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LA ANALITICA INTERPRETATIVA DEL PODER SEGUN FOUCAULT

RESUMEN

Si la obra de Foucault puede resumirse como una historia del pensamiento, entendida
como el análisis de múltiples "núcleos de experiencia" -análisis histórico que se muestra
a través de la articulación de formas de un saber posible, matriz normativa de
comportamientos y modos de existencia virtual para sujetos posibles-, la noción de
poder se convierte, en dicha obra, en un momento privilegiado de la trilogía que
conforma la articulación del entendimiento de algún "núcleo de experiencia".
Nos proponemos mostrar que la conceptualización que desarrolla Foucault para la
noción de poder descansa en una analítica interpretativa (siguiendo la expresión de
Dreyfus y Rabinow) que surge de la combinación de un momento arqueológico y otro
genealógico. Más concretamente, que tal conceptualización opera como modelo
conceptual que se destaca sobre el fondo de un contra modelo de la noción de poder (el
"jurídico-discursivo"), el cual, finalmente, queda englobado como visión parcial en el
modelo de la "microfísica del poder".
Concluimos con la formulación de algunos interrogantes relativos al sentido nominalista
que el propio Foucault asigna a su noción del poder.
"...if experience is not a given that is then interpreted, but is itself already interpreted,
observable change in patterns of interpretativn and action will be the same as changes in
subjetive experienee".
D. Couzens Hoy

I. LA NOCION DE PODER EN EL CONTEXTO DE LA OBRA DE FOUCAULT

Al parecer el lapso transcurrido entre la aparición del primero y segundo volumen de la


Historia de la Sexualidad, fue sumamente rico para la reflexión de Foucault sobre su
misma obra. En efecto, pudiera entenderse que las "modificaciones" que aparecen en la
introducción del segundo volumen citado 1, constituyen un resumen retrospectivo de
toda la obra anterior. Comenzaremos remitiéndonos a este resumen con el objeto de
ubicar en el contexto de la obra de Foucault sus indagaciones sobre la noción de poder.
La mirada retrospectiva que Foucault lanza sobre su propia obra, le permite arraigarse
en su convicción auténtica de la actividad filosófica "¿Qué valdría el encarnizamiento
del saber si sólo hubiera de asegurar la adquisición de conocimientos y no, en cierto
modo y hasta donde se puede, el extravío del que conoce?" (p. 51) se pregunta Foucault,
para responder de modo interrogativo, "¿Qué es la filosofía hoy, si no el trabajo crítico
del pensamiento sobre sí mismo" (p. 51). Precisamente, se trata en toda su obra de un
trabajo crítico que toma por tema privilegiado al propio pensamiento. Fugitivo de toda
especialidad del conocimiento, más intentando colocar la reflexión histórica en nuevo
sitial, Foucault concentra su ejercicio filosófico en la Historia del Pensamiento.
De qué se ocupa y en qué consiste tal historia del pensamiento, son preguntas cuyas
respuestas, revisadas sin cesar al través de toda su obra, quedan sintetizadas en la
siguiente sentencia: "es la tarea de una historia del pensamiento, por oposición a la
historia de los comportamientos o de las representaciones, el definir las condiciones en
las que el ser humano "problematiza" lo que es, lo que hace y el mundo en el que vive"
(p. 53).
Historia del pensamiento, entonces, que se distingue de otras modalidades de hacer
historia; aspecto que consideramos de orden más metódico que de definición de objeto,
y al que nos referiremos más adelante. Historia del pensamiento, también, que precisa
su tarea con relación al ser, a la actividad y al contorno del hombre como elementos
problemáticos. A esto último nos referimos enseguida.
Se trata de una historia del pensamiento, de una historia de la verdad que no centra su
atención en la veracidad de los conocimientos, sino más bien en una analítica de los
"juegos de verdad"; es decir, en un análisis de "los juegos de lo falso y lo verdadero a
través de los cuales el ser se constituye históricamente como experiencia, es decir como
pudiendo y debiendo ser pensado" (p. 50).
(1) Publicado por vez primera en Le débat, N°- 27, Nov. 1983, pp. 46-72. A esta edición se refieren las próximas citas,
indicando sólo la página.

Se trata entonces de una indagación del marco histórico específico en el que se da la


experiencia humana tal y, como la problematizamos; es decir aquella en que,
constituidos en un "núcleo de experiencia" particular, nos lleva a respondernos las
preguntas: "¿Qué somos?, ¿Qué hacemos?, ¿Dónde estamos?..." Pero, más exactamente,
¿qué entiende foucault por experiencia? El señala, de nuevo en apretada síntesis:
"entendemos por experiencia la correlación, dentro de una cultura, entre dominios del
saber, tipos de normatividad y formas de subjetividad" (p. 47); por tanto, entender una
experiencia histórica singular -un "núcleo de experiencia" supone que podamos
"disponer de instrumentos susceptibles de analizar, en su carácter propio y en sus
correlaciones, los tres ejes que la constituyen: la formación de los saberes que a ella se
refieren, los sistemas de poder que regulan su práctica y las formas, según las cuales los
individuos pueden y deben reconocerse como sujetos" de esa experiencia (p. 47-8).
Esta triple caracterización de la experiencia es, sin duda, el resultado del examen
retrospectivo que Foucault hace de su obra. Siendo así, no habrá mejor forma de
entender esa trilogía que acudiendo al modo en que dicho examen postula lo que debió
ser un triple desplazamiento teórico del cual ve Foucault surgir esta trilogía de la
experiencia.
1. Fue necesario un desplazamiento teórico "para analizar lo que con frecuencia se
designaba como el progreso de los conocimientos: me había llevado a interrogarme por
la forma de las prácticas discursivas que articulaban el saber" (p. 49). En ello consistió
el "estudio de los juegos de verdad unos con otros -sobre el ejemplo de un número
determinado de ciencias empíricas en los siglos XVII y XVIII" (p. 49); estudio que
quedó plasmado en la obra que dio a conocer a Foucault mundialmente "Les mots et les
choses". Análisis de las prácticas discursivas, en suma, que "permitía seguir la
formación de los saberes al evitar el dilema de la ciencia y la tecnología" (p. 48).
2. Fue igualmente necesario un desplazamiento teórico "para analizar lo que con
frecuencia se describe como las manifestaciones del "Poder": me llevó a interrogarme
más bien acerca de las relaciones múltiples, las estrategias abiertas y las técnicas
racionales que articulan el ejercicio de los poderes" (p. 49). En esto consistió el estudio
"de los juegos de verdad con respecto a las relaciones de poder -sobre el ejemplo de las
prácticas punitivas-" (p. 49); estudio magistralmente expuesto en "Surveiller et punir".
Claro esbozo de una nueva concepción de la noción de poder en la que "el análisis de
las relaciones de poder y de sus tecnologías permitía contemplarlas como estrategias
abiertas, al evitar la alternativa de un poder concebido como dominación o denunciado
como simulacro" (p. 48). A este aspecto de la trilogía constitutiva de la experiencia nos
referiremos en detalle en la segunda parte de este escrito.
3. Fue necesario "un tercer desplazamiento para analizar lo que se ha designado como
"el sujeto"; convenía buscar cuáles eran las formas y las modalidades de la relación
consigo mismo por las que el individuo se constituye y se reconoce como sujeto" (p.
49). Tarea posible sobre la base del estudio de "los juegos de verdad en la relación de si
consigo y la constitución de sí mismo como sujeto, al tomar como dominio de
referencia y campo de investigación lo que podríamos llamar la "historia del hombre del
deseo" (p. 49). Este desplazamiento teórico se hizo efectivo en las últimas
investigaciones desarrolladas por Foucault, particularmente las relativas al tema de la
sexualidad.
En síntesis, como lo señalara el propio autor en el curso correspondiente al año 1983 en
el Colegio de Francia 2 , un triple desplazamiento consistente en la sustitución de la
"historia del conocimiento" por el "análisis histórico de las formas de veridicción", de la
"historia de la dominación" por el "análisis histórico de los procedimientos del gobierno
de mentalidades" y de la "teoría del sujeto -como historia de la subjetividad"- por el
"análisis histórico de la pragmática de sí"; sustitución constructora de vías de acceso
para el análisis de la historia de "núcleos de experiencia", habiendo tenido como
ejemplo la locura, la enfermedad, la criminalidad y la sexualidad.
Esta historia del pensamiento -"trabajo histórico y crítico" (p. 48) a través del análisis de
"núcleos de experiencia"- se deslinda de dos terrenos que tipifican al conocimiento
histórico, a saber: una historia de mentalidad o una historia de representaciones.
La primera se sitúa a lo largo del eje del análisis de los comportamientos efectivos,
consistiendo en la reconstrucción "de las conductas y prácticas... según sus formas
sucesivas, su evolución y su difusión" (p. 46).
La segunda consiste en el análisis de "las ideas (científicas, religiosas o filosóficas) a
través de las cuales nos hemos representado tales comportamientos" (p. 46),
proponiéndose estos dos objetivos:

a) El análisis de la función representativa; es decir, el análisis del rol que pueda cumplir
la representación ya sea con respecto al objeto representado o bien con respecto al
sujeto que hace la representación (en suma, el análisis de las ideologías);
b) El análisis del valor representativo -como valor de verdad- del sistema de
representación como sistema de pensamiento de un objeto dado. Alejándose
drásticamente de estos dos polos metódicos del análisis histórico -y de cualquier
combinación que de ellos pueda imaginarse-, la "empresa de una historia de la verdad" a
través del análisis de núcleos de experiencia que ejercita Foucault, se propone "analizar,
no los comportamientos ni las ideas, no las sociedades ni sus "ideologías", sino las
problematizaciones a través de las cuales el ser se da como pudiendo y debiendo ser
pensado y las prácticas a partir de las cuales se forman aquellas" (p. 54). En cuanto al
método de esta analítica de la verdad, dice enseguida: "La dimensión arqueológica del
análisis permite analizar las formas mismas de la problematización; su dimensión
genealógica, su formación a partir de las prácticas y de sus modificaciones" (p. 54).

(2) De una grabación de la clase inaugural correspondiente a este curso.

En relación con este aspecto metódico resulta útil destacar cómo a los ojos de Hubert
Dreyfus y Paul Rabinow -seguramente dos de los mejores estudiosos y colaboradores de
la obra de Foucault- el planteamiento metódico foucauldiano obedece, más que a la
construcción de una teoría general, al planteamiento de un "enfoque interpretativo" o
"analítica interpretativa de nuestra situación actual" (o de nuestra "experiencia" si
usamos una expresión más propia de Foucault). En efecto, estos autores señalan: "Es la
combinación única que Foucault hace de la genealogía y de la arqueología lo que le
permite ir más allá de la teoría y la hermenéutica y sin embargo tomar los problemas
seriamente. El practicante de la analítica interpretativa se da cuenta que él mismo es
producido por lo que está estudiando; en consecuencia nunca puede separarse de ello. El
genealogista ve que las prácticas culturales son más básicas que cualquier teoría y que la
seriedad de la teoría puede ser comprendida únicamente como una parte del tránsito
histórico de las sociedades. La marcha hacia atrás arqueológica que Foucault emprende
para observar la extrañeza de las prácticas de nuestra sociedad no indica que él
considere tales prácticas desprovistas de significación. Debido a que compartimos
prácticas culturales con otros y ya que estas prácticas han hecho de nosotros lo que so-
mos, tenemos, forzosamente, alguna base común desde la cual proceder, entender o
actuar. Pero esta firmeza de esta base no es tan amplia para llegar a ser universal,
garantizada, verificada o fundamentada" 3.
Esta combinación única de la arqueología y la genealogía, si bien reconoce Foucault
haberla transitado "un poco a las ciegas y por fragmentos sucesivos y diferentes" (p.
54), efectivamente constituye el enlace indivisible de dos modalidades de comprensión
de la experiencia de los sujetos. Cada una de estas dos modalidades actúa como
contrapeso de la otra; mientras la arqueología "intenta aislar el nivel de las prácticas
discursivas y formular las reglas de producción y transformación para esas. prácticas",
la genealogía, por su parte, "se concentra en las fuerzas y relaciones de poder
conectadas con las prácticas discursivas" 4.
El aislamiento del nivel de las prácticas discursivas (momento arqueológico) permite
destacar las condiciones que hacen posibles tales prácticas. Suerte de momento
sincrónico, la arqueología asume la historia de la experiencia privilegiando la
discontinuidad y la ruptura. Como contrapeso de esta visión sincrónica, la genealogía
acompaña al momento arqueológico mas no interesada en algún oscuro origen de la
experiencia, sino más bien indagando las relaciones conjuntas entre modalidades de
poder y prácticas discursivas relativas a un núcleo de experiencia. "La genealogía dibuja
el mapa de la emergencia y el crecimiento de las instituciones sociales así como las
técnicas y disciplinas socio-científicas que refuerzan prácticas sociales específicas"; las
historias genealógicas de Foucault "tienen la ventaja de ser menos estáticas al
concentrarse más en las emergencias continuas que en las rupturas discontinuas" 5: Es
esta combinación única de la arqueología y de la genealogía la que permite una "historia
efectiva" que, en oposición a la tradición, no ve en su faena la prosecución de algo
constante en la experiencia humana: "Nada en el hombre -ni aún su cuerpo- es
suficientemente estable para servir como base del auto-reconocimiento o para el
entendimiento de otros hombres" 6. Así, las historias efectivas producidas por esta
analítica interpretativa intentan mostrar cómo el sujeto humano va siendo producido his-
tóricamente en el fondo de su mundo social; o quizás más allá, como lo sugieren
Dreyfás y Rabinow, esas investigaciones históricas muestran cómo los seres humanos
se constituyen a sí mismos como sujetos y cómo se tratan unos a otros como objetos.

(3) Dreyfus, H. and Rabinow, P.; "What is Maturity?" en "Foucault: A critical reader" (D. Couzens Hoy; Ed.),
Blackwe11,1986; p.115.
(4) Davidson, A.; "Archeology, Genealogy, Ethics"; in D. Couzens Hoy, op. cit., p. 227.
(5) Couzens Hoy, D., "Introduction", in Couzens Hoy. D. (Ed.), op. cit., p. 7
(6) Rabinow, P. (Ed.), "The Foucault Reader",1984, p. 87-8.

Los ejemplos relativos al proceder metódico de esta analítica interpretativa atraviesan,


de polo a polo, toda la obra de Foucault, en la que la analítica de las problematizaciones,
al analizar su forma y su formación a partir de las prácticas discursivas y sociales,
descansa en particularismos núcleos de experiencia. Sea la mirada retrospectiva del
propio Foucault la que sirva, de nuevo, para resumir tales ejemplos: "Problematización
de la locura y de la enfermedad a partir de prácticas sociales y médicas, definiendo un
cierto perfil de "normalización"; problematización de la vida, del lenguaje y del trabajo
en las prácticas discursivas obedeciendo a ciertas reglas "epistémicas";
problematización del crimen y del comportamiento criminal a partir de ciertas prácticas
punitivas obedeciendo a un modelo "disciplinario" (p. 54); y en cuanto a la sexualidad -
núcleo de experiencia que permitió hacer más específico el tercer desplazamiento
teórico referido más arriba- "mostrar como, en la antigüedad, la actividad y los placeres
sexuales han sido problematizados a través de las prácticas de sí, poniendo en juego los
criterios de una "estética de la existencia" (p. 54).
La analítica interpretativa de la experiencia planteada por Foucault deja establecida una
doble contribución cuando se la mira a través de una óptica globalizante.
Por una parte, como trabajo histórico, deslinda su dominio en oposición al definido por
los extremos en que la experiencia se concibe bien como "acto en sí", bien como
representación. Quizás la posición que ocupa el trabajo de Foucault, en cuanto concibe
la experiencia como la articulación de formas del saber posibles, matriz normativa de
comportamientos y modos de existencia virtual para los sujetos posibles, sea una en la
que subjetividad y objetividad (o, si se quiere, subjetivismo y objetivismo) van de la
mano en la faena del entendimiento. Foucault en alguna parte de su obra ha hecho
explícito este punto; su interpretación del texto kantiano «Vas ist Autklárung? concluye
así: "Me parece que la escogencia filosófica con que nos confrontamos en el presente es
la siguiente: podemos optar, bien por una filosofía crítica que se presenta como una
filosofía analítica de la verdad en general o bien por un pensamiento crítico que toma la
forma de una ontología de nosotros mismos, una ontología del presente. Esta última
forma de filosofia, desde Hegel a la Escuela de Frankfurt, pasando por Nietzsche y Max
Weber, ha fundado una manera de reflexión en la que he intentado trabajar" 7.
Si nos atenemos a la expresión de Merleau-Ponty según la cual "toda ciencia segrega
una ontología y toda ontología anticipa un saber" 8, podemos entender en la obra de
Foucault, en tanto expresión del saber, una postura ontológica relativa al fenómeno de la
experiencia humana consistente en la trilogía señalada.
Por otra parte, el proceso constructivo de la analítica de la experiencia fundada en la
conjugación de los momentos arqueológicos y genealógicos, opera una sólida distinción
sobre la triple caracterización de la experiencia. Más, sin embargo, la acentuación
unilateral, doble o triple en los aspectos definidores de cada experiencia debe ser
entendida como relativa a la particularidad de tal o cual núcleo de experiencia. Así
puede entenderse que, cronológicamente vista la obra de Foucault, se haya insistido en
cada uno de los ejes que definen la experiencia al pasar del estudio de la locura hasta el
de la sexualidad, con tránsito intermedio en, por ejemplo, el de la prisión. Así debe
entenderse la sentencia que, a propósito del poder, establece Foucault al señalar: "Es en
el discurso que el saber y el poder se articulan" 9. Y ello porque, seguramente para
Foucault, la analítica siga siendo el método que fue para Kant; es decir, aquel que
"significa solamente que se parte de lo que se investiga, como si fuese dado, y se
asciende a las condiciones bajo las cuales es solamente posible" 10.

(7) Magazine Literaire, N° 207„ mayo 1984, p. 39.


(8) Merleau-Ponty, M., "Le Philosophe et la Sociologie", in "Eloge de la philosophie", Gallimard,1960; p.113.
(9) Foucault, H.: "La Volanté de Savoirr; Gallimard, 1976, p. 133 (en adelante nos referiremos a este texto con las siglas VS.
indicando el número de página).
(10) Kant, L; "Prolegómenos"; Aguilar,1980, p. 72.

"...avancer moins oers une "théorie" que uers une analytique" du poufooir".
M. Foucault

II. LA CONCEPTUALIZACION DEL PODER SEGUN M. FOUCAULT

Por medio de una disección operada en la analítica interpretativa de diversos núcleos de


experiencia, será posible sacar a la luz la forma peculiar que adquiere la analítica
interpretativa del poder.
Es así, dado que como aspecto definidor de la experiencia, el poder va indisolublemente
ligado a formas específicas de subjetividad y a particulares dominios del saber. No
obstante, tal disección es posible si nos atenemos al peso específico que la noción de
poder tuvo en el análisis de la experiencia del presidio y de la sexualidad; y esto a pesar
de que el mismo Foucault reconociese en el año 1977 que "cuando ahora,
retrospectivamente pienso, me pregunto de qué otra cosa estaba hablando en la Histoire
de la folie y en Naissance de la clinique sino del poder" 11. Disección que justificamos
por el sólo intento de mostrar el modo en que opera la conceptualización que Foucault
esquematiza en Vigilar y Castigar, y que luego profundiza en la Voluntad del Saber.
Me parece que el particular interpretivismo de Foucault -al menos en cuanto a la noción
de poder se refiere- está netamente apegado al mandato kantiano del método analítico.
Esto es, partir de lo que se investiga, como si fuese dado, para remontarse a las
condiciones de su posibilidad 12. Pero este "como si fuese dado" supone un proceso de
clarificación en el sentido de descubrir sus contenidos y fundamentos para luego, por
medio de un proceso crítico, poder minarlos y destacar, por contraste, una visión más
cercana a las condiciones de posibilidad 13.
En lo que sigue me propongo resumir la caracterización que Foucault, da de la noción
de poder correspondiente al "como si fuese dado"; ésta ocupa el lugar de una
concepción que, operando como contra-modelo, dejará escapar -por constraste- los hilos
conceptuales que conformarán una nueva concepción (el modelo foucauldiano) de la
noción de poder. Siguiendo a Foucault, denominaremos a una y otra "concepción
jurídico-discursiva" y "concepción microfísica" respectivamente.
(11) Citado por Couzens Hoy, D. in op. cit., p. 2.
(12) Para Foucault, la analítica del poder consiste en `9a definición del dominio específico que forman las relaciones de
poder y la determinación de los instrumentos que permiten analizarlo" (VS.109).
(13) No se confunde tal e,¡ercicib intelectual con la pretensión de alcanzar un estado soberano cíe law`erdad, al modo
kantiano de la analítica trascendental. Debemos tener presente que para Foucault resulta "necesario, sin duda, ser
nominalista" en cuanto al poder se refiere. Retomaremos este punto al final de este escrito.

La concepción microfísica, de la que nos ocuparemos más adelante, cumple el cometido


de esclarecer las condiciones que hacen posible el poder; más no solo el que
efectivamente conceptualiza, sino que, además, es capaz de mostrar cómo la concepción
jurídico-discursiva queda atrapada en ese conjunto de condiciones como su concresión
periférica y visible.

2.1. El contra-modelo: la concepción jurídico-discursiva del poder

En las catorce páginas dedicadas en La Volonté de Sauoir a esta concepción del poder,
el autor pone en juego el momento genealógico de su analítica interpretativa para que, al
tiempo de mostrar cómo este modelo del poder está profundamente enraizado en la
historia de Occidente, ir destacando sus rasgos específicos. Muchos de estos rasgos
particulares del modelo jurídico-discursivo ya habían sido esbozados un año atrás en
Surueiller et Punir.
En efecto, y curiosamente, Foucault pone allí en juego de contraposición las dos
concepciones del poder destacándose, sobre un fondo discursivo relativo a los métodos
punitivos, más la caracterización del modelo de la microfísica que el jurídico-
discursivo. Tal vez, la poca clara definición del modelo jurídico-discursivo que subyace
en el discurso sobre la prisión haya motivado el capítulo Enjeu que aparece en el primer
tomo de la Historia de la Sexualidad; más aún, será a esta poca claridad a la que se
refiere Foucault al señalar: "de una manera obstinadamente confusa he hablado, como si
se tratase de nociones equivalentes, tanto de la represión como de la ley, la prohibición
y la censura" (VS 108).
Sin anunciarla por su nombre, la concepción jurídico-discursiva del poder aparece en
Vigilar y Castigar como referida al "modelo (del) contrato que opera una cesión o la
conquista que se apodera de un territorio" 14.
Respecto al poder concebido como represión, como contrato o conquista; es decir, al
poder como es dado en el pensamiento psicológico moderno, en el pensamiento político
de Occidente, Foucault se impone la tarea de escudriñar en su caracterización, como
preparación al terreno previo al desarrollo del modelo de la microfísica. ¿Cuáles son los
rasgos específicos de esa concepción?; ¿De dónde toma su fuerza la concepción jurídico
discursiva del poder?, y ¿Cuál es la razón histórica de la aceptación del poder como
forma jurídico-discursiva?, son las preguntas en las que concentra su atención el autor.
A los cinco rasgos específicos del poder (relación negativa, instancia de la regla, ciclo
de lo prohibido, lógica de la censura y unidad del dispositivo) subyace un carácter
común, consistente en la estricta separación del poder y de un objeto sobre el cual actúa.
Apoyados en la generalidad que según Foucault esta concepción tiene en la historia de
Occidente, podemos disectar el objeto específico tomado como motivo para la
exposición del modelo; valga decir, el sexo. Resumamos entonces los cinco rasgos
citados.
(14) Foucault, M.; Vigilar y Castigar: nacimiento de la prisión", Siglo M;1980, p. 33 (en adelante nos referiremos a este texto
con las siglas VC, indicando el número de página).

1) La relación del poder con su objeto es negativa; esto quiere decir, que lo único que
"puede" sobre el objeto es "decirle no", los efectos que el poder produce en su objeto
"toman la forma general del limite y de la carencia" (VS, 110).
2) Esencialmente, el poder dicta su ley al objeto -colocándolo bajo un régimen binario,
v gr. permitido-prohibido; prescribiéndole una "orden" que, al mismo tiempo, es la
forma de hacerlo inteligible; actuando sobre él al pronunciar discursivamente la regla y
creando un estado de derecho. "Encontraríamos la forma pura del poder en la función
del legislador" (VS,110).
3) Siendo la regla el modo en que el poder dice no a su objeto, lo logrará no haciendo
más que poniendo en juego una ley de prohibición. Ello con el objetivo de que el objeto
"renuncie a sí mismo" y apoyado -como su instrumento en "la amenaza de un castigo
que consistiría en suprimirlo" (VS,111).
4) La lógica a la que obedecería esta prohibición adquiere un carácter paradójico, al
encadenar las formas de la prohibición «afirmar que (el objeto) no está permitido,
impedir que sea dicho, negar que exista"- conectando lo ilícito, lo informulable y lo
inexistente "de manera que cada uno sea a la vez, principio y efecto del "otro". Así, la
ley de la prohibición se enunciaría "como conminación a la inexistencia, la no-
manifestación y el mutismo" (VS,111).
5) El poder sobre el objeto, tomaría la forma de aparato unitario que recorre todos los
niveles de la dominación social, actuando de "manera uniforme y masiva" bajo su forma
general: la del derecho. El efecto generado en cualquiera de esos niveles sería el de la
obediencia, el de la sumisión. "Frente a un poder que es ley, el sujeto que está
constituido como sujeto -"el sojuzgado"- es el que obedece" (V8, 112).
En síntesis, estos rasgos expresan una cierta "mecánica del poder" en la que "todos los
modos de dominación, de sumisión, de sujeción se reducirían finalmente al efecto de
obediencia" (VS,113).
Podría establecerse que esta alusión de Foucault a una cierta mecánica del poder, no sea
simple desliz o ligereza. Si se permitiese, aún sólo en su sentido metafórico, esta suerte
de mecánica pudiera emparentarse con
la temática del movimiento en la ñsica -y en especial en la mecánica clásica-. El poder
correspondería a la capacidad de alterar un estado de reposo o de movimiento uniforme
de un objeto, frente a la cual este último no podría más que resistir inútilmente; valga
decir, no podría más que obedecer 15.
Esta dominante concepción del poder tiene, para Foucault, su arraigo histórico en la
formación y desarrollo de las grandes instituciones de la Edad Media. Detrás de las
formas de poder que conformaron tales instituciones estaba la fórmula de pax et justitia,
señalando "a la paz como prohibición de guerras feudales o privadas y a la justicia como
manera de suspender el reglamento privado de los litigios" (VS, 115). Funcionaron estas
formas de poder "con el triple carácter de constituirse como conjunto unitario, de
identificar su voluntad con la ley y de ejercer por medio de mecanismos de prohibición
y de sanción" (VS,114).
Instituciones que consolidaron el régimen monárquico y para las que el "lenguaje del
poder", como "modo de manifestación y forma de su aceptabilidad", fue el derecho. Le
ha sido constitutivo a las monarquías occidentales edificarse como "sistemas de
derecho", reflejarse por medio de "teorías del derecho" y poner a "funcionar sus
mecanismos de poder en la forma del derecho" (VS,115).
A esta razón histórica agrega Foucault otra de carácter "general y táctico", para
explicarse la aceptación dominante de esta concepción jurídico-discursiva del poder.
Ala pregunta de si sería aceptado el poder si fuese completamente cínico -es decir si no
se enmascarase en esa suerte de lógica paradójica que impone la ley de prohibición-, la
respuesta es una especie de "ceder terreno" a cambio de llegar a ser tolerable. Para el
poder, el secreto "no es del orden del abuso; le es indispensable para su funcionamiento.
Y no sólo porque lo imponga a los que somete, sino, tal vez, porque para estos les es
también indispensable: ¿lo aceptarían si no viesen en ello un simple limite... dejando
intacta una parte -aún reducida- de libertad?" (VS,113-4).
Pero, estas razones -histórica la una, táctica la otra-, están ya avanzando elementos
críticos de esta concepción jurídico- discursiva.
Por una parte, la misma razón histórica -genealogía foucauldiana en acción- permite ver
cómo esta concepción del poder constituyó el modo discursivo de justificación de
aquello a lo que ella misma se refiere. "La historia de la monarquía y el recubrimiento
de hechos y procedimientos de poder por el discurso jurídico-político estuvieron
apareados" (VS,116). Y es que, en la historia de las sociedades occidentales, los
discursos sobre el poder llevan consigo la formulación en el derecho, siendo éste
oriundo de la monarquía; de tal modo que "en el pensamiento y en el análisis político,
no siempre se ha guillotinado al rey" (VS,117).
(15) Tampoco parece ser una ligereza la insistencia de Foucault en denominar a su propia concepción una "microfísica del
poder". Más adelante, pretendemos indicar cómo se conectan ambas metáforas.

Por otra parte, la razón táctica asoma ya las debilidades de esta concepción que no es
capaz de mostrar, incluso, cómo es que en nuestra sociedad la forma general de
aceptabilidad del poder sea "el puro limite trazado a la libertad"; a no ser refugiándose
oscuramente en su propio discurso jurídico para sólo mostrar sus exigencias de
confesión al sujeto sojuzgado.
Ciertamente "es necesario haberse construido una representación harto invertida del
poder para llegar a creer que nos hablan de libertad todas esas voces que en nuestra
civilización, desde hace tanto tiempo, repiten hostigantemente la formidable
conminación de decir lo que uno es, lo que ha hecho, lo que recuerda y lo que ha
olvidado, lo que esconde y lo que se esconde, lo que uno no piensa y lo que piensa no
pensar. Inmensa obra a la cual Occidente sometió a generaciones a fin de producir -
mientras que otras formas de trabajo aseguraban la acumulación del capital- la sujeción
de los hombres; quiero decir, su constitución como "sujetos", en los dos sentidos de la
palabra (VS, 81). La aplicación de la analítica interpretativa a la experiencia de la
prisión, en la que crudamente se muestra el tránsito del castigo del cuerpo a la vigilancia
del alma «alma, que a diferencia del alma representada por la teología cristiana, no nace
culpable y castigable, sino que nace más bien de procedimiento de castigo, de
vigilancia, de pena y de coacción" (VS, 36)-, constituye junto al análisis de la
sexualidad, de la locura y de la clínica los núcleos de experiencia que, sometidos a
aquella analítica, hicieron posible el surgimiento en el pensamiento foucauldiano, del
modelo microfísico del poder.

2.2. El modelo: la concepción microfísica del poder

Que se le dé al poder "como modelo de la batalla perpetua", era ya la sentencia del


autor, en Surveiller et Punir, frente al modelo del "contrato que opera una cesión o la
conquista que se apodera de un territorio" (VS, 33). La contraposición se hace más
precisa en el capítulo que lleva por título "Méthode" en la Volonté de Saooir. Comienza
Foucault por distinguir esta nueva concepción de tres posibilidades:

a) Conjunto de instituciones y aparatos que garantizan la sujeción de los ciudadanos en


un Estado dado: Soberanía del Estado;
b) Modo de sujeción -que por oposición a la violencia- tendría la forma de la regla:
Forma de la Ley;
c) Sistema general de dominación ejercido por un elemento o un grupo sobre otro, y
cuyos efectos, por derivaciones sucesivas, atravesarían el cuerpo social completamente:
Unidad global de una dominación (VS,121).

¿Corresponde estas tres distinciones al contra-modelo jurídico-discursivo? Sin duda


alguna, con respecto a las dos primeras; sobre todo si recordamos que según Foucault "a
pesar de los esfuerzos realizados para separar lo jurídico de la institución monárquica y
para liberar lo político de lo jurídico, la representación del poder continuó atrapada por
ese sistema" (VS,116).
Sin embargo, en la tercera distinción pareciera estar refiriéndose a la forma típica en que
el marxismo clásico concibe el poder. Si en la sentencia (b) se sustituyen "elemento" y
"grupo" por "una clase", se tendría la expresión resumida de la posición marxista frente
al poder. Pero, según esta última, el poder en la vida social no obedece al
establecimiento de cánones jurídicos, sino que éstos más bien son el modo de
legitimidad (instrumento de dominación) que la clase dominante establece y pone en
juego a partir de su privilegiada posición en el modo de producción material. No
obstante, la ubicación que Foucault da a esta concepción del poder, colocándola junto a
las más cercanas al modelo jurídico-discursivo, debe entenderse por la sencilla razón de
que al recurrir a una "unidad global de dominación" -supraindividual, pudiéramos decir-
no se hace, lógicamente, cosa distinta que apelar a la soberanía del Estado o a la forma
de la ley.
La crítica que sobre este aspecto recibió Foucault de uno de los sociólogos marxistas
contemporáneos franceses, no parece hacer más que dar la razón al respecto. En efecto,
dice: "el aporte decisivo de Marx y Engels en el esclarecimiento del problema del poder,
es el de haberlo conectado con las relaciones de clase en las sociedades antiguas,
medievales y modernas, y de haber colocado en su centro el Estado. ...el marxismo...
revela que en el fundamento de la oposición y de la represión del Estado se encuentra la
explotación del trabajo social"; pasando a la crítica de un Foucault imaginario
preocupado por el lanzamiento de una especie de nuevo manifiesto del partido: "...el
futuro de estas sociedades (contemporáneas) se juega no en las "relaciones de poder"
entre carceleros y prisioneros, entre psiquiatras y "locos" o entre maestros y alumnos o
estudiantes, sino en las luchas que enfrentan al proletariado con la clase capitalista" 16,
17
.
Debe quedar claro, sin embargo, que para Foucault las posibilidades (a), (b) y (c) -
citadas arriba- no constituyen oposiciones absolutas del modelo que construye. Este
último se referirá a ellas como sus "formas terminales" (VS,121). ¿Qué quiere decir con
ésto?
(16) Fougeyrollas, P.; "Sciences Sociales et marxisme", Payot, París 1980, p.147.
(17) La crítica y, al mismo tiempo, el reconocimiento de Foucault del marxismo queda bien ilustrada en la siguiente cita:
"Los más grandes marxistas (comenzando con Marx) han insistido sobre los problemas "militares" (el ejército como un
aparato del Estado, la insurrección armada, la guerra revolucionaria). Pero cuando hablan de "lucha de clases" como el
resultado general de la historia, están principalmente preocupados por el conocimiento de lo que es una clase, dónde está
situada, quiénes la conforman, más nunca qué es, en términos concretos, lucha. Salvo una excepción (en cualquier caso,
siempre a la mano): los textos del mismo Marx; no los teóricos sino más bien los históricos". Citado en Gordon, C., «Birth of
the Subject-Foucaultr in Edgley, R. and Osborne, R., "Radical Philosophy Reader", Verso, London,1985; p. 97.

Sea cual fuere el origen desde el cual se genera el poder y sea cual fuere su modo de
generación, parece estarse haciendo referencia a la forma más palpitante de su
presencia. Es decir, el poder se nos muestra (ya veremos que en el modelo se conforma
como una red no claramente visible) en sus formas terminales. Además, admitiendo que
"poder y saber se implican directamente el uno al otro" (VC, 34) y, entendiendo la
dominación histórica que ha mantenido en la "edad clásica" el discurso jurídico sobre el
poder, resulta claro que esta manifestación del "saber del poder" pueda interpretarse
como una forma terminal del poder que se dibujará en el modelo. Con suficiente
empeño y alcance mostró Foucault, a lo largo de su obra, el peso del discurso como
forma de poder; y quizás, no haya sido distinto el motivo que impulsó la elaboración
genealógica del contra modelo ("Es en el discurso que poder y saber se articulan').
Esta primera aproximación a la noción de poder, dibujada de manera negativa (valga
decir, lo que no es sino forma terminal para el modelo), nos deja una vista periférica de
tal noción. Partimos del conocimiento de cómo se muestra el poder -merced a su forma
discursiva dominante- y nos adentramos hacia el centro de la periferia. En qué consiste
y cómo se constituye el poder para mostrarse en esas formas terminales, son las
preguntas a las que el modelo de la microfísica intenta dar respuesta.
El rompimiento de esa periferia, de esa especie de corteza resistente conque se ha
cubierto la noción de poder, llevó el esfuerzo intelectual de Foucault al elemento
conceptual que, como rayo luminoso, inunda por doquier toda la concepción microfísica
del poder. Este elemento conceptual, que como centro movedizo se desplaza para
definir la periferia, lo constituyen las "relaciones de fuerza". Este elemento conceptual
no debe pensarse de manera estática, siendo, como lo es, la expresión de la condición de
posibilidad del poder. Esta condición "no hay que buscarla en la exis-tencia primaria de
un punto central, en un foco único de soberanía desde donde irradiarían formas
derivadas y descendientes; es el pedestal móvil de las relaciones de fuerza que inducen
sin cesar, por su desigualdad, estados de poder -más siempre locales e inestables-"
(VS,122).
En concordancia con su tesis de no avanzar más que hacia una analítica del poder,
postula su definición de éste del siguiente modo: "me parece que hay que comprender
por poder... la multiplicidad de relaciones de fuerza que son inmanentes al dominio en
que se ejercen, siendo constitutivas de su organización" (V8, 121-2; el énfasis es mío).
El dominio en que se ejercen tales relaciones de fuerza no puede ser otro que los
incontables dominios de la experiencia (núcleos de experiencia); concepto al que nos
referimos en la primera parte de este artículo.
Esas relaciones, dice Foucault más adelante, "no están en posición de exterioridad
respecto de otros tipos de relaciones (procesos económicos, relaciones de conocimiento,
relaciones sexuales) sino que les son inmanentes" (VS,123-4). Así, lo que determinaría
la particularidad de un dominio de la experiencia específico, serían esas relaciones de
fuerza; en una palabra, al constituir su organización.
¿En qué consisten tales relaciones de fuerza?. Esta es, seguramente, la pregunta más
difícil que pueda plantearse a esta concepción del poder. Su respuesta parece estar
diseminada en el propio tejido discursivo de Foucault, cada vez que asoma, implícita o
explícitamente, alguna caracterización de ellas. Creo que una respuesta sintética debiera
ser del orden de correspondencia que guardan las relaciones de fuerza con el dominio en
que se ejercen 18. Así, por ejemplo, al tratarse del nacimiento de la prisión, su dominio
parece quedar definido por el cuerpo -y "alma"- sujeto al castigo, la vigilancia, la
coacción. "El cuerpo sólo se convierte en fuerza útil cuando es a la vez cuerpo
productivo y cuerpo sometido. Pero este sometimiento no se obtiene por los únicos
instrumentos ya sean de la violencia, ya de la ideología; puede muy bien ser directo,
fisico, emplear la fuerza contra la fuerza, obrar sobre elementos materiales, y a pesar de
todo esto no ser violento; puede ser calculado, organizado, técnicamente reflexivo,
puede ser sutil, sin hacer uso ni de las armas ni del terror, y sin embargo, permanecer
dentro del orden físico" (VC, 33).
Ala definición previamente citada, añade Foucault tres proposiciones referidas,
esencialmente, al modo operativo en que se ponen en juego las relaciones de fuerza:

a) Las relaciones de fuerza entran en "un juego que por medio de luchas y
enfrentamientos incesantes las transforma, las refuerza, las invierte";
b) Las relaciones de fuerza se apoyan "las unas en las otras, de modo que forman cadena
o sistema" o, por el contrario establecen "corrimientos y contradicciones que aíslan a
unas de otras";
c) Las relaciones de fuerza establecen su efectividad a través de "estrategias", "cuyo
dibujo general o cristalización institucional toma forma en los aparatos estatales, en la
formulación de la ley, en las hegemonías sociales" (VS,122).
A partir de la definición del poder (multiplicidad de relaciones de fuerza...) y de los
postulados referidos a su modo operativo, podemos entender mejor, su propia condición
de posibilidad (movilidad del soporte de aquellas relaciones de fuerza).
En efecto, si el poder opera en forma estratégica en una suerte de "combinación" de
fuerzas, se entiende que dejaría de ser "algo que, se adquiera, arranque o comparta, algo
que se conserve o se deje escapar", pues su carácter estrictamente relación el indica que
"se ejerce a partir de innumerables puntos y en el juego de relaciones no igualitarias y
móviles" (VS, 123).
(18) Pero que se hace presente, fundamentalmente, en las fórmas discursivas propias de ese dominio.

Si las relaciones de fuerza están en estrecha correspondencia con el dominio en que se


ejercen (le son inmanentes), su modo operativo (combinatorio y estratégico), su acción,
tiene en ese dominio "un carácter productor"; esto es, "ellas son los efectos inmediatos
de las particiones, desigualdades y desequilibrios que se producen [en ese dominio], y
son, recíprocamente; las condiciones internas de esas diferenciaciones" (VS,124).
Es a partir de ese carácter productor de las relaciones de fuerza que debe entenderse las
tantas veces repetida expresión foucauldiana "el poder viene de abajo". En efecto, este
carácter productor es punto de partida del tejido social en el que "los aparatos de
producción, las familias, los grupos restringidos, las instituciones sirven de soporte a
amplios efectos de escisión que recorren el conjunto del cuerpo social". Pero ese punto
de partida es también punto de retorno, pues esos efectos de escisión, conformando "una
línea de fuerza general que atraviesa los enfrentamientos locales y los vincula", se
revierten sobre su propio origen sometiéndolo a "redistribuciones, alineamientos,
homogeneizaciones, arreglos de serie, establecimientos de convergencias" (VS,124).
Y es por esta misma razón que Foucault puede decir que "donde hay poder hay
resistencia". Esta es la manera cabal para el poder, de ser una relación. Por definición,
dice el autor, los puntos de resistencia "no pueden existir sino en el campo estratégico
de las relaciones de poder" (VS,126). Constituyendo "el otro término en las relaciones
de poder", las resistencias se inscriben en esas relaciones como el irreductible elemento
"vis-á-vis" (VS, 127), desempeñando el papel de adversario, de blanco, de apoyo. "Así
como la red de relaciones de poder concluye por formar un espeso tejido que atraviesa
los aparatos y las instituciones sin localizarse exactamente en ellos; así mismo la
formación de enjambre de los puntos de resistencia atraviesa las estratificaciones
sociales y las unidades individuales" (VS,127).
En esta constitución de un "campo de relaciones fuerza" como el dominio genérico del
poder, las relaciones de poder deben ser entendidas como siendo "a la vez intencionales
y no subjetivas". Es decir, su apego a una visión estratégica -ejerciéndose merced a un
"cálculo", a una "serie de miras y objetivos"- no sería el resultado "de la escogencia o la
decisión de un sujeto individual" (VS, 125). Si hay una racionalidad en el poder, no
debe buscársele en una suerte de gobierno supremo (grandes aparatos, castas, grupos,
clases); más bien, "la racionalidad del poder es la de las tácticas a menudo muy
explícitas en el nivel limitado en que se inscriben" (VS, 125). Así, las relaciones de
poder estructuradas en el "campo de las posibles acciones" de un sujeto, condicionarían
la acción de éste; dejando, por tanto, de ser concebido el poder como algo que el sujeto
se apropia para ponerlo en juego en la confrontación con sus adversarios l9.
Esta conceptualización del poder que, frente al contra-modelo jurídico discursivo, opone
el punto de vista del objetivo al privilegio de la ley; el punto de vista de la eficacia
táctica al privilegio de la prohibición y que, frente al privilegio de la soberanía opone
"el análisis de un campo múltiple y móvil de relaciones de fuerza en el que se producen
efectos globales, pero nunca totalmente estables, de dominación" (VS, 135); esta
conceptualización del poder, repito, es a la que Foucault ya se refería, en Vigilar y
Castigar, como una "microfisica del poder" 20.
Si al modelo jurídico-discursivo corresponde la metáfora de la mecánica clásica, a esta
nueva concepción, ciertamente -y sólo a modo ilustrativo-, le conviene la metáfora del
estudio microfísico del movimiento. Y ello por algunas razones.
Primero, porque así como en la mecánica cuántica se sacuden los fundamentos
galileanos de la física al "destruir la convicción de que la descripción física es realista,
en el sentido tradicional de esta palabra, y que el lenguaje de la física representa las
propiedades de un sistema independientemente de las condiciones de experimentación y
de medida" 21; así, la concepción microfísica del poder deja claramente sentadas las
limitaciones del modelo jurídico-discursivo.
Segundo, porque así como de la teoría microfísica del movimiento de las partículas se
consigue como caso particular el movimiento descrito por la mecánica clásica para los
cuerpos con masa; así, el modelo microfísico del poder absorbe la concepción jurídico
discursiva como la visión periférica y externa del campo de fuerzas que conforma el
dominio de las relaciones de poder.
Por último, porque así como la microñsica del movimiento se estructura en torno a un
campo cuántico en el que las fuerzas son concebidas como interacciones de partículas
que, precisamente gracias a tales interacciones originan un tipo de fuerza particular
(débiles) fuertes, electromagnéticas y gravitatorias); así, en la microfísica del poder son
las "acciones sobre las acciones" de los sujetos, en un dominio específico de la
experiencia, las que originan el "campo de relaciones de fuerza" en el que se estructuran
las "relociones de poder", tanto como los "enjambres de resistencia" 22.

(19) Couzens Hoy sugiere, al respecto, la analogía con el juego de ajedrez en el que la captura de una pieza no obedecería al
enfrentamiento de dos piezas, sino al "efecto del arreglo global de las piezas tanto como de la estrategia puesta en acción".
Cf. "Power, Repression, Progress" in op. cit., p. 135.
(20) Una microfisica del poder implica "que se renuncie a la oposición violencia-ideología, a la metáfora de la propiedad, al
modelo del contrato o al de la conquista" (VC, 35).
(21) Prigogine, I., "Physique, temps et devenir", Masson,1982, p. 59.
(22) Claro está que la metáfora se agota cuando caemos en cuenta que en el caso de la física se sigue concibiendo el
intercambio entre las partículas como una suerte de comercio de "partículas" virtuales; así, por ejemplo, las fuerzas
electromagnéticas tendrían su origen en intercambios de fotones, aún cuando no visibles.

El cometido de Foucault de una analítica del poder se proponía no sólo esclarecer sus
condiciones de posibilidad y su estructuración conceptual, sino además el proceder
metódico para su estudio.
A este segundo propósito ya responden en algo la propia conceptualización hasta aquí
resumida. No obstante, se agregan unas consideraciones finales en las que Foucault -de
modo más explícito- se refiere a este aspecto. Pero, ¿qué es lo que en resumen ha
quedado ya claro respecto al proceder metódico?
Abandonar la concepción jurídica del poder oponiéndole el modelo estratégico,
corresponde a la impostergable tarea de quien quiera comprender cabalmente "los
nuevos procedimientos del poder que funcionan no ya por el derecho sino por la técnica,
no por la ley sino por la normalización, no por el castigo sino por el control y que se
ejercen en niveles y formas que rebasan al Estado y sus aparatos" (VS, 118). La
analítica de tales procedimientos de poder no puede menos que comenzar a partir de los
"mecanismos infinitesimales que tienen su propia historia, su propia trayectoria, sus
propias técnicas y táctica" 23; en una palabra, tiene su punto de arranque en la analítica
interpretativa de algunos núcleos de experiencia, a partir de la cual se podría ver "cómo
esos mecanismos de poder han sido -y continúan siendo lo investidos, colonizados,
utilizados, transformados, desplazados, extendidos, etc.; por mecanismos siempre más
generales..." (ibid.).
Con el cuidado que caracteriza a su retórica, se refiere Foucault a sus consideraciones
de orden metódico como "prescripciones de prudencia" más que como "imperativos de
método" (quizás no haga con ello otra cosa que recordarnos que la analítica del poder
corresponde al estudio de uno de los aspectos cuyo análisis es exigido por la triple
constitución de la experiencia).
Cuatro "reglas" son enunciadas al respecto (de inmanencia, de las variaciones continuas,
del doble condicionamiento y de la polivalencia táctica de los discursos) en las que
subyace la intención de dejar en claro no sólo la estrecha conexión entre formas del
saber y mecanismos de poder, sino además el que las formas discursivas de un núcleo
de experiencia constituyen el material más precioso para el practicante de la analítica
interpretativa. Veamos en qué consisten tales reglas 24.

(23) Foucault M., citado por A. Davidson in op. cit., p. 226

1) Regla de inmanencia: Su máxima sería "partir de los "focos locales" de poder-saber",


por cuanto que, así como las relaciones de fuerza que constituyen al poder son
inmanentes al dominio del análisis, las técnicas del saber referidas a ese dominio
también lo son. "Entre técnicas de saber y estrategias de poder no hay ninguna
exterioridad, incluso teniendo cada una su rol específico y articulándose una con otra a
partir de su diferencia" (VS,130).
2) Regla de las variaciones continuas: su máxima la constituye el no ver en las
relaciones de poder-saber formas dadas de repartición sino más bien "matrices de
transformación". Y ello porque algo así como un "poder distribuido" y un "saber
apropiado" no representan más que "cortes instantáneos de ciertos procesos ya de
refuerzo acumulado del elemento más fuerte, ya de inversión de la relación, ya de
crecimiento simultáneo de ambos términos" (VS,131).
3) Regla del doble condicionamiento: habría que postular un doble condicionarniento
entre estrategias y tácticas; las primeras haciendo funcionar a las segundas y éstas, a su
vez, dándole especificidad a aquellas. No es posible concebir "focos locales" y
"matrices de transformación" que no operen merced a una estrategia, pero menos
"ninguna estrategia podría asegurar efectos globales si no se apoyase en relaciones
precisas y tenues que le sirven, no de aplicación y consecuencia, sino de soporte y punto
de anclaje". Estrategias y tácticas no son ni niveles, ni mucho menos homogéneos; no
"uno microscópico y otro macroscópico", pero tampoco "una proyección aumentada o
miniaturización del otro" (VS, 132).
4) Regla de la polivalencia de los discursos: si las formas del poder-saber adquieren su
expresión tácita en formas discursivas, debe tenerse siempre presente que "los discursos
son elementos o bloques tácticos en el campo de las relaciones de fuerza; pudiendo, por
el contrario, circular sin cambiar de forma entre estrategias opuestas" (VS, 134-5).
Queda incluida como forma discursiva posible, su aparente negación: el silencio; el cual
es uno más en la multiplicidad de elementos discursivos propios y admisibles en
estrategias diversas. "El discurso transporta y produce poder; lo refuerza pero también
lo mina, lo expone, lo torna frágil y permite obstaculizarlo. Así mismo, el silencio y el
secreto abrigan el poder, anclan sus prohibiciones; pero también aflojan sus
apresamientos y negocian tolerancias más o menos obscuras" (VS, 133).
(24) No está demás recordar que el autor las enuncia a propósito del estudio de la sexualidad.
Debe resultar casi obvio que detrás de los postulados de las dos primeras reglas resuena
el eco del momento arqueológico de la analítica interpretativa, y tras de las dos últimas
reglas hay como un efecto de solicitud por el momento genealógico.

"Foucault never read our current situación into the human condition and then tricd to
base an ethics on authentically living in terms of presumed universal human realitey".

H. Dreyfus - P. Ravinow

III. EL NOMINALISMO DE FOUCAULT FRENTE A LA NOCION DE PODER

La sentencia es sin ambages. Comienza Foucault su definición del poder como un "il me
semble qu'il faut comprendre", para decirlo, más adelante, "hay que ser sin duda
nominalista: el poder... es el nombre que se presta para una situación estratégica
compleja en una sociedad dada" (VS,123).
A quien supo trazar la arqueología de las ciencias humanas; a quien lúcidamente
desbrozó el trasfondo de estas ciencias como portadoras concretas de una "analítica de
la finitud" 25, resultaría harto difícil verlo dar vuelta atrás a la edad clásica postulando
una suerte de nominalismo absoluto. Y sin embargo, ¿cómo entender el nominalismo
referido a la noción de poder, sobre todo si se tiene en cuenta la pretensión foucauldiana
de hacer pertenecer su trabajo global a la empresa constructora de una ontología de
nosotros mismos?
Quisiera concluir sugiriendo la hipótesis de que no hay en esto contradicción alguna, y
aventurando una explicación ajustada al marco de lo expuesto en este escrito.
Si la tarea intelectual desarrollada por Foucault fue un ejercicio filosófico que se trazaba
como apuesta "saber en qué medida el trabajo de pensar su propia historia puede liberar
al pensamiento de lo que piensa en silencio y permitirle pensar de otro modo" 26; si la
tarea del intelectual la ve Foucault como consistiendo en la identificación de las formas
e interrelaciones específicas que la verdad y el poder han tomado en nuestra historia" 27,
resulta justo entonces comprender que su analítica del poder no podía postularla al
modo de una teoría definitiva y, en consecuencia, la noción de poder no podía menos
que obedecer al nominalismo.
(25) Cf. "Les Mots, et les choses", Gallimard,1966; p.p. 323-329.
(26) Foucault, M., "Usage des plaisirs et tecliniques de so¡", in Le Débat; No. 27, 1983,p.52.
(27) Dreyfus, H. and Rabinow, P.; op. cit., p.116.

Pero es que, además, debe tenerse presente que la analítica del poder tan sólo
corresponde a la exégesis de uno de los ejes constitutivos de la experiencia. Y no sólo
porque está referida a un solo eje, sino porque no se agota en la sola dimensión definida
por tal eje.
En efecto, lo que es constitutivo de la experiencia es el estar definida por un espacio que
se conforma a partir de las dimensiones trazadas por las formas de las prácticas
discursivas que articulan el saber, por las matrices normativas de comportamiento -en
las que se ubican las formas de poder- y por las formas de subjetividad por las que el
individuo se reconoce como sujeto. Cada una de estas dimensiones no puede ser vista
sin referencia a las otras (hemos visto como Foucault habla constantemente de formas
del saber-poder), siendo lo fundamental en la analítica interpretativa de la experiencia el
dar cuenta de la articulación de esas tres dimensiones en relación con un dominio
específico.
Mas, lo que hace posible recorrer ese "espacio interpretativo" de la experiencia es, sin
duda alguna, la analítica de las formas discursivas referidas a cada eje y relativas a un
dominio en particular.
Por ello creemos que detrás de la constitución de ese "espacio interpretativo de la
experiencia" no puede verse más que el postulado firme que sirve de asiento para el
punto de vista siempre relativo a partir del cual -y por medio de la conexión de los
momentos arqueológicos y genealógicostoma forma la analítica de las formas
discursivas. Sobre ese fondo, toda referencia al ente constitutivo de cualquiera de los
ejes que definen el espacio interpretativo no puede más que ser nominalista.
Permitirle pensar al pensamiento de otro modo es una tarea que, para el ejercicio
filosófico crítico llevar a cabo en toda su plenitud, exige consideraciones de esta
naturaleza.
Así puede entenderse que al pensamiento foucauldiano no se le adecue cualquier casilla
disciplinaria de las tantas que han pretendido adjudicársele; tarea que, tal vez sin
sarcasmo, decía Foucault debía dejársele a los burócratas 28. Y si alguna casilla
intelectual puede corresponderle adecuadamente, quizás lo sea la de interpretivismo
crítico; precisamente por no ser éste una casilla. Al practicante de la analítica
interpretativa le corresponde actuar transdisciplinariamente por necesidad; pero por
encima de todas las disciplinas que le sea menester recorrer estará siempre el ejercicio
filosófico, "si por lo menos éste es todavía hoy lo que fue, es decir una "ascesis", un
ejercicio de sí, en el pensamiento" 29.
(28) Cuando su oficio se corresponde con ubicara los intelectuales en disciplinas, no pueden hacer cosa distinta que ejercer
normas, precisamente, disciplinarias.
(29) Foucault, M.; ibid. p. 54.

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