delito de secuestro
desplaza al de coacción, pues se entiende que hubo una afectación a la libertad individual. Claro
que esto colisiona con el principio de proporcionalidad, pero estas son las disfunciones que se
originan por una actividad legislativa poco reflexiva y por un legislador más preocupado por su
imagen ante la opinión pública.

Para quien considere que permanece abierta la posibilidad del delito de coacción, y debido a su
importancia desde el punto de vista procesal, vale la pena citar a Morán Mora(14), quien señala:
“cabe hacer especial hincapié en el carácter homogéneo de estos delitos, lo que permite que
pueda condenarse de oficio por un delito de coacciones a pesar de que las partes aleguen otro
delito más específico, como por ejemplo la detención ilegal [léase secuestro]. Para el Tribunal
Supremo ello no supone vulneración alguna del principio acusatorio que debe regir todo proceso,
puesto que se cumplen las características exigidas para la aplicación de dicha homogeneidad

(identidad del bien jurídico protegido y ubicación en el mismo Título del Código Penal )”.
NOTAS:

(1) Artículo 152.- Será reprimido con pena privativa de libertad no menor de veinte ni mayor de
treinta años el que, sin derecho, motivo ni facultad justificada, priva a otro de su libertad personal,
cualquiera sea el móvil, el propósito, la modalidad o circunstancia o tiempo que el agraviado sufra
la privación o restricción de su libertad.

La pena será no menor de treinta años cuando:

1. Se abusa, corrompe, trata con crueldad o pone en peligro la vida o salud del agraviado.

2.Se pretexta enfermedad mental inexistente en el agraviado.

3. El agraviado o el agente es funcionario o servidor público.

4. El agraviado es representante diplomático de otro país.

5. El agraviado es secuestrado por sus actividades en el Sector Privado.

6. El agraviado es pariente, dentro del tercer grado de consanguinidad o segundo de


afinidad con las personas referidas en los incisos 3, 4, y 5 precedentes.

7. Tiene por finalidad obligar a un funcionario o servidor público a poner en libertad a un


detenido o a conceder exigencias ilegales.

8. Se comete para obligar al agraviado a incorporarse a una agrupación criminal.

9. Se comete para obtener tejidos somáticos del agraviado.

10. Se causa lesiones leves al agraviado.

11. Es cometido por dos o más personas o se utiliza para la comisión del delito a menores
de edad u otra persona inimputable.

12. El agraviado adolece de enfermedad grave.

13. La víctima se encuentra en estado de gestación.

La misma pena se aplicará al que con la finalidad de contribuir a la comisión del delito de
secuestro, suministra información que haya conocido por razón o con ocasión de sus
funciones, cargo u oficio, o proporciona deliberadamente los medios para la perpetración del
delito.

La pena será de cadena perpetua cuando:

1.El agraviado es menor de edad o mayor de setenta años.

2. El agraviado sufre discapacidad y el agente se aprovecha de esta circunstancia.


3.Si se causa lesiones graves o muerte al agraviado durante el secuestro o como
consecuencia de dicho acto.

(2) PRATS CANUT, Josep Miquel. “Delitos contra la libertad”. En: Comentarios a la parte especial

del Derecho Penal . AA.VV. Quintero Olivares (director), 5ª edición, Aranzadi, Navarra,
2005, pp. 188-191.

(3) DEL ROSAL BLASCO, Bernardo. “Delitos contra la libertad”. En: Derecho Penal

español. Parte especial. I, Cobo del Rosal (coord.), Dykinson, 2ª edición, Madrid, 2005, p.
184.

(4) BRAMONT-ARIAS TORRES, Luis y GARCÍA CANTIZANO, María del Carmen. Manual de

Derecho Penal . Parte especial. Editorial San Marcos, 4ª edición, Lima, 1998, p. 189.

(5) Artículo 200.- El que mediante violencia o amenaza obliga a una persona o a una institución
pública o privada a otorgar al agente o a un tercero una ventaja económica indebida u otra ventaja
de cualquier otra índole, será reprimido con pena privativa de libertad no menor de diez ni mayor
de quince años.

La misma pena se aplicará al que, con la finalidad de contribuir a la comisión del delito de
extorsión, suministra información que haya conocido por razón o con ocasión de sus
funciones, cargo u oficio o proporciona deliberadamente los medios para la perpetración del
delito.

El que mediante violencia o amenaza, toma locales, obstaculiza vías de comunicación o


impide el libre tránsito de la ciudadanía o perturba el normal funcionamiento de los servicios
públicos o la ejecución de obras legalmente autorizadas, con el objeto de obtener de las
autoridades cualquier beneficio o ventaja económica indebida u otra ventaja de cualquier
otra índole, será sancionado con pena privativa de libertad no menor de cinco ni mayor de
diez años.

El funcionario público con poder de decisión o el que desempeña cargo de confianza o de


dirección que, contraviniendo lo establecido en el artículo 42 de la Constitución Política del
Perú, participe en una huelga con el objeto de obtener para sí o para terceros cualquier
beneficio o ventaja económica indebida u otra ventaja de cualquier otra índole, será

sancionado con inhabilitación conforme a los incisos 1) y 2) del artículo 36 del Código

Penal .

La pena será no menor de quince ni mayor de veinticinco años si la violencia o amenaza es


cometida: a) A mano armada;

b) Participando dos o más personas; o,

c) Valiéndose de menores de edad.


Si el agente con la finalidad de obtener una ventaja económica indebida o de cualquier otra
índole, mantiene en rehén a una persona, la pena será no menor de veinte ni mayor de
treinta años.La pena será privativa de libertad no menor de treinta años, cuando en el
supuesto previsto en el párrafo anterior:

a) Dura más de veinticuatro horas.

b)Se emplea crueldad contra el rehén.

c) El agraviado ejerce función pública o privada o es representante diplomático.

d) El rehén adolece de enfermedad grave.

e) Es cometido por dos o más personas.

f) Se causa lesiones leves a la víctima.

La pena será de cadena perpetua cuando:

a) El rehén es menor de edad o mayor de setenta años.

b) El rehén es persona con discapacidad y el agente se aprovecha de esta circunstancia.

c) Si la víctima resulta con lesiones graves o muere durante o como consecuencia de dicho
acto.

(6) Para una lectura completa de la sentencia, vid. SAN MARTÍN CASTRO, César. Jurisprudencia

y precedente penal vinculante. Palestra, Lima, 2006, pp. 406-409.

(7) Esta circunstancia agravante consistía en obligar a una tercera persona a que preste al agente
del delito ayuda económica, la cual fue eliminada por el Decreto Legislativo Nº 982.

(8) En cualquier caso, nos permitimos un par de consideraciones en cuanto a esta figura

penal , modificada por el Decreto Legislativo Nº 982:

a) La modificación que ha generado más polémica en la opinión pública ha sido la inclusión


de una fórmula críptica en cuya virtud se sanciona con inhabilitación al funcionario público
con poder de decisión, o que desempeñe cargo de confianza o dirección, que
contraviniendo lo establecido en el artículo 42 de la Constitución, participa en una huelga
con el fin de obtener para sí o para otros cualquier beneficio o ventaja económica indebida,
u otra ventaja de cualquier otra índole.

Desde luego, cuando el legislador habla de “participación” en una huelga, no se refiere a la


categoría dogmática de la participación, esto es, la inducción y la complicidad, pues la
instigación y la colaboración en un hecho no delictivo –como la huelga– evidentemente es

irrelevante desde el punto de vista penal . Cuando el legislador dice participar,


entonces, se refiere a intervenir, a tomar parte.Ahora bien, el ejercicio del derecho de
huelga, o la simple paralización de labores con fines reivindicativos, aun en los casos en que
hayan sido declarados ilegales, no puede asimilarse al delito de extorsión, pues este delito
exige la concurrencia de violencia o amenaza. Con lo cual, en buena cuenta, lo que ha
hecho el Ejecutivo es meter de contrabando una disposición que, como bien ha señalado la
Defensoría del Pueblo, no forma parte de la materia delegada en virtud de la Ley N° 29009.
El contexto en el que semejante norma vio la luz, así como la pena de inhabilitación que se
ha previsto para estas conductas, hace pensar –es solo una hipótesis– que el Ejecutivo
quería contar con un mecanismo para quitar de en medio a autoridades locales o regionales
especialmente contrarias a las políticas del Gobierno central.b) En la misma línea parece
estar la incorporación de una nueva modalidad de extorsión que guarda semejanzas con el
delito de entorpecimiento al funcionamiento de los servicios públicos del artículo 283 del

Código Penal . Se reprime la toma de locales, la obstaculización de vías de


comunicación, impedir el normal funcionamiento de los servicios públicos, la ejecución de
obras legalmente autorizadas y otros comportamientos, cuando se emplee violencia o
amenaza. Estas conductas deben tener por finalidad obtener de las autoridades cualquier
beneficio o ventaja económica indebida, u otra ventaja “de cualquier otra índole”.Esta
fórmula abierta, que no se condice con el principio de certeza, que debería informar la labor

legislativa en materia penal , ni siquiera exige que esa ventaja de cualquier otra
índole sea “indebida”, con lo cual uno podría preguntarse si esto constituye una forma
encubierta de acallar o reprimir protestas sociales.En cualquier caso, resulta extraña la
consideración de estas conductas como modalidades del delito de “extorsión” y, por lo tanto,
su clasificación como delitos contra el patrimonio.

(9) Sentencias reseñadas por Del Rosal, vid. DEL ROSAL BLASCO, Bernardo. Ob. cit., p. 184.

(10) R.N. Nº 2567-98-Lambayeque, vid. ROJAS VARGAS, Fidel. Jurisprudencia penal ,


Tomo I, Gaceta Jurídica, Lima, 1999, p. 347.

(11) Estamos, en este sentido, ante un concurso aparente de leyes donde prevalece el delito de
secuestro en la forma agravada prevista en el primer inciso del segundo párrafo del artículo 152 del

Código Penal : la pena será no menor de treinta años cuando: “Se abusa, corrompe, trata
con crueldad o pone en peligro la vida o salud del agraviado” (resaltado nuestro). Sobre el alcance,

en este contexto, del término “abusar”, vid. VILLA STEIN, Javier. Derecho Penal . Parte
especial. Delitos contra el honor, la familia y la libertad, I-B. San Marcos, Lima, 1998, p. 115;

SALINAS SICCHA, Ramiro. Derecho Penal . Parte especial. Grijley, 3ª edición, Lima,
2008, p. 445.

(12) En efecto, nuestro Tribunal Constitucional ha determinado la ilegalidad de estas prácticas,


considerando que por falta de pago de gastos de hospitalización no se puede impedir que los
pacientes dados de alta hagan uso de su libertad de salida de los centros hospitalarios
o asistenciales, mucho menos condicionarlo a trámite administrativo alguno, salvo acto voluntario
del paciente (vid., inter alia, las sentencias recaídas en los Exp. Nº 836-96-HC/TC y 1411-2001-
HC/TC).

(13) Vid. MORÁN MORA, Carolina. “De las coacciones”. En: Comentarios a la Parte especial del

Derecho Penal . AA.VV., Quintero Olivares (director) y Morales Prats (coordinador).


Aranzadi, 5ª edición, Navarra, 2005, pp. 249-250.
(14) MORÁN MORA, Carolina. Ob. cit., p. 256.

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