Departamento de Filosofía
Seminario Anomalías de la lectura
Profesora Marcela Rivera
De esta manera, es que la lectura actúa desde una operación similar a la danza
contacto puesto que consiste en un acontecimiento que desestabiliza el ejercicio
hermenéutico tradicional que pretende descifrar un sentido único del texto. Esta
relación de la danza contacto y la lectura en tanto acontecimientos
desestabilizadores, me permite resolver en este ensayo o más bien, acercarme a la
idea de la lectura como movimiento.
La danza contacto fue creada por Steve Paxton a principio de la década de los 70 en
el marco de movimientos contraculturales de la época. Tiene sus influencias en el
desarrollo de la vanguardia de la danza moderna, la danza social, artes marciales, la
capoeira y el deporte.
Consiste en dos o más cuerpos que responden de forma improvisada al movimiento
y el tacto del otro. Explorando en el acto mismo distintos movimientos que surgen
del contacto físico, como intercambios de pesos, caídas, choques y desplazamientos
en el espacio.
Se constituye como una práctica heterogénea puesto que puede participar cualquier
cuerpo, independiente de la edad, género y habilidad, de hecho no es necesario que
sean bailarines. Se basa en la improvisación y en la espontaneidad, debido a que no
existen movimientos premeditados por un coreógrafo, ni tampoco requiere
necesariamente de música. Acá los movimientos que tradicionalmente surgen de
alguna técnica específica son reemplazados por movimientos reflejos que se
desarrollan en el momento que los cuerpos entran en contacto.
“el autor está considerado como eterno propietario de su obra, y nosotros, los
lectores, como simples usufructuadores: esta economía implica evidentemente un
tema de autoridad: el autor, según se piensa, tiene derechos sobre el lector, lo
obliga a captar un determinado sentido de la obra, y este sentido, naturalmente, es
el bueno, el verdadero (…) lo que se trata de establecer es siempre lo que el autor
ha querido decir, y en ningún caso lo que el lector entiende”1
1
Barthes, R. “El susurro del lenguaje”. Barcelona:Editorial Paidós. Capítulo: Escribir la lectura, p.36
Ante esta operación hermenéutica hay algo en la experiencia de la lectura que no se
deja contener ya que siempre responde a distintos cuerpos, ritmos, capacidades
distintas que se presentan en el cada vez de la lectura.
Del mismo modo en que el lector aparece cuando muere el autor, es decir, el sujeto
dueño de la obra y por lo tanto de su sentido. Con la aparición de la danza contacto
muere la intencionalidad del coreógrafo puesto que en ella los movimientos no están
pautados previamente sino que nacen del devenir de la improvisación. De esta
manera, la improvisación en la danza contacto no es medio para un fin sino que es
contexto de la danza misma.
Pero además de liberarse del sentido que da el coreógrafo, también el mismo bailarín
sufre un descentramiento de su eje gravitatorio en el encuentro con otro cuerpo de
forma improvisada. Siendo llevado a una experiencia de desajuste, incertidumbre y
riesgo. Al igual que el desajuste que sufre el lector cuando se ve enfrentado a
escrituras dislocadoras que aparecen con el acontecimiento de la literatura, puesto
que no están elaboradas desde la intención de una reunión de un único sentido que
sea posible descifrar, sino que se vuelven un lugar desconocido sin autoría.
Esta experiencia singular que tiene el lector frente a la obra literaria, implica un
exceso en el sujeto puesto que la lectura produce un cuerpo alterado. Esto se debe a
que “en la lectura, todas las conmociones del cuerpo están presentes, mezcladas,
enredadas: la fascinación, la vacación, el dolor, la voluptuosidad”. 2
En este
sentido, la lectura implica una experiencia corporal en la que se ve envuelto el sujeto
lector.
2
Ibid. P.46
Leer es hacer trabajar nuestro cuerpo y este excede nuestra conciencia, ya que en él
se constituye la singularidad de la lectura. Puesto que no se pude leer sin implicar el
placer que explora el cuerpo, tanto en su relación fetichista con el texto al sentir
cierto en placer en las combinaciones de palabras como el deseo de querer seguir
leyendo o el deseo que surge de escribir.
Esta aparición de la danza contacto como irrupción de la danza clásica y las que han
evolucionado a partir de esta, como la danza moderna que si bien ocupa la
improvisación, no es como un fin en sí misma sino que es para descubrir nuevos
movimientos que luego serán organizados en una composición coreográfica.
3
Ibid. P. 42
A partir de esta interrupción es que desprendo la idea de la lectura como danza
liberada de la técnica y en este sentido, como puro fluir del movimiento.
Esta nueva forma de entender la lectura como una danza ligera surge con el
acontecimiento de la literatura que permite según Blanchot destituir el poder del
escritor sobre la obra puesto que esta solo tiene lugar en la intimidad del que escribe
y el que lee, es decir, en el cada vez de la lectura, sin esta relación lo que hay es solo
un libro. A esto le va a llamar Blanchot “espacio literario”.
Ante este espacio donde la obra es liberada de todo autor, el lector debe aventurarse
a la experiencia de la lectura, fluir en ella sin tratar de fijar un sentido. Esta se
trataría de un encuentro indeterminado que no es regido ante la intencionalidad de
un otro, por lo tanto se encuentra desprovista de una estructura previa.
De ahí que “En la lectura, al menos en el punto de partida de la lectura, hay algo
vertiginoso que parece al movimiento irrazonable por el cual queremos abrir a la
vida ojos ya cerrados, movimiento vinculado al deseo que, como la inspiración es
un salto, un salto infinito: quiero leer aquello que, sin embargo, no está escrito”4
En este sentido, no hay autor al cual dirigirse, ni es posible interrogar el texto para
descifrar su verdad. “Leer es abrir para liberar lo que se halla encerrado, pero lo
que se abre es una tumba, y no hay allí nada que se haga plenamente
presente”5Ante esto la lectura se desplaza con nuevos pasos, improvisa una danza
que siempre tiene ritmos nuevos en cada cuerpo que se aventura a la intimidad con
la obra.
No existe una sola forma de leer o una ciencia de la lectura que nos permita saber
qué pasos seguir para tener la certeza de lo que quiere decir el texto.
4
Blanchot, M. El espacio literario. Madrid: Editora Nacional, 2002. Capítulo 6, p.175
5
Billi, N. Blanchot y Nietzche. Una danza en torno a la tumba. P.330
De este modo, hay en ella una cierta libertad que había sido aprisionada por la
tradición hermenéutica que forzó a una cierta disposición del cuerpo que debía estar
atento y sujeto a la conciencia que descifraría el verdadero sentido de lo que quiso
decir el autor.
Pero la lectura literaria tiene contenida en ella una ligereza que no es posible captar,
que es múltiple en el cada vez de la lectura y a la vez opaca en el sentido de que
nunca encuentra algo realmente, algo que sea posible fijar. La lectura, en efecto, es
“una danza con un compañero invisible en un espacio separado, una danza
dichosa, apasionada danza con la “tumba”6
Es por esto que el escritor nunca sabe lo que escribe, porque en el cada vez de la
lectura el bailarín/lector produce nuevos movimientos que nacen y mueren en el
instante. Por lo tanto, la lectura no agrega sino que es la operación que permite que
la obra exista: es y en este sentido, no puede ser detenida, ni fijada, está en constante
movimiento.
6
Blanchot, M. El espacio literario. Madrid: Editora Nacional, 2002. Capítulo 6, p.177
7
Ibid. Cap 7, p.202
Bibliografía: