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CS Antropología 180

e) La persona humana

Para Buenaventura, «la persona es la expresión de la dignidad


y de la nobleza de la naturaleza racional. Y esta nobleza no es una
cosa accidental, sino que pertenece a su esencia» 56. La naturaleza
racional es algo esencialmente personal y únicamente ella es
personal, como sucede en Dios, en el ángel y en el hombre.
El maestro franciscano, debido a su espíritu abierto y
pacificador, acepta sin dificultad las interpretaciones tradicionales
que se habían formulado en torno a la persona, sin que eso
signifique que él se identifique con ellas como si fueran definitivas
e intocables. Admite ciertamente y desarrolla la definición de
Boecio sobre la persona como «una sustancia individual de
naturaleza racionab 57. Pero al mismo tiempo se observa que no le
satisface plenamente y trata de completarla con una nueva
dimensión: la relación, como constitutivo esencial de la persona.
«La persona, además, se define por la sustancia o por la relación; si
se define por la relación, la persona y la relación serán conceptos
idénticos» 58. Es decir, que la relación en la persona no es
simplemente algo accidental sino óntico y esfructural.
El concepto de persona es uno de los más ambiguos que se conocen
en la historia de la filosofia debido a su origen, adaptaciones y
transformaciones. Cuando Boecio definió la persona como «sustancia
individual de naturaleza racional» estaba aplicando al hombre la noción
aristotélica de ousia o substantia, que Aristóteles adjudicó
primeramente a las cosas naturales. Así se comprende que a la persona,
al hombre, se le considerara como una hypóstasis o suppositum, como
a las demás cosas, aunque de naturaleza racional. La persona, pues,
vendría a ser una cosa, aunque más digna por estar dotada de razón, es
decir, una supercosa.
Prescindiendo ahora del origen histórico de la palabra persona en su
conexión con el teatro y posteriormente con el derecho, en el pensamiento
escolástico el concepto de persona primariamente tuvo un sentido teológico,
porque se aplicó a las personas divinas; y sólo de un modo derivado se
adaptó al ser humano, al que se concebía simplemente como hombre. La
persona divina no puede interpretarse en modo alguno como una cosa. Por
eso Buenaventura, incómodo con la definición boeciana, le dota de una
nueva dimensión: la relación 59 Esta nueva realidad, la relación, aplicada
propiamente a las personas divinas, y por analogía a la persona humana, da
un matiz de novedad y nos abre a nuevas perspectivas.
11 Sent. d.3 p.l a.2 q.2 ad 1 (11 107).

MT'. q.2 a.2 n.9 (V 660.


| Sent. d.25 a.l q.l concl. (1 4369.
71
2. El hombre según San Buenaventura
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La relación en el pensamiento bonaventuriano significa respectividad, referencia, y polaridad como intrínseca de una persona a
otra persona o cosa. El hombre, como ser relacionado, implica estar relacionado, abierto a, volcado a otras realidades distintas
de él, que le sitúan y le condicionan en incesante simbiosis. El existente humano se encuentra estructuralmente referenciado y
ontológicamente religado; y desde su constitutivo ser-en-sí se despliega dinámicamente en un ser-para-los-demás. En este
proceso concéntrico y gradualmente expansivo y comunicativo, el hombre vive y se realiza en tensión dialéctica no sólo como
método sino también como movimiento real.
La persona humana es una especie de cita amorosa en donde se encuentran Dios, como el ser fundante y justificante, los otros
hombres, con los que constituye comunidad, y las cosas como su complemento necesario. En el pensamiento del maestro
franciscano la persona se perfila claramente en su doble vertiente: ontológica y significativa, es decir, una realidad que tiene su
propia estructura óntica individual y, al mismo tiempo, su referenciabilidad e intencionalidad mundana, social y trascendente.
El existente humano es intrínsecamente solidario, pues «la persona humana es para otro y, por consiguiente, es la que traba
relación».
La categoría relación no es puramente predicamental o accidental, como acontece en otras filosofias de tipo aristotélico, sino
trascendental o esencial. El hombre, desde sí mismo, se encuentra proyectado y orientado a otras realidades: al mundo, a los
otros y a Dios. Este hecho de estar relacionado no es, pues, algo casual sino constitutivamente formal y configurador que hace
que la persona, desde «su singularidad, incomunicabilidad y suprema dignidad», esté viviendo con las cosas, con los demás y
en apertura radical al Creador. La antropología bonaventuriana posee un carácter eminentemente dinámico y el hombre no es
un estado sino un proceso.
El hombre, como imago Dei, es la razón fundamental de la antroPología del maestro franciscano. La imagen de Dios en el
hombre consiste en que tiene algo de infinito en el conocer y en el amar. El hombre, creado a imagen de Dios, posee una
capacidad divina de in finito en el conocer y en el amar; y sólo será radicalmente feliz con la posesión de ese infinito, que la

Con la gracia, la imagen


gracia puede otorgar. «La graci hace deiforme y eleva a la fruición beatífica».

de Dios se transforma en semejanza y participación de la


naturaleza divina. La imagen natural de creación se convierte
por la gracia en semejanza de recreación. De este modo, el
hombre se configura en una sítesis proporcionada de finitud e
infinitud. Ahí reside su grandeza y su tormento.
Isent. (1.9 q.2 sol.3 (1 183).
62 Hex. coll.12 n.14 (V 386).
Illsent. (1.5 a.2 q.2 ad I (111 1329.
Brev. P.S n.4 (V 252).
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burnana cs una cspccic dc cita amorosa en donde se Dios,
como cl ser fundantc y justificante, los otros horn-
brcs, con los que constituye comunidad, y las cosas como su
cornplemento necesario, En cl pensamiento del maestro
franciçcano la persona se perfila claramente en su doble
vertiente: ontológica y significatlva, es decir, una realidad que
tiene su propia estructura óntica jndlvidual y, al mismo tiempo,
su referenciabilidad e intencionalidad mundana, social y
trascendente, El existente humano es intrínsecamente
solidario, pues «la pcrsona humana es para otro y, por
consigujcnte, es la que traba relación» 60.
La categoría relación no es puramente predicamental o
accidental, como acontece en otras filosofias de tipo
aristotélico, sino trascendental o esencial 61 , El hombre, desde
sí mismo, se encuentra proyectado y orientado a otras
realidades: al mundo, a los otros y a Dios, Este hecho de estar
relacionado no es, pues, algo casual
bino constitutivamente formal y configurador que hace que la
perbona, desde «su singularidad, Incomunicabilidad y suprema
dignidad» 62, esté viviendo con las cosas, con los demás y en apertura
radical al Creador, La antropología bonaventuriana posee un caráctct
eminentemente dinámico y el hombre no es un estado sino un
proceso.
El hombre, como imago Dei, es la razón fundamental de la
antro del maestro franciscano. La imagen de Dios en el

1
Sent, d9 a.un, BOJ.3 (1 183).
colin (V 386).
Ifrev. P.S C.I a.2 q.2 (V ad 232),J 1325),
hombre consiste en que tiene algo de infinito en el conocer y en
el amar El hombre, creado a imagen de Dios, posee una
capacidad divina de infinito en el conocer y en el amar; y sólo
será radicalmente feliz con Posesión de ese infinito, que la gracia
puede otorgar «La gracia hue deiforme y eleva a la fruición
beatífica» Con la gracia, la ten de DIOS ge transfonna en
semejanza y participación de la natuta za divina, La imagen
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