Sin embargo no hay que confundir la sempiterna “auri sacra fames”, la simple
avaricia con el capitalismo pues, frente al deseo inmoderado de conseguir dinero
de cualquier modo el capitalismo admite que no todo vale. El fin es la acumulación
de beneficios por ellos mismos pero esta acumulación de beneficios debe
realizarse de manera respetuosa con las normas del juego económico. La estafa,
la malversación, el desfalco o el nepotismo no son comportamientos aceptables
dentro de la economía capitalista, de hecho la persecución de la corrupción
económica en las sociedades capitalistas es un hito casi sin precedentes en la
historia de la humanidad. A diferencia de la simple ansia de dinero el capitalismo
acepta unas reglas precisas y más o menos inquebrantables para el juego
económico.
El capitalismo ha estado muchas veces a punto de instaurarse, en la Antigüedad
mediterránea o en Oriente, pero siempre chocó con la mentalidad “tradicionalista”
según la cual un hombre trabaja con el propósito de vivir o, como mucho, de vivir
bien. Muchos mercaderes hacían un capital que usaban para acceder a la nobleza
o para vivir de las rentas, esto rompía la dinámica capitalista de buscar más y más
riquezas e invertir los beneficios en obtener más beneficios. En pugna con la
mentalidad natural según la cual la riqueza es un medio y no un fin en si misma el
capitalismo tuvo difícil imponerse como mentalidad predominante. Entonces
¿cómo llegó a surgir el capitalismo si se oponía al secular tradicionalismo?
“El trabajo social del calvinista en el mundo se hace únicamente in majorem Dei
gloriam. Y exactamente lo mismo ocurre con la ética profesional, que está al
servicio de la vida terrenal de la colectividad. Ya en Lutero vimos derivar el trabajo
profesional especializado del “amor al prójimo”. Pero lo que en él era atisbo
inseguro y pura construcción mental, constituye en los calvinistas un elemento
característico de su sistema ético. Como el “amor al prójimo” sólo puede existir
para servir a la gloria de Dios y no a la de la criatura, su primera manifestación es
el cumplimiento de las tareas profesionales impuestas por la lex naturae, con un
carácter específicamente objetivo e impersonal: como un servicio para dar
estructura racionalizada al cosmos que nos rodea. Pues la estructura y
organización (pletóricas de maravillosa finalidad) de este cosmos, que según la
revelación de la Biblia y el juicio natural de los hombres parece enderezada al
servicio de la “utilidad” del género humano, permite reconocer este trabajo al
servicio de la impersonal utilidad social como propulsor de la gloria de Dios y, por
tanto, como querido por El.”
(del capítulo “Los fundamentos religiosos del ascetismo laico”)
Debe entenderse como un nuevo estilo de vida sujeto a ciertas normas de una
“ética” determinada. Lo característico de esta “filosofía de la avaricia”, es el
ideal del hombre honrado digno de crédito, y más aún, la idea de una
obligación frente al interés de aumentar su capital. La prudencia en los
negocios, es un verdadero ethos. De la interpretación de los textos de Franklin,
la moralidad es útil porque proporciona crédito y al igual con otras virtudes. La
ganancia es el fin del hombre no un medio de satisfacción, el resultado de la
virtud en el trabajo.
Toda investigación que pretenda indagar sobre las aptitudes racionales debe
tener en cuenta una máxima y es que, es posible racionalizar la vida desde
todos los puntos de vista y en todas direcciones. Lo importante es escarbar en
el espíritu que encierra esta concepción del trabajo, a esa irracional motivación
por ese modo de producir, por esa profesión.
Profesión, es al igual la del trabajador, incluso con sueldos bajos y que la vida
no ha brindado mejores oportunidades, como la del enriquecimiento del
empresario. Según Baxter, la ilustración dejaba atrás al puritanismo, no
necesitando el capitalismo resurgido de lazos religiosos algunos, siendo el
deber profesional una concepción ahora secularizada y creada desde la
religiosidad. Quizás esto no lleve a una nueva era de especialistas “sin
espíritu”, hombres vacíos.
También sus estadísticas señalan que los protestantes acuden y estudian para
profesiones de tipo industrial y mercantil en mayor proporción que los
católicos, quienes prefieren en su mayoría los estudios humanistas. Plantea
que las causas provienen de características propias a cada confesión y no a
contingencias histórico-políticas.
Uno de los principales obstáculos que tuvo que afrontar el espíritu capitalista
fue la conducta tradicional de trabajar para la suficiencia, “ganar lo necesario
para seguir viviendo”. De poco sirvió para combatir esta conducta el trabajo a
destajo (una temporada corta ganando mucho dinero); luego se intentó lo
contrario, bajar el nivel de los salarios, asunto que resultó hasta ciertos límites.
También propone un capitalismo como una selección económica de sujetos.
Los salarios bajos a veces perjudican fisiológicamente y por lo tanto se
selecciona a “los más inútiles”. Dice que el salario bajo es contrario a los
trabajos cualificados.
El trabajo como un fin en sí, como “profesión”, como algo querido, es algo
que el “capitalismo exige”, y que no se logra con salarios altos o bajos sino
con educación, mediante moralización religiosa por ejemplo, asociándola con
la economía.
Pre-capitalismo: trabajo doméstico, oficios. Por tradicional entiende el trabajo
para cubrir las necesidades de la vida y un poco más, sin ansia de capital
acumulándose. Esto es típico de sistemas precapitalistas. Pero cuando el
empresario decide enriquecerse (con cambios en sus medios de producción,
reorganización de políticas de compras y ventas…) los demás están casi
obligados a seguir sus pasos, porque el primero acapara. El hombre
precapitalista detesta al capitalista.
Weber niega que la racionalización del Derecho privado haya sido algo
fundamental en el auge del capitalismo. Tampoco la filosofía laica y
racionalista (s. XVIII) “floreció de modo exclusivo ni siquiera dominante en
los países económicamente más adelantados”. El racionalismo “no es en modo
alguno campo abonado para que florezca esa relación del hombre con su
“profesión”, en el sentido misional, que requiere el capitalismo”. “La
dedicación abnegada … al trabajo profesional… era y sigue siendo uno de los
elementos característicos de nuestra civilización capitalista”.
Lo más leído por los puritanos: los salmos y las sentencias de Salomón.
Evolución del protestantismo: primero contra los curas, después contra los
sacramentos, los santos, la virgen maría, la idolatría… la Biblia! Sólo Dios,
sólo la luz interior. Fuerte antiautoritarismo en el protestantismo tardío. Se
abandonaba también la doctrina de la predestinación: se aguardaba la acción
de Dios. Barclay: “hay que callar para que en el alma impere la serena
tranquilidad que deje oír la palabra de Dios”, pero esto mediante el desarrollo
de las “virtudes ascéticas en el trabajo profesional”. “Desde Lutero (seguido
en esto por los bautizantes) se habría condenado el ascetismo sobrenatural
monástico, considerándolo contrario al espíritu bíblico…”.
El nexo con el sistema capitalista: “lo más importante es, empero, que la vida
propia religiosamente exigida al “santo” no se proyectaba fuera del mundo, en
comunidades monacales, sino que precisamente había de realizarla dentro del
mundo y sus ordenaciones. Esta racionalización de la conducta en el mundo
con fines ultramundanos fue el efecto de la concepción que el protestantismo
ascético tuvo de la profesión”.
Baxter, presbiteriano, rama del calvinismo: Chrisitian directory, compendio de
moral puritana. Spener: Dificultades teológicas, representante del pietismo
alemán. Barclay: Apology, representante de los cuáqueros. Baxter contra el
enriquecimiento, diferente de Calvino; para Baxter el enriquecimiento no era
un obstáculo, tampoco para los puritanos.
Común acuerdo: los ricos también deben trabajar. El protestantismo tardío: “el
trabajo y la profesión no son algo predestinado a lo que debemos
conformarnos (como en el luteranismo) sino el medio de enaltecer la honra de
Dios”; “Lutero nunca rompió con la indiferencia paulina hacia el mundo”.
Baxter: partidario de la profesión fija (stated calling), porque sino “todos los
trabajos son puramente ocasionales y efímeros” y se le dedica así “más tiempo
al ocio que al trabajo”, mientras que el profesional “realizará en orden su
trabajo” sin vivir en perpetuo desorden.