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Umce

Departamento de Filosofía
Seminario Anomalías de la lectura
Profesora Marcela Rivera

La lectura como movimiento


Por Pamela Contreras Cifuentes.

En este ensayo abordaré la experiencia de la lectura desde la figura de la danza, es


decir, como una experiencia que en sí misma implica movimiento. Para esto me
basaré específicamente en la danza contacto como un fenómeno que viene a
desestabilizar la técnica clásica de la danza y a desligarse principalmente del
principio unificador que entrega el coreógrafo.

De esta manera, es que la lectura actúa desde una operación similar a la danza
contacto puesto que consiste en un acontecimiento que desestabiliza el ejercicio
hermenéutico tradicional que pretende descifrar un sentido único del texto. Esta
relación de la danza contacto y la lectura en tanto acontecimientos
desestabilizadores, me permite resolver en este ensayo o más bien, acercarme a la
idea de la lectura como movimiento.

Danza contacto o Contact improvisación:

La danza contacto fue creada por Steve Paxton a principio de la década de los 70 en
el marco de movimientos contraculturales de la época. Tiene sus influencias en el
desarrollo de la vanguardia de la danza moderna, la danza social, artes marciales, la
capoeira y el deporte.
Consiste en dos o más cuerpos que responden de forma improvisada al movimiento
y el tacto del otro. Explorando en el acto mismo distintos movimientos que surgen
del contacto físico, como intercambios de pesos, caídas, choques y desplazamientos
en el espacio.

Se constituye como una práctica heterogénea puesto que puede participar cualquier
cuerpo, independiente de la edad, género y habilidad, de hecho no es necesario que
sean bailarines. Se basa en la improvisación y en la espontaneidad, debido a que no
existen movimientos premeditados por un coreógrafo, ni tampoco requiere
necesariamente de música. Acá los movimientos que tradicionalmente surgen de
alguna técnica específica son reemplazados por movimientos reflejos que se
desarrollan en el momento que los cuerpos entran en contacto.

Relación de la danza contacto con la lectura literaria:

La experiencia de la lectura desde su concepción clásica ha consistido en un


desciframiento del sentido del texto. Es decir, existe un texto que contiene una cierta
intencionalidad del autor y que por lo tanto hay que descubrir para hacer una
correcta lectura. Como lo plantea Barthes en la siguiente cita:

“el autor está considerado como eterno propietario de su obra, y nosotros, los
lectores, como simples usufructuadores: esta economía implica evidentemente un
tema de autoridad: el autor, según se piensa, tiene derechos sobre el lector, lo
obliga a captar un determinado sentido de la obra, y este sentido, naturalmente, es
el bueno, el verdadero (…) lo que se trata de establecer es siempre lo que el autor
ha querido decir, y en ningún caso lo que el lector entiende”1

1
Barthes, R. “El susurro del lenguaje”. Barcelona:Editorial Paidós. Capítulo: Escribir la lectura, p.36
Ante esta operación hermenéutica hay algo en la experiencia de la lectura que no se
deja contener ya que siempre responde a distintos cuerpos, ritmos, capacidades
distintas que se presentan en el cada vez de la lectura.

No es posible crear una ciencia de la lectura, si siempre es un ejercicio individual


que contiene en él también cierto deseo del lector, pero para que este aparezca debe
callar la voz del autor y su intencionalidad.

Del mismo modo en que el lector aparece cuando muere el autor, es decir, el sujeto
dueño de la obra y por lo tanto de su sentido. Con la aparición de la danza contacto
muere la intencionalidad del coreógrafo puesto que en ella los movimientos no están
pautados previamente sino que nacen del devenir de la improvisación. De esta
manera, la improvisación en la danza contacto no es medio para un fin sino que es
contexto de la danza misma.

Pero además de liberarse del sentido que da el coreógrafo, también el mismo bailarín
sufre un descentramiento de su eje gravitatorio en el encuentro con otro cuerpo de
forma improvisada. Siendo llevado a una experiencia de desajuste, incertidumbre y
riesgo. Al igual que el desajuste que sufre el lector cuando se ve enfrentado a
escrituras dislocadoras que aparecen con el acontecimiento de la literatura, puesto
que no están elaboradas desde la intención de una reunión de un único sentido que
sea posible descifrar, sino que se vuelven un lugar desconocido sin autoría.

Esta experiencia singular que tiene el lector frente a la obra literaria, implica un
exceso en el sujeto puesto que la lectura produce un cuerpo alterado. Esto se debe a
que “en la lectura, todas las conmociones del cuerpo están presentes, mezcladas,
enredadas: la fascinación, la vacación, el dolor, la voluptuosidad”. 2
En este
sentido, la lectura implica una experiencia corporal en la que se ve envuelto el sujeto
lector.

2
Ibid. P.46
Leer es hacer trabajar nuestro cuerpo y este excede nuestra conciencia, ya que en él
se constituye la singularidad de la lectura. Puesto que no se pude leer sin implicar el
placer que explora el cuerpo, tanto en su relación fetichista con el texto al sentir
cierto en placer en las combinaciones de palabras como el deseo de querer seguir
leyendo o el deseo que surge de escribir.

En este sentido, la lectura desborda la supremacía del sujeto consciente entendido


como cogito cartesiano, al estar implicado en ella como experiencia singular el
despliegue del placer de cada cuerpo respecto al texto. “La lectura sería el gesto del
cuerpo (pues, por supuesto, se lee con el cuerpo) que, con un solo movimiento,
establece su orden y también lo pervierte: sería un suplemento interior de
perversión”3

Lo cual guarda relación con el desplazamiento que hace la danza contacto de la


tradición occidental que plantea la oposición mente/cuerpo, la cual ha influido en la
tradición de la danza bajo la preeminencia de la mente sobre el cuerpo como
resguardo de la soberanía del sujeto, a través de la narración o siendo el cuerpo mero
vehículo de expresión de sentimientos. La manera en que esta dicotomía es
desplazada, es a partir de los movimientos rápidos que surgen como respuesta del
contacto de los cuerpos, que liberan al bailarín de un estado de conciencia
intencional ya que surgen en él movimientos reflejos.

La lectura como danza

Esta aparición de la danza contacto como irrupción de la danza clásica y las que han
evolucionado a partir de esta, como la danza moderna que si bien ocupa la
improvisación, no es como un fin en sí misma sino que es para descubrir nuevos
movimientos que luego serán organizados en una composición coreográfica.

3
Ibid. P. 42
A partir de esta interrupción es que desprendo la idea de la lectura como danza
liberada de la técnica y en este sentido, como puro fluir del movimiento.

Esta nueva forma de entender la lectura como una danza ligera surge con el
acontecimiento de la literatura que permite según Blanchot destituir el poder del
escritor sobre la obra puesto que esta solo tiene lugar en la intimidad del que escribe
y el que lee, es decir, en el cada vez de la lectura, sin esta relación lo que hay es solo
un libro. A esto le va a llamar Blanchot “espacio literario”.

Ante este espacio donde la obra es liberada de todo autor, el lector debe aventurarse
a la experiencia de la lectura, fluir en ella sin tratar de fijar un sentido. Esta se
trataría de un encuentro indeterminado que no es regido ante la intencionalidad de
un otro, por lo tanto se encuentra desprovista de una estructura previa.

De ahí que “En la lectura, al menos en el punto de partida de la lectura, hay algo
vertiginoso que parece al movimiento irrazonable por el cual queremos abrir a la
vida ojos ya cerrados, movimiento vinculado al deseo que, como la inspiración es
un salto, un salto infinito: quiero leer aquello que, sin embargo, no está escrito”4

En este sentido, no hay autor al cual dirigirse, ni es posible interrogar el texto para
descifrar su verdad. “Leer es abrir para liberar lo que se halla encerrado, pero lo
que se abre es una tumba, y no hay allí nada que se haga plenamente
presente”5Ante esto la lectura se desplaza con nuevos pasos, improvisa una danza
que siempre tiene ritmos nuevos en cada cuerpo que se aventura a la intimidad con
la obra.

No existe una sola forma de leer o una ciencia de la lectura que nos permita saber
qué pasos seguir para tener la certeza de lo que quiere decir el texto.

4
Blanchot, M. El espacio literario. Madrid: Editora Nacional, 2002. Capítulo 6, p.175
5
Billi, N. Blanchot y Nietzche. Una danza en torno a la tumba. P.330
De este modo, hay en ella una cierta libertad que había sido aprisionada por la
tradición hermenéutica que forzó a una cierta disposición del cuerpo que debía estar
atento y sujeto a la conciencia que descifraría el verdadero sentido de lo que quiso
decir el autor.

Pero la lectura literaria tiene contenida en ella una ligereza que no es posible captar,
que es múltiple en el cada vez de la lectura y a la vez opaca en el sentido de que
nunca encuentra algo realmente, algo que sea posible fijar. La lectura, en efecto, es
“una danza con un compañero invisible en un espacio separado, una danza
dichosa, apasionada danza con la “tumba”6

El lector se abandona a lo desconocido, en un recorrer rápido por las palabras y


despreocupado por la finalidad va descubriendo múltiples sentidos sin poder
contener ninguno. En este sentido, también es creación ya que siempre es nueva, “el
“lector” es aquél por quien la obra se dice de nuevo, no dicha de nuevo en una
repetición cansadora, sino sostenida en su decisión de palabra nueva, inicial”7

Es por esto que el escritor nunca sabe lo que escribe, porque en el cada vez de la
lectura el bailarín/lector produce nuevos movimientos que nacen y mueren en el
instante. Por lo tanto, la lectura no agrega sino que es la operación que permite que
la obra exista: es y en este sentido, no puede ser detenida, ni fijada, está en constante
movimiento.

6
Blanchot, M. El espacio literario. Madrid: Editora Nacional, 2002. Capítulo 6, p.177

7
Ibid. Cap 7, p.202
Bibliografía:

- Blanchot, M. “El espacio literario”. Madrid: Editora Nacional, 2002


- Barthes, R. “El susurro del lenguaje”. Barcelona:Editorial Paidós.
- Silvia Citro y Patricia Ashieri. “Cuerpos en movimiento”. Buenos
Aires: Editorial Biblos, 2012
- Menacho, M. (2008) “El potencial crítico de la danza contacto en la
construcción de subjetividad” .Jornadas de Cuerpo y Cultura de la
UNLP, 15 al 17 de mayo de 2008, La Plata.
Disponible en Memoria Académica: -
http://www.fuentesmemoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.673
/ev.673.pdf.
- Billi, Noelia. “Blanchot y Nietzshe. Una danza en torno a la tumba”

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